SECTAS Y PARROQUIA EL CONSEJO DE JETRÓ
(clerus.org)
En lugar de
resignarnos a confiar a las sectas el exceso de trabajo pastoral, ¿por qué no
intentamos organizar mejor la parroquia para poder atender debidamente a todos
los miembros del Pueblo de Dios?
NO NOS DAMOS ABASTO Es la queja de muchos pastores de la Iglesia: “No nos damos
abasto; hay mucho trabajo. Con solo tratar de atender a los que de por sí se
acercan a nosotros, ya tenemos trabajo de sobra”. TAMBIÉN LOS DEMÁS ESTÁN EVANGELIZANDO
Es que si
no hacemos nada para acercar a los alejados, estos se van con las sectas.
“Mejor —contestan—. En el fondo, todos estamos trabajando por lo mismo. Lo que
nosotros no logramos hacer, que lo hagan otros”.
Así de
simple. Y con esto, están convencidos de tener criterios muy amplios respecto a
la evangelización, piensan que están favoreciendo el plan de Dios y se sienten
libres de cualquier responsabilidad.
¿Y LA
FIDELIDAD AL EVANGELIO?
Así que, en
el fondo, todo es lo mismo: creer o no en la Eucaristía, aceptar o no el papel
de Pedro y sus sucesores en la guía del Pueblo de Dios, favorecer o no la
unidad entre los discípulos de Cristo, etc. En el fondo, se trata de detalles
insignificantes. Lo importante es creer en Dios, orar y dejarse guiar por la
Palabra de Dios.
Y con eso,
uno se siente moderno y se lleva bien con todos. Al contrario, ¡qué feo es oír
hablar de apostasía, herejía y traición a Cristo! Sin duda se trata de un
lenguaje ya superado, propio de tiempos pasados, cargados de fanatismo e
intolerancia.
Ni modo.
Siempre hubo y siempre habrá falsos profetas, que buscan siempre lo más fácil y
cómodo, que quieren estar siempre sobre la cresta de la ola, cuyo único ideal
es pasarla bien. Para ellos, hablar de fidelidad a Cristo y a su Iglesia no
tiene sentido.
BUSCAR
COLABORADORES “Elige de entre el pueblo hombres capaces, temerosos de
Dios, hombres fieles e incorruptibles, y ponlos al frente del pueblo como jefes
de mil, jefes de ciento, jefes de cincuenta y jefes de diez.
Pues bien,
Moisés escuchó el consejo de Jetró, su suegro, y le fue bien. ¿Por qué nosotros
no hacemos lo mismo? En nuestro caso, el que no aprenda a organizar el trabajo
pastoral, delegando funciones, aunque no pare de trabajar, de todos modos no
alcanza a llegar a todos y no logra satisfacer a nadie plenamente.
¿Qué sería
de la Iglesia, si los pastores se dedicaran a formar a sus colaboradores más
inmediatos, como pueden ser los diáconos permanentes con sus familias, los
dirigentes de los distintos movimientos apostólicos y en general los laicos más
comprometidos? No sé sentirían solos en la tarea de la evangelización y el
pastoreo del Pueblo de Dios. Al mismo tiempo habría mejor atención pastoral
para todos los feligreses, más búsqueda de la oveja perdida y más satisfacción
de parte de todos.
CONCLUSIÓN
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