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Capítulo 1
PRINCIPIO del
evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Como está
escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío á mi mensajero delante de tu faz,
Que apareje tu camino delante de ti.
Voz del que
clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor; Enderezad sus veredas.
Bautizaba
Juan en el desierto, y predicaba el bautismo del arrepentimiento para remisión
de pecados.
Y salía á Él
toda la provincia de Judea, y los de Jerusalem; y eran todos, bautizados por Él
en el río de Jordán, confesando sus pecados.
Y Juan andaba
vestido de pelos de camello, y con un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y
comía langostas y miel silvestre.
Y predicaba,
diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, al cual no soy digno de
desatar encorvado la correa de sus zapatos.
Yo á la
verdad os he bautizado con agua; mas Él os bautizará con Espíritu Santo.
Y aconteció
en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fué bautizado por
Juan en el Jordán.
Y luego,
subiendo del agua, vió abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma, que
descendía sobre Él.
Y hubo una
voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tomo contentamiento.
Y luego el
Espíritu le impele al desierto.
Y estuvo allí
en el desierto cuarenta días, y era tentado de Satanás; y estaba con las
fieras; y los ángeles le servían.
Mas después
que Juan fué encarcelado, Jesús vino á Galilea predicando el evangelio del
reino de Dios,
Y diciendo:
El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al
evangelio.
Y pasando
junto á la mar de Galilea, vió á Simón, y á Andrés su hermano, que echaban la
red en la mar; porque eran pescadores.
Y les dijo Jesús:
Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.
Y luego,
dejadas sus redes, le siguieron.
Y pasando de
allí un poco más adelante, vió á Jacobo, hijo de Zebedeo, y á Juan su hermano,
también ellos en el navío, que aderezaban las redes.
Y luego los
llamó: y dejando á su padre Zebedeo en el barco con los jornaleros, fueron en
pos de Él.
Y entraron en
Capernaum; y luego los sábados, entrando en la sinagoga, enseñaba.
Y se
admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene potestad, y no
como los escribas.
Y había en la
sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, el cual dió voces,
Diciendo:
¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido á destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios.
Y Jesús le
riñó, diciendo: Enmudece, y sal de Él.
Y el espíritu
inmundo, haciéndole pedazos, y clamando á gran voz, salió de Él.
Y todos se
maravillaron, de tal manera que inquirían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto?
¿Qué nueva doctrina es ésta, que con potestad aun á los espíritus inmundos
manda, y le obedecen?
Y vino luego
su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.
Y luego saliendo
de la sinagoga, vinieron á casa de Simón y de Andrés, con Jacobo y Juan.
Y la suegra
de Simón estaba acostada con calentura; y le hablaron luego de ella.
Entonces
llegando Él, la tomó de su mano y la levantó; y luego la dejó la calentura, y
les servía.
Y cuando fué
la tarde, luego que el sol se puso, traían á Él todos los que tenían mal, y
endemoniados;
Y toda la
ciudad se juntó á la puerta.
Y sanó á
muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos
demonios; y no dejaba decir á los demonios que le conocían.
Y
levantándose muy de mañana, aun muy de noche, salió y se fué á un lugar
desierto, y allí oraba.
Y le siguió
Simón, y los que estaban con Él;
Y hallándole,
le dicen: Todos te buscan.
Y les dice:
Vamos á los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto
he venido.
Y predicaba
en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.
Y un leproso
vino á Él, rogándole; é hincada la rodilla, le dice: Si quieres, puedes
limpiarme.
Y Jesús,
teniendo misericordia de Él, extendió su mano, y le tocó, y le dice: Quiero, sé
limpio.
Y así que
hubo Él hablado, la lepra se fué luego de aquél, y fué limpio.
Entonces le
apercibió, y despidióle luego,
Y le dice:
Mira, no digas á nadie nada; sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu
limpieza lo que Moisés mandó, para testimonio á ellos.
Mas Él
salido, comenzó á publicarlo mucho, y á divulgar el hecho, de manera que ya
Jesús no podía entrar manifiestamente en la ciudad, sino que estaba fuera en
los lugares desiertos; y venían á Él de todas partes.
Capítulo 2
Y ENTRÓ otra
vez en Capernaum después de algunos días, y se oyó que estaba en casa.
Y luego se
juntaron á Él muchos, que ya no cabían ni aun á la puerta; y les predicaba la
palabra.
Entonces
vinieron á Él unos trayendo un paralítico, que era traído por cuatro.
Y como no
podían llegar á Él á causa del gentío, descubrieron el techo de donde estaba, y
haciendo abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
Y viendo
Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
Y estaban
allí sentados algunos de los escribas, los cuales pensando en sus corazones,
Decían: ¿Por qué
habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?
Y conociendo
luego Jesús en su espíritu que pensaban así dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por
qué pensáis estas cosas en vuestros corazones?
¿Qué es más
fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, ó decirle:
Levántate, y toma tu lecho y anda?
Pues para que
sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar los
pecados, (dice al paralítico):
A ti te digo:
Levántate, y toma tu lecho, y vete á tu casa.
Entonces Él
se levantó luego, y tomando su lecho, se salió delante de todos, de manera que
todos se asombraron, y glorificaron á Dios, diciendo: Nunca tal hemos visto.
Y volvió á
salir á la mar, y toda la gente venía á Él, y los enseñaba.
Y pasando,
vió á Leví, hijo de Alfeo, sentado al banco de los públicos tributos, y le
dice: Sígueme. Y levantándose le siguió.
Y aconteció
que estando Jesús á la mesa en casa de Él, muchos publicanos y pecadores
estaban también á la mesa juntamente con Jesús y con sus discípulos: porque
había muchos, y le habían seguido.
Y los
escribas y los Fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores,
dijeron á sus discípulos: ¿Qué es esto, que Él come y bebe con los publicanos y
con los pecadores?
Y oyéndolo
Jesús, les dice: Los sanos no tienen necesidad de médico, mas los que tienen
mal. No he venido á llamar á los justos, sino á los pecadores.
Y los discípulos
de Juan, y de los Fariseos ayunaban; y vienen, y le dicen: ¿Por qué los
discípulos de Juan y los de los Fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?
Y Jesús les dice:
¿Pueden ayunar los que están de bodas, cuando el esposo está con ellos? Entre
tanto que tienen consigo al esposo no pueden ayunar.
Mas vendrán
días, cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.
Nadie echa
remiendo de paño recio en vestido viejo; de otra manera el mismo remiendo nuevo
tira del viejo, y la rotura se hace peor.
Ni nadie echa
vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y se
derrama el vino, y los odres se pierden; mas el vino nuevo en odres nuevos se
ha de echar.
Y aconteció
que pasando Él por los sembrados en sábado, sus discípulos andando comenzaron á
arrancar espigas.
Entonces los
Fariseos le dijeron: He aquí, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?
Y Él les
dijo: ¿Nunca leísteis qué hizo David cuando tuvo necesidad, y tuvo hambre, Él y
los que con Él estaban:
Cómo entró en
la casa de Dios, siendo Abiathar sumo pontífice, y comió los panes de la
proposición, de los cuales no es lícito comer sino á los sacerdotes, y aun dió
á los que con Él estaban?
También les
dijo: El sábado por causa del hombre es hecho; no el hombre por causa del
sábado.
Así que el
Hijo del hombre es Señor aun del sábado.
Capítulo 3
Y OTRA vez
entró en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía una mano seca.
Y le
acechaban si en sábado le sanaría, para acusarle.
Entonces dijo
al hombre que tenía la mano seca: Levántate en medio.
Y les dice:
¿Es lícito hacer bien en sábado, ó hacer mal? ¿salvar la vida, ó quitarla? Mas
ellos callaban.
Y mirándolos
alrededor con enojo, condoleciéndose de la ceguedad de su corazón, dice al
hombre: Extiende tu mano. Y la extendió, y su mano fué restituída sana.
Entonces
saliendo los Fariseos, tomaron consejo con los Herodianos contra Él, para
matarle.
Mas Jesús se
apartó á la mar con sus discípulos: y le siguió gran multitud de Galilea, y de
Judea.
Y de
Jerusalem, y de Idumea, y de la otra parte del Jordán. Y los de alrededor de
Tiro y de Sidón, grande multitud, oyendo cuán grandes cosas hacía, vinieron á
Él.
Y dijo á sus
discípulos que le estuviese siempre apercibida la barquilla, por causa del
gentío, para que no le oprimiesen.
Porque había
sanado á muchos; de manera que caían sobre Él cuantos tenían plagas, por
tocarle.
Y los
espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de Él, y daban voces,
diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.
Mas Él les
reñía mucho que no le manifestasen.
Y subió al
monte, y llamó á sí á los que Él quiso; y vinieron á Él.
Y estableció
doce, para que estuviesen con Él, y para enviarlos á predicar.
