¿Qué es Exégesis? Explicación por Hans Urs von Balthasar
La pluralidad de los accesos bíblicos al misterio de la revelación se halla estrechamente conexionada con lo que la exégesis aporta para su comprensión. Puesto que tomada en abstracto, es una ciencia filológica neutral, puede ser cultivada tanto por especialistas tanto creyentes como increyentes, aunque naturalmente en un espíritu distinto. Frente a su persona y lo reivindica, Jesús exige un sí o un no radicales. El que no es ni frío ni caliente es vomitado. Quien quisiera poner a esta pretensión un parentesco metódico - aún sólo provisionalmente - para comprobar primero si es real y segundo si está justificada se expone al peligro de una neutralidad rechazada por el mismo objeto y que le falsea. Ciertamente en el Evangelio hay diferentes estadios de adhesión a Jesús, como pone de relieve la pregunta "¿Quién dice la gente que soy yo? ¿quién decís vosotros?". Pero esto vale para la etapa de su vida terrena cuando aún no había perspectiva para ver su figura total. Acabada por la cruz, la resurrección y la vuelta al Padre, puede y quiere ser vista y reconocida de ahora en adelante en su unidad indisoluble. Quien no entra o no quiere verla, intentará una y otra vez descomponerla en partes desparejas de modo que pierda fuerza su pretensión. Aunque no pueda sumarse a tales intentos de descomposición, la exégesis católica tiene reservado un amplio campo de investigación. La figura de Jesús llega a su plenitud a través de su vida, su muerte y su resurrección, puesto que sólo al final de su " historia esencial" (Wesensgeschichte: Schlier) el Verbo de Dios ha llegado a ser hombre perfecto. Del mismo modo los variados arranques van convergiendo sólo poco a poco a partir de perspectivas muy distintas, para llegar a su visión y a su comprensión. Al modo en que muchos arroyos se unen para formar la corriente por la que pueden navegar barcos. Pero mientras en el río no se puede distinguir ya el origen de las aguas, la comparación de las diversas redacciones de los textos evangélicos dan lugar a menudo a un retroceso a estadios previos en que la visión de la totalidad de la figura era necesariamente imperfecta y parcial. Se puede mostrar también como cada evangelista utiliza sus fuentes de manera distinta en beneficio de una visión global. La síntesis no está en los textos de los evangelios. Más bien cada uno nos remite, por encima de sí mismo, a la única palabra de Dios hecha hombre, Jesucristo, en quien se halla la plenitud de toda la verdad. No es de extrañar, pues, que al investigar estratos previos del texto se encuentre a menudo una fe aún no configuarda, implícita, apegada a la espera. Los mismos evangelistas lo confirman al poner de relieve que los discípulos antes de la resurrección aún no habían entendido en absoluto lo esencial. Cuestión totalmente distinta es si la autoconciencia de Jesús sobre su propio ser y sobre su misión ha sido progresiva y si podemos, por ejemplo, descubrir un estadio de esta autoconciencia en que no habría anunciado sino el Reino de Dios, sin conexión todavía con su persona y su destino. Si este es el caso, los evangelistas, partiendo de la comprensión pascual, habrían proyectado la conciencia definitiva de Jesús sobre el tiempo primero de su predicación. Pero si se piensa un poco en tales afirmaciones aparecen como muy improbables. Desde el principio la aparición de Jesús se diferencia plenamente de la de un mero profeta: con su llegada viene el Reino; dichoso quien no se escandalice de él. En el conjunto del edificio -lo hemos puesto de relieve al comenzar- cada piedra soporta todo el muro de manera tan clara que todas las interrogaciones aisladas que pueda aportar la exégesis no pueden hacer temblar su compacta estructura. La entrega que Jesús hace de sí mismo en la sala de la última cena no puede ser puesta en cuestión porque las palabras de la consagración se hayan trasmitido en redacciones distintas - aunque convergentes- que revelan la riqueza interior del misterio. Del mismo modo el hecho de la resurrección, cuya experiencia por los discípulos se ha refractado en múltiples facetas. La plenitud divina de aquello que se ofrece en un acontecimiento encarnado que desborda necesariamente los límites de cualquier posible formulación lingüistica. Si desde el texto retrocedemos a sus etapas previas nos queda espacio para hipótesis de todo tipo. De esta suerte las opiniones, incluso de teólogos católicos, pueden oponerse diametralmente. No podrían sin embargo, conseguir una cierta neutralidad frente a la fe de la Iglesia tal como se expresa en el credo y en la liturgia. El lugar donde se ha producido la convergencia decisiva