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Domingo 13 del Tiempo Ordinario Ciclo A - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical

Recursos adicionales para la preparación

 

1. Introducción a la Palabra


1.1. Primera Lectura: 1 Reyes 4,8-11.14-16a


2.1 Segunda lectura: Romanos 6,3-4.8-11


1.3 Evangelio: San Mateo 10,37-42


2. Reflexionemos


2.1 Los Padres


2.2 Con los Hijos


3. Relación Con La Misa


4. Vivencia Familiar


5. Nos Habla La Iglesia


6. Leamos la Biblia con a Iglesia


8. Los Santos

 

 

¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
La Palabra de Dios y yo - cómo acogerla
Falta un dedo: Celebrarla

 

 

1. Introducción a la Palabra

1.1. Primera Lectura: * 2R 4,8-11.14-16: “Ese hombre de Dios es un santo, se quedará aquí”

Es un hábito de Dios el esconder a nuestros ojos el bien que hacemos. Lo hace por dos razones. En primer lugar para que no nos enorgullezcamos. Todo bien es realmente  obra de él.  En segundo lugar  es un secreto para nosotros y así debe ser porque no hacemos el bien para hacernos admirar a causa de todos los efectos y alcances de nuestro esfuerzo. Sólo de vez en cuando Dios nos deja ver un poco para que no perdamos el ánimo. Y compartir especialmente un bien espiritual no lo disminuye. Al contrario, uno no lo posee en verdad hasta que haya comenzado a compartirlo.

Esta lectura nos habla de la hospitalidad para con aquellos que no están, a primera vista, en la capacidad de  retribuir. El Señor será la recompensa. Como dice San Francisco a los hermanos "El que venga, amigo o enemigo, deben recibirlo con bondad”.

Recordemos: Una luz que brilla a los demás no se hace por ello más débil; un corazón que da felicidad a los demás no se vuelve más pobre; un hombre que da alegría a los demás, no se vuelve vacío; pero así el mundo tiene más luz, la humanidad se vuelve más pacífica y el hombre se convierte más y más en imagen de Dios.

Leamos este pasaje y afirmemos nuestra fe que Dios no deja sin recompensa nuestro amor a los demás.

 

2.1 Segunda lectura: * Rm 6,3-4.8-11: “Por el Bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte  para que andemos en una vida nueva”

Supongo que les sucede a todos que viven con la conciencia despierta. Quizás sucede en un momento muy agradable. A lo más tardar lo experimentaremos cuando nos damos cuenta que hemos pasado la cúspide de nuestra vida. Vamos a morir.  Lo sabíamos desde siempre pero  ahora se ha convertido en materia explosiva: miramos la muerte como un gran vacío negro y enorme. No solamente aquellos cuyos nombres aparecen en los avisos de defunciones, yo también tendré que morir. ¿Quién sabe cuando? Aunque no lo vea, ya está presente.

Este pensamiento se apodera de mí. No puedo pensar en otra cosa. Esta vida que la vivo  con tanto esfuerzo, con sus penas y alegrías, el levantarse y acostarse, los éxitos y fracasos que me pertenecen a mi sólo, todo esto será interrumpido. Siempre de dos uno se pondrá en camino primero, las madres alejándose de sus hijos, el esposo de la esposa. Así la misma felicidad humana es pariente de la muerte porque termina, porque se compone de instantes limitados.

La lectura de la carta del San Pablo nos hace comprender lo que escribió un marinero que formaba parte de la tribulación de un sumergible:” Querida mamá. No debes preocuparte ni tener miedo que mi barco algún día no pueda emerger de las profundidades. Si me hundo en las aguas no puede hundirme más profundamente que en las manos de mi Dios

La fe de san Pablo, que debe ser la nuestra, transforma la angustia que se manifiesta en este vacío, negro, enorme. El escritor Kafka lo expresa así:” Un primer signo de la fe verdadera se manifiesta en el deseo de morir. Porque esta vida no tiene como satisfacer el anhelo infinito del hombre. Uno comienza a pedir y suplicar que lo liberen de la cárcel de esta vida, a ser transferido en otra celda mejor. Un poco de fe lo hace esperar que, al ser transportado a esta nueva celda, pase el Señor de cerca y diga: ”A este no lo encierren. Este vendrá conmigo”. Los cristianos, conforme avanza nuestra vida, deberíamos llegar a la misma actitud de San Pablo que deseaba vehementemente estar con Cristo.

