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Domingo 30 del Tiempo Ordinario B - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
 

 

¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
La Palabra de Dios y yo - cómo acogerla
Falta un dedo: Celebrarla

 

  

Introducción a las Lecturas

 

Primera Lectura: Jer 31, 7-9

El pueblo elegido, varias veces y a causa de sus pecados, ha sufrido el exilio. Los enemigos conquistaron sus ciudades y se llevaron a los habitantes a otros lugares, al exilio. Y siempre se repite la misma historia. El pueblo que ha abandonado al Dios único para adorar a dioses falsos, vuelve de nuevo a su Señor y clama pidiendo perdón. Dios nunca se cansa de perdonar. Siempre está dispuesto a manifestar su misericordia y a reunir de nuevo a su pueblo elegido. A nosotros esta lectura nos pregunta adónde nos ha “exiliado”, es decir, adonde nos ha alejado de Dios nuestro pecado. Dios quiere repetir con nosotros lo que hizo con los hijos de Jacob: quiere salvarnos. Escuchemos con una gran expectativa.

 

Segunda Lectura: Hebr 5, 1-6

En Cristo Jesús se ha transformado el sacerdocio del Antiguo Testamento. Lo renueva y lo re-actualiza en los sacerdotes de la Iglesia católica. En todos los tiempos Dios sigue llamando a los jóvenes para que el Sacerdote Eterno los utilice para que realicen su obra de salvación. Escuchemos con atención y recemos por nuestros sacerdotes.

 

Evangelio: Mc 10, 46-52

El Evangelio nos relata el acontecimiento de un ciego que no deja escapar la ocasión para que Jesucristo le ayude. Aunque los demás quieren obligarlo a que se calle, él insiste y es recompensado con la curación .

 

Reflexionemos los padres

El término «ciego» se ha cargado de tantos sentidos negativos que es justo reservarlo, como se tiende a hacer hoy, a la ceguera moral de la ignorancia y de la insensibilidad.  Bartimeo no es ciego; es sólo invidente. Con el corazón ve mejor que muchos otros de su entorno, porque tiene la fe y alimenta la esperanza. Más aún, es esta visión interior de la fe la que le ayuda a recuperar también la exterior de las cosas. «Tu fe te ha salvado», le dice Jesús (cf. P. Cantalamessa, comentarios al evangelio de hoy).

Es que también la Escritura nos habla de los sentidos interiores. Ofrecemos solamente dos citas de tantos: “... mas el manjar sólido es para los perfectos, los que, en virtud de la costumbre, tienen los sentidos ejercitados en discernir lo bueno de lo malo” (Hebr 5,14); “...no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente;  iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos” (Ef 1, 16-18).

Muchas veces somos ciegos y los ojos de nuestro corazón no perciben el amor y la misericordia de Dios en los acontecimientos de nuestra vida. Sufrimos y parece que no nos queda otra cosa que aguantar. En cambio, el que tenga los ojos del corazón iluminados descubre también en los sucesos más difíciles y tristes y oscuros la presencia afectuosa de Dios que nos ama. ¿Acaso será necesario recordar siempre de nuevo de que Dios nos ama tanto que hasta ha entregado a su único Hijo para que se haga hombre, cargue con nuestros pecados, los estrelle en la cruz en su muerte; y  Dios lo ha resucitado para que en su nombre tengamos vida eterna? Aunque el sufrimiento, el problema es fruto de nuestro propio pecado, de nuestra propia debilidad, cuando nos arrepentimos y nos dirigimos a Dios él sabe sacar bendición también de ello. Por eso necesitamos gritar al Señor que siempre pasa: “¡Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí!”

 

Reflexionemos con los hijos

Cierta vez Jesús estaba rebatiendo a los fariseos  uno de sus 613 preceptos y prohibiciones respecto a la comida legalmente pura según su ley: Luego [Jesús] llamó a la gente y les dijo: «Oíd y entended. No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre.» Entonces se acercan los discípulos y le dicen: «¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oír tu palabra?» El les respondió: «Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial será arrancada de raíz. Dejadlos: son ciegos que guían a ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo.» (Mt 15, 10-14).

