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El Celibato Sacerdotal de cara a las llamadas a la desobediencia

Observador de la Actualidad 885
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Preocupante llamado a la desobediencia - Mitos - Un camino difícil pero grandioso - Porque Cristo es el modelo - Algo de historia - Hay que recuperar el aprecio por la virginidad - La enseñanza de Benedicto XVI - La sublime virginidad

 

El Celibato Sacerdotal

 



Preocupante llamado a la desobediencia

Sólo hay ciertas corrientes eclesiales que se están manifestando en contra del celibato (del latín caelibatus, «vida soltera»); ahora resulta que hasta gente que nada tiene que ver con la Iglesia se muestra «muy preocupada» por esta práctica y exige su eliminación
Por Diana R. García B.

En plena Semana Santa de este año el tema del rechazo al celibato adquirió notoriedad cuando el propio Benedicto XVI se refirió indirecta pero públicamente a éste; y lo hizo porque no se trata de un insignificante problema provocado por una o dos docenas de individuos rebeldes, sino que es ya un auténtico «llamado a la desobediencia» de alcances internacionales perpetrado por un muy importante número de sacerdotes austriacos pero que ya logró simpatías entre algunos miembros del clero en otros países.

INICIATIVA PÁRROCO

Sin embargo, este «llamado a la desobediencia» o Iniciativa Párroco (en alemán, Pfarrer Initiative) no surgió este año; fue lanzado en 2006 por el presbítero Helmut Schüller, quien, con el apoyo de muy pocos sacerdotes, decidió hacer «presión» revelándose contra la autoridad del Papa a fin de conseguir, entre otras cosas: la ordenación de sacerdotisas, la «Eucaristía sin sacerdote», la recepción de la Comunión por gente que no pertenece a la Iglesia católica y por católicos que viven en estado permanente de adulterio por haberse divorciado y casado en segundas nupcias, la autonomía de las parroquias contando cada una con su propio superior (los obispos y el Papa dejan de tener autoridad, son sólo «hermanos»), y la abolición del celibato.

Según una reciente encuesta realizada por GfK-Umfrage, la disidencia en Austria ha ido tomando tal fuerza que, aunque hasta la fecha Schüller ya logró que 430 sacerdotes de su país firmen la Iniciativa Párroco, en realidad los ministros ordenados que le manifiestan sus simpatías —aunque aún no todos se atrevan a firmar— ascendería al 72%, mientras que los seglares católicos proclives a que los sacerdotes se casen andaría en un 70%.

EN OTROS LADOS

Por otra parte, en Irlanda ha crecido la Asociación de Sacerdotes Católicos (Association of Catholic Priests), grupo de presbíteros liderados por Sean Fagan, marianista de 84 años, y Tony Flannery, redentorista. Ellos abogan por «un rediseño del Ministerio en la Iglesia» con «una re-evaluación de la enseñanza católica y la práctica sexual», la cual incluye, por supuesto, la abolición del celibato.

Ya son 820 —de 3400 sacerdotes que hay en Irlanda— los que se han adherido a las posturas de la Asociación de Sacerdotes Católicos.

En Francia el grupo «Por una Verdadera Obediencia al Evangelio», de la diócesis de Rouen, recaba firmas en apoyo de los austriacos de la Iniciativa Párroco. También ya hay iniciativas semejantes al menos en Alemania, Bélgica, Eslovaquia, España (Movimiento Pro Celibato Opcional ) y Estados Unidos. En Iberoamérica hay algunas oposiciones al celibato sacerdotal, especialmente entre la corriente de la teología de la liberación.

¡TAN PREOCUPADOS...!

Como era de esperar, Helmut Schueller, de 59 años, que hoy es párroco de San Esteban en el pueblo de Probstdorf, pero que antes fue vicario general del arzobispado de Viena, bajo la autoridad del cardenal Christoph Schoenborn, argumenta que su revuelta Iniciativa Párroco tiene una motivación muy caritativa: «Nos movemos con la intención de la solicitud por la Iglesia, así como por el deseo de mirar a su futuro».

