101 Dálmatas y el 4º voto
Así se llamaba la película y era poética y maravillosa e ingenua. Por eso he elegido el título. Yo nunca vi la película, pero me la imagino muy bien. A los dálmatas de carne y hueso sí los conozco bien, son bonitos y simpáticos como los de la película. Y su condición canina es evangélica: no sólo como amigo del hombre, sino como alusión a la cananea en la que salen ganando sus cachorros, y los otros mansos perros, también, que lamían las heridas del pobre Lázaro. Lo malo de los dálmatas es que tienen una piel muy fina, se saben guapos y listos…
En Inglaterra van al lado de la carroza
real… Para
usar una parábola (que hoy para los entendidos es gran parte de la
Biblia), hubo tres cachorros dálmatas estos días;
sus nombres les vienen al pelo: Boff, Faus, Küng… Eran los más brillantes,
inteligentes y altisonantes, y quisieron, cosas de cachorros, no ir junto a
la carroza del Rey, sino subirse al sillón real. Les atizaron cuatro
azotainas, los bajaron al llano y los dejaron en casa sin salir por algún
tiempo. Esto hundió su inmensa autoestima y la de sus corifeos…, o Fans (os)
(as).
Yo quiero a esos buenos dálmatas,
pues soy de la misma raza, sólo que, como nací en una familia de doce
hermanos, nuestra casa a veces era jarana y otras jauría, pero nunca nos
faltó inmenso cariño de tribu, aunque menudeaban apodos y bofetadas. Soy
por ello hermano universal, y con la ecología incluyo a los hermanos
dálmatas, aunque yo no llego a tener su pedigree.
Semanas atrás se nos moría un taita
muy querido de Dios y de los hombres de buena voluntad. Él se pasaba los
últimos días atisbando desde la ventana, tras el vidrio, escondido;
buscaba a su gente, a la que personalmente habló de Jesús de una manera
que se pegaba al corazón; Jesús y la Virgen eran los protagonistas de
sus palabras en todos sus viajes.
Cuando al pobrecillo le faltó la voz y no podía hablar palabras bonitas
y sencillas de Dios, se le puso la cara muy triste y a todos se nos puso
la cara y el alma tristes. Se nos iba marchando. Se nos hacía un nudo en
la garganta. Al final sólo abría y cerraba los brazos,
ahogando en el corazón todas sus palabras…, hasta que el corazón se
acabó rompiendo. La mirada de todos los que le queríamos se quedó mucho
tiempo clavada tercamente en aquella ventana. Todos nos sentimos
huérfanos. La tierra se quedó más pobre; había perdido a quien
necesitaba mucho porque era nuestra paz, nuestra certeza, el teólogo
humilde del pueblo sencillo que no hablaba en enredos: «Te bendigo,
Padre, porque esto se lo has revelado a los pequeños y sencillos…» Y los
pequeños y sencillos eran riadas de gente que venían a despedirle. Yo
los vi, en Iquitos, llenar iglesias y plazas todos aquellos días de
tierra o cielo.
Ese cuarto voto...
Sólo tres dálmatas, quejumbrosos aún, rompieron el silencio ladrando malamente aquellos días. Todavía arrastraban la bajada de la carroza y los azotes de un mal momento. Y con ellos ladraron sus Fans (os) (as). Les faltó nobleza y elegancia para despedirle como a un padre bueno con silencio y veneración. Ya decían los antiguos: Una buena patada a un teólogo puede provocar una herejía. Echamos de menos un aullido lastimero pero sin resentimientos, pues nunca les faltó buen repertorio…
Fueron tres corazón de papel, como dice la canción de no sé quién. Pero son gente buena y reaccionarán, espero. Sólo que quedaban 98 dálmatas buenos. Otra vez la parábola de las ovejas modernizada. Pero me llega un más triste editorial del Mensajero del Corazón de Jesús (de los jesuitas). Me ha llegado por tres vías ajenas a la Compañía. Y no me ha llegado ninguna protesta de un superior responsable. Las tonterías individuales las comprendo todas, yo las he hecho muchas veces. Quizás hoy escribiendo este artículo. Pero lo extra, o es cuando falta el ladrido de protesta de un Superior herido, viendo ofendido al que se juró especial obediencia y servicio. Ese cuarto voto parece que se esté convirtiendo en perjurio. ¿En qué notarán los demás que tenemos ese voto? Cuando me lo preguntan hoy, paso la página, porque, como diría Mingote, «Yo,… ha llegado un momento que no sé si soy de los nuestros».
La noche me remató. Antes de acostarme me entregan Cuadernos de Espiritualidad SJ, y, casualmente, en las páginas amarillas, después de loas de compromiso, se golpea el pontificado de Juan Pablo II, porque «eran más creíbles sus gestos que su teología y, acaso por ello, un déficit grave acompaña a ese pontificado…, la pérdida de credibilidad de la Iglesia… Le falta acogida y diálogo… Llenó las plazas, pero dejó las iglesias vacías». Además de plagiar a otros, ni siquiera se examina el argumento retorcido… Juan Pablo fue capaz de llenar las plazas y estadios, cuando nosotros habíamos dejado ya hasta las iglesias vacías!!! Esta noche los 98 dálmatas se metieron en horrible pesadilla dentro de mi cuarto. Han revoloteado y ladrado hasta romperme la crisma… Después de esta amalgama de tópicos manidos, el autor se siente con vocación del Papa Negro (ya no hay), y da los consejos fundamentales y el programa básico para que se arregle la Iglesia…, y a falta de sus compañeros editores que lo avalen, se le apuntan y suscriben una vieja retahíla de grupos y grupetes, cuya mala historia de Iglesia son, gracias a Dios, apenas conocidos.
Con inmenso cariño, adiós, Juan Pablo II, y gracias, que somos muchos los callados por no escandalizar más, pero sé que la mayoría callada reza y admira al Papa siempre. Desde fuera mucho han apedreado al Templo; hoy está de moda, para ser progresista, traicionar y, desde dentro, golpear a la Iglesia. Yo por ahora me quedo aullando, como chusco callejero, un poco harto de tanto silencio ilustre.
(Ignacio Muguiro, S.J. A&O 458)
(es justo que lea también "los jesuitas
piden perdón")