Leamos este pasaje y dejémonos empapar de la fe en nuestra liberación y resurrección. Quizás nuestra fe crezca tanto que entre esposos y seres queridos podamos hablar serenamente cómo afrontar una posible separación.

 

1.3 Evangelio: * Mt 10,37-42: “El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mi”

Vivimos en una época en la cual nos esforzamos de no percatarnos de la miseria humana. El sufrimiento es encerrado en clínicas, asilos, prisiones. Sin embargo pertenece a la esencia del cristianismo de encontrar justo allí una conexión directa con el Señor que ha querido estar presente de manera especial en los más necesitados.

La cruz, la muerte, la disponibilidad a dejarlo todo por el Señor son signos fehacientes de una  esperanza y fe verdaderas. Seguir a Cristo es precisamente eso: morirse a si mismo.

Dicen que sólo puede asumir la generosidad de la que nos habla el evangelio cuando uno se siente amado de verdad. El que experimenta la generosidad de Dios en su propia vida está listo para arriesgarlo todo por los demás. Saberse amado da fuerza para amar.

Leamos el evangelio que asusta a primera vida vista. Pero si nos dejamos amar por Jesús seremos capaces de amar como El ama.

 

2. REFLEXIONEMOS

2.1 Los Padres

Seguir al Señor (J. H. Newman)

Año tras año desaparece sin ruido; la venida de Cristo es cada vez más inminente. iOjalá nos acerquemos al cielo cuanto más El se acerca a al tierra! Rueguen, hermanos, para que les regale un corazón que lo busca con sinceridad. Pídanle que les done una seriedad que lo penetre todo. Sólo una cosa es necesaria: cargar con nuestra cruz y seguirlo. Decidan de una vez de no dejarse ya engañar más por halagos, frases altisonantes  o amenazas del mundo. Suplíquenle que les dé lo que llama la Sagrada Escritura “un corazón sincero y humillado” y comiencen de una vez, sin dudar sin vacilar, a obedecerle con la mejor buena voluntad de la que son capaces. El único camino para encontrarlo es la obediencia. Cualquier testimonio de fe que no se hace por obediencia al Señor es engaño, es mentira. Es obligación de ustedes de buscar su rostro. Todo acto de obediencia es un paso más hacia El que no está lejos de nosotros porque él está muy cerca detrás del velo de las p apariencias.

Cielo y tierra son solamente una cortina que nos a separa de El; vendrá el día cuando rasgará esta cortina y lo veremos tal cual es. Él nos premiará según la medida que lo hemos esperado. Si lo hemos olvidado  entonces no nos reconocerá; sí, pero: “Felices los siervos a los que el Señor, al llegar, i vigilantes y despiertos... los hará sentarse y la mesa y El mismo les servirá. Y si viene a la segunda o tercera vigilia y los encuentra así, felices estos siervos”.

Que sea esto el premio de todos nosotros. El camino quizás es duro; pero será terrible de no caminar. La vida es corta, cierta la muerte, y el mundo que nos espera, eterno.

 

2.2 Con los Hijos

Al director de las Misiones extranjeras se le presentó un joven que quería hacerse misionero. El director tenía la impresión que se trataba más de un entusiasmo superficial que de un compromiso serio. Lo envío al medico para lo chequeara si era capaz de sobrellevar la vida en un clima tropical. El médico lo revisó y luego le dijo:”Lo siento. Usted no puede ir a las Misiones porque viviría sólo un año. Seguro que moriría”.

Deprimido el joven se fue nuevamente donde el director de Misiones extranjeras y le comunicó en resultado. El director le preguntó:” ¿Está usted dispuesto de ir allá por un año y morir luego?” El joven dijo:”Si, estoy dispuesto”. “Entonces vaya en el nombre de Dios”.

El joven se fue a las Misiones y trabajó allí más de 50 años. Cuando Dios quiere que un hombre le sirva 50 años, le servirá por 50 años aunque no ostente las condiciones indispensables.

“¿Estás dispuesto de ir por un año y morir luego?” ¿Estaríamos dispuestos? Vamos a conversar cómo podernos nosotros desarrollar un poco de este entusiasmo por el amor de Dios, cómo cargar con nuestra cruz y seguir a Cristo.

