¿Por qué 'adorar' la cruz?
Reflexiones para profundizar
nuestros gestos religiosos.
Autor: P. Lic. José Antonio Marcone,V.E.
Fuente: apologetica.org
Contenido
1. ¿Qué entendemos por
´adoración´?
2.
¿Debemos adorar la cruz de Jesús con adoración de latría?
3.
¿Debemos adorar las imágenes de Cristo con adoración de latría?
4. Respuesta puntual a las
preguntas
Notas
Un amigo me hizo las siguientes preguntas: “Dado que la adoración es un acto
específico que la creatura dirige sólo a la divinidad, ¿porqué entre los ritos
del Viernes Santo está el de la adoración de la Cruz? ¿No se configura como un
acto de idolatría? Entonces, ¿porqué usar esta terminología, que aparece como
blasfema, contra el clarísimo primer mandamiento de la Biblia? ¿Porqué usar esta
terminología que podría desviar a aquella parte del pueblo de Dios que no tiene
instrumentos culturales suficientes para comprender que no se trata, en
definitiva, de un culto dirigido a un objeto de madera? ¿Cómo nació este uso en
la Iglesia Católica? ¿A qué época se remonta? Cada vez que participo en la
celebración del Viernes Santo siempre afloran de nuevo estas preguntas.
Mentalmente las resuelvo siempre diciéndome que se trata de un acto de
veneración”. Para responder estos interrogantes he escrito este pequeño
artículo.
1. ¿Qué entendemos por
´adoración´?
Quiero, ante todo, aclarar la terminología. La palabra adoración es genérica.
Deriva del latín ad-orare, cuyo primer sentido es elevar una súplica. Después
significa tener veneración por alguien, y de aquí, adorar. Ahora bien, como
sucede con toda cosa genérica, requiere la especificación. Cuando la veneración
se dirige a Aquel que tiene la excelencia absoluta, es decir, a Dios esta
adoración se llama adoración de latría.
Por otro lado, Dios comunica su excelencia a algunas creaturas, aunque no según
igualdad con Él, sino según cierta participación. Por eso veneramos a Dios con
una veneración particular que llamamos latría, y a ciertas excelentes creaturas
con otra veneración que llamamos dulía. Pero es necesario estar muy atentos,
porque el honor y la reverencia son debidos solamente a la creatura racional.
Por lo tanto, la dulía corresponde solamente a la creatura racional.
En consecuencia, en sentido estricto, tenemos una adoración de latría que es
sólo para Dios y una adoración de dulía, para las creaturas. Vemos entonces que
el sentido vulgar de la palabra adoración (que coincide con el último sentido de
la palabra latina) se identifica con aquello que hemos llamado, con Santo Tomás
de Aquino, ´adoración de latría´.
2.
¿Debemos adorar la cruz de Jesús con adoración de latría?
Santo Tomás se hace esta misma pregunta[1]. Nos referimos a la misma cruz de
Jesús, aquella en la cual fue clavado. Esta es la respuesta: la adoración de
latría solamente debe ser dirigida a Dios. La dulía (proviene de la palabra
griega doûlos que significa siervo) debe ser dirigida solamente a las creaturas
racionales. Pero a las creaturas materiales (´insensibles´, dice Santo Tomás)
podemos presentarle honor y obsequio en razón de la naturaleza racional. Esto
podemos hacerlo de dos modos: el primer modo es en cuanto la creatura insensible
representa a la naturaleza racional; el segundo es en cuanto la creatura
insensible está unida a la naturaleza racional.
“De ambos modos debe ser venerada por nosotros la cruz de Jesús -dice Santo
Tomás. Del primer modo, en cuanto representa para nosotros la figura de Cristo
extendido sobre la cruz. Del segundo modo, a causa del contacto que tuvo la cruz
con los miembros de Cristo y porque fue bañada con su sangre. Por lo tanto
-continúa diciendo Santo Tomás- de ambos modos la cruz es adorada con la misma
adoración que recibe Cristo, es decir, adoración de latría”.
Debemos estar atentos a aquello que dice Santo Tomás. No damos a la cruz (objeto
de madera) el culto de latría en cuanto objeto de madera sino en cuanto
representa a Cristo y en cuanto estuvo en contacto con su cuerpo y con su
sangre, es decir, en razón de Cristo. Esto quiere decir que la adoración de
latría va dirigida a Cristo y no a un pedazo de madera. Dice el P. Fuentes
respecto a esto: “Evidentemente el concepto clave es aquí la distinción, dentro
de la adoración de latría (...), entre latría absoluta y latría relativa: latría
absoluta es la que se da a una cosa en sí misma (por ejemplo, a Dios, a
Jesucristo, etc.); latría relativa es la que se da a una cosa no por sí misma
sino en orden a lo que es representado por ella (las imágenes). Por tanto, si
bien la cruz no es adorada con culto de latría absoluta, sí lo es con el de
latría relativa”[2].
Ahora bien, ¿qué sucede con las cruces que nosotros tenemos ahora? Estas cruces
son imitaciones de la ´vera cruz´ de Jesús, cruces hechas de piedra, de madera o
metal. La respuesta a esta pregunta pienso que aclarará un poco más nuestro
tema.
