Empresarios cristianos: Desafíos de la empresa a 200 años de la independencia de Hispanoamérica
Un grupo de obispos, empresarios, sacerdotes y laicos, convocados por el
Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano
(CELAM) y por la Unión Internacional Cristiana de Dirigentes de Empresa
(UNIAPAC) iberoamericana, se reunieron en Cochabamba (Bolivia), del 17 al 18
de junio.
El objetivo era estudiar los desafíos de la empresa a 200 años de la
independencia de Hispanoamérica. Los asistentes al encuentro procedían de
México, República Dominicana, Haití, Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú,
Brasil, Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, informa el CELAM. El 18 de
junio dieron a conocer la Declaración de Cochabamba, en la que hacen una
serie de propuestas.
Durante estos días han orado, reflexionado y discernido juntos en clima de
fraternidad. La convivencia, afirman los asistentes, «ha sido sencilla,
franca y alegre; nuestros diálogos fueron respetuosos y sinceros. Nuestra
búsqueda común —de pastores y empresarios— consistió en identificar algunos
desafíos de la empresa a 200 años de la independencia de Hispanoamérica».
Para efectuar su búsqueda eligieron como guía y punto de referencia la
encíclica Caritas in Veritate del Papa Benedicto XVI.
En relación a la celebración del bicentenario de la independencia, los
asistentes se centraron en temas como la libertad, la justicia, la verdad y
la fraternidad. Afirman que la celebración de la independencia en los países
americanos «es una oportunidad para que, desde la memoria que tenemos de
nuestro pasado y la visión de su actual coyuntura cultural —política,
religiosa y socioeconómica—, analicemos los desafíos que prevemos deberá
afrontar la empresa en los tiempos que se avecinan».
Respecto al tema de la globalización, afirman: «Vivimos en el contexto de
una sociedad globalizada. En ella se manifiesta una creciente
interdependencia que, a su vez, implica la intradependencia, es decir, la
interacción entre los actores sociales hacia una vida digna sostenible».
«Ello implica —añaden— abrir mercados y acceder a ellos en condiciones
equitativas, con justas regulaciones, frente al proteccionismo que prevalece
de los países industrializados».
Los asistentes afirman que se precisa «una economía de mercado solidaria,
que incorpore a toda la persona y a todas las personas. Es necesario mostrar
y hacer patente cómo la riqueza privada redunda, mediante su justo aporte,
en el bien común, sobre todo en beneficio de los más empobrecidos y
excluidos».
Ser empresario cristiano en estos tiempos, según los firmantes de la
Declaración, «tiene un profundo significado humano; es un proyecto de vida
que adquiere su sentido de la fe, la esperanza y la caridad. Compromete a
vivir con autenticidad el sacerdocio bautismal».
«Sus convicciones son, entre otras, que el hombre no será humano si no es
hermano; que el capital humano es el primer capital; que la empresa es
sociedad de capitales y, sobre todo, una sociedad de personas».
Los firmantes enumeran una serie de desafíos a los que se enfrenta la
empresa americana:
1. «Promover y desarrollar en la empresa el sentido ético y el compromiso
social, logrando una empresa más cercana a los trabajadores y a la
comunidad. La empresa exitosa es una oportunidad para todos, fomenta
fraternidad en la forma en que orienta sus negocios, y practica valores que
van más allá que lo económico, pudiendo ser un espacio de libertad y
participación».
2. «Fomentar el encuentro y la comunión entre empresarios, con el Estado y
la sociedad civil. Consecuentemente, que influyan más en las políticas
públicas para fomentar y salvaguardar la libertad, la justicia, la
solidaridad y el bien común, pues dichas políticas públicas favorecen o
perjudican el desarrollo de nuestros pueblos».
3. «Propiciar espacios de diálogo plural para lograr acuerdos sobre lo
fundamental».
4. «Trabajar a favor de la verdad y de la transparencia en las empresas, en
los Estados y en las organizaciones no gubernamentales».
5. «Lograr una economía en la que se evidencie que la dimensión del don y
gratuidad integran y trascienden la lógica de la compraventa. Ello implica:
emprender con imaginación y talante innovador; urgir al cuidado de la
creación, del ser humano y de sus comunidades y, finalmente, de las futuras
generaciones».
6. «Defender los derechos fundamentales del hombre, particularmente el
derecho a la vida, a la salud, a la educación y al trabajo. Defender,
también, la tierra, el agua y el aire como dones de la creación que
pertenecen a todos los hombres, incluyendo las generaciones futuras».
7. «Afrontar y superar con entereza y fortaleza las situaciones de
injusticia, asegurando la vida digna de las comunidades, mediante economías
sanas y solidarias, favoreciendo una economía de la caridad y la caridad en
la economía».
8. «Vivir el quehacer empresarial desde la consagración bautismal y su
espiritualidad, gestionando la empresa —lugar donde vive su misión de
discípulo de Jesús— de acuerdo con los valores evangélicos y su vocación
laical».
9. «Incentivar —frente al cambio de época que experimentamos— espacios y
escuelas de formación para comprender los nuevos paradigmas con los cuales
el emprendedor se enfrenta, y generar nuevos liderazgos».
10. «Acompañar pastoralmente, a nivel diocesano, a los empresarios,
trabajadores y líderes sociales en su vivencia del seguimiento de Jesús.
Promover el compromiso de los laicos, constructores de una sociedad justa,
fraterna, solidaria con dignas relaciones sociales y con la naturaleza.
Impulsar, para lograrlo, el conocimiento y la difusión de la doctrina social
de la Iglesia».
Si estos desafíos logran ser superados, estaremos frente a un Iglesia mejor
preparada para ser sal de la tierra, en un mundo cada vez más deshumanizado.