Y que tuviesen
potestad de sanar enfermedades, y de echar fuera demonios:
A Simón, al
cual puso por nombre Pedro;
Y á Jacobo,
hijo de Zebedeo, y á Juan hermano de Jacobo; y les apellidó Boanerges, que es,
Hijos del trueno;
Y á Andrés, y
á Felipe, y á Bartolomé, y á Mateo, y á Tomas, y á Jacobo hijo de Alfeo, y á
Tadeo, y á Simón el Cananita,
Y á Judas
Iscariote, el que le entregó. Y vinieron á casa.
Y agolpóse de
nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer pan.
Y como lo
oyeron los suyos, vinieron para prenderle: porque decían: Está fuera de sí.
Y los
escribas que habían venido de Jerusalem, decían que tenía á Beelzebub, y que
por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.
Y habiéndolos
llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera á Satanás?
Y si algún
reino contra sí mismo fuere dividido, no puede permanecer el tal reino.
Y si alguna casa
fuere dividida contra sí misma, no puede permanecer la tal casa.
Y si Satanás
se levantare contra sí mismo, y fuere dividido, no puede permanecer; antes
tiene fin.
Nadie puede
saquear las alhajas del valiente entrando en su casa, si antes no atare al
valiente y entonces saqueará su casa.
De cierto os
digo que todos los pecados serán perdonados á los hijos de los hombres, y las
blasfemias cualesquiera con que blasfemaren;
Mas
cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, mas
está expuesto á eterno juicio.
Porque
decían: Tiene espíritu inmundo.
Vienen
después sus hermanos y su madre, y estando fuera, enviaron á Él llamándole.
Y la gente
estaba sentada alrededor de Él, y le dijeron: He aquí, tu madre y tus hermanos
te buscan fuera.
Y Él les
respondió, diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos?
Y mirando á
los que estaban sentados alrededor de Él, dijo: He aquí mi madre y hermanos.
Porque
cualquiera que hiciere la voluntad de Dios, éste es mi hermano, y mi hermana, y
mi madre.
Capítulo 4
Y OTRA vez
comenzó á enseñar junto á la mar, y se juntó á Él mucha gente; tanto, que
entrándose Él en un barco, se sentó en la mar: y toda la gente estaba en tierra
junto á la mar.
Y les
enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina:
Oid: He aquí,
el sembrador salió á sembrar.
Y aconteció sembrando,
que una parte cayó junto al camino; y vinieron las aves del cielo, y la
tragaron.
Y otra parte
cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y luego salió, porque no tenía
la tierra profunda:
Mas salido el
sol, se quemó; y por cuanto no tenía raíz, se secó.
Y otra parte
cayó en espinas; y subieron las espinas, y la ahogaron, y no dió fruto.
Y otra parte
cayó en buena tierra, y dió fruto, que subió y creció: y llevó uno á treinta, y
otro á sesenta, y otro á ciento.
Entonces les
dijo: El que tiene oídos para oir, oiga.
Y cuando
estuvo solo, le preguntaron los que estaban cerca de Él con los doce, sobre la
parábola.
Y les dijo: A
vosotros es dado saber el misterio del reino de Dios; mas á los que están
fuera, por parábolas todas las cosas;
Para que
viendo, vean y no echen de ver; y oyendo, oigan y no entiendan: porque no se
conviertan, y les sean perdonados los pecados.
Y les dijo:
¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
El que
siembra es el que siembra la palabra.
Y éstos son
los de junto al camino: en los que la palabra es sembrada: mas después que la
oyeron, luego viene Satanás, y quita la palabra que fué sembrada en sus
corazones.
Y asimismo éstos
son los que son sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra,
luego la toman con gozo;
Mas no tienen
raíz en sí, antes son temporales, que en levantándose la tribulación ó la
persecución por causa de la palabra, luego se escandalizan.
Y éstos son
los que son sembrados entre espinas: los que oyen la palabra;
Mas los
cuidados de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias que hay en
las otras cosas, entrando, ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
Y éstos son
los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra, y la
reciben, y hacen fruto, uno á treinta, otro á sesenta, y otro á ciento.
También les
dijo: ¿Tráese la antorcha para ser puesta debajo del almud, ó debajo de la
cama? ¿No es para ser puesta en el candelero?
Porque no hay
nada oculto que no haya de ser manifestado, ni secreto que no haya de
descubrirse.
Si alguno
tiene oídos para oir, oiga.
Les dijo
también: Mirad lo que oís: con la medida que medís, os medirán otros, y será
añadido á vosotros los que oís.
Porque al que
tiene, le será dado; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Decía más:
Así es el reino de Dios, como si un hombre echa simiente en la tierra;
Y duerme, y
se levanta de noche y de día, y la simiente brota y crece como Él no sabe.
Porque de
suyo fructifica la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en
la espiga;
Y cuando el
fruto fuere producido, luego se mete la hoz, porque la siega es llegada.
Y decía: ¿A
qué haremos semejante el reino de Dios? ¿ó con qué parábola le compararemos?
Es como el
grano de mostaza, que, cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas
las simientes que hay en la tierra;
Mas después
de sembrado, sube, y se hace la mayor de todas las legumbres, y echa grandes
ramas, de tal manera que las aves del cielo puedan morar bajo su sombra.
Y con muchas
tales parábolas les hablaba la palabra, conforme á lo que podían oir.
Y sin
parábola no les hablaba; mas á sus discípulos en particular declaraba todo.
Y les dijo
aquel día cuando fué tarde: Pasemos de la otra parte.
Y despachando
la multitud, le tomaron como estaba, en el barco; y había también con Él otros
barquitos.
Y se levantó
una grande tempestad de viento, y echaba las olas en el barco, de tal manera
que ya se henchía.
Y Él estaba en
la popa, durmiendo sobre un cabezal, y le despertaron, y le dicen: ¿Maestro, no
tienes cuidado que perecemos?
Y
levantándose, increpó al viento, y dijo á la mar: Calla, enmudece. Y cesó el
viento, y fué hecha grande bonanza.
Y á ellos
dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
Y temieron
con gran temor, y decían el uno al otro. ¿Quién es éste, que aun el viento y la
mar le obedecen?
Capítulo 5
Y VINIERON de
la otra parte de la mar á la provincia de los Gadarenos.
Y salido Él
del barco, luego le salió al encuentro, de los sepulcros, un hombre con un
espíritu inmundo,
Que tenía
domicilio en los sepulcros, y ni aun con cadenas le podía alguien atar;
Porque muchas
veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido
hechas pedazos por Él, y los grillos desmenuzados; y nadie le podía domar.
Y siempre, de
día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, é
hiriéndose con las piedras.
Y como vió á
Jesús de lejos, corrió, y le adoró.
Y clamando á
gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro
por Dios que no me atormentes.
Porque le
decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo.
Y le
preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos
muchos.
Y le rogaba
mucho que no le enviase fuera de aquella provincia.
Y estaba allí
cerca del monte una grande manada de puercos paciendo.
Y le rogaron
todos los demonios, diciendo: Envíanos á los puercos para que entremos en
ellos.
Y luego Jesús
se lo permitió. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los
puercos, y la manada cayó por un despeñadero en la mar; los cuales eran como dos
mil; y en la mar se ahogaron.
Y los que
apacentaban los puercos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y
salieron para ver qué era aquello que había acontecido.
Y vienen á
Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la
legión, sentado y vestido, y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
Y les
contaron los que lo habían visto, cómo había acontecido al que había tenido el
demonio, y lo de los puercos.
Y comenzaron
á rogarle que se fuese de los términos de ellos.
Y entrando Él
en el barco, le rogaba el que había sido fatigado del demonio, para estar con
Él.
Mas Jesús no
le permitió, sino le dijo: Vete á tu casa, á los tuyos, y cuéntales cuán
grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.
Y se fué, y
comenzó á publicar en Decápolis cuan grandes cosas Jesús había hecho con Él: y
todos se maravillaban.
Y pasando
otra vez Jesús en un barco á la otra parte, se juntó á Él gran compañía; y estaba
junto á la mar.
Y vino uno de
los príncipes de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vió, se postró á
sus pies,
Y le rogaba
mucho, diciendo: Mi hija está á la muerte: ven y pondrás las manos sobre ella
para que sea salva, y vivirá.
Y fué con Él,
y le seguía gran compañía, y le apretaban.
Y una mujer
que estaba con flujo de sangre doce años hacía,
Y había
sufrido mucho de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, y nada
había aprovechado, antes le iba peor,
Como oyó
hablar de Jesús, llegó por detrás entre la compañía, y tocó su vestido.
Porque decía:
Si tocare tan solamente su vestido, seré salva.
Y luego la
fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel
azote.
Y luego
Jesús, conociendo en sí mismo la virtud que había salido de Él, volviéndose á
la compañía, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?
Y le dijeron
sus discípulos: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?
Y Él miraba
alrededor para ver á la que había hecho esto.
Entonces la
mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en sí había sido hecho, vino y se
postró delante de Él, y le dijo toda la verdad.
Y Él le dijo:
Hija, tu fe te ha hecho salva: ve en paz, y queda sana de tu azote.
