Exhortación que convence y exhorta: Lea la
exhortación postsinodal Sacramentum caritatis de Benedicto XVI
Vea:
Exhortación apostólica 'Sacramentum
Caritatis'
Reflexión eucarística sobre la Sacramentum Caritatis (Mons. Cordes)
Se llama 'exhortación', porque, de la etimología latina, busca convencer; es
'apostólica', porque tiene la autoridad de los Sucesores de los Apóstoles
con el Santo Padre Benedicto XVI a la cabeza; 'post-sinodal', porque es
fruto de una institución con la que la Iglesia, a partir de alrededor del
siglo V, ha querido expresar la naturaleza de comunidad que hace un camino
juntos; tiene el título de "Sacramentum caritatis" porque trata de ese
misterio del Cuerpo y la Sangre que Jesús transmitió a los discípulos y a
nosotros y que tiene como efecto la comunión, el ser un solo corazón y un
sola alma, parecido a la que El vive con el Padre y el Espíritu y por la que
ha dado su vida (cfr n 10).
El tema de la Eucaristía fue propuesto a Juan Pablo II por los Obispos de la
asamblea sinodal del 2001, porque quisieron valorar su real incidencia en la
vida de la Iglesia en cuanto cumbre de su camino de iniciación y
reconciliación y también en cuanto fuente de su vida y su misión en el
mundo. El Papa Benedicto XVI presidió la XI Asamblea General del Sínodo en
el 2005, deseando que no sólo se dijeran cosas bonitas sobre la Eucaristía,
sino sobre todo, que se viviera su fuerza. Sí, la fuerza del "Pan de los
fuertes”, que contiene la potencia divino-humana del Salvador, el Verbo
encarnado, el Hijo de Dios nacido de María Virgen, el Señor crucificado y
resucitado, el Dios viviente en cuerpo, sangre, alma y divinidad. El es el
consuelo - cum-fortis - de los santos, de todos nosotros que nos unimos a El
con la Comunión vivificante. El es el Viviente, cuya presencia, como
recuerda el Apocalipsis es adorada por todos en el paraíso y debe serlo en
la tierra por todos los creyentes.
Sólo la presencia de Cristo puede conmover la persona en toda la profundidad
de su corazón, Él que ha dicho: "Yo estoy con vosotros todos los días hasta
al fin del mundo". Por ello, un Sínodo enseña sobre todo esta verdad, por
encima de los temas tratados: la Iglesia es una comunión que tiene a Cristo
como cabeza, visiblemente representado en la tierra por el Obispo de Roma y
los Obispos en comunión con él. Por ello, es fundamental comprender que la
Eucaristía es Jesucristo presente en el hoy y que por medio de ella, la
libertad de Dios sale al encuentro de la libertad del hombre. Una libertad
que atraviesa el trabajo del mundo en cada época.
Como conclusión de la asamblea Sinodal, los Padres aprobaron cincuenta
propuestas (en latín propositiones). La tercera, retomando casi a la letra
la bella intervención en el aula del Papa, recordaba además que
"instituyendo la Eucaristía Jesús dio vida a una novedad radical: realizó en
si mismo la nueva y eterna alianza…El verdadero Cordero inmolado se
sacrificó de una vez para siempre en el misterio pascual y es capaz de
liberar para siempre al hombre del pecado y de las tinieblas de la muerte".
Esto viene desarrollada en los n 9-10 de la exhortación. Es este Cordero que
es sacrificado y es de este cordero del que nos alimentamos. ¡La Santa Misa
así es un sacrificio verdadero y místico que se convierte en banquete para
los invitados a la bodas del cordero. ¡Verdaderamente son bienaventurados
los invitados! Si tienen el vestido adecuado, constituido por una vida en
gracia de Dios, el ejercicio de las virtudes de la fe, de la esperanza y del
amor.
Por tanto, con la Exhortaci��n "Sacramentum caritatis", toda la Iglesia
recibe un nuevo impulso en la fe en la Eucaristía, en la que Jesús está
presente de modo único e incomparable. Pero los Obispos y los sacerdotes
saben que el término exhortación, en latín, también es sinónimo de
advertencia, exhortación: a los fieles laicos de participar de modo pleno,
activo y fructuoso en el misterio celebrado; a los ministros ordenados en
primis de celebrar "rectamente", cosa que "surge de la obediencia fiel a las
normas litúrgicas en su plenitud, ya que es precisamente este modo de
celebrar el que asegura desde hace dos mil años la vida de fe de todos los
creyentes" (n 38). Así toda la Iglesia fortalecerá su fe en el misterio
eucarístico, que se manifiesta a través de la liturgia celebrada y vivida
como adoración. Una liturgia capaz de comunicar al hombre de hoy la caridad
para vivir en el mundo y la esperanza de la gloria futura.