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El es divorciado, estamos casados civilmente con respeto, fidelidad y amor y no podemos comulgar. ¿Por qué?

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Divorciados vueltos a casar no pueden comulgar






Conculta
Buenas Tardes Padre, necesito hacerle una consulta muy confidencial. Le cuento que hacen ya seis años que estoy casada legalmente con un divorciado a quien amo profundamente con quien tenemos dos hijos hermosos de 5 y 3 años. Nosotros hemos consultado con un sacerdote abogado eclesiástico para ver si existe la posibilidad de anular el matrimonio anterior de mi marido y poder casarnos ante la Iglesia que es lo que más ansío en mi vida, porque para mí es muy importante. Antes yo estuve de novia con un chico soltero con quien hice los cursos prematrimoniales y a cuatro meses del matrimonio nos dimos cuenta que nuestra relación fallaba y que si nos casábamos podríamos divorciarnos, eso yo no lo quería bajo ningún punto de vista. Es así que nos peleamos definitivamente y al tiempo conocí a quien hoy es mi marido. El es una persona muy especial, el hombre que siempre soñé con quien congeniamos en todo. Cuando nos conocimos él ya estaba divorciado. Al año nos casamos por Civil y nos amamos con toda el alma. Su matrimonio anterior fue un fracaso desde el inicio, incluso su ex-esposa lo engañó con otros hombres muchas veces, no cumplió con sus deberes de esposa ni con los de madre y actualmente no cumple el rol de madre. Yo me pregunto, por qué si nosotros vivimos una familia basada en el amor y el respeto, la fidelidad y la confianza, educamos a nuestros hijos bajo la fe católica, apostólica romana, rezamos juntos, vamos a la Iglesia e incluso nuestros hijos irán a un colegio católico, no tenemos la posibilidad de casarnos o al menos de recibir la comunión?. Si usted Padre puede responderme, le agradecería de corazón. Atentamente. M.G.M.

Respuesta

Estimada hermana en Cristo.

Que la Cuaresma, este tiempo de gracia que comenzamos hoy, nos ayude a todos para conversión.

Créanos, compartimos su angustia porque hemos visto a parejas por muchos años quedarse sentados cuando los demás se levantaban para recibir la comunión. Es una tristeza indescriptible. Gracias a Dios ustedes cargan con esta cruz para participar de todos modos en la celebración eucarística. Otros simplemente han dejado de ir para no tener que sufrir todos los domingos.

Ahora bien, aún teniendo presente sus buenas intenciones y la angustia que siente, tenemos que decirle que la situación en la que está es fruto de su libre decisión. Usted debe haber sabido que al momento de unirse al que ahora es el padre de sus hijos que entraba en pecado grave, en adulterio. Lo hacía en abierta contradicción a la palabra de Dios: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”. Esto hay que tenerlo muy en claro. ¿Por qué no ha tenido el mismo valor frente al hombre casado aunque divorciado como lo tuvo con su antiguo novio? ¿Qué es más importante, los sentimientos que uno pueda cobijar o la voluntad de Dios? ¿Recuerda que Enrique VIII de Inglaterra amenazaba llevarse a todo su reino al protestantismo si no le concedían el matrimonio con Ana Boleyn? El Papa tenía que obedecer a Dios. Por eso es saludable recordarle esto aunque duela para que no tenga la tentación ni achaque a Dios ni a la Iglesia ni a los curas el sufrimiento que está soportando. La Iglesia tiene misericordia pero tiene que obedecer más a Dios que a los hombres.

Escuche al Papa Juan Pablo II al que ciertamente no se le puede acusar de dureza, en cambio conserva en lo que refiere a la enseñanza de Cristo una saludable firmeza. Es de su encíclica Familiaris Consortio:

“e) Divorciados casados de nuevo
84. La experiencia diaria enseña, por desgracia, que quien ha recurrido al divorcio tiene normalmente la intención de pasar a una nueva unión, obviamente sin el rito religioso católico. Tratándose de una plaga que, como otras, invade cada vez más ampliamente incluso los ambientes católicos, el problema debe afrontarse con atención improrrogable. Los Padres Sinodales lo han estudiado expresamente. La Iglesia, en efecto, instituida para conducir a la salvación a todos los hombres, sobre todo a los bautizados, no puede abandonar a sí mismos a quienes —unidos ya con el vínculo matrimonial sacramental— han intentado pasar a nuevas nupcias. Por lo tanto procurará infatigablemente poner a su disposición los medios de salvación.

Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones. En efecto, hay diferencia entre los que sinceramente se han esforzado por salvar el primer matrimonio y han sido abandonados del todo injustamente, y los que por culpa grave han destruido un matrimonio canónicamente válido. Finalmente están los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido.

En unión con el Sínodo exhorto vivamente a los pastores y a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza.

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.

La reconciliación en el sacramento de la penitencia —que les abriría el camino al sacramento eucarístico— puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, —como, por ejemplo, la educación de los hijos— no pueden cumplir la obligación de la separación, «asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos».(180)

Del mismo modo el respeto debido al sacramento del matrimonio, a los mismos esposos y sus familiares, así como a la comunidad de los fieles, prohíbe a todo pastor —por cualquier motivo o pretexto incluso pastoral— efectuar ceremonias de cualquier tipo para los divorciados que vuelven a casarse. En efecto, tales ceremonias podrían dar la impresión de que se celebran nuevas nupcias sacramentalmente válidas y como consecuencia inducirían a error sobre la indisolubilidad del matrimonio válidamente contraído.

Actuando de este modo, la Iglesia profesa la propia fidelidad a Cristo y a su verdad; al mismo tiempo se comporta con espíritu materno hacia estos hijos suyos, especialmente hacia aquellos que inculpablemente han sido abandonados por su cónyuge legítimo.

La Iglesia está firmemente convencida de que también quienes se han alejado del mandato del Señor y viven en tal situación pueden obtener de Dios la gracia de la conversión y de la salvación si perseveran en la oración, en la penitencia y en la caridad”.


La Congregación para la Doctrina de la Fe, vocero autorizado del Papa, ha escrito también una carta al respecto. Citamos un párrafo:

“Estos fieles…, por lo demás, de ningún modo se encuentran excluidos de la comunión eclesial. (La Iglesia) Se preocupa por acompañarlos pastoralmente y por invitarlos a participar en la vida eclesial en la medida en que sea compatible con las disposiciones del derecho divino, sobre las cuales la Iglesia no posee poder alguno para dispensar. Por otra parte, es necesario iluminar a los fieles interesados a fin de que no crean que su participación en la vida de la Iglesia se reduce exclusivamente a la cuestión de la recepción de la Eucaristía. Se debe ayudar a los fieles a profundizar su comprensión del valor de la participación al sacrificio de Cristo en la Misa, de la comunión espiritual, de la oración, de la meditación de la palabra de Dios, de las obras de caridad y de justicia”.


Le sugerimos lo siguiente:
- En primer lugar reconozca que está en la situación de pecado mortal habitual, es decir, que el Espíritu Santo se ha tenido que ir de su corazón.

- En segundo lugar sugerimos que se arrepienta y pida perdón al Señor. Ahora bien, usted sabe que el verdadero arrepentimiento debe incluir un serio propósito de enmienda. ¿Qué alternativas le quedan para poder confesarse y comulgar?

1. Separarse de su actual esposo. En seguida puede acceder a los sacramentos.

2. Si por razón de los hijos esto no es posible, existe otra posibilidad: la de convivir como hermano y hermana, es decir, renunciar a tener relaciones sexuales. También en este caso puede acudir a los sacramentos en seguida. Con todo, se sugiere que los esposos vayan a comulgar en una parroquia donde no son conocidos para evitar un posible escándalo.

3. La tercera alternativa es, evidentemente, el intento de iniciar un proceso eclesial. No se anula el matrimonio sino al final se da una declaración de nulidad, es decir, se constata oficialmente que no ha existido. Aquí en nuestro país toma más o menos 3 años. Solamente entonces podrían acceder a los sacramentos.

Pero, ¿por qué perder tres años? Si Dios es importante para ustedes, si quieren vivir en gracia de Dios y desean que el Espíritu Santo vuelva a su corazón, entonces consideren la hermosa, heroica y cristiana decisión de regalar a Dios la renuncia al amor físico mientras no está bendecido. Evidentemente deberían dormir en dormitorios separados para ayudarse en ser fieles a la voluntad de Dios. Conocemos a varias parejas que han asumido este reto y Dios les está ayudando. Una de ellas acaba de casarse por Iglesia. Es posible ser santos también en su situación.


Se ha alargado un poco nuestra respuesta. La hemos escrito porque queremos que pueda disfrutar del amor Dios desde ya.

Que Dios los bendiga.
Se lo desean y por ello rezan
Los MSC del Perú


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