Hablando aún
Él, vinieron de casa del príncipe de la sinagoga, diciendo: Tu hija es muerta;
¿para qué fatigas más al Maestro?
Mas luego
Jesús, oyendo esta razón que se decía, dijo al príncipe de la sinagoga: No
temas, cree solamente.
Y no permitió
que alguno viniese tras Él sino Pedro, y Jacobo, y Juan hermano de Jacobo.
Y vino á casa
del príncipe de la sinagoga, y vió el alboroto, los que lloraban y gemían
mucho.
Y entrando,
les dice: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La muchacha no es muerta, mas duerme.
Y hacían
burla de Él: mas Él, echados fuera todos, toma al padre y á la madre de la
muchacha, y á los que estaban con Él, y entra donde la muchacha estaba.
Y tomando la
mano de la muchacha, le dice: Talitha cumi; que es, si lo interpretares:
Muchacha, á ti digo, levántate.
Y luego la
muchacha se levantó, y andaba; porque tenía doce años. Y se espantaron de
grande espanto.
Mas Él les
mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que le diesen de comer.
Capítulo 6
Y SALIÓ de
allí, y vino á su tierra, y le siguieron sus discípulos.
Y llegado el
sábado, comenzó á enseñar en la sinagoga; y muchos oyéndole, estaban atónitos,
diciendo: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es
dada, y tales maravillas que por sus manos son hechas?
¿No es éste
el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, y de José, y de Judas, y de
Simón? ¿No están también aquí con nosotros, sus hermanas? Y se escandalizaban
en Él.
Mas Jesús les
decía: No hay profeta deshonrado sino en su tierra, y entre sus parientes, y en
su casa.
Y no pudo
hacer allí alguna maravilla; solamente sanó unos pocos enfermos, poniendo sobre
ellos las manos.
Y estaba
maravillado de la incredulidad de ellos. Y rodeaba las aldeas de alrededor,
enseñando.
Y llamó á los
doce, y comenzó á enviarlos de dos en dos: y les dió potestad sobre los
espíritus inmundos.
Y les mandó
que no llevasen nada para el camino, sino solamente báculo; no alforja, ni pan,
ni dinero en la bolsa;
Mas que
calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas.
Y les decía:
Donde quiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de allí.
Y todos
aquellos que no os recibieren ni os oyeren, saliendo de allí, sacudid el polvo
que está debajo de vuestros pies, en testimonio á ellos. De cierto os digo que
más tolerable será el castigo de los de Sodoma y Gomorra el día del juicio, que
el de aquella ciudad.
Y saliendo,
predicaban que los hombres se arrepintiesen.
Y echaban fuera
muchos demonios, y ungían con aceite á muchos enfermos, y sanaban.
Y oyó el rey
Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio; y dijo: Juan
el que bautizaba, ha resucitado de los muertos, y por tanto, virtudes obran en
Él.
Otros decían:
Elías es. Y otros decían: Profeta es, ó alguno de los profetas.
Y oyéndolo
Herodes, dijo: Este es Juan el que yo degollé: Él ha resucitado de los muertos.
Porque el
mismo Herodes había enviado, y prendido á Juan, y le había aprisionado en la
cárcel á causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado
por mujer.
Porque Juan
decía á Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
Mas Herodías
le acechaba, y deseaba matarle, y no podía:
Porque
Herodes temía á Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le tenía respeto:
y oyéndole, hacía muchas cosas; y le oía de buena gana.
Y venido un
día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su nacimiento, daba una cena á
sus príncipes y tribunos, y á los principales de Galilea;
Y entrando la
hija de Herodías, y danzando, y agradando á Herodes y á los que estaban con Él
á la mesa, el rey dijo á la muchacha: Pídeme lo que quisieres, que yo te lo
daré.
Y le juró:
Todo lo que me pidieres te daré, hasta la mitad de mi reino.
Y saliendo
ella, dijo á su madre: ¿Qué pediré? Y ella dijo: La cabeza de Juan Bautista.
Entonces ella
entró prestamente al rey, y pidió, diciendo: Quiero que ahora mismo me des en
un plato la cabeza de Juan Bautista.
Y el rey se
entristeció mucho; mas á causa del juramento, y de los que estaban con Él á la
mesa, no quiso desecharla.
Y luego el
rey, enviando uno de la guardia, mandó que fuese traída su cabeza;
El cual fué, y
le degolló en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato, y la dió á la muchacha,
y la muchacha la dió á su madre.
Y oyéndolo
sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y le pusieron en un sepulcro.
Y los
apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo
que habían enseñado.
Y Él les
dijo: Venid vosotros aparte al lugar desierto, y reposad un poco. Porque eran
muchos los que iban y venían, que ni aun tenían lugar de comer.
Y se fueron
en un barco al lugar desierto aparte.
Y los vieron
ir muchos, y le conocieron; y concurrieron allá muchos á pie de las ciudades, y
llegaron antes que ellos, y se juntaron á Él.
Y saliendo
Jesús vió grande multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas
que no tenían pastor; y les comenzó á enseñar muchas cosas.
Y como ya
fuese el día muy entrado, sus discípulos llegaron á Él, diciendo: El lugar es
desierto, y el día ya muy entrado;
Envíalos para
que vayan á los cortijos y aldeas de alrededor, y compren para sí pan; porque
no tienen qué comer.
Y
respondiendo Él, les dijo: Dadles de comer vosotros. Y le dijeron: ¿Que vayamos
y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?
Y Él les
dice: ¿Cuántos panes tenéis? Id, y vedlo. Y sabiéndolo, dijeron: Cinco, y dos
peces.
Y les mandó
que hiciesen recostar á todos por partidas sobre la hierba verde.
Y se
recostaron por partidas, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta.
Y tomados los
cinco panes y los dos peces, mirando al cielo, bendijo, y partió los panes, y
dió á sus discípulos para que los pusiesen delante: y repartió á todos los dos
peces.
Y comieron
todos, y se hartaron.
Y alzaron de
los pedazos doce cofines llenos, y de los peces.
Y los que
comieron eran cinco mil hombres.
Y luego dió
priesa á sus discípulos á subir en el barco, é ir delante de Él á Bethsaida de
la otra parte, entre tanto que Él despedía la multitud.
Y después que
los hubo despedido, se fué al monte á orar.
Y como fué la
tarde, el barco estaba en medio de la mar, y Él solo en tierra.
Y los vió
fatigados bogando, porque el viento les era contrario: y cerca de la cuarta
vigilia de la noche, vino á ellos andando sobre la mar, y quería precederlos.
Y viéndole
ellos, que andaba sobre la mar, pensaron que era fantasma, y dieron voces;
Porque todos
le veían, y se turbaron. Mas luego habló con ellos, y les dijo: Alentaos; yo soy,
no temáis.
Y subió á
ellos en el barco, y calmó el viento: y ellos en gran manera estaban fuera de
sí, y se maravillaban:
Porque aun no
habían considerado lo de los panes, por cuanto estaban ofuscados sus corazones.
Y cuando
estuvieron de la otra parte, vinieron á tierra de Genezaret, y tomaron puerto.
Y saliendo
ellos del barco, luego le conocieron.
Y recorriendo
toda la tierra de alrededor, comenzaron á traer de todas partes enfermos en
lechos, á donde oían que estaba.
Y donde
quiera que entraba, en aldeas, ó ciudades, ó heredades, ponían en las calles á
los que estaban enfermos, y le rogaban que tocasen siquiera el borde de su
vestido; y todos los que le tocaban quedaban sanos.
Capítulo 7
Y SE juntaron
á Él los Fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalem;
Los cuales, viendo
á algunos de sus discípulos comer pan con manos comunes, es á saber, no
lavadas, los condenaban.
(Porque los
Fariseos y todos los Judíos, teniendo la tradición de los ancianos, si muchas
veces no se lavan las manos, no comen.
Y volviendo de
la plaza, si no se lavaren, no comen. Y otras muchas cosas hay, que tomaron
para guardar, como las lavaduras de los vasos de beber, y de los jarros, y de
los vasos de metal, y de los lechos.)
Y le preguntaron
los Fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme á la
tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos comunes?
Y
respondiendo Él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como
está escrito: Este pueblo con los labios me honra, Mas su corazón lejos está de
mí.
Y en vano me
honra, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
Porque
dejando el mandamiento de Dios, tenéis la tradición de los hombres; las
lavaduras de los jarros y de los vasos de beber: y hacéis otras muchas cosas
semejantes.
Les decía
también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.
Porque Moisés
dijo: Honra á tu padre y á tu madre, y: El que maldijera al padre ó á la madre,
morirá de muerte.
Y vosotros
decís: Basta si dijere un hombre al padre ó á la madre: Es Corbán (quiere
decir, don mío á Dios) todo aquello con que pudiera valerte;
Y no le
dejáis hacer más por su padre ó por su madre,
Invalidando
la palabra de Dios con vuestra tradición que disteis: y muchas cosas hacéis
semejantes á éstas.
