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La Encarnación: ¿Misterio de Salvación? (Jn 1, 14)

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Comentarios al Evangelio del Apóstol San Juan

 

 Levyn Jimmy Ramírez Melgarejo
Bienio 2009



"Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada
entre nosotros, y hemos contemplado su gloria,
gloria que recibe del Padre como Hijo Único,
lleno de gracia y de verdad" 
(Juan 1:14)




La redención como misterio de salvación
Preguntemos al hombre de la calle, a nosotros mismos: ¿Necesitas ser salvado de algo? ¿De qué? ¿Qué significa para ti que Jesús te haya salvado? ¿Qué cosa importante te pasaría si no te hubiera salvado? Que cada uno trate de contestar a estas preguntas, que cada uno se interrogue en su interior. Como diría san Anselmo, a manera rápida, que el pecado del hombre causa una ofensa infinita a Dios. Puesto que el hombre es un ser finito y limitado, no puede reparar una ofensa infinita, porque las ofensas se miden por la categoría del ofendido. Es preciso un ser que sea infinito para satisfacer el honor ofendido de Dios, con lo cual Dios tiene que encarnarse, a fin de constituir ese ser infinito que repare la ofensa infinita hecha. Y tiene que encarnarse, porque, al haber sido cometida la ofensa por el hombre, tiene que ser reparada también por el hombre. Jesús muere y merece con su muerte la reconciliación de Dios, porque repara esa ofensa infinita, toda vez que la muerte de Jesús es un sacrificio que tiene un valor infinito por ser la muerte de un ser infinito. Así nos salva Jesús.
¿Qué significa para ti la salvación?, ¿de qué necesitamos ser salvados? ¿Qué significa para ti el hecho de que Cristo se haya querido ser hombre por ti y por mi y que de ese modo nos haya traído la salvación que nosotros de ninguna manera hubiéramos pagarla? ¿Y si resultara que no necesitáramos ser salvados de nada? En teoría, se podría pensar nuestra existencia de otra manera, como hacen algunos de nuestros contemporáneos, prescindiendo del concepto de salvación. El hombre nace, crece, vive, se realiza más o menos y, finalmente, muere. ¿Por qué no pensar que es ésa la vida del hombre? ¿Por qué no pensar que eso es lo que somos? Para algunos de nuestros contemporáneos hay sólo unas pocas cosas de las que sí parece útil salvarse; por ejemplo, de una enfermedad o de la declaración de la renta; pero resulta que para eso no vale la salvación que nos ha traído Jesús. Así pues, la salvación del hombre particular y la salvación del hombre como humanidad en su conjunto es corresponder al amor libre y gratuito de Dios. Ya hemos dicho que, puesto que Dios se ha encarnado, la correspondencia al amor libre y gratuito de Dios es algo que se realiza en relación con las realidades creadas. Esta correspondencia al amor gratuito de Dios no se realiza fuera de la realidad creada, corno hemos señalado más arriba.