La pregunta es: ¿Por qué Jesús los llama ciegos? Tienen los ojos muy abiertos y miran a Jesús. ¿Hay algo en Jesús que no se ve con los ojos físicos? Exteriormente Jesús era una persona humana como cualquier otra. Pero Jesús no es solamente hombre sino también es ¿?… (Dios). Esto solamente se ve con los ojos de la fe, con los ojos del corazón, con los ojos espirituales. ¿Por qué los apóstoles creían que Jesús era el Hijo de Dios? Es que habían visto sus milagros que solamente Dios puede realizar. Con los ojos de la fe descubrieron en la persona física de Jesús la realidad divina. Es decir, esta realidad no es visible a nuestros ojos físicos, a no ser en el caso cuando Jesús se transfigura uno delante sus discípulos. Pero esta era un acontecimiento excepcional.

Nosotros también necesitamos abrir nuestros ojos de la fe, nuestros ojos del corazón porque el mismo Jesús ha dicho: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 24,40). Y además ha dicho:”Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Jn 14, 23). Además: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40).

Podemos sacar como consecuencia: cuando miramos a un bautizado, a un creyente, o un hijo de Dios o una hija de Dios, si tenemos los ojos de la fe abiertos ¿que vemos también siempre con la ayuda de la fe? Que Dios está contigo y conmigo. Eso deberá ayudarnos de respetarnos a nosotros mismos y a los demás porque está Dios presente. El catecismo católico nos enseña cómo acostumbrarnos a esta realidad por medio de la oración – existen muchos otros medios -:

2565 En la nueva Alianza, la oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo. La gracia del Reino es “la unión de la Santísima Trinidad toda entera con el espíritu todo entero” (San Gregorio Nacianceno, Oratio 16, 9). Así, la vida de oración es estar habitualmente en presencia de Dios, tres veces Santo, y en comunión con Él. Esta comunión de vida es posible siempre porque, mediante el Bautismo, nos hemos convertido en un mismo ser con Cristo (cf Rm 6, 5). La oración es cristiana en tanto en cuanto es comunión con Cristo y se extiende por la Iglesia que es su Cuerpo. Sus dimensiones son las del Amor de Cristo (cf Ef 3, 18-21).

Nos olvidamos muchísimas veces de esta maravillosa realidad. No la vemos con los ojos de la fe. Por eso hay que hacer la misma oración del ciego Bartimeo. ¿Alguien se acuerda?

 

Relación con la Santa Misa

La Santa Misa es uno de los signos más potentes de la presencia de Dios. Por eso necesitamos abrir bien los ojos de la fe. Si nos distraemos y  no somos conscientes de esta maravillosa realidad necesitamos gritar como él ciego Bartimeo para que Dios nos abra los ojos del corazón.

 

Vivencia familiar

Existen muchas maneras de ayudar a los miembros de la familia para que sean conscientes de la presencia divina en el hogar. Hay un lugar donde la Biblia abierta invita a leer un momento antes de salir de la casa o después de regresar. Los padres en la mañana o en la noche bendicen a los hijos marcando su frente con la cruz. Hay familias que cuando los miembros pasan delante de la cruz de la familia, hacen una venia. Pues, cada familia desarrolla sus propias costumbres.

 

Nos habla la Iglesia

Presencia de Cristo en la Liturgia

• Especialmente, en la Eucaristía partida y compartida;

• En la persona del ministro;

• En la palabra de Dios; y

• En la asamblea del pueblo de Dios

(Nota: Esta presencia se prolonga en la vida de cada uno de los que han participado).

 “[…] Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz", sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos" (Mt., 18,20). Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno.

Con razón, pues, se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia” (Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia 7).

