El Itinerario del Ser (Resumen histórico)
Autor:
Lluís Pifarré,
Catedrático de Filosofía de I.E.S.
Capítulo
13: XII.- Hegel: Identidad entre el Ser y No-
Ser
Los problemas planteados por
Wolff en su ontología, inspirarán el comienzo de
la lógica de Hegel. Este considera que en la
filosofía de Wolff, el análisis especulativo que
efectúa sobre los objetos de la razón, es
precisamente lo que debe hacerse en filosofía.
Pero el error de esta ontología fue pensar que
para conocer la realidad absoluta era suficiente
añadirle, por vía deductiva y conceptual, una
serie de predicados, sin preocuparse por su
contenido o valor real. Por ello esta ontología
se asentará en un dogmatismo ingenuo, ausente de
crítica, al pensar que dados unos determinados
conceptos, su relación predicativa con sus
respectivos sujetos, será verdadera con tal que
no incluyan ninguna contradicción racional. No
obstante, Hegel sostendrá que la ontología
wolffiana, es en muchos aspectos superior al
criticismo kantiano, pues este criticismo está
afectado por las limitaciones del empirismo, al
poner un dato de pura posición fáctica, en el
origen mismo de lo real, pero que
paradójicamente sobre la naturaleza y realidad
de este dato,
nada podemos saber. Tal es,
para Hegel, la cosa en sí kantiana, un abstracto
total, un nóumeno vacío, relegado en un más allá
incognoscible. Por eso, en el idealismo de Kant
no hay en rigor, más que en el idealismo de
Berkeley, puesto que si el ser en sí es
incognoscible, en última instancia, el ser se
reduce a ser percibido. Hegel pretende superar
esta extraña situación partiendo de una total
confianza en la razón, pero no en una razón
cualquiera, sino en una razón especulativa y
dialéctica, elevando así a la filosofía a la
condición de saber absoluto. Es por ello, que en
su proceso dialéctico, la cosa en sí como una x
desconocida y misteriosa, como raíz
incognoscible de la que brotan todas las
apariciones fenoménicas, es despejada y
aclarada, ya que la cosa es conocida en sí misma
y tal como es, sin limitaciones de ninguna
clase.
Al concebir la racionalidad como
realidad, sostendrá su conocido principio de que
todo lo real es racional, y todo lo racional
real, determinando la estricta identidad entre
los seres reales y los conceptos o ideas. La
razón contemplándose a sí misma, descubre que
toda realidad que se da o que pueda darse, es
una realidad racional. El progresar de la
filosofía consistirá justamente en el despliegue
de un método absoluto que incremente de forma
acumulativa y dialéctica, las diversas
determinaciones de lo real, discurriendo desde
lo más abstracto hasta lo plenamente concreto,
desde lo más indeterminado hasta lo más
determinado, de forma tan absoluta que todas las
determinaciones parciales, todavía parcialmente
indeterminadas, lleguen a ser superadas. Para
fundamentar todo este sistema, Hegel partirá de
las esencias y de los conceptos como los medios
más adecuados para alcanzar la realidad
absoluta. Frente a las nociones lógicas y
abstractas de Wolff, precisa de universales
concretos, es decir, de esencias concretas que
sean captadas mediante conceptos concretos.
Estas esencias merecen el título de concretas
porque en la unidad de su devenir dialéctico,
pueden desarrollar la absoluta totalidad de sus
determinaciones constitutivas. El concepto de
Dios como espíritu absoluto expresa la esencia
más concreta de todas las determinaciones
posibles al incluir, en la unidad de su esencia,
todo el infinito número de las posibles
determinaciones. Si para Kant no se puede
deducir la existencia de Dios de ninguna
esencia, para Hegel, rememorando a San Anselmo
en versión idealista, el concepto de Dios sólo
se puede pensar como existente, puesto que la
existencia está incluida en su esencia como una
de sus múltiples determinaciones.
