Hechos de los Apóstoles
Versión Reyna Valera 1904
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La versión Biblia de Jerusalén
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Jerusalén
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Capítulo 1
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EN el primer tratado, oh Teófilo, he hablado de todas las cosas que Jesús comenzó á hacer y á enseñar,
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Hasta el día en que, habiendo dado mandamientos por el Espíritu Santo á los apóstoles que escogió, fué recibido arriba;
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A los cuales, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoles por cuarenta días, y hablándoles del reino de Dios.
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Y estando juntos, les mandó que no se fuesen de Jerusalem, sino que esperasen la promesa del Padre, que oísteis, dijo, de mí.
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Porque Juan á la verdad bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después de estos.
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Entonces los que se habían juntado le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restituirás el reino á Israel en este tiempo?
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Y les dijo: No toca á vosotros saber los tiempos ó las sazones que el Padre puso en su sola potestad;
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Mas recibiréis la virtud del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalem, en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra.
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Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fué alzado; y una nube le recibió y le quitó de sus ojos.
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Y estando con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que Él iba, he aquí dos varones se pusieron junto á ellos en vestidos blancos;
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Los cuales también les dijeron: Varones Galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? este mismo Jesús que ha sido tomado desde vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.
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Entonces se volvieron á Jerusalem del monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalem camino de un sábado.
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Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, y Juan y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, y Simón Zelotes, y Judas hermano de Jacobo.
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Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.
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Y en aquellos días, Pedro, levantándose en medio de los hermanos, dijo (y era la compañía junta como de ciento y veinte en número):
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Varones hermanos, convino que se cumpliese la Escritura, la cual dijo antes el Espíritu Santo por la boca de David, de Judas, que fué guía de los que prendieron á Jesús;
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El cuál era contado con nosotros, y tenía suerte en este ministerio.
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Este, pues, adquirió un campo del salario de su iniquidad, y colgándose, reventó por medio, y todas sus entrañas se derramaron.
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Y fué notorio á todos los moradores de Jerusalem; de tal manera que aquel campo es llamado en su propia lengua, Acéldama, que es, Campo de sangre.
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Porque está escrito en el libro de los salmos: Sea hecha desierta su habitación, Y no haya quien more en ella; y: Tome otro su obispado.
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Conviene, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entró y salió entre nosotros,
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Comenzando desde el bautismo de Juan, hasta el día que fué recibido arriba de entre nosotros, uno sea hecho testigo con nosotros de su resurrección.
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Y señalaron á dos: á José, llamado Barsabas, que tenía por sobrenombre Justo, y á Matías.
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Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál escoges de estos dos,
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Para que tome el oficio de este ministerio y apostolado, del cual cayó Judas por transgresión, para irse á su lugar.
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Y les echaron suertes, y cayó la suerte sobre Matías; y fué contado con los once apóstoles.
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Act 1:1 El primer libro lo escribí, Teófilo, sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó desde un principio
Act 1:2 hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que había elegido, fue llevado al cielo.
Act 1:3 A estos mismos, después de su pasión, se les presentó dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios.
Act 1:4 Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre, «que oísteis de mí:
Act 1:5 Que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días».
Act 1:6 Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?»
Act 1:7 El les contestó: «A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad,
Act 1:8 sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.»
Act 1:9 Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos.
Act 1:10 Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco
Act 1:11 que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo.»
Act 1:12 Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista poco de Jerusalén, el espacio de un camino sabático.
Act 1:13 Y cuando llegaron subieron a la estancia superior, donde vivían, Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas de Santiago.
Act 1:14 Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.
Act 1:15 Uno de aquellos días Pedro se puso en pie en medio de los hermanos - el número de los reunidos era de unos ciento veinte - y les dijo:
Act 1:16 «Hermanos, era preciso que se cumpliera la Escritura en la que el Espíritu Santo, por boca de David, había hablado ya acerca de Judas, el que fue guía de los que prendieron a Jesús.
Act 1:17 Porque él era uno de los nuestros y obtuvo un puesto en este ministerio.
Act 1:18 Este, pues, compró un campo con el precio de su iniquidad, y cayendo de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas. -
Act 1:19 Y esto fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén de forma que el campo se llamó en su lengua Haqueldamá, es decir: "Campo de Sangre" -
Act 1:20 Pues en el libro de los Salmos está escrito: Quede su majada desierta, y no haya quien habite en ella. Y también: Que otro reciba su cargo.
Act 1:21 «Conviene, pues, que de entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros,
Act 1:22 a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su resurrección.»
Act 1:23 Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías.
Act 1:24 Entonces oraron así: «Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido,
Act 1:25 para ocupar en el ministerio del apostolado el puesto del que Judas desertó para irse adonde le correspondía.»
Act 1:26 Echaron suertes y la suerte cayó sobre Matías, que fue agregado al número de los doce apóstoles. -
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Capítulo 2
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Y COMO se cumplieron los días de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos;
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Y de repente vino un estruendo del cielo como de un viento recio que corría, el cual hinchió toda la casa donde estaban sentados;
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Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, que se asentó sobre cada uno de ellos.
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Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron á hablar en otras lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen.
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Moraban entonces en Jerusalem Judíos, varones religiosos, de todas las naciones debajo del cielo.
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Y hecho este estruendo, juntóse la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar su propia lengua.
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Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: He aquí ¿no son "Galileos todos estos que hablan?
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¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en que somos nacidos?
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Partos y Medos, y Elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea y en Capadocia, en el Ponto y en Asia,
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En Phrygia y Pamphylia, en Egipto y en las partes de Africa que está de la otra parte de Cirene, y Romanos extranjeros, tanto Judíos como convertidos,
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Cretenses y Arabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
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Y estaban todos atónitos y perplejos, diciendo los unos á los otros: ¿Qué quiere ser esto?
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Mas otros burlándose, decían: Que están llenos de mosto.
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Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó su voz, y hablóles diciendo: Varones Judíos, y todos los que habitáis en Jerusalem, esto os sea notorio, y oid mis palabras.
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Porque éstos no están borrachos, como vosotros pensáis, siendo la hora tercia del día;
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Mas esto es lo que fué dicho por el profeta Joel:
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Y será en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Y vuestros mancebos verán visiones, Y vuestros viejos soñarán sueños:
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Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.
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Y daré prodigios arriba en el cielo, Y señales abajo en la tierra, Sangre y fuego y vapor de humo:
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El sol se volverá en tinieblas, Y la luna en sangre, Antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto;
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Y será que todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.
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Varones Israelitas, oid estas palabras: Jesús Nazareno, varón aprobado de Dios entre vosotros en maravillas y prodigios y señales, que Dios hizo por Él en medio de vosotros, como también vosotros sabéis;
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A éste, entregado por determinado consejo y providencia de Dios, prendisteis y matasteis por manos de los inicuos, crucificándole;
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Al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible ser detenido de ella.
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Porque David dice de Él: Veía al Señor siempre delante de mí: Porque está á mi diestra, no seré conmovido.
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Por lo cual mi corazón se alegró, y gozóse mi lengua; Y aun mi carne descansará en esperanza;
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Que no dejarás mi alma en el infierno, Ni darás á tu Santo que vea corrupción.
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Hicísteme notorios los caminos de la vida; Me henchirás de gozo con tu presencia.
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Varones hermanos, se os puede libremente decir del patriarca David, que murió, y fué sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta del día de hoy.
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Empero siendo profeta, y sabiendo que con juramento le había Dios jurado que del fruto de su lomo, cuanto á la carne, levantaría al Cristo que se sentaría sobre su trono;
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Viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fué dejada en el infierno, ni su carne vió corrupción.
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A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
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Así que, levantado por la diestra de Dios, y recibiendo del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.
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Porque David no subió á los cielos; empero Él dice: Dijo el Señor á mi Señor: Siéntate á mi diestra,
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Hasta que ponga á tus enemigos por estrado de tus pies.
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Sepa pues ciertísimamente toda la casa de Israel, que á éste Jesús que vosotros crucificasteis, Dios ha hecho Señor y Cristo.
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Entonces oído esto, fueron compungidos de corazón, y dijeron á Pedro y á los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
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Y Pedro les dice: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
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Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
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Y con otras muchas palabras testificaba y exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
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Así que, los que recibieron su palabra, fueron bautizados: y fueron añadidas á ellos aquel día como tres mil personas.
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Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la comunión, y en el partimiento del pan, y en las oraciones.
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Y toda persona tenía temor: y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.
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Y todos los que creían estaban juntos; y tenían todas las cosas comunes;
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Y vendían las posesiones, y las haciendas, y repartíanlas á todos, como cada uno había menester.
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Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y con sencillez de corazón,
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Alabando á Dios, y teniendo gracia con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día á la iglesia los que habían de ser salvos.
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Act 2:1 Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.
Act 2:2 De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban.
Act 2:3 Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos;
Act 2:4 quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
Act 2:5 Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo.
Act 2:6 Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua.
Act 2:7 Estupefactos y admirados decían: «¿Es que no son galileos todos estos que están hablando?
Act 2:8 Pues ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa?
Act 2:9 Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia,
Act 2:10 Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos,
Act 2:11 judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios.»
Act 2:12 Todos estaban estupefactos y perplejos y se decían unos a otros: «¿Qué significa esto?»
Act 2:13 Otros en cambio decían riéndose: «¡Están llenos de mosto!»
Act 2:14 Entonces Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz y les dijo: «Judíos y habitantes todos de Jerusalén: Que os quede esto bien claro y prestad atención a mis palabras:
Act 2:15 No están éstos borrachos, como vosotros suponéis, pues es la hora tercia del día,
Act 2:16 sino que es lo que dijo el profeta:
Act 2:17 Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños.
Act 2:18 Y yo sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu.
Act 2:19 Haré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra.
Act 2:20 El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes de que llegue el Día grande del Señor.
Act 2:21 Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
Act 2:22 «Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis,
Act 2:23 a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos;
Act 2:24 a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio;
Act 2:25 porque dice de él David: Veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que está a mi derecha, para que no vacile.
Act 2:26 Por eso se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará en la esperanza
Act 2:27 de que no abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción.
Act 2:28 Me has hecho conocer caminos de vida, me llenarás de gozo con tu rostro.
Act 2:29 «Hermanos, permitidme que os diga con toda libertad cómo el patriarca David murió y fue sepultado y su tumba permanece entre nosotros hasta el presente.
Act 2:30 Pero como él era profeta y sabía que Dios le había asegurado con juramento que se sentaría en su trono un descendiente de su sangre,
Act 2:31 vio a lo lejos y habló de la resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne experimentó la corrupción.
Act 2:32 A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos.
Act 2:33 Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís.
Act 2:34 Pues David no subió a los cielos y sin embargo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra
Act 2:35 hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies.
Act 2:36 «Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado.»
Act 2:37 Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer, hermanos?»
Act 2:38 Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo;
Act 2:39 pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro.»
Act 2:40 Con otras muchas palabras les conjuraba y les exhortaba: «Salvaos de esta generación perversa.»
Act 2:41 Los que acogieron su Palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron unas 3.000 almas.
Act 2:42 Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones.
Act 2:43 El temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles realizaban muchos prodigios y señales.
Act 2:44 Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común;
Act 2:45 vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno.
Act 2:46 Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.
Act 2:47 Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar. -
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Capítulo 3
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PEDRO y Juan subían juntos al templo á la hora de oración, la de nona.
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Y un hombre que era cojo desde el vientre de su madre, era traído; al cual ponían cada día á la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo.
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Este, como vió á Pedro y á Juan que iban á entrar en el templo, rogaba que le diesen limosna.
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Y Pedro, con Juan, fijando los ojos en Él, dijo: Mira á nosotros.
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Entonces Él estuvo atento á ellos, esperando recibir de ellos algo.
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Y Pedro dijo: Ni tengo plata ni oro; mas lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.
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Y tomándole por la mano derecha le levantó: y luego fueron afirmados sus pies y tobillos;
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Y saltando, se puso en pie, y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando á Dios.
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Y todo el pueblo le vió andar y alabar á Dios.
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Y conocían que Él era el que se sentaba á la limosna á la puerta del templo, la Hermosa: y fueron llenos de asombro y de espanto por lo que le había acontecido.
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Y teniendo á Pedro y á Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo concurrió á ellos al pórtico que se llama de Salomón, atónitos.
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Y viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones Israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ó ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si con nuestra virtud ó piedad hubiésemos hecho andar á éste?
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El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado á su Hijo Jesús, al cual vosotros entregasteis, y negasteis delante de Pilato, juzgando Él que había de ser suelto.
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Mas vosotros al Santo y al Justo negasteis, y pedisteis que se os diese un homicida;
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Y matasteis al Autor de la vida, al cual Dios ha resucitado de los muertos; de lo que nosotros somos testigos.
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Y en la fe de su nombre, á éste que vosotros veis y conocéis, ha confirmado su nombre: y la fe que por Él es, ha dado á este esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.
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Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros príncipes.
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Empero, Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer.
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Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; pues que vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor,
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Y enviará á Jesucristo, que os fué antes anunciado:
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Al cual de cierto es menester que el cielo tenga hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde el siglo.
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Porque Moisés dijo á los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de vuestros hermanos, como yo; á Él oiréis en todas las cosas que os hablare.
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Y será, que cualquiera alma que no oyere á aquel profeta, será desarraigada del pueblo.
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Y todos los profetas desde Samuel y en adelante, todos los que han hablado, han anunciado estos días.
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Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios concertó con nuestros padres, diciendo á Abraham: Y en tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra.
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A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado á su Hijo, le envió para que os bendijese, á fin de que cada uno se convierta de su maldad.
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Act 3:1 Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona.
Act 3:2 Había un hombre, tullido desde su nacimiento, al que llevaban y ponían todos los días junto a la puerta del Templo llamada Hermosa para que pidiera limosna a los que entraban en el Templo.
Act 3:3 Este, al ver a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les pidió una limosna.
Act 3:4 Pedro fijó en él la mirada juntamente con Juan, y le dijo: «Míranos.»
Act 3:5 El les miraba con fijeza esperando recibir algo de ellos.
Act 3:6 Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazoreo, ponte a andar.»
Act 3:7 Y tomándole de la mano derecha le levantó. Al instante cobraron fuerza sus pies y tobillos,
Act 3:8 y de un salto se puso en pie y andaba. Entró con ellos en el Templo andando, saltando y alabando a Dios.
Act 3:9 Todo el pueblo le vio cómo andaba y alababa a Dios;
Act 3:10 le reconocían, pues él era el que pedía limosna sentado junto a la puerta Hermosa del Templo. Y se quedaron llenos de estupor y asombro por lo que había sucedido.
Act 3:11 Como él no soltaba a Pedro y a Juan, todo el pueblo, presa de estupor, corrió donde ellos al pórtico llamado de Salomón.
Act 3:12 Pedro, al ver esto, se dirigió al pueblo: «Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto, o por qué nos miráis fijamente, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho caminar a éste?
Act 3:13 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando éste estaba resuelto a ponerle en libertad.
Act 3:14 Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis que se os hiciera gracia de un asesino,
Act 3:15 y matasteis al Jefe que lleva a la Vida. Pero Dios le resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Act 3:16 Y por la fe en su nombre, este mismo nombre ha restablecido a éste que vosotros veis y conocéis; es, pues, la fe dada por su medio la que le ha restablecido totalmente ante todos vosotros.
Act 3:17 «Ya sé yo, hermanos, que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes.
Act 3:18 Pero Dios dio cumplimiento de este modo a lo que había anunciado por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería.
Act 3:19 Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados,
Act 3:20 a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús,
Act 3:21 a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus santos profetas.
Act 3:22 Moisés efectivamente dijo: El Señor Dios os suscitará un profeta como yo de entre vuestros hermanos; escuchadle todo cuanto os diga.
Act 3:23 Todo el que no escuche a ese profeta, sea exterminado del pueblo.
Act 3:24 Y todos los profetas que desde Samuel y sus sucesores han hablado, anunciaron también estos días.
Act 3:25 «Vosotros sois los hijos de los profetas y de la alianza que Dios estableció con vuestros padres al decir a Abraham: En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra.
Act 3:26 Para vosotros en primer lugar ha resucitado Dios a su Siervo y le ha enviado para bendeciros, apartándoos a cada uno de vuestras iniquidades.» -
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Capítulo 4
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Y HABLANDO ellos al pueblo, sobrevinieron los sacerdotes, y el magistrado del templo, y los Saduceos,
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Resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de los muertos.
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Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente; porque era ya tarde.
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Mas muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y fué el número de los varones como cinco mil.
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Y aconteció al día siguiente, que se juntaron en Jerusalem los príncipes de ellos, y los ancianos, y los escribas;
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Y Anás, príncipe de los sacerdotes, y Caifás, y Juan y Alejandro, y todos los que eran del linaje sacerdotal;
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Y haciéndolos presentar en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, ó en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?
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Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Príncipes del pueblo, y ancianos de Israel:
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Pues que somos hoy demandados acerca del beneficio hecho á un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado,
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Sea notorio á todos vosotros, y á todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, al que vosotros crucificasteis y Dios le resucitó de los muertos, por Él este hombre está en vuestra presencia sano.
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Este es la piedra reprobada de vosotros los edificadores, la cual es puesta por cabeza del ángulo.
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Y en ningún otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado á los hombres, en que podamos ser salvos.
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Entonces viendo la constancia de Pedro y de Juan, sabido que eran hombres sin letras é ignorantes, se maravillaban; y les conocían que habían estado con Jesús.
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Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba con ellos, no podían decir nada en contra.
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Mas les mandaron que se saliesen fuera del concilio; y conferían entre sí,
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Diciendo: ¿Qué hemos de hacer á estos hombres? porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos, notoria á todos los que moran en Jerusalem, y no lo podemos negar.
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Todavía, porque no se divulgue más por el pueblo, amenacémoslos, que no hablen de aquí adelante á hombre alguno en este nombre.
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Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús.
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Entonces Pedro y Juan, respondiendo, les dijeron: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer antes á vosotros que á Dios:
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Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.
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Ellos entonces los despacharon amenazándolos, no hallando ningún modo de castigarlos, por causa del pueblo; porque todos glorificaban á Dios de lo que había sido hecho.
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Porque el hombre en quien había sido hecho este milagro de sanidad, era de más de cuarenta años.
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Y sueltos, vinieron á los suyos, y contaron todo lo que los príncipes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho.
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Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz á Dios, y dijeron: Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, la mar, y todo lo que en ellos hay;
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Que por boca de David, tu siervo, dijiste: ¿Por qué han bramado las gentes, Y los pueblos han pensado cosas vanas?
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Asistieron los reyes de la tierra, Y los príncipes se juntaron en uno Contra el Señor, y contra su Cristo.
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Porque verdaderamente se juntaron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, al cual ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los Gentiles y los pueblos de Israel,
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Para hacer lo que tu mano y tu consejo habían antes determinado que había de ser hecho.
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Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y da á tus siervos que con toda confianza hablen tu palabra;
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Que extiendas tu mano á que sanidades, y milagros, y prodigios sean hechos por el nombre de tu santo Hijo Jesús.
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Y como hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaron la palabra de Dios con confianza.
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Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma: y ninguno decía ser suyo algo de lo que poseía; mas todas las cosas les eran comunes.
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Y los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran esfuerzo; y gran gracia era en todos ellos.
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Que ningún necesitado había entre ellos: porque todos los que poseían heredades ó casas, vendiéndolas, traían el precio de lo vendido,
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Y lo ponían á los pies de los apóstoles; y era repartido á cada uno según que había menester.
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Entonces José, que fué llamado de los apóstoles por sobrenombre, Bernabé, (que es interpretado, Hijo de consolación) Levita, natural de Cipro,
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Como tuviese una heredad, la vendió, y trajo el precio, y púsolo á los pies de los apóstoles.
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Act 4:1 Estaban hablando al pueblo, cuando se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos,
Act 4:2 molestos porque enseñaban al pueblo y anunciaban en la persona de Jesús la resurrección de los muertos.
Act 4:3 Les echaron mano y les pusieron bajo custodia hasta el día siguiente, pues había caído ya la tarde.
Act 4:4 Sin embargo, muchos de los que oyeron la Palabra creyeron; y el número de hombres llegó a unos 5.000.
Act 4:5 Al día siguiente se reunieron en Jerusalén sus jefes, ancianos y escribas,
Act 4:6 el Sumo Sacerdote Anás, Caifás, Jonatán, Alejandro y cuantos eran de la estirpe de sumos sacerdotes.
Act 4:7 Les pusieron en medio y les preguntaban: «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho vosotros eso?»
Act 4:8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: «Jefes del pueblo y ancianos,
Act 4:9 puesto que con motivo de la obra realizada en un enfermo somos hoy interrogados por quién ha sido éste curado,
Act 4:10 sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que ha sido por el nombre de Jesucristo, el Nazoreo, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre y no por ningún otro se presenta éste aquí sano delante de vosotros.
Act 4:11 El es la piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado y que se ha convertido en piedra angular.
Act 4:12 Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos.»
Act 4:13 Viendo la valentía de Pedro y Juan, y sabiendo que eran hombres sin instrucción ni cultura, estaban maravillados. Reconocían, por una parte, que habían estado con Jesús;
Act 4:14 y al mismo tiempo veían de pie, junto a ellos, al hombre que había sido curado; de modo que no podían replicar.
Act 4:15 Les mandaron salir fuera del Sanedrín y deliberaban entre ellos.
Act 4:16 Decían: «¿Qué haremos con estos hombres? Es evidente para todos los habitantes de Jerusalén, que ellos han realizado una señal manifiesta, y no podemos negarlo.
Act 4:17 Pero a fin de que esto no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen ya más a nadie en este nombre.»
Act 4:18 Les llamaron y les mandaron que de ninguna manera hablasen o enseñasen en el nombre de Jesús.
Act 4:19 Mas Pedro y Juan les contestaron: «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios.
Act 4:20 No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.»
Act 4:21 Ellos, después de haberles amenazado de nuevo, les soltaron, no hallando manera de castigarles, a causa del pueblo, porque todos glorificaban a Dios por lo que había occurrido,
Act 4:22 pues el hombre en quien se había realizado esta señal de curación tenía más de cuarenta años.
Act 4:23 Una vez libres, vinieron a los suyos y les contaron todo lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y ancianos.
Act 4:24 Al oírlo, todos a una elevaron su voz a Dios y dijeron: «Señor, tú que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos,
Act 4:25 tú que has dicho por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David, tu siervo: ¿A qué esta agitación de las naciones, estos vanos proyectos de los pueblos?
Act 4:26 Se han presentado los reyes de la tierra y los magistrados se han aliado contra el Señor y contra su Ungido.
Act 4:27 «Porque verdaderamente en esta ciudad se han aliado Herodes y Poncio Pilato con las naciones y los pueblos de Israel contra tu santo siervo Jesús, a quien has ungido,
Act 4:28 para realizar lo que en tu poder y en tu sabiduría habías predeterminado que sucediera.
Act 4:29 Y ahora, Señor, ten en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos que puedan predicar tu Palabra con toda valentía,
Act 4:30 extendiendo tu mano para realizar curaciones, señales y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús.»
Act 4:31 Acabada su oración, retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y predicaban la Palabra de Dios con valentía.
Act 4:32 La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos.
Act 4:33 Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía.
Act 4:34 No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta,
Act 4:35 y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad.
Act 4:36 José, llamado por los apóstoles Bernabé (que significa: «hijo de la exhortación»), levita y originario de Chipre,
Act 4:37 tenía un campo; lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles. -
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Capítulo 5
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MAS un varón llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una posesión,
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Y defraudó del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo una parte, púsola á los pies de los apóstoles.
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Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón á que mintieses al Espíritu Santo, y defraudases del precio de la heredad?
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Reteniéndola, ¿no se te quedaba á ti? y vendida, ¿no estaba en tu potestad? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido á los hombres, sino á Dios.
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Entonces Ananías, oyendo estas palabras, cayó y espiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron.
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Y levantándose los mancebos, le tomaron, y sacándolo, sepultáronlo.
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Y pasado espacio como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acontecido.
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Entonces Pedro le dijo: Dime: ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto.
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Y Pedro le dijo: ¿Por qué os concertasteis para tentar al Espíritu del Señor? He aquí á la puerta los pies de los que han sepultado á tu marido, y te sacarán.
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Y luego cayó á los pies de Él, y espiró: y entrados los mancebos, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto á su marido.
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Y vino un gran temor en toda la iglesia, y en todos los que oyeron estas cosas.
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Y por las manos de los apóstoles eran hechos muchos milagros y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón.
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Y de los otros, ninguno osaba juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente.
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Y los que creían en el Señor se aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres;
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Tanto que echaban los enfermos por las calles, y los ponían en camas y en lechos, para que viniendo Pedro, á lo menos su sombra tocase á alguno de ellos.
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Y aun de las ciudades vecinas concurría multitud á Jerusalem, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; los cuales todos eran curados.
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Entonces levantándose el príncipe de los sacerdotes, y todos los que estaban con Él, que es la secta de los Saduceos, se llenaron de celo;
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Y echaron mano á los apóstoles, y pusiéronlos en la cárcel pública.
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Mas el ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel, y sacándolos, dijo:
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Id, y estando en el templo, hablad al pueblo todas las palabras de esta vida.
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Y oído que hubieron esto, entraron de mañana en el templo, y enseñaban. Entre tanto, viniendo el príncipe de los sacerdotes, y los que eran con Él, convocaron el concilio, y á todos los ancianos de los hijos de Israel, y enviaron á la cárcel para que fuesen traídos.
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Mas como llegaron los ministros, y no los hallaron en la cárcel, volvieron, y dieron aviso,
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Diciendo: Por cierto, la cárcel hemos hallado cerrada con toda seguridad, y los guardas que estaban delante de las puertas; mas cuando abrimos, á nadie hallamos dentro.
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Y cuando oyeron estas palabras el pontífice y el magistrado del templo y los príncipes de los sacerdotes, dudaban en qué vendría á parar aquello.
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Pero viniendo uno, dióles esta noticia: He aquí, los varones que echasteis en la cárcel, están en el templo, y enseñan al pueblo.
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Entonces fué el magistrado con los ministros, y trájolos sin violencia; porque temían del pueblo ser apedreados.
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Y como los trajeron, los presentaron en el concilio: y el príncipe de los sacerdotes les preguntó,
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Diciendo: ¿No os denunciamos estrechamente, que no enseñaseis en este nombre? y he aquí, habéis llenado á Jerusalem de vuestra doctrina, y queréis echar sobre nosotros la sangre de este hombre.
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Y respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es menester obedecer á Dios antes que á los hombres.
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El Dios de nuestros padres levantó á Jesús, al cual vosotros matasteis colgándole de un madero.
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A éste ha Dios ensalzado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar á Israel arrepentimiento y remisión de pecados.
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Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios á los que le obedecen.
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Ellos, oyendo esto, regañaban, y consultaban matarlos.
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Entonces levantándose en el concilio un Fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, venerable á todo el pueblo, mandó que sacasen fuera un poco á los apóstoles.
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Y les dijo: Varones Israelitas, mirad por vosotros acerca de estos hombres en lo que habéis de hacer.
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Porque antes de estos días se levantó Teudas, diciendo que era alguien; al que se agregó un número de hombres como cuatrocientos: el cual fué matado; y todos los que le creyeron fueron dispersos, y reducidos á nada.
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Después de éste, se levantó Judas el Galileo en los días del empadronamiento, y llevó mucho pueblo tras sí. Pereció también aquél; y todos los que consintieron con Él, fueron derramados.
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Y ahora os digo: Dejaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo ó esta obra es de los hombres, se desvanecerá:
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Mas si es de Dios, no la podréis deshacer; no seáis tal vez hallados resistiendo á Dios.
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Y convinieron con Él: y llamando á los apóstoles, después de azotados, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y soltáronlos.
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Y ellos partieron de delante del concilio, gozosos de que fuesen tenidos por dignos de padecer afrenta por el Nombre.
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Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar á Jesucristo.
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Act 5:1 Un hombre llamado Ananías, de acuerdo con su mujer Safira, vendió una propiedad,
Act 5:2 y se quedó con una parte del precio, sabiéndolo también su mujer; la otra parte la trajo y la puso a los pies de los apóstoles.
Act 5:3 Pedro le dijo: «Ananías, ¿cómo es que Satanás llenó tu corazón para mentir al Espíritu Santo, y quedarte con parte del precio del campo?
