Historia MSC mundo Alemania PERU
La fundación en el PERU
La Provincia Alemana, que empezó a ver sus albores en 1887, es esencialmente misionera. Además de tener impreso el sello del Sagrado Corazón, que es fuego, y por lo mismo difusivo, y el especial del espíritu de nuestras Constituciones, esta Provincia, por el hecho a que debió principalmente su nacimiento y su rápida difusión, es misionera de si. En efecto, nació porque nuestra pequeña Congregación, a los 33 años de ver la luz, necesitaba de un modo especial misioneros alemanes para encargarse de una de nuestras más florecientes misiones de entonces: Nueva Pomerania. Gracias a esta misión, aceptada desde sus comienzos, se arreglaron muchas dificultades, el Estado subvencionó muchos gastos, empezaron a cobrar fama nuestros hermanos y se multiplicaron las vocaciones.
Nueva Pomerania, Rabaul, Shitshien y por último Perú. Lima fue la ciudad elegida para que los nuevos misioneros, Padres Siebers y Petermeyer, empezaran su labor apostólica. Lima no es, ni mucho menos, la ciudad de antaño. Aquella flor plantada por Manco Cápac en el siglo noveno, fue conquistada por Pizarro en 1533. Sus calles, anchas y espaciosas, sus casas elegantes, sus manzanas perfectamente alineadas y sus jardines y monumentos que la hermosean, definen ya a la ciudad moderna.
No obstante, el Perú no está completamente civilizado. La cordillera de los Andes guarda todavía en sus entrañas de piedra una antigua civilización y una antigua raza: los indios que huyendo del hombre blanco han escogido las escarpadas crestas naturales donde adorar a su dios Sol.
HISTORIA DE LA RELIGIÓN INCA
Cuando los españoles llegaron al Perú, todos su habitantes adoraban al dios “Sol”. Este culto provenía de la creencia de ser Manco Cápac y Mama Ocllo, su hermana y esposa, fundadores de Cuzco, enviados del dios Sol, que compadecido de ellos, se los enviaba para instruirlos y regenerarlos.
Según Garcilazo de la Vega el templo del Sol estaba en su interior cubierto de planchas de oro. En el altar principal, situado en la parte de oriente, se veía representado el sol formado de una gran plancha de oro, de mucho más espesor que lo restante que recubría las paredes. Aquella figura de una sola pieza tenía el rostro orlado y circundado por rayos luminosos. Era tan grande que casi comprendía toda la magnitud de una de las cuatro paredes del templo. A ambos lados de la imagen del sol, estaban los cuerpos de los incas fallecidos, embalsamados y en perfecto estado de conservación.
A su servicio estaban consagradas, sólo en Cuzco, más de 200 ñustas, doncellas que se conservaban vírgenes para entregarse al Sol como esposas suyas. Estas, al llevar a cierta edad, podían confesar como los sacerdotes consagrados al Sol. Es de notar una gran semejanza en la forma externa, entre esta confesión y la nuestra; tenia sus penitencias y hasta casos reservados.
Los reyes eran considerados también como dioses. De aquí el que no pudieran casarse sino con hermanas de sangre, para conservar pura la descendencia.
PRIMEROS ALBORES APOSTOLICOS
Cuando Pizarro volvió a España en 1523, para hacer presente a Carlos V su proyecto de conquista, se indicaron para acompañar al futuro conquistador, religiosos de diferentes órdenes. La historia de la Orden de la Merced cuenta en sus crónicas, que 24 religiosos de su instituto, fueron a predicar la fe a los Peruanos, quienes han considerado siempre a estos religiosos como sus primeros apóstoles.
En la misma expedición, seis dominicos acompañaron a Pizarro, deseosos de llevar a aquellos remotos lugares la civilización y la fe.
Cuando fue conquistada Cuzco en 1533, se estableció un convento de franciscanos en esta ciudad, gracias al ascendiente que tenía uno de ellos, Fray Pedro de Portugal, y la consideración con que eran mirados por el Conquistador.
Poco después se establecieron los Agustinos. En 1548, en un Capítulo tenido en Lima, se cimentó más aún la unión ya establecida entre los religiosos de Santo Domingo, San Francisco y San Agustín, hecho que subsanó no pocas dificultades apostólicas.