En la
filosofía hegeliana predicar la existencia es lo
mismo que predicar el ser. Pero ¿qué es el ser
para Hegel?. El ser en su inicio, es el más
pobre y abstracto de los conceptos, es lo menos
que una cosa puede hacer, es lo más ínfimo que
la mente puede conocer, es lo inmediato
indeterminado. El ser en el comienzo, es la
pálida sombra inicial de la Idea. Solamente las
cosas finitas, externas y sensibles, como por
ejemplo un papel, es algo tan indigente como el
ser. Hegel escribirá al respecto: No hay en el
espíritu cosa que encierre menos contenido que
el ser. No hay sino una cosa que puede encerrar
aún menos, y es lo que a veces se toma por el
ser, a saber, una existencia sensible exterior,
como la del papel que tengo delante de mí
(6).
Si el ser es tan abstracto e
indeterminado ¿cómo puede constituir el resorte
inicial del proceso que mueve una génesis tan
impresionante como es la lógica hegeliana que se
presenta como el proceso de autogeneración del
Absoluto?. Para Hegel es precisamente ahí, en su
pobreza y vaciedad, en la absoluta negatividad
de su comienzo donde paradójicamente se
encuentra la fuerza que habrá de poner en marcha
todo el devenir dialéctico. Se trata del
portentoso poder que posee lo negativo, de la
energía del pensamiento puro como motor de la
dialéctica. Por tanto, tomado en sí mismo, el
ser es la indeterminación inmediata y absoluta
que precede a todas las posibles
determinaciones. La indeterminación es el
contenido mismo que constituye al ser, en cambio
la esencia entraña muchas determinaciones
agregadas al ser.
Si la pobreza del ser
es idéntica a su abstracción, no puede entonces
percibirse mediante la sensación, y al estar
vacío de contenido, no puede ser objeto de
ninguna intuición intelectual, que es, frente a
la intuición sensible de Kant, el acto original
y originario del conocimiento. Si el ser no
puede percibirse ni intuirse y, sin embargo, es
pensado, sólo queda el recurso de afirmar que el
ser es idéntico al pensamiento. Cuando
Parménides identificó el ser con el ente
absoluto, identificó la realidad con el
pensamiento puro. Hegel vuelve a retomar este
experimento, por cuanto pensar es pensar el ser,
pues el ser es idéntico al pensamiento, y puesto
que el ser no es esto ni aquello, ni ninguna
cosa, entonces el ser no es nada. Una nada que
no es una negación relativa, esto no es lo otro,
sino la absoluta negación en su inmediatez, que
precede a cualquier otra negación, y como no hay
nada que el ser sea, el ser se identifica con la
nada. La deducción es inevitable: el puro ser y
el puro no-ser, son equivalentes, cada uno de
ellos es tan vacío y abstracto como el otro con
el mismo grado de indeterminación. Decir que el
ser es el no-ser supone unir sintéticamente
estos dos términos que engendran un tercer
término que es el devenir, puesto que la verdad
del ser está interaccionada en el no-ser y la
del no-ser está en el ser. Esta verdad como
unidad, que consiste en el pasar del uno al
otro, desemboca en el movimiento como
devenir.
La ontología wolffiana
consideraba a la contradicción como un caso de
imposibilidad lógica. Al ser una lógica de
conceptos abstractos, utilizaba los elementos de
la realidad para dividir y excluir; ninguna cosa
podía ser en ese plano conceptual,
simultáneamente ella misma y su contraria. En
Hegel ocurre lo contrario; las cosas
comprendidas en sus conceptos, pueden ser a la
vez ellas mismas y sus contrarias, pues la
contradicción es concebida en su sistema como la
ley misma de la realidad, la fuerza motriz que
engendra su dialéctica. Es un sistema que aspira
a racionalizar lo irracional a base de superar
los principios de identidad y contradicción,
pues la contradicción es nada menos que la
médula real de la realidad viva y concreta. La
antigua metafísica elegía entre dos términos
contradictorios, Hegel no elige entre dos cosas,
sino que asume a ambas mediante el recíproco
pasar de la una a la otra en que consiste la
tesis (afirmación del ser), la antítesis
(negación del ser), uniéndose sintéticamente
para originar la concreción de una tercera cosa,
que expresa la verdad completa, derivada de la
parcialidad unilateral de la tesis y la
antítesis.