Act 5:4 ¿Es que mientras lo tenías no era tuyo, y una vez vendido no podías disponer del precio? ¿Por qué determinaste en tu corazón hacer esto? Nos has mentido a los hombres, sino a Dios.»
Act 5:5 Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y un gran temor se apoderó de cuantos lo oyeron.
Act 5:6 Se levantaron los jóvenes, le amortajaron y le llevaron a enterrar.
Act 5:7 Unas tres horas más tarde entró su mujer que ignoraba lo que había pasado.
Act 5:8 Pedro le preguntó: «Dime, ¿habéis vendido en tanto el campo?» Ella respondió: «Sí, en eso.»
Act 5:9 Y Pedro le replicó: «¿Cómo os habéis puesto de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? Mira, aquí a la puerta están los pies de los que han enterrado a tu marido; ellos te llevarán a ti.»
Act 5:10 Al instante ella cayó a sus pies y expiró. Entrando los jóvenes, la hallaron muerta, y la llevaron a enterrar junto a su marido.
Act 5:11 Un gran temor se apoderó de toda la Iglesia y de todos cuantos oyeron esto.
Act 5:12 Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo... Y solían estar todos con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón,
Act 5:13 pero nadie de los otros se atrevía a juntarse a ellos, aunque el pueblo hablaba de ellos con elogio.
Act 5:14 Los creyentes cada vez en mayor número se adherían al Señor, una multitud de hombres y mujeres.
Act 5:15 ... hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos.
Act 5:16 También acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos eran curados.
Act 5:17 Entonces se levantó el Sumo Sacerdote, y todos los suyos, los de la secta de los saduceos, y llenos de envidia,
Act 5:18 echaron mano a los apóstoles y les metieron en la cárcel pública.
Act 5:19 Pero el Ángel del Señor, por la noche, abrió las puertas de la prisión, les sacó y les dijo:
Act 5:20 «Id, presentaos en el Templo y decid al pueblo todo lo referente a esta Vida.»
Act 5:21 Obedecieron, y al amanecer entraron en el Templo y se pusieron a enseñar. Llegó el Sumo Sacerdote con los suyos, convocaron el Sanedrín y todo el Senado de los hijos de Israel, y enviaron a buscarlos a la cárcel.
Act 5:22 Cuando llegaron allí los alguaciles, no los encontraron en la prisión; y volvieron a darles cuenta
Act 5:23 y les dijeron: «Hemos hallado la cárcel cuidadosamente cerrada y los guardias firmes ante las puertas; pero cuando abrimos, no encontramos a nadie dentro.»
Act 5:24 Cuando oyeron esto, tanto el jefe de la guardia del Templo como los sumos sacerdotes se preguntaban perplejos qué podía significar aquello.
Act 5:25 Se presentó entonces uno que les dijo: «Mirad, los hombres que pusisteis en prisión están en el Templo y enseñan al pueblo.»
Act 5:26 Entonces el jefe de la guardia marchó con los alguaciles y les trajo, pero sin violencia, porque tenían miedo de que el pueblo les apedrease.
Act 5:27 Les trajeron, pues, y les presentaron en el Sanedrín. El Sumo Sacerdote les interrogó
Act 5:28 y les dijo: «Os prohibimos severamente enseñar en ese nombre, y sin embargo vosotros habéis llenado Jerusalén con vuestra doctrina y queréis hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre.»
Act 5:29 Pedro y los apóstoles contestaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
Act 5:30 El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien vosotros disteis muerte colgándole de un madero.
Act 5:31 A éste le ha exaltado Dios con su diestra como Jefe y Salvador, para conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados.
Act 5:32 Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo que ha dado Dios a los que le obedecen.»
Act 5:33 Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos.
Act 5:34 Entonces un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, con prestigio ante todo el pueblo, se levantó en el Sanedrín. Mandó que se hiciera salir un momento a aquellos hombres,
Act 5:35 y les dijo: «Israelitas, mirad bien lo que vais a hacer con estos hombres.
Act 5:36 Porque hace algún tiempo se levantó Teudas, que pretendía ser alguien y que reunió a su alrededor unos cuatrocientos hombres; fue muerto y todos los que le seguían se disgregaron y quedaron en nada.
Act 5:37 Después de éste, en los días del empadronamiento, se levantó Judas el Galileo, que arrastró al pueblo en pos de sí; también éste pereció y todos los que le habían seguido se dispersaron.
Act 5:38 Os digo, pues, ahora: desentendeos de estos hombres y dejadlos. Porque si esta idea o esta obra es de los hombres, se destruirá;
Act 5:39 pero si es de Dios, no conseguiréis destruirles. No sea que os encontréis luchando contra Dios.» Y aceptaron su parecer.
Act 5:40 Entonces llamaron a los apóstoles; y, después de haberles azotado, les intimaron que no hablasen en nombre de Jesús. Y les dejaron libres.
Act 5:41 Ellos marcharon de la presencia del Sanedrín contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el Nombre.
Act 5:42 Y no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Nueva de Cristo Jesús cada día en el Templo y por las casas.
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Capítulo 6
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EN aquellos días, creciendo el número de los discípulos, hubo murmuración de los Griegos contra los Hebreos, de que sus viudas eran menospreciadas en el ministerio cotidiano.
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Así que, los doce convocaron la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, y sirvamos á las mesas.
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Buscad pues, hermanos, siete varones de vosotros de buen testimonio, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría, los cuales pongamos en esta obra.
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Y nosotros persistiremos en la oración, y en el ministerio de la palabra.
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Y plugo el parecer á toda la multitud; y eligieron á Esteban, varón lleno de fe y de Espíritu Santo, y á Felipe, y á Prócoro, y á Nicanor, y á Timón, y á Parmenas, y á Nicolás, prosélito de Antioquía:
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A estos presentaron delante de los apóstoles, los cuales orando les pusieron las manos encima.
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Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba mucho en Jerusalem: también una gran multitud de los sacerdotes obedecía á la fe.
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Empero Esteban, lleno de gracia y de potencia, hacía prodigios y milagros grandes en el pueblo.
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Levantáronse entonces unos de la sinagoga que se llama de los Libertinos, y Cireneos, y Alejandrinos, y de los de Cilicia, y de Asia, disputando con Esteban.
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Mas no podían resistir á la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.
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Entonces sobornaron á unos que dijesen que le habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y Dios.
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Y conmovieron al pueblo, y á los ancianos, y á los escribas; y arremetiendo le arrebataron, y le trajeron al concilio.
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Y pusieron testigos falsos, que dijesen: Este hombre no cesa de hablar palabras blasfemas contra este lugar santo y la ley:
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Porque le hemos oído decir, que Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y mudará las ordenanzas que nos dió Moisés.
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Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, puestos los ojos en Él, vieron su rostro como el rostro de un ángel.
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Act 6:1 Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana.
Act 6:2 Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas.
Act 6:3 Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo;
Act 6:4 mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra.»
Act 6:5 Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía;
Act 6:6 los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos.
Act 6:7 La Palabra de Dios iba creciendo; en Jerusalén se multiplicó considerablemente el número de los discípulos, y multitud de sacerdotes iban aceptando la fe.
Act 6:8 Esteban, lleno de gracia y de poder, realizaba entre el pueblo grandes prodigios y señales.
Act 6:9 Se levantaron unos de la sinagoga llamada de los Libertos, cirenenses y alejandrinos, y otros de Cilicia y Asia, y se pusieron a disputar con Esteban;
Act 6:10 pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.
Act 6:11 Entonces sobornaron a unos hombres para que dijeran: «Nosotros hemos oído a éste pronunciar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios.»
Act 6:12 De esta forma amotinaron al pueblo, a los ancianos y escribas; vinieron de improviso, le prendieron y le condujeron al Sanedrín.
Act 6:13 Presentaron entonces testigos falsos que declararon: «Este hombre no para de hablar en contra del Lugar Santo y de la Ley;
Act 6:14 pues le hemos oído decir que Jesús, ese Nazoreo, destruiría este Lugar y cambiaría las costumbres que Moisés nos ha transmitido.»
Act 6:15 Fijando en él la mirada todos los que estaban sentados en el Sanedrín, vieron su rostro como el rostro de un ángel.
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Capítulo 7
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EL príncipe de los sacerdotes dijo entonces: ¿Es esto así?
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Y Él dijo: Varones hermanos y padres, oid: El Dios de la gloria apareció á nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Chârán,
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Y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven á la tierra que te mostraré.
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Entonces salió de la tierra de los Caldeos, y habitó en Chârán: y de allí, muerto su padre, le traspasó á esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora;
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Y no le dió herencia en ella, ni aun para asentar un pie: mas le prometió que se la daría en posesión, y á su simiente después de Él, no teniendo hijo.
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Y hablóle Dios así: Que su simiente sería extranjera en tierra ajena, y que los reducirían á servidumbre y maltratarían, por cuatrocientos años.
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Mas yo juzgaré, dijo Dios, la nación á la cual serán siervos: y después de esto saldrán y me servirán en este lugar.
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Y dióle el pacto de la circuncisión: y así Abraham engendró á Isaac, y le circuncidó al octavo día; é Isaac á Jacob, y Jacob á los doce patriarcas.
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Y los patriarcas, movidos de envidia, vendieron á José para Egipto; mas Dios era con Él,
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Y le libró de todas sus tribulaciones, y le dió gracia y sabiduría en la presencia de Faraón, rey de Egipto, el cual le puso por gobernador sobre Egipto, y sobre toda su casa.
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Vino entonces hambre en toda la tierra de Egipto y de Canaán, y grande tribulación; y nuestros padres no hallaban alimentos.
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Y como oyese Jacob que había trigo en Egipto, envió á nuestros padres la primera vez.
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Y en la segunda, José fué conocido de sus hermanos, y fué sabido de Faraón el linaje de José.
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Y enviando José, hizo venir á su padre Jacob, y á toda su parentela, en número de setenta y cinco personas.
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Así descendió Jacob á Egipto, donde murió Él y nuestros padres;
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Los cuales fueron trasladados á Sichêm, y puestos en el sepulcro que compró Abraham á precio de dinero de los hijos de Hemor de Sichêm.
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Mas como se acercaba el tiempo de la promesa, la cual Dios había jurado á Abraham, el pueblo creció y multiplicóse en Egipto,
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Hasta que se levantó otro rey en Egipto que no conocía á José.
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Este, usando de astucia con nuestro linaje, maltrató á nuestros padres, á fin de que pusiesen á peligro de muerte sus niños, para que cesase la generación.
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En aquel mismo tiempo nació Moisés, y fué agradable á Dios: y fué criado tres meses en casa de su padre.
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Mas siendo puesto al peligro, la hija de Faraón le tomó, y le crió como á hijo suyo.
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Y fué enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus dichos y hechos.
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Y cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino voluntad de visitar á sus hermanos los hijos de Israel.
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Y como vió á uno que era injuriado, defendióle, é hiriendo al Egipcio, vengó al injuriado.
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Pero Él pensaba que sus hermanos entendían que Dios les había de dar salud por su mano; mas ellos no lo habían entendido.
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Y al día siguiente, riñendo ellos, se les mostró, y los ponía en paz, diciendo: Varones, hermanos sois, ¿por que os injuriáis los unos á los otros?
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Entonces el que injuriaba á su prójimo, le rempujó, diciendo: ¿Quién te ha puesto por príncipe y juez sobre nosotros?
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¿Quieres tú matarme, como mataste ayer al Egipcio?
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A esta palabra Moisés huyó, y se hizo extranjero en tierra de Madián, donde engendró dos hijos.
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Y cumplidos cuarenta años, un ángel le apareció en el desierto del monte Sina, en fuego de llama de una zarza.
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Entonces Moisés mirando, se maravilló de la visión: y llegándose para considerar, fué hecha á Él voz del Señor:
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Yo soy el Dios de tus padres, y el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Mas Moisés, temeroso, no osaba mirar.
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Y le dijo el Señor: Quita los zapatos de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa.
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He visto, he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído el gemido de ellos, y he descendido para librarlos. Ahora pues, ven, te enviaré á Egipto.
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A este Moisés, al cual habían rehusado, diciendo: ¿Quién te ha puesto por príncipe y juez? á éste envió Dios por príncipe y redentor con la mano del ángel que le apareció en la zarza.
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Este los sacó, habiendo hecho prodigios y milagros en la tierra de Egipto, y en el mar Bermejo, y en el desierto por cuarenta años.
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Este es el Moisés, el cual dijo á los hijos de Israel: Profeta os levantará el Señor Dios vuestro de vuestros hermanos, como yo; á Él oiréis.
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Este es aquél que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sina, y con nuestros padres; y recibió las palabras de vida para darnos:
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Al cual nuestros padres no quisieron obedecer; antes le desecharon, y se apartaron de corazón á Egipto,
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Diciendo á Aarón: Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque á este Moisés, que nos sacó de tierra de Egipto, no sabemos qué le ha acontecido.
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Y entonces hicieron un becerro, y ofrecieron sacrificio al ídolo, y en las obras de sus manos se holgaron.
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Y Dios se apartó, y los entregó que sirviesen al ejército del cielo; como está escrito en el libro de los profetas: ¿Me ofrecisteis víctimas y sacrificios En el desierto por cuarenta años, casa de Israel?
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Antes, trajisteis el tabernáculo de Moloch, Y la estrella de vuestro dios Remphan: Figuras que os hicisteis para adorarlas: Os transportaré pues, más allá de Babilonia.
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Tuvieron nuestros padres el tabernáculo del testimonio en el desierto, como había ordenado Dios, hablando á Moisés que lo hiciese según la forma que había visto.
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El cual recibido, metieron también nuestros padres con Josué en la posesión de los Gentiles, que Dios echó de la presencia de nuestros padres, hasta los días de David;
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El cual halló gracia delante de Dios, y pidió hallar tabernáculo para el Dios de Jacob.
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Mas Salomón le edificó casa.
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Si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano; como el profeta dice:
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El cielo es mi trono, Y la tierra es el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor; ¿O cuál es el lugar de mi reposo?
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¿No hizo mi mano todas estas cosas?
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Duros de cerviz, é incircuncisos de corazón y de oídos, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo: como vuestros padres, así también vosotros.
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¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? y mataron á los que antes anunciaron la venida del Justo, del cual vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores;
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Que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis.
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Y oyendo estas cosas, regañaban de sus corazones, y crujían los dientes contra Él.
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Más Él, estando lleno de Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vió la gloria de Dios, y á Jesús que estaba á la diestra de Dios,
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Y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está á la diestra de Dios.
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Entonces dando grandes voces, se taparon sus oídos, y arremetieron unánimes contra Él;
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Y echándolo fuera de la ciudad, le apedreaban: y los testigos pusieron sus vestidos á los pies de un mancebo que se llamaba Saulo.
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Y apedrearon á Esteban, invocando Él y diciendo: Señor Jesús, recibe mi espíritu.
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Y puesto de rodillas, clamó á gran voz: Señor, no les imputes este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.
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e cuarenta años en el desierto, casa de Israel?
Act 7:43 Os llevasteis la tienda de Moloc y la estrella del dios Refán, las imágenes que hicisteis para adorarlas; pues yo os llevaré más allá de Babilonia.
Act 7:44 «Nuestros padres tenían en el desierto la Tienda del Testimonio, como mandó el que dijo a Moisés que la hiciera según el modelo que había visto.
Act 7:45 Nuestros padres que les sucedieron la recibieron y la introdujeron bajo el mando de Josué en el país ocupado por los gentiles, a los que Dios expulsó delante de nuestros padres, hasta los días de David,
Act 7:46 que halló gracia ante Dios y pidió encontrar una Morada para la casa de Jacob.
Act 7:47 Pero fue Salomón el que le edificó Casa,
Act 7:48 aunque el Altísimo no habita en casas hechas por mano de hombre como dice el profeta:
Act 7:49 El cielo es mi trono y la tierra el escabel de mis pies. Dice el Señor: ¿Qué Casa me edificaréis? O ¿cuál será el lugar de mi descanso?
Act 7:50 ¿Es que no ha hecho mi mano todas estas cosas?
Act 7:51 «¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo! ¡Como vuestros padres, así vosotros!
Act 7:52 ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que anunciaban de antemano la venida del Justo, de aquel a quien vosotros ahora habéis traicionado y asesinado;
Act 7:53 vosotros que recibisteis la Ley por mediación de ángeles y no la habéis guardado.»
Act 7:54 Al oír esto, sus corazones se consumían de rabia y rechinaban sus dientes contra él.
Act 7:55 Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba en pie a la diestra de Dios;
Act 7:56 y dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios.»
Act 7:57 Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y se precipitaron todos a una sobre él;
Act 7:58 le echaron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo.
Act 7:59 Mientras le apedreaban, Esteban hacía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.»
Act 7:60 Después dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» Y diciendo esto, se durmió.
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Capítulo 8
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Y SAULO consentía en su muerte. Y en aquel día se hizo una grande persecución en la iglesia que estaba en Jerusalem; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles.
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Y llevaron á enterrar á Esteban varones piadosos, é hicieron gran llanto sobre Él.
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Entonces Saulo asolaba la iglesia, entrando por las casas: y trayendo hombres y mujeres, los entregaba en la cárcel.
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Mas los que fueron esparcidos, iban por todas partes anunciando la palabra.
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Entonces Felipe, descendiendo á la ciudad de Samaria, les predicaba á Cristo.
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Y las gentes escuchaban atentamente unánimes las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía.
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Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados:
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Así que había gran gozo en aquella ciudad.
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Y había un hombre llamado Simón, el cual había sido antes mágico en aquella ciudad, y había engañado la gente de Samaria, diciéndose ser algún grande:
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Al cual oían todos atentamente desde al más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es la gran virtud de Dios.
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Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas los había embelesado mucho tiempo.
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Mas cuando creyeron á Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.
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El mismo Simón creyó también entonces, y bautizándose, se llegó á Felipe: y viendo los milagros y grandes maravillas que se hacían, estaba atónito.
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Y los apóstoles que estaban en Jerusalem, habiendo oído que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron á Pedro y á Juan:
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Los cuales venidos, oraron por ellos, para que recibiesen el Espíritu Santo;
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(Porque aun no había descendido sobre ninguno de ellos, mas solamente eran bautizados en el nombre de Jesús.)
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Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Espíritu Santo.
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Y como vió Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero,
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Diciendo: Dadme también á mí esta potestad, que á cualquiera que pusiere las manos encima, reciba el Espíritu Santo.
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Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, que piensas que el don de Dios se gane por dinero.
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No tienes tú parte ni suerte en este negocio; porque tu corazón no es recto delante de Dios.
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Arrepiéntete pues de esta tu maldad, y ruega á Dios, si quizás te será perdonado el pensamiento de tu corazón.
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Porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás.
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Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, que ninguna cosa de estas que habéis dicho, venga sobre mí.
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Y ellos, habiendo testificado y hablado la palabra de Dios, se volvieron á Jerusalem, y en muchas tierras de los Samaritanos anunciaron el evangelio.
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Empero el ángel de Señor habló á Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el mediodía, al camino que desciende de Jerusalem á Gaza, el cual es desierto.
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Entonces Él se levantó, y fué: y he aquí un Etiope, eunuco, gobernador de Candace, reina de los Etiopes, el cual era puesto sobre todos sus tesoros, y había venido á adorar á Jerusalem,
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Se volvía sentado en su carro, y leyendo el profeta Isaías.
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Y el Espíritu dijo á Felipe: Llégate, y júntate á este carro.
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Y acudiendo Felipe, le oyó que leía el profeta Isaías, y dijo: Mas ¿entiendes lo que lees?
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Y dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó á Felipe que subiese, y se sentase con Él.
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Y el lugar de la Escritura que leía, era éste: Como oveja á la muerte fué llevado; Y como cordero mudo delante del que le trasquila, Así no abrió su boca:
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En su humillación su juicio fué quitado: Mas su generación, ¿quién la contará? Porque es quitada de la tierra su vida.
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Y respondiendo el eunuco á Felipe, dijo: Ruégote ¿de quién el profeta dice esto? ¿de sí, ó de otro alguno?
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Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús.
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Y yendo por el camino, llegaron á cierta agua; y dijo el eunuco: He aquí agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?
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Y Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.
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Y mandó parar el carro: y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco; y bautizóle.
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Y como subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató á Felipe; y no le vió más el eunuco, y se fué por su camino gozoso.
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Felipe empero se halló en Azoto: y pasando, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó á Cesarea.
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Act 8:1 Saulo aprobaba su muerte. Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria.
Act 8:2 Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él.
Act 8:3 Entretanto Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas, se llevaba por la fuerza hombres y mujeres, y los metía en la cárcel.
Act 8:4 Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra.
Act 8:5 Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo.
Act 8:6 La gente escuchaba con atención y con un mismo espíritu lo que decía Felipe, porque le oían y veían las señales que realizaba;
Act 8:7 pues de muchos posesos salían los espíritus inmundos dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos quedaron curados.
Act 8:8 Y hubo una gran alegría en aquella ciudad.
Act 8:9 En la ciudad había ya de tiempo atrás un hombre llamado Simón que practicaba la magia y tenía atónito al pueblo de Samaria y decía que él era algo grande.
Act 8:10 Y todos, desde el menor hasta el mayor, le prestaban atención y decían: «Este es la Potencia de Dios llamada la Grande.»
Act 8:11 Le prestaban atención porque les había tenido atónitos por mucho tiempo con sus artes mágicas.
Act 8:12 Pero cuando creyeron a Felipe que anunciaba la Buena Nueva del Reino de Dios y el nombre de Jesucristo, empezaron a bautizarse hombres y mujeres.
Act 8:13 Hasta el mismo Simón creyó y, una vez bautizado, no se apartaba de Felipe; y estaba atónito al ver las señales y grandes milagros que se realizaban.
Act 8:14 Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan.
Act 8:15 Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo;
Act 8:16 pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.
Act 8:17 Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
Act 8:18 Al ver Simón que mediante la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu, les ofreció dinero diciendo:
Act 8:19 «Dadme a mí también este poder para que reciba el Espíritu Santo aquel a quien yo imponga las manos.»
Act 8:20 Pedro le contestó: «Vaya tu dinero a la perdición y tú con él; pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero.
Act 8:21 En este asunto no tienes tú parte ni herencia, pues tu corazón no es recto delante de Dios.
Act 8:22 Arrepiéntete, pues, de esa tu maldad y ruega al Señor, a ver si se te perdona ese pensamiento de tu corazón;
Act 8:23 porque veo que tú estás en hiel de amargura y en ataduras de iniquidad.»
Act 8:24 Simón respondió: «Rogad vosotros al Señor por mí, para que no venga sobre mí ninguna de esas cosas que habéis dicho.»
Act 8:25 Ellos, después de haber dado testimonio y haber predicado la Palabra del Señor, se volvieron a Jerusalén evangelizando muchos pueblos samaritanos.
Act 8:26 El Ángel del Señor habló a Felipe diciendo: «Levántate y marcha hacia el mediodía por el camino que baja de Jerusalén a Gaza. Es desierto.»
Act 8:27 Se levantó y partió. Y he aquí que un etíope eunuco, alto funcionario de Candace, reina de los etíopes, que estaba a cargo de todos sus tesoros, y había venido a adorar en Jerusalén,
Act 8:28 regresaba sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías.
Act 8:29 El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y ponte junto a ese carro.»
Act 8:30 Felipe corrió hasta él y le oyó leer al profeta Isaías; y le dijo: «¿Entiendes lo que vas leyendo?»
Act 8:31 El contestó: «¿Cómo lo puedo entender si nadie me hace de guía?» Y rogó a Felipe que subiese y se sentase con él.
Act 8:32 El pasaje de la Escritura que iba leyendo era éste: «Fue llevado como una oveja al matadero; y como cordero, mudo delante del que lo trasquila, así él no abre la boca.
Act 8:33 En su humillación le fue negada la justicia; ¿quién podrá contar su descendencia? Porque su vida fue arrancada de la tierra.»
Act 8:34 El eunuco preguntó a Felipe: «Te ruego me digas de quién dice esto el profeta: ¿de sí mismo o de otro?»
Act 8:35 Felipe entonces, partiendo de este texto de la Escritura, se puso a anunciarle la Buena Nueva de Jesús.
Act 8:36 Siguiendo el camino llegaron a un sitio donde había agua. El eunuco dijo: «Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?»
Act 8:38 Y mandó detener el carro. Bajaron ambos al agua, Felipe y el eunuco; y lo bautizó,
Act 8:39 y en saliendo del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y ya no le vio más el eunuco, que siguió gozoso su camino.
Act 8:40 Felipe se encontró en Azoto y recorría evangelizando todas las ciudades hasta llegar a Cesarea.
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Capítulo 9
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Y SAULO, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al príncipe de los sacerdotes,
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Y demandó de Él letras para Damasco á las sinagogas, para que si hallase algunos hombres ó mujeres de esta secta, los trajese presos á Jerusalem.
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Y yendo por el camino, aconteció que llegando cerca de Damasco, súbitamente le cercó un resplandor de luz del cielo;
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Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
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Y Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y Él dijo: Yo soy Jesús á quien tú persigues: dura cosa te es dar coses contra el aguijón.
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El, temblando y temeroso, dijo: ¿Señor, qué quieres que haga? Y el Señor le dice: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que te conviene hacer.
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Y los hombres que iban con Saulo, se pararon atónitos, oyendo á la verdad la voz, mas no viendo á nadie.
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Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía á nadie: así que, llevándole por la mano, metiéronle en Damasco;
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Donde estuvo tres días sin ver, y no comió, ni bebió.
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Había entonces un discípulo en Damasco llamado Ananías, al cual el Señor dijo en visión: Ananías. Y Él respondió: Heme aquí, Señor.
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Y el Señor le dijo: Levántate, y ve á la calle que se llama la Derecha, y busca en casa de Judas á uno llamado Saulo, de Tarso: porque he aquí, Él ora;
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Y ha visto en visión un varón llamado Ananías, que entra y le pone la mano encima, para que reciba la vista.
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Entonces Ananías respondió: Señor, he oído á muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho á tus santos en Jerusalem:
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Y aun aquí tiene facultad de los príncipes de los sacerdotes de prender á todos los que invocan tu nombre.
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Y le dijo el Señor: Ve: porque instrumento escogido me es éste, para que lleve mi nombre en presencia de los Gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel:
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Porque yo le mostraré cuánto le sea menester que padezca por mi nombre.
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Ananías entonces fué, y entró en la casa, y poniéndole las manos encima, dijo: Saulo hermano, el Señor Jesús, que te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno de Espíritu Santo.
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Y luego le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al punto la vista: y levantándose, fué bautizado.
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Y como comió, fué confortado. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco.
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Y luego en las sinagogas predicaba á Cristo, diciendo que éste era el Hijo de Dios.
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Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalem á los que invocaban este nombre, y á eso vino acá, para llevarlos presos á los príncipes de los sacerdotes?
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Empero Saulo mucho más se esforzaba, y confundía á los Judíos que moraban en Damasco, afirmando que éste es el Cristo.
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Y como pasaron muchos días, los Judíos hicieron entre sí consejo de matarle;
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Mas las asechanzas de ellos fueron entendidas de Saulo. Y ellos guardaban las puertas de día y de noche para matarle.
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Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro en una espuerta.
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Y como vino á Jerusalem, tentaba de juntarse con los discípulos; mas todos tenían miedo de Él, no creyendo que era discípulo.
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Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo á los apóstoles, y contóles cómo había visto al Señor en el camino, y que le había hablado, y cómo en Damasco había hablado confiadamente en el nombre de Jesús.
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Y entraba y salía con ellos en Jerusalem;
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Y hablaba confiadamente en el nombre del Señor: y disputaba con los Griegos; mas ellos procuraban matarle.
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Lo cual, como los hermanos entendieron, le acompañaron hasta Cesarea, y le enviaron á Tarso.
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Las iglesias entonces tenían paz por toda Judea y Galilea y Samaria, y eran edificadas, andando en el temor del Señor; y con consuelo del Espíritu Santo eran multiplicadas.
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Y aconteció que Pedro, andándolos á todos, vino también á los santos que habitaban en Lydda.
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Y halló allí á uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, que era paralítico.
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Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y hazte tu cama. Y luego se levantó.
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Y viéronle todos los que habitaban en Lydda y en Sarona, los cuales se convirtieron al Señor.
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Entonces en Joppe había una discípula llamada Tabita, que si lo declaras, quiere decir Dorcas. Esta era llena de buenas obras y de limosnas que hacía.
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Y aconteció en aquellos días que enfermando, murió; á la cual, después de lavada, pusieron en una sala.
