El horóscopo y la fe de los creyentes católicos
El portal católico Aleteia, apoyado por la Santa Sede (Consejos Pontificios
para las Comunicaciones Sociales y para la Promoción de la Nueva
Evangelización) continúa con la publicación de preguntas y respuestas en
torno a la fe. El sacerdote mexicano Jorge Luis Zarazúa, perteneciente a los
Apóstoles de la Palabra y miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las
Sectas (RIES) acaba de contestar a una cuestión que suscita gran interés:
¿Un cristiano debe creer en el horóscopo? Reproducimos a continuación lo que
ha explicado a Aleteia.
Pregunta: Mucha gente vive pendiente de las
predicciones del horóscopo, en sus distintas variantes: el zodiacal, el
chino… Los medios de comunicación suelen incorporar una sección con lo que
“los astros dicen” que va a sucedernos en cuanto a salud, dinero y amor. ¿Un
cristiano puede creer en estas predicciones?
Respuesta: No, un cristiano no debe creer en el horóscopo.
Aunque se trata de una de las prácticas supersticiosas más difundidas en
nuestra sociedad, los horóscopos de ningún modo pueden servir para predecir
los actos futuros libres de los hombres. Por otra parte, los hechos futuros
de los hombres no son efecto de los movimientos o posiciones de los astros.
Referencias
1. El Catecismo de la Iglesia Católica dice tajantemente que los horóscopos
deben ser rechazados.
Sí, el Catecismo de la Iglesia Católica señala que «todas las formas de
adivinación deben rechazarse». Pues bien, entre las variadas formas de
adivinación, el Catecismo cita las siguientes: «el recurso a Satán o a los
demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente
se supone “desvelan” el porvenir (cf. Dt 18, 10; Jr 29, 8). La consulta de
horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y
de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a “médiums”».
El Catecismo continua explicando que todas estas acciones «encierran una
voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a
la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos». Además,
estas prácticas «están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados
de temor amoroso, que debemos solamente a Dios» (n. 2116). Querer saber el
futuro es querer ser iguales a Dios, pretensión tan soberbia como absurda.
Debemos confiar a la Providencia divina nuestra vida, confiar en Dios como
Padre que es.
2. Pero el recurso a los horóscopos no hay que rechazarlo sólo “porque lo
dice la Iglesia”: existen otros motivos.
Primero, digamos lo siguiente: la creencia en los horóscopos es peligrosa.
Casi es como creer en otra religión. Hay personas que intentan hacernos
creer que no somos libres, sino que estamos determinados en todo por nuestro
signo zodiacal. No sería yo quien realiza su propia vida, sino que todo mi
obrar estaría dirigido por una extraña fuerza proveniente de las estrellas.
Pero nada de lo que dicen los horóscopos está científicamente fundado. Lo
que afirman sobre Sagitario hoy, lo dirán mañana de Piscis y viceversa. Es
un triste problema que los horóscopos sigan haciéndose y, peor aún, que haya
quienes se creen todo lo que leen.
3. En el campo de la educación, particularmente en la formación en la fe,
hay que instruir primero la inteligencia y la conciencia.
El horóscopo es efecto de la antigua astrología, no de la astrología
natural, que es madre de la astronomía científica, sino de la astrología
judiciaria, que se empeñaba en descubrir la influencia de los astros sobre
el destino de los hombres y de las cosas. En este sentido, hay que colocarlo
dentro del fenómeno más amplio de las «artes adivinatorias», entre las que
la adivinación de lo que iba a pasar cada hora tenía mucho peso entre los
persas y los egipcios (oros-scopeo, significa horas-mirar). Los antiguos
astrólogos observaban cada hora, cada día, cada periodo, el universo,
esperando encontrar allí desde el pronóstico del tiempo climático hasta las
causas o los avisos de los acontecimientos sociales, bélicos, religiosos o
sanitarios.
En segundo lugar, se deben analizar los rasgos históricos de la astrología y
reconocer sus efectos históricos. La astrología judiciaria se ha dividido a
veces en varios sectores: la mundial, para ver los procesos en la historia y
en la política; la genética o individual para predecir los acontecimientos
personales; la horaria o de consultorio, que pretende la respuesta, mediante
consulta, a preguntas concretas de personas interesados.
Es evidente que la predicción prospectiva, el análisis de los resultados que
dependen de variables observables, más que adivinación es predicción y
previsión, con más o menos grado de probabilidad. Así acontece con el tiempo
atmosférico o con la evolución de una enfermedad. Pero la predicción de lo
que acontece de causas libres es evidentemente que no es más que un engaño,
o lo que es lo mismo una predicción jugando al azar, es decir al cálculo de
probabilidades, que es lo que acontece en las loterías y en la mayor parte
de los pronósticos humanos.
Y en tercer lugar conviene también enseñar a cada persona inteligente a
deshacer supersticiones y creencias que pueden perjudicar la convivencia.
Tal puede ser el cultivo de actitudes deterministas o fatalistas, sean
teológicas, (Dios todo lo decide sin nosotros), biológicas (el cuerpo tiene
mecanismos ciegos e irresistibles) o sociológicas (el hombre depende de sus
circunstancias).
Evitar eso es también ayudar a luchar por la libertad en la vida y, por lo
tanto, trabajar por la conquista del amor, don que los hombres pueden tener.
Por eso conviene ayudar a todos a defenderse de los horoscoperos, esos
adivinos y astrólogos que pretenden vivir explotando la credulidad de los
ingenuos y buscando rentabilidades a cuenta de explotar de forma
desaprensiva y astuta a débiles mentales, morales o afectivos.
4. La actitud de la Iglesia ante los horóscopos ha sido siempre de condena
sin paliativos.
La Iglesia condenó y rechazó siempre todo lo relativo a la adivinación, al
espiritismo, al cultivo de vanas creencias. Recordó siempre que el mundo ha
sido creado por Dios y se rige por las leyes naturales y los cuidados
especiales de la Providencia. En tiempos antiguos ya hubo sínodos y
concilios, como el de Toledo del año 400 o el Concilio de Braga del 561, que
rechazaron frontalmente el culto o cultivo de la astrología.
Los hombres, para vivir, necesitan esperanza, serenidad, algo en lo que
apoyarse. Los que creen que Dios es Providente y admiten que todo lo que
pasa o lo quiere o lo permite, no necesitan otros apoyos. Los que no tienen
ese eje fundamental en su pensamiento, buscan con más o menos afán, según su
cultura y su sensibilidad, los caminos del azar, de la aventura, para
esconder sus desventuras, sobre todo si tienen ante sí peligros o
desconfianzas. «Mundus vult decipi», decían los antiguos. Es decir: «El
mundo quiere ser engañado».