Los disidentes de Irlanda han dado con el pretexto perfecto para atraer simpatías a su causa: promueven la idea de que los escándalos de pederastia que se dieron en aquel país no habrían existido si tampoco existiera la medida disciplinaria eclesial del celibato; luego entonces, ellos estarían buscando así un bien para todos.

FUERA DE CASA

Hasta los de fuera —los no católicos— se sienten «muy preocupados» por la Iglesia y estarían trabajando para «salvarla» instándola a eliminar el celibato. Estos intentos en realidad son muy viejos, y vienen lo mismo de ateos que de sectas que siempre se han jactado de su enemistad contra la Iglesia fundada por Jesucristo.

Decía Voltaire (1694-1778) que «una de las supersticiones del ser humano es creer que la virginidad es una virtud». Por su parte, la mayoría delas religiones protestantes enseñan cosas así: que la razón para que la Iglesia católica introdujera el celibato entre sus ministros fue para poder continuar secretamente el culto a la diosa babilónica Cibeles, que requería de un sacerdocio célibe; que la Biblia «demuestra» que el celibato es una doctrina satánica (cfr. I Timoteo 3, 2. 12); que al menos el apóstol Pedro jamás guardó el celibato (cfr. Marcos 1,30), y que es obligatorio estar casado para poder ser un ministro ordenado (obispo, presbítero o diácono).

Todos estos argumentos se basan en una revisión muy superficial de la Palabra de Dios y de la historia; pero aun así se insiste: «La supuesta pureza dentro del celibato sacerdotal nunca ha sido una realidad». Al parecer, estos iluminados guías del protestantismo son poseedores de la omnisapiencia de Dios, lo que les hace conocer hasta lo más íntimo de su conciencia a todos y a cada uno de los miembros del clero católico de todos los tiempos, y no han hallado en ninguno —ni siquiera en los santos sacerdotes canonizados— a uno solo que sea virgen.

TESORO ESCONDIDO

En los ambientes mundanos se ridiculiza la virginidad, como ha hecho Alberto Cutié, ex sacerdote y ex católico, que califica el celibato como «una tontería». Otras veces se le considera una patología, o hasta una «violación a los derechos humanos de los sacerdotes».

Hablando del celibato, Jesús dijo: «No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido» (Mt 19, 11). Por eso hay que orar para que Dios conceda a todos sus hijos amar este tesoro escondido y apoyar a los que Él ha llamado a abrazarlo.



MITOS

1 -El celibato es causante del abuso sexual.- Es una creencia muy extendida pero equivocada. Como apuntan los estudios de científicos como Jenkins, o del ateo Ludwig Kröber (y muchos otras investigaciones serias), la mayoría de las personas que cometen abuso sexual contra adultos o contra menores de edad son hombres casados. Hay un 40% más de probabilidad que un casado cometa abuso sexual que un célibe eclesiástico.

2 -Si permitieran el matrimonio de los sacerdotes se evitaría la pederastia.- Igual que en el punto anterior, es más frecuente que el delito específico de la pederastia lo comentan individuos casados que no casados. El celibato eclesiástico no es causa de pedofilia, pero lo que sí llega a ocurrir es que algunos individuos pedófilos opten por el ministerio eclesial.

3 -El celibato que impone la Iglesia a sus ministros es un abuso de poder.- Según esto, los candidatos al sacerdocio han sido sometidos contra su voluntad a renunciar al matrimonio. Acusación extraña, puesto que nadie es obligado a ser sacerdote: se trata de un llamado vocacional al cual cada quién dice «sí» o no» libremente, consciente de que toda vocación, celestial o terrenal, conlleva una serie de implicaciones —el que abraza su vocación de futbolista acepta que los goles no los debe meter con las manos; la que opta por el matrimonio no puede pretender permanecer virgen; quien se dedica a la medicina acepta que salvará vidas en lugar de acabar con ellas, etc. Una cosa es que el candidato al sacerdocio se equivoque de vocación, y otra, muy distinta, que fuera «obligado» .