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Y como Lydda estaba cerca de Joppe, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, rogándole: No te detengas en venir hasta nosotros.
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Pedro entonces levantándose, fué con ellos: y llegado que hubo, le llevaron á la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas.
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Entonces echados fuera todos, Pedro puesto de rodillas, oró; y vuelto al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y viendo á Pedro, incorporóse.
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Y Él le dió la mano, y levantóla: entonces llamando á los santos y las viudas, la presentó viva.
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Esto fué notorio por toda Joppe; y creyeron muchos en el Señor.
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Y aconteció que se quedó muchos días en Joppe en casa de un cierto Simón, curtidor.
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Act 9:1 Entretanto Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote,
Act 9:2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén.
Act 9:3 Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo,
Act 9:4 cayó en tierra y oyó una voz que le decía: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?»
Act 9:5 El respondió: «¿Quién eres, Señor?» Y él: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
Act 9:6 Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.»
Act 9:7 Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto; oían la voz, pero no veían a nadie.
Act 9:8 Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le hicieron entrar en Damasco.
Act 9:9 Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber.
Act 9:10 Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: «Ananías.» El respondió: «Aquí estoy, Señor.»
Act 9:11 Y el Señor: «Levántate y vete a la calle Recta y pregunta en casa de Judas por uno de Tarso llamado Saulo; mira, está en oración
Act 9:12 y ha visto que un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos para devolverle la vista.»
Act 9:13 Respondió Ananías: «Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los muchos males que ha causado a tus santos en Jerusalén
Act 9:14 y que está aquí con poderes de los sumos sacerdotes para apresar a todos los que invocan tu nombre.»
Act 9:15 El Señor le contestó: «Vete, pues éste me es un instrumento de elección que lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel.
Act 9:16 Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre.»
Act 9:17 Fue Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y le dijo: «Saúl, hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.»
Act 9:18 Al instante cayeron de sus ojos unas como escamas, y recobró la vista; se levantó y fue bautizado.
Act 9:19 Tomó alimento y recobró las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco,
Act 9:20 y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios.
Act 9:21 Todos los que le oían quedaban atónitos y decían: «¿No es éste el que en Jerusalén perseguía encarnizadamente a los que invocaban ese nombre, y no ha venido aquí con el objeto de llevárselos atados a los sumos sacerdotes?»
Act 9:22 Pero Saulo se crecía y confundía a los judíos que vivían en Damasco demostrándoles que aquél era el Cristo.
Act 9:23 Al cabo de bastante tiempo los judíos tomaron la decisión de matarle.
Act 9:24 Pero Saulo tuvo conocimiento de su determinación. Hasta las puertas estaban guardadas día y noche para poderle matar.
Act 9:25 Pero los discípulos le tomaron y le descolgaron de noche por la muralla dentro de una espuerta.
Act 9:26 Llegó a Jerusalén e intentaba juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo.
Act 9:27 Entonces Bernabé le tomó y le presentó a los apóstoles y les contó cómo había visto al Señor en el camino y que le había hablado y cómo había predicado con valentía en Damasco en el nombre de Jesús.
Act 9:28 Andaba con ellos por Jerusalén, predicando valientemente en el nombre del Señor.
Act 9:29 Hablaba también y discutía con los helenistas; pero éstos intentaban matarle.
Act 9:30 Los hermanos, al saberlo, le llevaron a Cesarea y le hicieron marchar a Tarso.
Act 9:31 Las Iglesias por entonces gozaban de paz en toda Judea, Galilea y Samaria; se edificaban y progresaban en el temor del Señor y estaban llenas de la consolación del Espíritu Santo.
Act 9:32 Pedro, que andaba recorriendo todos los lugares, bajó también a visitar a los santos que habitaban en Lida.
Act 9:33 Encontró allí a un hombre llamado Eneas, tendido en una camilla desde hacía ocho años, pues estaba paralítico.
Act 9:34 Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te cura; levántate y arregla tu lecho.» Y al instante se levantó.
Act 9:35 Todos los habitantes de Lida y Sarón le vieron, y se convirtieron al Señor.
Act 9:36 Había en Joppe una discípula llamada Tabitá, que quiere decir Dorcás. Era rica en buenas obras y en limosnas que hacía.
Act 9:37 Por aquellos días enfermó y murió. La lavaron y la pusieron en la estancia superior.
Act 9:38 Lida está cerca de Joppe, y los discípulos, al enterarse que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres con este ruego: «No tardes en venir a nosotros.»
Act 9:39 Pedro partió inmediatamente con ellos. Así que llegó le hicieron subir a la estancia superior y se le presentaron todas las viudas llorando y mostrando las túnicas y los mantos que Dorcás hacía mientras estuvo con ellas.
Act 9:40 Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas y oró; después se volvió al cadáver y dijo: «Tabitá, levántate.» Ella abrió sus ojos y al ver a Pedro se incorporó.
Act 9:41 Pedro le dio la mano y la levantó. Llamó a los santos y a las viudas y se la presentó viva.
Act 9:42 Esto se supo por todo Joppe y muchos creyeron en el Señor.
Act 9:43 Pedro permaneció en Joppe bastante tiempo en casa de un tal Simón, curtidor. -
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Capítulo 10
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Y HABÍA un varón en Cesarea llamado Cornelio, centurión de la compañía que se llamaba la Italiana,
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Pío y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba á Dios siempre.
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Este vió en visión manifiestamente, como á la hora nona del día, que un ángel de Dios entraba á Él, y le decía: Cornelio.
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Y Él, puestos en Él los ojos, espantado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y díjole: Tus oraciones y tus limosnas han subido en memoria á la presencia de Dios.
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Envía pues ahora hombres á Joppe, y haz venir á un Simón, que tiene por sobrenombre Pedro.
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Este posa en casa de un Simón, curtidor, que tiene su casa junto á la mar: Él te dirá lo que te conviene hacer.
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E ido el ángel que hablaba con Cornelio, llamó dos de sus criados, y un devoto soldado de los que le asistían;
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A los cuales, después de habérselo contado todo, los envió á Joppe.
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Y al día siguiente, yendo ellos su camino, y llegando cerca de la ciudad, Pedro subió á la azotea á orar, cerca de la hora de sexta;
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Y aconteció que le vino una grande hambre, y quiso comer; pero mientras disponían, sobrevínole un éxtasis;
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Y vió el cielo abierto, y que descendía un vaso, como un gran lienzo, que atado de los cuatro cabos era bajado á la tierra;
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En el cual había de todos los animales cuadrúpedos de la tierra, y reptiles, y aves del cielo.
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Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come.
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Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común é inmunda he comido jamás.
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Y volvió la voz hacia Él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común.
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Y esto fué hecho por tres veces; y el vaso volvió á ser recogido en el cielo.
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Y estando Pedro dudando dentro de sí qué sería la visión que había visto, he aquí, los hombres que habían sido enviados por Cornelio, que, preguntando por la casa de Simón, llegaron á la puerta.
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Y llamando, preguntaron si un Simón que tenía por sobrenombre Pedro, posaba allí.
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Y estando Pedro pensando en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan.
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Levántate, pues, y desciende, y no dudes ir con ellos; porque yo los he enviado.
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Entonces Pedro, descendiendo á los hombres que eran enviados por Cornelio, dijo: He aquí, yo soy el que buscáis: ¿cuál es la causa por la que habéis venido?
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Y ellos dijeron: Cornelio, el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene testimonio de toda la nación de los Judíos, ha recibido respuesta por un santo ángel, de hacerte venir á su casa, y oir de ti palabras.
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Entonces metiéndolos dentro, los hospedó. Y al día siguiente, levantándose, se fué con ellos; y le acompañaron algunos de los hermanos de Joppe.
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Y al otro día entraron en Cesarea. Y Cornelio los estaba esperando, habiendo llamado á sus parientes y los amigos más familiares.
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Y como Pedro entró, salió Cornelio á recibirle; y derribándose á sus pies, adoró.
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Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate; yo mismo también soy hombre.
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Y hablando con Él, entró, y halló á muchos que se habían juntado.
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Y les dijo: Vosotros sabéis que es abominable á un varón Judío juntarse ó llegarse á extranjero; mas me ha mostrado Dios que á ningún hombre llame común ó inmundo;
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Por lo cual, llamado, he venido sin dudar. Así que pregunto: ¿por qué causa me habéis hecho venir?
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Entonces Cornelio dijo: Cuatro días ha que á esta hora yo estaba ayuno; y á la hora de nona estando orando en mi casa, he aquí un varón se puso delante de mí en vestido resplandeciente.
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Y dijo: Cornelio, tu oración es oída, y tus limosnas han venido en memoria en la presencia de Dios.
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Envía pues á Joppe, y haz venir á un Simón, que tiene por sobrenombre Pedro; éste posa en casa de Simón, curtidor, junto á la mar; el cual venido, te hablará.
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Así que, luego envié á ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oir todo lo que Dios te ha mandado.
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Entonces Pedro, abriendo su boca, dijo: Por verdad hallo que Dios no hace acepción de personas;
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Sino que de cualquiera nación que le teme y obra justicia, se agrada.
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Envió palabra Dios á los hijos de Israel, anunciando la paz por Jesucristo; éste es el Señor de todos.
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Vosotros sabéis lo que fué divulgado por toda Judea; comenzando desde Galilea después del bautismo que Juan predicó,
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Cuanto á Jesús de Nazaret; cómo le ungió Dios de Espíritu Santo y de potencia; el cual anduvo haciendo bienes, y sanando á todos los oprimidos del diablo; porque Dios era con Él.
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Y nosotros somos testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de Judea, y en Jerusalem; al cual mataron colgándole en un madero.
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A éste levantó Dios al tercer día, é hizo que apareciese manifiesto,
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No á todo el pueblo, sino á los testigos que Dios antes había ordenado, es á saber, á nosotros que comimos y bebimos con Él, después que resucitó de los muertos.
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Y nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que Él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos.
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A éste dan testimonio todos los profetas, de que todos los que en Él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.
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Estando aún hablando Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el sermón.
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Y se espantaron los fieles que eran de la circuncisión, que habían venido con Pedro, de que también sobre los Gentiles se derramase el don del Espíritu Santo.
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Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban á Dios.
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Entonces respondió Pedro: ¿Puede alguno impedir el agua, para que no sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?
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Y les mandó bautizar en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días.
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Act 10:1 Había en Cesarea un hombre, llamado Cornelio, centurión de la cohorte Itálica,
Act 10:2 piadoso y temeroso de Dios, como toda su familia, daba muchas limosnas al pueblo y continuamente oraba a Dios.
Act 10:3 Vio claramente en visión, hacia la hora nona del día, que el Ángel de Dios entraba en su casa y le decía: «Cornelio.»
Act 10:4 El le miró fijamente y lleno de espanto dijo: «¿Qué pasa, señor?» Le respondió: «Tus oraciones y tus limosnas han subido como memorial ante la presencia de Dios.
Act 10:5 Ahora envía hombres a Joppe y haz venir a un tal Simón, a quien llaman Pedro.
Act 10:6 Este se hospeda en casa de un tal Simón, curtidor, que tiene la casa junto al mar.»
Act 10:7 Apenas se fue el ángel que le hablaba, llamó a dos criados y a un soldado piadoso, de entre sus asistentes,
Act 10:8 les contó todo y los envió a Joppe.
Act 10:9 Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, subió Pedro al terrado, sobre la hora sexta, para hacer oración.
Act 10:10 Sintió hambre y quiso comer. Mientras se lo preparaban le sobrevino un éxtasis,
Act 10:11 y vio los cielos abiertos y que bajaba hacia la tierra una cosa así como un gran lienzo, atado por las cuatro puntas.
Act 10:12 Dentro de él había toda suerte de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo.
Act 10:13 Y una voz le dijo: «Levántate, Pedro, sacrifica y come.»
Act 10:14 Pedro contestó: «De ninguna manera, Señor; jamás he comido nada profano e impuro.»
Act 10:15 La voz le dijo por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano.»
Act 10:16 Esto se repitió tres veces, e inmediatamente la cosa aquella fue elevada hacia el cielo.
Act 10:17 Estaba Pedro perplejo pensando qué podría significar la visión que había visto, cuando los hombres enviados por Cornelio, después de preguntar por la casa de Simón, se presentaron en la puerta;
Act 10:18 llamaron y preguntaron si se hospedaba allí Simón, llamado Pedro.
Act 10:19 Estando Pedro pensando en la visión, le dijo el Espíritu: «Ahí tienes unos hombres que te buscan.
Act 10:20 Baja, pues, al momento y vete con ellos sin vacilar, pues yo los he enviado.»
Act 10:21 Pedro bajó donde ellos y les dijo: «Yo soy el que buscáis; ¿por qué motivo habéis venido?»
Act 10:22 Ellos respondieron: «El centurión Cornelio, hombre justo y temeroso de Dios, reconocido como tal por el testimonio de toda la nación judía, ha recibido de un ángel santo el aviso de hacerte venir a su casa y de escuchar lo que tú digas.»
Act 10:23 Entonces les invitó a entrar y les dio hospedaje. Al día siguiente se levantó y se fue con ellos; le acompañaron algunos hermanos de Joppe.
Act 10:24 Al siguiente día entró en Cesarea. Cornelio los estaba esperando. Había reunido a sus parientes y a los amigos íntimos.
Act 10:25 Cuando Pedro entraba salió Cornelio a su encuentro y cayó postrado a sus pies.
Act 10:26 Pedro le levantó diciéndole: «Levántate, que también yo soy un hombre.»
Act 10:27 Y conversando con él entró y encontró a muchos reunidos.
Act 10:28 Y les dijo: «Vosotros sabéis que no le está permitido a un judío juntarse con un extranjero ni entrar en su casa; pero a mí me ha mostrado Dios que no hay que llamar profano o impuro a ningún hombre.
Act 10:29 Por eso al ser llamado he venido sin dudar. Os pregunto, pues, por qué motivo me habéis enviado a llamar.»
Act 10:30 Cornelio contestó: «Hace cuatro días, a esta misma hora, estaba yo haciendo la oración de nona en mi casa, y de pronto se presentó delante de mí un varón con vestidos resplandecientes,
Act 10:31 y me dijo: "Cornelio, tu oración ha sido oída y se han recordado tus limosnas ante Dios;
Act 10:32 envía, pues, a Joppe y haz llamar a Simón, llamado Pedro, que se hospeda en casa de Simón el curtidor, junto al mar."
Act 10:33 Al instante mandé enviados donde ti, y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros, en la presencia de Dios, estamos dispuestos para escuchar todo lo que te ha sido ordenado por el Señor.»
Act 10:34 Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: «Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas,
Act 10:35 sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato.
Act 10:36 «El ha enviado su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles la Buena Nueva de la paz por medio de Jesucristo que es el Señor de todos.
Act 10:37 Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo;
Act 10:38 cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él;
Act 10:39 y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándole de un madero;
Act 10:40 a éste, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse,
Act 10:41 no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos.
Act 10:42 Y nos mandó que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos.
Act 10:43 De éste todos los profetas dan testimonio de que todo el que cree en él alcanza, por su nombre, el perdón de los pecados.»
Act 10:44 Estaba Pedro diciendo estas cosas cuando el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban la Palabra.
Act 10:45 Y los fieles circuncisos que habían venido con Pedro quedaron atónitos al ver que el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles,
Act 10:46 pues les oían hablar en lenguas y glorificar a Dios. Entonces Pedro dijo:
Act 10:47 «¿Acaso puede alguno negar el agua del bautismo a éstos que han recibido el Espíritu Santo como nosotros?»
Act 10:48 Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedase algunos días.
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Capítulo 11
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Y OYERON los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que también los Gentiles habían recibido la palabra de Dios.
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Y como Pedro subió á Jerusalem, contendían contra Él los que eran de la circuncisión,
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Diciendo: ¿Por qué has entrado á hombres incircuncisos, y has comido con ellos?
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Entonces comenzando Pedro, les declaró por orden lo pasado, diciendo:
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Estaba yo en la ciudad de Joppe orando, y vi en rapto de entendimiento una visión: un vaso, como un gran lienzo, que descendía, que por los cuatro cabos era abajado del cielo, y venía hasta mí.
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En el cual como puse los ojos, consideré y vi animales terrestres de cuatro pies, y fieras, y reptiles, y aves del cielo.
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Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come.
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Y dije: Señor, no; porque ninguna cosa común ó inmunda entró jamás en mi boca.
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Entonces la voz me respondió del cielo segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común.
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Y esto fué hecho por tres veces: y volvió todo á ser tomado arriba en el cielo.
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Y he aquí, luego sobrevinieron tres hombres á la casa donde yo estaba, enviados á mí de Cesarea.
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Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar. Y vinieron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa de un varón,
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El cual nos contó cómo había visto un ángel en su casa, que se paró, y le dijo: Envía á Joppe, y haz venir á un Simón que tiene por sobrenombre Pedro;
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El cual te hablará palabras por las cuales serás salvo tu, y toda tu casa.
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Y como comencé á hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio.
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Entonces me acordé del dicho del Señor, como dijo: Juan ciertamente bautizó en agua; mas vosotros seréis bautizados en Espíritu Santo.
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Así que, si Dios les dió el mismo don también como á nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar á Dios?
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Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron á Dios, diciendo: De manera que también á los Gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida.
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Y los que habían sido esparcidos por causa de la tribulación que sobrevino en tiempo de Esteban, anduvieron hasta Fenicia, y Cipro, y Antioquía, no hablando á nadie la palabra, sino sólo á los Judíos.
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Y de ellos había unos varones Ciprios y Cirenenses, los cuales como entraron en Antioquía, hablaron á los Griegos, anunciando el evangelio del Señor Jesús.
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Y la mano del Señor era con ellos: y creyendo, gran número se convirtió al Señor.
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Y llegó la fama de estas cosas á oídos de la iglesia que estaba en Jerusalem: y enviaron á Bernabé que fuese hasta Antioquía.
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El cual, como llegó, y vió la gracia de Dios, regocijóse; y exhortó á todos á que permaneciesen en el propósito del corazón en el Señor.
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Porque era varón bueno, y lleno de Espíritu Santo y de fe: y mucha compañía fué agregada al Señor.
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Después partió Bernabé á Tarso á buscar á Saulo; y hallado, le trajo á Antioquía.
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Y conversaron todo un año allí con la iglesia, y enseñaron á mucha gente; y los discípulos fueron llamados Cristianos primeramente en Antioquía.
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Y en aquellos días descendieron de Jerusalem profetas á Antioquía.
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Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba á entender por Espíritu, que había de haber una grande hambre en toda la tierra habitada: la cual hubo en tiempo de Claudio.
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Entonces los discípulos, cada uno conforme á lo que tenía, determinaron enviar subsidio á los hermanos que habitaban en Judea:
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Lo cual asimismo hicieron, enviándolo á los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo.
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Act 11:1 Los apóstoles y los hermanos que había por Judea oyeron que también los gentiles habían aceptado la Palabra de Dios;
Act 11:2 así que cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión se lo reprochaban,
Act 11:3 diciéndole: «Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos.»
Act 11:4 Pedro entonces se puso a explicarles punto por punto diciendo:
Act 11:5 «Estaba yo en oración en la ciudad de Joppe y en éxtasis vi una visión: una cosa así como un lienzo, atado por las cuatro puntas, que bajaba del cielo y llegó hasta mí.
Act 11:6 Lo miré atentamente y vi en él los cuadrúpedos de la tierra, las bestias, los reptiles, y las aves del cielo.
Act 11:7 Oí también una voz que me decía: "Pedro, levántate, sacrifica y come."
Act 11:8 Y respondí: "De ninguna manera, Señor; pues jamás entró en mi boca nada profano ni impuro."
Act 11:9 Me dijo por segunda vez la voz venida del cielo: "Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano."
Act 11:10 Esto se repitió hasta tres veces; y al fin fue retirado todo de nuevo al cielo.
Act 11:11 «En aquel momento se presentaron tres hombres en la casa donde nosotros estábamos, enviados a mí desde Cesarea.
Act 11:12 El Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en la casa de aquel hombre.
Act 11:13 El nos contó cómo había visto un ángel que se presentó en su casa y le dijo: "Manda a buscar en Joppe a Simón, llamado Pedro,
Act 11:14 quien te dirá palabras que traerán la salvación para ti y para toda tu casa."
Act 11:15 «Había empezado yo a hablar cuando cayó sobre ellos el Espíritu Santo, como al principio había caído sobre nosotros.
Act 11:16 Me acordé entonces de aquellas palabras que dijo el Señor: Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo.
Act 11:17 Por tanto, si Dios les ha concedido el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poner obstáculos a Dios?»
Act 11:18 Al oír esto se tranquilizaron y glorificaron a Dios diciendo: «Así pues, también a los gentiles les ha dado Dios la conversión que lleva a la vida.»
Act 11:19 Los que se habían dispersado cuando la tribulación originada a la muerte de Esteban, llegaron en su recorrido hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la Palabra a nadie más que a los judíos.
Act 11:20 Pero había entre ellos algunos chipriotas y cirenenses que, venidos a Antioquía, hablaban también a los griegos y les anunciaban la Buena Nueva del Señor Jesús.
Act 11:21 La mano del Señor estaba con ellos, y un crecido número recibió la fe y se convirtió al Señor.
Act 11:22 La noticia de esto llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén y enviaron a Bernabé a Antioquía.
Act 11:23 Cuando llegó y vio la gracia de Dios se alegró y exhortaba a todos a permanecer, con corazón firme, unidos al Señor,
Act 11:24 porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una considerable multitud se agregó al Señor.
Act 11:25 Partió para Tarso en busca de Saulo,
Act 11:26 y en cuanto le encontró, le llevó a Antioquía. Estuvieron juntos durante un año entero en la Iglesia y adoctrinaron a una gran muchedumbre. En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de «cristianos».
Act 11:27 Por aquellos días bajaron unos profetas de Jerusalén a Antioquía.
Act 11:28 Uno de ellos, llamado Ágabo, movido por el Espíritu, se levantó y profetizó que vendría una gran hambre sobre toda la tierra, la que hubo en tiempo de Claudio.
Act 11:29 Los discípulos determinaron enviar algunos recursos, según las posibilidades de cada uno, para los hermanos que vivían en Judea.
Act 11:30 Así lo hicieron y se los enviaron a los presbíteros por medio de Bernabé y de Saulo.
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Capítulo 12
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Y EN el mismo tiempo el rey Herodes echó mano á maltratar algunos de la iglesia.
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Y mató á cuchillo á Jacobo, hermano de Juan.
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Y viendo que había agradado á los Judíos, pasó adelante para prender también á Pedro. Eran entonces los días de los ázimos.
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Y habiéndole preso, púsole en la cárcel, entregándole á cuatro cuaterniones de soldados que le guardasen; queriendo sacarle al pueblo después de la Pascua.
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Así que, Pedro era guardado en la cárcel; y la iglesia hacía sin cesar oración á Dios por Él.
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Y cuando Herodes le había de sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, preso con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta, que guardaban la cárcel.
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Y he aquí, el ángel del Señor sobrevino, y una luz resplandeció en la cárcel; é hiriendo á Pedro en el lado, le despertó, diciendo: Levántate prestamente. Y las cadenas se le cayeron de las manos.
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Y le dijo el ángel: Cíñete, y átate tus sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo: Rodéate tu ropa, y sígueme.
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Y saliendo, le seguía; y no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, mas pensaba que veía visión.
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Y como pasaron la primera y la segunda guardia, vinieron á la puerta de hierro que va á la ciudad, la cual se les abrió de suyo: y salidos, pasaron una calle; y luego el ángel se apartó de Él.
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Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo el pueblo de los Judíos que me esperaba.
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Y habiendo considerado esto, llegó á casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban juntos orando.
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Y tocando Pedro á la puerta del patio, salió una muchacha, para escuchar, llamada Rhode:
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La cual como conoció la voz de Pedro, de gozo no abrió el postigo, sino corriendo adentro, dió nueva de que Pedro estaba al postigo.
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Y ellos le dijeron: Estás loca. Mas ella afirmaba que así era. Entonces ellos decían: Su ángel es.
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Mas Pedro perseveraba en llamar: y cuando abrieron, viéronle, y se espantaron.
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Mas Él haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto á Jacobo y á los hermanos. Y salió, y partió á otro lugar.
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Luego que fué de día, hubo no poco alboroto entre los soldados sobre qué se había hecho de Pedro.
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Mas Herodes, como le buscó y no le halló, hecha inquisición de los guardas, los mandó llevar. Después descendiendo de Judea á Cesarea, se quedó allí.
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Y Herodes estaba enojado contra los de Tiro y los de Sidón: mas ellos vinieron concordes á Él, y sobornado Blasto, que era el camarero del rey, pedían paz; porque las tierras de ellos eran abastecidas por las del rey.
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Y un día señalado, Herodes vestido de ropa real, se sentó en el tribunal, y arengóles.
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Y el pueblo aclamaba: Voz de Dios, y no de hombre.
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Y luego el ángel del Señor le hirió, por cuanto no dió la gloria á Dios; y espiró comido de gusanos.
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Mas la palabra del Señor crecía y era multiplicada.
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Y Bernabé y Saulo volvieron de Jerusalem cumplido su servicio, tomando también consigo á Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos.
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Act 12:1 Por aquel tiempo el rey Herodes echó mano a algunos de la Iglesia para maltratarlos.
Act 12:2 Hizo morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan.
Act 12:3 Al ver que esto les gustaba a los judíos, llegó también a prender a Pedro. Eran los días de los Azimos.
Act 12:4 Le apresó, pues, le encarceló y le confió a cuatro escuadras de cuatro soldados para que le custodiasen, con la intención de presentarle delante del pueblo después de la Pascua.
Act 12:5 Así pues, Pedro estaba custodiado en la cárcel, mientras la Iglesia oraba insistentemente por él a Dios.
Act 12:6 Cuando ya Herodes le iba a presentar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas; también había ante la puerta unos centinelas custodiando la cárcel.
Act 12:7 De pronto se presentó el Ángel del Señor y la celda se llenó de luz. Le dio el ángel a Pedro en el costado, le despertó y le dijo: «Levántate aprisa.» Y cayeron las cadenas de sus manos.
Act 12:8 Le dijo el ángel: «Cíñete y cálzate las sandalias.» Así lo hizo. Añadió: «Ponte el manto y sígueme.»
Act 12:9 Y salió siguiéndole. No acababa de darse cuenta de que era verdad cuanto hacía el ángel, sino que se figuraba ver una visión.
Act 12:10 Pasaron la primera y segunda guardia y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad. Esta se les abrió por sí misma. Salieron y anduvieron hasta el final de una calle. Y de pronto el ángel le dejó.
Act 12:11 Pedro volvió en sí y dijo: «Ahora me doy cuenta realmente de que el Señor ha enviado su ángel y me ha arrancado de las manos de Herodes y de todo lo que esperaba el pueblo de los judíos.»
Act 12:12 Consciente de su situación, marchó a casa de María, madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde se hallaban muchos reunidos en oración.
Act 12:13 Llamó él a la puerta y salió a abrirle una sirvienta llamada Rode;
Act 12:14 quien, al reconocer la voz de Pedro, de pura alegría no abrió la puerta, sino que entró corriendo a anunciar que Pedro estaba a la puerta.
Act 12:15 Ellos le dijeron: «Estás loca.» Pero ella continuaba afirmando que era verdad. Entonces ellos dijeron: «Será su ángel.»
Act 12:16 Pedro entretanto seguía llamando. Al abrirle, le vieron, y quedaron atónitos.
Act 12:17 El les hizo señas con la mano para que callasen y les contó cómo el Señor le había sacado de la prisión. Y añadió: «Comunicad esto a Santiago y a los hermanos.» Salió y marchó a otro lugar.
Act 12:18 Cuando vino el día hubo un alboroto no pequeño entre los soldados, sobre qué habría sido de Pedro.
Act 12:19 Herodes le hizo buscar y al no encontrarle, procesó a los guardias y mandó ejecutarlos. Después bajó de Judea a Cesarea y se quedó allí.
Act 12:20 Estaba Herodes fuertemente irritado con los de Tiro y Sidón. Estos, de común acuerdo, se le presentaron y habiéndose ganado a Blasto, camarlengo del rey, solicitaban hacer las paces, pues su país se abastecía del país del rey.
Act 12:21 El día señalado, Herodes, regiamente vestido y sentado en la tribuna, les arengaba.
Act 12:22 Entonces el pueblo se puso a aclamarle: «¡Es un dios el que habla, no un hombre!»