 

3. RELACIÓN CON LA MISA

La Santa Misa debería despertar en nosotros cada vez más la conciencia de que Dios nos ama con un amor infinito. “Así, pues, Padre misericordioso,  recordando el misterio de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos el pan de vida eterna y el cáliz de salvación”. Y cuando experimentamos este amor en lo hondo de nuestro ser, nuestra respuesta será cada vez más generosa. Saldremos de cada  Eucaristía con un corazón ardiente deseando seguirlo a Cristo en todas las circunstancia de nuestra vida.

 

4. VIVENCIA FAMILIAR

- La familia debería estar abonada a una revista misional

- La lectura de la vida de los santos presentará ante los ojos de la familia ejemplos de cómo seguir al Señor con generosidad. ¿Es imposible reservar una noche sin TV y leer las vidas de los santos en voz alta ante la familia?

- Se podría invitar a almorzar a un anciano, a un  mendigo o a una persona que vive en un asilo o en soledad (vea Mt 10,40 ss).

- La familia en el momento de la reflexión piensa sobre cual(es) es (son) la(s) cruz(ces) que tenemos que llevar en este momento y cómo llevarla(s).

- Cada miembro escribe en secreto en una hoja cual piensa que es la cruz que debe llevar y cómo lo llevará, luego  se quemarán estos papelitos.

 

5. NOS HABLA LA IGLESIA

La Escuela de Cristo

Como el Padre es el protagonista principal, Jesús busca seguir sus caminos y ritmos. Su preocupación de cada instante consiste en sintonizar fiel y rigurosamente con el querer del Padre. No basta con conocer la meta y caminar hacia ella. Se trata de conocer y esperar la hora, que para cada caso tiene señalada el Padre, escrutando los signos de su Providencia. De esta docilidad filial dependerá la fecundidad de la obra.

Además, Jesús tiene claro que no sólo se trata de liberar a los hombres del pecado y sus dolorosas consecuencias. Él sabe bien lo que hoy tanto se calla en América Latina: que se debe liberar el dolor por el dolor, esto es, asumiendo la Cruz y convirtiéndola en fuente de vida pascual.

Para que América Latina sea capaz de convertir sus dolores en crecimiento hacia una sociedad verdaderamente participada y fraternal, necesita educar hombres capaces de forjar la historia según la “praxis” de Jesús, entendida como la hemos precisado a partir de la teología bíblica de la historia. El continente necesita hombres  conscientes de que Dios los llama a actuar en alianza con El. Hombres de corazón dócil, capaces de hacer suyos los caminos y el ritmo que la Providencia indique. Especialmente capaces de asumir su propio dolor y el de nuestros pueblos y convertirlos, con espíritu pascual, en exigencia de conversión personal, en fuente de solidaridad con todos los que comparten este sufrimiento y en desafío para la iniciativa y la imaginación creadoras.

(Puebla n. 277s.)

 

6. Leamos la Biblia con a Iglesia

13. Semana

L.  Gen 18,16—33    S.102              Am 2,6—10.13—16        S. 49    Mt 8,18—22

M. Gen 19,15—29    S. 25              Am 3,1_8;14,11_12        S. 5      Mt 8,23—27

M. Gen 21,5.8—20   S.33               Am 5,14—15.21—24      S. 49    Mt 8,28—34

J.   Gen 22,1—19      S.11               Am 7,10—17                 S. 114   Mt 9,1—8

V.  Gen 23,1—4.19. S.105               Am 8,4—6.9—12           S.118    Mt 9,9—13

                 24,1-8 .62—67

S.  Gen 27,1—5.15-20 S.134           Am 9,11—15                 S.84     Mt 9,14-17

 

8. Los Santos

COMO S. FRANCISCO ENSEÑÓ AL HERMANO LEÓN ENCONTRAR LA  ALEGRÍA PERFECTA

Iba una vez San Francisco con el hermano León de Perusa a Santa María de los Ángeles en tiempo de invierno. Sintiéndose atormentado por la intensidad del frío, llamó al hermano León que caminaba un  poco detrás y le hablo así: iOh hermano León!: aunque  los hermanos menores dieran en todo el mundo gran ejemplo de santidad y de buena edificación escribe y toma nota diligentemente que no está en eso la alegría perfecta.

Siguiendo más adelante, llamó San Francisco segunda vez: ¡Oh hermano León!: aunque el hermano menor devuelva la vista a los ciegos,  enderece a los tullidos, expulse a los demonios, haga oír a los sordos, andar a los cojos, hablar a los mudos y, lo que aún es más, resucite aun muerto de cuatro días, escribe que no está en eso la alegría perfecta.