El dominico Gregorio de Montalvo, Obispo de Cuzco, muerto en 1593, protegió singularmente a los misioneros jesuitas, que gracias a él arraigaron en el Perú poco después, contando el principio con varios mártires.
Gracias a estos primeros misioneros, varios de ellos canonizados, floreció poco a poco la religión cristiana. Rosa de Lima, la primera Santa de América, muerta en 1617 es la más genuina representante de la nueva fe en el imperio que ha pasado a ser de Jesucristo casi en su totalidad.
NUESTROS MISIONEROS
No obstante, en nuestro siglo materialista y ateo la necesidad de misioneros en aquella vastísima región de la viña de Cristo, se ha hecho más necesaria. No hay como aquellos apóstoles antiguos, que se entregaban a largas correrías apostólicas y recibían muchas veces, en pago de sus afanes, la corona inmarcesible del martirio. Gracias a Dios de aquellos primitivos salvajes solo quedan unos pocos encerrados en las selvas del Amazonas o en los riscos de los Andes. Pero se hace sentir sensiblemente la falta de clero. La amalgama de su población de 8,000.000 de habitantes, en la que pueden distinguirse españoles, franceses, italianos y alemanes, y sobre todo mestizos, está pidiendo misioneros para el cuidado de sus almas.
Los primeros que marcharon al nuevo campo se establecieron, con otros cuatro que les siguieron poco después, en la casa situada en Lima – Miraflores (Malecón Balta) adquirida el 20 de junio de 1939, donde se formó la primera comunidad de M.S.C. en el Perú. La Capilla, en la que se guarda el Santísimo Sacramento, fue bendecida en la fiesta de Nuestra Señora del Sagrado Corazón.
Una nota de tristeza puso pronto su sello en la reducida comunidad: el 27 de agosto de 1939, el Padre Guillermo Vogel, entregó su alma al Señor, sólo después de 3 meses de apostolado, minado por las terribles fiebres tifoideas. Murió en la Clínica “Delgado”, regentada por las Misioneras del Sagrado Corazón de Hiltrup.
A pesar de todo, este suceso no fue bastante para frenar el celo de nuestros misioneros. En 1939, el R. Padre Siebers, nombrado Comisario Provincial, tomó a su cargo el dirigir espiritualmente el seminario arzobispal de Lima y el Colegio León de Andrade. El Padre Enrique Lepper es el Superior de la casa de Lima y al mismo tiempo párroco de sus conciudadanos alemanes dispersos en la capital. Sus ratos libres los emplea en explicar el catecismo en el Colegio Alemán de Miraflores, y en asistir a los enfermos de la Clínica Delgado.
El Padre Federico Kaiser ejerció su apostolado durante algunos meses en el seminario diocesano de Huánuco y después en la parroquia de Surco en Lima. Más tarde fue nombrado Vicario de una Parroquia en Ica, dedicándose además a explicar el catecismo en el colegio estatal de la ciudad. El Padre Petermeyer une al cargo de Rector el de catequista en el Colegio de Sta. Ursula de Lima; y por último, el Padre Steens trabaja en la parroquia de Surco. Además de esto, nuestros Padres se encargan de algunos lugares de apostolado fuera de la ciudad, como el sanatorio de niñas de Ancón.
El tiempo pasaba, seguían llegando nuevos misioneros. Tres el 19 de mayo de 40. Se hacía necesaria una casa propia y capaz para las necesidades que se iban originando. Por eso, el 20 de febrero, el Padre Siebers, previa autorización de los Superiores, decidió a empezar con la construcción del edificio con dinero prestado. La Divina Providencia será quien se encargue de pagarlo. La primera piedra fue bendecida el día de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. El 15 de enero de 1941 pudo ser ya habitada.
A pesar de los furores de la guerra, que presto vino a turbar las mentes y los corazones de todos, los misioneros no cejaron en su trabajo apostólico. El año 1943, el territorio que rodea a la casa es convertido en parroquia. En 1945, para satisfacer el número siempre creciente de fieles, se añadió a la casa una Iglesia dedicada al Sagrado Corazón.
