Santoral del mes de agosto
AGOSTO
1: SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, obispo, fundador y Doctor de la Iglesia.
2: SAN EUSEBIO, obispo, 283-371
4: SAN JUAN MARÍA VIANNEY, el 'cura de Ars', patrono de los párrocos, 1786-1859
6: VENERABLE ANTONIO MARGIL DE JESÚS, O.F.M., apóstol de Norte y Centroamérica, 1657-1726
6: PABLO VI, pontífice de la Iglesia católica, 1897-1978
7: SANTOS SIXTO II, papa y compañeros, mártires, 258
7: SAN CAYETANO, cofundador de los clérigos regulares teatinos, 1480-1547
8: SANTO DOMINGO DE GUZMÁN, fundador de la orden de predicadores, 1170-l221
10: SAN LORENZO, diácono y mártir, 258
11: SANTA CLARA DE ASÍS, virgen, fundadora de las clarisas pobres, 1194-1 253
13: SANTOS PONCIANO, papa, e HIPÓLITO, presbítero, mártires, 235
14: SAN MAXIMILIANO KOLBE, Fraile franciscano, mártir, 1894- 1941
15: ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA.
16: SAN ESTEBAN, rey de Hungría, 970-1038
19: SAN JUAN EUDES, presbítero, fundador
20: SAN BERNARDO, abad de Claraval y Doctor de la Iglesia, 1090-1153
21: SAN PIO X, papa, 1835-1914
25: SAN LUIS, rey de Francia, 1219-1270
25: SAN JOSÉ DE CALASANZ, fundador de los Clérigos Regulares de las Escuelas Religiosas, 1556-1648
28: SAN AGUSTÍN, obispo y Doctor de la Iglesia, 354-430
28: FRAY JUNÍPERO SERRA, fraile franciscano, apóstol de California, 1713-l784
29: MARTIRIO DE SAN JUAN EL BAUTISTA.
30: SANTA ROSA DE LIMA, virgen. 1586-1617
1: SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, obispo, fundador y Doctor de la Iglesia.
Hace casi 200 años que Alfonso María llegó a Dios, pero aún no se dirime la disputa que se inició cuando él vivía. Algunos teólogos, opuestos a su doctrina, aseguran que redujo la teología moral a un arte de sutilezas entre lo permitido y lo prohibido.
Basta estudiar su vida para entender que Alfonso María fue un hombre justo y generoso. El joven Alfonso, nacido el 27 de septiembre de 1696 de una noble familia, en Marianela, cerca de Nápoles, alcanzó a los 16 años de edad el título de doctor en ambos derechos, derecho civil y canónico. Gozaba del favor real, pues su padre, capitán de la galera real, tenía relaciones con las más altas autoridades del gobierno. Pronto abrió su propio bufete y obtuvo gran aceptación entre las clases altas de la sociedad, por sus innegables cualidades. Enseguida se convirtió en un licenciado muy cotizado y temido por sus contrincantes en el foro.
Durante un célebre litigio en el que Alfonso defendía los intereses del príncipe Gravina, en contra del duque de Toscana, abandonó los tribunales para no regresar más. Cuanto más profundizaba en los expedientes, más se convencía de que todos sus conocimientos únicamente servían para hacer triunfar la injusticia.
Bajo fuertes luchas internas, tomó la resolución de sacrificar su espléndida carrera y dedicarse a quien no se deja corromper, al sapientísimo y justísimo Dios. Esto ocurrió en el año de 1723. Tres años después, el 21 de diciembre de 1726, recibió el orden sacerdotal después de sólidos estudios teológicos.
Libremente se convirtió en padre espiritual y compañero peregrino de los campesinos pobres y de los arrendatarios, ya que estas personas descuidadas necesitaban con más urgencia, según su opinión, el amor de un buen pastor, dispuesto a sacrificar todo por ellos.
En los primeros seis años se encontró solo. Únicamente el obispo de Castellamare reconoció las extraordinarias capacidades y el heroísmo escondido de este hombre de gran ciudad y lo orientó a formar una asociación religiosa para el cumplimiento de sus ideales de apostolado en la diócesis.
San Alfonso, con su gran facilidad de palabra y aún más, con su propio ejemplo, entusiasmó a algunos sacerdotes y seglares para que compartieran con él trabajos y privaciones. En la ciudad de Scala, en el año de 1732, se reunieron estos hombres en la congregación llamada del Santísimo Redentor o "Redentoristas".
A partir del mismo año hubo gran aumento de participantes. El entusiasmo y el sentido práctico de la joven fundación, atrajo muchos novicios y cuando, en el año de 1743, Alfonso Ligorio fue nombrado superior de la orden, la semilla de Scala ya había producido cien veces más frutos. No existía un pueblo en el reino de Nápoles, en donde no se hubiera presentado Alfonso María, personalmente, en el púlpito. No obstante, el confesionario le pareció más importante aún que el púlpito.
No abandonaba el campo de trabajo sino hasta que toda la comunidad se habla reconcilia-do con Dios, mediante el sacramento de la penitencia y él estaba seguro de haber inculcado el valor del camino correcto.
Su amor a los campesinos y a los pobres quedó más que demostrado cuando lo eligieron para el arzobispado de Palermo. Alfonso María rechazó este ofrecimiento, y sólo por orden del Papa aceptó ser consagrado obispo en un sitio insignificante y pequeño: Santa Agata de Goti.
Durante 13 años realizó las tareas de su cargo eclesiástico, con una perfección que parecía natural en él. Pero interiormente siguió siendo monje y asceta, que diariamente se entregaba a penitencias físicas, renunciando hasta al sueño para redactar folletos catequéticos para el pueblo humilde.
Sus escritos y publicaciones fueron una continuación y ampliación necesarias de su actividad misionera. El se había jurado no dejar pasar ningún momento sin rezar ni trabajar.
Por esta razón cuando se lo permitían los deberes de su cargo o sus frecuentes enfermedades, tomaba la pluma. Así nos regaló La Visita al Santísimo Sacramento, Las Glorias de María y sobre todo su famosa y discutida Teología Moral, que enseña al confesor el camino intermedio entre la estrechez del jansenismo y el libertinaje. Muchos lo acusaron de relajamiento, pero valientemente supo defenderse, hasta que alcanzó el triunfo. Cansado por tantos problemas y casi paralítico por la artritis, pidió que se le concediera retirarse, a los 80 años, de su cargo de obispo.
En medio de acerbas luchas, dentro y fuera de su Congregación . Dios le otorgó una muer-te tranquila, el lo. de agosto de 1787. La Iglesia lo elevó a la dignidad de patrono de los confesores en el año de 1950.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que haces surgir constantemente en tu Iglesia ejemplos admirables de santidad, concédenos imitar la amorosa preocupación de San Alfonso por la salvación de todos los hombres y alcanzar, con su ayuda, la felicidad eterna. Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén.
"No es solamente la penitencia la que conduce a la Eucaristía, sino que también la Eucaristía lleva a la penitencia. En efecto, cuando nos damos cuenta de quién es el que recibimos en la comunión eucarística, nace en nosotros casi espontáneamente un sentido de indignidad, jun-to con el dolor de nuestros pecados y con la necesidad interior de purificación". Juan Pablo II, El Misterio y el Culto de la Eucaristía, n. 7.
2: SAN EUSEBIO, obispo, 283-371
La principal razón para conservar la memoria de este santo obispo en el calendario universal de la Iglesia, estriba en su decisión de defender la integridad de la fe y de no dejarse intimidar por la fuerza brutal del Estado, representado entonces por el emperador Constancio.
Después de tres siglos de larga persecución pagana, la Iglesia había recobrado la libertad por medio de Constantino. Bajo su hijo Constancio surgió una nueva persecución a causa de la herejía del arrianismo, que negaba la divinidad de Cristo. Esta había sido solemnemente formulada por el Concilio Ecuménico de Nicea en el 325. El defensor más valiente de esta fe, en el oriente, era el obispo Atanasio de Alejandría. En occidente surgieron dos figuras: El papa Liberio y Eusebio, el obispo de Vercelli, en Italia del norte. El arrianismo pudo propagarse por la coacción externa del emperador Constancio, influido por la emperatriz.
A instancias del Papa, el obispo Eusebio convocó un concilio en Milán en el 355, para re-confirmar la doctrina católica del Concilio de Nicea y para rehabilitar al obispo Atanasio, ya desterrado por el poder civil, y a muchos otros obispos católicos perseguidos. Eusebio y el obispo de Cagliari rechazaron en Milán, delante del emperador, la presión del Estado en contra del obispo Atanasio y su injerencia en los asuntos puramente eclesiásticos. Eusebio puso el Credo de Nicea en la mesa y exigió que todos lo firmaran antes de seguir adelante. El emperador se impuso apoyados por los arrianos, gritando: "!El Credo se define según mi voluntad!". Poco faltó para que mandara matar al propio Eusebio. Después hizo llevar atado al valiente obispo por las calles de Vercelli rumbo al destierro.
Durante siete años llevó esta cruz, primeramente en el Cáucaso después en Capadocia y por fin en los desiertos de Egipto. Allí tuvo la suerte de encontrar al obispo confesor Atanasio.
Con la muerte de Constancio, nuestro santo pudo regresar a Vercelli. En su trabajo personal se hizo famoso al introducir por vez primera la vida común de los sacerdotes de una zona pastoral en su compañía. Este ejemplo movió más tarde a san Agustín para imitarlo en su diócesis de Hipona.
Uno de los puntos centrales que trató el papa Juan Pablo II en Puebla, se refiere a la proclamación de la verdad acerca de Cristo, sobre todo en los momentos de desorientación. En su discurso encontramos las palabras que dijo san Hilario, contemporáneo de san Eusebio, en pleno siglo IV "Yo digo la verdad para que sea conocida de todos. No puedo callarme y ser causa de la desorientación que sufrimos" "De la misma manera, dice Juan Pablo II, tampoco vosotros, obispos de nuestros días, podéis callar cuando surjan estas confusiones". (Discurso inaugural de Puebla 1, 5-7).
ORACIÓN COLECTA
Señor, Dios nuestro, que otorgaste a san Eusebio una gran fortaleza para defender la divinidad de tu Hijo, concédenos perseverar firmes en la fe que él predicó y participar de la misma vida de Cristo, el cual vive y reina contigo... Amén.
"El predicador del Evangelio será aquel que, aun a costa de renuncias y sacrificios, busca siempre la verdad que debe trasmitir a los demás. No vende ni disimula jamás la verdad por el deseo de agradar a los hombres o de causar asombro, ni por originalidad o deseo de aparentar. No rechaza nunca la verdad. No obscurece la verdad revelada por pereza de buscarla, por comodidad, por miedo". Pablo VI, "Evangelii Nuntiandi"; n. 78.
4: San Juan María Vianney, el santo cura de Ars, patrono de los párrocos.
Algunos teólogos modernos se extrañan de que san Juan María Vianney haya sido declarado por Pío XI (23 de abril de 1929) patrono de los párrocos. En efecto, piensan ellos, ¿qué tiene que ver un cura moderno con un cura como ése, quien creía en apariciones demoníacas y estaba obsesionado contra los bailes populares, además de haber quedado "traumado" por la Revolución Francesa, y que ejerció su ministerio en un medio rural arcaico, actualmente in-existente en Europa y Norteamérica?
Pues lo primero que tiene que ver un cristiano moderno, decimos nosotros, sea cura o no cura, con el santo párroco de Ars, es su espíritu de oración y contemplación. El fue un modelo de intensa y continua oración. Cumplió fielmente el dicho del Evangelio: "Es menester orar sin desfallecer" (Lc 11, 13).
De su espíritu y práctica de oración sacó fuerzas, como él mismo lo confiesa, para auxiliar a los párrocos impedidos de otras jurisdicciones, ausentes o enfermos. Fue un hombre honda-mente generoso que nunca vivió para sí mismo, sino para auxiliar, socorrer y ayudar a cuantos necesitados a él acudieran. Recordemos algunos datos de su vida. Nuestro santo nació en Dardilly, cerca de Lyon, Francia, el 8 de agosto de 1786, de padres pobres, que lo dedicaron al trabajo del campo y al pastoreo. Su párroco, advirtiendo la piedad carismática del muchacho, lo envió sucesivamente a los seminarios de Vérrieres y de Lyon. Académicamente, Juan no fue un estudiante brillante; pero en piedad y caridad era el modelo de todos los seminaristas. Se ordenó sacerdote, el año de 1815. Por tres años sirvió como vicario cooperador en la parroquia de Ecully y por 41 años en el curato de Ars, villa insignificante, pero de estragadas costumbres, en la que el lema de la Revolución "Libertad, Igualdad, Fraternidad", daba lugar a una lamentable corrupción popular.
Vianney no era enemigo de la libertad ni de la igualdad ni de la fraternidad; pero las en-tendía como las proclamó Cristo, fundadas todas ellas en el genuino amor de Dios y del prójimo, y basadas, Por tanto, en suma humildad; pues no es posible amar a los enemigos Y hermanarse con ellos, sino sobre la base de una honda y humilde abnegación de sí mismo. Por eso, Juan María corrigió prudentemente y pacientemente a sus feligreses, hasta hacer de su parroquia un modelo para Francia y para el mundo católico.
El P. Vianney no estuvo nunca "traumado" por la Revolución Francesa, como lo demuestra la recta y cristiana interpretación que dio a los ideales de la misma, bautizándolos y ende-rezándolos hacia un mejor conocimiento de Dios y bien del prójimo.