Caminando luego un poco más, San Francisco grito con fuerza:  ¡Hermano León!: aunque el hermano menor llegara a saber todas las lenguas y todas las ciencias, y todas las Escrituras, hasta poder profetizar y revelar no solo las cosas futuras, sino aun los secretos de las conciencias y de las  almas, escribe que no es ésa la alegría perfecta.

Yendo un poco más adelante, San Francisco volvió a llamarle fuerte: ¡Hermano León, ovejuela de Dios!: aunque el hermano menor hablara la lengua de los ángeles, y conociera el curso de las estrellas y las virtudes de las hierbas y le fueran descubiertos todos los tesoros de la tierra, y conociera todas las propiedades de las aves y de los peces y de todos los animales , y de los hombres, y de los árboles, y de las piedras, y de las raíces, y de las aguas, escribe que no está en eso la alegría perfecta.

Y, caminando todavía otro poco, San Francisco  gritó fuerte: ¡Oh hermano León! Aunque el hermano menor supiera predicar tan bien que llegase a convertir a o todos los infieles a la fe de Jesucristo, escribe que ésa no es la alegría perfecta.

Así fue continuando por espacio de dos millas. Por fin, el hermano León, lleno de asombro, le preguntó: Padre, te pido, de parte de Dios, que me digas ¿en qué está la alegría perfecta? Y San Francisco le respondió:  Si cuando lleguemos a Santa María de lo Ángeles, mojados como estamos por la lluvia y pasmados de frío, cubiertos de lodo y desfallecidos de hambre, llamamos a la puerta del lugar y llega malhumorado  el portero y grita:” ¿Quiénes sois vosotros?” Y nosotros le decimos:”Somos dos de vuestros hermanos”. Y él dice:”No, sois dos bribones que vais engañando al mundo y robando las limosnas de los pobres. ¡Fuera de aquí!". Y no nos abre y nos tiene allí fuera aguantando la nieve y la lluvia, el frío y el hambre hasta la noche. Si sabemos soportar con paciencia, sin aterrerarnos y sin murmurar contra él todas esas injurias, esa crueldad y ese rechazo, y si, más bien, pensamos , con humildad y caridad, que el portero nos conoce  bien y que es Dios quien el hace hablar así contra nosotros,  escribe, oh hermano León, que aquí hay alegría perfecta.

 Y si nosotros seguimos llamando, y él sale fuera furioso y nos echa, entre insultos y golpes, como a indeseables importunos, diciendo:” ¡Idos de aquí ladronzuelos miserables; id al hospital, porque aquí no hay comida ni hospedaje para vosotros! Si lo sobrellevamos con paciencia y alegría y en buena caridad, oh hermano León, escribe que ahí hay alegría perfecta.

Y si nosotros, obligados por el hambre y el frío de la noche, volvemos todavía a llamar, gritando y suplicando entre llantos por el amor de Dios, que nos abra y nos permita entrar, y si más enfurecido dice: “¡Son estos pesados e indeseables! Yo les voy a dar su merecido”. Y a sale fuera con un palo nudoso y nos coge por el capucho, y nos tira a tierra, y nos arrastra por la nieve, y nos apalea con todos los nudos de aquel palo; si todo esto lo soportamos con paciencia y con gozo, acordándonos de los padecimientos de Cristo bendito, que nosotros hemos  de sobrellevar por su amor, hermano  León, escribe aquí hay alegría.

Y ahora escucha la conclusión, hermano León: por encima de todas las gracias y de todos los dones del Espíritu Santo que Cristo concede a su amigos, está el de vencerse a si mismo y de sobrellevar gustosamente, por amor de Cristo Jesús penas, injurias, oprobios e incomodidades, Porque en todos los demás dones de Dios no podemos gloriarnos, que no son nuestros sino de Dios; por eso dice el Apóstol “¿Qué tienes que no hayas recibido de Dios? Y si lo has recibido de Él, por qué te glorías como si lo tuvieras de ti mismo” (1 Cor 4,7). Pero de la cruz de la tribulación y de la aflicción podemos gloriarnos ya que esto es nuestro; por lo cual dice el Apóstol: "No me quiero gloriar sino en la cruz de Cristo" (Gal 6,14). A Él sea siempre honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 




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