Corpus Christi «El pan nuestro»: Lope de Vega y Fray Luís de León
En la celebración del Corpus Christi, honran esta página dos gigantes de
nuestra Literatura y de la Literatura universal: Lope de Vega, con La
Última Cena, Misa de Cristo Sacerdote,
y Fray Luis de León, con un fragmento de
El nacimiento de Jesús
Sacramentado
La Misa de Cristo./a>
Juramento hizo el Padre/ con su soberana voz,/ y no le pesó de
hacerle/ pues que tan bien le cumplió,/ de hacer Sacerdote a Cristo,/ que
para siempre ordenó/ con aquel orden divino/ que a Melquisedec ungió./
Con alba de humanidad/ su divinidad vistió,/ y antes que dijese Misa,/ su
Evangelio predicó./
Al decir el Introito/ por Jerusalén entró,/ donde hubo mil Aleluyas,/ con
ser Misa de Pasión./
De su cuerpo y de su sangre/ un Jueves instituyó/ sobre el altar de una
mesa/ el Sacramento mayor.
Un sacerdote de aquellos,/ vendiendo el pan que comió,/ antes de acabar la
Misa/ de la iglesia se salió./
De tres que le respondían/ a la primera oración,/ Pedro, que era de
Evangelio,/ en un huerto le ayudó./ Mas como después errase/ parte de la
confesión,/ aunque era Misa rezada,/ por él un gallo cantó./
Alzóse la Hostia en alto/ y el Cáliz de bendición,/ al pasar el de
amargura,/ que tanto beber temió./
En lugar de darse al Agnus/ el pueblo con contrición/ golpes en los mismos
pechos,/ al Cordero se los dio./
En el Consummatum est/ finalmente consumió,/ bebiendo el gran Sacerdote/ el
Cáliz de la Pasión./
Los acólitos que estaban/ al pie del altar mayor,/ viendo la Misa en el fin/
lloraban de tierno amor./ Juan, que fue el Evangelista,/ de María se
encargó,/ que antes de bajar las gradas/ por hijo le recibió./
Llegó el Ite, Missa est,/ y en una cruz expiró,/ abriendo al pueblo los
brazos,/ Deo gratias, respondió./
Lope de Vega
***
El nacimiento de
Jesús Sacramentado
Tiene nombre de Hijo Cristo, porque el hijo nace; y porque le es a
Cristo tan propio y, como si dijésemos, tan de su gusto el nacer, que sólo
Él nace por cinco diferentes maneras, todas maravillosas y singulares. Nace,
según la divinidad, eternamente del Padre. Nació de la Madre Virgen, según
la naturaleza humana, temporalmente. El resucitar después de muerto a nueva
y gloriosa vida para más no morir, fue otro nacer. Nace, en cierta manera,
en la Hostia cuantas veces en el altar los sacerdotes consagran aquel pan en
su Cuerpo. Y, últimamente, nace y crece en nosotros mismos siempre que nos
santifica y renueva.
¡Cuán no comprensibles son las maravillas de Dios! El que nació resucitando
tan claro, tan glorioso, tan grande, y el que vive para siempre dichoso en
resplandores y en luz, halló manera rara tornar a nacer cada día encubierto
y disimulado en las manos del sacerdote en la Hostia. Así que parece que
Cristo nace allí, porque comienza a ser de nuevo allí cuando el sacerdote
consagra. Y parece que la Hostia es como el vientre adonde se celebra
aqueste nacimiento, y que las palabras son como la virtud que allí le pone,
y que es como la substancia, toda la materia y toda la forma del pan que en
Él se convierte.
Y no solamente aqueste consagrarse Cristo en el pan es un cierto nacer, mas
es como una suma de sus nacimientos los otros, en que hace retrato de ellos
y los dibuja y los pinta. Como en la divinidad nace como Palabra, que la
dice el entendimiento divino, así aquí se consagra y comienza a ser de nuevo
en la Hostia por virtud de la palabra que el sacerdote pronuncia. Y como en
la resurrección nació del sepulcro con su carne verdadera, pero hecha a las
condiciones del alma, y vestida de sus maneras y gloria, así, consagrado en
la Hostia, está la verdad de su Cuerpo en realidad de verdad, mas está como
si fuera espíritu, todo en la Hostia toda, y en cada parte de ella todo
también.
Y como cuando nació de la Virgen salió bienaventurado en la más alta parte
del alma, y pasible con el cuerpo, y sujeto a dolores y muerte; y en lo
secreto era la verdadera riqueza, y en la apariencia y en lo que de fuera se
veía era un pobre y humilde, así aquí por defuera parece un pequeño pan
despreciado, y en lo escondido es todos los tesoros del cielo; según lo que
parece puede ser partido y quebrado y comido, mas según lo que encubre no
puede ni el mal ni el dolor llegar a Él.
Como en la divinidad abraza en sí, por eminente manera, todas las criaturas,
así en la humanidad y en este Sacramento santísimo donde se encierra,
encierra consigo a los suyos. Porque aquí, hecho mantenimiento nuestro, y
pasándose en realidad de verdad dentro de nuestras entradas, y juntando con
nuestra carne la suya, si la halla dispuesta, mantiene al alma y purifica la
carne y apaga el fuego vicioso, y pone a cuchillo nuestra vejez, y arranca
de raíces el mal, y nos comunica su ser y su vida; y comiéndole nosotros,
nos come Él a nosotros y nos viste de sus cualidades, y finalmente casi nos
convierte en Sí mismo. Y trae aquí a fruto y a espiga lo que sembró en los
demás nacimientos primeros.
Fray Luis de León
A&O 456