INTRODUCCIÓN
En realidad lo que pretendo con este trabajo es presentar a mis queridos compañeros el gran amor que Dios nos ha tenido y nos sigue teniendo al haber enviado a su Hijo Jesucristo: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él". (Jn 3,16-17). Y que pese a su parecer, el amor y el poder de Dios Padre son tales que puede enviar a su propio hijo a lo que es propiamente contradictorio con él mismo: Puede "hacerlo pecado", sin renunciar a su gloria de Dios ni a su honor y amor de Padre. Y el amor y la obediencia de Dios Hijo son tales que puede despojarse de Sí mismo hasta el punto de hacerse maldición por nosotros y en lugar nuestro; puede despojarse de su gloria divina y asumir la existencia pecadora, hasta situarse en la más extraña lejanía de Dios para sufrir allí una muerte ignominiosa; y todo ello con una fe inquebrantable en aquél que podía salvarlo de la muerte como más adelante iré desarrollando con este trabajo
Por tanto hemos de ver que son nuestros pecados los que hicieron deforme a Cristo, o sea, que lo hicieron feo; como diría San Agustín: "La deformidad de Cristo es nuestra belleza". Y Cristo no obstante y haciendo la voluntad del Padre siendo rico por nosotros se hizo pobre a fin de que nosotros nos enriqueciéramos con su pobreza. Aquí es meritorio mencionar a Pablo (como más adelante lo desarrollaré), que en una de sus cartas dice que Cristo, abandonó la gloria divina junto al Padre que le era propia en cuanto hijo, y eligió la pobreza de la existencia humana, para proporcionar a la pobreza y al pecado de los hombres las riquezas de la redención. Es ante todo una exhortación a no pensar en el bien propio, sino en el bien de los demás, esto está fundamentada en el ejemplo de Jesucristo el cual, en la encarnación se despojó de sí mismo (Rom 15,37)
Para Juan, Jesús es el Verbo hecho carne, que ha venido a dar la vida a los hombres (Un 1,14). El misterio de la Encarnación domina todo su pensamiento. Esta teología de la encarnación se expresa en lenguaje de misión y testimonio. Jesús es la Palabra (el Verbo) enviada por Dios a la tierra y que debe volver a Dios una vez cumplida su misión. Jesús, venido al mundo para dar la vida, a los que por la fe reciben el mensaje de salvación que él trae. Y precisamente porque toda esta "misión" del Hijo está ordenada a una obra de salvación, es en definitiva manifestación suprema del amor del Padre al mundo.
Un testimonio o experiencia personal
Al empezar a desarrollar este trabajo se me vino a la mente el inmenso amor que Dios me tiene, y me sigue teniendo todavía al querer enviar a su Hijo Único para que me salve de la esclavitud de mis pecados: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Y yo, al igual que Cristo que vino a hacer la voluntad del Padre, obedeciendo hasta la muerte y una muerte en cruz, también estoy llamado a dar mi vida por los demás. Ciertamente que ello para mí no es nada fácil ya que no estoy dispuesto a morir por el otro, ni a dar mi tiempo por los demás
El Señor me ha rescatado al querer llamarme a su Iglesia; de no ser por el Señor, ¿en dónde estaría en este momento? o ¿con quiénes estaría? Me llamó y me rescató. El verbo se quiere encamar en mí hasta formar un solo ser y no haya más ya división.

La encarnación. 
Concebido como el momento temporal en el que el Logos de Dios, por obediencia al Padre, toma la carne pecadora y entra en la historia como hombre. Esta llegada del Logos de Dios a la historia humana es el comienzo de la existencia humana del Dios y hombre Jesucristo. Nosotros vamos a abordarla en cuanto acontecimiento, en cuanto acción del Logos, en cuanto su descenso y venida a nosotros. Como acontecimiento que hay tras el egeneto de Jn 1,14.
El carácter de acontecimiento y, a la vez, de misterio que reviste la encarnación, aparece en primer plano en las afirmaciones bíblicas. Los problemas ontológicos que luego habrían de suscitarse con toda razón se posponen en un principio a la proclamación del hecho. "Cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dos a su hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban sujetos a la ley" (Gal 4,4s). Aquí se presenta el plan salvador como iniciativa del Padre. En la carta a los filipenses, en cambio, aparece como acción del hijo: "Cristo Jesús, a pesar de su condición, divina, no se aferró a su categoría de Dios, sino que se despojó de su rango y tomó la condición de siervo, se hizo como los hombres y adoptó la condición humana" (Flp 2,6s). Este contexto revelador e histórico - salvífico de la entrada del Hijo de Dios en la existencia humana, que enuncia ya Gal 4,4s, lo expone el comienzo a la carta a los hebreos: "En múltiples ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros primeros padres por los profetas. Ahora en esta etapa final, nos ha hablado por un Hijo, al que nombró heredero de todo" (Heb 1,1s).
Como se ve por estos textos y otros similares, la entrada de Cristo en la existencia humana para cumplir su destino histórico - salvífico se sitúa de lleno en el orden de la libre iniciativa de Dios Padre. Al establecer aquél momento preciso de la historia para que su Hijo ingresara en la carne pecadora como miembro de la humanidad es algo que tocó únicamente a la voluntad y al poder libre e incomprensibles de Dios. Nosotros sólo lo conocemos por un hecho, por el acontecimiento salvífico que representa el comienzo de la existencia terrena de Jesús. Sólo como tal misterio puede entenderse teológicamente ese momento, realmente de la existencia de la encarnación.