Act 12:23 Pero inmediatamente le hirió el Ángel del Señor porque no había dado la gloria a Dios; y convertido en pasto de gusanos, expiró.
Act 12:24 Entretanto la Palabra de Dios crecía y se multiplicaba.
Act 12:25 Bernabé y Saulo volvieron, una vez cumplido su ministerio en Jerusalén, trayéndose consigo a Juan, por sobrenombre Marcos.
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Capítulo 13
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HABÍA entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y doctores: Bernabé, y Simón el que se llamaba Niger, y Lucio Cireneo, y Manahén, que había sido criado con Herodes el tetrarca, y Saulo.
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Ministrando pues éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme á Bernabé y á Saulo para la obra para la cual los he llamado.
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Entonces habiendo ayunado y orado, y puesto las manos encima de ellos, despidiéronlos.
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Y ellos, enviados así por el Espíritu Santo, descendieron á Seleucia: y de allí navegaron á Cipro.
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Y llegados á Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los Judíos: y tenían también á Juan en el ministerio.
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Y habiendo atravesado toda la isla hasta Papho, hallaron un hombre mago, falso profeta, Judío, llamado Barjesús;
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El cual estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Este, llamando á Bernabé y á Saulo, deseaba oír la palabra de Dios.
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Mas les resistía Elimas el encantador (que así se interpreta su nombre), procurando apartar de la fe al procónsul.
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Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, poniendo en Él los ojos,
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Dijo: Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia, ¿no cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?
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Ahora pues, he aquí la mano del Señor es contra ti, y serás ciego, que no veas el sol por tiempo. Y luego cayeron en Él obscuridad y tinieblas; y andando alrededor, buscaba quién le condujese por la mano.
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Entonces el procónsul, viendo lo que había sido hecho, creyó, maravillado de la doctrina del Señor.
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Y partidos de Papho, Pablo y sus compañeros arribaron á Perge de Pamphylia: entonces Juan, apartándose de ellos, se volvió á Jerusalem.
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Y ellos pasando de Perge, llegaron á Antioquía de Pisidia, y entrando en la sinagoga un día de sábado, sentáronse.
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Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los príncipes de la sinagoga enviaron á ellos, diciendo: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.
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Entonces Pablo, levantándose, hecha señal de silencio con la mano, dice: Varones Israelitas, y los que teméis á Dios, oid:
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El Dios del pueblo de Israel escogió á nuestros padres, y ensalzó al pueblo, siendo ellos extranjeros en la tierra de Egipto, y con brazo levantado los sacó de ella.
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Y por tiempo como de cuarenta años soportó sus costumbres en el desierto;
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Y destruyendo siete naciones en la tierra de Canaán, les repartió por suerte la tierra de ellas.
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Y después, como por cuatrocientos y cincuenta años, dió les jueces hasta el profeta Samuel.
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Y entonces demandaron rey; y les dió Dios á Saúl, hijo de Cis, varón de la tribu de Benjamín, por cuarenta años.
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Y quitado aquél, levantóles por rey á David, el que dió también testimonio, diciendo: He hallado á David, hijo de Jessé, varón conforme á mi corazón, el cual hará todo lo que yo quiero.
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De la simiente de éste, Dios, conforme á la promesa, levantó á Jesús por Salvador á Israel;
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Predicando Juan delante de la faz de su venida el bautismo de arrepentimiento á todo el pueblo de Israel.
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Mas como Juan cumpliese su carrera, dijo: ¿Quién pensáis que soy? No soy yo Él; mas he aquí, viene tras mí uno, cuyo calzado de los pies no soy digno de desatar.
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Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros temen á Dios, á vosotros es enviada la palabra de esta salud.
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Porque los que habitaban en Jerusalem, y sus príncipes, no conociendo á éste, y las voces de los profetas que se leen todos los sábados, condenándoles, las cumplieron.
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Y sin hallar en Él causa de muerte, pidieron á Pilato que le matasen.
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Y habiendo cumplido todas las cosas que de Él estaban escritas, quitándolo del madero, lo pusieron en el sepulcro.
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Mas Dios le levantó de los muertos.
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Y Él fué visto por muchos días de los que habían subido juntamente con Él de Galilea á Jerusalem, los cuales son sus testigos al pueblo.
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Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa que fué hecha á los padres,
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La cual Dios ha cumplido á los hijos de ellos, á nosotros, resucitando á Jesús: como también en el salmo segundo está escrito: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy.
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Y que le levantó de los muertos para nunca más volver á corrupción, así lo dijo: Os daré las misericordias fieles de David.
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Por eso dice también en otro lugar: No permitirás que tu Santo vea corrupción.
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Porque á la verdad David, habiendo servido en su edad á la voluntad de Dios, durmió, y fué juntado con sus padres, y vió corrupción.
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Mas aquel que Dios levantó, no vió corrupción.
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Séaos pues notorio, varones hermanos, que por éste os es anunciada remisión de pecados,
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Y de todo lo que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en éste es justificado todo aquel que creyere.
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Mirad, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas;
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Mirad, oh menospreciadores, y entonteceos, y desvaneceos; Porque yo obro una obra en vuestros días, Obra que no creeréis, si alguien os la contare.
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Y saliendo ellos de la sinagoga de los Judíos, los Gentiles les rogaron que el sábado siguiente les hablasen estas palabras.
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Y despedida la congregación, muchos de los Judíos y de los religiosos prosélitos siguieron á Pablo y á Bernabé; los cuales hablándoles, les persuadían que permaneciesen en la gracia de Dios.
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Y el sábado siguiente se juntó casi toda la ciudad á oir la palabra de Dios.
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Mas los Judíos, visto el gentío, llenáronse de celo, y se oponían á lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando.
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Entonces Pablo y Bernabé, usando de libertad, dijeron: A vosotros á la verdad era menester que se os hablase la palabra de Dios; mas pues que la desecháis, y os juzgáis indignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos á los Gentiles.
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Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los Gentiles, Para que seas salud hasta lo postrero de la tierra.
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Y los Gentiles oyendo esto, fueron gozosos, y glorificaban la palabra del Señor: y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.
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Y la palabra del Señor era sembrada por toda aquella provincia.
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Mas los Judíos concitaron mujeres pías y honestas, y á los principales de la ciudad, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de sus términos.
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Ellos entonces sacudiendo en ellos el polvo de sus pies, vinieron á Iconio.
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Y los discípulos estaban llenos de gozo, y del Espíritu Santo.
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Act 13:1 Había en la Iglesia fundada en Antioquía profetas y maestros: Bernabé, Simeón llamado Níger, Lucio el cirenense, Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo.
Act 13:2 Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado.»
Act 13:3 Entonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y les enviaron.
Act 13:4 Ellos, pues, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí navegaron hasta Chipre.
Act 13:5 Llegados a Salamina anunciaban la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan que les ayudaba.
Act 13:6 Habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, encontraron a un mago, un falso profeta judío, llamado Bar Jesús,
Act 13:7 que estaba con el procónsul Sergio Paulo, hombre prudente. Este hizo llamar a Bernabé y Saulo, deseoso de escuchar la Palabra de Dios.
Act 13:8 Pero se les oponía el mago Elimas - pues eso quiere decir su nombre - intentando apartar al procónsul de la fe.
Act 13:9 Entonces Saulo, también llamado Pablo, lleno de Espíritu Santo, mirándole fijamente,
Act 13:10 le dijo: «Tú, repleto de todo engaño y de toda maldad, hijo del Diablo, enemigo de toda justicia, ¿no acabarás ya de torcer los rectos caminos del Señor?
Act 13:11 Pues ahora, mira la mano del Señor sobre ti. Te quedarás ciego y no verás el sol hasta un tiempo determinado.» Al instante cayeron sobre él oscuridad y tinieblas y daba vueltas buscando quien le llevase de la mano.
Act 13:12 Entonces, viendo lo ocurrido, el procónsul creyó, impresionado por la doctrina del Señor.
Act 13:13 Pablo y sus compañeros se hicieron a la mar en Pafos y llegaron a Perge de Panfilia. Pero Juan se separó de ellos y se volvió a Jerusalén,
Act 13:14 mientras que ellos, partiendo de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento.
Act 13:15 Después de la lectura de la Ley y los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: «Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad.»
Act 13:16 Pablo se levantó, hizo señal con la mano y dijo: «Israelitas y cuantos teméis a Dios, escuchad:
Act 13:17 El Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestros padres, engrandeció al pueblo durante su destierro en la tierra de Egipto y los sacó con su brazo extendido.
Act 13:18 Y durante unos cuarenta años los rodeó de cuidados en el desierto;
Act 13:19 después, habiendo exterminado siete naciones en la tierra de Canaán, les dio en herencia su tierra,
Act 13:20 por unos 450 años. Después de esto les dio jueces hasta el profeta Samuel.
Act 13:21 Luego pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años.
Act 13:22 Depuso a éste y les suscitó por rey a David, de quien precisamente dio este testimonio: He encontrado a David, el hijo de Jesé, un hombre según mi corazón, que realizará todo lo que yo quiera.
Act 13:23 De la descendencia de éste, Dios, según la Promesa, ha suscitado para Israel un Salvador, Jesús.
Act 13:24 Juan predicó como precursor, ante su venida, un bautismo de conversión a todo el pueblo de Israel.
Act 13:25 Al final de su carrera, Juan decía: "Yo no soy el que vosotros os pensáis, sino mirad que viene detrás de mí aquel a quien no soy digno de desatar las sandalias de los pies."
Act 13:26 «Hermanos, hijos de la raza de Abraham, y cuantos entre vosotros temen a Dios: a vosotros ha sido enviada esta Palabra de salvación.
Act 13:27 Los habitantes de Jerusalén y sus jefes cumplieron, sin saberlo, las Escrituras de los profetas que se leen cada sábado;
Act 13:28 y sin hallar en él ningún motivo de muerte pidieron a Pilato que le hiciera morir.
Act 13:29 Y cuando hubieron cumplido todo lo que referente a él estaba escrito, le bajaron del madero, y le pusieron en el sepulcro.
Act 13:30 Pero Dios le resucitó de entre los muertos.
Act 13:31 El se apareció durante muchos días a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo.
Act 13:32 «También nosotros os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres
Act 13:33 Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús, como está escrito en los salmos: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy.
Act 13:34 Y que le resucitó de entre los muertos para nunca más volver a la corrupción, lo tiene declarado: Os daré las cosas santas de David, las verdaderas.
Act 13:35 Por eso dice también en otro lugar: No permitirás que tu santo experimente la corrupción.
Act 13:36 Ahora bien, David, después de haber servido en sus días a los designios de Dios, murió, se reunió con sus padres y experimentó la corrupción.
Act 13:37 En cambio aquel a quien Dios resucitó, no experimentó la corrupción.
Act 13:38 «Tened, pues, entendido, hermanos, que por medio de éste os es anunciado el perdón de los pecados; y la total justificación que no pudisteis obtener por la Ley de Moisés
Act 13:39 la obtiene por él todo el que cree.
Act 13:40 Cuidad, pues, de que no sobrevenga lo que dijeron los Profetas:
Act 13:41 Mirad, los que despreciáis, asombraos y desapareced, porque en vuestros días yo voy a realizar una obra, que no creeréis aunque os la cuenten.»
Act 13:42 Al salir les rogaban que les hablasen sobre estas cosas el siguiente sábado.
Act 13:43 Disuelta la reunión, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé; éstos conversaban con ellos y les persuadían a perseverar fieles a la gracia de Dios.
Act 13:44 El sábado siguiente se congregó casi toda la ciudad para escuchar la Palabra de Dios.
Act 13:45 Los judíos, al ver a la multitud, se llenaron de envidia y contradecían con blasfemias cuanto Pablo decía.
Act 13:46 Entonces dijeron con valentía Pablo y Bernabé: «Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles.
Act 13:47 Pues así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como la luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra.»
Act 13:48 Al oír esto los gentiles se alegraron y se pusieron a glorificar la Palabra del Señor; y creyeron cuantos estaban destinados a una vida eterna.
Act 13:49 Y la Palabra del Señor se difundía por toda la región.
Act 13:50 Pero los judíos incitaron a mujeres distinguidas que adoraban a Dios, y a los principales de la ciudad; promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé y les echaron de su territorio.
Act 13:51 Estos sacudieron contra ellos el polvo de sus pies y se fueron a Iconio.
Act 13:52 Los discípulos quedaron llenos de gozo y del Espíritu Santo.
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Capítulo 14
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Y ACONTECIÓ en Iconio, que entrados juntamente en la sinagoga de los Judíos, hablaron de tal manera, que creyó una grande multitud de Judíos, y asimismo de Griegos.
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Mas los Judíos que fueron incrédulos, incitaron y corrompieron los ánimos de los Gentiles contra los hermanos.
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Con todo eso se detuvieron allí mucho tiempo, confiados en el Señor, el cual daba testimonio á la palabra de su gracia, dando que señales y milagros fuesen hechos por las manos de ellos.
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Mas el vulgo de la ciudad estaba dividido; y unos eran con los Judíos, y otros con los apóstoles.
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Y haciendo ímpetu los Judíos y los Gentiles juntamente con sus príncipes, para afrentarlos y apedrearlos,
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Habiéndolo entendido, huyeron á Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y por toda la tierra alrededor.
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Y allí predicaban el evangelio.
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Y un hombre de Listra, impotente de los pies, estaba sentado, cojo desde el vientre de su madre, que jamás había andado.
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Este oyó hablar á Pablo; el cual, como puso los ojos en Él, y vió que tenía fe para ser sano,
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Dijo á gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y saltó, y anduvo.
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Entonces las gentes, visto lo que Pablo había hecho, alzaron la voz, diciendo en lengua licaónica: Dioses semejantes á hombres han descendido á nosotros.
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Y á Bernabé llamaban Júpiter, y á Pablo, Mercurio, porque era el que llevaba la palabra.
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Y el sacerdote de Júpiter, que estaba delante de la ciudad de ellos, trayendo toros y guirnaldas delante de las puertas, quería con el pueblo sacrificar.
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Y como lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rotas sus ropas, se lanzaron al gentío, dando voces,
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Y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes á vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, y la mar, y todo lo que está en ellos:
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El cual en las edades pasadas ha dejado á todas las gentes andar en sus caminos;
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Si bien no se dejó á sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, hinchiendo de mantenimiento y de alegría nuestros corazones.
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Y diciendo estas cosas, apenas apaciguaron el pueblo, para que no les ofreciesen sacrificio.
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Entonces sobrevinieron unos Judíos de Antioquía y de Iconio, que persuadieron á la multitud, y habiendo apedreado á Pablo, le sacaron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto.
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Mas rodeándole los discípulos, se levantó y entró en la ciudad y un día después, partió con Bernabé á Derbe.
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Y como hubieron anunciado el evangelio á aquella ciudad, y enseñado á muchos, volvieron á Listra, y á Iconio, y á Antioquía,
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Confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles á que permaneciesen en la fe, y que es menester que por muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.
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Y habiéndoles constituído ancianos en cada una de las iglesias, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en el cual habían creído.
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Y pasando por Pisidia vinieron á Pamphylia.
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Y habiendo predicado la palabra en Perge, descendieron á Atalia;
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Y de allí navegaron á Antioquía, donde habían sido encomendados á la gracia de Dios para la obra que habían acabado.
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Y habiendo llegado, y reunido la iglesia, relataron cuán grandes cosas había Dios hecho con ellos, y cómo había abierto á los Gentiles la puerta de la fe.
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Y se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos.
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Act 14:1 En Iconio, entraron del mismo modo en la sinagoga de los judíos y hablaron de tal manera que gran multitud de judíos y griegos abrazaron la fe.
Act 14:2 Pero los judíos que no habían creído excitaron y envenenaron los ánimos de los gentiles contra los hermanos.
Act 14:3 Con todo se detuvieron allí bastante tiempo, hablando con valentía del Señor que les concedía obrar por sus manos señales y prodigios, dando así testimonio de la predicación de su gracia.
Act 14:4 La gente de la ciudad se dividió: unos a favor de los judíos y otros a favor de los apóstoles.
Act 14:5 Como se alzasen judíos y gentiles con sus jefes para ultrajarles y apedrearles,
Act 14:6 al saberlo, huyeron a las ciudades de Licaonia, a Listra y Derbe y sus alrededores.
Act 14:7 Y allí se pusieron a anunciar la Buena Nueva.
Act 14:8 Había allí, sentado, un hombre tullido de pies, cojo de nacimiento y que nunca había andado.
Act 14:9 Este escuchaba a Pablo que hablaba. Pablo fijó en él su mirada y viendo que tenía fe para ser curado,
Act 14:10 le dijo con fuerte voz: «Ponte derecho sobre tus pies.» Y él dio un salto y se puso a caminar.
Act 14:11 La gente, al ver lo que Pablo había hecho, empezó a gritar en licaonio: «Los dioses han bajado hasta nosotros en figura de hombres.»
Act 14:12 A Bernabé le llamaban Zeus y a Pablo, Hermes, porque era quien dirigía la palabra.
Act 14:13 El sacerdote del templo de Zeus que hay a la entrada de la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas y a una con la gente se disponía a sacrificar.
Act 14:14 Al oírlo los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus vestidos y se lanzaron en medio de la gente gritando:
Act 14:15 «Amigos, ¿por qué hacéis esto? Nosotros somos también hombres, de igual condición que vosotros, que os predicamos que abandonéis estas cosas vanas y os volváis al Dios vivo que hizo el cielo, la tierra, el mar y cuanto en ellos hay,
Act 14:16 y que en las generaciones pasadas permitió que todas las naciones siguieran sus propios caminos;
Act 14:17 si bien no dejó de dar testimonio de sí mismo, derramando bienes, enviándoos desde el cielo lluvias y estaciones fructíferas, llenando vuestros corazones de sustento y alegría...»
Act 14:18 Con estas palabras pudieron impedir a duras penas que la gente les ofreciera un sacrificio.
Act 14:19 Vinieron entonces de Antioquía e Iconio algunos judíos y, habiendo persuadido a la gente, lapidaron a Pablo y le arrastraron fuera de la ciudad, dándole por muerto.
Act 14:20 Pero él se levantó y, rodeado de los discípulos, entró en la ciudad. Al día siguiente marchó con Bernabé a Derbe.
Act 14:21 Habiendo evangelizado aquella ciudad y conseguido bastantes discípulos, se volvieron a Listra, Iconio y Antioquía,
Act 14:22 confortando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a perseverar en la fe y diciéndoles: «Es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios.»
Act 14:23 Designaron presbíteros en cada Iglesia y después de hacer oración con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.
Act 14:24 Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia;
Act 14:25 predicaron en Perge la Palabra y bajaron a Atalía.
Act 14:26 Allí se embarcaron para Antioquía, de donde habían partido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían realizado.
Act 14:27 A su llegada reunieron a la Iglesia y se pusieron a contar todo cuanto Dios había hecho juntamente con ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe.
Act 14:28 Y permanecieron no poco tiempo con los discípulos. -
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Capítulo 15
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ENTONCES algunos que venían de Judea enseñaban á los hermanos: Que si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos.
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Así que, suscitada una disensión y contienda no pequeña á Pablo y á Bernabé contra ellos, determinaron que subiesen Pablo y Bernabé á Jerusalem, y algunos otros de ellos, á los apóstoles y á los ancianos, sobre esta cuestión.
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Ellos, pues, habiendo sido acompañados de la
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Y llegados á Jerusalem, fueron recibidos de la iglesia y de los apóstoles y de los ancianos: y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos.
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Mas algunos de la secta de los Fariseos, que habían creído, se levantaron, diciendo: Que es menester circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés.
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Y se juntaron los apóstoles y los ancianos para conocer de este negocio.
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Y habiendo habido grande contienda, levantándose Pedro, les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los Gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio, y creyesen.
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Y Dios, que conoce los corazones, les dió testimonio, dándoles el Espíritu Santo también como á nosotros;
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Y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando con la fe sus corazones.
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Ahora pues, ¿por qué tentáis á Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos yugo, que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?
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Antes por la gracia del Señor Jesús creemos que seremos salvos, como también ellos.
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Entonces toda la multitud calló, y oyeron á Bernabé y á Pablo, que contaban cuán grandes maravillas y señales Dios había hecho por ellos entre los Gentiles.
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Y después que hubieron callado, Jacobo respondió, diciendo: Varones hermanos, oidme:
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Simón ha contado cómo Dios primero visitó á los Gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre;
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Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:
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Después de esto volveré Y restauraré la habitación de David, que estaba caída; Y repararé sus ruinas, Y la volveré á levantar;
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Para que el resto de los hombres busque al Señor, Y todos los Gentiles, sobre los cuales es llamado mi nombre, Dice el Señor, que hace todas estas cosas.
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Conocidas son á Dios desde el siglo todas sus obras.
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Por lo cual yo juzgo, que los que de los Gentiles se convierten á Dios, no han de ser inquietados;
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Sino escribirles que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, y de fornicación, y de ahogado, y de sangre.
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Porque Moisés desde los tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien le predique en las sinagogas, donde es leído cada sábado.
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Entonces pareció bien á los apóstoles y á los ancianos, con toda la iglesia, elegir varones de ellos, y enviarlos á Antioquía con Pablo y Bernabé: á Judas que tenía por sobrenombre Barsabas, y á Silas, varones principales entre los hermanos;
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Y escribir por mano de ellos: Los apóstoles y los ancianos y los hermanos, á los hermanos de los Gentiles que están en Antioquía, y en Siria, y en Cilicia, salud:
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Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, os han inquietado con palabras, trastornando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la ley, á los cuales no mandamos;
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Nos ha parecido, congregados en uno, elegir varones, y enviarlos á vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo,
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Hombres que han expuesto sus vidas por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
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Así que, enviamos á Judas y á Silas, los cuales también por palabra os harán saber lo mismo.
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Que ha parecido bien al Espíritu Santo, y á nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias:
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Que os abstengáis de cosas sacrificadas á ídolos, y de sangre, y de ahogado, y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien.
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Ellos entonces enviados, descendieron á Antioquía; y juntando la multitud, dieron la carta.
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La cual, como leyeron, fueron gozosos de la consolación.
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Judas también y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron á los hermanos con abundancia de palabra.
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Y pasando allí algún tiempo, fueron enviados de los hermanos á los apóstoles en paz.
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Mas á Silas pareció bien el quedarse allí.
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Y Pablo y Bernabé se estaban en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos.
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Y después de algunos días, Pablo dijo á Bernabé: Volvamos á visitar á los hermanos por todas las ciudades en las cuales hemos anunciado la palabra del Señor, cómo están.
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Y Bernabé quería que tomasen consigo á Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos;
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Mas á Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Pamphylia, y no había ido con ellos á la obra.
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Y hubo tal contención entre ellos, que se apartaron el uno del otro; y Bernabé tomando á Marcos, navegó á Cipro.
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Y Pablo escogiendo á Silas, partió encomendado de los hermanos á la gracia del Señor.
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Y anduvo la Siria y la Cilicia, confirmando á las iglesias.
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Act 15:1 Bajaron algunos de Judea que enseñaban a los hermanos: «Si no os circuncidáis conforme a la costumbre mosaica, no podéis salvaros.»
Act 15:2 Se produjo con esto una agitación y una discusión no pequeña de Pablo y Bernabé contra ellos; y decidieron que Pablo y Bernabé y algunos de ellos subieran a Jerusalén, donde los apóstoles y presbíteros, para tratar esta cuestión.
Act 15:3 Ellos, pues, enviados por la Iglesia, atravesaron Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles y produciendo gran alegría en todos los hermanos.
Act 15:4 Llegados a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia y por los apóstoles y presbíteros, y contaron cuanto Dios había hecho juntamente con ellos.
Act 15:5 Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron para decir que era necesario circuncidar a los gentiles y mandarles guardar la Ley de Moisés.
Act 15:6 Se reunieron entonces los apóstoles y presbíteros para tratar este asunto.
Act 15:7 Después de una larga discusión, Pedro se levantó y les dijo: «Hermanos, vosotros sabéis que ya desde los primeros días me eligió Dios entre vosotros para que por mi boca oyesen los gentiles la Palabra de la Buena Nueva y creyeran.
Act 15:8 Y Dios, conocedor de los corazones, dio testimonio en su favor comunicándoles el Espíritu Santo como a nosotros;
Act 15:9 y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, pues purificó sus corazones con la fe.
Act 15:10 ¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios queriendo poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar?
Act 15:11 Nosotros creemos más bien que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos.»
Act 15:12 Toda la asamblea calló y escucharon a Bernabé y a Pablo contar todas las señales y prodigios que Dios había realizado por medio de ellos entre los gentiles.
Act 15:13 Cuando terminaron de hablar, tomó Santiago la palabra y dijo: «Hermanos, escuchadme.
Act 15:14 Simeón ha referido cómo Dios ya al principio intervino para procurarse entre los gentiles un pueblo para su Nombre.
Act 15:15 Con esto concuerdan los oráculos de los Profetas, según está escrito:
Act 15:16 «Después de esto volveré y reconstruiré la tienda de David que está caída; reconstruiré sus ruinas, y la volveré a levantar.
Act 15:17 Para que el resto de los hombres busque al Señor, y todas las naciones que han sido consagradas a mi nombre, dice el Señor que hace
Act 15:18 que estas cosas sean conocidas desde la eternidad.
Act 15:19 «Por esto opino yo que no se debe molestar a los gentiles que se conviertan a Dios,
Act 15:20 sino escribirles que se abstengan de lo que ha sido contaminado por los ídolos, de la impureza, de los animales estrangulados y de la sangre.
Act 15:21 Porque desde tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad sus predicadores y es leído cada sábado en las sinagogas.»
Act 15:22 Entonces decidieron los apóstoles y presbíteros, de acuerdo con toda la Iglesia, elegir de entre ellos algunos hombres y enviarles a Antioquía con Pablo y Bernabé; y estos fueron Judas, llamado Barsabás, y Silas, que eran dirigentes entre los hermanos.
Act 15:23 Por su medio les enviaron esta carta: «Los apóstoles y los presbíteros hermanos, saludan a los hermanos venidos de la gentilidad que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia.
Act 15:24 Habiendo sabido que algunos de entre nosotros, sin mandato nuestro, os han perturbado con sus palabras, trastornando vuestros ánimos,
Act 15:25 hemos decidido de común acuerdo elegir algunos hombres y enviarlos donde vosotros, juntamente con nuestros queridos Bernabé y Pablo,
Act 15:26 que son hombres que han entregado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo.
Act 15:27 Enviamos, pues, a Judas y Silas, quienes os expondrán esto mismo de viva voz:
Act 15:28 Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas indispensables:
Act 15:29 abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza. Haréis bien en guardaros de estas cosas. Adiós.»
Act 15:30 Ellos, después de despedirse, bajaron a Antioquía, reunieron la asamblea y entregaron la carta.
Act 15:31 La leyeron y se gozaron al recibir aquel aliento.
Act 15:32 Judas y Silas, que eran también profetas, exhortaron con un largo discurso a los hermanos y les confortaron.
Act 15:33 Pasado algún tiempo, fueron despedidos en paz por los hermanos para volver a los que los habían enviado.
Act 15:35 Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía enseñando y anunciando, en compañía de otros muchos, la Buena Nueva, la palabra del Señor.
Act 15:36 Al cabo de algunos días dijo Pablo a Bernabé: «Volvamos ya a ver cómo les va a los hermanos en todas aquellas ciudades en que anunciamos la palabra del Señor.»
Act 15:37 Bernabé quería llevar también con ellos a Juan, llamado Marcos.
Act 15:38 Pablo, en cambio, pensaba que no debían llevar consigo al que se había separado de ellos en Panfilia y no les había acompañado en la obra.
Act 15:39 Se produjo entonces una tirantez tal que acabaron por separarse el uno del otro: Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó rumbo a Chipre;
Act 15:40 por su parte Pablo eligió por compañero a Silas y partió, encomendado por los hermanos a la gracia de Dios.
Act 15:41 Recorrió Siria y Cilicia consolidando las Iglesias.»
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Capítulo 16
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DESPUÉS llegó á Derbe, y á Listra: y he aquí, estaba allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer Judía fiel, mas de padre Griego.
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De éste daban buen testimonio los hermanos que estaban en Listra y en Iconio.
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Este quiso Pablo que fuese con Él; y tomándole, le circuncidó por causa de los Judíos que estaban en aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era Griego.
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Y como pasaban por las ciudades, les daban que guardasen los decretos que habían sido determinados por los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalem.
