SECTAS Y AUSENCIA DE LA PALABRA EN LA IGLESIA CATÓLICA

NI ORO NI PLATA:

LA FUERZA DE LA PALABRA

(clerus.org)

 

Hay tiempo y medios para todo. Para transmitir la Palabra, no hay ni tiempo ni medios. Es que la Palabra no rinde. Falta de fe.

ROMÁNTICOS TROVADORES DEL SIGLO XX

Recorriendo los distintos países del continente americano, tengo la impresión de que pocos creen en la “Fuerza de la Palabra”. Por lo general, al hablar de “Misiones” y “Misioneros”, todos piensan en “oro y plata”, para realizar “obras”.

Al verme con mochila y huaraches (sandalias), rodeado de pobres campesinos vueltos en “misioneros populares”, muchos se quedan escépticos acerca del éxito de la misión, como pensando: “¿Y así ustedes creen que van a realizar la misión?”.

 

En realidad, los Apóstoles de la Palabra parecemos unos románticos trovadores de la Edad Media, catapultados en el mundo misionero del siglo XX, algo ridículos, como ridículo tenía que parecer David frente a Goliat, con una honda en la mano y una enorme gana de luchar por el pueblo.

Claro que, poco a poco, los escépticos empiezan a ponerse algo nerviosos frente a la eficacia de este nuevo tipo de “competencia”, de casa en casa, con la Biblia en la mano, un cantoral y algún folleto de explicación.

 

¿No será el miedo a enfrentarse cara a cara con el poder de la Palabra, eje fundamental de la predicación apostólica?

No tengo ni oro ni plata; pero lo que tengo te lo doy: en el nombre de Jesucristo, el nazareno, levántate y anda (Hech 3,6).

En nuestro caso, lo único que podemos compartir es el pan de la Palabra y nuestro enorme deseo de servir a Dios y a los hermanos, como los antiguos pescadores de Galilea vueltos en Apóstoles de Cristo. Y sin embargo, la gente nos escucha y queda fortalecida en la fe. Es que la misión auténtica tiene poco que ver con el dinero:

 

No lleven ni oro, ni plata, ni bolsas, ni alforjas para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento (Mt 10, 9-10).

 

¡Qué diferencia con la misión de hoy, en que se piensa que, sin dinero, no se puede hacer nada y que es necesario ayudar económicamente para ser escuchados.

 

 

DINERO Y SEGURIDAD

Es triste notar como lo primero que preguntan todos (me refiero a gente de Iglesia) es: “¿Quién sostiene la obra? ¿Dónde tienen su casa? ¿Cómo se mantienen?” Como siempre dinero y seguridad. Entrega a Dios, claro, pero siempre con los pies bien puestos sobre la tierra: Dios y el dinero.

“¿Qué pasa, cuando se enferman?”, preguntan. “¿Y para la ancianidad, qué tienen previsto?”. Parecen todas preguntas sensatas, destinadas a evitar entusiasmos pasajeros y asegurar bases firmes y duraderas, cuando en realidad son el reflejo claro de la desconfianza en el amor del Padre, que se preocupa por el bien de sus hijos.

No se preocupen diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué nos vamos a vestir? Por todas esas cosas se afanan los paganos. Su Padre celestial ya sabe que necesitan todo eso. Busquen primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura (Mt 6, 31-34).

 

Gracias a Dios, la experiencia nos enseña que todo eso es cierto y que nunca nos ha faltado lo necesario para vivir y anunciar la Palabra en todos los países del continente americano, hasta en los más pobres. Otro dato importante: los pobres son los que más comprenden al pobre y saben compartir.

Claro que especialmente al principio, muchas posibles vocaciones quedan fácilmente frustradas frente a estos cuestionamientos, prefiriendo el cuartito con agua caliente y fría, el coche, la misa diaria y tantas cosas más a una vida de eternos peregrinos, sin ninguna seguridad humana y siempre expuestos al peligro. Es que el seguimiento de Cristo nunca ha sido fácil:

 

Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza (Lc 9,58).

 

 

PALABRA Y PROMOCIÓN HUMANA

No faltan los pretextos para justificarlo todo: “El hombre no es solo espíritu. Es alma y cuerpo. En la evangelización hay que tener presentes los dos aspectos. De otra manera, no sería completa. Además, no se puede predicar a uno que tienen el estómago vacío. Primero hay que llenarle el estómago y después hay que hablarle de Dios”.

 

Por eso se ha tratado de unir siempre la Palabra de Dios con el colegio, el dispensario médico, el kinder, el asilo de ancianos, etc. Pero, ¿qué ha pasado? Que poco a poco se ha privilegiado lo material con relación a la espiritual, dejando a un lado la Palabra de Dios, hasta volverse en “expertos” en educación, salud y todo lo demás y eternos aprendices con relación a la Palabra. Y lo que es peor, poco a poco se empezó a dejar a los pobres por los pudientes. El pretexto: “También ellos son pobres espiritualmente; hay que atenderlos”.

