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Domingo 2 Tiempo Ordinario A - 'Este es el Cordero de Dios': Iglesia del Hogar, en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical

Recursos adicionales para la preparación

 

 

 

La Palabra de Dios y yo - cómo acogerla
Falta un dedo: Celebrarla

 

 

1. Introducción a Las Lecturas del Domingo

 1. 1 Primera lectura Is 49, 3. 5-6

Cuando uno escucha los discursos en los efemérides patrios, ¡cuánta exaltación!, ¡cuánta hipérbole!, quiero decir, cuánta exageración se escucha. Parece que la nación es algo intachable. Parece que todos los miembros de la nación son unos perfectos, listos para ser colocados en un nicho. Y el día siguiente “rajamos” nuevamente de los servidores públicos, de sus veleidades y de las cualidades negativas del carácter nacional.

Israel, el pueblo elegido, también ha conocido estas manifestaciones. Se ha encumbrado hasta el cielo y ha sido destronado para caer al infierno. Dios se lo ha encargado a sus profetas para que le digan la verdad.

El profeta Isaías habla de un ser misterioso, del “siervo de Yahvé”, que parece ser a veces el pueblo mismo, a veces alguien distinto, a veces una persona que representa al pueblo. Isaías tiene cuatro “cantos del siervo de Yahvé”. Vamos a contemplar el segundo canto en la lectura que toca este domingo.

La Iglesia desde los comienzos ha aplicado estos cantos al mesías, Cristo Jesús. En él se verifica todo lo que Dios anuncia por medio del profeta. Pero sabemos muy bien que la misión de Cristo la continuaron los apóstoles y la Iglesia entera, en fin, la continuaron todos los bautizados. Para decirlo de otra manera: tú que estás insertado en el cuerpo místico de Cristo por medio del bautismo, debes aplicar estos cantos también a ti mismo. Si tienes tiempo lee los cuatro cantos: 42, 1-9; 49, 1-6; 50, 4-11; 52, 13-53, 12.

Después de haberlos leído y meditado seremos más modestos en hablar de nosotros mismos porque sabremos y seremos más conscientes que Dios nos ha elegido para que por medio de nosotros, por medio de nuestro “morir” los hombres sean salvos.

Al leer este segundo canto nos daremos cuenta que hemos sido llamados desde antes de nacer. No por nuestro mérito, todo es gracia, todo es don . La reacción lógica aquí será una oración de acción de gracias al Señor y una súplica para pedir su Espíritu para que nos ilumine y fortalezca.

1. 2 Segunda lectura 1. Cor 1, 1-3

Todos estamos de acuerdo que no hay cosa alguna que escape a la Providencia y a la voluntad de Dios. A lo mejor estamos de acuerdo teóricamente. Pero cuando pensamos en los millones de niños hambrientos, comenzamos a dudar. Y cuando la desgracia y el infortunio tocan nuestra puerta, dudamos aún más. En el mejor de los casos hablamos de “casualidad”: por fortuna o por desgracia estas cosas suceden. El cristiano, en cambio, sabe que no hay casualidad.

Que te encuentres en la situación en la cual estás es el producto del amor de Dios y de tu pecado. Lo maravilloso es que Dios sabe sacar de tu pecado un bien y lo dirige para bendición tuya, especialmente cuando te arrepientes.

Después de estas breves ideas podemos comprender las frases con la cual san Pablo inicia su primera carta a los cristianos de Corinto. Seguiremos leyendo esta carta hasta el domingo 8. San Pablo se sabe llamado por Dios y él sabe que es por designio, Providencia de Dios que los Corintios hayan sido llamados a formar un pueblo santo, lo que entraña paz y gracia en abundancia. Podemos y debemos aplicar este pasaje tranquilamente a nosotros. Pero no nos sentimos pueblo santo. No invocamos el nombre de Jesucristo, no nos sentimos consagrados. ¿Por qué? Porque no creemos, de verdad, en la Providencia y el amor de Dios. ¡Que esta breve lectura nos anime a pedirle fe al Señor para descubrir todo lo que él ha hecho en favor nuestro!

