El Itinerario del Ser (Resumen histórico)
Autor:
Lluís Pifarré,
Catedrático de Filosofía de I.E.S.
Capítulo
3: II.- Parmenides: identificación entre el
ser y el pensar
Hechas estas breves
consideraciones sobre Heidegger, la pregunta
surge de forma inevitable: ¿fue Parménides
-según dice el pensador alemán- el filósofo que
concibió la realidad del ser como presencia
iluminadora i desveladora, que le permitió
justificar la realidad presencial de los entes?.
Para esclarecer este supuesto heideggeriano,
recordemos que la cuestión fundamental de la que
se hicieron cargo los primeros pensadores
griegos se formuló de la siguiente manera: ¿de
que materia física está constituída la
naturaleza?. Para algunos de ellos esta materia
como elemento primario (arjé) estaba constituída
por agua, por aire o por fuego. Frente a ellos,
Parménides intentará superar esta concepción
unilateral y fisicista, afirmando que la
realidad primigenia o principio primero está
hecha de ser, puesto que las cosas tienen en
común la propiedad de ser, es decir, son. Por
tanto, el ser es la única propiedad que tiene
todo aquello que es: el ser es la raíz última de
todas las cosas existentes.
Por este
motivo en la historia de la filosofía se
considera a Parménides como el pensador que supo
llevar la especulación filosófica a su verdadero
lugar. Con su filosofía, hace su aparición la
metafísica como presupuesto inicial, pero no la
metafísica -como a veces incorrectamente se la
interpreta- como un ir simplemente más allá de
lo físico, sino como arranque originario por la
pregunta fundamental sobre el ser del ente, en
cuanto el ente es lo primero que aprehendemos al
enfrentarnos con la realidad. El pensamiento de
Parménides no se va a circunscribir en las cosas
físicas, como ocurría con los anteriores
filósofos, sino que va a tratar de las cosas en
cuanto son , es decir, en cuanto son entes. El
ente será su gran aportación
filosófica.
Si afirmamos que el primer
principio (arjé) es agua, aire o fuego, de algún
modo se entiende lo que se pretende decir, por
su misma simplicidad, pero si decimos que todo
es ser, deberemos legítimamente preguntarnos ¿y
qué es el ser?. Y aquí empiezan las
dificultades, puesto que Parménides nunca nos
dirá que es el ser, en qué consiste, que sin
duda es lo importante y decisivo, sino que sólo
nos dirá lo que es el ser, cuáles son sus
propiedades, un lo que es, que en consecuencia
aparecerá revestido de aquellos atributos
propios de la total identidad. El ser, nos dirá
Parménides, es uno en su radical materialidad,
inmóvil, imperecedero, necesario, siempre
presente... Para conocer en rigor el ser que se
manifiesta eternamente a través de los entes
particulares, entes que son perecederos,
contingentes y plurales, no podemos utilizar el
acceso de los sentidos, de la experiencia
sensible, sino solamente la vía del nous o de la
razón. El pensamiento será, por tanto, el único
medio que tenemos para conocer el ser, más aún:
el nous mismo forma una esencial identidad con
el ón, el ser como tal.
La vía del
pensamiento es así para Parménides la vía de la
verdad, aquella que nos conduce al conocimiento
del ser. En cambio, mediante los órganos de la
sensación, que son los únicos que poseemos para
conocer la existencia de lo sensible, ya no
estamos en condiciones para poder conocer el ser
con sus propiedades esenciales de unidad,
inmutabilidad e identidad,puesto que la
sensación como vía de conocimiento, sólo puede
captar la diversidad y el cambio de las cosas
concretas y singulares. La sensación, en estas
condiciones, no puede conocer el ser como lo
común y real de los entes, por lo que su
conocimiento tendrá la validez de simple opinión
o doxa. Las cosas, si las consideramos con el
pensamiento o nous, antes de ser rojas, duras,
calientes o sonoras, presentan una propiedad
común a todas ellas: son. El ser es, por tanto,
su propiedad esencial que solamente se
manifiesta al nous. Las cosas vistas desde esta
perspectiva noética, por medio de la razón, son
ahora estrictos entes. El ón y el nous presentan
en el pensamiento de Parménides una indisoluble
conexión esencial, de modo que no se da el uno
sin el otro. En este sentido es lo mismo el ser
y el pensar.
