El Itinerario del Ser (Resumen histórico)


Autor: Lluís Pifarré,
Catedrático de Filosofía de I.E.S.
 



Capítulo 10: IX.- El Ser en la Filosofía Racionalista

Frecuentemente se interpreta a la filosofía moderna como una ruptura con la vieja mentalidad escolástica, desde la perspectiva de que la filosofía medieval quedó sentenciada a partir del momento en que se tomó a la filosofía como una ciencia de la naturaleza. Esto trajo como consecuencia una nueva concepción del mundo que en la época de Hume adquirió su plena confirmación. Los metafísicos del S. XVII intentarán recuperar lo que buenamente piensan que puede salvarse de la metafísica escolástica, y al hacerlo darán por supuesto muchas cosas. Descartes, por ejemplo, manifestará su desdén por la complejidad y el oscurecimiento de los escolásticos ante el problema de la existencia, pues para él era una cuestión clara y evidente. Si pienso, luego soy, no se ve entonces, la necesidad de explicar lo que es la existencia, aparte que tampoco nos ayudaría para incrementar el conocimiento de las cosas. Al enfrentarse con el problema del ser y la existencia lo considerará como una cosa resuelta. Es oportuno recordar, que el filósofo francés recibió una fuerte influencia de Suárez, al que consideraba como el mejor y más genuino filósofo de la escolástica, por eso no era de extrañar que al enfrentarse con la existencia como esse, negara su distinción con la esencia. Según Descartes, los filósofos escolásticos, como les ocurre a los ebrios, ven doblemente, al observar en las sustancias corpóreas una materia y una forma, más cierto número de accidentes. En todo caso la única distinción que Descartes puede aceptar para los sujetos finitos, es la de una mera distinción, no real, sino de razón, entre la esencia y la existencia. Por otra parte, si no hay un concepto preciso y definible de la existencia, entonces, la existencia no es nada, pues sólo merece el título de sustancia para el racionalismo, aquello que posee unos conceptos claros y distintos. Los filósofos posteriores de cuño racionalista, serán fieles a este planteamiento cartesiano, así como Descartes lo fue con Escoto, Suárez, y otros filósofos de la escolástica formalista, que ya hacía bastante tiempo que habían dejado en el olvido la doctrina tomista del acto de ser, y especulaban con “a prioris” conceptuales y formalistas..

Para todos los racionalistas, la existencia no es nada más que la derivación esencia actualizada. Así considerarán, como es el caso de Spinoza, que la existencia no es otra cosa que la esencia misma de las cosas puestas fuera de Dios, como una simple exteriorización necesaria de sus atributos. En este orden de cosas, en el ser existente ya no tiene sentido, la distinción real de esencia y existencia, sino que el ser (o ente) no es nada más que la esencia completamente actualizada. Estos filósofos racionalistas divergirán de muchas maneras en la forma de concebir las propiedades de Dios, pero todos convendrán en que Dios existe en virtud de su propia esencia.

Para Descartes la esencia de Dios implica la existencia como necesidad de su perfección, hasta el punto de que Dios es causa de sí mismo como existente. Para Leibniz, en el Ser supremo y necesario, la esencia incluye la existencia y posee en sí misma la razón de su existencia como estricta posibilidad. Spinoza inspirándose en el Dios causa de sí mismo cartesiano, entenderá por causa de sí mismo todo aquello cuya esencia incluye necesariamente su existencia. El Dios esencia triunfa por todas partes y se le rinde homenaje incondicional. Aquel Dios cuya esencia se identifica con su acto de ser, ha sido dejado totalmente en el olvido. Al perderse de vista el párrafo del Ëxodo, en el que Dios se proclama como El que Es, los filósofos se han olvidado también del hecho de que las cosas finitas son. Todo está maduro para que prolifere una ciencia sistemática del ser en cuanto ser, exenta de la existencia.