Hegel pretende construir un
sistema constituido por esencias concretas y
cognoscibles por medio de conceptos. Así cuando
el pensamiento está pensando el ser como la
nada, y la nada como el ser, obtiene la unidad
recíproca de estos dos extremos, logrando
alcanzar el primer objeto concreto del
pensamiento que es el devenir captado como
devenir. El devenir es, por tanto, algo dado, un
dasein o ser ahí, que se da como determinación y
concreción primera que antecede a todas las
otras determinaciones. Se puede decir que la
nada del ser tiene un contenido propio, pues si
el ser es la nada, y la nada el ser, el darse
concreto como devenir se está creando a sí mismo
de la nada, porque es la nada misma lo que
aparece como aparición del devenir, y este darse
como devenir aparece como la ya conquistada
unidad de su propia contradicción. Vemos, pues,
que el ser de la lógica hegeliana está cruzado
de negatividad. El puro ser justamente por su
absoluta vaciedad incluye en sí mismo su propia
contradicción, es lo absolutamente no-idéntico
consigo mismo; es decir, la nada. De la tensión
entre ambos contradictorios, el puro ser y la
nada como puro no-ser, surgirá el devenir
(Werden) como primera negación de la negación
Lo dado como devenir, surgido del
movimiento dialéctico entre el ser y la nada,
como noción concreta y primera determinación
inmediata tiene cualidad, y donde hay algo dado,
dotado de una cualidad determinada, se puede
decir que es según es la realidad. Lo dado como
esencia concreta y real es ahora lo que es, y
ser lo que es, consiste para Hegel en ser
relación consigo mismo. Cualquier realidad dada
será, a partir de ahí, un sí mismo, que es la
índole fundamental de la esencia. La esencia es,
por tanto, la aparición misma de la realidad a
sí misma, y constituye el fundamento de la
existencia en cuanto ésta procede de la
autoidentidad de la esencia consigo misma en
cuanto aparición. Hegel conecta así, con la
mismidad que analizábamos de las esencias
platónicas, que fundan la diversidad de lo real
en la autoidentidad consigo mismas. En Wolff,
esta autoidentidad de las esencias procedía de
la identidad puramente formal del ser como
sujeto con el ser como predicado. Hegel con su
dialéctica del Absoluto, pretende superar este
intelectualismo predicativo para sumergirse
especulativamente en la realidad concreta y
reproducir su interno despliegue histórico. Así
como en Schelling el Absoluto constituía el
comienzo como unidad inmediata, en Hegel el
Absoluto constituye el resultado de todo el
proceso dialéctico, su síntesis y conclusión
suprema.
Cuando son alcanzados los
límites de la realidad actual, la lógica
hegeliana llega a su término al determinarse el
ser como idea. Empieza entonces la filosofía de
la naturaleza en la que el ser camina por sí
sólo, transformándose en un ser otro, como lo
negativo y externo a sí mismo, objetivándose en
naturaleza, en la idea fuera de sí . Al
recuperarse la idea para sí misma surgirá la
filosofía del espíritu. El puro ser como forma
primera e indeterminada del Absoluto, lo
meramente en sí, habrá de alcanzar la forma
absoluta del ser para sí, cuando al final
devenga Idea Absoluta, tras el proceso de las
sucesivas mediaciones y determinaciones, que no
son sino negaciones, tal como ya había formulado
Spinoza: omnis determinatio est negatio. A
través del ser de la negación se llega al
Absoluto strictu senso como ser pleno, mediante
un implacable movimiento que se despliega de
negación en negación.
