Diez mitos sobre la pedofilia de los sacerdotes
Deal Hudson
CRISIS Magazine, 4 de abril 2002
Mito 1: Es más probable que
sacerdotes católicos, en comparación con otros grupos de hombres, sean
pedófilos
Esto es simplemente falso. No existe evidencia alguna de
que los sacerdotes estén más inclinados a abusar de los niños que otros grupos
de hombres.
El uso y abuso de los niños como objeto de gratificación
sexual por parte de los adultos es epidémico en todas las clases sociales,
profesiones, religiones y grupos étnicos alrededor del mundo, según lo
demuestran claramente las estadísticas acerca de la pornografía, el incesto y la
prostitución infantil. La pedofilia (el abuso sexual de niños preadolescentes)
entre los sacerdotes es extremamente rara, pues afecta solamente al 0.3% del
clero. Esta cifra, citada en el libro Pedophiilia and Piresthood
(Pedofilia y Sacerdocio), escrito por el estudioso no-católico Philip
Jenkins, está tomada del estudio más amplio que existe hoy día sobre este tema.
Concluye que solamente uno de entre 2,252 sacerdotes que formaron parte del
estudio a lo largo de un período de más de 30 años, se ha visto afectado por la
pedofilia. En los escándalos recientes de Boston, solamente 4 de entre más de
los 80 sacerdotes etiquetados por los medios de comunicación como "pedófilos"
son en realidad culpables de abusar de niños pequeños.
La pedofilia es un
tipo particular de desorden sexual compulsivo en el cual un adulto (hombre o
mujer) abusa de niños preadolescentes. La gran mayoría de los escándalos
sexuales del clero que están saliendo a la luz ahora no entran propiamente en la
categoría de pedofilia. Más bien, se deben calificar como efebofilia o
atracción homosexual hacia adolescentes. Aunque el número total de sacerdotes
que cometen abuso sexual es mucho más alto que el de los que son culpables de
pedofilia, la cifra total queda aún por debajo del 2% que es semejante al
porcentaje que se da entre hombres casados (Jenkins, Pedophilia and
Priests).
Con ocasión de la crisis actual en la Iglesia, otros grupos
religiosos e instituciones no religiosas han admitido tener problemas semejantes
tanto de pedofilia como de efebofilia entre las filas de su clero o personal. No
hay evidencia de que la pedofilia sea más común entre el clero católico, que
entre los Ministros protestantes, los líderes Judíos, los médicos, o miembros de
cualquier otra institución en la que los adultos ocupen posiciones de autoridad
sobre los niños.
Mito 2. El estado célibe de los sacerdotes
conduce hacia la pedofilia
El celibato no es causa de ninguna
adicción sexual desviada, entre las que se cataloga la pedofilia. De hecho, en
comparación con los sacerdotes, es tan probable que los hombres casados abusen
sexualmente de los niños (Jenkins, Pedophilia and Priests). Entre la
población general, la mayoría de los transgresores son hombres heterosexuales
reincidentes que abusan sexualmente de las niñas. También hay mujeres que
cometen este tipo de abusos sexuales. Aunque es difícil obtener estadísticas
exactas sobre el abuso sexual de los niños, los rasgos característicos de los
que repetidamente cometen abuso sexual con niños han sido bien descritos. El
perfil de los abusadores sexuales de niños nunca incluye adultos normales que se
sienten atraídos eróticamente hacia los niños como resultado de la abstinencia
(Fred Berlin, Compulsive Sexual Behaviors, in Addiction and Compulsion
Behaviors [Boston: NCBC, 1998]; Patrick J. Carnes, Sexual Compulsion:
Challenge for Church Leaders, in Addiction and Compulsion; Dale O’Leary,
Homosexuality and Abuse).
Mito 3. Si los sacerdotes se
casaran, desparecerían la pedofilia y otras formas de conducta sexual
desviada
Algunas personas incluyendo algunos disidentes católicos
que suelen expresar su disconformidad en público se están aprovechando de
esta crisis para promover sus propios intereses. Como respuesta a los
escándalos, algunos están exigiendo que el clero sea casado, como si el
matrimonio hiciera que "ciertos" hombres dejasen de molestar sexualmente a los
niños. Esta afirmación se desmiente con las estadísticas mencionadas antes sobre
el hecho de que, comparados con los sacerdotes célibes, es igualmente común que
los hombres casados abusen sexualmente de los niños. (Jenkins, Pedophilia and
Priests).
