Juan Pablo II: EL ABORTO VERGÜENZA DE LA HUMANIDAD
CONDENA A LA MÁS INJUSTA DE LAS EJECUCIONES"
Discurso
de
Juan Pablo II
durante el Encuentro con las familias en el estadio de Maracaná
- 04/10/1997 -
Indice
Defensa de la familia
1. Queridas familias reunidas aquí, en Río de Janeiro,
procedentes de todos los pueblos y de todas las naciones; amadas familias del
mundo entero que, a través de la radio y la televisión, seguís este encuentro,
os doy la bienvenida y os saludo a todas con particular cariño y os bendigo.
Os agradezco sinceramente esta calurosa manifestación de fe
y alegría que nos habéis querido ofrecer hoy, para ayudarnos a reflexionar en
el hecho de que la familia es realmente don y compromiso en defensa de la
persona y de la vida, así como esperanza de la humanidad. También el arte es un
instrumento al servicio del mensaje del amor comprometido y de la vida,
maravilloso don de Dios. Nos habéis hecho partícipes de lo que Dios, autor del
matrimonio y Señor de la vida, ha realizado en vosotros. Y también habéis dado
testimonio de lo que habéis conseguido con su gracia. ¿No es verdad que el
Señor, en las más diversas situaciones, incluso en medio de las tribulaciones y
las dificultades, siempre os ha acompañado? Sí. El Señor de la alianza, que
vino a buscaros y os ha encontrado, siempre os ha acompañado en vuestro camino.
Dios nuestro Señor, el autor del matrimonio que os ha unido, os ha colmado
abundantemente con la riqueza de su amor, para vuestra felicidad.
Quisiera recoger aquí, en una breve síntesis, los temas
sobre los que habéis reflexionado, después de una intensa preparación
catequística de acuerdo con el Magisterio de la Iglesia, en las reuniones de
familias, en las diócesis, en las parroquias, en los movimientos y en las
asociaciones. Sin duda, ha sido una preparación estupenda, cuyos frutos traéis
hoy aquí, para provecho y alegría de todos.
La auténtica felicidad
2. La familia es patrimonio de la humanidad, porque a través
de ella, de acuerdo con el designio de Dios, se debe prolongar la presencia del
hombre sobre la tierra. En las familias cristianas, fundadas en el sacramento
del matrimonio, la fe nos hace ver de modo admirable el rostro de Cristo,
esplendor de la verdad, que colma de luz y alegría los hogares que viven de
acuerdo con el Evangelio.
Por desgracia, hoy se está difundiendo en el mundo un
engañoso mensaje de felicidad imposible e inconsistente, que conlleva sólo
desolación y amargura. La felicidad no se consigue por el camino de la libertad
sin la verdad, porque se trata del camino del egoísmo irresponsable, que divide
y corroe a la familia y a la sociedad.
¡No es verdad que los esposos, como si fueran esclavos
condenados a su propia fragilidad, no pueden permanecer fieles a su entrega
total, hasta la muerte! El Señor, que os llama a vivir en la unidad de «una
sola carne», unidad de cuerpo y alma, unidad de la vida entera, os da la fuerza
para una fidelidad que ennoblece y hace que vuestra unión no corra el peligro
de una traición que priva de la dignidad y de la felicidad e introduce en el
hogar división y amargura, cuyas principales víctimas son los hijos. La mejor
defensa del hogar está en la fidelidad, que es un don de Dios fiel y
misericordioso, en un amor redimido por él.
Defensa de la familia
3. Quisiera, una vez más, lanzar aquí un clamor de esperanza
y de liberación.
Familias de América Latina y del mundo entero, no os dejéis
seducir por ese mensaje de mentira que degrada a los pueblos, atenta contra sus
mejores tradiciones y valores, y hace caer sobre los hijos un cúmulo de
sufrimientos y de infelicidad. La causa de la familia dignifica al mundo y lo
libera en la auténtica verdad del ser humano, del misterio de la vida, don de
Dios, del hombre y la mujer, imágenes de Dios. Hay que luchar por esa causa
para asegurar vuestra felicidad y el futuro de la familia humana.
Desde aquí, en esta tarde, en que familias de todas las
partes del mundo estrechan sus manos, como en una inmensa corona de amor y de
fidelidad, lanzo esta invitación a cuantos trabajar en la edificación de una nueva
sociedad en la que reine la civilización del amor: defended, como don precioso
e insustituible, ¡don precioso e insustituible! vuestras familias; protegedlas
con leyes justas que combatan la miseria y el azote del desempleo y que, a la
vez, permitan a los padres que cumplan con su misión. ¿Cómo pueden los jóvenes
crear una familia si no tienen con qué mantenerla? La miseria destruye la
familia impide el acceso a la cultura y a la educación básica, corrompe las
costumbres, daña en su propia raíz la salud de los jóvenes y los adultos.
¡Ayudadlas! En esto se juega vuestro futuro.
Existen en la historia moderna numerosos fenómenos sociales
que nos invitan a hacer un examen de conciencia sobre la familia. En muchos
casos hay que reconocer con vergüenza que se han producido errores y desvaríos.