Y llamando á
toda la multitud, les dijo: Oidme todos, y entended:
Nada hay
fuera del hombre que entre en Él, que le pueda contaminar: mas lo que sale de
Él, aquello es lo que contamina al hombre.
Si alguno
tiene oídos para oir, oiga.
Y apartado de
la multitud, habiendo entrado en casa, le preguntaron sus discípulos sobra la
parábola.
Y díjoles: ¿También
vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que
entra en el hombre, no le puede contaminar;
Porque no
entra en su corazón, sino en el vientre, y sale á la secreta? Esto decía,
haciendo limpias todas las viandas.
Mas decía,
que lo que del hombre sale, aquello contamina al hombre.
Porque de
dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los
adulterios, las fornicaciones, los homicidios,
Los hurtos,
las avaricias, las maldades, el engaño, las desvergüenzas, el ojo maligno, las
injurias, la soberbia, la insensatez.
Todas estas
maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.
Y
levantándose de allí, se fué á los términos de Tiro y de Sidón; y entrando en
casa, quiso que nadie lo supiese; mas no pudo esconderse.
Porque una
mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de Él, vino y se echó
á sus pies.
Y la mujer
era Griega, Sirofenisa de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al
demonio.
Más Jesús le
dijo: Deja primero hartarse los hijos, porque no es bien tomar el pan de los
hijos y echarlo á los perrillos.
Y respondió
ella, y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos debajo de la mesa, comen de
las migajas de los hijos.
Entonces le
dice: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.
Y como fué á
su casa, halló que el demonio había salido, y á la hija echada sobre la cama.
Y volviendo á
salir de los términos de Tiro, vino por Sidón á la mar de Galilea, por mitad de
los términos de Decápolis.
Y le traen un
sordo y tartamudo, y le ruegan que le ponga la mano encima.
Y tomándole
aparte de la gente, metió sus dedos en las orejas de Él, y escupiendo, tocó su
lengua;
Y mirando al
cielo, gimió, y le dijo: Ephphatha: que es decir: Sé abierto.
Y luego
fueron abiertos sus oídos, y fué desatada la ligadura de su lengua, y hablaba
bien.
Y les mandó
que no lo dijesen á nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más y más lo
divulgaban.
Y en gran
manera se maravillaban, diciendo: Bien lo ha hecho todo: hace á los sordos oir,
y á los mudos hablar.
Capítulo 8
EN aquellos
días, como hubo gran gentío, y no tenían qué comer, Jesús llamó á sus
discípulos, y les dijo:
Tengo
compasión de la multitud, porque ya hace tres días que están conmigo, y no
tienen qué comer:
Y si los
enviare en ayunas á sus casas, desmayarán en el camino; porque algunos de ellos
han venido de lejos.
Y sus
discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien hartar á estos de pan aquí
en el desierto?
Y les
pregunto: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete.
Entonces
mandó á la multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes,
habiendo dado gracias, partió, y dió á sus discípulos que los pusiesen delante:
y los pusieron delante á la multitud.
Tenían
también unos pocos pececillos: y los bendijo, y mandó que también los pusiesen
delante.
Y comieron, y
se hartaron: y levantaron de los pedazos que habían sobrado, siete espuertas.
Y eran los
que comieron, como cuatro mil: y los despidió.
Y luego
entrando en el barco con sus discípulos, vino á las partes de Dalmanutha.
Y vinieron
los Fariseos, y comenzaron á altercar con Él, pidiéndole señal del cielo,
tentándole.
Y gimiendo en
su espíritu, dice: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que
no se dará señal á esta generación.
Y dejándolos,
volvió á entrar en el barco, y se fué de la otra parte.
Y se habían
olvidado de tomar pan, y no tenían sino un pan consigo en el barco.
Y les mandó,
diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los Fariseos, y de la levadura de
Herodes.
Y altercaban
los unos con los otros diciendo: Pan no tenemos.
Y como Jesús
lo entendió, les dice: ¿Qué altercáis, porque no tenéis pan? ¿no consideráis ni
entendéis? ¿aun tenéis endurecido vuestro corazón?
¿Teniendo
ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿y no os acordáis?
Cuando partí
los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas espuertas llenas de los pedazos
alzasteis? Y ellos dijeron: Doce.
Y cuando los
siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de los pedazos
alzasteis? Y ellos dijeron: Siete.
Y les dijo:
¿Cómo aún no entendéis?
Y vino á
Bethsaida; y le traen un ciego, y le ruegan que le tocase.
Entonces, tomando
la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, y
poniéndole las manos encima, le preguntó si veía algo.
Y Él mirando,
dijo: Veo los hombres, pues veo que andan como árboles.
Luego le puso
otra vez las manos sobre sus ojos, y le hizo que mirase; y fué restablecido, y
vió de lejos y claramente á todos.
Y envióle á
su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas á nadie en la aldea.
Y salió Jesús
y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó á
sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
Y ellos
respondieron: Juan Bautista; y otros, Elías; y otros, Alguno de los profetas.
Entonces Él les
dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dice: Tú
eres el Cristo.
Y les
apercibió que no hablasen de Él á ninguno.
Y comenzó á
enseñarles, que convenía que el Hijo del hombre padeciese mucho, y ser
reprobado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los
escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.
Y claramente
decía esta palabra. Entonces Pedro le tomó, y le comenzó á reprender.
Y Él,
volviéndose y mirando á sus discípulos, riñó á Pedro, diciendo: Apártate de mí,
Satanás; porque no sabes las cosas que son de Dios, sino las que son de los
hombres.
Y llamando á
la gente con sus discípulos, les dijo: Cualquiera que quisiere venir en pos de
mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Porque el que
quisiere salvar su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí
y del evangelio, la salvará.
Porque ¿qué
aprovechará al hombre, si granjeare todo el mundo, y pierde su alma?
¿O qué
recompensa dará el hombre por su alma?
Porque el que
se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adulterina y
pecadora, el Hijo del hombre se avergonzará también de Él, cuando vendrá en la
gloria de su Padre con los santos ángeles.
Capítulo 9
TAMBIÉN les
dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán
la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios que viene con potencia.
Y seis días después
tomó Jesús á Pedro, y á Jacobo, y á Juan, y los sacó aparte solos á un monte
alto; y fué transfigurado delante de ellos.
Y sus
vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve; tanto que
ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.
Y les
apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús.
Entonces
respondiendo Pedro, dice á Jesús: Maestro, bien será que nos quedemos aquí, y
hagamos tres pabellones: para ti uno, y para Moisés otro, y para Elías otro;
Porque no
sabía lo que hablaba; que estaban espantados.
Y vino una
nube que les hizo sombra, y una voz de la nube, que decía: Este es mi Hijo
amado: á él oid.
Y luego, como
miraron, no vieron más á nadie consigo, sino á Jesús solo.
Y
descendiendo ellos del monte, les mandó que á nadie dijesen lo que habían
visto, sino cuando el Hijo del hombre hubiese resucitado de los muertos.
Y retuvieron
la palabra en sí, altercando qué sería aquéllo: Resucitar de los muertos.
Y le
preguntaron, diciendo: ¿Qué es lo que los escribas dicen, que es necesario que
Elías venga antes?
Y
respondiendo Él, les dijo: Elías á la verdad, viniendo antes, restituirá todas
las cosas: y como está escrito del Hijo del hombre, que padezca mucho y sea
tenido en nada.
Empero os
digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito
de Él.
Y como vino á
los discípulos, vió grande compañía alrededor de ellos, y escribas que disputaban
con ellos.
Y luego toda
la gente, viéndole, se espantó, y corriendo á Él, le saludaron.
Y
preguntóles: ¿Qué disputáis con ellos?
Y
respondiendo uno de la compañía, dijo: Maestro, traje á ti mi hijo, que tiene
un espíritu mudo,
El cual,
donde quiera que le toma, le despedaza; y echa espumarajos, y cruje los
dientes, y se va secando: y dije á tus discípulos que le echasen fuera, y no
pudieron.
Y
respondiendo Él, les dijo: ¡Oh generación infiel! ¿hasta cuándo estaré con
vosotros? ¿hasta cuándo os tengo de sufrir? Traédmele.
Y se le
trajeron: y como le vió, luego el espíritu le desgarraba; y cayendo en tierra,
se revolcaba, echando espumarajos.
Y Jesús
preguntó á su padre: ¿Cuánto tiempo há que le aconteció esto? Y Él dijo: Desde
niño:
Y muchas
veces le echa en el fuego y en aguas, para matarle; mas, si puedes algo,
ayúdanos, teniendo misericordia de nosotros.
Y Jesús le
dijo: Si puedes creer, al que cree todo es posible.
Y luego el
padre del muchacho dijo clamando: Creo, ayuda mi incredulidad.
Y como Jesús
vió que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole:
Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de Él, y no entres más en Él.
Entonces el
espíritu clamando y desgarrándole mucho, salió; y Él quedó como muerto, de modo
que muchos decían: Está muerto.