Sufrió persecuciones del enemigo de las almas. Lógicamente el teólogo moderno que, contra las enseñanzas del Evangelio y de la Iglesia niega la existencia de Satanás, se burlará del cura de Ars; pero el verdadero problema quizá consista en saber si las costumbres de ese teólogo no son precisamente una burla de su pretendido cristianismo.
El cura de Ars ejerció tan eficazmente su ministerio en el medio rural de su parroquia, que hasta ilustres personalidades de las capitales de Europa acudían a él: se estaba convirtiendo en el cura de Europa y América. A su confesionario, que llegó a atender hasta durante 18 horas al día, acudían toda clase de celebridades.
¿Cuál era su secreto? La oración ante todo y su entrega confiada, llena de comprensión y de amor a todo el que acudía a él, grande o pequeño, rico o pobre, sabio o ignorante.
El cura de Ars ha legado un testimonio y un ejemplo maravilloso para todos los sacerdotes y laicos que quieran entregarse al servicio espiritual de sus hermanos.
e extinguió dulcemente en el Señor, el año de 1859, el 4 de agosto. ¿Se habrá equivocado Pío XI al proclamarlo patrono de los párrocos?
ORACIÓN COLECTA
Dios omnipotente y misericordioso, que hiciste admirable a san Juan María Vianney por su amor a las almas, concédenos que, por amor a Cristo, trabajemos por la salvación de nuestros hermanos y podamos llegar con ellos a la gloria eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, Amén.
"La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación, llena de fe y abierta a reparar las graves faltas y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración". Juan Pablo II, El Misterio y el Culto de la Eucaristía, n. 3.
San Juan María Vianney, Cura de Ars
6: VENERABLE ANTONIO MARGIL DE JESUS, O.F.M., apóstol de Norte y Centroamérica, 1657-1726
Un apóstol de Cristo como Pablo de Tarso, no puede menos da exclamar: "El amor de Dios nos apremia" (2 Cor 5, 14). Quien pondera todo lo que ha hecho por nosotros Cristo, nuestro Señor, desde su anonadamiento en la encarnación y natividad, hasta su muerte en la cruz, no puede menos que sentirse hondamente urgido a corresponder a tan grande amor con todo el sacrificio de que es capaz.
Así lo entendió plenamente fray Antonio Margil de Jesús, quien viajó apostólicamente desde España hasta la ciudad de México aquí hasta Costa Rica; desde allí hasta Zacatecas y Texas, en busca de hombres y mujeres a quienes revelar los infinitos tesoros del amor de Cris-to.
Nació Antonio en la ciudad de Valencia (España), el año de 1657. Muy joven ingresó en la orden franciscana y recibió el presbiterado el año 1682, cuando contaba 25 años de edad. Al año siguiente se alistó en un grupo de misioneros españoles, destinados a fundar el Colegio Misionero de la Santa Cruz de Querétaro, cuyo propósito era formar misioneros para los indí-genas aún no convertidos.
El año de 1684, el fraile emprendió su primera gran misión en la cual evangelizó durante año y medio extensas regiones de Yucatán, Tabasco, Chiapas y Guatemala. De allí partió a trabajar entre los indígenas talamancas y borucas, que nunca hasta entonces se habían doblega-do ante la cruz. Juntamente con fray Melchor López, fundó unas veinte misiones, desde Cartago en Costa Rica hasta los límites de la misma con el actual Panamá.
El año 1691 los superiores le confiaron nuevas misiones entre los choles, en cooperación con los dominicos.
Pretendió evangelizar a los ariscos lacandones, aunque en vano, y cooperó de buen grado en la apertura de un camino que comunicara Guatemala con Yucatán.
El año 1697 fue instituido guardián del Colegio Misionero de a donde hubo de dirigirse a pie desde Guatemala. Permaneció ahí hasta 1701 y regresó otra vez a Centroamérica, en don-de cooperó activamente a la fundación del colegio de misioneros de Cristo crucificado de Guatemala, del que fue el primer superior, elegido por sus entusiastas compañeros, los cuales contemplaron en él a un gigante del apostolado ejercía el cargo de guardián, siempre anhelaba salvar más y almas; misionó en Nicaragua, fundó un hospicio o semillero de vocaciones misioneras en Granada y misionó especialmente en Suchitepec. Desligado al fin del oficio de superior o guardián, regresó nuevamente entre sus amados talamancas, pero los superiores le en-comendaron la fundación de un nuevo colegio apostólico en la villa de Guadalupe (Zacatecas), a más de dos mil kilómetros de distancia de donde entonces se hallaba. En compañía de otros misioneros realizó esa fundación y el año de 1707 fue elegido primer superior de la misma. Mientras cuidaba amorosamente del nuevo instituto, no dejaba de predicar misiones en Guadalajara, Durango, San Juan del Río, Lagos de Moreno, San Luis Potosí, etc.
El año de 1714 se consagró a la evangelización de las aguerridas tribus de Texas y, tras algunos fracasos logró establecer la misión de Guadalupe cerca de Nacogdoches y dos más en la vecindad de Nachitoches, ya en los límites de Texas con Luisiana. Pero su principal fundación fue la de San José en la proximidad de San Antonio, Texas, hoy conocida y populosa ciudad. En una palabra, fray Antonio Margil de Jesús no se daba un punto de reposo para extender el Reino de Dios: siempre se sentía impulsado por el amor de Cristo.
Expiró santamente el 6 de agosto de 1726, en la ciudad de México. El papa Gregorio XVI, el 31 de julio de 1836, declaró la heroicidad de sus virtudes y lo honró con el título de venerable y entre tanto se trabaja con fervor en el proceso de su beatificación.
"Las culturas indígenas tienen valores indudables, son la riqueza de los pueblos. Nos comprometemos a mirarlas con respeto y simpatía y a promoverías, sabiendo 'cuan importante es la cultura como vehículo para transmitir la fe, para que los hombres progresen en el conocimiento de Dios. En esto no pueden haber distinciones de razas y culturas' ". Juan Pablo II, Alocución en Oaxaca, Documento de Puebla, n.. 1164.
6: PABLO VI, pontífice de la Iglesia católica, 1897-1978
Pablo VI, Juan Bautista Montini, fue un hombre cuya vida consistió en dar culto a Dios, buscar a Dios, hablar de Dios, hablar a Dios, entregarse a Dios y ser intermediario entre Dios y los hombres . El 23 de junio de 1963, Juan Bautista Montini llegó a ser obispo de Roma, vi-cario de Jesucristo, el 262 sucesor de san Pedro, sumo pontífice de la Iglesia universal, patriarca de occidente, primado de Italia, arzobispo metropolitano de la provincia romana, soberano de la Ciudad del Vaticano, siervo de los siervos de Dios.
Nació en Concesio (Brescia), Italia, el 26 de septiembre de 1897. Su padre, abogado y periodista, tomó parte muy activa en la política italiana como militante católico. Juan Bautista se ordenó de sacerdote en Brescia, el 29 de mayo de 1920 y continuó sus estudios en Roma, en la Universidad Gregoriana. Ingresó al servicio de la Santa Sede en la Secretaría de Estado, donde trabajó casi toda su vida antes de ser papa.
Fue nombrado sustituto de la secretaría el 13 de diciembre de 1937, y secretario para los asuntos ordinarios de la Iglesia, el 29 de noviembre de 1952. Dos años después, fue nombrado arzobispo de Milán, y luego cardenal de la santa Iglesia, título que antes había declinado. Tuvo así oportunidad de entrar en contacto, primero con todo el mundo católico mediante la actividad gubernamental de Pío XI , Pío XII y después, con los problemas pastorales de un gran centro urbana, industrial y cultural. Su preparación para se Romano Pontífice era por tanto inmejorable.
Pablo VI, tan pronto como ascendió al Solio pontificio, manifestó su intención de continuar el Concilio Vaticano II, inaugurado por el papa Juan XXIII, su antecesor, el 11 de octubre de 1962. Bajo Pablo VI se desarrollaron la segunda sesión (29 Sept. - 4 Dic. 1963), la ter-cera sesión (14 Sept. - 21 Nov. 1964) y la cuarta y última sesión (14 Sept. 8 Dic. 1965). La prosecución del Concilio Vaticano II, al cual volvieron sus ojos todos los hombres de buena voluntad, reclamó la completa atención de Pablo VI y se consideró la tarea más importante de su pontificado. Se tiene, sin género de duda, como el acontecimiento más importante de la historia de la Iglesia en el siglo XX La doctrina del Concilio versó sobre la constitución dogmática de la Iglesia; la divina revelación; la sagrada liturgia; la iglesia de hoy; el deber pastoral de los obispos; la vida y ministerios sacerdotales; la formación sacerdotal; la renovación de la vida religiosa; el apostolado de los seglares; las iglesias orientales; la actividad misionera; el ecumenismo; los medios de comunicación social; la libertad religiosa; la educación de la juventud; y las relaciones con otras religiones no cristianas.
Después del Concilio prosiguió Pablo VI sosteniendo y reforzando de la Iglesia, con multitud de importantes encíclicas, en las que expuso magistralmente sus enseñanzas, como la "Ecclesiam suam" "Mysterium fidei", "Sacerdotalis Caelibatus", "Humanae Vitae", "Evangelica Testificatio", "Paterna cum Benevolentia", "Gaudete in Domino", "Evangelii Nuntiandi", etc.
Al concluir sus quince años de pontificado, pudo decir con su santo patrón: "He competido en una noble competencia... He conservado la fe … Ahora tan sólo me aguarda la corona de la justicia que me entregará el justo juez". Murió santamente el 6 de agosto de 1978.
"Muchas veces, durante el primer año de mi pontificado, he tenido ocasión de recordar cuánto debe la vida de la Iglesia a la enseñanza y a la obra de Pablo VI. En mi primera carta encíclica lo he reconocido como mi verdadero padre' ("Redemptor Hominis" n. 4). Cuanto más pasa el tiempo tanto mejor se comprende la grandeza del papa Pablo VI.
Estudiad con amor a Pablo VI. En el curso de su vida no siempre fue comprendido; él conoció la cruz, no estuvo exento de 'insultos' y 'salivazos'.
El amor, pues, es un acto de reparación debido a su memoria, además de una potente ayuda para penetrar en su espíritu y comprenderlo mejor. Estudiadlo con rigor científico. La verdad hará siempre justicia a ese gran Papa, que inundó de luz y sabiduría al mundo entero durante 15 años.
Pablo VI estudió la verdad de la Iglesia a lo largo de toda su vida. Exploró continuamente su profundidad, gustó su belleza, dejó que su espíritu fuera iluminado y conquistado por ella. Hasta el último aliento su pensamiento y sus energías fueron para la Iglesia, en una donación heroica de todas sus fuerzas. Los católicos de hoy tienen necesidad de modo particular de un amor así por la Iglesia: fuerte, fiel, generoso". Juan Pablo II, Audiencia a los comités del Instituto Pablo VI de Brescia, 26 de enero 1980.
7: San Sixto papa y mártir y compañeros
Sixto fue consagrado obispo de Roma el año 257. Al año siguiente, mientras celebraba la sagrada liturgia en el cementerio de Calixto, fue detenido por unos soldados y ejecutado al momento, junto con cuatro de sus diáconos, el día 6 de agosto. Recibió sepultura en el mismo cementerio.
San Cipriano escribe: "Valeriano (emperador) enviado un rescripto al senado, según el cual los obispos, presbíteros diáconos, deben ser ejecutados sin dilación. A los senadores y personas distinguidas, así como a los caballeros romanos, se les despojará de su dignidad y de sus bienes; y si, a pesar de ello, perseveran en su condición de cristianos, serán decapitados. A las matronas se les confiscarán sus bienes y se les desterrará. Todos los cesarianos que hayan profesado antes o profesen actualmente la fe cristiana, serán desposeídos de sus bienes y enviados en calidad de prisioneros a las posesiones del Estado ... Sabed que Sixto y, con él cuatro diáconos, fueron ejecutados en el cementerio, el día 6 de agosto. Los prefectos de Roma no cejan ni un día en esta persecución y, todos los que son presentados a su tribunal, son ejecutados y sus bienes entregados al fisco".
ORACIÓN COLECTA
Señor nuestro, que otorgaste al papa san Sixto y a sus compañeros, diáconos, la gracia de morir por la fe cristiana, concédenos, la fortaleza de tu Espíritu para vivir conforme a las exigencias de la fe que profesamos. Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén.
"También la Iglesia de nuestro tiempo escribe su martirologio, sus capítulos siempre nuevos, contemporáneos. No se debe olvidar. No es posible apartar los ojos de esta realidad, que es la dimensión fundamental de la Iglesia de nuestro tiempo. La Iglesia de nuestro tiempo continúa escribiendo su martirologio.
No se puede olvidar a los que, en el curso de nuestra época, han padecido la muerte por la fe y por el amor de Cristo; a los que de diversas formas han sido encarcelados, torturados, atormentados, condenados a muerte; y también a los escarnecidos, despreciados, humillados y socialmente marginados. No se puede olvidar el martirologio de la Iglesia y de los cristianos de nuestra época. Este martirologio esta escrito con sucesos diferentes de los primitivos. Hay otros métodos de martirio y otro modo de dar testimonio; pero todo brota de la misma cruz de Cristo y completa la misma cruz de nuestra redención". Juan Pablo II, alocución del 30 de marzo, 1980.