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Así que, las iglesias eran confirmadas en fe, y eran aumentadas en número cada día.
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Y pasando á Phrygia y la provincia de Galacia, les fué prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia.
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Y como vinieron á Misia, tentaron de ir á Bithynia; mas el Espíritu no les dejó.
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Y pasando á Misia, descendieron á Troas.
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Y fué mostrada á Pablo de noche una visión: Un varón Macedonio se puso delante, rogándole, y diciendo: Pasa á Macedonia, y ayúdanos.
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Y como vió la visión, luego procuramos partir á Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio.
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Partidos pues de Troas, vinimos camino derecho á Samotracia, y el día siguiente á Neápolis;
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Y de allí á Filipos, que es la primera ciudad de la parte de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días.
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Y un día de sábado salimos de la puerta junto al río, donde solía ser la oración; y sentándonos, hablamos á las mujeres que se habían juntado.
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Entonces una mujer llamada Lidia, que vendía púrpura en la ciudad de Tiatira, temerosa de Dios, estaba oyendo; el corazón de la cual abrió el Señor para que estuviese atenta á lo que Pablo decía.
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Y cuando fué bautizada, y su familia, nos rogó, diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad: y constriñónos.
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Y aconteció, que yendo nosotros á la oración, una muchacha que tenía espíritu pitónico, nos salió al encuentro, la cual daba grande ganancia á sus amos adivinando.
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Esta, siguiendo á Pablo y á nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Alto, los cuales os anuncian el camino de salud.
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Y esto hacía por muchos días; mas desagradando á Pablo, se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en la misma hora.
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Y viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron á Pablo y á Silas, y los trajeron al foro, al magistrado;
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Y presentándolos á los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo Judíos, alborotan nuestra ciudad,
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Y predican ritos, los cuales no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos Romanos.
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Y agolpóse el pueblo contra ellos: y los magistrados rompiéndoles sus ropas, les mandaron azotar con varas.
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Y después que los hubieron herido de muchos azotes, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con diligencia:
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El cual, recibido este mandamiento, los metió en la cárcel de más adentro; y les apretó los pies en el cepo.
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Mas á media noche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos á Dios: y los que estaban presos los oían.
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Entonces fué hecho de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se movían; y luego todas las puertas se abrieron, y las prisiones de todos soltaron.
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Y despertado el carcelero, como vió abiertas las puertas de la cárcel, sacando la espada se quería matar, pensando que los presos se habían huído.
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Mas Pablo clamó á gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal; que todos estamos aquí.
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El entonces pidiendo luz, entró dentro, y temblando, derribóse á los pies de Pablo y de Silas;
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Y sacándolos fuera, le dice: Señores, ¿qué es menester que yo haga para ser salvo?
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Y ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú, y tu casa.
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Y le hablaron la palabra del Señor, y á todos los que estaban en su casa.
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Y tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó los azotes; y se bautizó luego Él, y todos los suyos.
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Y llevándolos á su casa, les puso la mesa: y se gozó de que con toda su casa había creído á Dios.
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Y como fué, día, los magistrados enviaron los alguaciles, diciendo: Deja ir á aquellos hombres.
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Y el carcelero hizo saber estas palabras á Pablo: Los magistrados han enviado á decir que seáis sueltos: así que ahora salid, é id en paz.
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Entonces Pablo les dijo: Azotados públicamente sin ser condenados, siendo hombres Romanos, nos echaron en la cárcel; y ¿ahora nos echan encubiertamente? No, de cierto, sino vengan ellos y sáquennos.
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Y los alguaciles volvieron á decir á los magistrados estas palabras: y tuvieron miedo, oído que eran Romanos.
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Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que se saliesen de la ciudad.
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Entonces salidos de la cárcel, entraron en casa de Lidia; y habiendo visto á los hermanos, los consolaron, y se salieron.
Act 16:1 Llegó también a Derbe y Listra. Había allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente y de padre griego.
Act 16:2 Los hermanos de Listra e Iconio daban de él un buen testimonio.
Act 16:3 Pablo quiso que se viniera con él. Le tomó y le circuncidó a causa de los judíos que había por aquellos lugares, pues todos sabían que su padre era griego.
Act 16:4 Conforme iban pasando por las ciudades, les iban entregando, para que las observasen, las decisiones tomadas por los apóstoles y presbíteros en Jerusalén.
Act 16:5 Las Iglesias, pues, se afianzaban en la fe y crecían en número de día en día.
Act 16:6 Atravesaron Frigia y la región de Galacia, pues el Espíritu Santo les había impedido predicar la Palabra en Asia.
Act 16:7 Estando ya cerca de Misia, intentaron dirigirse a Bitinia, pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús.
Act 16:8 Atravesaron, pues, Misia y bajaron a Tróada.
Act 16:9 Por la noche Pablo tuvo una visión: Un macedonio estaba de pie suplicándole: «Pasa a Macedonia y ayúdanos.»
Act 16:10 En cuanto tuvo la visión, inmediatamente intentamos pasar a Macedonia, persuadidos de que Dios nos había llamado para evangelizarles.
Act 16:11 Nos embarcamos en Tróada y fuimos derechos a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis;
Act 16:12 de allí pasamos a Filipos, que es una de las principales ciudades de la demarcación de Macedonia, y colonia. En esta ciudad nos detuvimos algunos días.
Act 16:13 El sábado salimos fuera de la puerta, a la orilla de un río, donde suponíamos que habría un sitio para orar. Nos sentamos y empezamos a hablar a las mujeres que habían concurrido.
Act 16:14 Una de ellas, llamada Lidia, vendedora de púrpura, natural de la ciudad de Tiatira, y que adoraba a Dios, nos escuchaba. El Señor le abrió el corazón para que se adhiriese a las palabras de Pablo.
Act 16:15 Cuando ella y los de su casa recibieron el bautismo, suplicó: «Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid y quedaos en mi casa.» Y nos obligó a ir.
Act 16:16 Sucedió que al ir nosotros al lugar de oración, nos vino al encuentro una muchacha esclava poseída de un espíritu adivino, que pronunciando oráculos producía mucho dinero a sus amos.
Act 16:17 Nos seguía a Pablo y a nosotros gritando: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian un camino de salvación.»
Act 16:18 Venía haciendo esto durante muchos días. Cansado Pablo, se volvió y dijo al espíritu: «En nombre de Jesucristo te mando que salgas de ella.» Y en el mismo instante salió.
Act 16:19 Al ver sus amos que se les había ido su esperanza de ganancia, prendieron a Pablo y a Silas y los arrastraron hasta el ágora, ante los magistrados;
Act 16:20 los presentaron a los pretores y dijeron: «Estos hombres alborotan nuestra ciudad; son judíos
Act 16:21 y predican unas costumbres que nosotros, por ser romanos, no podemos aceptar ni practicar.»
Act 16:22 La gente se amotinó contra ellos; los pretores les hicieron arrancar los vestidos y mandaron azotarles con varas.
Act 16:23 Después de haberles dado muchos azotes, los echaron a la cárcel y mandaron al carcelero que los guardase con todo cuidado.
Act 16:24 Este, al recibir tal orden, los metió en el calabozo interior y sujetó sus pies en el cepo.
Act 16:25 Hacia la media noche Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios; los presos les escuchaban.
Act 16:26 De repente se produjo un terremoto tan fuerte que los mismos cimientos de la cárcel se conmovieron. Al momento quedaron abiertas todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos.
Act 16:27 Despertó el carcelero y al ver las puertas de la cárcel abiertas, sacó la espada e iba a matarse, creyendo que los presos habían huido.
Act 16:28 Pero Pablo le gritó: «No te hagas ningún mal, que estamos todos aquí.»
Act 16:29 El carcelero pidió luz, entró de un salto y tembloroso se arrojó a los pies de Pablo y Silas,
Act 16:30 los sacó fuera y les dijo: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?»
Act 16:31 Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa.»
Act 16:32 Y le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa.
Act 16:33 En aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó consigo y les lavó las heridas; inmediatamente recibió el bautismo él y todos los suyos.
Act 16:34 Les hizo entonces subir a su casa, les preparó la mesa y se alegró con toda su familia por haber creído en Dios.
Act 16:35 Llegado el día, los pretores enviaron a los lictores a decir al carcelero: «Pon en libertad a esos hombres.»
Act 16:36 El carcelero transmitió estas palabras a Pablo: «Los pretores han enviado a decir que os suelte. Ahora, pues, salid y marchad.»
Act 16:37 Pero Pablo les contestó: «Después de habernos azotado públicamente sin habernos juzgado, a pesar de ser nosotros ciudadanos romanos, nos echaron a la cárcel; ¿y ahora quieren mandarnos de aquí a escondidas? Eso no; que vengan ellos a sacarnos.»
Act 16:38 Los lictores transmitieron estas palabras a los pretores. Les entró miedo al oír que eran romanos.
Act 16:39 Vinieron y les rogaron que saliesen de la ciudad.
Act 16:40 Al salir de la cárcel se fueron a casa de Lidia, volvieron a ver a los hermanos, los animaron y se marcharon.-
Capítulo 17
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Y PASANDO por Amphípolis y Apolonia, llegaron á Tesalónica, donde estaba la sinagoga de los Judíos.
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Y Pablo, como acostumbraba, entró á ellos, y por tres sábados disputó con ellos de las Escrituras,
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Declarando y proponiendo, que convenía que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, el cual yo os anuncio, decía Él, éste era el Cristo.
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Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los Griegos religiosos grande multitud, y mujeres nobles no pocas.
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Entonces los Judíos que eran incrédulos, teniendo celos, tomaron consigo á algunos ociosos, malos hombres, y juntando compañía, alborotaron la ciudad; y acometiendo á la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo.
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Mas no hallándolos, trajeron á Jasón y á algunos hermanos á los gobernadores de la ciudad, dando voces: Estos que alborotan el mundo, también han venido acá;
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A los cuales Jasón ha recibido; y todos estos hacen contra los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús.
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Y alborotaron al pueblo y á los gobernadores de la ciudad, oyendo estas cosas.
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Mas recibida satisfacción de Jasón y de los demás, los soltaron.
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Entonces los hermanos, luego de noche, enviaron á Pablo y á Silas á Berea; los cuales habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los Judíos.
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Y fueron éstos más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras, si estas cosas eran así.
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Así que creyeron muchos de ellos; y mujeres Griegas de distinción, y no pocos hombres.
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Mas como entendieron los Judíos de Tesalónica que también en Berea era anunciada la palabra de Dios por Pablo, fueron, y también allí tumultuaron al pueblo.
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Empero luego los hermanos enviaron á Pablo que fuese como á la mar; y Silas y Timoteo se quedaron allí.
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Y los que habían tomado á cargo á Pablo, le llevaron hasta Atenas; y tomando encargo para Silas y Timoteo, que viniesen á Él lo más presto que pudiesen, partieron.
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Y esperándolos Pablo en Atenas, su espíritu se deshacía en Él viendo la ciudad dada á idolatría.
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Así que, disputaba en la sinagoga con los Judíos y religiosos; y en la plaza cada día con los que le ocurrían.
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Y algunos filósofos de los Epicúreos y de los Estóicos, disputaban con Él; y unos decían: ¿Qué quiere decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses: porque les predicaba á Jesús y la resurrección.
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Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué sea esta nueva doctrina que dices?
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Porque pones en nuestros oídos unas nuevas cosas: queremos pues saber qué quiere ser esto.
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(Entonces todos los Atenienses y los huéspedes extranjeros, en ninguna otra cosa entendían, sino ó en decir ó en oir alguna cosa nueva.)
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Estando pues Pablo en medio del Areópago, dijo: Varones Atenienses, en todo os veo como más supersticiosos;
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Porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Aquél pues, que vosotros honráis sin conocerle, á éste os anuncio yo.
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El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en Él hay, éste, como sea Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos de manos,
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Ni es honrado con manos de hombres, necesitado de algo; pues Él da á todos vida, y respiración, y todas las cosas;
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Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los términos de los habitación de ellos;
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Para que buscasen á Dios, si en alguna manera, palpando, le hallen; aunque cierto no está lejos de cada uno de nosotros:
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Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos; como también algunos de vuestros poetas dijeron: Porque linaje de éste somos también.
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Siendo pues linaje de Dios, no hemos de estimar la Divinidad ser semejante á oro, ó á plata, ó á piedra, escultura de artificio ó de imaginación de hombres.
-
Empero Dios, habiendo disimulado los tiempos de esta ignorancia, ahora denuncia á todos los hombres en todos los lugares que se arrepientan:
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Por cuanto ha establecido un día, en el cual ha de juzgar al mundo con justicia, por aquel varón al cual determinó; dando fe á todos con haberle levantado de los muertos.
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Y así como oyeron de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Te oiremos acerca de esto otra vez.
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Y así Pablo se salió de en medio de ellos.
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Mas algunos creyeron, juntándose con Él; entre los cuales también fué Dionisio el del Areópago, y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.
Act 17:1 Atravesando Anfípolis y Apolonia llegaron a Tesalónica, donde los judíos tenían una sinagoga.
Act 17:2 Pablo, según su costumbre, se dirigió a ellos y durante tres sábados discutió con ellos basándose en las Escrituras,
Act 17:3 explicándolas y probando que Cristo tenía que padecer y resucitar de entre los muertos y que «este Cristo es Jesús, a quien yo os anuncio».
Act 17:4 Algunos de ellos se convencieron y se unieron a Pablo y Silas así como una gran multitud de los que adoraban a Dios y de griegos y no pocas de las mujeres principales.
Act 17:5 Pero los judíos, llenos de envidia, reunieron a gente maleante de la calle, armaron tumultos y alborotaron la ciudad. Se presentaron en casa de Jasón buscándolos para llevarlos ante el pueblo.
Act 17:6 Al no encontrarlos, arrastraron a Jasón y a algunos hermanos ante los magistrados de la ciudad gritando: «Esos que han revolucionado todo el mundo se han presentado también aquí,
Act 17:7 y Jasón les ha hospedado. Además todos ellos van contra los decretos del César y afirman que hay otro rey, Jesús.»
Act 17:8 Al oír esto, el pueblo y los magistrados de la ciudad se alborotaron.
Act 17:9 Pero después de recibir una fianza de Jasón y de los demás, les dejaron ir.
Act 17:10 Inmediatamente, por la noche, los hermanos enviaron hacia Berea a Pablo y Silas. Ellos, al llegar allí, se fueron a la sinagoga de los judíos.
Act 17:11 Estos eran de un natural mejor que los de Tesalónica, y aceptaron la palabra de todo corazón. Diariamente examinaban las Escrituras para ver si las cosas eran así.
Act 17:12 Creyeron, pues, muchos de ellos y, entre los griegos, mujeres distinguidas y no pocos hombres.
Act 17:13 Pero cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que también en Berea había predicado Pablo la Palabra de Dios, fueron también allá, y agitaron y alborotaron a la gente.
Act 17:14 Los hermanos entonces hicieron marchar a toda prisa a Pablo hasta el mar; Silas y Timoteo se quedaron allí.
Act 17:15 Los que conducían a Pablo le llevaron hasta Atenas y se volvieron con una orden para Timoteo y Silas de que fueran donde él lo antes posible.
Act 17:16 Mientras Pablo les esperaba en Atenas, estaba interiormente indignado al ver la ciudad llena de ídolos.
Act 17:17 Discutía en la sinagoga con los judíos y con los que adoraban a Dios; y diariamente en el ágora con los que por allí se encontraban.
Act 17:18 Trababan también conversación con él algunos filósofos epicúreos y estoicos. Unos decían: «¿Qué querrá decir este charlatán?» Y otros: «Parece ser un predicador de divinidades extranjeras.» Porque anunciaba a Jesús y la resurrección.
Act 17:19 Le tomaron y le llevaron al Areópago; y le dijeron: «¿Podemos saber cuál es esa nueva doctrina que tú expones?
Act 17:20 Pues te oímos decir cosas extrañas y querríamos saber qué es lo que significan.»
Act 17:21 Todos los atenienses y los forasteros que allí residían en ninguna otra cosa pasaban el tiempo sino en decir u oír la última novedad.
Act 17:22 Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo: «Atenienses, veo que vosotros sois, por todos los conceptos, los más respetuosos de la divinidad.
Act 17:23 Pues al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada esta inscripción: «Al Dios desconocido.» Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar.
Act 17:24 «El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no habita en santuarios fabricados por manos humanas,
Act 17:25 ni es servido por manos humanas, como si de algo estuviera necesitado, el que a todos da la vida, el aliento y todas las cosas.
Act 17:26 El creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra fijando los tiempos determinados y los límites del lugar donde habían de habitar,
Act 17:27 con el fin de que buscasen la divinidad, para ver si a tientas la buscaban y la hallaban; por más que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros;
Act 17:28 pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como han dicho algunos de vosotros: "Porque somos también de su linaje."
Act 17:29 «Si somos, pues, del linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad sea algo semejante al oro, la plata o la piedra, modelados por el arte y el ingenio humano.
Act 17:30 «Dios, pues, pasando por alto los tiempos de la ignorancia, anuncia ahora a los hombres que todos y en todas partes deben convertirse,
Act 17:31 porque ha fijado el día en que va a juzgar al mundo según justicia, por el hombre que ha destinado, dando a todos una garantía al resucitarlo de entre los muertos.»
Act 17:32 Al oír la resurrección de los muertos, unos se burlaron y otros dijeron: «Sobre esto ya te oiremos otra vez.»
Act 17:33 Así salió Pablo de en medio de ellos.
Act 17:34 Pero algunos hombres se adhirieron a él y creyeron, entre ellos Dionisio Areopagita, una mujer llamada Damaris y algunos otros con ellos.
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Capítulo 18
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PASADAS estas cosas, Pablo partió de Atenas, y vino á Corinto.
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Y hallando á un Judío llamado Aquila, natural del Ponto, que hacía poco que había venido de Italia, y á Priscila su mujer, (porque Claudio había mandado que todos los Judíos saliesen de Roma) se vino á ellos;
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Y porque era de su oficio, posó con ellos, y trabajaba; porque el oficio de ellos era hacer tiendas.
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Y disputaba en la sinagoga todos los sábados, y persuadía á Judíos y á Griegos.
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Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba constreñido por la palabra, testificando á los Judíos que Jesús era el Cristo.
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Mas contradiciendo y blasfemando ellos, les dijo: sacudiendo sus vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré á los Gentiles.
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Y partiendo de allí, entró en casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la casa del cual estaba junto á la sinagoga.
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Y Crispo, Él prepósito de la sinagoga, creyó al Señor con toda su casa: y muchos de los Corintios oyendo creían, y eran bautizados.
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Entonces Él Señor dijo de noche en visión á Pablo: No temas, sino habla, y no calles:
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Porque yo estoy contigo, y ninguno te podrá hacer mal; porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.
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Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios.
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Y siendo Galión procónsul de Acaya, los Judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo, y le llevaron al tribunal,
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Diciendo: Que éste persuade á los hombres á honrar á Dios contra la ley.
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Y comenzando Pablo á abrir la boca, Galión dijo á los Judíos: Si fuera algún agravio ó algún crimen enorme, oh Judíos, conforme á derecho yo os tolerara:
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Mas si son cuestiones de palabras, y de nombres, y de vuestra ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero ser juez de estas cosas.
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Y los echó del tribunal.
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Entonces todos los Griegos tomando á Sóstenes, prepósito de la sinagoga, le herían delante del tribunal: y á Galión nada se le daba de ello.
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Mas Pablo habiéndose detenido aún allí muchos días, después se despidió de los hermanos, y navegó á Siria, y con Él Priscila y Aquila, habiéndose trasquilado la cabeza en Cencreas, porque tenía voto.
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Y llegó á Efeso, y los dejó allí: y Él entrando en la sinagoga, disputó con los Judíos,
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Los cuales le rogaban que se quedase con ellos por más tiempo; mas no accedió.
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Sino que se despidió de ellos, diciendo: Es menester que en todo caso tenga la fiesta que viene, en Jerusalem; mas otra vez volveré á vosotros, queriendo Dios. Y partió de Efeso.
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Y habiendo arribado á Cesarea subió á Jerusalem; y después de saludar á la iglesia, descendió á Antioquía.
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Y habiendo estado allí algún tiempo, partió, andando por orden la provincia de Galacia, y la Phrygia, confirmando á todos los discípulos.
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Llegó entonces á Efeso un Judío, llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras.
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Este era instruído en el camino del Señor; y ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba diligentemente las cosas que son del Señor, enseñando solamente en el bautismo de Juan.
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Y comenzó á hablar confiadamente en la sinagoga: al cual como oyeron Priscila y Aquila, le tomaron, y le declararon más particularmente el camino de Dios.
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Y queriendo Él pasar á Acaya, los hermanos exhortados, escribieron á los discípulos que le recibiesen; y venido Él, aprovechó mucho por la gracia á los que habían creído:
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Porque con gran vehemencia convencía públicamente á los Judíos, mostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.
Act 18:1 Después de esto marchó de Atenas y llegó a Corinto.
Act 18:2 Se encontró con un judío llamado Aquila, originario del Ponto, que acababa de llegar de Italia, y con su mujer Priscila, por haber decretado Claudio que todos los judíos saliesen de Roma; se llegó a ellos
Act 18:3 y como era del mismo oficio, se quedó a vivir y a trabajar con ellos. El oficio de ellos era fabricar tiendas.
Act 18:4 Cada sábado en la sinagoga discutía, y se esforzaba por convencer a judíos y griegos.
Act 18:5 Cuando llegaron de Macedonia Silas y Timoteo, Pablo se dedicó enteramente a la Palabra, dando testimonio ante los judíos de que el Cristo era Jesús.
Act 18:6 Como ellos se opusiesen y profiriesen blasfemias, sacudió sus vestidos y les dijo: «Vuestra sangre recaiga sobre vuestra cabeza; yo soy inocente y desde ahora me dirigiré a los gentiles.»
Act 18:7 Entonces se retiró de allí y entró en casa de un tal Justo, que adoraba a Dios, cuya casa estaba contigua a la sinagoga.
Act 18:8 Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y otros muchos corintios al oír a Pablo creyeron y recibieron el bautismo.
Act 18:9 El Señor dijo a Pablo durante la noche en una visión: «No tengas miedo, sigue hablando y no calles;
Act 18:10 porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal, pues tengo yo un pueblo numeroso en esta ciudad.»
Act 18:11 Y permaneció allí un año y seis meses, enseñando entre ellos la Palabra de Dios.
Act 18:12 Siendo Galión procónsul de Acaya se echaron los judíos de común acuerdo sobre Pablo y le condujeron ante el tribunal
Act 18:13 diciendo: «Este persuade a la gente para que adore a Dios de una manera contraria a la Ley.»
Act 18:14 Iba Pablo a abrir la boca cuando Galión dijo a los judíos: «Si se tratara de algún crimen o mala acción, yo os escucharía, judíos, con calma, como es razón.
Act 18:15 Pero como se trata de discusiones sobre palabras y nombres y cosas de vuestra Ley, allá vosotros. Yo no quiero ser juez en estos asuntos.»
Act 18:16 Y los echó del tribunal.
Act 18:17 Entonces todos ellos agarraron a Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y se pusieron a golpearlo ante el tribunal sin que a Galión le diera esto ningún cuidado.
Act 18:18 Pablo se quedó allí todavía bastantes días; después se despidió de los hermanos y se embarcó rumbo a Siria; con él iban Priscila y Aquila. En Cencreas se había cortado el pelo porque tenía hecho un voto.
Act 18:19 Arribaron a Éfeso y allí se separó de ellos. Entró en la sinagoga y se puso a discutir con los judíos.
Act 18:20 Le rogaron que se quedase allí más tiempo, pero no accedió,
Act 18:21 sino que se despidió diciéndoles: «Volveré a vosotros otra vez, si Dios quiere.» Y embarcándose marchó de Éfeso.
Act 18:22 Desembarcó en Cesarea, subió a saludar a la Iglesia y después bajó a Antioquía.
Act 18:23 Después de pasar allí algún tiempo marchó a recorrer una tras otra las regiones de Galacia y Frigia para fortalecer a todos los discípulos.
Act 18:24 Un judío, llamado Apolo, originario de Alejandría, hombre elocuente, que dominaba las Escrituras, llegó a Éfeso.
Act 18:25 Había sido instruido en el Camino del Señor y con fervor de espíritu hablaba y enseñaba con todo esmero lo referente a Jesús, aunque solamente conocía el bautismo de Juan.
Act 18:26 Este, pues, comenzó a hablar con valentía en la sinagoga. Al oírle Aquila y Priscila, le tomaron consigo y le expusieron más exactamente el Camino.
Act 18:27 Queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron a ello y escribieron a los discípulos para que le recibieran. Una vez allí fue de gran provecho, con el auxilio de la gracia, a los que habían creído;
Act 18:28 pues refutaba vigorosamente en público a los judíos, demostrando por las Escrituras que el Cristo era Jesús.
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Capítulo 19
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Y ACONTECIÓ que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, andadas las regiones superiores, vino á Efeso, y hallando ciertos discípulos,
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Díjoles: ¿Habéis recibido el Espíritu Santo después que creísteis? Y ellos le dijeron: Antes ni aun hemos oído si hay Espíritu Santo.
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Entonces dijo: ¿En qué pues sois bautizados? Y ellos dijeron: En el bautismo de Juan.
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Y dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de Él, es á saber, en Jesús el Cristo.
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Oído que hubieron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
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Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.
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Y eran en todos como unos doce hombres.
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Y entrando Él dentro de la sinagoga, hablaba libremente por espacio de tres meses, disputando y persuadiendo del reino de Dios.
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Mas endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino delante de la multitud, apartándose Pablo de ellos separó á los discípulos, disputando cada día en la escuela de un cierto Tyranno.
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Y esto fué por espacio de dos años; de manera que todos los que habitaban en Asia, Judíos y Griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.
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Y hacía Dios singulares maravillas por manos de Pablo:
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De tal manera que aun se llevaban sobre los enfermos los sudarios y los pañuelos de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los malos espíritus salían de ellos.
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Y algunos de los Judíos, exorcistas vagabundos, tentaron á invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que Pablo predica.
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Y había siete hijos de un tal Sceva, Judío, príncipe de los sacerdotes, que hacían esto.
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Y respondiendo el espíritu malo, dijo: A Jesús conozco y sé quién es Pablo: mas vosotros ¿quiénes sois?
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Y el hombre en quien estaba el espíritu malo, saltando en ellos, y enseñoreándose de ellos, pudo más que ellos, de tal manera que huyeron de aquella casa desnudos y heridos.
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Y esto fué notorio á todos, así Judíos como Griegos, los que habitaban en Efeso: y cayó temor sobre todos ellos, y era ensalzado el nombre del Señor Jesús.
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Y muchos de los que habían creído, venían, confesando y dando cuenta de sus hechos.
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Asimismo muchos de los que habían practicado vanas artes, trajeron los libros, y los quemaron delante de todos; y echada la cuenta del precio de ellos, hallaron ser cincuenta mil denarios.
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Así crecía poderosamente la palabra del Señor, y prevalecía.
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Y acabadas estas cosas, se propuso Pablo en espíritu partir á Jerusalem, después de andada Macedonia y Acaya, diciendo: Después que hubiere estado allá me será menester ver también á Roma.
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Y enviando á Macedonia á dos de los que le ayudaban, Timoteo y Erasto, Él se estuvo por algún tiempo en Asia.
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Entonces hubo un alboroto no pequeño acerca del Camino.
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Porque un platero llamado Demetrio, el cual hacía de plata templecillos de Diana, daba á los artífices no poca ganancia;
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A los cuales, reunidos con los oficiales de semejante oficio, dijo: Varones, sabéis que de este oficio tenemos ganancia;
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Y veis y oís que este Pablo, no solamente en Efeso, sino á muchas gentes de casi toda el Asia, ha apartado con persuasión, diciendo, que no son dioses los que se hacen con las manos.
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Y no solamente hay peligro de que este negocio se nos vuelva en reproche, sino también que el templo de la gran diosa Diana sea estimado en nada, y comience á ser destruída su majestad, la cual honra toda el Asia y el mundo.
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Oídas estas cosas, llenáronse de ira, y dieron alarido diciendo: ¡Grande es Diana de los Efesios!
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Y la ciudad se llenó de confusión; y unánimes se arrojaron al teatro, arrebatando á Gayo y á Aristarco, Macedonios, compañeros de Pablo.
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Y queriendo Pablo salir al pueblo, los discípulos no le dejaron.