Mas Jesús
tomándole de la mano, enderezóle; y se levantó.
Y como Él
entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos
echarle fuera?
Y les dijo:
Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.
Y habiendo
salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese.
Porque enseñaba
á sus discípulos, y les decía: El Hijo del hombre será entregado en manos de
hombres, y le matarán; mas muerto Él, resucitará al tercer día.
Pero ellos no
entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle.
Y llegó á
Capernaum; y así que estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre
vosotros en el camino?
Mas ellos
callaron; porque los unos con los otros habían disputado en el camino quién
había de ser el mayor.
Entonces
sentándose, llamó á los doce, y les dice: Si alguno quiere ser el primero, será
el postrero de todos, y el servidor de todos.
Y tomando un
niño, púsolo en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dice:
El que
recibiere en mi nombre uno de los tales niños, á mí recibe; y el que á mí recibe,
no recibe á mí, mas al que me envió.
Y respondióle
Juan, diciendo: Maestro, hemos visto á uno que en tu nombre echaba fuera los
demonios, el cual no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos sigue.
Y Jesús dijo:
No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre que luego
pueda decir mal de mí.
Porque el que
no es contra nosotros, por nosotros es.
Y cualquiera que
os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo
que no perderá su recompensa.
Y cualquiera
que escandalizare á uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si
se le atase una piedra de molino al cuello, y fuera echado en la mar.
Y si tu mano
te escandalizare, córtala: mejor te es entrar á la vida manco, que teniendo dos
manos ir á la Gehenna, al fuego que no puede ser apagado;
Donde su
gusano no muere, y el fuego nunca se apaga.
Y si tu pie
te fuere ocasión de caer, córtalo: mejor te es entrar á la vida cojo, que
teniendo dos pies ser echado en la Gehenna, al fuego que no puede ser apagado;
Donde el
gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
Y si tu ojo
te fuere ocasión de caer, sácalo: mejor te es entrar al reino de Dios con un
ojo, que teniendo dos ojos ser echado á la Gehenna;
Donde el
gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
Porque todos
serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.
Buena es la
sal; mas si la sal fuere desabrida, ¿con qué la adobaréis? Tened en vosotros
mismos sal; y tened paz los unos con los otros.
Capítulo 10
Y PARTIÉNDOSE
de allí, vino á los términos de Judea y tras el Jordán: y volvió el pueblo á
juntarse á Él; y de nuevo les enseñaba como solía.
Y llegándose
los Fariseos, le preguntaron, para tentarle, si era lícito al marido repudiar á
su mujer.
-
Mas Él
respondiendo, les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?
Y ellos
dijeron: Moisés permitió escribir carta de divorcio, y repudiar.
Y
respondiendo Jesús, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este
mandamiento;
Pero al
principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.
Por esto
dejará el hombre á su padre y á su madre, y se juntará á su mujer.
Y los que
eran dos, serán hechos una carne: así que no son más dos, sino una carne.
Pues lo que
Dios juntó, no lo aparte el hombre.
Y en casa
volvieron los discípulos á preguntarle de lo mismo.
Y les dice:
Cualquiera que repudiare á su mujer, y se casare con otra, comete adulterio
contra ella:
Y si la mujer
repudiare á su marido y se casare con otro, comete adulterio.
Y le
presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reñían á los que los
presentaban.
Y viéndolo
Jesús, se enojó, y les dijo: Dejad los niños venir, y no se lo estorbéis;
porque de los tales es el reino de Dios.
De cierto os
digo, que el que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en Él.
Y tomándolos
en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.
Y saliendo Él
para ir su camino, vino uno corriendo, é hincando la rodilla delante de Él, le
preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para poseer la vida eterna?
Y Jesús le
dijo: ¿Por qué me dices bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.
Los
mandamientos sabes: No adulteres: No mates: No hurtes: No digas falso
testimonio: No defraudes: Honra á tu padre y á tu madre.
El entonces
respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto he guardado desde mi mocedad.
Entonces
Jesús mirándole, amóle, y díjole: Una cosa te falta: ve, vende todo lo que
tienes, y da á los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme,
tomando tu cruz.
Mas Él,
entristecido por esta palabra, se fué triste, porque tenía muchas posesiones.
Entonces
Jesús, mirando alrededor, dice á sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en
el reino de Dios los que tienen riquezas!
Y los
discípulos se espantaron de sus palabras; mas Jesús respondiendo, les volvió á decir:
¡Hijos, cuán difícil es entrar en el reino de Dios, los que confían en las
riquezas!
Más fácil es
pasar un camello por el ojo de una aguja, que el rico entrar en el reino de
Dios.
Y ellos se
espantaban más, diciendo dentro de sí: ¿Y quién podrá salvarse?
Entonces
Jesús mirándolos, dice: Para los hombres es imposible; mas para Dios, no;
porque todas las cosas son posibles para Dios.
Entonces
Pedro comenzó á decirle: He aquí, nosotros hemos dejado todas las cosas, y te
hemos seguido.
Y
respondiendo Jesús, dijo: De cierto os digo, que no hay ninguno que haya dejado
casa, ó hermanos, ó hermanas, ó padre, ó madre, ó mujer, ó hijos, ó heredades,
por causa de mí y del evangelio,
Que no reciba
cien tantos ahora en este tiempo, casas, y hermanos, y hermanas, y madres, é
hijos, y heredades, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.
Empero muchos
primeros serán postreros, y postreros primeros.
Y estaban en
el camino subiendo á Jerusalem; y Jesús iba delante de ellos, y se espantaban,
y le seguían con miedo: entonces volviendo á tomar á los doce aparte, les
comenzó á decir las cosas que le habían de acontecer:
He aquí
subimos á Jerusalem, y el Hijo del hombre será entregado á los príncipes de los
sacerdotes, y á los escribas, y le condenarán á muerte, y le entregarán á los
Gentiles:
Y le
escarnecerán, y le azotarán, y escupirán en Él, y le matarán; mas al tercer día
resucitará.
Entonces
Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se llegaron á Él, diciendo: Maestro,
querríamos que nos hagas lo que pidiéremos.
Y Él les
dijo: ¿Qué queréis que os haga?
Y ellos le dijeron:
Danos que en tu gloria nos sentemos el uno á tu diestra, y el otro á tu
siniestra.
Entonces
Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, ó
ser bautizados del bautismo de que yo soy bautizado?
Y ellos dijeron:
Podemos. Y Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis; y del
bautismo de que soy bautizado, seréis bautizados.
Mas que os
sentéis á mi diestra y á mi siniestra, no es mío darlo, sino á quienes está
aparejado.
Y como lo
oyeron los diez, comenzaron á enojarse de Jacobo y de Juan.
Mas Jesús,
llamándolos, les dice: Sabéis que los que se ven ser príncipes entre las
gentes, se enseñorean de ellas, y los que entre ellas son grandes, tienen sobre
ellas potestad.
Mas no será
así entre vosotros: antes cualquiera que quisiere hacerse grande entre
vosotros, será vuestro servidor;
Y cualquiera
de vosotros que quisiere hacerse el primero, será siervo de todos.
Porque el
Hijo del hombre tampoco vino para ser servido, mas para servir, y dar su vida
en rescate por muchos.
Entonces
vienen á Jericó: y saliendo Él de Jericó y sus discípulos y una gran compañía,
Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
Y oyendo que
era Jesús el Nazareno, comenzó á dar voces y decir: Jesús, Hijo de David, ten
misericordia de mí.
Y muchos le
reñían, que callase: mas Él daba mayores voces: Hijo de David, ten misericordia
de mí.
Entonces
Jesús parándose, mandó llamarle: y llaman al ciego, diciéndole: Ten confianza:
levántate, te llama.
El entonces,
echando su capa, se levantó, y vino á Jesús.
Y
respondiendo Jesús, le dice: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dice:
Maestro, que cobre la vista.
Y Jesús le
dijo: Ve, tu fe te ha salvado. Y luego cobró la vista, y seguía á Jesús en el
camino.
Capítulo 11
Y COMO fueron
cerca de Jerusalem, de Bethphagé, y de Bethania, al monte de las Olivas, envía
dos de sus discípulos,
Y les dice:
Id al lugar que está delante de vosotros, y luego entrados en Él, hallaréis un
pollino atado, sobre el cual ningún hombre ha subido; desatadlo y traedlo.
Y si alguien
os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decid que el Señor lo ha menester: y luego lo
enviará acá.
Y fueron, y
hallaron el pollino atado á la puerta fuera, entre dos caminos; y le desataron.
Y unos de los
que estaban allí, les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino?
Ellos
entonces les dijeron como Jesús había mandado: y los dejaron.
Y trajeron el
pollino á Jesús, y echaron sobre Él sus vestidos, y se sentó sobre Él.
Y muchos tendían
sus vestidos por el camino, y otros cortaban hojas de los árboles, y las
tendían por el camino.
