El Itinerario del Ser (Resumen histórico)
Autor:
Lluís Pifarré,
Catedrático de Filosofía de I.E.S.
Capítulo
9: VIII.- Suarez: El ser como esencia
real
Al granadino Francisco Suárez se
le puede considerar como uno de los más genuinos
representantes del esencialismo del ser y más
concretamente de lo que podríamos denominar como
metafísica de los posibles. Suárez parte del
presupuesto de que el término ente (ens) no sólo
sirve para referirse a las cosas que poseen su
propia existencia actual, sino que también sirve
para designar a aquellos entes que tienen la
capacidad, o mejor, la posibilidad de existir.
Ens se convierte en lo que Suárez llama una
esencia real. Estas esencias reales son
verdaderas en cuanto son susceptibles de
realización actual. Esto se aclarará mejor, si
tenemos en cuenta que Suárez acepta la clásica
distinción del ente como participio y como
nombre. Para el filósofo granadino el ente como
participio expresa la esencia actualmente
existente, o la esencia como presencia. El ente
como nombre expresa la esencia real,
prescindiendo de la existencia actual. Por
tanto, el ente como nombre tiene una mayor
amplitud que el ente como participio, pues este
último es una concreción o particularización
existencial del ente como nombre, con lo que en
rigor, el ente como nombre es la más acabada
expresión del ente como tal (o de la esencia
real como tal). Y el sentido de esta esencia
real es que es apta para existir, y es todo
aquello que no repugna que exista, es decir,
todo lo que es inteligible y no contradictorio
con todo lo que es verdadero. La totalidad como
posible es equivalente a lo real como esencia,
cuya capacidad es existir.
Por tanto, en
la doctrina de Suárez, la realidad de las
esencias viene determinada por su capacidad de
adquirir la existencia, lo que hace innecesaria
establecer la distinción originariamente
aviceniana entre la esencia y la existencia.
Efectivamente, si las esencias reales lo son en
la medida que tienen capacidad de existir o
realizar la existencia, entonces la esencia de
la posibilidad es la posibilidad de existir. En
esta situación la esencia recobra su intrínseca
relación con el ser, surgiendo de nuevo la doble
virtualidad escotista del ser en cuanto posible
y del ser en cuanto actual (el ser en general
engloba al ser como posible y como actual). El
ser actual como existente, es una esencia que ha
sido actualizada por su causa y extraída de la
posibilidad a la actualidad. Lo primero que le
pertenece a una cosa es su esencia, el lo que la
hace ser un determinado y específico
ser.
La cuestión que plantea esta
metafísica es saber si un ser en acto no es más
que su esencia. En una mente racional
cualquiera, una esencia está en acto por la
existencia real del sujeto que la piensa, por
tanto, es erróneo el que Suárez diga que una
esencia está en acto por su actualización en
cuanto esencia. En estas condiciones es
coherente el que afirme que entre una esencia
actualizada y su existencia no hay distinción
real, sino una mera distinción de razón,
aceptando de alguna forma la amortiguada
distinción de los escotistas, que rememorando a
Avicena, hacen de la existencia un simple
apéndice de la esencia. Pero será justo aclarar
que en la metafísica suarista, la existencia no
tiene la función de simple accidente, pues para
una esencia es lo mismo ejercer su acto de
esencia y existir. Es una concepción del ser que
no deja un lugar propio para la existencia como
tal, con su propio acto de
existir.
Quizás sea el momento oportuno
para preguntarnos si la actualidad de una
esencia real, no requiere un acto existencial
para que se pueda convertir en actualidad
existente, pero Suárez no se hace ninguna
pregunta al respecto, porque para él la esencia
es idéntica con el ser. Por otra parte nos
parece sintomático el que Suárez no adscriba a
las esencias posibles una especie de ser eterno,
ya que probablemente ha caído en la cuenta que
como meros posibles no son nada real.
Destaquemos que si una esencia de suyo es un
posible, y si un mero posible no es nada, su
resultado como actualización tampoco es nada. De
haber visto las implicaciones que esta
consecuencia significaba para su doctrina,
quizás esta nada existencial de la esencia
posible, le hubiera impulsado a Suárez, a buscar
fuera del plano de la esencia una causa
intrínseca de su realidad actual. Pero al
identificar el ser con su esencia, Suárez se
incapacita para hallar en el ser un es que no
fuera una esencia, y por esto no reconoce a la
existencia cuando la ve. Al reducir el ente a
esencia, también se reduce a lo que es
inteligible, y la existencia o se desatiende o
queda absorbida en la misma esencia, o lo que es
lo mismo, en lo que es inteligible de
suyo.
Se puede decir que con Suárez llega
a su madurez, la tendencia esencialista que
iniciaron Parménides y Platón, y este
esencialismo se irá imponiendo de manera
resuelta en muchos filósofos posteriores,
especialmente en Wolff. Por eso, el pensador
granadino es uno de los responsables de la
expansión en la Edad Moderna, de una metafísica
de las esencias que desatiende a la existencia
actual. Aunque él mismo no había descartado a
las existencias como irrelevantes al
identificarlas con las esencias actuales,
aquellos que prosiguieron o se inspiraron en su
filosofía, no tuvieron ningún reparo en excluir
a la existencia del pensamiento metafísico. A
partir de ahí, la esencia misma será una esencia
real, la raíz y principio primero de toda
operación del ser. Lo real ya no se opondrá con
lo posible, ni se mezclará con lo actual o
existente, puesto que se medirá con la misma
equivalencia tanto a lo posible como a lo
existente actual. En este marco especulativo, lo
posible es tan real como lo actual, e incluso se
llegará a la extrema situación de que al pensar
un ser como real ya no se le pensará como
existente ni tampoco como posible, porque para
pensarlo como posible tendríamos que prescindir
de la existencia, término éste que en el
pensamiento moderno ni siquiera hay que
mencionar. Y es que un filósofo de la modernidad
no debe manchar su mente plena de “a prioris”
lógicos, con el impuro pensamiento de la
existencia actual, ni siquiera para excluirla.
El intelecto humano, tiende a rebelarse contra
aquella realidad que no se sujeta ni es dócil a
sus conceptos o que se hace impenetrable a sus
aprehensiones abstractas, y no se le ocurre otro
recurso para dar cuenta de lo que no proviene de
su propia razón, como es el hecho de la
existencia actual, que reducirla a la nada. Esto
es lo que ha hecho el esencialismo en todos los
órdenes del pensamiento, reduciendo a la nada el
acto mismo en virtud del cual el ser es
actualmente.