7: SAN CAYETANO, cofundador de los clérigos regulares teatinos, 1480-1547
Ya antes del protestantismo y junto con esta rebelión exterior, hubo hombres y mujeres católicos de extraordinaria santidad, que reformaron la Iglesia por dentro.
San Cayetano nació en una familia noble de Vicenza, el 7 de agosto de 1480. Murió también en un 7 de Agosto del año 1547. Obtuvo en Padua los dos doctorados de las leyes civil y eclesiástica. Como jurista seglar pasó al servicio de la curia romana bajo el papa Julio II, quien lo nombró protonotario apostólico. Aparte de la vida pomposa del Vaticano de entonces, encontró en Roma un grupo de seglares reunidos en el "Oratorio del Amor Divino", hombres ansiosos de santificarse a sí y a otros por obras de caridad.
A los 36 años, Cayetano recibió la ordenación sacerdotal. Dejó la curia y, en Vicenza se dedicó por medio de una cofradía al cuidado de los enfermos incurables y más abandonados. A pesar de la resistencia de sus familiares, fundó en Venecia. con su patrimonio, un hospital para incurables. Su noble carácter, se podría caracterizar por una frase que, se le atribuye: "Quiero reformar el mundo, pero sin que nadie se entere de mi paso por el mundo".
Providencialmente trabó amistad con el obispo de Teato, Juan Pedro Caraffa, el futuro papa Pablo IV. Estos dos hombres fundaron la primera casa del futuro "oratorio" para la vida común de sacerdotes Seglares en Roma, en 1524. Su fin principal era reunir celosos sacerdotes entregados al estudio de la Biblia. a la oración y al apostolado, que compartieran todo median-te el voto de absoluta pobreza. El mismo Obispo Caraffa renunció a su obispado de Teato y fue nombrado su primer superior. Del nombre de su diócesis se derivó el nombre con el que denominaron a aquellos nuevos religiosos: "teatinos".
San Cayetano escribió a sus parientes: "Yo veo a Cristo pobre y a mí rico: a él despreciado y a mí honrado. Para acercarme un paso a él, decidí abandonar todos los bienes materiales de los cuales todavía dispongo. Por amor a Cristo quiero repartir todo entre los pobres a tal grado, que sólo como un favor me regalen una tumba".
Una vida con este espíritu causó gran impacto entre el clero de Roma acostumbrado a la posición social y a los intereses económicos.
El pueblo aprendió de los teatinos la devoción eucarística y mariana y también su entrega heroica a los contaminados por la peste.
Durante el año de 1527 las tropas de Carlos V se apoderaron de Roma. Durante nueve meses la saquearon sin piedad y destruyeron la fundación de los teatinos. Por esta desgracia exterior la comunidad se extendió a Venecia, Florencia, Milán y Nápoles.
En estas ciudades, san Cayetano continuó su apostolado, buscando la transformación del clero, la renovación de la vida litúrgica y la promoción de la piedad popular.
Lleno de méritos, murió exhortando a su clero a confiar siempre en la divina Providencia. El papa Clemente X lo canonizó en 1671.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que concediste a san Cayetano el deseo de imitar el moda de vivir pobre y humilde de los apóstoles, ayúdanos, por su intercesión, a poner nuestra confianza sólo en ti y a buscar ante todo, el Reino de los cielo. Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén.
"Para el cristiano, el término 'pobreza' no es solamente expresión de privación y marginación de las que debamos liberarnos. Designa también un modelo de vida que ya aflora en el Antiguo Testamento en el tipo de los 'pobres de Yahvé' y vivido y proclamado por Jesús como bienaventuranza. San Pablo concretó esta enseñanza diciendo que la actitud del cristiano debe ser la del que usa de los bienes de este mundo (cuyas estructuras son transitorias) sin absolutilizarlas, pues son sólo medios para llegar al Reino. Este modelo de vida pobre se exige en el Evangelio a todos los creyentes en Cristo y por eso podemos llamarlo 'pobreza evangélica'. Los religiosos viven en forma radical esta pobreza, exigida a todos los cristianos, al compro-meterse por sus votos a vivir los consejos evangélicos". Documento de Puebla, n.. 1748.
8: SANTO DOMINGO DE GUZMÁN, fundador de la orden de predicadores, 1170-l221
El Español Domingo de Guzmán se distinguió entre los estudiantes del seminario episcopal de Palencia, por la seriedad apasionada con la cual asimiló, durante diez largos años, la ciencia filosófica Y teológica de su siglo. Debido a esto, tardó más en ordenarse y el obispo de Osma, en seguida lo incorporó a su cabildo catedralicio.
Al acompañar al obispo en un viaje a Roma, llegó a conocer, en el sur de Francia, el peligro de las herejías de los albigenses y valdenses, que tenían gran éxito entre la población, por su vida pobre y austera. Domingo convenció al obispo de que sólo una nueva orden, dedicada a la evangelización y mediante una vida ejemplar de pobreza, podría vencer el impacto de los herejes, que ya disponían de fuertes núcleos entre la población.
En Pronille, cerca de Tolosa, el obispo mandó construir un centro catequético, que a la vez servía para hospedar a muchachas pobres, que querían formarse en la fe. En este mismo lugar, Domingo consultó con sus primeros compañeros los estatutos de la nueva comunidad. No admitió ni posesión de inmuebles, ni cultivo del campo, porque eso ataría demasiado a los hermanos a la casa; redujo el horario eclesiástico a lo mínimo y reclamó todo el tiempo para el estudio y la predicación.
El pintoresco hábito de los canónigos de Osma, un poco modificado, se convirtió en el hábito religioso de los "hermanos predicadores": túnica blanca y escapulario, capa negra con capucha. Después de que el papa Inocencio III aprobó la nueva orden, en el año 1216, ese hábito fue conocido rápidamente en toda Europa.
Los hermanos predicadores recibieron una aceptación entusiasta entre el pueblo y resistencia entre algunos miembros del clero, quienes veían la renuncia completa al mundo de estos hombres y de los hijos de san Francisco, como un constante reproche contra su propio modo de vivir.
Domingo envió a sus hermanos en todas direcciones: a Madrid, París, Roma, etc., con una confianza absoluta en el apoyo de la divina providencia. La fundación de sesenta monasterios son el fruto de estos cuatro años: en Italia, Austria, Hungría y varios países del este.
Desde luego que junto con el crecimiento del número de las fundaciones nuevas y con la distancia del primer monasterio, crecieron también los esfuerzos por moderar calladamente el principio de la pobreza. En el largo viaje de inspección, que Domingo realizó en los años de 1218 y 1219, tuvo que constatar, que en algunas partes, las propiedades de sus monjes sobre-pasaban notablemente sus necesidades vitales Y que sus cofrades llegaban a caballo mientras que él mismo recorría a Pie la distancia de Roma a Madrid.
El primer cabildo general en Bolonia, en Pentecostés del año de 1220, acabó con esas desviaciones. Todas las propiedades que no pertenecían al terreno del monasterio tuvieron que ser vendidas, los caballos fueron suprimidos y la pobreza fue renovada como piedra angular de la Orden. Rejuvenecidos espiritualmente de esa manera, fueron capaces los monjes predicadores de romper, con fuerza irresistible, el régimen de terror de los cátaros en Milán; la ciudad de san Ambrosio volvió a ser católica. Su conversión fue el último éxito visible que Domingo logró para la Iglesia.
A la luz de una constante renovación interior, resplandeció en su vida el espíritu de penitencia. Ya los hermanos se habían retirado a descansar, mientras que Domingo permanecía arrodillado largas horas ante el santísimo Sacramento del altar o castigaba su extenuado cuerpo con rigurosas disciplinas por los pecados ajenos.
Domingo celebraba diariamente el sacrificio de la santa Misa, lo cual, en aquel entonces, era completamente singular, y cuando descansaba durante sus caminatas, no necesitaba más que cubrir la cabeza con la capucha para abismarse en la más pura contemplación espiritual. El efecto que causaban sus sermones y el poder de su personalidad, hubieran sido imposibles sin esa constante plática con Dios.
La obra del santo estaba casi organizada, cuando el 6 de agosto de 1221 Domingo murió. Solamente trece años después fue canonizado.
El gran fundador de la orden está sepultado en Bolonia. La profundidad de su obra y la amplitud de su veneración en Italia, se manifiestan en las numerosas representaciones artísticas de su vida, particularmente en las preciosas pinturas de Fray Angélico.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que en santo Domingo de Guzmán otorgaste a tu Iglesia un predicador in-signe de tu Evangelio y del amor a la Virgen María, concédenos una inquebrantable fidelidad a tu Hijo y una sólida devoción a su santísima Madre. Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén
"La presentación del mensaje evangélico no constituye para la Iglesia una tarea de orden facultativo: está de por medio el deber que le incumbe, por mandato del Señor, con vistas a que los hombres crean y se salven. Sí, este mensaje es necesario. Es único. De ningún modo podría ser reemplazado. No admite indiferencia, ni sincretismo, ni acomodos. Representa la belleza de la Revelación". Pablo VI, "Evangelii Nuntiandi", n. 5.
10: SAN LORENZO, diácono y mártir, 258
Quien dice Lorenzo también dice Sixto. Ambos nombres, el del papa y el del diácono no se pueden separar. Una profunda amistad unió a estos dos hombres, de edades tan diferentes.
Cuando estalló la persecución del emperador Valeriano, estaban Uno al lado del otro en la lucha. Para que no lo reconocieran inmediatamente y lo ajusticiaran, el anciano Papa, por de pronto, tuvo que ocultarse. Sólo en la oscuridad de la noche pudo atreverse a salir a visitar a su comunidad en los arenosos pasillos de las catacumbas.
Lorenzo, el diácono, a toda hora mantuvo la conexión entre el Papa y la comunidad, entre los prisioneros y sus familias. Tenía que cuidar de los pobres y de la distribución de las limosnas. Lorenzo previno, consoló y ayudó. En él parecía personificarse la fuerza invencible del cristianismo perseguido.
Cierto día advirtió que había llegado demasiado tarde. Los escribo habían penetrado a las catacumbas y sorprendieron al Papa y a cuatro diáconos en la celebración de los santos misterios. Allí mismo los habían ajusticiado con la espada.
Lorenzo se quedó sólo. Dios le había dado una señal para estar preparado. Tenía que distribuir los últimos donativos, reunidos por la misericordia de los hermanos, antes de que la avaricia pagana se los incautara. Y sucedió como había presentido.
Unos días después del asalto a las catacumbas, reconocieron a Lorenzo, lo tomaron preso y lo llevaron ante el juez.
En aquellos anos se murmuraba que los cristianos tenían ocultos fabulosos tesoros y se su-ponía que Lorenzo era el administrador de esos bienes. Por eso, la primera pregunta del juez no se refirió al crimen de la fe cristiana de que se le acusaba, sino a esas riquezas legendarias. Lorenzo prometió entregárselas si se le concedían tres días de plazo.
La tradición narra que se presentó después del plazo con un grupo de hambrientos y des-arrapados inválidos, ancianos y limosneros, dando a entender con sus gestos: ¡Estas son las riquezas de la Iglesia!. Pero lo que para él era verdad sagrada, el juez lo consideraban como burla atrevida. Sin titubear lo entregó al verdugo.
Según la leyenda, Lorenzo murió lentamente, atormentado y calcinado en una parrilla. La historia cree más probable que haya sufrido la muerte usual de los testigos de Cristo, es decir, por la espada, y cree poder fijar el martirio del diácono romano el 10 de agosto de 258.
Ya a principios del siglo IV, la Iglesia celebraba solemnemente sobre su tumba su memoria en ese día. Pero no es fácil distinguir la leyenda de los sucesos históricos. Hace mucho que el diácono juvenil con su parrilla de hierro, al igual que san Sebastián con sus flechas, penetraron en la memoria de los pueblos cristianos como símbolo y ejemplo de todos aquellos que Prefirieron prisión y martirio antes que mostrarse infieles a su Dios y a Iglesia.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que hiciste resplandecer al diácono San Lorenzo por su fidelidad al servicio de los demás y su glorioso martirio, concédenos, por su intercesión, amar a Cristo como él lo amó y servicio frío en los hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén.
"Para vivir y anunciar ¡a exigencia de la pobreza cristiana, la Iglesia debe revisar sus es-tructuras y la vida de sus miembros, sobre todo de los agentes de pastoral, con miras a una conversión efectiva". Documento de Puebla, n. 1157.
11: SANTA CLARA DE ASÍS, virgen, fundadora de las clarisas pobres, 1194-1 253
La mujer se siente íntimamente unida al plan de la creación de Dios por medio de su maternidad; y en el plano de la vida sobrenatural, por medio del misterio de nuestra filiación di-vina. Todo heroísmo de la mujer ha surgido de esos dos manantiales de vigor y ha sido tanto mayor y más brillante, cuanto las ideas de la maternidad y la filiación divina se han fundido más profundamente en un solo valor.
El Domingo de Ramos de 1212, Clara, hija de una noble familia, después de escuchar los fervorosos sermones de san Francisco de Asís, buscó refugio en el grupo de los hermanos menores, humillados y proscritos; olvidó a su novio y abandonó la vida de riquezas, honores y comodidades. En el cielo brillaban las estrellas cuando Francisco de Asís, en el círculo de sus hermanos, le cortó el cabello, la consagró como "Novia de Cristo" y la acompañó al convento de monjas más cercano.