Leamos la Biblia con la Iglesia

Semana 30 - Lunes Rom 8:12-17 Sl 68:2, 4, 6-7, 20-21 Ef 4:32-5:8 Sl 1:1-2, 2-3, 4-5, 6 Lc 13:10-17
Semana 30 - Martes Rom 8:18-25 Sl 126:1-2, 2-3, 4-5, 6 Ef 5:21-33 Sl 128:1-2, 3, 4-5 Lc 13:18-21
Semana 30 -Miércoles Rom 8:26-30 Sl 13:4-5, 6 Ef 6:1-9 Sl 145:10-11, 12-13, 13-14 Lc 13:22-30
Semana 30 - Jueves Rom 8:31-39 Sl 109:21-22, 26-27, 30-31 Ef 6:10-20 Sl 144:1, 2, 9-10 Lc 13:31-35
Semana 30 - Viernes Rom 9:1-5 Sl 147:12-13, 14-15, 19-20 Jer 1:1-11 Sl 111:1-2, 3-4, 5-6 Lc 14:1-6
Semana 30 - Sábado Rom 11:1-2, 11-12, 25-29 Sl 94:12-13, 14-15, 17-18 Jer 1:18-26 Sl 42:2, 3, 5 Lc 14:1, 7-11

 

0raciones

Señor, abre los ojos de mi corazón

¿Es qué no veo lo que ocurre a mi alrededor? ¿No veo como mi propia vida ha ido creciendo en fe y santidad? ¿No veo las maravillas y prodigios de mis hermanos en la fe? ¿No me experimento resucitado de mi ataque de muerte súbita hace diez años? ¿No veo las curaciones que otros, por la Gracia de Dios, hacen en su nombre? ¿De qué me tengo que convencer?

Sólo pedirte perdón Señor, y darte gracias por tu Misericordia, por tu Paciencia sin límites y Bondad Infinita. ¿Qué sería de mí sin tu Amor? Gracias te seguiré dando todos los días de mi vida porque cada segundo e instante vivido es pura Gracia tuya.

Gracias por obrar pequeñas maravillas en mí humilde persona y por derramar manantiales de fe en mi corazón que me hacen seguirte, buscarte, vivir inquieto en Ti y anhelarte a cada momento de mi vida. ¡Me has dado tanto, Señor que es imposible agradecértelo! ¡Necesitaría tu Fuerza y tu Gracia para poder hacerlo!

Perdona mis fracasos, mis errores, mis fallos, mis debilidades, mis miserias y tantas veces como te he decepcionado. No soy digno de Ti, y si lo soy es por tu Gracia. ¡Qué dignidad tan grande ser considerado tu hijo-a! ¿Se puede ser más?

Señor, gracias por todo. Yo quiero seguirte y dejarme moldear por tu Corazón.

 

Señor, abre mis ojos…

a lo que verdaderamente tiene valor, porque los tengo entretenidos en cosas caducas y de muy poco valor. El mundo le da mucho valor a cosas que aparentan tenerlo, pero la realidad es otra. Nada de lo que permanece sometido al tiempo y el espacio perdura. Es efímero y caduco.

Y todo aquello que aparentemente parece tener valor desaparece con el tiempo. Así como viene la lluvia y se va, así son las cosas de este mundo. Señor, abre mis ojos para poder ver que el tiempo dedicado a Ti, a tu Palabra y a vivirla es el mejor tiempo empleado. Porque ese tiempo sí tiene valor, nunca perece ni nunca se termina.

Es el tiempo de la eternidad y de la dicha. Del gozo eterno vivido en la presencia del Padre y el cual todos buscamos desesperadamente aunque ciegos y equivocados. Dame Señor luz para perseguir y experimentar ese tiempo de mi vida dedicándolo a conocerte, a experimentarte y a vivirte en los hermanos. Es ese el tiempo verdaderamente importante

 



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