Es innegable que las cosas
sensibles y particulares aparecen y desaparecen
de forma incesante; van cambiando, menguan y
llegan a su fin. Surge así, la pluralidad, la
diversidad, la mutabilidad y su consecuente
caducidad, características, todas ellas,
inaplicables a la concepción del ser inmutable e
idéntico, tal como lo formula Parménides. Puesto
que las cosas singulares conocidas mediante la
sensación, no responden a las exigencias
esenciales del ser, Parménides acabará
sosteniendo que no son. En estas condiciones, no
hay nada real, sino sólo el ser. Pero si
resulta, que mediante la experiencia sensible no
podemos tener ningún conocimiento de los
atributos propios del ser, de lo absolutamente
uno, imperecedero y eterno, libre de cambio,
entonces se desprende que si la verdad del ser
no la podemos conocer a través de la experiencia
sensible, el ser sólo lo podemos conocer
mediante el pensamiento. El ser, se convierte
así, en un puro objeto del pensamiento. La
concepción parmenídea del ser, se aleja
irreversiblemente de la interpretación
heideggeriana del ser como acontecimiento y
presencia fenoménica, fundamentalmente por la
confusión que tiene entre el ente verdadero y el
ente real. Del mundo de las cosas particulares,
infinitamente variado, incluidos nosotros mismos
como entes singulares, no se puede decir que
sea, es sólo mera apariencia, una simple
ilusión.
Para Parménides, sólo aquello
que es, existe; ser un ser es existir, existir
es ser un ser. No hay conciliación intermedia
entre ser y no ser. Pero si siguiendo su
pensamiento identificamos su concepción del ser
con el existir que es accesible a la
experiencia, desembocamos en una serie de
consecuencias antitéticas e irresolubles, puesto
que si al modo de ser propio de las cosas
particulares comúnmente lo denominamos como
existencia, ya que no tenemos experiencia
perceptiva de ningún otro tipo de realidad,
surge una infranqueable diferencia entre ser y
existir. Las cosas particulares cuya verdadera
existencia las conocemos mediante la
experiencia,son para Parménides, mera
apariencia, ilusión; no son, no tienen ser, y lo
que es, al no ser accesible a la experiencia, no
existe. En esta tesitura se inicia en la
historia del pensamiento el principio de que si
el ser es verdaderamente, nada debería existir,
porque el ser es lo opuesto a la existencia, ya
que en el ser no hay nada que pueda dar cuenta
del hecho de la existencia como tal. En los
albores del pensamiento humano, la existencia
actual aparece en desconexión con el ser, y en
la modernidad de la filosofía existencialista,
se interpretará como una fisura o agujero que ha
enfermado y debilitado al ser.
En
Parménides, a pesar de lo que diga Heidegger, ya
está implícito el germen de la escisión del ser
con la existencia, que culminará en el idealismo
alemán, iniciándose con ello, el
resquebrajamiento del pensamiento como vía de la
verdad y la experiencia sensible como vía de la
apariencia. Ello conllevará una serie de
consecuencias inevitables; puesto que el ser es
inmóvil y radicalmente uno, lo que implica que
el movimiento no es", con lo que no será posible
la física como ciencia filosófica de la
naturaleza. Si el movimiento es, entonces se
precisa de una idea del ser muy distinta a la
que sostiene Parménides. Esta será la gran
cuestión con la que se van a enfrentar los
filósofos griegos posteriores, y no se
encontrará una adecuada solución hasta la
llegada de Aristóteles.
Al no poder
compaginar Parménides los atributos del ser con
los predicados de la experiencia, el ser se le
ocultará y le quedará absorbido en la esencia
abstracta del puro pensamiento, al desvincularse
de su referencia óntica y fáctica, con lo que
nos encontramos bastante alejados de la
pretensión heideggeriana de interpretar el ser
parmenídeo como desocultamiento y desvelamiento
de su fenomenidad mostrativa y
patentizadora.
A pesar de los escasos
fragmentos que conservamos de Parménides, es
indudable el gran avance filosófico que supuso
su pensamiento respecto a los filósofos
presocráticos anteriores a él. Es indiscutible
su talento metafísico para intentar penetrar el
ser en lo más profundo de lo real, y su
ambicioso objetivo por hallar la raíz y
ultimidad de todo lo que hay, que en definitiva
es la cuestión fundamental que incita la
especulación de los verdaderos filósofos. Se
puede sostener, que el ser del ente (das Sein
des Seienden)en terminología heideggeriana, fue
entrevisto por él, en cuanto la verdad,
iluminada por el acto de conocer, expresada en
el juicio, consiste en decir y pensar lo que el
ente es, pero esta brecha de una posible luz
sobre el ser se eclipsará en cierto modo, en la
ontología griega
clásica.