El Absoluto es el
devenir mismo que sólo se hace real a través de
su desarrollo y de su propio fin. Un Absoluto
que es inmamente a la totalidad, aunque engloba
y supera, cada uno de sus momentos, en que lo
perfecto como determinación supera a lo
imperfecto como indeterminación. A través del
método dialéctico la vida del Espíritu se
encuentra in vía, en camino de retorno desde el
en sí del ser al para sí del concepto. La
plenitud no está en el comienzo, pues el
Absoluto sólo es plenamente en su cumplimiento.
Una vez se ha desplegado el desarrollo completo,
toda mediación ya ha sido superada, más esta
superación conserva en sí todas las mediaciones
y determinaciones de sus diversos momentos, a
través de los cuales la Idea llega a su
conocimiento absoluto, cuyo contenido es el
concepto que se concibe a sí mismo. Al término
de este proceso especulativo se alcanza la
identificación dialéctica del final con el
comienzo, y sólo tiene sentido real y concreto
en el seno del despliegue del método absoluto.
Un final en el que ya no resta determinación
alguna, en cuanto esta superación es una
aufhebung, es decir, tanto una eliminación que
conserva como una conservación que elimina. Este
proceso desde su comienzo hasta su final es un
automovimiento del Absoluto, que se encuentra
presente en las diversas fases y momentos, tanto
en el inicio como en el término, dándose su
propia determinación y representando el
desarrollo inmanente del concepto. Cuando a
partir de la vacía noción del ser, el desarrollo
del Absoluto se ha hecho exhaustivo, el concepto
llega a su total autoconciencia y a su total
libertad, merced a la plena expansión de sus
determinaciones.
En este sistema, el
mundo y el hombre son como el reflujo de la
fuerza expansiva y difusiva del Espíritu
Absoluto, de la vital y activa fuerza de un Dios
que se extraña fuera de sí para retornar a sí
mismo. Por eso, para Hegel, es el Absoluto como
Dios quien piensa en el hombre cuando el hombre
piensa en Dios. De ahí que su filosofía no se
pueda reducir a un subjetivismo antropocéntrico,
puesto que el pensamiento humano es una
derivación del saber absoluto y no a la inversa.
No es Dios quien parece estar en entredicho,
sino más bien el mundo, al que se le priva, como
en el pensamiento platónico, de su estabilidad y
consistencia ontológica. Es, por tanto, un
idealismo que se basa en la afirmación del
Absoluto y en la superación de lo accidental
finito. Pero con ello lo finito no queda sin
más, eliminado, ya que por medio de la
superación se integra en lo infinito, pues su
continuo traspasar hacia el infinito es su
verdadero ser. Como la identidad sumida en lo
contradictorio, así queda reabsorbido lo finito
en lo infinito, lo inmediato en lo mediato, el
ser en el concepto, el hombre y el mundo en
Dios. Dios es el ser del mundo y el mundo es la
esencia de Dios, y Dios necesita
retroactivamente del mundo y del hombre para
plenificar de contenido su propia esencia, pues
se compone y alimenta de ellos, para dejarlos
reducidos a una cáscara fuera de Él.
El
idealismo hegeliano es una rehabilitación del
antiguo esencialismo, pues en el proceso de la
esencia contra la existencia, la esencia ganará
totalmente la partida. Ha sido el esfuerzo
filosófico más logrado para expulsar del ente,
no ya sólo la existencia, sino incluso la
realidad, esa difusa realidad de la esencia real
que todavía se conservaba en el esencialismo
metafísico de Suárez. Al determinar Hegel la
identificación entre el ser y el no-ser, el ser
como pensado se reduce a la pura apariencia y lo
real a la misma nada. A pesar de su intento de
superar el esencialismo formal y abstracto de
Wolff, el ser una vez privado de su existencia
actual se idealiza completamente y se convierte
también en una pura abstracción. Hegel escribirá
en ese tour de force gigantesco que es su obra
filosófica: ahora este ser puro es la
abstracción pura, y por consiguiente lo negativo
absoluto que, tomado de manera inmediata, es la
nada
(7).