En los años siguientes no fueron ya suficientes estas medidas. Para atender a los obreros y los pobres, establecidos en el barrio de Lobatón, nuestros Padres edificaron un magnifico Santuario a Nuestra Señora del Sagrado Corazón, junto con una casa en la que se establecieron las Misioneras del Sagrado Corazón que se encargan de los enfermos. Esto tenía lugar el año 1949.
Los misioneros, aunque siempre pocos para la gran necesidad del país, habían aumentado considerablemente. Gracias a esto se extendió más y más el campo de apostolado. En 1951 se aceptan definitivamente otras tres extensas parroquias en las diócesis de Huaraz.
ESCRITORES Y ESCRITOS
Pero el apostolado verbal no les pareció suficiente a los celosos misioneros. En Padre Siebers, nombrado Superior Provincial de Alemania en 1950, escribió entre otros libros un Viacrucis en honor del Sagrado Corazón de Jesús, y “Nobleza Cristiana”, obra apologética. Escribió además a un libro de liturgia en alemán para los germanos establecidos en el Perú.
El Padre Kaiser ensayó su pluma con el hermoso libro “María bajo el título del Sagrado Corazón”. Más tarde escribió “La luz del mundo”, “El camino de la vida “, y “Vamos a Jesús”, muy difundidos entre el pueblo.
El Padre Steens escribió “El rito litúrgico”. Además, sin firma, bajo el título general de M.S.C. se publican libros de oraciones y cánticos religiosos.
Un apostolado tan constante no podía quedar infructuoso, y los frutos han sido en verdad consoladores. Los jóvenes José Huapaya y Rómulo Falcón, de familia peruana, ingresaron en el 51 en el noviciado de Vussem, de la Provincia alemana. El joven Germán Schmitz, nacido en Perú, empezó a cursar los estudios teológicos en Roma en el otoño del 50.
CONCLUSIÓN
Desde 1938, los dos primeros padres han aumentado hasta trece. Les ayudan tres Hermanos Coadjutores. Nuestros Padres se ocupan de tres parroquias. Poseen una casa con Iglesia y un Santuario dedicado a Nuestra Señora del Sagrado Corazón en Lobatón para ejercer oficios de caridad. Se ocupan además de la misión en la Sierra, en la que poseen otra casa con iglesia, de la que hablaremos a continuación.
CENTRO MISIONAL HUARAZ CENTENARIO Y SAN JOSÉ DE JANGAS
Además de la antes citada fundación en la ciudad Limeña, nuestros Padres han tomado recientemente bajo su cargo una nueva fundación, con características muy similares a las tierras de misiones. Acaecía esto el 12 de Setiembre de 1951. Por ello - lo reciente del suceso - no podemos dar aún muchos detalles del nuevo campo.
El Centro Misional Huaráz-Centenario y la Parroquia de San José en Jangas es están situados en una región de la Sierra, enclavada en los Andes, a más de 3,000 metros sobre el nivel del mar. Comprende dos parroquias y muchas aldeas y caserios, situados 20 kilómetros a lo largo del Río Santa, hasta alturas de 4,000 metros. La Señora Clotilde Ramírez de López ha dado el dinero necesario para edificar la Iglesia y el convento. Ambas parroquias han sido consagradas a Nuestra Señora del Sagrado Corazón.
Los habitantes de esta región son indígenas en un 80%. El día 20 de setiembre de 1951 partían de Lima tres Misioneros del Sagrado Corazón para comenzar las labores apostólicas entre aquellas pobres gentes.
¡Que Nuestra Señora del Sagrado Corazón bendiga este nuevo campo de misión, en el que hay miles de almas para salvar. Ella que allí tiene una capilla levantada en su honor, la más alta sin duda del mundo!
EN LA MALDITA CIUDAD DEL RÍO ZAÑA
“En el Valle del río Zaña, 700 kilómetros al norte de Lima, los M.S.C. han ocupado un nuevo y extenso campo de trabajo. El distrito es dos veces más grande que Washington. Esta situado unos pocos grados al sur del Ecuador, y tiene todas las características de las tierras tropicales. Clima cálido, palmeras y bananeros, mosquitos, escorpiones, voraces hormigas que quieren hacer sus habitaciones en las camas durante el día y por la noche en zapatos y calcetines.