4.- La mayoría de sus sacerdotes no viven la castidad.- Según la Federación Internacional de Sacerdotes Católicos Casados, que agrupa a clérigos de Europa, América y Filipinas, el porcentaje de curas casados (abierta u ocultamente) representa el 25% del total de sacerdotes existentes. Otros promotores de la eliminación del celibato aseguran que hasta el 65% de los sacerdotes católicos mantienen relaciones sexuales (el 35% en México). Aun cuando tal cosa fuera cierta, el fracaso de muchos sacerdotes en su lucha por la castidad no es motivo para eliminar el celibato, así como tampoco se elimina el matrimonio a pesar de que, en promedio, actualmente la mitad de los matrimonios fracasan.


El Celibato sacerdotal en la Iglesia católica



Un camino difícil pero grandioso


Por Jutta Burggraff, doctora en teología y pedagogía
Lea el artículo completo: Celibato y amor de Jutta  Burggraff

No podemos ignorar ingenuamente las exigencias del celibato frente a la tendencia natural del ser humano. Por el contrario, para que la entrega a Dios conduzca a una vida plena y feliz, es absolutamente necesario aceptar, con realismo, la existencia de posibles dificultades y encararlas.

Cuando se renuncia a un amor humano, dentro del corazón puede quedar un vacío. Este vacío sólo puede llenarse si se acepta el celibato como una oportunidad para vivir muy enamorados de Cristo. ¡Si Cristo llena el corazón, vencemos la soledad!

Pero si esto no ocurre, la persona puede convertirse en estrafalaria, amargada, puede enfriarse su corazón y volverse agrio su carácter. También puede suceder que se ahogue en un vaso de agua por cualquier pequeñez y llene el vacío del corazón con ambiciones mezquinas, por ejemplo, el celo por dominar a los demás, o esforzarse por tener éxito a toda costa, por ganar dinero y lograr el aplauso de los demás. Esto es algo que muchas veces da pie a las críticas de quienes observan el celibato «desde fuera». El celibato se hace incomprensible tan pronto Cristo deja de ser el modelo.

Asimismo, hay que contar siempre con el hecho de que, aunque la renuncia al matrimonio haya sido un acto gozoso, no significa que sus consecuencias, a lo largo de la vida, no puedan llegar a ser una pesada carga. Algunos se muestran entonces desilusionados, experimentan su debilidad. Sin embargo, una persona normal tratará una y otra vez, de vivir de su fe y vencer todos estos obstáculos que se oponen a una gozosa entrega a Dios, que en el celibato es verdadero diálogo de enamorados.

¡Ciertamente hay casos trágicos! No obstante, el celibato en sí es tan poco responsable de un eventual endurecimiento del corazón, como el matrimonio constituye una garantía de que ello no ocurrirá. ¿No conocemos muchos hombres y mujeres casados pero dominados por el egoísmo, cuyos corazones se han enfriado y están con frecuencia de mal humor? También el amor humano y la vida sexual pueden llegar a frustrar. Ansiamos lo infinito, lo eterno y lo absoluto, y no lo podemos alcanzar en esta vida.

El celibato - Cristo es el modelo



Porque Cristo es el modelo

Que Simón Pedro, el primer Papa, fue un hombre casado es algo de lo que no hay duda; en el Evangelio se lee: «La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron [a Jesús] de inmediato» (Mc 1, 30). También se sabe —por la Tradición, no por las Escrituras— que otros Apóstoles eran casados; por eso san Felipe anduvo evangelizando en Asia Menor con ayuda de sus dos hijas, que tenían el don de profecía.

LOS APÓSTOLES Y SUS ESPOSAS

Sin embargo, el que hayan estado casados no implica que hayan vivido permanentemente la vida marital. Por el contrario, el seguimiento radical a Cristo los llevó a una renuncia a todo, incluso a los beneficios y alegrías de tener una esposa e hijos; por eso dice san Pedro: «Nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y Te hemos seguido» (Lc 18, 28), a lo que Jesús responde, haciendo una ennumeración de eso que sus discípulos ya han dejado: «Les aseguro que el que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos, por el Reino de Dios, recibirá mucho más en este mundo, y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna» (Lc 18, 29-30).