Desde entonces, cada noche del cielo de Umbría le recordó sus votos, emitidos en la pequeña iglesia de la Porciúncula. ¿Cómo hubiera podido romper su juramento, cuando sus parientes insistieron en que volviera a vestirse de seda?
Clara se quedó. Más de cuarenta años penó y oró en el pequeño convento de San Damián por su mundo inquieto; primero sola, luego como madre espiritual de muchas compañeras, que no se amedrentaban por la extrema pobreza y las mortificaciones.
La que entraba por la angosta puerta de San Damián, por lo general salía en un ataúd. Nunca antes el aislamiento del mundo se había realizado con tanto rigor como en la nueva orden femenina de Asís no hubiera habido dos hermanos legos, quienes por encargo de su maestro pedían limosnas para el convento, las monjas hubieran muerto de hambre, aunque trataban de ganarse lo poco que necesitaban con el trabajo de sus manos.
Muchos amigos benévolos, papas y cardenales, pidieron a Clara que mitigara el principio de la extrema pobreza, pero en vano. Aunque juzgaba con bondad las debilidades humanas, en ese punto era inflexible.
Rara vez Francisco de Asís descansó a la sombra de San Damián. Clara y sus hermanas lo vieron por última vez el 4 de octubre de 1226, cuando sus hermanos levantaron el cuerpo del recién fallecido junto a las rejas por las que las monjas de San Damián solían recibir la comunión.
Aquella noche estrellada de 1212, el espíritu de san Francisco se le había transmitido a Clara. Mientras que aun en vida del santo algunos discípulos suyos habían criticado al santo como extremista, ella comprendió mejor la esencia del mensaje bíblico y conservó fielmente la herencia de la voluntad de san Francisco.
Aunque ella casi siempre estuvo en cama y por eso no podía cooperar activamente en la propagación de su ideal de pobreza, con todo, tuvo la alegría de ver que muchos conventos de monjas seguían su ejemplo. Dios le concedió a la enferma la gracia de sanar a otros enfermos por sus oraciones. También logró liberar dos veces de los moros a su ciudad de Asís mediante sus oraciones.
En sus largas noches de sufrimientos solía rezar el "Cántico del Sol", entonado hacía tiempo por san Francisco, enfermo, medio ciego y atormentado por múltiples congojas junto a los muros de San Damián.
A ejemplo de su padre espiritual, ella se refugió en las heridas de Salvador y su alma permaneció tranquila hasta la hora de la muerte.
En la madrugada del 11 de agosto de 1253, los monjes de san Francisco se reunieron alre-dedor de su lecho de muerte, como si los hubiera enviado el santo, para acompañarla en sus últimos momentos.
ORACIÓN COLECTA
Dios misericordioso, que inspiró a Santa Cara un ardiente amor Por la pobreza evangélica, concédenos por su intercesión, seguir a Cristo pobre y humilde, para que podamos con-templarte después en el Reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén.
Por su consagración, aceptan gozosamente desde la comunión con el Padre, al misterio del anonadamiento y de la exaltación pascual. Negándose, pues, radicalmente a si mismos, aceptan como propia la cruz del Señor, cargada sobre ellos, y así acompañan a los que sufren por la injusticia, por la carencia del sentido profundo de la existencia humana y por el hambre de paz, verdad y vida de este modo, compartiendo su muerte, resucitan gozosamente con ellos a la novedad de vida y, haciéndose todo para todos, tienen como privilegiados a los pobres, predilectos del Señor. Documento de Puebla, n. 743.
13: SANTOS PONCIANO, papa, e HIPÓLITO, presbítero, mártires, 235
Se dice que Ponciano nació en Roma. Sucedió a san Urbano I como obispo de Roma el año 230. Se sabe que en su pontificado reunió un sínodo que confirmó la condenación contra Orígenes de Alejandría. En los principios de la persecución del emperador Maximiano, el papa Ponciano fue desterrado a Cerdeña, isla descrita como insalubre, y allí renunció a su oficio. La tradición sostiene que le quitaron la vida a palos en el año 236. Algunos años después el papa san Fabián trasladó sus restos al cementerio de san Calixto en Roma.
El mártir llamado Hipólito, que la Iglesia celebra también hoy, fue probablemente un presbítero romano que vivió en la primera parte del siglo III. Fue hombre muy instruido y escribió obras importantes en griego. Se le considera discípulo de san Ireneo; san Jerónimo lo llama "elocuente y santo varón". Se opuso al papa san Ceferino por diferencias en el modo de proceder, y también al papa san Calixto I. El año 235 fue desterrado a Cerdeña, junto con san Ponciano y allí murió, reconciliado con la Iglesia. Su cuerpo fue trasladado al cementerio de la Vía Tiburtina, en Roma.
ORACION COLECTA
Que la sincera y abnegada lealtad de tus santos mártires Ponciano e Hipólito, nos obtenga, Señor, el don de tu amor y la inquebrantable firmeza de la fe. Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén
"Dado que Jesús, el Hijo de Dios, manifestó su amor entregando su vida por nosotros, nadie tiene mayor amor que el que entrega su vida por él y por sus hermanos (Cf. 1 Jn 3, 16; Jn 15 1 3). Pues bien: algunos cristianos, ya desde los primeros tiempos, fueron llamados y seguirán siéndolo siempre, a dar este supremo? Testimonio de amor ante todos, especialmente ante los perseguidores. Por tanto el martirio en el que el discípulo se asemeja al Maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, y se conforma a él en el derrama-miento de su sangre, es estimado por la Iglesia como un don eximio y la suprema prueba de amor. Y, si es don concedido a pocos, sin embargo, todos deben estar prestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirlo, por el camino de la cruz, en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia". Concilio Vaticano II, "Lumen Gentium" n. 42.
14: SAN MAXIMILIANO KOLBE, Fraile franciscano, mártir, 1894- 1941
Raimundo Kolbe nació el 7 de enero de 1894 en Zdunska-Wola (Polonia). Sus padres, po-bres tejedores de lienzos, le enseñaron a leer y a escribir, ya que no tenían dinero para mandar-lo a una escuela pública. Un farmacéutico le dio gratuitamente las primeras clases de latín.
Estando en el seminario, se decidió a ingresar en la orden franciscana. En el noviciado tomó el nombre de Maximiliano.
Durante sus estudios de teología, en Lemberg, Maximiliano sorprendió a sus superiores y compañeros por sus cualidades de escritor y técnico.
Ya ordenado sacerdote, contrajo una grave tuberculosis pulmonar; milagrosamente, recibió la curación de manos de María Inmaculada.
Para contrarrestar los avances de la masonería en su patria, fundó, con miles de sacrificios, una revista titulada "Los Caballeros de la Inmaculada". Su misma comunidad le puso obstácu-los. Tuvo que instalar su pequeño taller en Grodno, un monasterio semi-abandonado. Allí, la necesidad lo obligó a convenirse, después de sus labores de sacerdote, en escritor, redactor. Tipógrafo e impresor de su querida revista. Sin embargo, su amor a María y a las almas le ayudó a superar todos los contratiempos.
Cinco años más tarde, ya era demasiado pequeño el viejo monasterio de Grodno. Sobre un terreno obsequiado cerca de Varsovia, comenzó a principios del invierno de 1927, la construcción de una ciudad de barracas, llamada Niepokalanow (Hacienda de la Inmaculada).
El auge de la publicación de "Los Caballeros de la Inmaculada", llenó de alegría el corazón del P. Kolbe y de sus colaboradores. Alcanzó Una tirada de millones de ejemplares; se habían creado revistas especiales para los niños y para el clero; se distribuía, por fin, un diario católico entre el pueblo. Pero Niepokalanow era al mismo tiempo una escuela de santidad, donde, aparte de las labores diarias, nunca se omitían tres horas y media de oración y de meditación.
Unos estudiantes japoneses orientaron sus anhelos de apostolado al lejano oriente. A principios de 1930 viajó, junto con cuatro hermanos, a Nagasaki. Ya en mayo pudo publicar el primer número de una nueva revista japonesa.
A pesar de su precaria salud, construyó una nueva central misionera, con asombro de todos, en un declive a espaldas de la ciudad de Nagasaki.
El capítulo provincial, sin embargo, lo eligió guardián de Niepokalanow y tuvo que regresar a Polonia, puesto que "a través de la voz de los superiores habla la Inmaculada".
Como por milagro, Niepokalanow quedó intacto durante los combates por la conquista de Varsovia, en el otoño de 1939.
El 17 de febrero de 1941 apareció la policía secreta alemana para llevarse al padre Maximiliano y a cuatro padres más. A mediados de mayo, fue internado en Auschwitz. Allí tenía que arrastrar pesados troncos, desde la mañana hasta la noche. Un preso de la manzana 14, a la cual pertenecía el padre Maximiliano, logró huir. Fueron designa. Dos diez presos para expiar, con la muerte, aquella fuga. Se les escogió al azar y sus números se anotaron. Antes de ser lle-vados hacia la cámara de tortura, un preso se adelantó y pidió que se le permitiera morir en lu-gar de uno de los sentenciados, que tenía esposa e hijos. A la pregunta: "¿Quién eres tú?". So-lamente contestó: "Un sacerdote católico". Hasta los verdugos del Tercer Reich respetaron tal valor de abnegación y sacrificio.
Después de efectuado el cambio, avanzó los diez condenados; el último era el padre Maximiliano, quien se sacrificaba por un padre de familia desconocido.
El padre Maximiliano Kolbe fue beatificado por el papa Pablo VI en presencia del mencionado padre de familia, al cual le había salvado la vida. Y por un designio de la divina Pro-videncia fue él quien llevó las ofrendas en la Misa de beatificación de su salvador. Fue canonizado 10 de octubre de 1982.
ORACIÓN COLECTA
Dios de poder y misericordia, que diste la fuerza al santo mártir Maximiliano Kolbe, para que pudiera resistir el dolor de su martirio concédenos que quienes celebrarnos hoy el día de su victoria, con tu protección, vivamos libres de las asechanzas del enemigo. Por nuestro Señor Jesucristo … Amén.
Esta victoria de la fe y del amor, la ha conseguido en este lugar un hombre, cuyo nombre es Maximiliano María; su apellido Kolbe; profesión (como se escribía de él en los registros de campo de concentración): sacerdote católico; 'vocación: hijo de san Francisco. Nacido de padres sencillos, laboriosos y devotos, tejedores cerca de Lodz; por gracia de Dios y por decisión de la Iglesia: beato. En este lugar del terrible estrago que supuso la muerte para cuatro millones de hombres de diversas naciones, el P. Maximiliano, ofreciéndose voluntariamente a sí mismo a la muerte en el búnker del hambre por un hermano, consiguió una victoria espiritual similar a la del mismo Cristo.
¿Puede todavía extrañarse alguien de que el Papa, nacido y educado en esta tierra; el Papa, que ha ido a la sede de san Pedro desde la diócesis en cuyo territorio se halla el campo de Oswiecim, haya comenzado su primera encíclica con las palabras 'Redemptor Hominis' y que la haya dedicado en conjunto a la causa del hombre, a la dignidad del hombre, a las amenazas contra él y, en fin, a sus derechos inalienables que tan fácilmente pueden ser pisoteados y ani-quilados por sus semejantes? Es suficiente revestir al hombre de un uniforme diverso, armarlo con instrumentos de violencia, basta imponerle la ideología en la que los derechos del hombre quedan sometidos a las exigencias del sistema, completamente sometidos, hasta no existir ya de hecho". Juan Pablo II, Homilía en el campo de concentración de Brzezinka, Polonia, 7 de junio, 7979.
15: ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA.
En el monte Sión de Jerusalén, cerca del cenáculo, se encuentra la abadía benedictina "Dormitio Mariae", que quiere recordar la muerte de María y su Asunción a los cielos. Es probable que María compartiera, no por necesidad de la criatura caída, sino por amor, la muerte de su divino Hijo. No tenemos certeza sobre el lugar donde murió.
La Biblia menciona a María por última vez en Pentecostés, cuando recibió al Espíritu Santo en el cenáculo con los apóstoles, y quedó así constituida como "Madre de la Iglesia". Probablemente acompañó al apóstol san Juan a Éfeso, puesto que el divino Maestro se la había encomendado desde la cruz. En esta ciudad se conserva la casa donde vivió sus últimos años. El Concilio de Efeso del año 431 definió solemnemente que María es "Madre de Dios" y el emperador oriental Mauricio mandó celebrar la fiesta de la Asunción de María, el 15 de agosto hacia el año 600.
En Roma encontramos, desde el siglo VIII la fiesta del 15 de agosto con el nombre "Nata-licio de santa María".
En la fe del pueblo, en la tradición y en el arte cristiano, la Asunción María al cielo en cuerpo y alma es una de las verdades más aceptadas con verdadero entusiasmo. De manera que no resultó ninguna novedad que el papa Pío XII la haya promulgado como dogma, el día de Todos los Santos del año santo de 1950.
Delante de 600 obispos, definió en la bula "Munificentíssimus Deus", la Asunción de Mar-ía con las siguientes palabras: "Habiendo orado insistentemente a Dios y habiendo pedido la luz del Espíritu de verdad, para gloria del Dios todopoderoso, que hizo a María objeto de tan señalados favores; para honor de su Hijo, rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para el acrecentamiento de la gloria de su santísima Madre y para el acrecentamiento de toda la Iglesia, Nos, por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo y de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y por nuestra propia autoridad, declaramos y definimos que es un dogma divinamente revelado, que la inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen María, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo, al terminar su vida mortal".