El Padre Germán Rüschhoff, uno de los misioneros recientemente expulsados de nuestra misión de China, fue el primero en establecerse en Zaña, Centro de la parroquia a la cual pertenece la gran “hacienda” de Cayaltí.
La población es de unos 16,000 habitantes, y es una mezcolanza de blancos, mestizos, indios y negros. Se dedican a la agricultura, a la ganadería, tienen sus ranchos típicos, trabajan en las modernas factorías de Cayaltí, en las cuales se fabrican en grandes cantidades toda clase de productos, sobre todo azúcar, papel y alcohol.
¡Allí - créase o no - todas las calles huelen a azúcar, pues son regularmente “embreadas” con los sedimentos de la melaza, para endurecerlas!
El pueblo en su mayoría es católico, pero sólo una minoría va a la Iglesia cada domingo, lo cual no es ciertamente por falta de espacio, pues hay seis Iglesias y capilla en el distrito. Sólo un tercio de los 2,000 nacimientos anuales procede de matrimonio legítimo. ¡Un verdadero país de misión! El trabajo es mucho más arduo entre cristianos corrompidos que entre genuinos paganos.
HACIENDO HISTORIA
Tan pronto como los españoles descubrieron el Perú, fueron enviados misioneros a Zaña para predicar la fe verdadera. La vida de aquellos religiosos misioneros, tuvo que ser dura, a la manera de los conquistadores. Todas las crónicas hablan de una fiesta del Corpus Christi celebrada en 1598, 35 año después de la fundación de la ciudad.
La espléndida procesión, saliendo de la Iglesia, llegaba ya a la plaza principal, cuando se oyó un grito que salía de entre la multitud. El Gobernador y el Jefe de la Policía estaban discutiendo delante del Santísimo Sacramento sobre a quien correspondía el puesto de honor en la procesión. El Gobernador sacó su espada y de un tajo cortó la oreja derecha de su rival y parte de la mejilla. El jefe de Policía, mejor espadachín que su contrario, retrocedió, sacó su espada y de un buen golpe atravesó a su rival. Cubierto de sangre, fue llevado a casa de su primo, un abanderado real. Los monjes franciscanos y agustinos fueron rápidamente para asistirle. Pero ya era tarde: moría a los pocos momentos.
Mientras, los partidarios de una y otra parte continuaban luchando. La procesión tuvo que volver a la Iglesia, en medio de gran confusión y desorden. Toda la ciudad, en su momento, se había convertido en un campo de batalla.
En palabras literales del antiguo cronista, “hubo muchos muertos y la sangre corrió a ríos. Los niños lloraban, las mujeres daban alaridos, los clérigos pedían paz. Todo era inútil. Hasta los animales, perros, cerdos, toros, caballos, tomaron parte en la lid, junto con sus dueños.”
UN TERREMOTO
Tras esta carnicería, la tierra protestó llena de cólera. Un fuerte temblor de tierra abatió a la ciudad en el atardecer de aquel día. Un segundo temblor llegó a la 8 de la noche, y a este le siguieron un tercero y un cuarto, aquella noche. A la mañana un violento terremoto tiró muchas casas, arrancando de cuajo el domicilio en que estaba el cuerpo del Gobernador. Las gentes, angustiadas, dejando sus querellas, se postraron de rodillas en medio de las calles ensangrentadas y oraron fervorosamente. A la mañana siguiente los servicios fúnebres trabajaron intensamente. En la Iglesia se celebraron con la debida solemnidad las exequias del Gobernador. Al pasar el entierro por el lugar donde había sido derramada la primera sangre, se inició un nuevo temblor de tierra, el más violento de todos, que derrumbó con gran estrépito varios bloques de casas. Para implorar misericordia, el Santísimo Sacramento fue sacado en procesión por las calles de la ciudad, en medio del vaivén del terremoto, hasta que este cesó.
Las súplicas y rogativas continuaron durante ocho días seguidos. El pueblo marchaba a través de las ruinas, humilde y orante, todos amigos y unidos, olvidaba su lucha de la víspera.