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También algunos de los principales de Asia, que eran sus amigos, enviaron á Él rogando que no se presentase en el teatro.
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Y otros gritaban otra cosa; porque la concurrencia estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían juntado.
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Y sacaron de entre la multitud á Alejandro, empujándole los Judíos. Entonces Alejandro, pedido silencio con la mano, quería dar razón al pueblo.
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Mas como conocieron que era Judío, fué hecha un voz de todos, que gritaron casi por dos horas: ¡Grande es Diana de los Efesios!
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Entonces el escribano, apaciguado que hubo la gente, dijo: Varones Efesios ¿y quién hay de los hombres que no sepa que la ciudad de los Efesios es honradora de la gran diosa Diana, y de la imagen venida de Júpiter?
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Así que, pues esto no puede ser contradicho, conviene que os apacigüéis, y que nada hagáis temerariamente;
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Pues habéis traído á estos hombres, sin ser sacrílegos ni blasfemadores de vuestra diosa.
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Que si Demetrio y los oficiales que están con Él tienen negocio con alguno, audiencias se hacen, y procónsules hay; acúsense los unos á los otros.
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Y si demandáis alguna otra cosa, en legítima asamblea se pueda decidir.
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Porque peligro hay de que seamos argüidos de sedición por hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de este concurso.
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(19-40) Y habiendo dicho esto, despidió la concurrencia.
Act 19:1 Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó las regiones altas y llegó a Éfeso donde encontró algunos discípulos;
Act 19:2 les preguntó: «¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando abrazasteis la fe?» Ellos contestaron: «Pero si nosotros no hemos oído decir siquiera que exista el Espíritu Santo.»
Act 19:3 El replicó: «¿Pues qué bautismo habéis recibido?» - «El bautismo de Juan», respondieron.
Act 19:4 Pablo añadió: «Juan bautizó con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, o sea en Jesús.»
Act 19:5 Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
Act 19:6 Y, habiéndoles Pablo impuesto las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo y se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar.
Act 19:7 Eran en total unos doce hombres.
Act 19:8 Entró en la sinagoga y durante tres meses hablaba con valentía, discutiendo acerca del Reino de Dios e intentando convencerles.
Act 19:9 Pero como algunos, obstinados e incrédulos, hablaban mal del Camino ante la gente, rompió con ellos y formó grupo aparte con los discípulos; y diariamente les hablaba en la escuela de Tirano.
Act 19:10 Esto duró dos años, de forma que pudieron oír la Palabra del Señor todos los habitantes de Asia, tanto judíos como griegos.
Act 19:11 Dios obraba por medio de Pablo milagros no comunes,
Act 19:12 de forma que bastaba aplicar a los enfermos los pañuelos o mandiles que había usado y se alejaban de ellos las enfermedades y salían los espíritus malos.
Act 19:13 Algunos exorcistas judíos ambulantes intentaron también invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, y decían: «Os conjuro por Jesús a quien predica Pablo.»
Act 19:14 Eran siete hijos de un tal Esceva, sumo sacerdote judío, los que hacían esto.
Act 19:15 Pero el espíritu malo les respondió: «A Jesús le conozco y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?»
Act 19:16 Y arrojándose sobre ellos el hombre poseído del mal espíritu, dominó a unos y otros y pudo con ellos de forma que tuvieron que huir de aquella casa desnudos y cubiertos de heridas.
Act 19:17 Llegaron a enterarse de esto todos los habitantes de Éfeso, tanto judíos como griegos. El temor se apoderó de todos ellos y fue glorificado el nombre del Señor Jesús.
Act 19:18 Muchos de los que habían creído venían a confesar y declarar sus prácticas.
Act 19:19 Bastantes de los que habían practicado la magia reunieron los libros y los quemaron delante de todos. Calcularon el precio de los libros y hallaron que subía a 50.000 monedas de plata.
Act 19:20 De esta forma la Palabra del Señor crecía y se robustecía poderosamente.
Act 19:21 Después de estos sucesos, Pablo tomó la decisión de ir a Jerusalén pasando por Macedonia y Acaya. Y decía: «Después de estar allí he de visitar también Roma.»
Act 19:22 Envió a Macedonia a dos de sus auxiliares, Timoteo y Erasto, mientras él se quedaba algún tiempo en Asia.
Act 19:23 Por entonces se produjo un tumulto no pequeño con motivo del Camino.
Act 19:24 Cierto platero, llamado Demetrio, que labraba en plata templetes de Artemisa y proporcionaba no pocas ganancias a los artífices,
Act 19:25 reunió a éstos y también a los obreros de este ramo y les dijo: «Compañeros, vosotros sabéis que a esta industria debemos el bienestar;
Act 19:26 pero estáis viendo y oyendo decir que no solamente en Éfeso, sino en casi toda el Asia, ese Pablo persuade y aparta a mucha gente, diciendo que no son dioses los que se fabrican con las manos.
Act 19:27 Y esto no solamente trae el peligro de que nuestra profesión caiga en descrédito, sino también de que el templo de la gran diosa Artemisa sea tenido en nada y venga a ser despojada de su grandeza aquella a quien adora toda el Asia y toda la tierra.»
Act 19:28 Al oír esto, llenos de furor se pusieron a gritar: «¡Grande es la Artemisa de los efesios!»
Act 19:29 La ciudad se llenó de confusión. Todos a una se precipitaron en el teatro arrastrando consigo a Gayo y a Aristarco, macedonios, compañeros de viaje de Pablo.
Act 19:30 Pablo quiso entrar y presentarse al pueblo, pero se lo impidieron los discípulos.
Act 19:31 Incluso algunos asiarcas, que eran amigos suyos, le enviaron a rogar que no se arriesgase a ir al teatro.
Act 19:32 Unos gritaban una cosa y otros otra. Había gran confusión en la asamblea y la mayoría no sabía por qué se habían reunido.
Act 19:33 Algunos de entre la gente aleccionaron a Alejandro a quien los judíos habían empujado hacia delante. Alejandro pidió silencio con la mano y quería dar explicaciones al pueblo.
Act 19:34 Pero al conocer que era judío, todos a una voz se pusieron a gritar durante casi dos horas: «¡Grande es la Artemisa de los efesios!»
Act 19:35 Cuando el magistrado logró calmar a la gente, dijo: «Efesios, ¿quién hay que no sepa que la ciudad de los efesios es la guardiana del templo de la gran Artemisa y de su estatua caída del cielo?
Act 19:36 Siendo, pues, esto indiscutible, conviene que os calméis y no hagáis nada inconsideradamente.
Act 19:37 Habéis traído acá a estos hombres que no son sacrílegos ni blasfeman contra nuestra diosa.
Act 19:38 Si Demetrio y los artífices que le acompañan tienen quejas contra alguno, audiencias y procónsules hay; que presenten sus reclamaciones.
Act 19:39 Y si tenéis algún otro asunto, se resolverá en la asamblea legal.
Act 19:40 Porque, además, corremos peligro de ser acusados de sedición por lo de hoy, no existiendo motivo alguno que nos permita justificar este tumulto.» Dicho esto disolvió la asamblea.
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Capítulo 20
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Y DESPUÉS que cesó el alboroto, llamando Pablo á los discípulos habiéndoles exhortado y abrazado, se despidió, y partió para ir á Macedonia.
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Y andado que hubo aquellas partes, y exhortádoles con abundancia de palabra, vino á Grecia.
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Y después de haber estado allí tres meses, y habiendo de navegar á Siria, le fueron puestas asechanzas por los Judíos; y así tomó consejo de volverse por Macedonia.
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Y le acompañaron hasta Asia Sopater Bereense, y los Tesalonicenses, Aristarco y Segundo; y Gayo de Derbe, y Timoteo; y de Asia, Tychîco y Trófimo.
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Estos yendo delante, nos esperaron en Troas.
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Y nosotros, pasados los días de los panes sin levadura, navegamos de Filipos y vinimos á ellos á Troas en cinco días, donde estuvimos siete días.
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Y el día primero de la semana, juntos los discípulos á partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de partir al día siguiente: y alargó el discurso hasta la media noche.
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Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban juntos.
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Y un mancebo llamado Eutichô que estaba sentado en la ventana, tomado de un sueño profundo, como Pablo disputaba largamente, postrado del sueño cayó del tercer piso abajo, y fué alzado muerto.
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Entonces descendió Pablo, y derribóse sobre Él, y abrazándole, dijo: No os alborotéis, que su alma está en Él.
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Después subiendo, y partiendo el pan, y gustando, habló largamente hasta el alba, y así partió.
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Y llevaron al mozo vivo, y fueron consolados no poco.
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Y nosotros subiendo en el navío, navegamos á Assón, para recibir de allí á Pablo; pues así había determinado que debía Él ir por tierra.
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Y como se juntó con nosotros en Assón, tomándole vinimos á Mitilene.
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Y navegamos de allí, al día siguiente llegamos delante de Chîo, y al otro día tomamos puerto en Samo: y habiendo reposado en Trogilio, al día siguiente llegamos á Mileto.
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Porque Pablo se había propuesto pasar adelante de Efeso, por no detenerse en Asia: porque se apresuraba por hacer el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalem.
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Y enviando desde Mileto á Efeso, hizo llamar á los ancianos de la iglesia.
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Y cuando vinieron á Él, les dijo: Vosotros sabéis cómo, desde el primer día que entré en Asia, he estado con vosotros por todo el tiempo,
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Sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y tentaciones que me han venido por las asechanzas de los Judíos:
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Cómo nada que fuese útil he rehuído de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,
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Testificando á los Judíos y á los Gentiles arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo.
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Y ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy á Jerusalem, sin saber lo que allá me ha de acontecer:
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Mas que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que prisiones y tribulaciones me esperan.
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Mas de ninguna cosa hago caso, ni estimo mi vida preciosa para mí mismo; solamente que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.
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Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, por quien he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro.
-
Por tanto, yo os protesto el día de hoy, que yo soy limpio de la sangre de todos:
-
Porque no he rehuído de anunciaros todo el consejo de Dios.
-
Por tanto mirad por vosotros y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual ganó por su sangre.
-
Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al ganado;
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Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas, para llevar discípulos tras sí.
-
Por tanto, velad, acordándoos que por tres años de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas á cada uno.
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Y ahora, hermanos, os encomiendo á Dios, y á la palabra de su gracia: el cual es poderoso para sobreedificar, y daros heredad con todos los santificados.
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La plata, ó el oro, ó el vestido de nadie he codiciado.
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Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario, y á los que están conmigo, estas manos me han servido.
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En todo os he enseñado que, trabajando así, es necesario sobrellevar á los enfermos, y tener presente las palabras del Señor Jesús, el cual dijo: Más bienaventurada cosa es dar que recibir.
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Y como hubo dicho estas cosas, se puso de rodillas, y oró con todos ellos.
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Entonces hubo un gran lloro de todos: y echándose en el cuello de Pablo, le besaban,
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Doliéndose en gran manera por la palabra que dijo, que no habían de ver más su rostro. Y le acompañaron al navío.
Act 20:1 Cuando hubo cesado el tumulto, Pablo mandó llamar a los discípulos, los animó, se despidió de ellos y salió camino de Macedonia.
Act 20:2 Recorrió aquellas regiones y exhortó a los fieles con largos discursos; después marchó a Grecia.
Act 20:3 Pasó allí tres meses. Los judíos tramaron una conjuración contra él cuando estaba a punto de embarcarse para Siria; entonces él tomó la determinación de volver por Macedonia.
Act 20:4 Le acompañaban Sópatros, hijo de Pirro, de Berea; Aristarco y Segundo, de Tesalónica; Gayo, de Doberes, y Timoteo; Tíquico y Trófimo, de Asia.
Act 20:5 Estos se adelantaron y nos esperaron en Tróada.
Act 20:6 Nosotros, después de los días de los Azimos, nos embarcamos en Filipos y al cabo de cinco días nos unimos a ellos en Tróada donde pasamos siete días.
Act 20:7 El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para la fracción del pan, Pablo, que debía marchar al día siguiente, conversaba con ellos y alargó la charla hasta la media noche.
Act 20:8 Había abundantes lámparas en la estancia superior donde estábamos reunidos.
Act 20:9 Un joven, llamado Eutico, estaba sentado en el borde de la ventana; un profundo sueño le iba dominando a medida que Pablo alargaba su discurso. Vencido por el sueño se cayó del piso tercero abajo. Lo levantaron ya cadáver.
Act 20:10 Bajó Pablo, se echó sobre él y tomándole en sus brazos dijo: «No os inquietéis, pues su alma está en él.»
Act 20:11 Subió luego; partió el pan y comió; después platicó largo tiempo, hasta el amanecer. Entonces se marchó.
Act 20:12 Trajeron al muchacho vivo y se consolaron no poco.
Act 20:13 Nosotros nos adelantamos a tomar la nave y partimos hacia Asso, donde habíamos de recoger a Pablo; así lo había él determinado; él iría por tierra.
Act 20:14 Cuando nos alcanzó en Asso, le tomamos a bordo y llegamos a Mitilene.
Act 20:15 Al día siguiente nos hicimos a la mar y llegamos a la altura de Quíos; al otro día atracamos en Samos y, después de hacer escala en Trogilión, llegamos al día siguiente a Mileto.
Act 20:16 Pablo había resuelto pasar de largo por Éfeso, para no perder tiempo en Asia. Se daba prisa, porque quería estar, si le era posible, el día de Pentecostés en Jerusalén.
Act 20:17 Desde Mileto envió a llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso.
Act 20:18 Cuando llegaron donde él, les dijo: «Vosotros sabéis cómo me comporté siempre con vosotros, desde el primer día que entré en Asia,
Act 20:19 sirviendo al Señor con toda humildad y lágrimas y con las pruebas que me vinieron por las asechanzas de los judíos;
Act 20:20 cómo no me acobardé cuando en algo podía seros útil; os predicaba y enseñaba en público y por las casas,
Act 20:21 dando testimonio tanto a judíos como a griegos para que se convirtieran a Dios y creyeran en nuestro Señor Jesús.
Act 20:22 «Mirad que ahora yo, encadenado en el espíritu, me dirijo a Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá;
Act 20:23 solamente sé que en cada ciudad el Espíritu Santo me testifica que me aguardan prisiones y tribulaciones.
Act 20:24 Pero yo no considero mi vida digna de estima, con tal que termine mi carrera y cumpla el ministerio que he recibido del Señor Jesús, de dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios.
Act 20:25 «Y ahora yo sé que ya no volveréis a ver mi rostro ninguno de vosotros, entre quienes pasé predicando el Reino.
Act 20:26 Por esto os testifico en el día de hoy que yo estoy limpio de la sangre de todos,
Act 20:27 pues no me acobardé de anunciaros todo el designio de Dios.
Act 20:28 «Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio hijo.
Act 20:29 «Yo sé que, después de mi partida, se introducirán entre vosotros lobos crueles que no perdonarán al rebaño;
Act 20:30 y también que de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas perversas, para arrastrar a los discípulos detrás de sí.
Act 20:31 Por tanto, vigilad y acordaos que durante tres años no he cesado de amonestaros día y noche con lágrimas a cada uno de vosotros.
Act 20:32 «Ahora os encomiendo a Dios y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para construir el edificio y daros la herencia con todos los santificados.
Act 20:33 «Yo de nadie codicié plata, oro o vestidos.
Act 20:34 Vosotros sabéis que estas manos proveyeron a mis necesidades y a las de mis compañeros.
Act 20:35 En todo os he enseñado que es así, trabajando, como se debe socorrer a los débiles y que hay que tener presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: Mayor felicidad hay en dar que en recibir.»
Act 20:36 Dicho esto se puso de rodillas y oro con todos ellos.
Act 20:37 Rompieron entonces todos a llorar y arrojándose al cuello de Pablo, le besaban,
Act 20:38 afligidos sobre todo por lo que había dicho: que ya no volverían a ver su rostro. Y fueron acompañándole hasta la nave.
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Capítulo 21
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Y HABIENDO partido de ellos, navegamos y vinimos camino derecho á Coos, y al día siguiente á Rhodas, y de allí á Pátara.
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Y hallando un barco que pasaba á Fenicia, nos embarcamos, y partimos.
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Y como avistamos á Cipro, dejándola á mano izquierda, navegamos á Siria, y vinimos á Tiro: porque el barco había de descargar allí su carga.
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Y nos quedamos allí siete días, hallados los discípulos, los cuales decían á Pablo por Espíritu, que no subiese á Jerusalem.
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Y cumplidos aquellos días, salimos acompañándonos todos, con sus mujeres é hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la ribera, oramos.
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Y abrazándonos los unos á los otros, subimos al barco, y ellos se volvieron á sus casas.
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Y nosotros, cumplida la navegación, vinimos de Tiro á Tolemaida; y habiendo saludado á los hermanos, nos quedamos con ellos un día.
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Y otro día, partidos Pablo y los que con Él estábamos, vinimos á Cesarea: y entrando en casa de Felipe el evangelista, Él cual era uno de los siete, posamos con Él.
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Y éste tenía cuatro hijas, doncellas, que profetizaban.
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Y parando nosotros allí por muchos días, descendió de Judea un profeta, llamado Agabo;
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Y venido á nosotros, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los Judíos en Jerusalem al varón cuyo es este cinto, y le entregarán en manos de los Gentiles.
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Lo cual como oímos, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese á Jerusalem.
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Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y afligiéndome el corazón? porque yo no sólo estoy presto á ser atado, mas aun á morir en Jerusalem por el nombre del Señor Jesús.
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Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor.
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Y después de estos días, apercibidos, subimos á Jerusalem.
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Y vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de los discípulos, trayendo consigo á un Mnasón, Cyprio, discípulo antiguo, con el cual posásemos.
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Y cuando llegamos á Jerusalem, los hermanos nos recibieron de buena voluntad.
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Y al día siguiente Pablo entró con nosotros á Jacobo, y todos los ancianos se juntaron;
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A los cuales, como los hubo saludado, contó por menudo lo que Dios había hecho entre los Gentiles por su ministerio.
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Y ellos como lo oyeron, glorificaron á Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de Judíos hay que han creído; y todos son celadores de la ley:
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Mas fueron informados acerca de ti, que enseñas á apartarse de Moisés á todos los Judíos que están entre los Gentiles, diciéndoles que no han de circuncidar á los hijos, ni andar según la costumbre.
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¿Qué hay pues? La multitud se reunirá de cierto: porque oirán que has venido.
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Haz pues esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen voto sobre sí:
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Tomando á éstos contigo, purifícate con ellos, y gasta con ellos, para que rasuren sus cabezas, y todos entiendan que no hay nada de lo que fueron informados acerca de ti; sino que tú también andas guardando la ley.
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Empero cuanto á los que de los Gentiles han creído, nosotros hemos escrito haberse acordado que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo que fue sacrificado á los ídolos, y de sangre, y de ahogado, y de fornicación.
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Entonces Pablo tomó consigo aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo, para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, hasta ser ofrecida ofrenda por cada uno de ellos.
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Y cuando estaban para acabarse los siete días, unos Judíos de Asia, como le vieron en el templo, alborotaron todo el pueblo y le echaron mano,
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Dando voces: Varones Israelitas, ayudad: Este es el hombre que por todas partes enseña á todos contra el pueblo, y la ley, y este lugar; y además de esto ha metido Gentiles en el templo, y ha contaminado este lugar Santo.
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Porque antes habían visto con Él en la ciudad á Trófimo, Efesio, al cual pensaban que Pablo había metido en el templo.
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Así que, toda la ciudad se alborotó, y agolpóse el pueblo; y tomando á Pablo, hiciéronle salir fuera del templo, y luego las puertas fueron cerradas.
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Y procurando ellos matarle, fué dado aviso al tribuno de la compañía, que toda la ciudad de Jerusalem estaba alborotada;
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El cual tomando luego soldados y centuriones, corrió á ellos. Y ellos como vieron al tribuno y á los soldados, cesaron de herir á Pablo.
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Entonces llegando el tribuno, le prendió, y le mandó atar con dos cadenas; y preguntó quién era, y qué había hecho.
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Y entre la multitud, unos gritaban una cosa, y otros otra: y como no podía entender nada de cierto á causa del alboroto, le mandó llevar á la fortaleza.
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Y como llegó á las gradas, aconteció que fué llevado de los soldados á causa de la violencia del pueblo;
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Porque multitud de pueblo venía detrás, gritando: Mátale.
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Y como comenzaron á meter á Pablo en la fortaleza, dice al tribuno: ¿Me será lícito hablarte algo? Y Él dijo: ¿Sabes griego?
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¿No eres tú aquel Egipcio que levantaste una sedición antes de estos días, y sacaste al desierto cuatro mil hombres salteadores?
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Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre Judío, ciudadano de Tarso, ciudad no obscura de Cilicia: empero ruégote que me permitas que hable al pueblo.
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Y como Él se lo permitió, Pablo, estando en pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Y hecho grande silencio, habló en lengua hebrea, diciendo:
Act 21:1 Despidiéndonos de ellos nos hicimos a la mar y navegamos derechamente hasta llegar a Cos; al día siguiente, hasta Rodas, y de allí hasta Pátara.
Act 21:2 Encontramos una nave que partía para Fenicia; nos embarcamos y partimos.
Act 21:3 Avistamos Chipre y, dejándola a la izquierda, íbamos navegando rumbo a Siria; arribamos a Tiro, pues allí la nave debía dejar su cargamento.
Act 21:4 Habiendo encontrado a los discípulos nos quedamos allí siete días. Ellos, iluminados por el Espíritu, decían a Pablo que no subiese a Jerusalén.
Act 21:5 Cuando se nos pasaron aquellos días, salimos y nos pusimos en camino. Todos nos acompañaron con sus mujeres e hijos, hasta las afueras de la ciudad. En la playa nos pusimos de rodillas y oramos;
Act 21:6 nos despedimos unos de otros y subimos a la nave; ellos se volvieron a sus casas.
Act 21:7 Nosotros, terminando la travesía, fuimos de Tiro a Tolemaida; saludamos a los hermanos y nos quedamos un día con ellos.
Act 21:8 Al siguiente partimos y llegamos a Cesarea; entramos en casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los Siete, y nos hospedamos en su casa.
Act 21:9 Tenía éste cuatro hijas vírgenes que profetizaban.
Act 21:10 Nos detuvimos allí bastantes días; bajó entre tanto de Judea un profeta llamado Ágabo;
Act 21:11 se acercó a nosotros, tomó el cinturón de Pablo, se ató sus pies y sus manos y dijo: «Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al hombre de quien es este cinturón. Y le entregarán en manos de los gentiles.»
Act 21:12 Al oír esto nosotros y los de aquel lugar le rogamos que no subiera a Jerusalén.
Act 21:13 Entonces Pablo contestó: «¿Por qué habéis de llorar y destrozarme el corazón? Pues yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino a morir también en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.»
Act 21:14 Como no se dejaba convencer, dejamos de insistir y dijimos: «Hágase la voluntad del Señor.»
Act 21:15 Transcurridos estos días y hechos los preparativos de viaje, subimos a Jerusalén.
Act 21:16 Venían con nosotros algunos discípulos de Cesarea, que nos llevaron a casa de cierto Mnasón, de Chipre, antiguo discípulo, donde nos habíamos de hospedar.
Act 21:17 Llegados a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con alegría.
Act 21:18 Al día siguiente Pablo, con todos nosotros, fue a casa de Santiago; se reunieron también todos los presbíteros.
Act 21:19 Les saludó y les fue exponiendo una a una todas las cosas que Dios había obrado entre los gentiles por su ministerio.
Act 21:20 Ellos, al oírle, glorificaban a Dios. Entonces le dijeron: «Ya ves, hermano, cuántos miles y miles de judíos han abrazado la fe, y todos son celosos partidarios de la Ley.
Act 21:21 Y han oído decir de ti que enseñas a todos los judíos que viven entre los gentiles que se aparten de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni observen las tradiciones.
Act 21:22 ¿Qué hacer, pues? Porque va a reunirse la muchedumbre al enterarse de tu venida.
Act 21:23 Haz, pues, lo que te vamos a decir: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen un voto que cumplir.
Act 21:24 Tómalos y purifícate con ellos; y paga tú por ellos, para que se rapen la cabeza; así todos entenderán que no hay nada de lo que ellos han oído decir de ti; sino que tú también te portas como un cumplidor de la Ley.
Act 21:25 En cuanto a los gentiles que han abrazado la fe, ya les escribimos nosotros nuestra decisión: Abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de animal estrangulado y de la impureza.»
Act 21:26 Entonces Pablo tomó al día siguiente a los hombres, y habiéndose purificado con ellos, entró en el Templo para declarar el cumplimiento del plazo de los días de la purificación cuando se había de presentar la ofrenda por cada uno de ellos.
Act 21:27 Cuando estaban ya para cumplirse los siete días, los judíos venidos de Asia le vieron en el Templo, revolvieron a todo el pueblo, le echaron mano
Act 21:28 y se pusieron a gritar: «¡Auxilio, hombres de Israel! Este es el hombre que va enseñando a todos por todas partes contra el pueblo, contra la Ley y contra este Lugar; y hasta ha llegado a introducir a unos griegos en el Templo, profanando este Lugar Santo.»
Act 21:29 Pues habían visto anteriormente con él en la ciudad a Trofimo, de Éfeso, a quien creían que Pablo había introducido en el Templo.
Act 21:30 Toda la ciudad se alborotó y la gente concurrió de todas partes. Se apoderaron de Pablo y lo arrastraron fuera del Templo; inmediatamente cerraron las puertas.
Act 21:31 Intentaban darle muerte, cuando subieron a decir al tribuno de la cohorte: «Toda Jerusalén está revuelta.»
Act 21:32 Inmediatamente tomó consigo soldados y centuriones y bajó corriendo hacia ellos; y ellos al ver al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.
Act 21:33 Entonces el tribuno se acercó, le prendió y mandó que le atasen con dos cadenas; y empezó a preguntar quién era y qué había hecho.
Act 21:34 Pero entre la gente unos gritaban una cosa y otros otra. Como no pudiese sacar nada en claro a causa del alboroto, mandó que le llevasen al cuartel.
Act 21:35 Cuando llegó a las escaleras, tuvo que ser llevado a hombros por los soldados a causa de la violencia de la gente;
Act 21:36 pues toda la multitud le iba siguiendo y gritando: «¡Mátale!»
Act 21:37 Cuando iban ya a meterle en el cuartel, Pablo dijo al tribuno: «¿Me permites decirte una palabra?» El le contestó: «Pero, ¿sabes griego?
Act 21:38 ¿No eres tú entonces el egipcio que estos últimos días ha amotinado y llevado al desierto a los 4.000 terroristas?»
Act 21:39 Pablo dijo: «Yo soy un judío, de Tarso, ciudadano de una ciudad no oscura de Cilicia. Te ruego que me permitas hablar al pueblo.»
Act 21:40 Se lo permitió. Pablo, de pie sobre las escaleras, pidió con la mano silencio al pueblo. Y haciéndose un gran silencio, les dirigió la palabra en lengua hebrea.-
Capítulo 22
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VARONES hermanos y padres, oid la razón que ahora os doy.
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(Y como oyeron que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más silencio.) Y dijo:
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Yo de cierto soy Judío, nacido en Tarso de Cilicia, mas criado en esta ciudad á los pies de Gamaliel, enseñado conforme á la verdad de la ley de la patria, celoso de Dios, como todos vosotros sois hoy.
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Que he perseguido este camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles hombres y mujeres:
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Como también el príncipe de los sacerdotes me es testigo, y todos los ancianos; de los cuales también tomando letras á los hermanos, iba á Damasco para traer presos á Jerusalem aun á los que estuviesen allí, para que fuesen castigados.
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Mas aconteció que yendo yo, y llegando cerca de Damasco, como á medio día, de repente me rodeó mucha luz del cielo:
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Y caí en el suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
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Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, á quién tú persigues.
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Y los que estaban conmigo vieron á la verdad la luz, y se espantaron; mas no oyeron la voz del que hablaba conmigo.
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Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve á Damasco, y allí te será dicho todo lo que te está señalado hacer.
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Y como yo no viese por causa de la claridad de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, vine á Damasco.
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Entonces un Ananías, varón pío conforme á la ley, que tenía buen testimonio de todos los Judíos que allí moraban,
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Viniendo á mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella hora le miré.
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Y Él dijo: El Dios de nuestros padres te ha predestinado para que conocieses su voluntad, y vieses á aquel Justo, y oyeses la voz de su boca.
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Porque has de ser testigo suyo á todos los hombres, de lo que has visto y oído.
