SECTAS Y LA FALTA
DE RESPUESTA
APOLOGÉTICA
II PRO Y CONTRA (clerus.org) EL HILO DE LA MADEJA
Desde
cuando empecé a trabajar en el problema de las sectas, me resultó difícil
comprender la razón por la cual personas inteligentes pudieran rechazar
rotundamente cualquier tipo de apologética, no obstante los estragos que las
sectas estaban causando en las filas católicas. Su fervor en favor del
ecumenismo me parecía fuera de lugar, inconcebible en un contexto tan ajeno al
diálogo y la comprensión.
VISIÓN TRIUNFALISTA
Sin duda,
no será fácil encontrar una justificación satisfactoria al manejo de este doble
lenguaje en asuntos de tanta importancia y con consecuencias tan
trascendentales. Sinceramente me temo que responde a una cierta visión
triunfalista de la Iglesia, que quiere presentarse frente a la humanidad como
segura de sí misma, lista para abanderar las grandes causas del diálogo y la
comprensión entre los pueblos, las ideologías y los credos.
En este
contexto, evidentemente, el problema de las sectas, como elemento disgregador
en el mismo seno de la Iglesia, podría representar una nota discordante. Por
eso no se menciona en los grandes documentos.
IRSE CON LA FINTA
Abordándose
así el problema de la división religiosa, no fue difícil optar por el ecumenismo.
Por eso, los responsables de los seminarios, las facultades de teología y los
centros de formación para religiosas o laicos incluyeron en su plan de estudio
la cátedra de ecumenismo como medio para enfrentar el problema de la división
religiosa.
Como era de esperarse, lo único que lograron fue crear a
gente acomplejada con relación al problema de las sectas, sin salirse del
consejo de siempre: “No se metan con ellos”. Es que la realidad era muy
diferente de la que soñaban con el ecumenismo. En lugar de comprensión,
encontraron un rotundo rechazo, y en lugar de diálogo un monólogo con unas
ganas desmedidas de proselitismo, con miras a expandir cada uno “su” iglesia, a
expensas de la Iglesia Católica. Se fueron con la finta, atraídos por el nombre de la medicina o el color de la etiqueta. Y allá están las consecuencias. ¡Cuánto mejor hubiera sido ser claros desde un principio! Pan al pan y vino al vino.
SOFISMAS — La fe no se defiende, se vive. Evidentemente,
se trata de sofismas y nada más, para confundir a la gente sencilla,
aprovechándose de la propia autoridad y haciendo uso de razonamientos huecos
que no tienen nada que ver con la realidad. En efecto, cualquiera
entiende que no se trata de defender la fe en abstracto, sino de ayudar al
católico de la calle a tener una idea clara acerca de su identidad y no dejarse
confundir por las sectas. Esta aclaración puede representar el inicio de un
camino hacia Dios. Respecto a
la manera concreta de llevar a cabo la defensa de la fe, no es cierto que se
enseña a pelear. Una cosa es “dar razón” de la propia fe con argumentos
(1Pe 3,15) y otra cosa es pelear. De otra manera habría que acusar al mismo Jesús
de ser un peleonero por haber rechazado con argumentos las solicitaciones de
Satanás (Mt 4,1-11) o por dar respuesta a los ataques de los fariseos (Jn
8,30-59). Por último,
no es difícil notar como oponer la apologética a la evangelización es una forma
equivocada de plantear el problema. En realidad, no existe ninguna
oposición entre apologética y evangelización; más bien, existe
complementariedad. La apologética abre el camino y lleva a la evangelización y
la evangelización, si quiere ser auténtica y eficaz, tiene que suponer la
apologética. De otra manera se arriesga con construir comunidades católicas con pies de barro: muchos conocimientos, mucho entusiasmo, pero a la mera hora todo se derrumba al no contar con bases firmes. Se van con la finta: la emoción, las muchedumbres o el líder carismático. Y para seguir con todo esto, se llega a dejar la Iglesia de Cristo con las enormes riquezas que posee. EL CABALLO DE TROYA
La
experiencia enseña que muchos católicos “comprometidos” han dejado la Iglesia
por irse con la finta, practicando un ecumenismo ingenuo, sin tener los pies
bien puestos sobre la tierra (apologética). Ahí están tantas sectas nuevas
nacidas de un malentendido ecumenismo: “El Castillo del Rey” (Monterrey, N.L.),
“Vino Nuevo” (Cd. Juárez, Chih.) y “Monte María” (hoy, “Tierra Prometida”, en
Tlalnepantla, Estado de México.), para mencionar los casos más clamorosos de
México.
Ojalá que
desde arriba empiecen a llegar señales claras al respecto, deslindando claramente
los terrenos del ecumenismo de los terrenos de la apologética, que representa
la base para cualquier tipo de diálogo. De otra manera, seguiremos perdiendo
gente, fascinada por un ecumenismo irreal, que está actuando al interior de la
Iglesia como un verdadero “Caballo de Troya”.
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