Y los que
iban delante, y los que iban detrás, daban voces diciendo: ¡Hosanna! Bendito el
que viene en el nombre del Señor.
Bendito el
reino de nuestro padre David que viene: ¡Hosanna en las alturas!
Y entró Jesús
en Jerusalem, y en el templo: y habiendo mirado alrededor todas las cosas, y
siendo ya tarde, salióse á Bethania con los doce.
Y el día
siguiente, como salieron de Bethania, tuvo hambre.
Y viendo de
lejos una higuera que tenía hojas, se acercó, si quizá hallaría en ella algo: y
como vino á ella, nada halló sino hojas; porque no era tiempo de higos.
Entonces
Jesús respondiendo, dijo á la higuera: Nunca más coma nadie fruto de ti para
siempre. Y lo oyeron sus discípulos.
Vienen, pues,
á Jerusalem; y entrando Jesús en el templo, comenzó á echar fuera á los que
vendían y compraban en el templo; y trastornó las mesas de los cambistas, y las
sillas de los que vendían palomas;
Y no
consentía que alguien llevase vaso por el templo.
Y les
enseñaba diciendo: ¿No está escrito que mi casa, casa de oración será llamada
por todas las gentes? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
Y lo oyeron
los escribas y los príncipes de los sacerdotes, y procuraban cómo le matarían;
porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba maravillado de su
doctrina.
Mas como fué
tarde, Jesús salió de la ciudad.
Y pasando por
la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.
Entonces
Pedro acordándose, le dice: Maestro, he aquí la higuera que maldijiste, se ha
secado.
Y
respondiendo Jesús, les dice: Tened fe en Dios.
Porque de
cierto os digo que cualquiera que dijere á este monte: Quítate, y échate en la
mar, y no dudare en su corazón, mas creyere que será hecho lo que dice, lo que
dijere le será hecho.
Por tanto, os
digo que todo lo que orando pidiereis, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
Y cuando
estuviereis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que vuestro
Padre que está en los cielos os perdone también á vosotros vuestras ofensas.
Porque si
vosotros no perdonareis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os
perdonará vuestras ofensas.
Y volvieron á
Jerusalem; y andando Él por el templo, vienen á Él los príncipes de los
sacerdotes, y los escribas, y los ancianos;
Y le dicen:
¿Con qué facultad haces estas cosas? ¿y quién te ha dado esta facultad para
hacer estas cosas?
Y Jesús
respondiendo entonces, les dice: Os preguntaré también yo una palabra; y
respondedme, y os diré con qué facultad hago estas cosas:
El bautismo
de Juan, ¿era del cielo, ó de los hombres? Respondedme.
Entonces
ellos pensaron dentro de sí, diciendo: Si dijéremos, del cielo, dirá: ¿Por qué,
pues, no le creísteis?
Y si
dijéremos, de los hombres, tememos al pueblo: porque todos juzgaban de Juan,
que verdaderamente era profeta.
Y respondiendo,
dicen á Jesús: No sabemos. Entonces respondiendo Jesús, les dice: Tampoco yo os
diré con qué facultad hago estas cosas.
Capítulo 12
Y COMENZÓ á
hablarles por parábolas: Plantó un hombre una viña, y la cercó con seto, y cavó
un lagar, y edificó una torre, y la arrendó á labradores, y se partió lejos.
Y envió un
siervo á los labradores, al tiempo, para que tomase de los labradores del fruto
de la viña.
Mas ellos,
tomándole, le hirieron, y le enviaron vacío.
Y volvió á
enviarles otro siervo; mas apedreándole, le hirieron en la cabeza, y volvieron
á enviarle afrentado.
Y volvió á
enviar otro, y á aquél mataron; y á otros muchos, hiriendo á unos y matando á
otros.
Teniendo pues
aún un hijo suyo amado, enviólo también á ellos el postrero, diciendo: Tendrán
en reverencia á mi hijo.
Mas aquellos
labradores dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y la
heredad será nuestra.
Y
prendiéndole, le mataron, y echaron fuera de la viña.
¿Qué, pues,
hará el señor de la viña? Vendrá, y destruirá á estos labradores, y dará su
viña á otros.
¿Ni aun esta
Escritura habéis leído: La piedra que desecharon los que edificaban, Esta es
puesta por cabeza de esquina;
Por el Señor
es hecho esto, Y es cosa maravillosa en nuestros ojos?
Y procuraban
prenderle, porque entendían que decía á ellos aquella parábola; mas temían á la
multitud; y dejándole, se fueron.
Y envían á Él
algunos de los Fariseos y de los Herodianos, para que le sorprendiesen en
alguna palabra.
Y viniendo
ellos, le dicen: Maestro, sabemos que eres hombre de verdad, y que no te cuidas
de nadie; porque no miras á la apariencia de hombres, antes con verdad enseñas
el camino de Dios: ¿Es lícito dar tributo á César, ó no? ¿Daremos, ó no
daremos?
Entonces Él,
como entendía la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la
moneda para que la vea.
Y ellos se la
trajeron y les dice: ¿Cúya es esta imagen y esta inscripción? Y ellos le
dijeron: De César.
Y
respondiendo Jesús, les dijo: Dad lo que es de César á César; y lo que es de
Dios, á Dios. Y se maravillaron de ello.
Entonces
vienen á el los Saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron,
diciendo:
Maestro,
Moisés nos escribió, que si el hermano de alguno muriese, y dejase mujer, y no
dejase hijos, que su hermano tome su mujer, y levante linaje á su hermano.
Fueron siete
hermanos: y el primero tomó mujer, y muriendo, no dejó simiente;
Y la tomó el
segundo, y murió, y ni aquél tampoco dejó simiente; y el tercero, de la misma
manera.
Y la tomaron
los siete, y tampoco dejaron simiente: á la postre murió también la mujer.
En la
resurrección, pues, cuando resucitaren, ¿de cuál de ellos será mujer? porque
los siete la tuvieron por mujer.
Entonces
respondiendo Jesús, les dice: ¿No erráis por eso, porque no sabéis las
Escrituras, ni la potencia de Dios?
Porque cuando
resucitarán de los muertos, ni se casarán, ni serán dados en casamiento, mas
son como los ángeles que están en los cielos.
Y de que los
muertos hayan de resucitar, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le
habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de
Isaac, y el Dios de Jacob?
No es Dios de
muertos, mas Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.
Y llegándose
uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había
respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
Y Jesús le
respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel, el Señor nuestro
Dios, el Señor uno es.
Amarás pues
al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente, y
de todas tus fuerzas; este es el principal mandamiento.
Y el segundo
es semejante á Él: Amarás á tu prójimo como á ti mismo. No hay otro mandamiento
mayor que éstos.
Entonces el
escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay
otro fuera de Él;
Y que amarle
de todo corazón, y de todo entendimiento, y de toda el alma, y de todas las
fuerzas, y amar al prójimo como á sí mismo, más es que todos los holocaustos y
sacrificios.
Jesús
entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dice: No estás lejos del
reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.
Y
respondiendo Jesús decía, enseñando en el templo: ¿Cómo dicen los escribas que el
Cristo es hijo de David?
Porque el
mismo David dijo por el Espíritu Santo: Dijo el Señor á mi Señor: Siéntate á mi
diestra, Hasta que ponga tus enemigos por estrado de tus pies.
Luego
llamándole el mismo David Señor, ¿de dónde, pues, es su hijo? Y los que eran
del común del pueblo le oían de buena gana.
Y les decía
en su doctrina: Guardaos de los escribas, que quieren andar con ropas largas, y
aman las salutaciones en las plazas,
Y las
primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
Que devoran
las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán
mayor juicio.
Y estando
sentado Jesús delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba
dinero en el arca: y muchos ricos echaban mucho.
Y como vino
una viuda pobre, echó dos blancas, que son un maravedí.
Entonces
llamando á sus discípulos, les dice: De cierto os digo que esta viuda pobre
echó más que todos los que han echado en el arca:
Porque todos
han echado de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía,
todo su alimento.
Capítulo 13
Y SALIENDO
del templo, le dice uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué
edificios.
Y Jesús
respondiendo, le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? no quedará piedra sobre
piedra que no sea derribada.
Y sentándose en
el monte de las Olivas delante del templo, le preguntaron aparte Pedro y Jacobo
y Juan y Andrés:
Dinos,
¿cuándo serán estas cosas? ¿y qué señal habrá cuando todas estas cosas han de
cumplirse?
Y Jesús
respondiéndoles, comenzó á decir: Mirad, que nadie os engañe;
Porque
vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y engañaran á muchos.
Mas cuando
oyereis de guerras y de rumores de guerras no os turbéis, porque conviene
hacerse así; mas aun no será el fin.
Porque se
levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá terremotos en
muchos lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores serán estos.
Mas vosotros
mirad por vosotros: porque os entregarán en los concilios, y en sinagogas seréis
azotados: y delante de presidentes y de reyes seréis llamados por causa de mí,
en testimonio á ellos.