La fiesta de la Asunción, y podemos añadir de la coronación de María, es la gloriosa re-compensa de Dios a los demás misterios de la vida de María, desde el anuncio del ángel hasta su martirio junto a la Cruz.
Sin embargo, no podemos ver las prerrogativas de María en forma aislada; debemos preguntarnos qué significa su exaltación para nosotros y para la Iglesia.
No debemos despreciar al cuerpo humano, como lo hacen las religiones paganas que ven en el cuerpo una cárcel del alma o lo consideran como raíz de todo mal. El hombre íntegro ha sido creado por Dios y Dios vio que su creación era buena. El hombre íntegro en cuerpo y en alma está destinado a participar en la gloria del "Primogénito de los muertos", Cristo resucitado. "Creo en la resurrección de los muertos", María asunta al lado de Cristo Rey es prenda visible de esta verdad esencial de nuestra fe.
No debemos tampoco pervertir la dignidad del cuerpo humano, hasta cometer idolatría con lo que debe ser "templo de Dios". San Pablo afirma que ningún fornicario y adúltero participa del Reino de Dios (Efe 5, 5). Hay personas que pecan por debilidad y se arrepienten; pero también hay gente que pervierte a los demás, haciendo negocios inmorales con toda clase de pornografía y perversión. Para éstos no habría asunción, sino más bien les convendrá, como dice Cristo, que sean arrojados con una piedra de molino atada al cuello, a las profundidades del mar (Mt 18, 6).
Los textos litúrgicos de la fiesta, presentan a María como la gran señal en el cielo de la lucha decisiva entre Dios y Satanás. La devoción mariana no es un sentimentalismo particular sin compromiso, sino la consagración del hombre total y de la Iglesia universal a María. El gran papa mariano, Pío XII, llamó a María asunta "la vencedora en toda las batallas de Dios".
Sobre la solemnidad del 15 de agosto encontramos también una hermosa explicación del papa Pablo VI en su carta "El culto mariano" (n.6).
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que recompensaste a la profunda humildad de la Virgen María con la sublime dignidad de ser la Madre de tu Hijo, concédenos, por sus méritos, aprovechar la gracia de la redención y recibir de ti la recompensa del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo… Amén.
"La Iglesia trata así de profundizar, consolidar, alimentar, hacer cada vez más madura la fe de aquellos que se llaman ya fieles o creyentes, a fin de que lo sean cada vez más. Esta fe está casi siempre enfrentada al secularismo, es decir, a un ateísmo militante; es una fe expuesta a pruebas y amenazas, más aún, una fe asediada y combatida. Corre el riesgo de morir por asfixia o por inanición, si no se la alimenta y sostiene cada día". Pablo VI, "Evangelii Nuntiandi" n. 54.
16: SAN ESTEBAN, rey de Hungría, 970-1038
El sagrario nacional de Hungría siempre ha sido la corona de san Esteban, aquella doble y antiquísima diadema, con la cruz inclinada, insignia de su unidad nacional y de la cultura cristiana. El día en que el joven rey Esteban se la puso en sus sienes, Hungría comenzó a destacar por primera vez en la historia de Europa.
El padre de Esteban llevaba todavía el cetro como primero entre los gobernantes con los mismos derechos, pero no se interesaba en otros países más allá de las fronteras de Hungría. Esteban, en cambio, ya desde joven, participaba con entusiasmo en los magnos planes que querían realizar conjuntamente el joven emperador Otón III y el papa Gregorio V.
El santo obispo Adalberto, quien por entonces atravesaba Hungría y Bohemia, dejó en nuestro santo, con su recia personalidad, una huella imborrable. A Esteban le habían encomendado recibir al famoso héroe de la fe en la frontera y acompañarlo para salvaguardarlo.
En el año de 995, Adalberto le concedió a Esteban el sacramento de la confirmación. Poco tiempo después, Esteban se puso en marcha hacia Baviera para casarse con Gisela, hermana del que posteriormente seria emperador, Enrique el Santo.
Con su esposa alemana llevó a muchos caballeros y monjes a su patria, que iban a ser los cofundadores y portaestandartes de una nueva Hungría cristiana.
Esteban no ocultó sus intenciones; por eso nada tuvo de extraño el que los corifeos del paganismo hubieran tratado de derrocarlo, a causa de sus creencias. Asimismo influyó el hecho de que, con mano firme, empuñara las riendas del gobierno, dominando la actuación arbitraria de la alta nobleza, dando órdenes precisas para que se devolviera la libertad a numerosos esclavos cristianos, pagando por ella una moderada indemnización y que se tomaran medidas severas contra las costumbres supersticiosas de su pueblo. Todo esto contribuyó a crear una atmósfera de descontento inicial.
Esteban conocía a sus magiares. No se precipitó. Les dio el tiempo necesario para que experimentaran las bendiciones de la nueva religión en sí mismos y en su patria.
De Italia y de Alemania llamó a varios sacerdotes y los designó como misioneros y maestros del pueblo. Con suma prudencia fundó conventos, cabildos y escuelas, bien distribuidos por todo el país.
La fundación del arzobispado de Gran y de otros obispados, lo independizó de la influencia eclesiástica del obispado de Passau. Todas estas medidas comprobaron la firme voluntad de Esteban de acabar con los últimos restos del paganismo, no mediante ordenanzas punitivas sino por medio del Evangelio mismo, que llevó hasta las tiendas más apartadas de los pastores en la región de la Pusta.
El vicario de Cristo en Roma, el papa Silvestre, bendijo, con alegría la obra realizada por el joven príncipe de Hungría en pocos años y le envió una diadema consagrada. En medio del júbilo popular, el gran Esteban fue proclamado rey.
Así pues, su poder terrenal quedó firmemente arraigado. El comercio floreció, protegido por la paz y la justicia. En Roma, en Constantinopla y en Jerusalén, con real magnanimidad, Esteban fundó conventos húngaros para hospedar a los numerosos paisanos que celosos de su nuevo credo, llegaban en peregrinación, a los santuarios de la cristiandad.
Para asegurarle a su hijo el dominio en Hungría, quiso declararlo corregente durante su propia vida. Aún se conserva la "amonestación. que quiso dirigir a Emerico cuando éste subiera al trono y que constituye un testimonio conmovedor de sus propios principios. Encarecida-mente le pedía conservar "con fidelidad el credo católico y confesarlo ante todo el mundo, fomentar el bien de la Iglesia y honrar el clero.
El 8 de septiembre de 1031 iban a coronar a Emerico, pero murió éste el 2 de septiembre. Su muerte fue el golpe más duro para el santo rey Esteban, ya envejecido.
ORACIÓN COLECTA
Por intercesión de San Esteban de Hungría, concédenos, Señor, ser fieles a la fe y a la Iglesia que él se preocupó por consolidar y extender en todo su reino. Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén.
"La catequesis familiar procede, pues, acompaña y enriquece toda otra forma de cateque-sis. Además, en los lugares donde una legislación antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe, o donde ha cundido la incredulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de resultar prácticamente imposible una verdadera creencia religiosa, la Iglesia domés-tica es el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis". Juan Pablo II, "Catechesi Tradendae'; n. 68.
19: SAN JUAN EUDES, presbítero, fundador de las congregaciones de Jesús y de María y de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio, 1601-1680
"El sacerdote requiere tres eternidades: la primera, para prepararse; la segunda, para ofrecer dignamente el santo sacrificio de la Misa; la tercera, para agradecerle a Dios su gracia".
El Joven sacerdote que opinaba esto de la profesión que había elegido, acababa de ofrecer su primera Misa en la mañana de Navidad de 1625.
Siendo estudiante en el colegio de los jesuitas en Caen, había colocado su anillo en el dedo de una imagen de María, para comprometerse con la Virgen Inmaculada.
En París se había adherido a los oratorianos, que lo habían ordenado sacerdote. Pero ahora se hacían patentes las consecuencias del escaso cuidado por su salud, que se derrumbó a pesar de la solicitud de Sus superiores, quienes lo enviaron durante dos. años, a una hacienda para que se recuperara.
Gracias a la sagrada Biblia, pudo soportar tan largo período de inactividad. Fue su única, pero también su mejor preparación para el Periodo de cincuenta años en que se le llamó el gran "pescador de almas" de toda Francia.
La peste causaba estragos en su patria chica, cuando Juan Eudes comenzó su primera misión. Las iglesias y los confesionarios estaban vacíos, pero en los hospitales había trabajo hasta el agotamiento. Nuevamente enfermó gravemente.
Mientras tanto explotó la furia de la guerra religiosa que lanzó a hugonotes, católicos, calvinistas y jansenistas, unos contra otros.
Apenas restablecido, Juan emprendió la lucha. La orden le encargó la dirección de la misión en el norte del país. Ejércitos de campesinos y ciudadanos fluían hacia su púlpito y su confesionario.
Nuestro santo pasaba las noches en vela ante el Santísimo. Las monjas le ayudaban a orar por la conversión de los pecadores. A los sacerdotes, él mismo les daba conferencias pastorales.
El heroico misionero, durante cincuenta años caminó de aldea en aldea. Sólo una cosa le preocupaba: ¿Estarían capacitados los sacerdotes para proseguir su labor? Su conciencia se lo decía cada vez con más claridad: tenía que fundar seminarios para sacerdotes. Si no lo podía realizar en su orden, lo haría fuera de ella. Cuando no pudo superarla oposición de sus superiores, prefirió separarse de los oratorianos antes que cruzarse de brazos.
Bajo su dirección, en 1643, surgió en Caen una nueva asociación de sacerdotes seculares, con la meta expresa de organizar misiones populares para aliviar la falta de sacerdotes. La llamó "Congregación de Jesús y de María" A los pocos años había organizado seis seminarios de sacerdotes y reformado cientos de parroquias. Un semejante efecto benéfico tenían las hermandades de "Nuestra Señora de la Caridad y del Refugio" fundadas por é1, que se encargaban de las penitentes y de las prostitutas.
Se le pagó con ingratitudes. Varios escritos difamatorios calumniaron su buena reputación. Temporalmente se le retiró el permiso de predicar y de confesar. Fue calumniado hasta delante del Papa. Por esta razón la congregación sacerdotal fue reconocida hasta después de su muer-te. Cuando se le prohibió presentarse en público, tomó la pluma. Sólo Dios sabe cuánto bien produjeron durante muchos años su Catecismo Popular y su Manual de la Vida Sacerdotal.
Mucho antes de que santa Margarita María Alacoque, fomentara la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, san Juan Eudes ya la tenía como objetivo de su vida. De idéntica manera promovió la devoción al Inmaculado Corazón de María.
En plena actividad, hasta el último minuto de su vida, murió el 19 de agosto de 1680, cerca de los 80 años de edad.
Fue canonizado en 1925 por el papa Pío XI.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que elegiste a San Juan Eudes para dar a conocer la infinita grandeza del amor de Cristo, concédenos, por su intercesión, conocer y amar cada día más a tu Hilo y ajustar nuestra vida a su Evangelio. Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la víctima por cuya in-molación quisiste devolvernos tu amistad, para que fortalecidos con el cuerpo y sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu. Que él nos transforme en ofrenda permanente". Oración Eucarística III.
20: SAN BERNARDO, abad de Claraval y Doctor de la Iglesia, 1090-1153
Son características en la vida de san Bernardo la cruz de los peregrinos que iban a Jerusalén, y la voz de Cristo.' "¡Sígueme!"
En balde sus hermanos trataron de ganarlo para una vida de vanidad, nobleza y riqueza.
A los veinte años, Bernardo se decidió por la regla de la orden religiosa de san Norberto, fundador de los cistercienses, la cual significaba riguroso trabajo manual, en silencio y penitencia. Pronto lo siguieron a Citeaux treinta hombres, entre ellos, cuatro de sus cinco herma-nos.
Se establecieron en el "Valle de las hierbas amargas y en pocos años lo convirtieron en un "Valle claro" (Claraval). Claraval se fundó en 1115 y tres años más tarde, Trois Fontaines. Se le atribuye a san Bernardo la fundación de 68 monasterios durante su vida.
Su personalidad y sus penitencias podrían parecer una austeridad fanática, si su dureza no hubiera sido transfigurada al mismo tiempo por un tierno amor a la Virgen María y por una conmovedora compasión por Cristo crucificado. No emprendía ninguna predicación, ninguna obra, sin una previa glorificación apasionada a María. La confianza en su perpetuo socorro re-suena en el "Acordaos, oh piadosísima Virgen María".
En el servicio a la virginal Madre de Dios, Claraval se convirtió en fuente de aquel amor caballeresco-monacal a María, sin el cual uno no se puede imaginar la Edad Media.
¿Qué razón obligó a este orador y místico a abandonar la soledad de Claraval, en contraste con sus propias enseñanzas, para intervenir activamente en la historia de su tiempo'? Solamente una cosa pudo lograrlo: la preocupación por la Iglesia. Por este amor a la Iglesia, dirigió enér-gicas cartas contra el lujo de algunos obispos demasiado mundanos, contra la corrupción moral del bajo clero y de algunos religiosos, contra la ocupación de las sedes episcopales y abadías por favoritos indignos. El no temía exponer este asunto ante el rey y el papa. Nadie podía des-oír su voz; había llegado a ser la conciencia reclamante de la Iglesia.