1. 3 Evangelio Jn 1, 29-34

Es cosa difícil ser testigos auténticos. Recuerdo haber leído que un profesor que, dando una clase a futuros abogados en la cual insistía en la necesidad de precisión de los hechos, había arreglado una interrupción. Irrumpieron tres hombres en el salón. Dos discutieron. El tercero sacó una pistola y mató a uno. El segundo agradeció al pistolero y los tres luego salieron corriendo. El profesor les pidió a sus alumnos que sin conversar cada uno apuntara brevemente en un papel una descripción de los hechos. Resultado: la gran mayoría se equivocó en varios detalles importantes. Asignaban el asesinato a la persona equivocada y describieron el desarrollo del acontecimiento de manera muy distinta.

¿Por qué es eso así? Estamos demasiado ocupados de nosotros mismos. Nuestros pensamientos giran constantemente alrededor de nuestra persona de manera que no es posible percibir claramente en todos los detalles lo que pasa alrededor nuestro. El mejor testigo es aquel que es menos egoísta porque está abierto a lo que sucede a su alrededor. Está atento ante los demás. Sin embargo, se requiere otra cualidad adicional, especialmente cuando existe la tentación del poder o de la fama: la fidelidad al testimonio. Por ejemplo, yo no puedo decir de otro que es mejor que yo y luego burlarme de él. Mi testimonio no vale.

El Evangelio nos presenta un testigo sin tacha. San Juan Bautista da su testimonio. Le podemos creer porque defendió su integridad hasta la muerte en la cárcel de Herodes. Nosotros también por medio de la fe hemos contemplado a Jesús como el más poderoso, como el salvador que bautiza con el Espíritu Santo. ¿Cómo es nuestro testimonio? ¿Cuándo ha hablado por última vez de Cristo a los de su familia o, lo que es más difícil, a los de afuera de su familia? ¿O ni siquiera lo hace con su propia familia? Leamos el Evangelio y renovemos nuestro testimonio.

 

2. Reflexionemos

2. 1 Los padres

El testimonio de los padres de familia por medio de la catequesis familiar

Escuchemos al papa Juan Pablo II:

“La catequística de la familia tiene un carácter peculiar y en cierto sentido insustituible, subrayado con razón por la Iglesia especialmente por el Concilio Vaticano II. Esta educación en la fe, impartida por los padres - que debe comenzar desde la más tierna edad de los niños - se realiza ya cuando los miembros de la familia se ayudan unos a otros a crecer en la fe por medio de su testimonio de vida cristiana, a menudo silencioso, más perseverante cuando, al ritmo de los acontecimientos familiares -  tales como la recepción de los sacramentos, la celebración de grandes fiestas litúrgicas, el nacimiento de un hijo o la ocasión de un luto - se procura explicitar en familia el contenido cristiano o religioso de esos acontecimientos. Pero es importante ir más allá: los padres cristianos han de esforzarse en seguir y reanudar en el ámbito familiar la formación más metódica recibida en otro tiempo. El hecho de que estas verdades sobre las principales cuestiones de la fe o de la vida cristiana sean así transmitidas en un ambiente familiar impregnado de amor y respeto permitirá muchas veces que deje en los niños una huella de manera decisiva y para toda la vida. Los mismos padres aprovechen el esfuerzo que se les impone, porque en un diálogo catequístico de este tipo cada uno recibe y da.

La catequesis familiar precede, pues, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis. Además, en los lugares donde una legislación antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe, o donde ha cundido la incredulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de resultar prácticamente imposible una verdadera creencia religiosa, la Iglesia doméstica es el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis. Nunca se esforzarán bastante los padres cristianos por prepararse a este ministerio de catequista de sus propios hijos y y por ejercerlo con celo infatigable y es preciso alentar igualmente a las personas o instituciones que, por medio de contactos personales, encuentros o reuniones y toda suerte de medios pedagógicos, ayuden a los padres a cumplir su cometido: el servicio que prestan a la catequesis es inestimable. (Catequesi tradendae 68).

2. 2 Con los hijos

Nota: este texto se puede leer con los hijos adolescentes. A los niños los padres de familia que describen en sus propias palabras la situación que se presenta y y reflexionan cómo responder. La meta: todos hemos de ser testigos.

Escuchemos una exposición del catecismo alemán:

La Iglesia tiene la misión pastoral con el fin de estimular a los fieles a una vida cristiana. Nos exhorta y anima al bien, y nos protege de los peligros que amenazan nuestra salvación.