Dado que ni el ser católico ni el ser célibe predispone a
una persona a caer en la pedofilia, el clero casado no resolvería el problema
(Doctors call for pedophilia research, The Hartford Currant, March 23).
No hay más que mirar a las crisis en otras religiones, sectas o profesiones para
ver este punto con claridad.
El hecho es que hombres heterosexuales sanos
no suelen caer en la atracción erótica hacia los niños como resultado de su
abstinencia.
Mito 4. El celibato sacerdotal fue una invención
medieval
Mentira. En la Iglesia católica de Occidente, el celibato se
practicó ya universalmente a partir del siglo IV, comenzando con la adopción que
S. Agustín hizo de la disciplina monástica para todos sus sacerdotes. Además de
las muchas razones prácticas para adoptar esta disciplina se suponía que era
un buen medio para evitar el nepotismo el estilo de vida célibe permitía a
los sacerdotes ser más independientes y disponibles. Este ideal era también una
oportunidad para que los sacerdotes dieran también testimonio del mismo estilo
de vida que sus hermanos los monjes. La Iglesia no ha cambiado las normas del
celibato, porque con el paso de los siglos se ha dado cuenta del valor práctico
y espiritual que posee (Pablo VI, carta encíclica sobre El celibato
sacerdotal, 1967). De hecho, incluso en la Iglesia católica del Este que
admite también la posibilidad de tener sacerdotes casados los obispos son
elegidos solamente entre los sacerdotes no casados.
Cristo reveló el
verdadero valor y significado del celibato. Los sacerdotes católicos, desde S.
Pablo hasta el presente le han imitado en la total donación de si mismos a Dios
y a los demás viviendo célibes. Aunque Cristo elevó el matrimonio al nivel de
sacramento que revela el amor y vida de la Santísima Trinidad, él fue también
testigo vivo de la vida futura. Los sacerdotes célibes son para nosotros
testigos vivos de esta vida futura en la cual la unidad y el gozo del matrimonio
entre un hombre y una mujer son sobrepasados por la perfecta y amorosa comunión
con Dios. El celibato entendido y vivido adecuadamente libera a la persona para
amar y servir como Cristo lo hizo.
En los últimos cuarenta años, el
celibato ha sido un testimonio todavía más poderoso del sacrificio amoroso de
hombres y mujeres que se ofrecen a si mismos para servir a sus
comunidades.
Mito 5. Mujeres sacerdotes ayudarían a solucionar el
problema
No hay en absoluto ninguna conexión lógica entre el
comportamiento desviado de una pequeña minoría de sacerdotes varones y la
inclusión en sus filas de las mujeres. Aunque es verdad que según muestran la
mayoría de las estadísticas sobre abuso de niños es más común que los hombres
abusen de ellos, el hecho es que también hay mujeres que molestan sexualmente a
los niños. En 1994, el National Opinion Research Center demostró que la
segunda forma más común de abuso sexual de niños era el de mujeres que abusaban
de niños varones. Por cada tres varones abusadores sexuales de niños, hay una
mujer abusadora. Las estadísticas sobre las mujeres que abusan sexualmente de
otros son más difíciles de obtener porque el crimen es más oculto (entrevista
con el Dr. Richard Cross, "Una cuestión de carácter", National Opinion Research
Center; cf. Carnes). Además, es más imporbable que sus víctimas más frecuentes,
los niños, reporten los abusos sexuales, especialmente cuando el abusador es una
mujer (O’Leary, Child Sexual Abuse).
Hay razones por las cuales la
Iglesia no puede ordenar sacerdotes a las mujeres (como Juan Pablo II ha
explicado en numerosas ocasiones). Pero esto nos sacaría ahora del tema. El
debate sobre la ordenación de las mujeres no está para nada relacionado con el
problema de la pedofilia ni con otras formas de abuso sexual.
Mito
6. La homosexualidad no está conectada con la pedofilia
Esto es
simplemente falso. Es tres veces más probable que los homosexuales sean
pedófilos que los hombres heterosexuales. Aunque la pedofilia exclusiva
(atracción hacia los preadolescentes) es un fenómeno extremo y raro, un tercio
de los varones homosexuales sienten atracción por los adolescentes (Jenkins,
Priests and Pedophilia). La seducción de adolescentes varones por parte
de homosexuales es un fenómeno bien documentado. Esta forma de comportamiento
desviado es el tipo más común de abuso obrado por sacerdotes y está directamente
relacionado con el comportamiento homosexual.
