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Agape: la nueva realidad del cristianismo  (Jn 13, 34)

 

Comentarios al Evangelio del Apóstol San Juan


Miguel Ángel Pena López
3º de Teología  2009


"Os doy un mandamiento nuevo:
que os améis los unos a los otros.
Que, como yo os he amado, así os
améis también vosotros los unos u
los otros"
 (Jn 13, 34).



INTRODUCCIÓN
En la escritura, el termino Agape es traducido con caridad y amor. Y sin embargo el uso repetido de dichos vocablos, con frecuencia de modo rutinario y frívolo, el abuso en una palabra que se ha hecho de dichos términos, lo han reducido a palabras llenas de vacío.

El termino amor es la expresión clara del más noble sentimiento. Sin embargo, es la palabra más profanada, atrapada y rebajada, para reducirla a la expresión de unas sensaciones más animales que humanas, más egoístas que altruistas, más carnales que espirituales, aplicada más al sexo en sus facetas más degradantes que al afecto limpio y puro entre seres humanos. Hay que decir amor platónico para que se sepa que se trata de unos sentimientos del espíritu que de meras sensaciones del cuerpo. También es preciso decir amor fraterno para que se sepa que lo que se intenta indicar con la expresión caridad. Tampoco esta palabra se puede considerar exacta. Quizá tendríamos que decir amor cristiano, pues en definitiva se trata del modo de querer que nos enseñara Jesucristo. Intentaremos presentar brevemente lo que significa el amor para san Juan, uno de los autores bíblicos que más han escrito sobre el amor, y la novedad de su mensaje, que algunos han querido calificar de moralista, siendo contrariamente el autor más exigente de la Biblia.

AGAPE, EL AMOR CRISTIANO
Los primeros escritores del Nuevo Testamento tuvieron problemas para encontrar una palabra que tradujese el término arameo que utilizara Jesús, y que no podemos saber a ciencia cierta.

En el caso del amor, se encontraron con que en griego esta expresión se dice con diversos términos, que expresaban distintos matices del mismo sentimiento, además de agapan.

-Eros expresa el amor sensual o una pasión amorosa, motivada por un intenso deseo de posesión
-Filein usado para expresar los sentimientos propios del amor de amistad.
stergein designaba en el mundo helénico un amor espontáneo y natural, propio de personas unidas por un vínculo de parentesco, demográfico o histórico.

En la traducción de LXX apenas se usan los vocablos eran y stergein. El término filein usa bastante, sobre todo en los libros escritos originariamente en griego. En cambio, el uso de agapan es frecuentísimo. Este dato es importante, porque señala que el amor del que habla la Biblia es diferente al amor del que hablan los libros paganos.

El Nuevo Testamento no utiliza nunca el verbo eran ni el verbo stergein. El término filein, se usa no de modo pasional o erótico. El verbo agapan es el más usado en los escritos neotestamentarios. Podría decirse que se utiliza para una afectividad espontánea, que supone una relación entre iguales, cargada de afectividad. Mientras que Cuyeurrów expresa una decisión motivada por valores determinados, una decisión voluntaria y firme nacida de una convicción, no supone igualdad y se refiere sobre todo a personas de diferente condición; designa una manifestación de benevolencia y donación desinteresada, expresa no sólo dar sino recibir con gratitud, un reconocimiento gozoso, en el que hay un juicio de valor, un aprecio o estima.

EL agape EN SAN JUAN
San Juan destaca en el tema del amor. Por eso es llamado por san Agustín "theologus caritatis". Es frecuente el uso de este término en sus escritos'.

El amor a Dios.
Para Juan Dios no es sólo el modelo sobre el cual debe calcarse el agapee cristiano, es también el motivo que lo ha de fundamentar, su razón de ser.

El verbo agapan en el evangelio es presentado bajo un modo vital, corno un modo de ser del cristiano.

Otra característica de los escritos de Juan es que en los otros escritos del Nuevo Testamento no aparece la mención del mandamiento del amor como mandamiento de Jesucristo, aunque el Señor habla que hay que amar al prójimo corno a uno mismo, incluso a los que son enemigos nuestros.

