La Santa Misa en 62 Historietas

Un Servicio de los MSC Misioneros del Sagrado Corazón

 

 

 

15.
El Peso y la Fuerza de un Saludo
(Inicio y Saludo)


Sucedió durante la segunda guerra mundial. Los hospitales ya nos sabían dónde dejar a los heridos. Sufrimiento y dolor sobreabundaban. En un gran hospital estaban trabajando unas religiosas. Desde la mañana temprano hasta altas horas de la noche gastaban sus fuerzas en favor de sus "muchachos", siempre con paciencia, siempre cariñosas. Sólo con el médico en jefe no había cómo entenderse. Era un "nazi" al cien por ciento, ciegamente entusiasmado por Hitler "el Führer", quisquilloso y exigente también en las cosas secundarias, sin tener consideración con los heridos y enfermos. Su preocupación predilecta consistía en exigir el saludo nazi "Heil Hitler" con el brazo y la mano extendido, también de aquellos que apenas podían moverse. Esperaba esto ante todo del personal del hospital.
Cada mañana, cuando la madre Paula entró a la gran sala del hospital, con toda la prisa que siempre llevaba, se quedó un momento quieta en el centro de la sala. Solía hacer una gran señal de la cruz y decía: "Alabado sea Jesucristo muchachos. ¡Que Dios los bendiga también el día de hoy."
Para todos era como un saludo de casa. El joven teniente, del cual se sabía que había dirigido un grupo de jóvenes católicos solía decir: "Esta es la mejor manera de comenzar el día". Su vecino, hijo de un pastor protestante pensaba: "Mi padre diría una frase bíblica". El tercero en la fila, atormentados por terribles dolores, murmuraba: "Esto es lo único que me da fuerzas". Y esto a pesar del hecho que por años no había pisado la Iglesia.
La sorprendió el médico en jefe. Le gritó a la religiosa: "¿Por qué no hace el saludo 'Heil Hitler'? Ya la he amonestado varias veces. Esto se acabó. Venga a mi oficina".
En su oficina el potentado le habló airadamente. Decía que estaba corrompiendo el espíritu de los soldados. Luego llamó aa guardia e hizo que la llevaran presa. Unos días más tarde fueron despedidas también las demás religiosas. En su lugar vinieron enfermeros. Se escuchaba de la religiosa prisionera: "La han llevado a un campo de concentración". Todos sabían que esto era la muerte segura. Los soldados seguían recordando el saludo de tanta consecuencia para la religiosa. A los heridos les había dado fuerza para el día. Era como un rayo de luz en la oscuridad. En la reacción del mal se veía claramente la importancia de este saludo. El poder del mal le tenía miedo. Por eso lo aplastó.

Después de la señal de la cruz y la invocación de la Santísima Trinidad la Santa Misa comienza con un saludo: "El Señor esté con vosotros". Así habla el sacerdote a la comunidad reunida.
Uno como escucha el saludo del ángel a María: "El Señor está contigo". Uno siente el parentesco de estas palabras con el saludo de María a Israel, la madre de Juan Bautista. Con el saludo del ángel comenzó la venida del Redentor. Con el saludo de María comenzó para primera acción salvadora del Señor para con Juan Bautista. - Así se comienza al inicio de la Misa con el saludo; es la venida del redentor en la Eucaristía. El saludo da apertura para que el Salvador pueda actuar en nosotros.
Si traducimos del latín el saludo del ángel "Dominus tecum", decimos enseguida: "El Señor está contigo". Según esto tendríamos que traducir el mismo sentido al saludo al comienzo de la Misa: "El Señor está con vosotros". El saludo constata: "El Señor está ahora con vosotros". Quizás habéis venido desde una lejanía de Dios. Al comenzar ahora la Misa el Señor está con vosotros. Se sacrifica por vosotros y os invita a su Mesa. Él está con nosotros. No quisiéramos estar separados de Él nunca más. Puede que este saludo nos acarrea la ira del maligno. Sin embargo, el Señor está con nosotros.
El obispo, al celebrar la Misa, utiliza el saludo del Resucitado. El sacerdote puede utilizar formulas que contienen palabras sacadas de las cartas del Apóstol San Pablo. Pero no se prevé el saludo: "Buenos días". Es que el saludo corresponde al momento que vivimos. Cuando alguien llega no le decimos: "Hasta la vista". El saludo es como un título. No se puede poner una etiqueta equivocada. La celebración de la Misa no es una celebración rutinaria del día sino es un culto a Dios. Por eso no cuadra aquí el saludo civil.
La Religiosa del hospital murió por el saludo. Para que Dios esté con nosotros vale la pena que arriesgar hasta lo último.

 

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