La Santa Misa: El Gloria y la Oración Colecta
Catequesis del Papa Francisco
10 de enero 2018
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el recorrido de las catequesis sobre la celebración eucarística hemos
visto que el Acto penitencial nos ayuda a despojarnos de nuestras
presunciones y a presentarnos ante Dios como realmente somos, conscientes de
ser pecadores, con la esperanza de ser perdonados.
Precisamente del encuentro entre la miseria humana y la misericordia divina
brota la gratitud expresada en el “Gloria”, “un himno antiquísimo y
venerable con el que la Iglesia, congregada en el Espíritu Santo, glorifica
a Dios Padre y glorifica y le suplica al Cordero.” (Instrucción General del
Misal Romano, 53).
El inicio de este himno –“Gloria a Dios en el alto del cielo”- retoma el
canto de los ángeles en el nacimiento de Jesús en Belén, el anuncio gozoso
del abrazo entre el cielo y la tierra. Este canto también nos involucra
reunidos en oración: “Gloria a Dios en el alto del cielo y paz en la tierra
a los hombres de buena voluntad”.
Después del “Gloria”, o cuando no lo hay, inmediatamente después del Acto
penitencial, la oración asume una forma particular en la llamada “colecta”
que expresa el carácter propio de la celebración, variable según los días y
tiempos del año (ver ibid., 54). Con la invitación “oremos”, el sacerdote
exhorta al pueblo a recogerse con él en un momento de silencio, para hacerse
conscientes de que están en la presencia de Dios y para que emerjan, del
corazón de cada uno, las intenciones personales con las que participa en la
misa (cf. ibid., 54). El sacerdote dice “oremos”; y después hay unos
instantes de silencio y cada uno piensa en lo que necesita, en lo que quiere
pedir, en la oración.
El silencio no se limita a la ausencia de palabras; es estar dispuesto a
escuchar otras voces: la de nuestro corazón y, sobre todo, la voz del
Espíritu Santo. En la liturgia, la naturaleza del silencio sagrado depende
del momento en que se observa: “En el acto penitencial y después de la
invitación a orar, cada uno se recoge en sí mismo; pero terminada la lectura
o la homilía, todos meditan brevemente lo que escucharon; y después de la
Comunión, alaban a Dios en su corazón y oran” (ibid., 45). Por lo tanto,
antes de la oración inicial, el silencio nos ayuda a recogernos en nosotros
mismos y a pensar en por qué estamos allí. De ahí la importancia de escuchar
nuestro ánimo para abrirlo luego al Señor. Tal vez venimos de días
fatigosos, o de alegría, de dolor, y queremos decírselo al Señor, invocar su
ayuda, pedirle que esté cerca de nosotros; tenemos familiares y amigos que
están enfermos o que atraviesan pruebas difíciles; deseamos confiarle a Dios
las suertes de la Iglesia y del mundo. Para esto sirve el breve silencio
antes de que el sacerdote, recogiendo las intenciones de cada uno, exprese
en voz alta a Dios, en nombre de todos, la oración común que concluye los
ritos de introducción, haciendo la “colecta” de las intenciones
individuales. Recomiendo encarecidamente a los sacerdotes que observen este
momento de silencio y no vayan deprisa: “oremos”, y que se haga silencio. Se
lo recomiendo a los sacerdotes. Sin ese silencio corremos el peligro de
descuidar el recogimiento del alma.
El sacerdote reza esta súplica, esta oración de colecta, con los brazos
abiertos y la actitud del orante, asumido por los cristianos desde los
primeros siglos – como demuestran los frescos de las catacumbas romanas-
para imitar a Cristo con los brazos abiertos en el madero de la cruz. Está
allí. ¡Cristo es el Orante y al mismo tiempo la oración!. En el Crucificado
reconocemos al Sacerdote que ofrece a Dios el culto que le agrada, es decir
la obediencia filial.
En el Rito romano las oraciones son concisas, pero repletas de significado:
se pueden hacer tantas meditaciones hermosas sobre estas oraciones ¡Tan
bellas! Volver a meditar sobre los textos, incluso fuera de la misa, puede
ayudarnos a aprender cómo acudir a Dios, qué pedir, qué palabras usar.
¡Ojalá la liturgia se convierta para todos nosotros en una verdadera escuela
de oración!