RELIGIOSOS

 ¿HACIA DÓNDE VAN?

(clerus.org)

 

Compromiso con la justicia y los pobres. ¿Y los valores eminentemente espirituales? ¿Y la evangelización directa? Evidentemente algo está cambiando.

Uno podría fácilmente imaginarse que el(a) religioso(a) es experto/a en las cosas de Dios. Para eso optó por los consejos evangélicos y las bienaventuranzas. Para llenarse de Dios y comunicarlo a los demás. El religioso tendría que ser místico de profesión, con todas las limitaciones humanas que se puedan imaginar.

Sin embargo, cuando uno frecuenta a los(as) religiosos(as) más lúcidos o “avanzados” y se adentra en la literatura que está surgiendo en el ámbito de la vida religiosa, queda completamente decepcionado. No. El religioso no es el experto en las cosas de Dios, ni quiere serlo. Su especialidad va en otro sentido. Va más bien en la vertiente económica, política y social. La vida religiosa como tal quiere comprometerse antes que nada en favor de la justicia y los pobres.

Sus cuestionamientos están cargados de estadísticas y cifras, de reflexiones de orden filosófico, teológico, sociológico, etc. ¿Y la Palabra de Dios? ¿Y los Padres de la Iglesia? ¿Y aquel “sabor” específicamente cristiano y católico? Una que otra cita bíblica de corte revolucionario. Sus planteamientos y sus actitudes son esencialmente de conflicto dentro y fuera del ámbito eclesial. Ya no inspiran aquella paz, que deriva esencialmente del contacto con Dios y que pensábamos iba a ser su característica específica (¿Recuerdan a San Francisco de Asís: “Paz y Bien”?).

Entonces me pregunto: “¿No será una prueba más de la gran devaluación en qué están cayendo los valores espirituales? ¿No será que este tipo de vida religiosa se acerca a su ocaso?”.

En realidad, muchas instituciones religiosas en sus cuestionamientos y acciones se parecen más bien a sindicatos, partidos políticos o sociedades filantrópicas, que a comunidades de hermanos o hermanas, que optaron por hacer visible lo Invisible, ayudándonos a saborear aquellos bienes que son propios de la vida futura, cuando Dios será todo en todos.

Sin duda, es importante poder contar con gente que opte por arreglar las cosas de este mundo y gente que opte por hacernos entrever las cosas de allá, ayudándonos a entrar en contacto con lo Absoluto. Si la vida religiosa opta por lo primero, ¿a quién le tocará lo segundo?

Yo pensaba que al laicado le tocaba el papel de Martha y a la vida religiosa el de María. Pero ahora me entero que las cosas no están así. Los tiempos cambiaron y también los papeles están cambiando.

Así que ya sabes: si quieres luchar por un profundo cambio social en favor de la justicia y los pobres, no pienses en meterte en la política o el sindicato. En realidad, por este camino podrás lograr muy poco. Ingresa más bien en una orden o congregación religiosa y el éxito lo tienes asegurado, puesto que se trata de organizaciones especializadas para eso.

Si, al contrario, quieres hacer una experiencia de Dios (¿Existe todavía gente tan atrasada que quiera eso? Sí, existe, por gracia de Dios), entonces métete en un movimiento laical y lo lograrás. Y te transformarás en un apóstol, un misionero de los tiempos modernos, luchando por llevar el Evangelio a las almas más sedientas de Dios (“¡Qué lenguaje tan antigüito!”, dirán algunos religiosos, superexpertos en economía, comunicación, sociología, antropología, etc.).

Conclusión: los tiempos cambiaron, también la vida religiosa está cambiando. La pregunta es: “¿Hacia dónde va? ¿Qué busca?”. Sin duda está pasando por un período de prueba, una verdadera purificación. Vamos a ver qué queda.

Mientras tanto el laicado encuentra más espacio para moverse en lo específicamente laical (lo de siempre) y en la evangelización directa (lo nuevo). Después de todo, Dios sigue escribiendo derecho en renglones torcidos, llevando la historia hacia rumbos desconocidos e inimaginados apenas hace unos años. A Él sea la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

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