Así, al seguir a Cristo de forma total, los Apóstoles cambiaron su estilo de vida por otro en el que el celibato estaba implícito. De hecho, en los primeros momentos de la Iglesia, poco después de Pentecostés, ése debió ser el estilo de vida común a la inmensa mayoría de los bautizados: «La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos... Todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades» (Hch 4, 32-34). Los conversos, pues, voluntariamente se despojaban de sus viviendas, de manera que carecían de un espacio para llevar una vida privada y marital.

La beata Anna Catalina Emmerick, en las visiones sobrenaturales que le fueron concedidas, observó lo siguiente: «El número de los creyentes iba siempre aumentando. Muchas gentes venían desde la Galilea con sus asnos y sus equipajes y había continuo trabajo para acomodar a los recién venidos... He visto que se extendían tiendas con tapices y alfombras para improvisar habitaciones... Veo que la mujer y la hija de Pedro, y otras mujeres, como la madre de Marcos, se trasladaron desde Betsaida hasta Betania, donde habitan bajo tiendas. Estas mujeres ya no tienen relación con sus maridos. Se juntan con los Apóstoles sólo cuando hay instrucción... Las santas mujeres, entre las cuales veo a la de Zaqueo, se ocupan de proveer a las mujeres de la comunidad... Los hombres reciben lo necesario por medio de los hombres, y las mujeres eran socorridas por las santas mujeres».

LO MÁS DIGNO

Este modo de vida fue interrumpido cuando arreciaron las persecuciones y los cristianos hubieron de dispersarse, cada quien con su propia familia. Pero el celibato era ya un don muy apreciado, aun cuando no todos estuvieran facultados para abstenerse del matrimonio.

San Pablo no inventó el celibato, sino que, convertido al cristianismo, aprendió de la Iglesia la grandeza de la virginidad, y por ello la recomendaba: «Yo os quisiera libres de preocupaciones. El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer; está por tanto dividido. La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido» (I Co 7, 32-34) .

La razón para no casarse a la que alude san Pablo no es el egoísmo —como ocurre en la actualidad, que se ve en el matrimonio una carga y un compromiso antipático—, sino la búsqueda de lo más excelso, lo más digno, del modo más pleno de entrega a Jesucristo: «Os digo esto para vuestro provecho, no para tenderos un lazo, sino para moveros a lo más digno y al trato asiduo con el Señor, sin división» (I Co 7, 35).

JESUCRISTO CÉLIBE

El matrimonio de ninguna manera es reprochable; por el contrario, es tan santo que Dios mismo lo elevó a la categoría de sacramento. Pero algunas personas reciben un llamado especial para adentrarse en el seguimiento de Cristo hasta un grado más profundo.

Escribe el padre Jordi Rivero: «La Iglesia siempre ha tenido el celibato en muy alta estima, ya que Jesucristo fue célibe; Él es modelo de la perfección humana. Hay quienes objetan pensando que nosotros no podemos imitarlo. Se equivocan. La verdad es que Jesucristo, siendo Dios, asumió verdaderamente la naturaleza humana, siendo igual que nosotros en todo menos en el pecado; Él nos da la gracia para vivir, siendo hombres, su amor sobrenatural».
D. R. G. B.

 


 




Algo de historia


Aunque algunos pretenden que fue muy tardíamente cuando la Iglesia «inventó» el celibato eclesiástico (hacia el año 1073), la verdad histórica es muy distinta:

+ El celibato laico se practicaba en la Iglesia primitiva. A los hombres célibes les llamaban «los continentes» y a las mujeres, «vírgenes». También se les conocía como «ascéticos».

+ El celibato eclesial fue un desarrollo lógico de las enseñanzas de Cristo sobre la continencia (Mateo 19,10-12).

+ El celibato era una de las características de los primeros ermitaños y un requisito en las primeras fundaciones monásticas.