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Ahora pues, ¿por qué te detienes? Levántate, y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.
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Y me aconteció, vuelto á Jerusalem, que orando en el templo, fuí arrebatado fuera de mí.
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Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prestamente fuera de Jerusalem; porque no recibirán tu testimonio de mí.
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Y yo dije: Señor, ellos saben que yo encerraba en cárcel, y hería por las sinagogas á los que creían en ti;
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Y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo también estaba presente, y consentía á su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban.
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Y me dijo: Ve, porque yo te tengo que enviar lejos á los Gentiles.
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Y le oyeron hasta esta palabra: entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra á un tal hombre, porque no conviene que viva.
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Y dando ellos voces, y arrojando sus ropas y echando polvo al aire,
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Mandó el tribuno que le llevasen á la fortaleza, y ordenó que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra Él.
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Y como le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar á un hombre Romano sin ser condenado?
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Y como el centurión oyó esto, fué y dió aviso al tribuno, diciendo ¿Qué vas á hacer? porque este hombre es Romano.
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Y viniendo el tribuno, le dijo: Dime, ¿eres tú Romano? Y Él dijo: Sí.
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Y respondió el tribuno: Yo con grande suma alcancé esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento.
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Así que, luego se apartaron de Él los que le habían de atormentar: y aun el tribuno también tuvo temor, entendido que era Romano, por haberle atado.
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Y al día siguiente, queriendo saber de cierto la causa por qué era acusado de los Judíos, le soltó de las prisiones, y mandó venir á los príncipes de los sacerdotes, y á todo su concilio: y sacando á Pablo, le presentó delante de ellos.
Act 22:1 «Hermanos y padres, escuchad la defensa que ahora hago ante vosotros.»
Act 22:2 Al oír que les hablaba en lengua hebrea guardaron más profundo silencio. Y dijo:
Act 22:3 «Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la Ley de nuestros padres; estaba lleno de celo por Dios, como lo estáis todos vosotros el día de hoy.
Act 22:4 Yo perseguí a muerte a este Camino, encadenando y arrojando a la cárcel a hombres y mujeres,
Act 22:5 como puede atestiguármelo el Sumo Sacerdote y todo el Consejo de ancianos. De ellos recibí también cartas para los hermanos de Damasco y me puse en camino con intención de traer también encadenados a Jerusalén a todos los que allí había, para que fueran castigados.
Act 22:6 «Pero yendo de camino, estando ya cerca de Damasco, hacia el mediodía, me envolvió de repente una gran luz venida del cielo;
Act 22:7 caí al suelo y oí una voz que me decía: "Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?"
Act 22:8 Yo respondí: "¿Quién eres, Señor?" Y él a mí: "Yo soy Jesús Nazoreo, a quien tú persigues."
Act 22:9 Los que estaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba.
Act 22:10 Yo dije: "¿Qué he de hacer, Señor?" Y el Señor me respondió: "Levántate y vete a Damasco; allí se te dirá todo lo que está establecido que hagas."
Act 22:11 Como yo no veía, a causa del resplandor de aquella luz, conducido de la mano por mis compañeros llegué a Damasco.
Act 22:12 «Un tal Ananías, hombre piadoso según la Ley, bien acreditado por todos los judíos que habitaban allí,
Act 22:13 vino a verme, y presentándose ante mí me dijo: "Saúl, hermano, recobra la vista." Y en aquel momento le pude ver.
Act 22:14 El me dijo: "El Dios de nuestros padres te ha destinado para que conozcas su voluntad, veas al Justo y escuches la voz de sus labios,
Act 22:15 pues le has de ser testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído.
Act 22:16 Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre."
Act 22:17 «Habiendo vuelto a Jerusalén y estando en oración en el Templo, caí en éxtasis;
Act 22:18 y le vi a él que me decía: "Date prisa y marcha inmediatamente de Jerusalén, pues no recibirán tu testimonio acerca de mí."
Act 22:19 Yo respondí: "Señor, ellos saben que yo andaba por las sinagogas encarcelando y azotando a los que creían en ti;
Act 22:20 y cuando se derramó la sangre de tu testigo Esteban, yo también me hallaba presente, y estaba de acuerdo con los que le mataban y guardaba sus vestidos."
Act 22:21 Y me dijo: "Marcha, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles".»
Act 22:22 Le estuvieron escuchando hasta estas palabras y entonces alzaron sus voces diciendo: «¡Quita a ése de la tierra!; ¡no es justo que viva!»
Act 22:23 Vociferaban, agitaban sus vestidos y arrojaban polvo al aire.
Act 22:24 El tribuno mandó llevarlo dentro del cuartel y dijo que lo sometieran a los azotes para averiguar por qué motivo gritaban así contra él.
Act 22:25 Cuando le tenían estirado con las correas, dijo Pablo al centurión que estaba allí: «¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haberle juzgado?»
Act 22:26 Al oír esto el centurión fue donde el tribuno y le dijo: «¿Qué vas a hacer? Este hombre es ciudadano romano.»
Act 22:27 Acudió el tribuno y le preguntó: «Dime, ¿eres ciudadano romano?» - «Sí», respondió.
Act 22:28 - «Yo, dijo el tribuno, conseguí esta ciudadanía por una fuerte suma.» - «Pues yo, contestó Pablo, la tengo por nacimiento.»
Act 22:29 Al momento se retiraron los que iban a darle tormento. El tribuno temió al darse cuenta que le había encadenado siendo ciudadano romano.
Act 22:30 Al día siguiente, queriendo averiguar con certeza de qué le acusaban los judíos, le sacó de la cárcel y mandó que se reunieran los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín; hizo bajar a Pablo y le puso ante ellos.
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Capítulo 23
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ENTONCES Pablo, poniendo los ojos en el concilio, dice: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he conversado delante de Dios hasta el día de hoy.
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El príncipe de los sacerdotes, Ananías, mandó entonces á los que estaban delante de Él, que le hiriesen en la boca.
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Entonces Pablo le dijo: Herirte ha Dios, pared blanqueada: ¿y estás tú sentado para juzgarme conforme á la ley, y contra la ley me mandas herir?
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Y los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios maldices?
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Y Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: Al príncipe de tu pueblo no maldecirás.
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Entonces Pablo, sabiendo que la una parte era de Saduceos, y la otra de Fariseos, clamó en el concilio: Varones hermanos, yo soy Fariseo, hijo de Fariseo: de la esperanza y de la resurrección de los muertos soy yo juzgado.
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Y como hubo dicho esto, fué hecha disensión entre los Fariseos y los Saduceos; y la multitud fué dividida.
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Porque los Saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; mas los Fariseos confiesan ambas cosas.
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Y levantóse un gran clamor: y levantándose los escribas de la parte de los Fariseos, contendían diciendo: Ningún mal hallamos en este hombre; que si espíritu le ha hablado, ó ángel, no resistamos á Dios.
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Y habiendo grande disensión, el tribuno, teniendo temor de que Pablo fuese despedazado de ellos, mandó venir soldados, y arrebatarle de en medio de ellos, y llevarle á la fortaleza.
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Y la noche siguiente, presentándosele el Señor, le dijo: Confía, Pablo; que como has testificado de mí en Jerusalem, así es menester testifiques también en Roma.
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Y venido el día, algunos de los Judíos se juntaron, é hicieron voto bajo de maldición, diciendo que ni comerían ni beberían hasta que hubiesen muerto á Pablo.
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Y eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración;
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Los cuales se fueron á los príncipes de los sacerdotes y á los ancianos, y dijeron: Nosotros hemos hecho voto debajo de maldición, que no hemos de gustar nada hasta que hayamos muerto á Pablo.
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Ahora pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que le saque mañana á vosotros como que queréis entender de Él alguna cosa más cierta; y nosotros, antes que Él llegue, estaremos aparejados para matarle.
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Entonces un hijo de la hermana de Pablo, oyendo las asechanzas, fué, y entró en la fortaleza, y dió aviso á Pablo.
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Y Pablo, llamando á uno de los centuriones, dice: Lleva á este mancebo al tribuno, porque tiene cierto aviso que darle.
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El entonces tomándole, le llevó al tribuno, y dijo: El preso Pablo, llamándome, me rogó que trajese á ti este mancebo, que tiene algo que hablarte.
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Y el tribuno, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme?
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Y Él dijo: Los Judíos han concertado rogarte que mañana saques á Pablo al concilio, como que han de inquirir de Él alguna cosa más cierta.
-
Mas tú no los creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales han hecho voto debajo de maldición, de no comer ni beber hasta que le hayan muerto; y ahora están apercibidos esperando tu promesa.
-
Entonces el tribuno despidió al mancebo, mandándole que á nadie dijese que le había dado aviso de esto.
-
Y llamados dos centuriones, mandó que apercibiesen para la hora tercia de la noche doscientos soldados, que fuesen hasta Cesarea, y setenta de á caballo, y doscientos lanceros;
-
Y que aparejasen cabalgaduras en que poniendo á Pablo, le llevasen en salvo á Félix el Presidente.
-
Y escribió una carta en estos términos:
-
Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud.
-
A este hombre, aprehendido de los Judíos, y que iban ellos á matar, libré yo acudiendo con la tropa, habiendo entendido que era Romano.
-
Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos:
-
Y hallé que le acusaban de cuestiones de la ley de ellos, y que ningún crimen tenía digno de muerte ó de prisión.
-
Mas siéndome dado aviso de asechanzas que le habían aparejado los Judíos, luego al punto le he enviado á ti, intimando también á los acusadores que traten delante de ti lo que tienen contra Él. Pásalo bien.
-
Y los soldados, tomando á Pablo como les era mandado, lleváronle de noche á Antipatris.
-
Y al día siguiente, dejando á los de á caballo que fuesen con Él, se volvieron á la fortaleza.
-
y como llegaron á Cesarea, y dieron la carta al gobernador, presentaron también á Pablo delante de Él.
-
Y el gobernador, leída la carta, preguntó de qué provincia era; y entendiendo que de Cilicia,
-
Te oiré, dijo, cuando vinieren tus acusadores. Y mandó que le guardasen en el pretorio de Herodes.
Act 23:1 Pablo miró fijamente al Sanedrín y dijo: «Hermanos, yo me he portado con entera buena conciencia ante Dios, hasta este día.»
Act 23:2 Pero el Sumo Sacerdote Ananías mandó a los que le asistían que le golpeasen en la boca.
Act 23:3 Entonces Pablo le dijo: «¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Tú te sientas para juzgarme conforme la Ley y mandas, violando la Ley, que me golpeen?»
Act 23:4 Pero los que estaban a su lado le dijeron: «¿Insultas al Sumo Sacerdote de Dios?»
Act 23:5 Pablo contestó: «No sabía, hermanos, que fuera el Sumo Sacerdote; pues está escrito: No injuriarás al jefe de tu pueblo.»
Act 23:6 Pablo, dándose cuenta de que una parte eran saduceos y la otra fariseos, gritó en medio del Sanedrín: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos; por esperar la resurrección de los muertos se me juzga.»
Act 23:7 Al decir él esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos y la asamblea se dividió.
Act 23:8 Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; mientras que los fariseos profesan todo eso.
Act 23:9 Se levantó, pues, un gran griterío. Se pusieron en pie algunos escribas del partido de los fariseos y se oponían diciendo: «Nosotros no hallamos nada malo en este hombre. ¿Y si acaso le habló algún espíritu o un ángel?»
Act 23:10 Como el altercado iba creciendo, temió el tribuno que Pablo fuese despedazado por ellos y mandó a la tropa que bajase, que le arrancase de entre ellos y le llevase al cuartel.
Act 23:11 A la noche siguiente se le apareció el Señor y le dijo: «¡Animo!, pues como has dado testimonio de mí en Jerusalén, así debes darlo también en Roma.»
Act 23:12 Al amanecer, los judíos se confabularon y se comprometieron bajo anatema a no comer ni beber hasta que hubieran matado a Pablo.
Act 23:13 Eran más de cuarenta los comprometidos en esta conjuración.
Act 23:14 Estos, pues, se presentaron a los sumos sacerdotes y a los ancianos y le dijeron: «Bajo anatema nos hemos comprometido a no probar cosa alguna hasta que no hayamos dado muerte a Pablo.
Act 23:15 Vosotros por vuestra parte, de acuerdo con el Sanedrín, indicad al tribuno que os lo baje donde vosotros, como si quisierais examinar más a fondo su caso; nosotros estamos dispuestos a matarle antes de que llegue.»
Act 23:16 El hijo de la hermana de Pablo se enteró de la celada. Se presentó en el cuartel, entró y se lo contó a Pablo.
Act 23:17 Pablo llamó a uno de los centuriones y le dijo: «Lleva a este joven donde el tribuno, pues tiene algo que contarle.»
Act 23:18 El tomó y le presentó al tribuno diciéndole: «Pablo, el preso, me llamó y me rogó que te trajese este joven que tiene algo que decirte.»
Act 23:19 El tribuno le tomó de la mano, le llevó aparte y le preguntó: «¿Qué es lo que tienes que contarme?»
Act 23:20 - «Los judíos, contestó, se han concertado para pedirte que mañana bajes a Pablo al Sanedrín con el pretexto de hacer una indagación más a fondo sobre él.
Act 23:21 Pero tú no les hagas caso, pues le preparan una celada más de cuarenta hombres de entre ellos, que se han comprometido bajo anatema a no comer ni beber hasta haberle dado muerte; y ahora están preparados, esperando tu asentimiento.»
Act 23:22 El tribuno despidió al muchacho dándole esta recomendación: «No digas a nadie que me has denunciado estas cosas.»
Act 23:23 Después llamó a dos centuriones y les dijo: «Tened preparados para la tercera hora de la noche doscientos soldados, para ir a Cesarea, setenta de caballería y doscientos lanceros.
Act 23:24 Preparad también cabalgaduras para que monte Pablo; y llevadlo a salvo al procurador Félix.»
Act 23:25 Y escribió una carta en estos términos:
Act 23:26 «Claudio Lisias saluda al excelentísimo procurador Félix.»
Act 23:27 Este hombre había sido apresado por los judíos y estaban a punto de matarlo cuando, al saber que era romano, acudí yo con la tropa y le libré de sus manos.
Act 23:28 Queriendo averiguar el crimen de que le acusaban, le bajé a su Sanedrín.
Act 23:29 Y hallé que le acusaban sobre cuestiones de su Ley, pero que no tenía ningún cargo digno de muerte o de prisión.
Act 23:30 Pero habiéndome llegado el aviso de que se preparaba una celada contra este hombre, al punto te lo he mandado y he informado además a sus acusadores que formulen sus quejas contra él ante ti.»
Act 23:31 Los soldados, conforme a lo que se les había ordenado, tomaron a Pablo y lo condujeron de noche a Antipátrida;
Act 23:32 a la mañana siguiente dejaron que los de caballería se fueran con él y ellos se volvieron al cuartel.
Act 23:33 Al llegar aquéllos a Cesarea, entregaron la carta al procurador y le presentaron también a Pablo.
Act 23:34 Habiéndola leído, preguntó de qué provincia era y, al saber que era de Cilicia, le dijo:
Act 23:35 «Te oiré cuando estén también presentes tus acusadores.» Y mandó custodiarle en el pretorio de Herodes.
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Capítulo 24
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Y CINCO días después descendió el sumo sacerdote Ananías, con algunos de los ancianos, y un cierto Tértulo, orador; y parecieron delante del gobernador contra Pablo.
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Y citado que fué, Tértulo comenzó á acusar, diciendo: Como por causa tuya vivamos en grande paz, y muchas cosas sean bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia,
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Siempre y en todo lugar lo recibimos con todo hacimiento de gracias, oh excelentísimo Félix.
-
Empero por no molestarte más largamente, ruégote que nos oigas brevemente conforme á tu equidad.
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Porque hemos hallado que este hombre es pestilencial, y levantador de sediciones entre todos los Judíos por todo el mundo, y príncipe de la secta de los Nazarenos:
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El cual también tentó á violar el templo; y prendiéndole, le quisimos juzgar conforme á nuestra ley:
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Mas interviniendo el tribuno Lisias, con grande violencia le quitó de nuestras manos,
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Mandando á sus acusadores que viniesen á ti; del cual tú mismo juzgando, podrás entender todas estas cosas de que le acusamos.
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Y contendían también los Judíos, diciendo ser así estas cosas.
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Entonces Pablo, haciéndole el gobernador señal que hablase, respondió: Porque sé que muchos años ha eres gobernador de esta nación, con buen ánimo satisfaré por mí.
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Porque tú puedes entender que no hace más de doce días que subí á adorar á Jerusalem;
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Y ni me hallaron en el templo disputando con ninguno, ni haciendo concurso de multitud, ni en sinagogas, ni en la ciudad;
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Ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan.
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Esto empero te confieso, que conforme á aquel Camino que llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas;
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Teniendo esperanza en Dios que ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos, la cual también ellos esperan.
-
Y por esto, procuro yo tener siempre conciencia sin remordimiento acerca de Dios y acerca de los hombres.
-
Mas pasados muchos años, vine á hacer limosnas á mi nación, y ofrendas,
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Cuando me hallaron purificado en el templo (no con multitud ni con alboroto) unos Judíos de Asia;
-
Los cuales debieron comparecer delante de ti, y acusarme, si contra mí tenían algo.
-
O digan estos mismos si hallaron en mí alguna cosa mal hecha, cuando yo estuve en el concilio,
-
Si no sea que, estando entre ellos prorrumpí en alta voz: Acerca de la resurrección de los muertos soy hoy juzgado de vosotros.
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Entonces Félix, oídas estas cosas, estando bien informado de esta secta, les puso dilación, diciendo: Cuando descendiere el tribuno Lisias acabaré de conocer de vuestro negocio.
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Y mandó al centurión que Pablo fuese guardado, y aliviado de las prisiones; y que no vedase á ninguno de sus familiares servirle, ó venir á Él.
-
Y algunos días después, viniendo Félix con Drusila, su mujer, la cual era Judía, llamó á Pablo, y oyó de Él la fe que es en Jesucristo.
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Y disertando Él de la justicia, y de la continencia, y del juicio venidero, espantado Félix, respondió: Ahora vete, mas en teniendo oportunidad te llamaré:
-
Esperando también con esto, que de parte de Pablo le serían dados dineros, porque le soltase; por lo cual, haciéndole venir muchas veces, hablaba con Él.
-
Mas al cabo de dos años recibió Félix por sucesor á Porcio Festo: y queriendo Félix ganar la gracia de los Judíos, dejó preso á Pablo.
Act 24:1 Cinco días después bajó el Sumo Sacerdote Ananías con algunos ancianos y un tal Tértulo, abogado, y presentaron ante el procurador acusación contra Pablo.
Act 24:2 Citado Pablo, Tértulo dio principio a la acusación diciendo: «Gracias a ti gozamos de mucha paz y las mejoras realizadas por tu providencia en beneficio de esta nación,
Act 24:3 en todo y siempre las reconocemos, excelentísimo Félix, con todo agradecimiento.
Act 24:4 Pero para no molestarte más, te ruego que nos escuches un momento con tu característica clemencia.
Act 24:5 Hemos encontrado esta peste de hombre que provoca altercados entre los judíos de toda la tierra y que es el jefe principal de la secta de los nazoreos.
Act 24:6 Ha intentado además profanar el Templo, pero nosotros le apresamos.
Act 24:8 Interrogándole, podrás tú llegar a conocer a fondo todas estas cosas de que le acusamos.»
Act 24:9 Los judíos le apoyaron, afirmando que las cosas eran así.
Act 24:10 Entonces el procurador concedió la palabra a Pablo y éste respondió: «Yo sé que desde hace muchos años vienes juzgando a esta nación; por eso con toda confianza voy a exponer mi defensa.
Act 24:11 Tú mismo lo puedes comprobar: No hace más de doce días que yo subí a Jerusalén en peregrinación.
Act 24:12 Y ni en el Templo, ni en las sinagogas ni por la ciudad me han encontrado discutiendo con nadie ni alborotando a la gente.
Act 24:13 Ni pueden tampoco probarte las cosas de que ahora me acusan.
Act 24:14 «En cambio te confieso que según el Camino, que ellos llaman secta, doy culto al Dios de mis padres, creo en todo lo que se encuentra en la Ley y está escrito en los Profetas
Act 24:15 y tengo en Dios la misma esperanza que éstos tienen, de que habrá una resurrección, tanto de los justos como de los pecadores.
Act 24:16 Por eso yo también me esfuerzo por tener constantemente una conciencia limpia ante Dios y ante los hombres.
Act 24:17 «Al cabo de muchos años he venido a traer limosnas a los de mi nación y a presentar ofrendas.
Act 24:18 Y me encontraron realizando estas ofrendas en el Templo después de haberme purificado, y no entre tumulto de gente.
Act 24:19 Y fueron algunos judíos de Asia... - que son los que debieran presentarse ante ti y acusarme si es que tienen algo contra mí;
Act 24:20 o si no, que digan estos mismos qué crimen hallaron en mí cuando comparecí ante el Sanedrín,
Act 24:21 a no ser este solo grito que yo lancé estando en medio de ellos: "Yo soy juzgado hoy por vosotros a causa de la resurrección de los muertos.»
Act 24:22 Félix, que estaba bien informado en lo referente al Camino, les dio largas diciendo: «Cuando baje el tribuno Lisias decidiré vuestro asunto.»
Act 24:23 Y ordenó al centurión que custodiase a Pablo, que le dejase tener alguna libertad y que no impidiese a ninguno de los suyos el asistirle.
Act 24:24 Después de unos días vino Félix con su esposa Drusila, que era judía; mandó traer a Pablo y le estuvo escuchando acerca de la fe en Cristo Jesús.
Act 24:25 Y al hablarle Pablo de la justicia, del dominio propio y del juicio futuro, Félix, aterrorizado, le interrumpió: «Por ahora puedes marcharte; cuando encuentre oportunidad te haré llamar.»
Act 24:26 Esperaba al mismo tiempo Félix que Pablo le diese dinero; por eso frecuentemente le mandaba a buscar y conversaba con él.
Act 24:27 Pasados dos años Félix recibió como sucesor a Porcio Festo; y queriendo congraciarse con los judíos, dejó a Pablo prisionero.
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Capítulo 25
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FESTO pues, entrado en la provincia, tres días después subió de Cesarea á Jerusalem.
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Y vinieron á Él los príncipes de los sacerdotes y los principales de los Judíos contra Pablo; y le rogaron,
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Pidiendo gracia contra Él, que le hiciese traer á Jerusalem, poniendo ellos asechanzas para matarle en el camino.
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Mas Festo respondió, que Pablo estaba guardado en Cesarea, y que Él mismo partiría presto.
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Los que de vosotros pueden, dijo desciendan juntamente; y si hay algún crimen en este varón, acúsenle.
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Y deteniéndose entre ellos no más de ocho ó diez días, venido á Cesarea, el siguiente día se sentó en el tribunal, y mandó que Pablo fuese traído.
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El cual venido, le rodearon los Judíos que habían venido de Jerusalem, poniendo contra Pablo muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar;
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Alegando Él por su parte: Ni contra la ley de los Judíos, ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada.
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Mas Festo, queriendo congraciarse con los Judíos, respondiendo á Pablo, dijo: ¿Quieres subir á Jerusalem, y allá ser juzgado de estas cosas delante de mí?
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Y Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde conviene que sea juzgado. A los Judíos no he hecho injuria alguna, como tú sabes muy bien.
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Porque si alguna injuria, ó cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehuso morir; mas si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede darme á ellos. A César apelo.
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Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió: ¿A César has apelado? á César irás.
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Y pasados algunos días, el rey Agripa y Bernice vinieron á Cesarea á saludar á Festo.
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Y como estuvieron allí muchos días, Festo declaró la causa de Pablo al rey, diciendo: Un hombre ha sido dejado preso por Félix,
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Sobre el cual, cuando fuí á Jerusalem, vinieron á mí los príncipes de los sacerdotes y los ancianos de los Judíos, pidiendo condenación contra Él:
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A los cuales respondí: no ser costumbre de los Romanos dar alguno á la muerte antes que el que es acusado tenga presentes sus acusadores, y haya lugar de defenderse de la acusación.
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Así que, habiendo venido ellos juntos acá, sin ninguna dilación, al día siguiente, sentado en el tribunal, mandé traer al hombre;
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Y estando presentes los acusadores, ningún cargo produjeron de los que yo sospechaba:
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Solamente tenían contra Él ciertas cuestiones acerca de su superstición, y de un cierto Jesús, difunto, el cual Pablo afirmaba que estaba vivo.
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Y yo, dudando en cuestión semejante, dije, si quería ir á Jerusalem, y allá ser juzgado de estas cosas.
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Mas apelando Pablo á ser guardado al conocimiento de Augusto, mandé que le guardasen hasta que le enviara á César.
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Entonces Agripa dijo á Festo: Yo también quisiera oir á ese hombre. Y Él dijo: Mañana le oirás.
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Y al otro día, viniendo Agripa y Bernice con mucho aparato, y entrando en la audiencia con los tribunos y principales hombres de la ciudad, por mandato de Festo, fué traído Pablo.
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Entonces Festo dijo: Rey Agripa, y todos los varones que estáis aquí juntos con nosotros: veis á éste, por el cual toda la multitud de los Judíos me ha demandado en Jerusalem y aquí, dando voces que no conviene que viva más;
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Mas yo, hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y Él mismo apelando á Augusto, he determinado enviarle:
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Del cual no tengo cosa cierta que escriba al señor; por lo que le he sacado á vosotros, y mayormente á tí, oh rey Agripa, para que hecha información, tenga yo qué escribir.
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Porque fuera de razón me parece enviar un preso, y no informar de las causas.
Act 25:1 Tres días después de haber llegado a la provincia, subió Festo de Cesarea a Jerusalén.
Act 25:2 Los sumos sacerdotes y los principales de los judíos le presentaron acusación contra Pablo e insistentemente
Act 25:3 le pedían una gracia contra él, que le hiciera trasladar a Jerusalén, mientras preparaban una celada para matarle en el camino.
Act 25:4 Pero Festo les contestó que Pablo debía estar custodiado en Cesarea, y que él mismo estaba para marchar allá inmediatamente.
Act 25:5 «Que bajen conmigo, les dijo, los que entre vosotros tienen autoridad y si este hombre es culpable en algo, formulen acusación contra él.»
Act 25:6 Después de pasar entre ellos no más de ocho o diez días, bajó a Cesarea y al día siguiente se sentó en el tribunal y mandó traer a Pablo.
Act 25:7 Así que éste se presentó le rodearon los judíos que habían bajado de Jerusalén, presentando contra él muchas y graves acusaciones, que no podían probar.
Act 25:8 Pablo se defendía diciendo: «Yo no he cometido falta alguna ni contra la Ley de los judíos ni contra el Templo ni contra el César.»
Act 25:9 Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos, preguntó a Pablo: «¿Quieres subir a Jerusalén y ser allí juzgado de estas cosas en mi presencia?»
Act 25:10 Pablo contestó: «Estoy ante el tribunal del César, que es donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún mal, como tú muy bien sabes.
Act 25:11 Si, pues, soy reo de algún delito o he cometido algún crimen que merezca la muerte, no rehúso morir; pero si en eso de que éstos me acusan no hay ningún fundamento, nadie puede entregarme a ellos; apelo al César.»
Act 25:12 Entonces Festo deliberó con el Consejo y respondió: «Has apelado al César, al César irás.»
Act 25:13 Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea y fueron a saludar a Festo.
Act 25:14 Como pasaran allí bastantes días, Festo expuso al rey el caso de Pablo: «Hay aquí un hombre, le dijo, que Félix dejó prisionero.
Act 25:15 Estando yo en Jerusalén presentaron contra él acusación los sumos sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo contra él sentencia condenatoria.
Act 25:16 Yo les respondí que no es costumbre de los romanos entregar a un hombre antes de que el acusado tenga ante sí a los acusadores y se le dé la posibilidad de defenderse de la acusación.
Act 25:17 Ellos vinieron aquí juntamente conmigo, y sin dilación me senté al día siguiente en el tribunal y mandé traer al hombre.
Act 25:18 Los acusadores comparecieron ante él, pero no presentaron ninguna acusación de los crímenes que yo sospechaba;
Act 25:19 solamente tenían contra él unas discusiones sobre su propia religión y sobre un tal Jesús, ya muerto, de quien Pablo afirma que vive.
Act 25:20 Yo estaba perplejo sobre estas cuestiones y le propuse si quería ir a Jerusalén y ser allí juzgado de estas cosas.