Como Michael Ross muestra
en su libro, Goodbye!, Good Men (Adiós, hombres buenos!), hay una activa
sub-cultura homosexual dentro de la Iglesia. Esto se debe a varios factores. La
confusión que se ha dado en la Iglesia como resultado de la revolución sexual de
los años 60, el tumulto posterior al Concilio Vaticano II, y una mayor
aprobación de la homosexualidad por parte de la cultura. Todo esto hizo que se
creara un ambiente en el cual homosexuales varones activos fueron admitidos y
tolerados en el sacerdocio. La Iglesia se ha apoyado también más en la
psiquiatría para valorar la idoneidad de a los candidatos al sacerdocio y para
tratar a los sacerdotes que tenían problemas. En 1973, The American
Psychological Association (Asociación Psicológica Americana) dejó de
considerar la homosexualidad como una orientación objetivamente desordenada y la
suprimió de su Manual Diagnóstico y Estadístico (Nicolosi, J.,
Reparative Therapy of Male Homosexuality, 1991; Diamond, E,. Et al.
Homosexuality and Hope, documento no publicado de la CMA). Lógicamente,
el tratamiento de comportamientos sexuales desviados se vio afectado por este
cambio de actitud.
Mientras la actitud de la Iglesia hacia quienes tienen
problema de atracción homosexual se ha caracterizado por la compasión, también
ha sido firme y constante en sostener el punto de vista de que la homosexualidad
es objetivamente desordenada y que el matrimonio entre un hombre y una mujer es
el único contexto propio para el ejercicio de la actividad
sexual.
Mito 7. La Jerarquía católica no ha hecho nada para
solucionar la pedofilia
Aunque todos estamos de acuerdo en que la
jerarquía no ha hecho lo suficiente, esta afirmación es, sin embargo, falsa.
Cuando el Código de Derecho Canónico fue revisado en 1983, se añadió un
pasaje importante:
El clérigo que cometa de otro modo un delito contra el sexto mandamiento del Decálogo, cuando este delito haya sido cometido con violencia o amenazas, o públicamente o con un menor que no haya cumplido dieciséis años de edad, debe ser castigado con penas justas, sin excluir la expulsión del estado clerical, cuando el caso lo requiera. (Canon 1395, 2)
Pero ciertamente, no es lo único que la Iglesia ha hecho. Los obispos,
comenzando con el Papa Pablo VI en 1967, publicaron una advertencia dirigida a
los fieles sobre las consecuencias negativas de la revolución sexual. La
encíclica papal Sacerdotalis coelibatus (sobre el celibato sacerdotal),
trató el tema del celibato sacerdotal en medio de un ambiente cultural que
exigía mayor "libertad" sexual. El Papa volvió a reafirmar el celibato al mismo
tiempo que apelaba a los obispos para que asumieran responsabilidad por "los
hermanos sacerdotes afligidos por dificultades que ponen en peligro el don
divino que han recibido". Aconsejaba a los obispos que buscaran ayuda para
estos sacerdotes, o, en casos graves, que pidieran la dispensa para los
sacerdotes que no podían ser ayudados. Además, les pidió que fuesen más
prudentes al juzgar sobre la aptitud de los candidatos al sacerdocio.
En
1975, la Iglesia publicó otro documento llamado Declaración sobre ciertas
cuestiones sobre la ética sexual (escrito por el cardenal Josef Raztinger)
que trataba explícitamente, entre otros asuntos, el problema de la
homosexualidad entre los sacerdotes. Tanto el documento de 1967 como el de 1975
tratan el tema de las desviaciones sexuales, incluso la pedofilia y la
efebofilia, que son especialmente frecuentes entre los homosexuales.
En
1994, el Ad hoc Committee on Sexual Abuse (Comité sobre abuso sexual de
la Conferencia Episcopal Americana) publicó unas orientaciones dirigidas a las
191 diócesis de Estados Unidos para ayudarles a crear unas líneas de acción para
tratar el problema de abuso sexual de menores. Casi todas las diócesis
redactaron sus propias directrices (USCCB document: Guideliness for dealing
with Child sexual Abuse, 1993-1994). En estas fechas la pedofilia se
reconocía ya como un desorden que no podía ser curado, y como un problema que se
estaba agravando debido al aumento de la pornografía. Antes de 1994, los obispos
siguieron la opinión de los psiquiatras expertos que creían que la pedofilia
podía ser tratada con éxito. Los sacerdotes convictos de abuso sexual eran
enviados a uno de los establecimientos especializados de los Estados Unidos. Los
obispos frecuentemente se basaban en los juicios de los expertos para determinar
si los sacerdotes estaban listos para volver al ministerio. Esto no mitiga la
negligencia por parte de algunos miembros de la jerarquía, pero por lo menos
ayuda a entender mejor la cuestión.