 

 

PALABRA Y TESTIMONIO

Es evidente que no se puede evangelizar sin testimonio. Sin embargo, no hay que absolutizar el testimonio en detrimento de la Palabra. Donde no se puede hablar abiertamente del Evangelio, hay que limitarse al testimonio; pero, donde se puede hablar, hay que hablar.

 

Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo (Rom 10,9).

 

También aquí, de hecho, ¿qué ha pasado? Que se ha querido transportar a América Latina un estilo propio de ciertos países europeos (Francia, por ejemplo), donde, a mitad de este siglo, se llegó a la convicción de que hoy no es conveniente “hablar” del Evangelio (¿quién no recuerda la experiencia de los curas obreros en Francia?) y que la única manera de llegar a la gente consiste en vivir el Evangelio y testimoniarlo con la vida.

 

Bueno. Tal vez esto será cierto allá (yo lo dudo), pero no aquí. Entonces, ¿por qué tratar de transportar a un país la problemática y la experiencia de otro tan diferente? En realidad, gracias a Dios, aquí se puede hablar abiertamente de Dios.

 

¿Por qué no hablar, entonces? Aquí el pueblo tiene hambre de pan y hambre de la Palabra de Dios.

No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4,4).

¿No lo hacemos nosotros? Otros se encargarán de hacerlo (las sectas) a su manera, dándonos una prueba clara de que sí se puede y se debe hablar de Dios.

 

 

PALABRA Y SACRAMENTOS

Todos sabemos que la Palabra lleva al sacramento y sin Palabra el sacramento pierde gran parte de su eficacia. Sin embargo, por falta de organización, falta de personal y tantas cosas más, el hecho es que se cayó en el sacramentalismo; ritos al por mayor, sin una verdadera participación de parte del pueblo.

Así que, por lo visto, en toda la vida de la Iglesia, poco a poco la Palabra se ha vuelto en la cenicienta, siempre en el último lugar. Por lo tanto, es tiempo de reaccionar y poner la Palabra en el lugar que le corresponde. Es tiempo de hacer realidad el grande mandato de Cristo:

 

Vayan por todo el mundo y prediquen mi Evangelio a toda creatura (Mc 16,15).

 

 

EXPERTOS EN LA PALABRA

Es lo que necesitamos hoy con urgencia. Como hay expertos en sacramentos, educación, salud, niños, jóvenes, ancianos, etc., ¿por qué no tiene que haber “expertos” en comunicar la Palabra de Dios, a secas, sin mezclarla con otras cosas, que con el tiempo se vuelven en prioritarias, dejando la Palabra en la penumbra o eliminándola completamente?

 

En realidad, todos somos Iglesia y el testimonio global es de la Iglesia como tal, no de las distintas instituciones tomadas una por una. Teniendo presente esto, no todos estamos llamados a trabajar en todo, sino cada uno en lo suyo, haciendo bien lo que hace y tratando de colaborar con los demás. Es la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo, llevada a la práctica de la Evangelización.

 

A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común (...). Si todo fuera un solo miembro, ¿dónde quedaría el cuerpo? Ahora bien, son muchos los miembros, mas uno el cuerpo (1 Cor 12, 7.20).

 

Ahora bien, lo que hoy se necesita en la Iglesia es el desarrollo de un ministerio especial, abocado a la transmisión de la Palabra de Dios a todos los niveles, para que la Palabra de Dios llegue a todos, creyentes y no creyentes, y sea levadura para un cambio a nivel personal y social. Que por lo menos la Biblia se vuelva en el libro de cabecera de todo católico.

“¿Dónde encontrar los medio económicos para subsistir y al mismo tiempo desarrollar este tipo de apostolado?” Nuestra experiencia nos enseña que esto es posible. Sin tantos lujos, evidentemente, y con un gran espíritu de sacrificio.

 

 

CAMBIO DE MENTALIDAD

Hoy es necesario un cambio de mentalidad con relación al papel de la Biblia en la vida del cristiano y de la Iglesia en general. No bastan los documentos oficiales ni las exhortaciones. Se necesita crear toda una cultura alrededor de la Palabra de Dios, acerca de su eficacia, la manera de vivirla y transmitirla.

Una vez superados los obstáculos señalados anteriormente, evitando de mezclar la Palabra de Dios con tantas otras cosas, es necesario buscar caminos concretos para llegar a todos y en la manera más oportuna.

 

 

EL PAPEL DEL LAICADO

Gracias a Dios, en esta línea ya algo se está moviendo dentro de la Iglesia. Por lo que se ve, en este aspecto el laicado lleva la delantera. Es que, al no contar con otros recursos, en la Palabra de Dios ha encontrado el alimento espiritual que necesita. Al mismo tiempo, al estar más cerca de los hermanos “débiles en la fe” y al tomar conciencia de su angustia por falta de luz, es el que más está luchando por llevar a todos la misma Palabra.

 

Ojalá que, frente a esta realidad, el clero y la vida religiosa revisen sus pociones, haciendo una atenta evaluación de los compromisos que ya tienen, para dar más cabida a la Palabra en su vida y su ministerio. O se van a quedar rezagados, como aquel hijo que dijo sí y después no fue (Mt 21, 28-32).

 

 



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