3. ¿Debemos adorar las imágenes de Cristo con adoración de latría?
Partimos del punto que estas cruces de las cuales hablamos no son otra cosa que
imágenes de Jesús, es decir, tratan de representar pictóricamente al Dios
encarnado, al Verbo hecho hombre. Exponemos la doctrina de Santo Tomás respecto
a la actitud que nosotros debemos tener hacia las imágenes pictóricas de Cristo.
Podemos considerar las imágenes en general en dos sentidos. Primero, en cuanto
es una cierta cosa, hecha con un material determinado. Segundo, en cuanto es
imagen de una realidad, la cual se configura como ejemplar o modelo de dicha
imagen. En el primer sentido, esto es, en cuanto es una cosa cualquiera, a las
imágenes de Cristo (y también a las cruces hechas actualmente; por ejemplo, de
madera esculpida o pintada), no se les debe dar ninguna reverencia, porque
solamente debemos dar reverencia a la creatura racional. Por lo tanto, a las
imágenes de Cristo (y también a las de los santos), tomadas en este primer
sentido, no debe brindárseles ni adoración de latría, ni dulía, ni siquiera
veneración.
En el segundo sentido la cosa es diferente. Porque cuando yo me dirijo a una
imagen en cuanto representa otra realidad y me la recuerda, no me estoy
dirigiendo a la imagen misma sino a la realidad que representa. Es en este
sentido que nosotros presentamos honor y obsequio a las imágenes de Cristo (y a
las cruces). Por eso, en este sentido, damos a las imágenes de Cristo la misma
reverencia y veneración que damos a la persona de Cristo. Y dado que a Cristo lo
adoramos con adoración de latría, en consecuencia a su imagen debemos adorarla
también con adoración de latría. Para ser más exactos digamos que también a las
imágenes de Cristo las adoramos con latría relativa. Esto lo dice San Juan
Damasceno bellamente: “Imaginis honor ad prototypum pervenit”, esto es, “el
honor dado a una imagen se dirige y llega hasta el prototipo”.
Resumiendo: adoramos las imágenes de Cristo y las cruces en cuanto son símbolos
de una realidad ulterior y divina. Por eso dice el Libro Ceremonial de los
Obispos: “Entre las imágenes sagradas, la figura de la cruz preciosa y
vivificante ocupa el primer lugar, porque es el símbolo de todo el misterio
pascual. Ninguna imagen más estimada ni más antigua para el pueblo cristiano.
Por la Santa Cruz se representa la pasión de Cristo y su triunfo sobre la
muerte, y al mismo tiempo anuncia la segunda y gloriosa venida, según la
enseñanza de los Santos Padres” (n. 1011).
4. Respuesta puntual a las
preguntas
Podemos ahora responder puntualmente a las preguntas puestas al principio de
este pequeño artículo.
1) “Dado que la adoración es un acto específico que la creatura dirige sólo a la
divinidad, ¿porqué entre los ritos del Viernes Santo está el de la adoración de
la Cruz?” Porque la Iglesia quiere que, a través de la cruz, que representa a
Cristo y estuvo en contacto con Él, adoremos al que es hombre y Dios. Ella es el
“símbolo por antonomasia de la pasión de Jesucristo” y “representa al mismo
Jesucristo en el acto de su inmolación. Por eso debe ser adorada con una acto de
adoración de ´latría relativa´ en cuanto imagen de Cristo y por razón del
contacto que con Él tuvo”[3].
2) “¿No se configura como un acto de idolatría?” No, porque el culto de latría
no va dirigido al pedazo de madera sino a Cristo.
3) “Entonces, ¿porqué usar esta terminología, que aparece como blasfema, contra
el clarísimo primer mandamiento de la Biblia?” Esta terminología, teológicamente
hablando, es correctísima. Se puede decir con toda propiedad ´adoración de la
cruz´ porque se puede dar culto de latría relativa a un objeto insensible en
razón de Cristo, que es Dios.
Respecto al problema bíblico es verdad que el primer mandamiento dice: “No te
harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo
que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra.
No te postrarás ante ellas ni les darás culto” (Éx.20,4-5). Pero en realidad
“ese precepto no prohíbe hacer alguna escultura o imagen, sino que prohíbe
hacerlas para ser adoradas. Por eso se agrega inmediatamente: ´No te postrarás
ante ellas ni les darás culto´ (Éx.20,5). Y dado que el movimiento de adoración
que se dirige a la imagen es el mismo que va dirigido y termina en la cosa, al
prohibir la adoración de las imágenes lo que se prohíbe es la adoración de la
cosa, semejanza de la cual es la imagen. Por lo tanto debe entenderse que ese
precepto prohíbe la fabricación y la adoración de las imágenes que los gentiles
hacían para adorar a sus dioses, es decir, a los demonios. Por eso, en el mismo
paso de la Escritura, antes se dice: ´No habrá para ti otros dioses delante de
mi´ (Éx.20,3)”[4]. Esto que acabamos de decir queda confirmado por el mismo
Yahveh cuando manda a Moisés hacer la escultura de dos ángeles para que adornen
el arca de la Alianza: “Harás dos querubines de oro macizo; los pondrás en los
dos extremos del propiciatorio” (Éx.25,18). Si la prohibición fuese de hacer
imágenes en absoluto, el primero en quebrantar dicha prohibición hubiese sido el
mismo Dios. El mismo Dios, según vemos en este texto, manda hacer dos esculturas
para ser veneradas.