En este punto se distancia de la enseñanza del Antiguo Testamento. Este habla del amor al prójimo pero como perteneciente al pueblo de Israel, al que es de la misma raza. Respecto a los extranjeros a lo más que se llega es a respetar y ayudar a aquellos que vivan en el país del pueblo elegido. Sin embargo, jamás se habla de amor al pecador o al enemigo, al contrario, como advierte Jesús, se dijo entre los antiguos "amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo"2. Para Jesús el prójimo es todo aquel que está necesitado, sea un pecador, incluso un enemigo'. En lo referente al amor a los enemigos, para Jesús es el distintivo de los discípulos, pues si se favorece sólo a los que nos favorecen, no nos diferencia nada de los que no son sus discípulos4. Por eso, aunque no se diga formalmente, el mandato del amor está presente en todo el nuevo testamento. San Juan sí nos presenta esta novedad como mandamiento de Jesús'.

En el antiguo testamento se habla con mucha emoción del amor de Yahveh, hasta llegar a decir que es Dios ardiente y celoso`'. Ningún pueblo ha tenido tan cerca de sí a Dios. Esta cercanía no era más que el anuncio de una realidad que solo se concreta en Cristo plenamente.

El amor al prójimo.
El amor a Dios, en los libros del Antiguo Testamento, no está relacionado con el amor al prójimo. Solo en algunos apócrifos tardíos aparece esta mención. En la comunidad esenia se habla también del amor a los hombres como derivado del amor de Dios. Pero corno ya hemos mencionado, ese amor abarca sólo a los compañeros de religión o del pueblo. Como vemos, las diferencias entre el antiguo y el nuevo testamento son mayores que las posibles semejanzas, lo cual nos permite insistir en la originalidad del mensaje cristiano.

En el evangelio, san Juan al hablar del amor a Dios se diferencia de los sinópticos en que no cita el pasaje de Deuteronomio que habla de amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas. Tampoco hace en el evangelio referencia directa al amor de Dios, salvo una vez que se dirige a los fariseos para indicarles que no tienen ese amor. Al respecto, el evangelio se refiere al amor de Cristo, en quien se concentra el amor. Es reconociendo la divinidad de Cristo y a través del amor a Él corno el hombre expresa su amor a Dios. Pero no se puede justificar por ello que el amor a los hombres prescinde del amor de Dios, y que sería una actividad diversa. La única forma de conocer y amar a Dios es a través de los hermanos. Cristo se ha metido en los seres humanos y en la historia de tal manera, que no se le puede encontrar si no es a través de personas concretas. La medida del amor que le tenemos a Dios es la medida de nuestro amor por los otros'.

En la primera carta, san Juan hace referencia al amor de Dios, y de la necesidad de poner en práctica el amor recibido. Este amor es trascendente que procede de Dios impulsa al hombre tanto a amar a Dios sobre todo cuanto existe y amar todo lo que existe por amor a Dios. Por el amor que los hombres muestran hacia sus semejantes sabemos que tiene amor a Dios.

Es cierto que en el hombre se puede dar el amor a los hombres de modo natural, sin hacer referencia a Dios. Este amor de amistad (filadelfia) no es el amor cristiano (agape), que sabe amar sin ser correspondido, movido por la generosidad y la entrega de sí mismo, como el amor de Dios. La diferencia más clara es que este amor de amistad es un amor meramente humano, cargado de afecto. Mientras que el agape además de ser una realidad profundamente humana es también divina, el fundamento ontológico de ese amor es divino. Dios es Amor y el que ama ha nacido de Él l0 . Por eso, cuando el hombre nace nuevamente en las aguas del bautismo, consecuencia de la conversión y de la aceptación del amor divino, recibe en su alma la fuerza de esta virtud teologal de la caridad, quedando en condiciones de amar como Dios ama.

El agape no es un mandato, es un don que transforma'''. Cuando enseña que no hay verdadero amor por parte del hombre si en el no está el amor de Dios, de quien el ha recibido amor, el que de diversos modos actúa en el interior del hombre cuando hace un acto de amor.

Cristo nos ha dado a conocer al padre para que el amor con que el padre amó al hijo esté en nosotros". Este gran amor con que el padre nos ha amado, durará por siempre, como corresponde a su libre voluntad". El hombre es transformado no sólo en el plano moral, sino también en el ontológico". Es infundido en el hombre por obra del Espíritu Santo, corno recuerda san Pablo'5 y el misal romano, en la invitación al padre nuestro.