No todos los católicos han tenido la suerte de nacer en un país donde todos viven la fe católica, ni todos han hallado la misma facilidad para practicar la religión o instruirse debidamente en ella. En países o regiones donde siendo los católicos minoría, tienen que convivir con individuos de otras confesiones, y hasta mantener trato asiduo con personas carentes de fe, suelen faltar Iglesias, sacerdotes, catequistas. El culto ha de celebrarse con frecuencia en locales poco apropiados, incluso en barracas, garajes y salas de espectáculos, etcétera. Los fieles deben hacer largas caminatas para asistir a la Santa Misa. Muchos niños no reciben jamás, o muy de tarde en tarde, instrucción religiosa. No son pocos los católicos que llegan a casarse con personas de religión distinta o que no profesen religión alguna, con lo que se van alejando de la verdadera fe. Gran número de ellos mueren sin los santos sacramentos por no haber podido acudir a un sacerdote en el momento oportuno.

La misión pastoral de la Iglesia incluye también el deber de ayudar a estos atribulados hijos suyos. Debe fortalecerlos para que permanezcan fieles en la fe, no sucumban a la propaganda de las sectas, se apoyen unos a otros y ganen para la fe a los que están alejados de ella. La Iglesia debe fomentar la creación de nuevas parroquias, construir templos y enviar a sacerdotes y auxiliares para la cura de almas. Los fieles deben procurar que no falten cálices, libros, revistas, vehículos y todo lo necesario para la supervivencia y desarrollo de estos núcleos de creyentes.

Todos los fieles deben acordarse de estas comunidades cristianas, rogar por ellas y ayudarles con sus donativos.

Todo católico debe considerar que alguna vez puede encontrarse en idénticas circunstancias. Por ello es conveniente que sea capaz de confesar su fe en circunstancias análogas, aunque se encuentra aislado, y que se halle capacitado para instruir al ignorante y al débil, no menos que para ayudar al sacerdote en el culto y la cura de almas. Todo discípulo de Cristo debe estar debidamente preparado para esta labor.

 

3. Conexión eucarística

Todos nosotros debemos haber experimentado que el Espíritu de Cristo está obrando en nosotros. Por eso podemos dar testimonio también nosotros de que Jesús es el enviado de Dios, el mesías. La Eucaristía es, a no dudarlo, un momento privilegiado cuando la Iglesia experimenta cada vez de nuevo la acción del Señor por medio de su Espíritu. Nuestra manera de participar en el culto será un testimonio privilegiado de que Jesús es el Señor y nos dará la fuerza y el entusiasmo para ser testigos también durante la vida diaria en todos los ambientes en los cuales nos movemos.

 

4. Vivencia familiar

La familia tiene una neta obligación de preparar a sus hijos a los embates que sufrirán por su fe. Sugerimos que de vez en cuando el padre o la madre haga de “abogado del diablo” y presenta a los hijos las objeciones que van a encontrar. ¡Que los hijos defiendan su fe! Si no encuentran respuestas adecuadas, la familia las busca en común. Les aseguro que serán unos almuerzos muy “dialogados”.

 

5. Nos habla la Iglesia

Los laicos son consagrados como sacerdocio real y nación santa (vea 1 Pe 2, 4-10) para ofrecer sacrificios espirituales en todas sus obras y para dar testimonio de Cristo en todo el mundo (Vaticano II, Apostolado de los seglares 3 a).

La obligación principal de los seglares, hombres y mujeres, es el testimonio de Cristo, que deben dar con la vida y con la palabra en la familia, en su grupo social, en el ámbito de su profesión (Vaticano II, Misiones 21).

Es en el ambiente social donde se complementa el testimonio de vida con el testimonio de la palabra (Vaticano II, Apostolado de los seglares 13 a).

Los seglares cooperan a la obra de evangelización de la Iglesia y participan de su misión salvífica a la vez como testigos y como instrumentos vivos (Vaticano II, Misiones 41 a).

Los discípulos de Cristo, unidos íntimamente en su vida y su trabajo con los hombres esperan poder ofrecerles el verdadero testimonio de Cristo y trabajar por su salvación incluso donde no puedan anunciar a Cristo plenamente (Vaticano II, Misiones 12e)

Los laicos no solamente están obligados a cristianizar el mundo, sino que, además, su vocación se extiende a ser testigos de Cristo en todo momento en medio de la sociedad humana (Vaticano II, Iglesia en el Mundo 43d).