Y á todas las
gentes conviene que el evangelio sea predicado antes.
Y cuando os
trajeren para entregaros, no premeditéis qué habéis de decir, ni lo penséis:
mas lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros
los que habláis, sino el Espíritu Santo.
Y entregará á
la muerte el hermano al hermano, y el padre al hijo: y se levantarán los hijos
contra los padres, y los matarán.
Y seréis
aborrecidos de todos por mi nombre: mas el que perseverare hasta el fin, éste
será salvo.
Empero cuando
viereis la abominación de asolamiento, que fué dicha por el profeta Daniel, que
estará donde no debe (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea
huyan á los montes;
Y el que esté
sobre el terrado, no descienda á la casa, ni entre para tomar algo de su casa;
Y el que
estuviere en el campo, no vuelva atrás á tomar su capa.
Mas ¡ay de las
preñadas, y de las que criaren en aquellos días!
Orad pues,
que no acontezca vuestra huída en invierno.
Porque
aquellos días serán de aflicción, cual nunca fué desde el principio de la
creación que crió Dios, hasta este tiempo, ni será.
Y si el Señor
no hubiese abreviado aquellos días, ninguna carne se salvaría; mas por causa de
los escogidos que Él escogió, abrevió aquellos días.
Y entonces si
alguno os dijere: He aquí, aquí está el Cristo; ó, He aquí, allí está, no le
creáis.
Porque se
levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y darán señales y prodigios, para
engañar, si se pudiese hacer, aun á los escogidos.
Mas vosotros
mirad; os lo he dicho antes todo.
Empero en
aquellos días, después de aquella aflicción, el sol se obscurecerá, y la luna
no dará su resplandor;
Y las
estrellas caerán del cielo, y las virtudes que están en los cielos serán
conmovidas;
Y entonces
verán al Hijo del hombre, que vendrá en las nubes con mucha potestad y gloria.
Y entonces
enviará sus ángeles, y juntará sus escogidos de los cuatro vientos, desde el
cabo de la tierra hasta el cabo del cielo.
De la higuera
aprended la semejanza: Cuando su rama ya se enternece, y brota hojas, conocéis
que el verano está cerca:
Así también
vosotros, cuando viereis hacerse estas cosas, conoced que está cerca, á las
puertas.
De cierto os
digo que no pasará esta generación, que todas estas cosas no sean hechas.
El cielo y la
tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.
Empero de
aquel día y de la hora, nadie sabe; ni aun los ángeles que están en el cielo,
ni el Hijo, sino el Padre.
Mirad, velad
y orad: porque no sabéis cuándo será el tiempo.
Como el
hombre que partiéndose lejos, dejó su casa, y dió facultad á sus siervos, y á
cada uno su obra, y al portero mandó que velase:
Velad pues,
porque no sabéis cuándo el señor de la casa vendrá; si á la tarde, ó á la media
noche, ó al canto del gallo, ó á la mañana;
Porque cuando
viniere de repente, no os halle durmiendo.
Y las cosas
que á vosotros digo, á todos las dijo: Velad.
Capítulo 14
Y DOS días
después era la Pascua y los días de los panes sin levadura: y procuraban los
príncipes de los sacerdotes y los escribas cómo le prenderían por engaño, y le
matarían.
Y decían: No
en el día de la fiesta, porque no se haga alboroto del pueblo.
Y estando Él
en Bethania en casa de Simón el leproso, y sentado á la mesa, vino una mujer
teniendo un alabastro de ungüento de nardo espique de mucho precio; y quebrando
el alabastro, derramóselo sobre su cabeza.
Y hubo
algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este
desperdicio de ungüento?
Porque podía
esto ser vendido por más de trescientos denarios, y darse á los pobres. Y
murmuraban contra ella.
Mas Jesús
dijo: Dejadla; ¿por qué la fatigáis? Buena obra me ha hecho;
Que siempre
tendréis los pobres con vosotros, y cuando quisiereis les podréis hacer bien;
mas á mí no siempre me tendréis.
Esta ha hecho
lo que podía; porque se ha anticipado á ungir mi cuerpo para la sepultura.
De cierto os
digo que donde quiera que fuere predicado este evangelio en todo el mundo,
también esto que ha hecho ésta, será dicho para memoria de ella.
Entonces
Judas Iscariote, uno de los doce, vino á los príncipes de los sacerdotes, para
entregársele.
Y ellos
oyéndolo se holgaron, y prometieron que le darían dineros. Y buscaba
oportunidad cómo le entregaría.
Y el primer
día de los panes sin levadura, cuando sacrificaban la pascua, sus discípulos le
dicen: ¿Dónde quieres que vayamos á disponer para que comas la pascua?
Y envía dos
de sus discípulos, y les dice: Id á la ciudad, y os encontrará un hombre que
lleva un cántaro de agua; seguidle;
Y donde entrare,
decid al señor de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de
comer la pascua con mis discípulos?
Y Él os
mostrará un gran cenáculo ya preparado: aderezad para nosotros allí.
Y fueron sus
discípulos, y vinieron á la ciudad, y hallaron como les había dicho; y
aderezaron la pascua.
Y llegada la
tarde, fué con los doce.
Y como se
sentaron á la mesa y comiesen, dice Jesús: De cierto os digo que uno de
vosotros, que come conmigo, me ha de entregar.
Entonces
ellos comenzaron á entristecerse, y á decirle cada uno por sí: ¿Seré yo? Y el
otro: ¿Seré yo?
Y Él
respondiendo les dijo: Es uno de los doce que moja conmigo en el plato.
A la verdad
el Hijo del hombre va, como está de Él escrito; mas ¡ay de aquel hombre por
quien el Hijo del hombre es entregado! bueno le fuera á aquel hombre si nunca
hubiera nacido.
Y estando
ellos comiendo, tomó Jesús pan, y bendiciendo, partió y les dió, y dijo: Tomad,
esto es mi cuerpo.
Y tomando el
vaso, habiendo hecho gracias, les dió: y bebieron de Él todos.
Y les dice:
Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada.
De cierto os
digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día cundo lo beberé
nuevo en el reino de Dios.
Y como
hubieron cantado el himno, se salieron al monte de las Olivas.
Jesús
entonces les dice: Todos seréis escandalizados en mí esta noche; porque escrito
está: Heriré al pastor, y serán derramadas las ovejas.
Mas después que
haya resucitado, iré delante de vosotros á Galilea.
Entonces
Pedro le dijo: Aunque todos sean escandalizados, mas no yo.
Y le dice
Jesús: De cierto te digo que tú, hoy, en esta noche, antes que el gallo haya
cantado dos veces, me negarás tres veces.
Mas Él con
mayor porfía decía: Si me fuere menester morir contigo, no te negaré. También
todos decían lo mismo.
Y vienen al
lugar que se llama Gethsemaní, y dice á sus discípulos: Sentaos aquí, entre
tanto que yo oro.
Y toma
consigo á Pedro y á Jacobo y á Juan, y comenzó á atemorizarse, y á angustiarse.
Y les dice:
Está muy triste mi alma, hasta la muerte: esperad aquí y velad.
Y yéndose un
poco adelante, se postró en tierra, y oro que si fuese posible, pasase de Él
aquella hora,
Y decía:
Abba, Padre, todas las cosas son á ti posibles: traspasa de mí este vaso;
empero no lo que yo quiero, sino lo que tú.
Y vino y los
halló durmiendo; y dice á Pedro: ¿Simón, duermes? ¿No has podido velar una
hora?
Velad y orad,
para que no entréis en tentación: el espíritu á la verdad es presto, mas la
carne enferma.
Y volviéndose
á ir, oró, y dijo las mismas palabras.
Y vuelto, los
halló otra vez durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados; y no
sabían qué responderle.
Y vino la
tercera vez, y les dice: Dormid ya y descansad: basta, la hora es venida; he
aquí, el Hijo del hombre es entregado en manos de los pecadores.
Levantaos,
vamos: he aquí, el que me entrega está cerca.
Y luego, aun
hablando Él, vino Judas, que era uno de los doce, y con Él una compañía con
espadas y palos, de parte de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas
y de los ancianos.
Y el que le
entregaba les había dado señal común, diciendo: Al que yo besare, aquél es:
prendedle, y llevadle con seguridad.
Y como vino,
se acercó luego á Él, y le dice: Maestro, Maestro. Y le besó.
Entonces
ellos echaron en Él sus manos, y le prendieron.
Y uno de los
que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote, y le
cortó la oreja.
Y
respondiendo Jesús, les dijo: ¿Como á ladrón habéis salido con espadas y con
palos á tomarme?
Cada día
estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me tomasteis; pero es así,
para que se cumplan las Escrituras.
Entonces
dejándole todos sus discípulos, huyeron.
Empero un mancebillo
le seguía cubierto de una sábana sobre el cuerpo desnudo; y los mancebos le
prendieron:
Mas Él,
dejando la sábana, se huyó de ellos desnudo.