Durante el cisma de los dos antipapas, Inocencio II y Anacleto II, fue san Bernardo quien se decidió por el más digno, por Inocencio, Y quien, con entusiasmo incansable, impulsó su causa. También con los papas siguientes, sobre todo con su antiguo alumno y hermano en la orden, Eugenio III, él podía actuar sin temor a que se le contradijera.
Bernardo rechazó la elección al episcopado, en dos ocasiones, y siguió siendo monje.
En occidente, la paz iba ganando terreno pero en oriente los turcos se apoderaron de la Tierra Santa y profanaron el sepulcro del salvador. Bernardo ni siquiera se atrevió a pensar en esta desgracia: en un llamado ardiente, le exigía al papa que anunciara una nueva cruzada, y el papa Eugenio lo nombró predicador de la cruzada.
En Vézelay, Bernardo se ganó las simpatías de Francia y de su rey, Luis VII. Se enviaron mensajeros y cartas a casi todos los príncipes de Alemania y finalmente, llegó el día en que las columnas de los ejércitos se pusieron en marcha, bajo la protección de san Miguel.
La cruzada terminó en un rotundo fracaso. Unos cuantos miles, pertenecientes a la nobleza alemana y francesa, regresaron a la patria. Las viudas y los huérfanos lloraban a causa de la sangre derramada, de la cual Bernardo se quería hacer responsable.
Sentía ahora la angustia mortal del abandono, la que siempre lo conmovió de manera especial durante la contemplación de la pasión de Cristo. Y en la noche del 20 de agosto de 1153, su vida mortal desembocé en la fuente de toda vida.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que hiciste que san Bernardo se desviviera por la unidad y la paz de tu Iglesia y la iluminara con sus enseñanzas llenas de amor, haznos participes del fervor de su espíritu para poder vivir como verdaderos hijos tuyos Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén.
"Cristo, en cuanto evangelizador, anuncia ante todo un reino, el Reino de Dios; tan importante que, en relación a él, todo se convierte en 'lo demás', que es dado por añadidura. Solamente el Reino es absoluto y todo el resto es relativo". Pablo VI, "Evangelii Nuntiandi", n. 8.
San Bernardo de Claraval: Contemplación (Benedicto XVI)
Biografía de San Bernardo de Claraval.
21: SAN PIO X, papa, 1835-1914
En un altar a la entrada de la basílica de san Pedro, en Roma, está sepultado el Papa a quien la primera guerra mundial causó un inmenso dolor. La inscripción de la sencilla lápida dice: "papa PÍO X, pobre y, con todo, rico, de corazón tierno y humilde, defensor invencible de la fe católica, empeñado en renovar todo en Cristo, piadosamente pasó a mejor vida el 20 de agosto de 1914".
"Pobre, y, con todo, rico". Hubo un tiempo en que el pequeño "Beppino" Sarto, descalzo, caminaba diariamente los cinco Kilómetros desde Riese a Castelfranco, donde estaba la escuea, con un pedazo de pan en la bolsa, los zapatos colgados al hombro, ya que los ingresos como cartero y empleado municipal, obligaban a papá Sarto a una vida de riguroso ahorro.
El muchacho, despierto, curioso y siempre dispuesto al gracejo, soportaba con humor todas estas carencias y, cuando obtuvo una beca, y pudo entrar al seminario de Padua, su laboriosi-dad no conoció límites. Por fin, a los veintitrés años, fue ordenado sacerdote.
Como capellán de Tombolo, regalaba su escaso salario. Trabajaba sin descanso en el día y estudiaba hasta muy entrada la noche. Siendo párroco de Salzano, en la época del cólera, se sacrificó por sanos y enfermos, saqueó el armario de su hermana y el obispo lo tuvo que amo-nestar para que cuidara su salud.
Cuando le llegó la inesperada noticia de que había sido nombrado obispo de Mantua, lloró como un niño. Nueve años más tarde, vestido con la púrpura de cardenal, entraba a Venecia profusamente engalanada.
Si alguno hubiera creído que su tenor de vida iba a cambiar y que su gobierno tendría la ostentación de una príncipe eclesiástico, se habría equivocado completamente. Fueron preci-samente los barrios más pobres de la ciudad los que visitaba más a menudo y, muchos curas quedaron sorprendidos al verlo llegar y oírlo platicar como un padre o un amigo.
Para ahorrar unas cuantas liras, en julio de 1903, llegó al cónclave de Roma provisto con su boleto de regreso; jamás había pensado en la posibilidad de que se le eligiera vicario de Cristo. En cuanto su nombre se escuchaba más y más, él con los ojos humedecidos por el llanto, rogaba a los cardenales que escogieran a uno más digno. En vano. Precisamente el pobre y humilde hijo de un cartero había sido designado por la Providencia, en una época llena de orgullo por su poder y su técnica.
"Un defensor invencible de la fe católica" Probablemente los racionalistas del incipiente siglo XX esperaban que Pío X, bastante desconocido en el mundo científico, iba a estar de acuerdo con sus ideas.
Desde los primeros decretos y encíclicas se vio que el nuevo papa, ni siquiera para lograr la armonía entre el Estado y la Iglesia, iba a ceder en Principios fundamentales del catolicismo.
En Francia se desencadenó la lucha cultural. Los bienes de la Iglesia fueron incautados. La cruz fue alejada de las escuelas, se perseguía sacerdotes y funcionarios de la Iglesia.
En Portugal, la revolución de 1911 también se dirigió contra la Iglesia. Aun en Italia no faltaron las tensiones entre el gobierno masón y la curia, aunque Pío X, ya desde Mantua y en Venecia, había procurado establecer relaciones amistosas con las autoridades.
"Empeñado en renovarlo todo en Cristo". En estas palabras se revela la verdadera meta de su pontificado.
De allí sus avanzadas encíclicas en casi todos los ámbitos de la reforma eclesiástica interna: la nueva creación del Derecho Canónico la constitución de un instituto Bíblico Pontificio, el mejoramiento del catecismo y del breviario, las prescripciones sobre la educación y la formación científica de los jóvenes clérigos, la simplificación de la curia romana, la preocupación por el canto gregoriano y los clásicos en la música eclesial, el estímulo a los políticos y reformadores sociales católicos, el fomento del trabajo misionero en todos los continentes.
De una importancia incalculable para las generaciones venideras, llegaron a ser sus enseñanzas y normas sobre la recepción diaria de la santa comunión y de la primera comunión de los niños pequeños.
"Piadosamente pasó a mejor vida el 20 de agosto de 1914". Los sucesos aciagos que sobrevinieron apresuradamente en el período de su gobierno. no pasaron por él sin dejar sus huellas.
Activo y amable, un hombre de amplia comprensión, recibía visitas tanto de jefes de Esta-do como de pobres peregrinos de su patria chica.
¿Sabían ellos que el anciano en el trono de san Pedro, hincado durante muchas horas del día y de la noche, clamaba a Dios por el bien de los pueblos? No pudo resistir la matanza de los hombres; como una de las primeras víctimas de la guerra mundial, expiró el 20 de agosto de 1914. Aún mientras vivía una parte de la generación sobre la que extendió su mano santificadora, el 3 de junio de 1951, la Iglesia lo beatificó. Tres años después, el gran papa reformador fue declarado santo por su sucesor, el papa Pío XII.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que infundiste en San Pío X tu Espíritu de sabiduría y fortaleza, para defender la fe católica y orientar hacia Cristo todas las cosas, concédenos, por su intercesión, luz y valor para reorientar hacia ti toda nuestra vida Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén.
"Haced todo lo que podáis para garantizar la dignidad sagrada del ministerio eucarístico y el profundo espíritu de la comunión eucarística, que es un bien peculiar de la Iglesia, como pueblo de Dios y, al mismo tiempo, la herencia especial transmitida a nosotros por los apóstoles, por diversas tradiciones litúrgicas Y por tantas generaciones de fieles, a menudo testigos heroicos de Cristo, educados en la 'escuela de la Cruz' (redención) y de la Eucaristía". Juan Pablo II, "El Misterio y el Culto de la Eucaristía" n. 11.
22: LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, REINA
Esta fiesta de la santísima Virgen, establecida por el papa Pío XII el primero de noviembre de 1954, aniversario de la proclamación del dogma de la Asunción, pone de manifiesto uno de los títulos más gloriosos de la Madre de Dios.
María es reina de los ángeles y de los hombres, porque es Madre de Jesucristo, rey de los ángeles y de los hombres. Es pues la reina madre, que aventaja en perfección y en dignidad a todos los seres creados. Y como reina, ejerce sus funciones desde el cielo. No cesa de interceder por nosotros y alcanzarnos las gracias que necesitamos para servir con lealtad a su Hijo.
Cuando la reina madre fue llevada al cielo por el que era su Dios y su Hijo, el rey de reyes, en medio de la alegría de los ángeles y de la aclamación de todos los bienaventurados, se cumplió lo dicho por el Salmista: "De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir" (Sal 45,11).
Después de la modificación del calendario eclesiástico, esta esta fue trasladada del 31 de mayo al presente día, 22 de agosto.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso, que has querido darnos como madre y reina a la Madre de tu Hijo, concédenos amarla y venerarla como verdaderos hijos suyos y obtener, por su intercesión, el Reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén.
Esta piedad popular, en México y en toda América Latina, es indisolublemente mariana. En ella, María santísima ocupa el mismo lugar preeminente que ocupa en la totalidad de la fe cristiana. Ella es la madre, la reina, la protectora y el modelo. A ella se viene para honrarla, para pedir su intercesión, para aprender a imitarla, es decir para aprender a ser un verdadero discípulo de Jesús. Porque como el mismo Señor dice: "Quien hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre". (Mc. 3, 35).
Lejos de empañar la mediación insustituible y única de Cristo, esta función de María, acogida por la piedad popular, la pone de relieve y 'sirve para demostrar su poder', como enseña el Concilio Vaticano II ('Lumen Gentium', n. 69, porque todo lo que ella es y tiene le viene de la 'superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación' y a él conduce. Juan Pablo II, Homilía en el santuario de Zapopan, 37 de enero, 1979.
24: SAN BARTOLOMÉ, apóstol
Los evangelistas sólo mencionan el nombre de Bartolomé y relatan que fue designado por Jesús para formar parte del grupo de los Doce y que fue enviado a predicar el Reino de Dios. Su nombre, sin embargo, siempre parece estar unido al del apóstol Felipe.
Esto nos hace pensar que Bartolomé y el pescador Natanael, de Caná de Galilea, fueron la misma persona. San Juan, al principio de su Evangelio, nos describe la vocación de Natanael.
Natanael sí tenía la misma profesión, pero no la misma manera de vivir de Andrés y de Pedro, de Santiago y de Juan. Natanael parece más reservado, más pensativo que los demás del grupo de los apóstoles pescadores. Mientras que los otros reparaban las redes y conversaban alegremente, él prefería meditar en la historia de su pueblo sentado bajo la sombra de una higuera. Así lo sorprendió Felipe con una noticia súbita: "¡Hemos encontrado a aquél del cual habían escrito Moisés y los profetas en la ley antigua: es Jesús, el hijo de José de Nazaret!"
Felipe había preparado muy bien sus palabras, que sin embargo, no produjeron el efecto deseado. Natanael no se conmovió y con ironía le contestó a Felipe: "¿Acaso de Nazaret puede venir algo bueno?" (Jn 1, 46). Felipe no tenía deseos de discutir: "¡Ven tú mismo y lo verás!" Lo condujo delante del extraño rabí de Nazaret. Por las palabras que el Señor le dirigió, Natanael reconoció de inmediato que su mensaje penetraba hasta lo más profundo del corazón humano. Comprendió la desbordante alegría de sus compañeros y se disiparon sus propias dudas. En voz alta confesó ante todos aquellos a quienes hasta entonces consideraba débiles y engañados: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel". (Jn 1, 49).
Estas palabras fueron pronunciadas de manera sincera y varonil y así afrontó la muerte Natanael-Bartolomé, por este reconocimiento.
El día de san Bartolomé ha sido desde la Edad Media el día festivo de los carniceros y curtidores, seguramente por los instrumentos de su martirio, con los que ordinariamente se le representa.
ORACIÓN COLECTA
Fortalece, Señor, nuestra fe para que sigamos a Cristo con la misma sinceridad de san Bartolomé, apóstol, y concédenos, por su intercesión, que la Iglesia sea un instrumento eficaz de salvación para todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, Amén.
El Concilio ha recogido, porque son muy significativas, estas palabras de san Agustín sobre la acción misionera de los Doce: 'Predicando la palabra de verdad, engendraron las Iglesias' "Pablo VI, "Evangelii Nuntiandi", n. 59.
25: SAN LUIS, rey de Francia, 1219-1270
Luis IX llevaba la corona como una carga sagrada que le obligaba a ser ejemplo ante Dios y ante su pueblo. Mantener la paz con todos sus vecinos era para él una preocupación ineludible. Bajo su mandato, Francia llegó, a ser el Estado más poderoso de Europa. Cada mañana se pre-sentaba a la Misa solemne y diariamente rezaba con su capellán las oraciones del oficio divino.
Bajo severas disposiciones se prohibieron el duelo, la explotación de los indefensos, la usura y la ostentación. Se castigaba al blasfemo. La administración estatal y el poder judicial fueron depurados de funcionarios venales. La moneda recuperó su valor en el país y ningún pobre moría de hambre. Para escándalo de los cortesanos, los pordioseros y leprosos podían comer en la mesa del rey y cuando Luis visitaba alguna de las ciudades de sus dominios, en-traba a los hospitales y les hacía obsequios generosos a los enfermos, sin estimarse superior a ellos; y algunas veces llegó a curarlos con sus propias manos.