+ El Sínodo de Elvira (300-303?), en el canon 27, prescribe: «El obispo o cualquier otro clérigo tenga consigo solamente o una hermana o una hija virgen consagrada a Dios; pero en modo alguno plugo (al Concilio) que tengan a una extraña». En el canon 33: «Plugo prohibir totalmente a los obispos, presbíteros y diáconos o a todos los clérigos puestos en ministerio, que se abstengan de sus cónyuges y no engendren hijos y quienquiera lo hiciere, sea apartado del honor de la clerecía».

+ El Papa Siricio (384-399), en la carta del 10 de febrero de 385 al obispo Himerio de Tarragona, afirma: «El Señor Jesús... quiso que la forma de la castidad de su Iglesia, de la que Él es esposo, irradiara con esplendor... Todos los sacerdotes estamos obligados por la indisoluble ley de estas sanciones, es decir, que desde el día de nuestra ordenación consagramos nuestros corazones y cuerpos a la sobriedad y castidad, para agradar en todo a nuestro Dios en los sacrificios que diariamente le ofrecemos».

+ San Ambrosio (siglo IV) escribe sobre el celibato: «Dios amó tanto a esta virtud que no quiso venir al mundo sino acompañado por ella, naciendo de Madre virgen».




Hay que recuperar el aprecio por la virginidad


PALABRAS DE JESUCRISTO: «Algunos no se casan porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!» (Mt 19, 12)

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su número 1579: «Todos los ministros ordenados de la Iglesia latina, exceptuados los diáconos permanentes, son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como célibes y que tienen la voluntad de guardar el celibato ‘por el Reino de los cielos’ (Mt 19,12). Llamados a consagrarse totalmente al Señor y a sus ‘cosas’ (cfr. 1 Co 7,32), se entregan enteramente a Dios y a los hombres. El celibato es un signo de esta vida nueva al servicio de la cual es consagrado el ministro de la Iglesia; aceptado con un corazón alegre, anuncia de modo radiante el Reino de Dios».

Cuando se pierde esa alegría que tiene la vista puesta en la Vida Eterna, comienza también a olvidarse el valor de dones magníficos como es la vida virginal. Hay algunos sacerdotes que parecieran estar esperando con impaciencia que la medida disciplinaria del celibato eclesial sea levantada para correr a casarse; y llegan a decir: «Yo no hice voto de pobreza, castidad y obediencia, como hacen los miembros de congregaciones religiosas, porque yo soy diocesano: así que podré dejar de cumplirlos».

El problema es que la secularización hace mella por doquier, y pareciera que en la mente de muchos cristianos de todos los niveles el anhelo más ferviente fuera vivir lo más parecido al resto del mundo.


AL RESCATE

El mejor modo de combatir la inmoralidad sexual es por medio de la oración y por la enseñanza de la virtud. Pero si la virginidad es presentada como carencia y no como adquisición, como algo que se pierde y no algo que se gana, entonces va a estar muy difícil que a alguien le simpatice.

Por lo pronto aquí hay algunos comentarios para ayudar a todos —sacerdotes, religiosos y laicos— a apreciar la virginidad:

+ «La virginidad, tan infravalorada en el judaísmo, fue elegida por María como una forma de pobreza; es una manifestación de que la salvación viene de Dios».
P. Donaldo D’Souza

+ «La castidad consagrada no es una vida sin amor. El religioso, con su voto de castidad, no opta por un camino de egoísmo, ni desprecia la sexualidad o el matrimonio. No hace un voto de desamor, sino un voto de radicalismo en el amor que trasciende la carne y la sangre».
P. Paulo Dierckx

+ «El celibato y la virginidad no reniegan de la naturaleza humana, sino que más bien la realizan a un nivel más profundo. Los vírgenes consagrados —hombres y mujeres— son aquellos que han entendido esta respuesta en su grado más elevado.
Fray Raniero Cantalamessa, ofm

+ «Las mentes turbadas por la propia sexualidad... seguirán pidiendo que los sacerdotes se casen. Piensan que el celibato es triste, insano... No saben su belleza. El consagrado dona a Dios completamente su ser. Sin reservas es la vida del célibe, sin escondites, sin oscuridad.
Germán Díaz , religioso salesiano