 

6. Leamos la Biblia con la Iglesia

(Primera Lectura - año impar, segunda lecrtura - año par).

Lunes: Hebr 5, 1-10; Sal 109; 1 Sam 15, 16-23; Sal 49; Mc 2, 18-22

Martes: Hebr 6, 10-20; Sal 110; 1 Sam 16, 1-13; Sal 88; Mc 2, 23-28

Miércoles: Hebr 7, 1-3. 15-17; Sal 109; 1 Sam 17.32-33.37.40-51; Sal 143; Mc 3, 1-6

Jueves: Hebr 7, 25-8, 6; Sal 39; 1 Sam 18, 6-9; Sal 55; Mc 3, 7-12

Viernes: Hebr 8, 6-13; Sal 84; 1 Sam 19, tres-21; Sal 56; Mc 3, 13-19

Sábado: Hebr 9, 2-3. 11-14; Sal 46; 2 Sam 1, 1-4. 11-12.19.23-27; Sal 79; Marcos 3, 20-21

7. Oraciones

7. 1 Alumbrar las tinieblas (J. H.Newman)

Oh Dios, nuestros tiempos abundan de tribulaciones. Es como si la obra de Cristo hubiera entrado en agonía. Con todo, nunca pasó Cristo con más poder a través de los tiempos de este mundo como hoy; nunca fue más manifiesta su venida; nunca más sensible su cercanía; nunca servirle fue más sabroso que hoy. Por esto, en este momento de calma entre tempestad y tempestad oremos: Oh Dios, sólo tú puedes iluminar las tinieblas, sólo tú.

7.2 Ven, Espíritu Santo (Marín Gutl)

Ven, Espíritu Santo, a nuestras ciudades, a nuestras casas, a nuestras familias. Entra a nuestros ojos, a nuestros corazones. Sin ti, leemos libros y nos falta la sabiduría; sin ti hablamos mucho y no nos ponemos de acuerdo. Sin ti sólo vemos cifras, hechos y casualidades. Sin ti nuestra vida se deshace en días sin sentido. Sin ti nos seremos infieles. Sin tí nuestro pensar termina en manía. Sin ti la técnica nos destruye. Sin ti la Iglesia es un museo. Sin ti la oración se vuelve palabrería. Sin ti la sonrisa se hiela. Sin ti y nuestro mundo es destruido.

¡Ven, Espíritu Santo!

8. Los Santos

San Roberto Belarmino

Un día 13 de mayo fue declarado bienaventurado uno de los santos más doctos, el santo cardenal Roberto Belarmino. Nació en una familia de 12 hijos. Desde temprana edad le fascinó el estudio que acompañaba con la oración constante. Entró a la Compañía de Jesús y cuando por su salud delicada no podía entregarse al estudio según su voluntad se consolaba a sí mismo: “No me he hecho religioso para llegar a erudito sino para llegar a ser Santo”. Logró ambas cosas.

En Roma tenía que asesorar a los estudiantes de su orden. Una de sus grandes preocupaciones fue la de despertar en ellos una profunda al devoción a la Virgen. San Luis Gonzaga fue uno de sus discípulos más aventajados y cuando San Luis murió pidió que lo enterraran a los pies del joven Santo.

Muy dedicado al bienestar de la Iglesia comenzó a escribir un catecismo para fortalecer la fe del pueblo. Predicó incansablemente a donde lo llamaran. Uno de sus temas favoritos fue la Inmaculada Concepción.  San Francisco de Sales lo caracterizó así: “Este gran cardenal puede hacer todo menos el mal. Conoce muy bien el mal que combate en sus escritos pero no hay nada que le sería más extraño”.

Cuando se daba cuenta que la vida llegaba a su fin, se retiró a un convento para prepararse convenientemente. Cuando le avisaron que la muerte era inminente exclamó: “¡Qué bella noticia!” Recibió los sacramentos y pronunciando el nombre de Jesús expiró.

La figura de San Roberto Belarmino nos enseña que el cristiano debe conocer bien su fe, debe estudiar para que su creencia sea iluminada por las enseñanzas de las Escrituras y de la Iglesia. Nos invita a poner toda nuestra confianza en la Inmaculada que nos protege y nos guiará hacia su hijo.

 



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