Y trajeron á
Jesús al sumo sacerdote; y se juntaron á Él todos los príncipes de los sacerdotes
y los ancianos y los escribas.
Empero Pedro
le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; y estaba sentado
con los servidores, y calentándose al fuego.
Y los
príncipes de los sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra
Jesús, para entregarle á la muerte; mas no lo hallaban.
Porque muchos
decían falso testimonio contra Él; mas sus testimonios no concertaban.
Entonces
levantándose unos, dieron falso testimonio contra Él, diciendo:
Nosotros le
hemos oído decir: Yo derribaré este templo que es hecho de mano, y en tres días
edificaré otro echo sin mano.
Mas ni aun
así se concertaba el testimonio de ellos.
Entonces el
sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó á Jesús, diciendo: ¿No
respondes algo? ¿Qué atestiguan estos contra ti?
Mas Él
callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió á preguntar, y le dice:
¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
Y Jesús le
dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del hombre sentado á la diestra de la potencia
de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
Entonces el
sumo sacerdote, rasgando sus vestidos, dijo: ¿Qué más tenemos necesidad de
testigos?
Oído habéis la
blasfemia: ¿qué os parece? Y ellos todos le condenaron ser culpado de muerte.
Y algunos
comenzaron á escupir en Él, y cubrir su rostro, y á darle bofetadas, y decirle:
Profetiza. Y los servidores le herían de bofetadas.
Y estando
Pedro abajo en el atrio, vino una de las criadas del sumo sacerdote;
Y como vió á
Pedro que se calentaba, mirándole, dice: Y tú con Jesús el Nazareno estabas.
Mas Él negó,
diciendo: No conozco, ni sé lo que dices. Y se salió fuera á la entrada; y cantó
el gallo.
Y la criada
viéndole otra vez, comenzó á decir á los que estaban allí: Este es de ellos.
Mas Él negó
otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron otra vez á Pedro:
Verdaderamente tú eres de ellos; porque eres Galileo, y tu habla es semejante.
Y Él comenzó
á maldecir y á jurar: No conozco á este hombre de quien habláis.
Y el gallo
cantó la segunda vez: y Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había
dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en
esto, lloraba.
Capítulo 15
Y LUEGO por
la mañana, habiendo tenido consejo los príncipes de los sacerdotes con los
ancianos, y con los escribas, y con todo el concilio, llevaron á Jesús atado, y
le entregaron á Pilato.
Y Pilato le
preguntó: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Y respondiendo Él, le dijo: Tú lo
dices.
Y los
príncipes de los sacerdotes le acusaban mucho.
Y le preguntó
otra vez Pilato, diciendo: ¿No respondes algo? Mira de cuántas cosas te acusan.
Mas Jesús ni
aun con eso respondió; de modo que Pilato se maravillaba.
Empero en el
día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen.
Y había uno,
que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían hecho
muerte en una revuelta.
Y viniendo la
multitud, comenzó á pedir hiciese como siempre les había hecho.
Y Pilato les
respondió, diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los Judíos?
Porque
conocía que por envidia le habían entregado los príncipes de los sacerdotes.
Mas los
príncipes de los sacerdotes incitaron á la multitud, que les soltase antes á
Barrabás.
Y
respondiendo Pilato, les dice otra vez: ¿Qué pues queréis que haga del que
llamáis Rey de los Judíos?
Y ellos
volvieron á dar voces: Crucifícale.
Mas Pilato
les decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Y ellos daban más voces: Crucifícale.
Y Pilato, queriendo
satisfacer al pueblo, les soltó á Barrabás, y entregó á Jesús, después de
azotarle, para que fuese crucificado.
Entonces los
soldados le llevaron dentro de la sala, es á saber al Pretorio; y convocan toda
la cohorte.
Y le visten
de púrpura; y poniéndole una corona tejida de espinas,
Comenzaron
luego á saludarle: ¡Salve, Rey de los Judíos!
Y le herían
en la cabeza con una caña, y escupían en Él, y le adoraban hincadas las
rodillas.
Y cuando le
hubieron escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le vistieron sus propios
vestidos, y le sacaron para crucificarle.
Y cargaron á
uno que pasaba, Simón Cireneo, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del
campo, para que llevase su cruz.
Y le llevan
al lugar de Gólgotha, que declarado quiere decir: Lugar de la Calavera.
Y le dieron á
beber vino mezclado con mirra; mas Él no lo tomó.
Y cuando le
hubieron crucificado, repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos,
qué llevaría cada uno.
Y era la hora
de las tres cuando le crucificaron.
Y el título
escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDIOS.
Y
crucificaron con Él dos ladrones, uno á su derecha, y el otro á su izquierda.
Y se cumplió la
Escritura, que dice: Y con los inicuos fué contado.
Y los que
pasaban le denostaban, meneando sus cabezas, y diciendo: ¡Ah! tú que derribas
el templo de Dios, y en tres días lo edificas,
Sálvate á ti
mismo, y desciende de la cruz.
Y de esta
manera también los príncipes de los sacerdotes escarneciendo, decían unos á
otros, con los escribas: A otros salvó, á sí mismo no se puede salvar.
El Cristo,
Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También
los que estaban crucificados con Él le denostaban.
Y cuando vino
la hora de sexta, fueron hechas tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora de
nona.
Y á la hora
de nona, exclamó Jesús á gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabachthani? que
declarado, quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
Y oyéndole
unos de los que estaban allí, decían: He aquí, llama á Elías.
Y corrió uno,
y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dió á beber,
diciendo: Dejad, veamos si vendrá Elías á quitarle.
Mas Jesús,
dando una grande voz, espiró.
Entonces el
velo del templo se rasgó en dos, de alto á bajo.
Y el
centurión que estaba delante de Él, viendo que había espirado así clamando,
dijo: Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios.
Y también
estaban algunas mujeres mirando de lejos; entre las cuales estaba María
Magdalena, y María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé;
Las cuales, estando
aún Él en Galilea, le habían seguido, y le servían; y otras muchas que
juntamente con Él habían subido á Jerusalem.
Y cuando fué
la tarde, porque era la preparación, es decir, la víspera del sábado,
José de
Arimatea, senador noble, que también esperaba el reino de Dios, vino, y
osadamente entró á Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
Y Pilato se
maravilló que ya fuese muerto; y haciendo venir al centurión, preguntóle si era
ya muerto.
Y enterado
del centurión, dió el cuerpo á José.
El cual
compró una sábana, y quitándole, le envolvió en la sábana, y le puso en un
sepulcro que estaba cavado en una peña, y revolvió una piedra á la puerta del
sepulcro.
Y María
Magdalena, y María madre de José, miraban donde era puesto.
Capítulo 16
Y COMO pasó
el sábado, María Magdalena, y María madre de Jacobo, y Salomé, compraron drogas
aromáticas, para venir á ungirle.
Y muy de
mañana, el primer día de la semana, vienen al sepulcro, ya salido el sol.
Y decían
entre sí: ¿Quién nos revolverá la piedra de la puerta del sepulcro?
Y como
miraron, ven la piedra revuelta; que era muy grande.
Y entradas en
el sepulcro, vieron un mancebo sentado al lado derecho, cubierto de una larga
ropa blanca; y se espantaron.
Más Él les
dice: No os asustéis: buscáis á Jesús Nazareno, el que fué crucificado;
resucitado há, no está aquí; he aquí el lugar en donde le pusieron.
Mas id, decid
á sus discípulos y á Pedro, que Él va antes que vosotros á Galilea: allí le
veréis, como os dijo.
Y ellas se
fueron huyendo del sepulcro; porque las había tomado temblor y espanto; ni
decían nada á nadie, porque tenían miedo.
Mas como
Jesús resucitó por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente
á María Magdalena, de la cual había echado siete demonios.
Yendo ella,
lo hizo saber á los que habían estado con Él, que estaban tristes y llorando.
Y ellos como
oyeron que vivía, y que había sido visto de ella, no lo creyeron.
Mas después
apareció en otra forma á dos de ellos que iban caminando, yendo al campo.
Y ellos
fueron, y lo hicieron saber á los otros; y ni aun á ellos creyeron.
Finalmente se
apareció á los once mismos, estando sentados á la mesa, y censuróles su
incredulidad y dureza de corazón, que no hubiesen creído á los que le habían
visto resucitado.
Y les dijo:
Id por todo el mundo; predicad el evangelio á toda criatura.
El que
creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.
Y estas
señales seguirán á los que creyeren: En mi nombre echarán fuera demonios;
hablaran nuevas lenguas;
Quitarán serpientes,
y si bebieren cosa mortífera, no les dañará; sobre los enfermos pondrán sus
manos, y sanarán.
Y el Señor,
después que les habló, fué recibido arriba en el cielo, y sentóse á la diestra
de Dios.
Y ellos,
saliendo, predicaron en todas partes, obrando con ellos el Señor, y confirmando
la palabra con las señales que se seguían. Amen.
adaptación de la Biblia cortesía de http://www.awmach.org/
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