Lo que el Padre mandó al Hijo es que se hiciera hombre. Pero no un hombre cualquiera. El Hijo habría de ingresar en la humanidad y asumir la naturaleza humana tal como estaba configurada o mejor, desfigurada por el pecado en el momento de la "plenitud de los tiempos" Fijado por el Padre. Eso significa la sarx en la pluma de Juan (Jn 1,14). El misterio salvador de Dios que se revela en el hecho histórico de la encarnación es el siguiente: Dios "no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros" (Rom 8,32). El amor y el poder de Dios Padre son tales que puede enviar a su propio hijo a lo que es propiamente contradictorio con él mismo: Puede "hacerlo pecado", sin renunciar a su gloria de Dios ni a su honor y amor de Padre. Y el amor y la obediencia de Dios Hijo son tales que puede despojarse de Sí mismo hasta el punto de hacerse maldición por nosotros y en lugar nuestro; puede despojarse de su gloria divina y asumir la existencia pecadora, hasta situarse en la más extraña lejanía de Dios para sufrir allí una muerte ignominiosa; y todo ello con una fe inquebrantable en aquél que podía salvarlo de la muerte. Sólo a la luz de este "final" de la existencia humana del Hijo de Dios puede calibrarse la magnitud del misterio que obraba en Dios en el principio, en el "momento" de enviar al Hijo a la historia humana para que asumiera personal y definitivamente una humanidad así. Sólo en esta perspectiva adquiere su verdadero significado la afirmación del abajamiento del hijo de Dios. Porque en esta "katábasis" no se trata de superar sólo , el abismo existente entre el creador y la criatura mediante la unión hipostática, por inconcebible que esto pueda ser ya: La "katábasis" del Hijo de Dios al entrar definitivamente en nuestra historia es más bien el comienzo de una "kénosis" cada vez más profunda a lo largo de su vida en virtud de la cual se despoja de su dignidad humana y divina, porque convertido en pecado por el mismo dios, tuvo que entregar la vida, abandonado de Dios en la muerte y el oprobio de la cruz
Parece claro lo que todo esto quiere decir: "La primera fase" del misterio de la entrada de Jesucristo en la existencia humana es el comienzo de la "kénosis" del Hijo de Dios, y esta "kénosis" que aquí comienza será el abajamiento del Hijo de Dios, abajamiento que irá creciendo hasta colmar la "katábasis". Hasta la ignominia de la muerte en cruz en lugar de los pecadores.

Para entrar el Hijo de Dios en la existencia humana hubo de partir necesariamente de Dios, hubo de despojarse de su igualdad con Dios, hubo de emprender con todas sus consecuencias la existencia humana, alejada de Dios y cargada con la maldición del pecado.
Ahora, ¿Qué ocurrió en Dios "al cumplirse el tiempo" para que el Padre llamase a su Hijo al más extremo abandono de Dios? Porque el que debía proclamar la fuerza atractiva y misericordiosa del amor de Dios, era el que se veía arrojado de su propia gloria divina, ya que Dios "no tuvo consideraciones con su propios Hijo", no le ahorro nada de lo que es contrario a Dios.
El carácter radical de este distanciamiento y abismo es que el Padre pudo arrojar a su propio Hijo, nos permite vislumbrar las dimensiones inabarcables del amor de Dios.
Aquí no sólo nos recuerda la Palabra que se hizo carne en la persona de Jesús. Invita a los creyentes a convertirse a su vez en Encarnación de la palabra de Dios en el mundo, 'para que Dios continúe siendo revelado y conocido a través de nosotros.
Dios envió a su Hijo al mundo y al tiempo. Este Hijo tenía ya antes una su existencia real en cuanto Hijo de Dios. La misión aconteció en la Encarnación. Como hombre, el hijo de Dios fue "hecho de mujer", o sea, semejante a los hombres. Al recibir el Hijo de Dios el ser de hombre, entró también en la historia humana, y esto incluía para él el sometimiento a la ley, que según gálatas 3,13; 4,5 - es el peso de una maldición.
La meta y objetivo de la encarnación del Hijo consiste en liberar a los que estaban sometidos bajo la ley, a los que se invitaba además a participar de la filiación (Gal 4,5). La filiación eterna del Hijo único es la base de la filiación de los demás.


El amor del Padre.
"Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él". (Jn 3,16-17)
Este texto riquísimo, ofrece la clave del ser y del actuar de Jesucristo. La afirmación del envío del Hijo por el Padre es tan fundamental que todas las demás afirmaciones cristológicas se apoyan en ella. Jesús se re refiere constantemente a su misión, al envío que justifica toda su vida: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar acabo su obra" (4,34), "Porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado" (5,30).