Como respuesta a los escándalos
recientes, algunas diócesis están creando comisiones especiales para afrontar
los casos de abuso de menores, y también están creando grupos de defensa de las
víctimas; y están reconociendo oficialmente que se debe atender inmediatamente
cualquier legítima acusación.
Mito 8. La enseñanza de la Iglesia
sobre moralidad sexual es el verdadero problema, no la pedofilia
La
enseñanza de la Iglesia sobre la moralidad sexual se basa en la dignidad de la
persona humana y en la bondad de la sexualidad humana. Esta enseñanza condena el
abuso de los niños en todas sus formas, lo mismo que condena otros crímenes
sexuales reprensibles como la violación, el incesto, la pornografía infantil y
la prostitución infantil. En otras palabras, si estas enseñanzas se vivieran, no
existiría el problema de la pedofilia.
La creencia de que esta enseñanza
conduce a la pedofilia se basa en un concepción falsa o en una deliberada falsa
interpretación de la moral sexual católica. La Iglesia reconoce que la actividad
sexual sin el amor y compromiso que se da solamente en el matrimonio, disminuye
la dignidad de la persona humana y a fin de cuentas es destructiva. En lo que se
refiere al celibato, siglos de experiencia han probado que hombres y mujeres
pueden abstenerse de la actividad sexual al mismo tiempo que se realizan
plenamente viviendo una vida sana y llena de sentido.
Mito 9. Los
periodistas católicos han ignorado el problema de la pedofilia
Como
todo lector de CRISIS sabe, esta afirmación es claramente falsa. Nuestro
artículo de portada de octubre de 2001 se titulaba así: The
High Price of Priestly Pederasty, (El alto precio de la pederastia de
los sacerdotes), una exposición del escándalo que saldría a la superficie en el
resto de la prensa tres meses después. Puedes leer nuestro artículo haciendo
click sobre el título.
Y nosotros no fuimos los únicos que hemos seguido
el problema de pedofilia/pederastia. Charles Sennot, autor de Broken Covenant,
Rod Dreher de la National Review, el cofundador de CRISIS, Ralph
McIncerny, Maggie Gallagher, Dale O’Leary, The Catholic Medical Association,
Michael Novak, Peggy Noona, Bill Donohue, Dr. Richard Cross, Philip Lawler, Alan
Keyes, and Msgr. George Kelly han cubierto este tema ampliamente.
El
hecho de que el resto de los medios de comunicación haya ignorado nuestro
trabajo, no significa que no lo hayamos hecho.
Mito 10. El
requisito del celibato limita el número de candidatos al sacerdocio, con el
resultado de que haya un número alto de sacerdotes sexualmente
desequilibrados
Primero de todo, no existe un "alto número de
sacerdotes sexualmente desequilibrados". De nuevo afirmamos que la gran
mayoría de los sacerdotes son normales, sanos y fieles. Cada día demuestran que
son dignos de la confianza de aquellos cuyo cuidado se les ha
confiado.
En segundo lugar, quienes no se sienten llamados a una vida de
celibato están ipso facto excluidos de poder ser sacerdotes católicos. De hecho,
la mayoría de los hombres no está llamada a ser célibe. Sin embargo, algunos
están llamados, y de entre ellos algunos están llamados por Dios al
sacerdocio.
La vocación sacerdotal, como el matrimonio, requiere el mutuo
y libre consentimiento de ambas partes. Por tanto, la Iglesia debe discernir si
un candidato es verdaderamente digno y apto mental, física y espiritualmente
para comprometerse a una vida de servicio sacerdotal. El deseo que un candidato
tenga de ser sacerdote no constituye de por sí una vocación. Los directores
espirituales y vocacionales conocen ahora mejor que nunca las deficiencias de
carácter que hacen que un candidato, en otros campos cualificado, no sea apto
para el sacerdocio.
Cortesía de Crisis Magazine http://www.crisismagazine.com/
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