Act 25:21 Pero como Pablo interpuso apelación de que su caso se reservase a la decisión del Augusto, mandé que se le custodiara hasta remitirle al César.»
Act 25:22 Agripa dijo a Festo: «Querría yo también oír a ese hombre.» - «Mañana, dijo, le oirás.»
Act 25:23 Al día siguiente vinieron Agripa y Berenice con gran ostentación y entraron en la sala de audiencia, junto con los tribunos y los personajes de más categoría de la ciudad. A una orden de Festo, trajeron a Pablo.
Act 25:24 Festo dijo: «Rey Agripa y todos los aquí presentes; aquí veis a este hombre, contra quien toda la multitud de los judíos vinieron donde mí tanto en Jerusalén como aquí, gritando que no debía vivir ya más.
Act 25:25 Yo comprendí que no había hecho nada digno de muerte; pero como él ha apelado al Augusto, he decidido enviarle.
Act 25:26 No sé en concreto qué escribir al Señor sobre él; por eso le he presentado ante vosotros, y sobre todo ante ti, rey Agripa, para saber, después del interrogatorio, lo que he de escribir.
Act 25:27 Pues me parece absurdo enviar un preso sin indicar las acusaciones formuladas contra él.»
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Capítulo 26
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ENTONCES Agripa dijo á Pablo: Se te permite hablar por ti mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano, comenzó á responder por sí, diciendo:
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Acerca de todas las cosas de que soy acusado por los Judíos, oh rey Agripa, me tengo por dichoso de que haya hoy de defenderme delante de ti;
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Mayormente sabiendo tú todas las costumbres y cuestiones que hay entre los Judíos: por lo cual te ruego que me oigas con paciencia.
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Mi vida pues desde la mocedad, la cual desde el principio fué en mi nación, en Jerusalem, todos los Judíos la saben:
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Los cuales tienen ya conocido que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme á la más rigurosa secta de nuestra religión he vivido Fariseo.
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Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios á nuestros padres, soy llamado en juicio;
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A la cual promesa nuestras doce tribus, sirviendo constantemente de día y de noche, esperan que han de llegar. Por la cual esperanza, oh rey Agripa, soy acusado de los Judíos.
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¡Qué! ¿Júzgase cosa increíble entre vosotros que Dios resucite los muertos?
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Yo ciertamente había pensando deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret:
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Lo cual también hice en Jerusalem, y yo encerré en cárcel es á muchos de los santos, recibida potestad de los príncipes de los sacerdotes; y cuando eran matados, yo dí mi voto.
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Y muchas veces, castigándolos por todas las sinagogas, los forcé á blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extrañas.
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En lo cual ocupado, yendo á Damasco con potestad y comisión de los príncipes de los sacerdotes,
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En mitad del día, oh rey, vi en el camino una luz del cielo, que sobrepujaba el resplandor del sol, la cual me rodeó y á los que iban conmigo.
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Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebraica: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra los aguijones.
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Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, á quien tú persigues.
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Mas levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto te he aparecido, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que apareceré á ti:
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Librándote del pueblo y de los Gentiles, á los cuales ahora te envío,
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Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas á la luz, y de la potestad de Satanás á Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, remisión de pecados y suerte entre los santificados.
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Por lo cual, oh rey Agripa, no fuí rebelde á la visión celestial:
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Antes anuncié primeramente á los que están en Damasco, y Jerusalem, y por toda la tierra de Judea, y á los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen á Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.
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Por causa de esto los Judíos, tomándome en el templo, tentaron matarme.
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Mas ayudado del auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio á pequeños y á grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de venir:
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Que Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y á los Gentiles.
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Y diciendo Él estas cosas en su defensa, Festo á gran voz dijo: Estás loco, Pablo: las muchas letras te vuelven loco.
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Mas Él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de templanza.
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Pues el rey sabe estas cosas, delante del cual también hablo confiadamente. Pues no pienso que ignora nada de esto; pues no ha sido esto hecho en algún rincón.
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¿Crees, rey Agripa, á los profetas? Yo sé que crees.
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Entonces Agripa dijo á Pablo: Por poco me persuades á ser Cristiano.
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Y Pablo dijo: ¡Pluguiese á Dios que por poco ó por mucho, no solamente tú, mas también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas prisiones!
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Y como hubo dicho estas cosas, se levantó el rey, y el presidente, y Bernice, y los que se habían sentado con ellos;
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Y como se retiraron aparte, hablaban los unos á los otros, diciendo: Ninguna cosa digna ni de muerte, ni de prisión, hace este hombre.
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Y Agripa dijo á Festo: Podía este hombre ser suelto, si no hubiera apelado á César.
Act 26:1 Agripa dijo a Pablo: «Se te permite hablar en tu favor.» Entonces Pablo extendió su mano y empezó su defensa:
Act 26:2 «Me considero feliz, rey Agripa, al tener que defenderme hoy ante ti de todas las cosas de que me acusan los judíos,
Act 26:3 principalmente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones de los judíos. Por eso te pido que me escuches pacientemente.
Act 26:4 «Todos los judíos conocen mi vida desde mi juventud, desde cuando estuve en el seno de mi nación, en Jerusalén.
Act 26:5 Ellos me conocen de mucho tiempo atrás y si quieren pueden testificar que yo he vivido como fariseo conforme a la secta más estricta de nuestra religión.
Act 26:6 Y si ahora estoy aquí procesado es por la esperanza que tengo en la Promesa hecha por Dios a nuestros padres,
Act 26:7 cuyo cumplimiento están esperando nuestras doce tribus en el culto que asiduamente, noche y día, rinden a Dios. Por esta esperanza, oh rey, soy acusado por los judíos.
Act 26:8 ¿Por qué tenéis vosotros por increíble que Dios resucite a los muertos?
Act 26:9 «Yo, pues, me había creído obligado a combatir con todos los medios el nombre de Jesús, el Nazoreo.
Act 26:10 Así lo hice en Jerusalén y, con poderes recibidos de los sumos sacerdotes, yo mismo encerré a muchos santos en las cárceles; y cuando se les condenaba a muerte, yo contribuía con mi voto.
Act 26:11 Frecuentemente recorría todas las sinagogas y a fuerza de castigos les obligaba a blasfemar y, rebosando furor contra ellos, los perseguía hasta en las ciudades extranjeras.
Act 26:12 «En este empeño iba hacia Damasco con plenos poderes y comisión de los sumos sacerdotes;
Act 26:13 y al medio día, yendo de camino vi, oh rey, una luz venida del cielo, más resplandeciente que el sol, que me envolvió a mí y a mis compañeros en su resplandor.
Act 26:14 Caímos todos a tierra y yo oí una voz que me decía en lengua hebrea: "Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues? Te es duro dar coces contra el aguijón."
Act 26:15 Yo respondí: "¿Quién eres, Señor?" Y me dijo el Señor: "Yo soy Jesús a quien tú persigues.
Act 26:16 Pero levántate, y ponte en pie; pues me he aparecido a ti para constituirte servidor y testigo tanto de las cosas que de mí has visto como de las que te manifestaré.
Act 26:17 Yo te libraré de tu pueblo y de los gentiles, a los cuales yo te envío,
Act 26:18 para que les abras los ojos; para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios; y para que reciban el perdón de los pecados y una parte en la herencia entre los santificados, mediante la fe en mí."
Act 26:19 «Así pues, rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial,
Act 26:20 sino que primero a los habitantes de Damasco, después a los de Jerusalén y por todo el país de Judea y también a los gentiles he predicado que se convirtieran y que se volvieran a Dios haciendo obras dignas de conversión.
Act 26:21 Por esto los judíos, habiéndome prendido en el Templo, intentaban darme muerte.
Act 26:22 Con el auxilio de Dios hasta el presente me he mantenido firme dando testimonio a pequeños y grandes sin decir cosa que esté fuera de lo que los profetas y el mismo Moisés dijeron que había de suceder:
Act 26:23 que el Cristo había de padecer y que, después de resucitar el primero de entre los muertos, anunciaría la luz al pueblo y a los gentiles.»
Act 26:24 Mientras estaba él diciendo esto en su defensa, Festo le interrumpió gritándole: «Estás loco, Pablo; las muchas letras te hacen perder la cabeza.»
Act 26:25 Pablo contestó: «No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo cosas verdaderas y sensatas.
Act 26:26 Bien enterado está de estas cosas el rey, ante quien hablo con confianza; no creo que se le oculte nada, pues no han pasado en un rincón.
Act 26:27 ¿Crees, rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees.»
Act 26:28 Agripa contestó a Pablo: «Por poco, con tus argumentos, haces de mí un cristiano.»
Act 26:29 Y Pablo replicó: «Quiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino todos los que me escuchan hoy, llegaran a ser tales como yo soy, a excepción de estas cadenas.»
Act 26:30 El rey, el procurador, Berenice y los que con ellos estaban sentados se levantaron,
Act 26:31 y mientras se retiraban iban diciéndose unos a otros: «Este hombre no ha hecho nada digno de muerte o de prisión.»
Act 26:32 Agripa dijo a Festo: «Podía ser puesto en libertad este hombre si no hubiera apelado al César.»
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Capítulo 27
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MAS como fué determinado que habíamos de navegar para Italia, entregaron á Pablo y algunos otros presos á un centurión, llamado Julio, de la compañía Augusta.
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Así que, embarcándonos en una nave Adrumentina, partimos, estando con nosotros Aristarco, Macedonio de Tesalónica, para navegar junto á los lugares de Asia.
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Y otro día llegamos á Sidón; y Julio, tratando á Pablo con humanidad, permitióle que fuese á los amigos, para ser de ellos asistido.
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Y haciéndonos á la vela desde allí, navegamos bajo de Cipro, porque los vientos eran contrarios.
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Y habiendo pasado la mar de Cilicia y Pamphylia, arribamos á Mira, ciudad de Licia.
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Y hallando allí el centurión una nave Alejandrina que navegaba á Italia, nos puso en ella.
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Y navegando muchos días despacio, y habiendo apenas llegado delante de Gnido, no dejándonos el viento, navegamos bajo de Creta, junto á Salmón.
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Y costeándola difícilmente, llegamos á un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.
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Y pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, porque ya era pasado el ayuno, Pablo amonestaba,
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Diciéndoles: Varones, veo que con trabajo y mucho daño, no sólo de la cargazón y de la nave, mas aun de nuestras personas, habrá de ser la navegación.
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Mas el centurión creía más al piloto y al patrón de la nave, que á lo que Pablo decía.
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Y no habiendo puerto cómodo para invernar, muchos acordaron pasar aún de allí, por si pudiesen arribar á Fenice é invernar allí, que es un puerto de Creta que mira al Nordeste y Sudeste.
Y soplando el austro, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, alzando velas, iban cerca de la costa de Creta.
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Mas no mucho después dió en ella un viento repentino, que se llama Euroclidón.
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Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo resistir contra el viento, la dejamos, y éramos llevados.
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Y habiendo corrido á sotavento de una pequeña isla que se llama Clauda, apenas pudimos ganar el esquife:
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El cual tomado, usaban de remedios, ciñendo la nave; y teniendo temor de que diesen en la Sirte, abajadas las velas, eran así llevados.
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Mas siendo atormentados de una vehemente tempestad, al siguiente día alijaron;
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Y al tercer día nosotros con nuestras manos arrojamos los aparejos de la nave.
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Y no pareciendo sol ni estrellas por muchos días, y viniendo una tempestad no pequeña, ya era perdida toda la esperanza de nuestra salud.
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Entonces Pablo, habiendo ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Fuera de cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no partir de Creta, y evitar este inconveniente y daño.
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Mas ahora os amonesto que tengáis buen ánimo; porque ninguna pérdida habrá de persona de vosotros, sino solamente de la nave.
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Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios del cual yo soy, y al cual sirvo,
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Diciendo: Pablo, no temas; es menester que seas presentado delante de César; y he aquí, Dios te ha dado todos los que navegan contigo.
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Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como me ha dicho;
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Si bien es menester que demos en una isla.
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Y venida la décimacuarta noche, y siendo llevados por el mar Adriático, los marineros á la media noche sospecharon que estaban cerca de alguna tierra;
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Y echando la sonda, hallaron veinte brazas, y pasando un poco más adelante, volviendo á echar la sonda, hallaron quince brazas.
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Y habiendo temor de dar en lugares escabrosos, echando cuatro anclas de la popa, deseaban que se hiciese de día.
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Entonces procurando los marineros huir de la nave, echado que hubieron el esquife á la mar, aparentando como que querían largar las anclas de proa,
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Pablo dijo al centurión y á los soldados: Si éstos no quedan en la nave, vosotros no podéis salvaros.
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Entonces los soldados cortaron los cabos del esquife, y dejáronlo perder.
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Y como comenzó á ser de día, Pablo exhortaba á todos que comiesen, diciendo: Este es el décimocuarto día que esperáis y permanecéis ayunos, no comiendo nada.
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Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud: que ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá.
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Y habiendo dicho esto, tomando el pan, hizo gracias á Dios en presencia de todos, y partiendo, comenzó á comer.
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Entonces todos teniendo ya mejor ánimo, comieron ellos también.
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Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis.
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Y satisfechos de comida, aliviaban la nave, echando el grano á la mar.
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Y como se hizo de día, no conocían la tierra; mas veían un golfo que tenía orilla, al cual acordaron echar, si pudiesen, la nave.
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Cortando pues las anclas, las dejaron en la mar, largando también las ataduras de los gobernalles; y alzada la vela mayor al viento, íbanse á la orilla.
-
Mas dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, estaba sin moverse, y la popa se abría con la fuerza de la mar.
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Entonces el acuerdo de los soldados era que matasen los presos, porque ninguno se fugase nadando.
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Mas el centurión, queriendo salvar á Pablo, estorbó este acuerdo, y mandó que los que pudiesen nadar, se echasen los primeros, y saliesen á tierra;
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Y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo á tierra.
Act 27:1 Cuando se decidió que nos embarcásemos rumbo a Italia, fueron confiados Pablo y algunos otros prisioneros a un centurión de la cohorte Augusta, llamado Julio.
Act 27:2 Subimos a una nave de Adramitio, que iba a partir hacia las costas de Asia, y nos hicimos a la mar. Estaba con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica.
Act 27:3 Al otro día arribamos a Sidón. Julio se portó humanamente con Pablo y le permitió ir a ver a sus amigos y ser atendido por ellos.
Act 27:4 Partimos de allí y navegamos al abrigo de las costas de Chipre, porque los vientos eran contrarios.
Act 27:5 Atravesamos los mares de Cilicia y Panfilia y llegamos al cabo de quince días a Mira de Licia.
Act 27:6 Allí encontró el centurión una nave alejandrina que navegaba a Italia, y nos hizo subir a bordo.
Act 27:7 Durante muchos días la navegación fue lenta y a duras penas llegamos a la altura de Gnido. Como el viento no nos dejaba entrar en puerto, navegamos al abrigo de Creta por la parte de Salmone;
Act 27:8 y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar llamado Puertos Buenos, cerca del cual se encuentra la ciudad de Lasea.
Act 27:9 Había transcurrido bastante tiempo y la navegación era peligrosa, pues incluso había ya pasado el Ayuno. Pablo les advertía:
Act 27:10 «Amigos, veo que la navegación va a traer gran peligro y grave daño no sólo para el cargamento y la nave, sino también para nuestras propias personas.»
Act 27:11 Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón que no a las palabras de Pablo.
Act 27:12 Como el puerto no era a propósito para invernar, la mayoría decidió hacerse a la mar desde allí, por si era posible llegar a Fénica, un puerto de Creta que mira al suroeste y al noroeste, y pasar allí el invierno.
Act 27:13 Soplaba ligeramente entonces el viento del sur y creyeron que podían poner en práctica su propósito; levaron anclas y fueron costeando Creta de cerca.
Act 27:14 Pero no mucho después se desencadenó un viento huracanado procedente de la isla, llamado Euroaquilón.
Act 27:15 La nave fue arrastrada y, no pudiendo hacer frente al viento, nos abandonamos a la deriva .
Act 27:16 Navegando a sotavento de una isleta llamada Cauda, pudimos con mucha dificultad hacernos con el bote.
Act 27:17 Una vez izado el bote se emplearon los cables de refuerzo, ciñendo el casco por debajo; y por miedo a chocar contra la Sirte, se echó el ancla flotante. Así se iba a la deriva.
Act 27:18 Y como el temporal seguía sacudiéndonos furiosamente, al día siguiente aligeraron la nave.
Act 27:19 Y al tercer día con sus propias manos arrojaron al mar el aparejo de la nave.
Act 27:20 Durante muchos días no apareció el sol ni las estrellas; teníamos sobre nosotros una tempestad no pequeña; toda esperanza de salvarnos iba desapareciendo.
Act 27:21 Hacía ya días que no habíamos comido; entonces Pablo se puso en medio de ellos y les dijo: «Amigos, más hubiera valido que me hubierais escuchado y no haberos hecho a la mar desde Creta; os hubierais ahorrado este peligro y esta pérdida.
Act 27:22 Pero ahora os recomiendo que tengáis buen ánimo; ninguna de vuestras vidas se perderá; solamente la nave.
Act 27:23 Pues esta noche se me ha presentado un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien doy culto,
Act 27:24 y me ha dicho: "No temas, Pablo; tienes que comparecer ante el César; y mira, Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo."
Act 27:25 Por tanto, amigos, ¡ánimo! Yo tengo fe en Dios de que sucederá tal como se me ha dicho.
Act 27:26 Iremos a dar en alguna isla.»
Act 27:27 Era ya la décima cuarta noche que íbamos a la deriva por el Adriático, cuando hacia la media noche presintieron los marineros la proximidad de tierra.
Act 27:28 Sondearon y hallaron veinte brazas; un poco más lejos sondearon de nuevo y hallaron quince brazas.
Act 27:29 Temerosos de que fuésemos a chocar contra algunos escollos, echaron cuatro anclas desde la popa y esperaban ansiosamente que se hiciese de día.
Act 27:30 Los marineros intentaban escapar de la nave, y estaban ya arriando el bote con el pretexto de echar los cables de las anclas de proa.
Act 27:31 Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: «Si no se quedan éstos en la nave, vosotros no os podréis salvar.»
Act 27:32 Entonces los soldados cortaron las amarras del bote y lo dejaron caer.
Act 27:33 Mientras esperaban que se hiciera de día, Pablo aconsejaba a todos que tomasen alimento diciendo: «Hace ya catorce días que, en continua expectación, estáis en ayunas, sin haber comido nada.
Act 27:34 Por eso os aconsejo que toméis alimento, pues os conviene para vuestra propia salvación; que ninguno de vosotros perderá ni un solo cabello de su cabeza.»
Act 27:35 Diciendo esto, tomó pan, dio gracias a Dios en presencia de todos, lo partió y se puso a comer.
Act 27:36 Entonces todos los demás se animaron y tomaron también alimento.
Act 27:37 Estábamos en total en la nave 276 personas.
Act 27:38 Una vez satisfechos, aligeraron la nave arrojando el trigo al mar.
Act 27:39 Cuando vino el día, los marineros no reconocían la tierra; solamente podían divisar una ensenada con su playa; y resolvieron lanzar la nave hacia ella, si fuera posible.
Act 27:40 Soltaron las anclas que dejaron caer al mar; aflojaron al mismo tiempo las ataduras de los timones; después izaron al viento la vela artimón y pusieron rumbo a la playa.
Act 27:41 Pero tropezaron contra un lugar con mar por ambos lados, y encallaron allí la nave; la proa clavada, quedó inmóvil; en cambio la popa, sacudida violentamente, se iba deshaciendo.
Act 27:42 Los soldados entonces resolvieron matar a los presos, no fuera que alguno se escapase a nado;
Act 27:43 pero el centurión, que quería salvar a Pablo, se opuso a su designio y dio orden de que los que supieran nadar se arrojasen los primeros al agua y ganasen la orilla;
Act 27:44 y los demás saliesen unos sobre tablones, otros sobre los despojos de la nave. De esta forma todos llegamos a tierra sanos y salvos.-
Capítulo 28
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Y CUANDO escapamos, entonces supimos que la isla se llamaba Melita.
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Y los bárbaros nos mostraron no poca humanidad; porque, encendido un fuego, nos recibieron á todos, á causa de la lluvia que venía, y del frío.
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Entonces habiendo Pablo recogido algunos sarmientos, y puéstolos en el fuego, una víbora, huyendo del calor, le acometió á la mano.
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Y como los bárbaros vieron la víbora colgando de su mano, decían los unos á los otros: Ciertamente este hombre es homicida, á quien, escapado de la mar, la justicia no deja vivir.
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Mas Él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún mal padeció.
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Empero ellos estaban esperando cuándo se había de hinchar, ó caer muerto de repente; mas habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, mudados, decían que era un dios.
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En aquellos lugares había heredades del principal de la isla, llamado Publio, el cual nos recibió y hospedó tres días humanamente.
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Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebres y de disentería: al cual Pablo entró, y después de haber orado, le puso las manos encima, y le sanó:
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Y esto hecho, también otros que en la isla tenían enfermedades, llegaban, y eran sanados:
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Los cuales también nos honraron con muchos obsequios; y cuando partimos, nos cargaron de las cosas necesarias.
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Así que, pasados tres meses, navegamos en una nave Alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña á Cástor y Pólux.
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Y llegados á Siracusa, estuvimos allí tres días.
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De allí, costeando alrededor, vinimos á Regio; y otro día después, soplando el austro, vinimos al segundo día á Puteolos:
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Donde habiendo hallado hermanos, nos rogaron que quedásemos con ellos siete días; y luego vinimos á Roma;
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De donde, oyendo de nosotros los hermanos, nos salieron á recibir hasta la plaza de Appio, y Las Tres Tabernas: á los cuales como Pablo vió, dió gracias á Dios, y tomó aliento.
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Y como llegamos á Roma, el centurión entregó los presos al prefecto de los ejércitos, mas á Pablo fué permitido estar por sí, con un soldado que le guardase.
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Y aconteció que tres días después, Pablo convocó á los principales de los Judíos; á los cuales, luego que estuvieron juntos, les dijo: Yo, varones hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo, ni contra los ritos de la patria, he sido entregado preso desde Jerusalem en manos de los Romanos;
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Los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar; por no haber en mí ninguna causa de muerte.
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Mas contradiciendo los Judíos, fuí forzado á apelar á César; no que tenga de qué acusar á mi nación.
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Así que, por esta causa, os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy rodeado de esta cadena.
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Entonces ellos le dijeron: Nosotros ni hemos recibido cartas tocante á ti de Judea, ni ha venido alguno de los hermanos que haya denunciado ó hablado algún mal de ti.
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Mas querríamos oir de ti lo que sientes; porque de esta secta notorio nos es que en todos lugares es contradicha.
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Y habiéndole señalado un día, vinieron á Él muchos á la posada, á los cuales declaraba y testificaba el reino de Dios, persuadiéndoles lo concerniente á Jesús, por la ley de Moisés y por los profetas, desde la mañana hasta la tarde.
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Y algunos asentían á lo que se decía, mas algunos no creían.
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Y como fueron entre sí discordes, se fueron, diciendo Pablo esta palabra: Bien ha hablado el Espíritu Santo por el profeta Isaías á nuestros padres,
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Diciendo: Ve á este pueblo, y di les: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis:
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Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y de los oídos oyeron pesadamente, Y sus ojos taparon; Porque no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y entiendan de corazón, Y se conviertan, Y yo los sane.
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Séaos pues notorio que á los Gentiles es enviada esta salud de Dios: y ellos oirán.
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Y habiendo dicho esto, los Judíos salieron, teniendo entre sí gran contienda.
Pablo empero, quedó dos años enteros en su casa de alquiler, y recibía á todos los que á Él venían,
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Predicando el reino de Dios y enseñando lo que es del Señor Jesucristo con toda libertad, sin impedimento.
Act 28:1 Una vez a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta.
Act 28:2 Los nativos nos mostraron una humanidad poco común; encendieron
una hoguera a causa de la lluvia que caía y del frío, y nos acogieron a
todos.
Act 28:3 Pablo había reunido una brazada de ramas secas; al ponerla
sobre la hoguera, una víbora que salía huyendo del calor, hizo presa en
su mano.
Act 28:4 Los nativos, cuando vieron el animal colgado de su mano, se
dijeron unos a otros: «Este hombre es seguramente un asesino; ha
escapado del mar, pero la justicia divina no le deja vivir.»
Act 28:5 Pero él sacudió el animal sobre el fuego y no sufrió daño
alguno.
Act 28:6 Ellos estaban esperando que se hincharía o que caería muerto de
repente; pero después de esperar largo tiempo y viendo que no le ocurría
nada anormal, cambiaron de parecer y empezaron a decir que era un dios.
Act 28:7 En las cercanías de aquel lugar tenía unas propiedades el
principal de la isla llamado Publio, quien nos recibió y nos dio
amablemente hospedaje durante tres días.
Act 28:8 Precisamente el padre de Publio se hallaba en cama atacado de
fiebres y disentería. Pablo entró a verle, hizo oración, le impuso las
manos y le curó.
Act 28:9 Después de este suceso los otros enfermos de la isla acudieron
y fueron curados.
Act 28:10 Tuvieron para con nosotros toda suerte de consideraciones y a
nuestra partida nos proveyeron de lo necesario.
Act 28:11 Transcurridos tres meses nos hicimos a la mar en una nave
alejandrina que había invernado en la isla y llevaba por enseña los
Dióscuros.
Act 28:12 Arribamos a Siracusa y permanecimos allí tres días.
Act 28:13 Desde allí, costeando, llegamos a Regio. Al día siguiente se
levantó el viento del sur, y al cabo de dos días llegamos a Pozzuoli.
Act 28:14 Encontramos allí hermanos y tuvimos el consuelo de permanecer
con ellos siete días. Y así llegamos a Roma.
Act 28:15 Los hermanos, informados de nuestra llegada, salieron a
nuestro encuentro hasta el Foro Apio y Tres Tabernas. Pablo, al verlos,
dio gracias a Dios y cobró ánimos.
Act 28:16 Cuando entramos en Roma se le permitió a Pablo permanecer en
casa particular con un soldado que le custodiara.
Act 28:17 Tres días después convocó a los principales judíos. Una vez
reunidos, les dijo: «Hermanos, yo, sin haber hecho nada contra el pueblo
ni contra las costumbres de los padres, fui apresado en Jerusalén y
entregado en manos de los romanos,
Act 28:18 que, después de haberme interrogado, querían dejarme en
libertad porque no había en mí ningún motivo de muerte.
Act 28:19 Pero como los judíos se oponían, me vi forzado a apelar al
César, sin pretender con eso acusar a los de mi nación.
Act 28:20 Por este motivo os llamé para veros y hablaros, pues
precisamente por la esperanza de Israel llevo yo estas cadenas.»
Act 28:21 Ellos le respondieron: «Nosotros no hemos recibido de Judea
ninguna carta que nos hable de ti, ni ninguno de los hermanos llegados
aquí nos ha referido o hablado nada malo de ti.
Act 28:22 Pero deseamos oír de ti mismo lo que piensas, pues lo que de
esa secta sabemos es que en todas partes se la contradice.»
Act 28:23 Le señalaron un día y vinieron en mayor número adonde se
hospedaba. El les iba exponiendo el Reino de Dios, dando testimonio e
intentando persuadirles acerca de Jesús, basándose en la Ley de Moisés y
en los Profetas, desde la mañana hasta la tarde.
Act 28:24 Unos creían por sus palabras y otros en cambio permanecían
incrédulos.
Act 28:25 Cuando, en desacuerdo entre sí mismos, ya se marchaban, Pablo
dijo esta sola cosa: «Con razón habló el Espíritu Santo a vuestros
padres por medio del profeta Isaías:
Act 28:26 Ve a encontrar a este pueblo y dile: Escucharéis bien, pero no
entenderéis, miraréis bien, pero no veréis.
Act 28:27 Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho
duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea que vean con sus ojos, y
con sus oídos oigan, y con su corazón entiendan y se conviertan, y yo
los cure.
Act 28:28 «Sabed, pues, que esta salvación de Dios ha sido enviada a los
gentiles; ellos sí que la oirán.»
Act 28:30 Pablo permaneció dos años enteros en una casa que había
alquilado y recibía a todos los que acudían a él;
Act 28:31 predicaba el Reino de Dios y enseñaba lo referente al Señor
Jesucristo con toda valentía, sin estorbo alguno.