Poca gente sabía que con estos humildes servicios a los pobres y enfermos imitaba el ejemplo del santo de Asís, cuyo hábito llevaba bajo su atuendo real. En medio de una brillante corte, Luis vivía con tanta sencillez, que tuvo que soportar la recriminación de su esposa, por menospreciar su dignidad. Su madre, a la que profesaba cariño y gratitud, y cuyo consejo soli-citaba en todo problema difícil del gobierno, lo comprendía mejor.
Ella había educado al rey con seriedad y profunda devoción, y también él quería que sus hijos se educaran así. No había defecto que le repugnara más que la frivolidad y altanería en los futuros herederos del reino.
Las órdenes mendicantes de los franciscanos y dominicos, recién fundadas, pudieron des-arrollarse libremente bajo su protección; su abnegación y celo le parecían el peso justo para balancear la riqueza y el orgullo de muchos prelados que ya no se preocupaban por el pueblo. Más que ellos, el rey velaba por el bien de la Iglesia, amenazado por los escandalosos abusos espirituales de la excomunión y materiales de los impuestos.
Para combatir las herejías albigenses en el sur de Francia, fundó la Universidad de Tolosa. Durante su reinado enseñaron en París Tomás de Aquino y Buenaventura. Con sus ahorros construyó catedrales y abadías para el Rey de Reyes.
La "Sainte Chapelle", relicario del arte gótico, es obra suya. Se construyó en honor de la supuesta corona de espinas del Salvador, que Luis había adquirido en Venecia y había acompañado en peregrinación solemne, después de tres días de abstinencia, desde Villeneuve hasta París. La valiosa reliquia, ante la cual rezaba todas las noches y que el mismo solía mostrar al pueblo el Viernes Santo, animó sus deseos de una vida perfecta, exenta de toda preocupación mundana.
En diciembre de 1243 cayó enfermo de gravedad y sanó milagrosamente, al tocar la mencionada reliquia del Señor. Entonces organizó una cruzada a los santos lugares en agradecimiento.
Después de muchos preparativos, la flota de los cruzados ancló frente a la fortaleza de Damieta, en mayo de 1249. Los defensores la abandonaron; pero después de ese primer éxito, se inició una larga cadena de desgracias, hasta que finalmente el rey y su ejército cayeron prisioneros de los moros. El rey logró liberarse pagando un elevado rescate.
Luis resintió mucho el fracaso del viaje y el sacrificio de tantos caídos; pero redobló sus ejercicios de penitencia y el proyecto de una segunda cruzada se reafirmó. En la primavera del año de 1267, mandó traer la santa reliquia ante la corte y la puso por segunda vez sobre la cruz. De nuevo su flota se acercó a la costa enemiga; pero otra vez el calor y las epidemias resultaron enemigos insuperables. En el puerto de Túnez, el rey Luis IX sucumbió ante la peste negra, el 25 de agosto de 1270.
Fue sepultado en la "Sainte Chapelle", muy cerca de la corona de espinas que se habla convertido en símbolo de su reinado, en vez de la diadema de oro.
Así san Luis, quien en sus últimos años de vida fue el árbitro de Europa, aun hoy en día es reconocido por toda la cristiandad occidental. El 11 de agosto de 1297, el papa Bonifacio VIII declaró "santo" al rey Luis, y fijó su fiesta para el 25 de agosto.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que quisiste dejarnos en san Luis, rey de Francia, un modelo de responsabilidad cristiana para con su familia y con su pueblo, concédenos, por su intercesión, colaborar a la venida de tu Reno, mediante el cumplimiento fiel de nuestras tareas temporales. Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén
"… Ten piedad para con los pobres, desgraciados y afligidos dos; ayúdalos y consuélalos según tus posibilidades. Da gracias a Dios por todos sus beneficios y así te harás digno de recibir otros mayores. Para con tus súbditos obra con toda rectitud y justicia sin desviarte a la derecha ni a la izquierda; ponte siempre más del lado del pobre que del rico, hasta que averigües de qué lado está la razón". Testamento espiritual de san Luis, rey de Francia, a su hijo.
25: SAN JOSÉ DE CALASANZ, fundador de los Clérigos Regulares de las Escuelas Religiosas, 1556-1648
Hijo de una familia noble de Aragón, que quena dirigirlo hacia la carrera militar, desilusionó a sus padres al comunicarles su decisión de hacerse sacerdote. Durante los 92 años de vida que Dios le concedió, regaló a la Iglesia la preciosa herencia de la fundación y promoción de las Escuelas Católicas para los niños pobres.
Ordenado sacerdote en 1583, sirvió por nueve años, con sus conocimientos jurídicos, al obispo de Urgel, visitando, como vicario general, todas las parroquias de los Pirineos y de Andorra.
Al morir su padre, repartió su herencia y se fue a Roma a donde lo había llamado el carde-nal Colonna. Aparte de su trabajo administrativo en la curia, empezó a reunir niños y jóvenes para instruirlos.
Pronto reconoció que no bastaban unas clases de religión el fin de semana, sino que debía dar una formación integral, particularmente a la multitud de niños que vagaban por las calles de Roma, sin que nadie se interesara por ellos.
En la casa parroquial de Santa Dorotea, en el Trastévere, José, con otros dos sacerdotes, abrió la primera escuela católica para niños pobres en 1507. A los 8 días ya tenía más de 100 niños. Año por año tenían que buscar más edificios y más maestros. José y sus colaboradores fundaron la Congregación de los Clérigos Regulares de las Escuelas Religiosas. Al extenderse rápidamente la obra por Italia y por el resto de Europa, cuando fue nombrado José superior general por el papa Urbano VIII, empezó para el santo el tiempo de la prueba.
Desde 1642, surgió en contra del santo una verdadera ola de intrigas y calumnias de algunos falsos hermanos dentro de la congregación. Un día, José, a pesar de sus 86 arios, fue detenido por el Santo Oficio Y llevado preso por las calles de Roma. Sus enemigos lograron destituirlo como superior y el principal traidor, Marco Sozzi fue nombrado superior general. Le siguió otro clérigo al cual le comprobaron en poco tiempo, enormes fraudes.
En 1646, el papa Inocencio X disolvió la congregación y permitió que sólo siguiera como "comunidad diocesana", según el beneplácito de cada local. Al oír José la noticia, como dijo Job: "El Señor nos lo dio, el Señor nos lo quitó. Bendito sea su santo nombre". Más tarde el mismo papa Inocencio X, lo rehabilitó y 8 años después de la muerte' de José, el 25 de agosto de 1648, su obra fue otra vez reconocida como orden religiosa.
En 1767, José fue canonizado. El papa Pío XII lo declaró, en 1948, patrono de todas las escuelas elementales católicas.
El documento de Puebla reafirma la importancia de la escuela católica, en todos los niveles, como ambiente privilegiado que favorezca y estimule el crecimiento en la fe, lo que no depende sólo de curso: Programados de religión. (Documento de Puebla. n. 1040).
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que otorgaste a san José de Calasanz dones especiales de caridad y comprensión, para dedicar su vida a la educación cristiana de la juventud, concédenos, por su intercesión, colaborar a formación de los jóvenes con una vida familiar y social auténticamente cristiana. Por nuestro Señor Jesucristo, Amén.
"Me refiero también a la escuela no confesional y a la estatal. Expreso el deseo ardiente de que, respondiendo a un derecho claro de la persona humana y de las familias y en el respeto de la libertad religiosa de todos, sea posible a todos los alumnos católicos el progresar en su formación espiritual". Juan Pablo II "Catechesi Tradendae"; n. 69.
28: SAN AGUSTÍN, obispo y Doctor de la Iglesia, 354-430
Agustín es, probablemente, el santo más humano y universal de la antigüedad. Al leer sus Confesiones penetra en las profundidades del corazón humano y se alaba la misericordia de Dios, que obró tal milagro de conversión en un pecador.
La ciudad de Tagaste, en el norte de África, donde nació el 13 de noviembre de 354, pronto fue demasiado pequeña para el hijo de un pagano voluble y de una cristiana pacífica y muy devota. Sin haber recibido el bautismo y más parecido, en sus inclinaciones, al padre que a la madre, odió la escuela y la vida ordenada. En la escuela de altos estudios de Cartago, se unió a una muchacha que le dio un hijo, al que, en forma atrevida, puso por nombre "Adeodato" ("regalo de Dios").
Cuando murió su padre, su madre, Mónica, oró por el hijo perdido. Pero éste impasible an-te sus penas, buscaba más bien su propia gloria en la poesía y en la oratoria. La mística más obscura del oriente, la doctrina de los maniqueos, lo tuvo obsesionado durante muchos años.
Deshecho por la muerte repentina de su mejor amigo, creyó poder librarse de sus sórdidas y heréticas ideas, cambiando de escenario. Sigilosamente, una noche se embarcó para Roma, engañando a su madre a la que dejó inconsolablemente abandonada.
Gracias al prefecto pagano de la ciudad de Roma, se le concedió una cátedra de oratoria judicial en Milán, la sede imperial.
Para entonces, Agustín se había convertido en un escéptico que negaba todo conocimiento de la verdad.
Dos elementos lo ayudaron en su conversión: la palabra de Dios y los razonamientos del obispo Ambrosio.
Un día, al leer la carta a los romanos, encontró el capítulo 13, que lo hirió como una espada: "La noche está muy avanzada y se acerca ya el día. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz" (Rom. 13, 11). En ese momento, su alarmar ensombrecida vio la claridad y decidió seguir el llamado de Dios, dejando 'comilonas, borracheras y toda clase de libertinaje'.
En la noche de Pascua del año 387, después de una preparación cuidadosa, Agustín fue bautizado por el obispo Ambrosio en Milán, junto con su hijo Adeodato. Lo inundó una dicha indescriptible.
Con el resurgimiento de la fe de su infancia, deseó regresar a su patria. En Ostia, mientras esperaba una oportunidad propicia para embarcarse, murió su madre Mónica, y, poco después de haber llegado al África, murió también Adeodato.
En contra de sus deseos y a petición del pueblo, el obispo Valerio lo ordenó sacerdote para ser su sucesor en el año de 396, en la sede episcopal de Hipona. Durante treinta y cuatro años desempeñó el sagrado cargo. En el círculo de sus amigos, sacerdotes y seglares, vivió los consejos evangélicos predicando en medio del pueblo con celo juvenil. importante era también su apostolado por cartas teológicas con el mundo intelectual de entonces.
Por su propia experiencia brilló en él la convicción de que la fe es un don divino de gracia y misericordia. Cada fiel era para él una oveja amada de Cristo. Por los pobres, viudas y huérfanos, sacrificó hasta el centavo del patrimonio de la Iglesia, sin preocuparle las recriminaciones, pues la Iglesia de Hipona siempre estaba en dificultades financieras.
Protegió a la Iglesia de África cuando los donatistas atacaron a los fieles católicos con asesinatos e incendios. Hasta el último minuto se enfrentó en su lucha espiritual a los arrianos, pelagianos y maniqueos.
Trabajó durante trece años para contraponer al paganismo su "Ciudad de Dios", la visión cristiana del mundo de entonces.
Su mirada se dirigía ante todo al interior, a los milagros de Dios en el alma humana. Esto dio a sus obras filosóficas y teológicas aquella unidad grandiosa que se reflejó profundamente en el desarrollo de la vida teológica y espiritual de la Iglesia de los siguientes siglos.
Su existencia terrenal no iba a acabar en paz. El año 429, hordas de los vándalos irrumpieron en las florecientes ciudades de la costa norte del África y sitiaron Hipona. Durante el tercer mes de sitio Agustín enfermó de fiebre. Ordenó que le colocaran los salmos penitenciales en la pared junto a su lecho y pidió a sus amigos que lo dejaran solo. Así murió el más grande pensador del África, el 28 de agosto de 430.
Con él sucumbió el milenario imperio romano ante el embate de los germanos y nació, en medio de dolores de parto un mundo nuevo. Al ser transportados los restos del obispo de Hipona a Pavía, también su espíritu genial, que había abierto las profundidades del destino humano, se trasladó hacia los países europeos, para reposar en el nuevo hogar de un cristianismo, entonces joven.
ORACIÓN COLECTA
Enciende, Señor, en nosotros, el fuego con que inflamaste el corazón de san Agustín, a fin de que, sedientos como él de sabiduría y de amor, no descansemos hasta encontrarte a ti, verdad eterna e infinita bondad. Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén.
Novena a San Agustín
¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva! ¡Tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y me lancé deforme sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Aquellas cosas que si no estuvieran en ti, no existirían, me retenían lejos de ti. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te an-helo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti. San Agustín, Confesiones, X, 27, 38.
28: FRAY JUNÍPERO SERRA, fraile franciscano, apóstol de California, 1713-l784
Los seglares exigen a sus sacerdotes dos condiciones supremas: que sean hombres de Dios y hombres consagrados al bien del prójimo. Una y otra condición realizó espléndidamente fray Junípero Serra, eximio misionero y egregio fundador de las nueve primeras misione es, que se extienden desde San Diego hasta San Francisco en la alta California.