Jesús, deja a Dios ser Dios en cada uno de los actos de su vida, se abandona de tal forma al Padre que sin él no sería apenas concebible. En Jesús se cumple plenamente que sólo perdiendo la vida se alcanza la vida y es así como Jesús es el Hijo, presencia del Padre para los hombres.
Las afirmaciones de Jesús evidencian su dependencia del Padre: El Padre es origen y meta, ha salido del Padre y vuelve al Padre (16,28); el amor del Padre del Padre a los hombres (3,16). Y el ser salvador de Jesús (3,17). El Hijo es inteligible si n el padre, pero el Hijo es Jesús de Nazaret y su misión la salvación de la humanidad.
Es necesario saber que los textos más antiguos referentes a la encarnación de Jesucristo se encuentran en las cartas paulinas. Entre ellos ocupan un lugar importante Rom 1,35; 2Cor 8,9; Flp 2,6-11.
En la teología de Pablo, la encarnación de Jesucristo preexistente se entiende como humillación. Como cualquier otro hombre, Jesús ha nacido de mujer, se ha sometido a la historia y en particular al peso de la ley. La existencia humana es pues pobreza y miseria, figura semejante a la carne de pecado y, finalmente suprema humillación hasta la muerte de cruz. En su existencia terrena, Cristo está cargado con el pecado, es expulsado y maldecido. La gloria permanece oculta. La cruz y la resurrección son el inicio y la causa de la salvación. La encarnación es humillación y condición previa de la exaltación, que es a su vez meta de la obra salvífica.
Amadísimos hermanos. Conocer bien la generosidad de nuestro Señor Jesucristo el cual, siendo rico, por nosotros se hizo pobre a fin de que nosotros nos enriqueciéramos con su pobreza. Aquí es meritorio mencionar a Pablo, el cual como se dice en una de sus cartas pide donativos para la colecta en favor de la comunidad de Jerusalén. Y fundamenta su petición con el ejemplo del ejemplo de Cristo, que abandonó la gloria divina junto al Padre que le era propia en cuanto hijo, y eligió la pobreza de la existencia humana, para proporcionar a la pobreza y al pecado de los hombres las riquezas de la redención. Es ante todo una exhortación a no pensar en el bien propio, sino en el bien de los demás, es fundamentada en el ejemplo de Jesucristo el cual, en la encarnación se despojó de sí mismo (Rom 15,37)


Este evangelio nos ofrece en realidad un verdadero tratado teológico sobre la figura de Jesús. Su tema: conocer a Jesús es vida. El es el Hijo de Dios, el revelador del amor de Dios a los hombres que entrega su vida por ellos amándoles hasta el extremo; esto supone que la cristología de Juan está ordenado a la soteriología. Todo lo que el Jesús joánico dice y hace, ocurre con referencia esencial a la salvación del hombre para que consiga la vida divina
Simplifica los mandamientos, concentrándolos en uno sólo: el amor. El amor tiende a hacer la voluntad de la persona así como Jesús hace la voluntad del Padre, así el creyente, el discípulo fiel, es aquél que sigue a Jesús, permaneciendo en Cristo, y, por él, en Dios.
Lo importante en Juan es Cristo, el núcleo de su cristología lo constituye la afirmación, repetida una y otra vez de que el Padre ha enviado al Hijo y el que no honra al Hijo tampoco honra al Padre que le envía. En Jesús se cumple el "hoy" de Dios, el es el centro y por tanto se explicita en el evangelio mediante signos y palabras.
Se ha de contemplar todo el acontecimiento Jesucristo con los ojos transfigurados y llenos de asombro de la fe (la "locura de la fe" de Pablo). Se trata de una trascendencia que sobrecoge, habla por sí sola de ese amor radical que no quiere ser sólo sino en comunión, que se toma en serio al hombre porque ha conocido al hombre siendo hombre.
Al tomar el Logos la carne, lleva a la naturaleza humana al contacto con la divinidad. Diviniza la naturaleza humana que recibe en sí, y junto con ella a toda la humanidad. Ya la mima encarnación es comienzo de la salvación. Más aún, es el acto salvífico decisivo. "Por su inconmensurable amor se ha hecho lo que nosotros somos, Para hacernos lo que él es". (Ireneo contra los herejes).
 

 


 


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