de todas las visones individuales es la fe primitiva de la comunidad. En su seno, a favor de su fe y necesariamente bajo ese patrón, ha nacido toda la literatura del NT. Su pluralidad muestra solo la riqueza de su unidad interna. El que en una comunidad o grupo pudiera predominar un determinado aspecto no ha perturbado esa unidad. Si no se pierde de vista este punto de cristalización de la fe cristiana, fuente y término de los escritos neotestamentarios, la exégesis pierde su inquietante aspecto amenazador y socavador de la fe. En revancha, el creyente ve con claridad que quien no reconoce este punto central y no quiere leer los textos desde él y hacia él puede llagar a resultados que rompen en parte o del todo de la fe cristiana. Cualquier neutralidad de la ciencia, aunque sea filológica, es sólo interina para esta decisión creyente frente al fenómeno total de Cristo que, para quien tenga ojos para ver, aparece sin comparación en la historia del mundo. En su coherencia íntima, es imposible que esta fe sea el producto de algunos pescadores iletrados que, después de la muerte de Jesús, habrían compuesto una fábula sobre un hombre Dios. Una exégesis del NT llevada en el espírirtu de la Iglesia puede ser tan fructífera e iluminadora para la plenitud que se esconde en él como lo es, en opinión común, la exégesis del AT. Desde hace más de un siglo, ésta ha enriquecido de un modo insospechado nuestra comprensión de las profundidades teológicas de la historia de Israel. A través de la separación de fuentes, de la cronología (por ejemplo, de las partes de un libro profético como Isaías o Jeremías, por las aportaciones de la arqueología y la historia comparada de las religiones del Oriente Medio, adquirió lo que antes parecía plano y unidimensional una plasticidad no conocida hasta entonces. A lo largo de decenios de investigación, muchas cosas se han aclarado, se han afinado otras exageradas y, aún dentro de la amplitud del abanico teológico, se ha entrado en un consenso general. Mientras que la formación del canon del AT exigió muchos siglos, la exégesis del NT tiene que contar con unos breves decenios. Mejor dicho, con los breves años que transcurren entre la muerte de Jesús y la fe cristiana que de repente aparece plenamente constituida.. En Jerusalén y Antioquía, Pablo recibe ya transmitido el núcleo primitivo del credo y aunque él lo desarrolle de acuerdo a una visión del Señor Soberano, lo hace dándose la mano con los primeros apóstoles, "considerados como columnas", (Gal 2,9), en los que estaban aún vivos los recuerdos del tiempo pasado con Jesús. Todo esto se hace en un corto espacio y no hay tiempo alguno para la formación de un mito. El recoger los recuerdos de Jesús, de su pasión, de sus dichos, de sus hechos en vista de establecer las comunidades, sus celebraciones y su predicación han comenzado sin duda muy pronto. Las razones alegadas para una redacción tardía de los Evangelios (tras la destrucción de Jerusalén) podrían muy bien descansar en prejuicios. Repitamos: Nada es más normal que el que un conjunto sea comprendido gracias a puntos de vista particulares que han precedido y que se han sumado. Tanto más cuanto que en el fenómeno Jesús vienen a encontrarse las mil diferentes tradiciones proféticas desde el "destino de los profetas" o bien desde el valor expiatorio del sufrimiento del justo o aún vicario. En la últimas cena se cumplían el pacto del Sinaí con la sangre allí derramada, el cordero pascual, la nueva alianza prometida por Jeremías y a la vez el siervo de Dios entregado por "los muchos". Si dejamos al misterio de Jesucristo esta amplitud en que todo encuentra cumplimiento, la exégesis puede ayudarnos a entrar en ella cada vez más profundamente.
Una cosa, con todo, no será nunca posible: que una ciencia humana se alce por encima de esta plenitud divina y quiera juzgarlo desde arriba. Si hoy (especialmente en Francia) están en boga todo género de "lecturas" de la Biblia -una estructuralista, otra psicoanalista, otra materialista, y finalmente otra histórico crítica- tales intentos contradicen la sencilla regla fundamental de toda ciencia, a saber, que su objeto determina el método a emplear y sólo el así determinado puede ser adecuado., "científico". Aquí el objeto es Jesucristo, sin duda en figura humana, pero con la pretensión de anunciar al mundo la palabra definitiva de Dios. Ningún método puramente profano puede ser requerido por este objeto, a no ser que se subordine como instrumento humilde a la única respuesta adecuada a esta Palabra : la fe de la Iglesia. (Kleine Fibel für verunsicherte Laien, Johannes Verlag,1980)
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