¿Cómo no denunciar aquellos comportamientos, motivados por el desenfreno y la
irresponsabilidad, que conducen a tratar a los seres humanos como a simples
cosas o instrumentos del placer pasajero y vacío? ¿Cómo no reaccionar ante la
falta de respeto, la pornografía y toda clase de explotación, de las que en
muchos casos los niños pagan el precio más caro?
Las sociedades que se despreocupan de la infancia son
inhumanas e irresponsables. Los hogares que no educan íntegramente a sus hijos,
que los abandonan, cometen una gravísima injusticia, de la que deberán rendir
cuentas ante el tribunal de Dios. Sé que no pocas familias, a veces, son
víctimas de situaciones que las superan. En esos casos, es preciso apelar a la
solidaridad de todos, porque los niños acaban sufriendo todas las formas de
pobreza: la de la miseria económica y, sobre todo de la miseria moral, que da
origen al fenómeno al que me referí en la Carta a las familias: Hay muchos
huérfanos de padres vivos (n. 14).
Como recordó el cardenal presidente del Consejo pontificio
para la familia, para servir de símbolo de una caridad efectiva y fruto del I
Encuentro mundial con las familias celebrado en Roma, se ha realizado en Ruanda
una «Ciudad de los niños», construida con la ayuda de muchas personas y de
algunas generosas instituciones; y se está construyendo otra en Salvador de
Bahía, en los mismos barrios pantanosos que visité y donde dirigí un
llamamiento a la esperanza y a la promoción humana, durante mi primera visita
apostólica a Brasil, en julio de 1980. Este esfuerzo conlleva un mensaje y una
invitación que dirijo a toda la humanidad, mediante vosotras, familias del
mundo entero: acoged a vuestros hijos con amor responsable; defendedlos como un
don de Dios, desde el instante en que son concebidos, en que la vida humana
nace en el seno de la madre; que el crimen abominable del aborto, vergüenza de
la humanidad, no condene a los niños concebidos a la más injusta de las
ejecuciones: la de los seres humanos más inocentes. ¡Cuántas veces escuchamos
de labios de la madre Teresa de Calcula esta proclamación del inestimable valor
de la vida desde su concepción en el seno materno y contra cualquier acto de
supresión de la vida! La escuchamos todos durante el Acto de testimonio en el I
Encuentro mundial celebrado en Roma. La muerte ha hecho enmudecer esos labios,
pero el mensaje de la madre Teresa en favor de la vida sigue más vibrante y
convincente que nunca.
El porvenir de la humanidad
4. En este estadio, que, gracias al juego de luces, parece
convertido en vidrieras de una inmensa catedral, la celebración de hoy quiere
impulsar a todos a un compromiso grande y noble, sobre el que invocamos la
ayuda de Dios todopoderoso:
Por las familias, para que unidas en el amor de Cristo,
organizadas pastoralmente, presentes activamente en la sociedad, comprometidas
en su misión de humanización, liberación, construcción de un mundo de acuerdo
con el corazón de Cristo, sean realmente la esperanza de la humanidad.
Por los hijos, para que crezcan como Jesús en el hogar de
Nazaret. En el seno de las madres duerme la semilla de la nueva humanidad. En
el rostro de los niños resplandece el futuro, el futuro milenio, el porvenir
que está en las manos de Dios.
Por los jóvenes, para que se esfuercen con gran entusiasmo
por preparar su familia de mañana, educándose a sí mismos en el amor verdadero,
que es apertura a los demás, capacidad de escuchar y responder, compromiso de
entrega generosa, incluso a costa del sacrificio personal, y disponibilidad a
la comprensión recíproca y al perdón.
Ayer, hablando en Río Centro, di gracias a Río de Janeiro
porque me dio una gran inspiración. Aquí hay una arquitectura divina y una
arquitectura humana que se complementan admirablemente. Esto me ha dado una inspiración:
armonizar admirablemente las familias, los matrimonios en el plano divino y en
el plano humano. Las arquitecturas divina y humana se complementan son justas y
necesarias estas dos palabras: amor y responsabilidad. Llegué ya a esta
conclusión hace cincuenta años: amor y responsabilidad. Se trata de un
verdadero principio para armonizar las arquitecturas, divina y humana, del
matrimonio y de la familia.
Testigos de Cristo
5. Familias del mundo entero, deseo concluir renovando un
llamamiento: Sed testigos vivos de Cristo que es «el camino, la verdad y la
vida» (cf. Carta a las familias, 23). Dejad que vuestro corazón acoja los
frutos del Congreso teológico-pastoral que acaba de concluir. Y que la gracia y
la paz de Dios, nuestro Padre, y de nuestro Señor Jesucristo estén con todos
vosotros (cf. 2 Co 1, 2).
María, Reina de la familia, Sede de la sabiduría, esclava
del Señor, ¡ruega por nosotros! ¡Ruega por nosotros, ruega por los jóvenes,
ruega por las familias!
Amén.
Joannes
Paulus pp.
II