+ «La razón más profunda del celibato sacerdotal no se reduce a la mayor disponibilidad que éste permite. Es más bien un testimonio cercano de que ‘sólo Dios basta’ y por eso desconcierta y enfurece a los que pretenden borrar a Dios de la sociedad»
Ignacio Aréchaga, periodista

«Ser vírgenes y saber practicar el ayuno es atestiguar que la vida eterna nos espera; más aún, que ya está entre nosotros. Sin virginidad y sin ayuno, la Iglesia no es ya Iglesia; se hace intrascendente».
CARD. RATZINGER

«Jesucristo, supremo sacerdote, es modelo de todos los sacerdotes y Él fue célibe, entregado por completo a la tarea de evangelizar».
P. ROBERTO FERNÁNDEZ

«Cristo no vaciló en pedir a quienes escogía como apóstoles que dejaran todo para seguirlo. Dejarlo todo significa también renunciar a formarse una propia familia. Jesús, mejor que nadie, sabía que esa renuncia requiere mucha generosidad... Es verdad, entonces, que el celibato consagrado requiere una gracia especial, porque es un ideal que supera las fuerzas de la naturaleza humana. Pero el Señor no dejará de conceder esa gracia a quienes llama al sacerdocio.
PEDRO JULIO, ESCRITOR CATÓLICO




La enseñanza de Benedicto XVI


«Para el mundo agnóstico, el mundo en el que Dios no tiene nada que ver, el celibato es un gran escándalo, porque muestra precisamente que Dios es considerado y vivido como realidad. Con la vida escatológica del celibato, el mundo futuro de Dios entra en las realidades de nuestro tiempo».

«El no casarse es algo fundamentalmente distinto del celibato, porque el no casarse se basa en la voluntad de vivir sólo para uno mismo, de no aceptar ningún vínculo definitivo... Mientras que el celibato es justo lo contrario: es un ‘sí’ definitivo a dejarse tomar de la mano de Dios, entregarse en las manos del Señor, y es, por tanto, un acto de fidelidad y confianza».



La sublime virginidad


Lo escribe la madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia (1929- ), fundadora de la Obra de la Iglesia, institución de derecho pontificio:

* Cristo es la expresión más sublime de la Virginidad eterna.

* ¡Virginidad, virginidad!, las almas, por no conocerte, te creen infecunda...

* La fecundidad espiritual tiene sus raíces en la virginidad; por eso, ¡qué virginidad la de María y qué fecundidad la suya!

* ¡Oh virginidad, que robas el corazón de las almas puras; que eres tan fecunda que el mismo Dios, para engendrar, y la Virgen, para ser Madre, lo fueron en ti!

* Tú que dices que necesitas formar un hogar para estar rodeado de hijos y sí poderle dar gloria a Dios mediante esa fecundidad, necesito que sepas que hay una fecundidad por encima de ésta que tu mirada humana descubre, y que tiene su principio en la misma fecundidad infinita de la virginidad eterna...

* Fíjate si es fecunda la virginidad, que, incluso entre las almas consagradas a Dios, la más fecunda es la más virgen; no la que más predique ni a la que más se la vea, sino aquella que, haciéndose una cosa con la virginidad increada, se haga tan virgen, ¡tanto, tanto, tanto!, que arranque de esa virginidad el regalo que el Esposo divino hace a los suyos: ser padres y madres de las almas.

* Aquel que participe más en la virginidad divina, será más fecundo. Pues el virgen tiene su máxima fecundidad en el vacío de todo lo de acá, y llenura de sólo Dios.

* Alma que me escuchas, tal vez sacerdote o esposa de Cristo, consagrado o consagrada a Él, ¿quiéres saber en qué medida eres padre o madre de las almas? La virginidad que poseas será la medida de tu fecundidad.

* Yo necesito ser virgen, sabiendo que, en la medida que lo sea, me haré una cosa con Dios , a imitación de María.


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