Nació el P. Serra en la ciudad de Petra, isla de Mallorca, el 24 de noviembre de 1713. En el bautismo recibió el nombre de Miguel José, que cambió por el de Junípero, al revestir el hábito franciscano, el 14 de septiembre de 1730 a los 16 años de edad. Durante sus noviciados propuso ser hombre consagrado a Dios y estudiar las ciencias humanas y divinas, para aprender el delicado arte de amar a Dios sirviendo al prójimo.
Concluido el noviciado, estudió filosofía y teología hasta obtener el grado de doctor en teología. Enseñó diversas materias con gran competencia; pero no estaba satisfecho, porque no podía dar aún plena expansión a sus anhelos de socorrer a los desamparados.
En 1748 fue invitado a incorporarse a un grupo de misioneros destinados a las misiones del colegio apostólico de San Fernando de la ciudad de México. Serra se alistó al punto en ese grupo. Llegó a México en 1749 y, algunos meses más tarde fue enviado a las misiones de la Sierra Gorda queretana, en donde trabajó incansablemente durante nueve años entre los indígenas pames y jonases, cuyas anteriores correrías habían asolado la región. Serra y sus compañeros de apostolado lograron reducirlos, poco a poco, a una vida cristiana.
En 1767, le fueron encomendadas las misiones de California, a donde, por demoras y tras-tornos inevitables llegó hasta el año siguiente, a la cabeza de quince misioneros. Desde luego principió la obra misional, colocando a sus compañeros en las diversas misiones ya anteriormente establecidas por los padres jesuitas, inicuamente expulsados por los Borbones.
Fr. Junípero se encaminó hacia el norte y, el l0. Del julio de 1768 fundó la primera misión en la alta California, hasta entonces nunca evangelizada. Esa primera misión la dedicó a san Diego de Alcalá.
El año siguiente estableció la de San Carlos; en 1771 fundó no una, Sino dos nuevas misiones: San Antonio y San Gabriel, y en 1772 la de San Luis Obispo.
Serra era un torbellino de actividad misional, pero no perdía jamás su íntimo contacto con el Señor. Su alma y su saludo era siempre:
¡Amad a Dios, hermanos!" Acogía muy amable y humildemente a los indígenas californianos y los trataba con tanto amor, que le entrega sus hijos y hasta sus propias almas para que las regenerase con las agua bautismales.
El de 1773 fue un año de grandes dificultades, con los comandantes civiles y militares, que estaban espantados de las actividades de Fr. Junípero Este emprendió larguísimo viaje para entonces hasta la Ciudad de México, a fin de entrevistarse personalmente con el virrey Bucaral, quien sobre los puntos controvertidos falló en favor de Fr. Junípero. De vuelta a California, el año de 1776, fundó dos nuevas misiones, San Francisco y San Juan de Capistrano y al año siguiente de Santa Clara.
Durante los tres últimos años de su vida, recorrió de norte a sur y de sur a norte la alta California, administrando los sacramentos sobre todo la confirmación, a los neófitos, a quienes acogía como padre a sus hijos. Realmente fue un hombre entregado a Dios y a sus hermanos, los indígenas; en una palabra, un cumplido sacerdote cristiano.
Murió en Monterrey, California, el 28 de agosto de 1784, sin guardar cama, sino sencilla-mente sentado ante su escritorio, entregado a la contemplación de su Dios y Señor.
Su causa de beatificación está introducida en Roma. La California americana le ha consagrado numerosos monumentos, entre los cuales se distingue el que se eleva por elección popular de los propios californianos, en la 'sala de la fama" del Capitolio de Washington.
"¿Quién no mide el gran alcance de lo que ellos (los religiosos han aportado y siguen aportando a la evangelización? Gracias a su consagración religiosa, ellos son, por excelencia voluntarios y libres para abandonar todo y lanzarse a anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Ellos son emprendedores y su apostolado está frecuentemente marcado por una originalidad y una imaginación que suscitan admiración. Son generosos: se les encuentra no raras ve-ces en la vanguardia de la misión y afrontando los más grandes riesgos para su santidad y su propia vida. SI, en verdad, la Iglesia les debe muchísimo". Pablo VI, "Evangelii Nuntiandi", 69.
29: MARTIRIO DE SAN JUAN EL BAUTISTA.
La fiesta de hoy, originalmente recordaba la consagración de la basílica de san Juan el Bautista en Sebaste (Samaria), en donde fueron probablemente guardados sus restos. En el siglo IV, la basílica fue destruida por los paganos.
San Marcos nos cuenta, en el capítulo 6, los detalles de este martirio .El evangelista Juan nos explica, en el capítulo 3, 22-30, el motivo por el que Juan el Bautista no tenía miedo de atacar en público la vida escandalosa del rey Herodes Antípas. El precursor era el "amigo del novio" y, por este amor profundo, no le importaba "perder la vida".
Herodes Antípas, tetrarca de Galilea, hijo de Herodes el Grande, el asesino de los niños de Belén, se había separado de su legítima esposa y vivía en público con Herodías, la esposa de su medio hermano Filipo y, a la vez, su sobrina.
"No te es lícito vivir con la mujer de tu hermano", le decía Juan el Bautista a Herodes en su cara. En el corazón del hombre elegido por Dios en el seno de su madre Isabel, ardía el celo por la observancia de los mandamientos.
Juan sabía que reprender a los poderosos era arriesgar la propia vida. De hecho, Herodes lo hizo encerrar en el calabozo de su castillo casi inexpugnable en Maqueronte, al oriente del mar Muerto, Sin embargo, se les permitía a sus discípulos visitarlo y recibir sus consejos. Los mandó a que fueran a hacerle a Cristo la pregunta decisiva que lo inquietaba en su aparente abandono por aquel Dios a quien había consagrado su vida austera: "¿Eres tú el Mesías o debemos esperar a otro?" Sabemos la respuesta de Cristo, que hace alusión a sus milagros mesiánicos y afirma "que los pobres son evangelizados". Alaba a Juan el Bautista con las palabras: "No hay entre los nacidos de una mujer, un profeta más grande que Juan. Pero el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él.
En el espectáculo sangriento de la muerte del profeta inocente, vemos toda la perversión del hombre caído y de la mujer sin Dios. Según la creación, la mujer está destinada al cariño y a la vida. Aquí se convierte en una bestia sanguinaria cuyos instintos feroces no conocen ningún límite. Vemos, por una parte a Juan, que había proclamado a Cristo como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; y por otra parte la fiesta de Herodes con todas sus consecuencias: lujuria. cobardía, borrachera, injusticia y muerte, es decir, todo el pecado del mundo.
En el prefacio de san Juan el Bautista reza la Iglesia: "Juan bautizó con agua. que habría de quedar santificada, al mismo autor del bautismo, por quien mereció dar el testimonio supremo de su sangre".
Juan defendió especialmente la santidad del matrimonio. También la Iglesia de nuestros días debe continuar este testimonio y decir con claridad: "No te es permitido".
Ciertamente la Iglesia ama a los que yerran, pero odia el error. Cuando el mundo se con-forma con una moral cómoda y quiere negar la validez de la ley divina, la voz profética tiene que levantarse. Ningún Problema matrimonial se resuelve sin la verdad profunda que pronunció San Juan: "Es preciso que él crezca y que yo disminuya" (Jn 3, 30). Por el Poder mesiánico de Cristo se logran las curaciones más difíciles, pero es necesario valorizar también sus palabras: "Bienaventurado el que no se escandaliza de mí.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que elegiste a san Juan el Bautista, para preparar, con su predicación y ejemplo, la venida de Cristo y dar con su muerte testimonio de la verdad y la justicia, concédenos, por su intercesión. anunciar y atestiguar con nuestra vida toda la verdad del Evangelio, Por nuestro Señor Jesucristo,... Amén.
"Es verdad que la estabilidad y la santidad del matrimonio están amenazadas por las nuevas ideas y por las aspiraciones de muchos. El divorcio, introducido por cualquier motivo, inevitablemente cada vez resulta más fácil de conseguir, y gradualmente se acepta como un hecho normal de la vida. La gran posibilidad de conseguir el divorcio en el campo de la ley civil hace cada vez más difíciles, para todos, los matrimonios estables y duraderos … Tened una alta estima por la maravillosa dignidad y gracia del sacramento del matrimonio. Preparaos para el mismo con celo, ahora. Creed en el poder espiritual que este sacramento de Jesucristo ofrece para reforzar la unión matrimonial y superar todas las crisis y problemas de la vida entre dos … Un verdadero amor y la gracia de Dios jamás podrán permitir que un matrimonio se convierta en relación egoísta de dos individuos que viven uno junto al otro por los intereses propios de cada uno". Juan Pablo II Homilía en Limerich (Irlanda 10. de septiembre, 1979.
30: SANTA ROSA DE LIMA, virgen. 1586-1617
En vano el hombre ha pretendido medir los caminos del Señor. Dice el autor del sagrado libro de la Sabiduría: "¿Qué hombre podrá conocer el consejo de Dios y quién podrá atinar con lo que quiere el Señor?" (Sab 9, 13). Y más adelante' "¿Quién conoce tus planes, si tú no le das sabiduría y le envías de lo alto tu espíritu santo?" (Sab 9, 17).
La vida de santa Rosa de Lima, primera mujer canonizada del Nuevo Mundo, es una buena prueba de ello.
Nació nuestra santa, en Lima, capital del Perú, de padres de origen español, modestos de condición. Su verdadero nombre era Isabel. Cambió su nombre por el de Rosa, al recibir el sacramento de la confirmación.
Desde su más tierna edad, cuando empiezan a despuntar los atractivos femeninos, Rosa experimentaba una atracción, cada día más desbordante, hacia la santidad, la virginidad, la devoción, el amor al retiro un extraordinario espíritu de penitencia. Es decir, sentía una resolución de seguir, como dice el Evangelio, ', camino estrecho y desusado del sacrificio de sí misma, para encontrar a Dios.
Esta ansia de seguir un camino diferente, le atrajo toda clase de insultos, burlas y humillaciones por parte de su familia, en especial de sus padres, quienes veían con verdadero terror el derrotero de su hija.
Nadie crea, sin embargo, que sus anhelos de santidad eran falsos y artificiales. Rosa les manifestaba a sus padres la más extraordinaria de sus ternuras la del sacrificio por su bienestar.
El día en que su padre fracaso en el negocio de una mina, con el consiguiente desajuste económico, Rosa se transformó en la más sufrida de sus hijas, ayudándolo a sostener económicamente el hogar, trabajando diariamente en la huerta, y cosiendo hasta altas horas de la noche.
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que santa Rosa sacrificó por el bien de sus padres y hermanos, hasta los ideales ascéticos de su alma que la orientaban a recluirse en algún convento.
Esta fue la razón por la que los padres y familiares de la santa jamás la pudieron comprender. La incomprensión se transformó en guerra despiadada, cuando Rosa llegó a sus años juveniles. A toda costa, para salvarla, como ellos decían, pretendieron obligarla a contraer matrimonio.
Fueron diez largos años de lucha. Ni las súplicas, ni los insultos, ni los golpes, ni los des-precios lograron vencerla.
Desalentados, por tanta constancia, los padres de Rosa, le permitieron ingresar en la tercera orden de santo Domingo y vivir; prácticamente recluida en una cabaña construida en la huerta de su casa.
Desde entonces, santa Rosa de Lima, se entregó a todas las manifestaciones de su muy peculiar vida ascética: penosísimas mortificaciones de su maltrecho organismo, alternadas con ejercicios de oración y meditación hasta el éxtasis y el agotamiento corporal. Todo esto, unido a las pruebas de rechazo y desprecio de parte de los miembros de su familia, nos hace apreciar la calidad y grado de su amor hacia Dios y hacia sus semejantes.
Ya para entonces, la fama de santidad de Rosa había traspasado los umbrales de su casa y de su ciudad. Nobles y plebeyos, sacerdotes y hombres de negocios, se acercaban con respeto o con curiosidad a su morada. Entre ellos sobresalía la familia de don Gonzalo de Massa, funcionario del gobierno. Su esposa, conociendo a fondo la vida de Rosa, le tenía enorme cariño. Anhelaba tenerla en su propio hogar. Finalmente logró su propósito. Ahí vivió los últimos tres años de su vida.
Con tantos sufrimientos Dios, la había preparado para el último combate. Una molestísima y larga enfermedad la purificó más en este mundo. A menudo se le oía decir: "Señor, auméntame los sufrimientos, Pero auméntame, en la misma medida, tu amor".
Santa Rosa de Lima murió el 24 de agosto de 1617, apenas a los 31 años de edad.
El papa Clemente X la canonizó en 1671. Fue la primera santa americana canonizada.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que impulsaste a santa Rosa de Lima a renunciar al mundo para consagrar-se a una vida de austeridad por amor tuyo, enciéndenos con ese mismo amor para que, vi-viendo auténticamente nuestro cristianismo en el mundo, nos esforcemos en ganarlo para ti. Por nuestro Señor Jesucristo, …. Amén.
"Nuestro radical substrato católico, con sus vitales formas vigentes de religiosidad, fue establecido y dinamizado por una vasta legión misionera de obispos, religiosos y laicos. Está, ante todo, la labor de nuestros santos, como Toribio de Mogrovejo, Rosa de Lima, Martín de Porras, Pedro Claver, Luis Beltrán y atas, quienes nos enseñan que, superando las debilidades y cobardías de los hombres que los rodeaban y a veces los perseguían, el Evangelio, en su ple-nitud de gracia y amor, se vivió y se puede vivir en América Latina como signo de grandeza espiritual y de verdad divina". Documento de Puebla, no. 7.