Por eso san Juan insiste en su exhortación16. Al decir que Dios es amor no quiere dar una definición, sino dar uno de los aspectos más trascendentales de la vida de Dios, la epifanía más atrayente de Dios: el amor no es algo de Dios, es Dios mismo. No se puede entender el áyéurrri sin entender esta dimensión trascendente. El hombre que acepta esta verdad solo puede corresponder a este amor amando. Es imposible creer en el amor de Dios y no sentirse atraído. Es mediante la fe que hombre es llevado a conocer y amar a Dios, al hombre y a las criaturas. Amándonos, somos fieles al dinamismo que ha sido depositado en nuestros corazones, nos parecernos a aquel que nos ha engendrado'''. La prueba que distingue a los hijos de Dios y los hijos del diablo es el amor18.

Solo entendiendo este concepto unitario que nos presenta San Juan, podemos entender que el Señor hable de mandamiento nuevo. Hasta Jesús nunca el amor de Dios estuvo tan cerca, ni con una valla tan alta, corno es amar como el nos amó.

Un mandato muy peculiar
El mandato de Cristo es referido con la palabra'Evto que más que un mandato, expresa la indicación de un amigo a otro. Implica una obligación, pero no una imposición.

Cuando se tradujo la versión de la LXX se utilizó preferentemente para referirse al decálogol9 que la palabra v6 os (ley). Se insinúa que no se trata de una imposición, sino del querer divino, un proyecto de Dios que se revela para indicar un camino que recorrer, una misión que llevar a cabo, una invitación para secundar la voluntad salvífica de Dios libremente.

El término puede ser sinónimo de 2.Cyyoç2(). Esto revelaría que el amor, antes de ser un mandato es la revelación de los lazos que unen al padre con el hijo, y el hijo con nosotros. Más que una ley, es la señalización de un camino de vuelta al padre.

Por eso carece de condición de "ley", porque, sobre todo, el amor no se puede imponer, nadie ama por obligación, por una obligación externa a uno mismo. El amor nace de una valoración, de una estima hacia otro. Para Juan el amor no es sumisión, de quien es obligado algo que se le impone desde fuera. Implica sí obediencia, pero corno manifestación de libertad personal, que se niega a si misma para asumir el querer de Dios, en el que hay un verdadero mandato.
La medida de este amor es Cristo21. Pero el amor tiene también una dimensión eclesiológica: es en el amor mutuo donde se realiza la unión entre aquellos que forman el nuevo pueblo de Dios. Esto también es parte de la novedad del evangelio de Cristo.

Supuesto legalismo de Juan
Se ha querido ver también en los escritos de san Juan una exigencia moral a cumplir los mandamientos. San Juan da mucha importancia ala fidelidad al querer de Dios y que da la impresión de identificar la caridad con la obediencia estricta a los mandamientos. Pero, como ya hemos señalado, el amor no es una imposición, algo que tiene que cumplirse como un requisito para ser miembros de la comunidad; todo lo contrario: el amor es la característica de la comunidad, algo que identifica a la Iglesia y es la novedad del mensaje de Cristo. No se puede dar un frío legalismo cuando el móvil de la comunidad es el amor. Juan lo recuerda en su primera carta:
No hay temor en el amor; sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor. Nosotros amemos, porque él nos amó primero. (1Jn 4, 18-19)

Conclusión
Hemos intentado presentar la novedad del amor cristiano tal como la presenta Juan. Hemos dicho empezando este escrito la deformación en el uso de la palabra amor. Nuestro interés no ha sido presentar un estudio de la palabra amor, sino el de redescubrir la riqueza de un mensaje perenne, que se presenta corno una respuesta para el hombre de hoy, que lo único que ha experimentado buscando el amor es todo lo contrario, la insaciabilidad, el sinsentido y la degradación del hombre. Nuestro interés no es presentar una palabra, sino el de suscitar en nosotros el deseo de este amor que trasciende, que es capaz de someterse libremente, y que es capaz de transmitir porque lo ha recibido gratuitamente de otro. Nadie puede amar sin antes haber sido amado, y esta es la novedad de Cristo: no nos obliga a hacer algo para poder ser amados, simplemente el nos ama; por eso el mandato del amor se hace obligatorio, es imposible no reflejarlo, o más bien dejarse traspasar por él. Como dice el mismo Juan:


Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios,
y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor.
En esto se manifestó el amor
que Dios nos tiene;
en que Dios envió al mundo
a su Hijo único
para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor:
no en que nosotros hayamos
amado a Dios,
sino en que él nos amó
y nos envió a su Hijo
como propiciación por nuestros pecados.
(1 Jn 4, 7-10)
 

 

 


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