INTRODUCCIÓN AL TIEMPO DE CUARESMA C
La Cuaresma es una subida larga y difícil
que alcanza la cima en la Pascua. La ascensión tiene tres tramos: el
penitencial, que se extiende por toda la Cuaresma; el bautismal, unido al
anterior que prepara al bautismo o a su renovación en la noche pascual; y el de
la pasión de Cristo, que sube a Jerusalén y al monte «de la Calavera (que en
hebreo se dice Gólgota)».
Este último
tramo que comprende la semana santa ha dado lugar a los anteriores y culmina,
sin solución de continuidad, en la mañana de Pascua. Por esto, los tres tramos
son pascuales, los tres conducen a la Nueva Vida en Cristo.
En el año C predomina el camino penitencial,
en el que ahora nos
detenemos.
Comprende el «ejercicio cuaresmal»: la
austeridad de vida, también el ayuno, la instrucción religiosa, la oración más
prolongada, la comunicación cristiana de bienes, etc., y, como razón de ser y
culminación de todo lo anterior, la conversión del corazón y el sacramento del
perdón y la penitencia, que cura al hombre enfermo por el pecado. El «ejercicio
cuaresmal» cura y prepara, pone en forma para la práctica del vivir cristiano
de cada día.
El «ejercicio» pertenece al proceder moral
del bautizado, pero no se olvide que en la fe cristiana ninguna acción, ningún
mandato, ninguna práctica, quedan confinados al área de la moralidad. Todo
arraiga en la infinita riqueza de la gracia del misterio de Cristo.
Nuestra aportación a las homilías
dominicales de esta Cuaresma se centra en las respectivas perícopas
evangélicas, que dan su nombre a los distintos domingos: Domingo del desierto,
de la transfiguración... del hijo pródigo... El cuadro de la página siguiente
orienta en el trazado del itinerario cuaresmal de este año, sobre todo, en los
dos últimos apartados de cada Domingo.
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