Un dios a mi medida: así lo quisiera don Mario Vargas Llosa
Fabio Gadea Mantilla
El autor es empresario radial y
presidente del Parlamento Centroamericano.
Querida Nicaragua: El famoso novelista don Mario Vargas Llosa y el
periodista don Jorge Ramos han coincidido plenamente en sendos artículos
acerca de la inflexibilidad que caracteriza al Vaticano. Para ellos la
Iglesia católica necesita ponerse al día y el Santo Papa debe empezar a
comprender los cambios que se producen en el mundo moderno en el cual los
derechos del hombre y la mujer deben ser cada vez más reconocidos. Para
ellos el Vaticano padece de obsolescencia y necesita ponerse al día o las
iglesias católicas se irán quedando vacías.
En otras palabras, Vargas Llosa y Ramos opinan que el Santo Padre, o el
Vaticano debe fabricar un dios a la medida de los tiempos, un dios para cada
uno de los que cometemos pecados y necesitamos justificarlos y
justificarnos. El mundo se ha “modernizado”, dicen y, hoy en día un hombre
cohabita con otro hombre y hay parejas de mujeres cohabitando y los
homosexuales se exhiben por las calles agarrados de las manos y hacen
manifestaciones reclamando sus “derechos”. Es decir que si en el mundo ha
crecido el número de hombres y mujeres lujuriosos, adúlteros o ladrones, el
Vaticano debe adaptarse al mundo y modernizarse cambiando sus “obsoletos
cánones” para quedar bien con las mayorías o para no perder más adeptos.
El gran argumento es el sida. Si existe el temible sida y hay fábricas
enormes de preservativos (condones), el Vaticano debe pasar por encima de
sus principios morales, romper sus estructuras milenarias echando por el
suelo la majestad de sus valores eternos y autorizar el uso indiscriminado
de los preservativos (condones como les llaman todos).
Con todo y los pecados que cargamos unos y otros, si somos católicos debemos
regirnos por las leyes de nuestra Iglesia, cuya cabeza visible es el Papa y
cuyas enseñanzas se basan en el mismísimo evangelio de Cristo Nuestro Señor.
Es admirable la reciedumbre con que los Pontífices han defendido los
principios morales de nuestra Iglesia proclamando en medio de un mundo
pervertido, materializado y sodomizado, los principios inmutables de la
indisolubilidad del matrimonio, del celibato y de los únicos métodos
preconizados por la Iglesia católica para controlar la natalidad.
Es la misma reciedumbre que mantuvo el Papa Clemente VII cuando Enrique
VIII, Rey de Inglaterra de 1509 a 1547, le pidió lo divorciara de su esposa
Catalina de Aragón para casarse con su amante Ana Bolena. El Rey hizo su
voluntad, se casó con su amante y fundó una iglesia en Inglaterra, pero el
Santo Papa se mantuvo firme en los principios de la Santa Madre Iglesia.
Por otra parte Vargas Llosa y Ramos hablan al peso de la lengua. Las
iglesias no están vacías. Siguen teniendo un enorme poder de convocatoria,
pues su jefe es nada más y nada menos que el mismísimo Señor Jesucristo.
Quien con el pretexto del horror al sida quiera comprar docenas de
preservativos y hacer el amor con todas las mujeres que pueda, está en
libertad de hacerlo. Igualmente quienes quieran ser invertidos o lesbianas
tienen todo el libre albedrío que Dios les da, pero de esto a pretender que
el Vaticano se “modernice” autorizando desajustes morales que van en contra
de la milenaria majestad de sus leyes hay un mundo de distancia.
Con todo y lo que admiro al novelista Vargas Llosa, esta vez siento mucho
estar en total desacuerdo con él.
(cortesía http://www.laprensa.com.ni/)