Además hay que tener en cuenta que en el Antiguo Testamento esta prohibición de
hacer y adorar imágenes adquiría un sentido especial porque el verdadero Dios se
había revelado como un ser espiritual e incorpóreo y, por lo tanto, no era
posible hacer alguna imagen corporal que expresara adecuadamente a ese Dios
incorpóreo. “Pero dado que en el Nuevo Testamento Dios se hizo hombre, puede ser
adorado en su imagen corporal”[5]. Por lo tanto, vemos que ni en el acto de
adoración de la cruz ni en la terminología usada para expresarlo hay algo que se
oponga a la revelación del Antiguo o del Nuevo Testamento. Al contrario, el
Nuevo Testamento, al revelarnos la encarnación de Dios, nos autoriza a adorarlo
en su imagen corporal.
4) “¿Porqué usar esta terminología que podría desviar a aquella parte del pueblo
de Dios que no tiene instrumentos culturales suficientes para comprender que no
se trata, en definitiva, de un culto dirigido a un objeto de madera?” El
problema no es la terminología que, como dijimos, es correcta. Tanto la
terminología como el tema en sí mismo podría explicarse de tal manera que todos
lo entiendan, aún aquellos que tienen menos ´instrumentos culturales´. Hay
muchos misterios en nuestra religión que no son fáciles de entender en el primer
intento. Necesitan una explicación llena de ciencia y caridad, es decir, con la
capacidad de adaptarse a las condiciones del oyente. Esa es la tarea de los
pastores. Precisamente, uno de los problemas más graves de nuestro tiempo, como
ya lo hacía notar el Papa Pablo VI[6], es el dramático alejamiento y posterior
ruptura entre Evangelio y cultura. Por eso hace falta afrontar una
evangelización profunda, que llegue hasta los fundamentos culturales de las
distintas sociedades.
5) “¿Cómo nació este uso en la Iglesia Católica? ¿A qué época se remonta?”
Pienso, junto con Santo Tomás, que este uso nació de los mismos apóstoles. Lo
que Santo Tomás dice respecto a las imágenes de Cristo se puede aplicar, y con
mayor razón, a la cruz misma de Cristo. Dice este santo: “Los Apóstoles, por el
familiar instinto del Espíritu Santo, transmitieron ciertas cosas a las iglesias
para que sean conservadas que no dejaron en sus escritos, sino que las han
entregado a la sucesión de los fieles para que sean ordenadas como precepto de
la Iglesia. Por eso dice San Pablo: ´Manteneos firmes y conservad las
tradiciones en las cuales fuisteis instruidos, sea por medio de nuestra viva voz
(es decir, oralmente), sea por medio de nuestra carta (es decir, transmitido por
escrito)´ (2Tes.2,15). Y entre estas tradiciones recibidas oralmente está la de
la adoración de la imagen de Cristo. De hecho se dice que San Lucas evangelista
(que fue compañero de los apóstoles) pintó una imagen de Cristo, que se
encuentra en Roma”[7].
Sin duda que ya las primeras comunidades cristianas adoraban la cruz, como es
testigo aquel antiquísimo cántico que se dirige a la cruz como si fuese una
persona y le atribuye poder para dar la salvación: O Crux, ave, spes unica. Hoc
passionis tempore, auge piis iustitiam, reisque dona veniam. “Ave, oh Cruz,
esperanza única. En este tiempo de pasión aumenta la justicia de los santos y a
los culpables dales el perdón”. Los Santos Padres de los primeros siglos, como
San Agustín y San Juan Damasceno, hablan del rito de la adoración de la cruz
como algo ya consolidado en la Iglesia.
En el siglo IV Santa Elena, la madre del emperador Constantino, impulsada por
esta devoción a la cruz de Cristo, se empeña en buscarla y la encuentra. Sin
duda que este hallazgo de la ´vera cruz´ habrá estimulado muchísimo la devoción
a ella.
Notas
[1] S. TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, III Parte, cuestión 25, artículo 4.
[2] FUENTES, M. A., El teólogo responde, Ediciones del Verbo Encarnado, San
Rafael, 2001, p. 169.
[3] FUENTES, M. A., ibidem.
[4] S. TOMÁS DE AQUINO, idem, III, c. 25, a. 3, respuesta 1.
[5] “Sed quia in Novo Testamento Deus factus est homo, potest in sua imagine
corporali adorari” (S. TOMÁS DE AQUINO, ibidem).
[6] Cf. Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, n. 20.
[7] S. TOMÁS DE AQUINO, idem, III, c. 25, a. 3, respuesta 4.
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