CUANDO SE RESPIRA EL SOPLO DE LA BELLEZA
Inos Biffi
L'Osservatore Romano
2 de junio del 2011
[...] La teología por definición "dice Dios". Y este "decir" la verdad de Dios
tiene una belleza propia. […] Se había dado cuenta de ello san Agustín que
hablaba de "esplendor de la verdad", y al cual hacía repetidamente eco santo
Tomás de Aquino, […] atribuyendo la prerrogativa de ser "esplendor y belleza" al
Verbo, que en el ministerio de su transfiguración y de su ascensión la ha
infundido y vertido en su propia humanidad gloriosa, término inexhausto de la
contemplación de los santos. [...]
Se dice que los dogmas son verdad. Se debe ir más adelante y decir que los
dogmas son bellos. […] Es necesario proseguir y observar que la belleza del
misterio no es sólo la que transparenta del discurso teológico, como estética
intelectual, a través del "ordenamiento arquitectónico de las ideas", sino
también […] la que se efunde de las "catedrales de piedra", o sea en la estética
de la visibilidad y, agregamos, de la poesía, de la música.
Si encontramos entonces atraídas por la divina belleza la "sensibilidad", la
emotividad, lo imaginario y la estética que, bajo el impulso atractivo del
misterio, a su vez lo manifiestan y lo expanden.
Remitámonos a los himnos de Ambrosio o de Manzoni, o las Laudes de Jacopone de
Todi, pero sobre todo a la "Divina comedia" de Dante, que no es un curso de
teología dogmática, y sin embargo equivale a la más alta, y se diría
inalcanzable, versión poética de la fe y de sus dogmas: es lo "bello" cristiano,
llevado a los vértices sublimes de la poesía.
Con este el dogma no es sólo declarado y "afirmado" como bello, y lo que se
presenta así no es sólo la verdad expuesta y comentada, sino que se ha hecho
bello en el modo original de la poesía.
En esta línea de la estética, podremos también hacer referencia a cuánto el
misterio ha sido y es todavía convertido en "encantador" por la música sacra,
litúrgica y no litúrgica, que inicia en el misterio mismo, proponiéndolo y
haciéndolo gustar en la forma del canto y de la melodía. Los repertorios
musicales de la Iglesia, un inmenso patrimonio de misas, de oratorios, de
motetes, son a su vez catedrales musicales.
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