Por su situación tropical, prontamente creció entre las ruinas toda clase de hierbas. Todo quedó cubierto de un manto verde. Zaña se recuperó prontamente. De nuevo hubo prosperidad entre sus habitantes. Habían olvidado ya la ira divina, cuando en 1619 otro terrible terremoto echó por tierra la ciudad. Tras este desorden vino otro y otro: el aire se corrompió, el agua se pudrió, apareciendo una terrible peste, una epidemia sin igual. En 48 horas murieron 300 habitantes de Zaña, como recuerda muy bien el antiguo cronista: “Solamente un huérfano y un ciego sobrevivieron para poder llorar la muerte de mil de su raza”.
LLEGA EL DILUVIO
Una centuria más, ajena de toda calamidad. Hay quien crea que Dios se dispone a castigar nuevamente, pero esta vez de repente, como en tiempos de Noé, esperando que los hombres se conviertan y abandonen los malos caminos del pecado.
Amanecía el 5 de marzo de 1720. Comenzó a caer una pesada lluvia, cosa rara en aquel lugar y en aquella época. Y siguió lloviendo, cada vez más, por espacio de 40 días interminables. El río Zaña crecía y crecía. Ya sus aguas desbordaban el estrecho cauce. Enormes masas de agua barrosa avanzaban sobre la infortunada ciudad, la cual quedó sumergida en un horroroso torbellino. Las casas desaparecían, una tras otra, como devoradas por las fauces de Satanás. Todas las iglesia y conventos quedaron en ruinas.
LA MALDICIÓN CONTINÚA
Ocho años después comienzan a sucederse calamidades espirituales y materiales, una tras otra. La ciudad se reconstruye como por ensalmo. Materialmente está salvada. Pero el espíritu ha quedado muy malparado. Llegaron a robarse los títulos de propiedad de las iglesias. Los ladrones fueron advertidos judicialmente, para que devolviesen los documentos. Pero fue inútil. Se les intimó de nuevo con la amenaza de la excomunión, surtiendo el mismo efecto que el anterior aviso. Tres días después el entredicho era pronunciado en la debida forma. Tras tres días de inútil espera, el Vicario General de la Diócesis leyó, en nombre del Obispo, la siguiente imprecación:
“Malditos sean los ladrones de los títulos de propiedad de la Iglesia. ¡Queden huérfanos sus hijos y viudas sus esposas! ¡Maldita sea su comida y su bebida, que no produzcan fruto sus tierras! ¡Que las plagas de Egipto caigan sobre ellos! ¡Que sobre ellos venga la suerte de Sodoma y Gomorra! ¡Que la tierra los trague como a Datán y Abirón! ¡¡¡Así sea!!! ¡Queden sus almas excomulgadas y muertas, y desciendan al infierno como la de Judas, que traicionó al Señor! ¡Amén!”
Aquellas palabras impregnadas de horrenda maldición, del estilo de las que aparecen en los salmos contra los enemigos perversos de Dios, produjeron pronto su efecto. Llegó la maldición trayendo nuevamente la muerte. Los floreciente – maldita o no – ciudad está convertida hoy en un país miserable, pobre, donde la gente vive en barraca o casas pobrísimas, hacinadas en compactos bloques. Rodean a estas casuchas las gloriosa ruinas de seis hermosas Iglesias y de tres monumentales conventos, pruebas patentes de un tiempo de gloria y esplendor.
¡Sí sólo fuese cuestión de reconstruir casas y templos! Por todo el mundo se encuentran ruinas que indican esplendores fenecidos, gloria en bancarrota. Pero aquí hay más que eso. La vida religiosa, ¡esa sí que es verdadera ruina! En la Iglesia de Zaña he visto yo enjambres de murciélagos revoloteando por encima del enorme altar, y mochuelos y búhos, durmiendo plácidamente entre las roídas vigas. Es la máxima manifestación de la absoluta indiferencia del pueblo.
Allí murió el segundo arzobispo del Perú, Santo Toribio de Mogrovejo, cuando estaba realizando su gira apostólica. Su sagrado cuerpo fue guardado allí durante largo tiempo. Ahora sólo se guarda el brazo izquierdo de aquel gran misionero y prelado. Y allí han llegado los M.S.C. alemanes para levantar el espíritu casi muerto, para que el glorioso y santo prelado misionero vuelva a caminar y a bendecir a su amado pueblo. Pero ¿continuarán la maldiciones lanzadas contra el Valle del río Zaña?.