Claves de la convivencia ciudadana a partir de la vida familiar (Papa Francisco)
08-07-2014. Quito. Encuentro con la sociedad civil en la iglesia de San
Francisco. El Pontífice propone algunas claves de la convivencia ciudadana a
partir de la vida familiar
A continuación publicamos las palabras del Santo Padre:
"Queridos amigos, buenas tardes:
Perdonen si me pongo de costado, pero necesito la luz sobre el papel. No veo
bien.
Me alegra poder estar con ustedes, hombres y mujeres que representan y
dinamizan la vida social, política y económica del País.
Justo antes de entrar en la Iglesia, el Señor Alcalde me ha entregado las
llaves de la ciudad. Así puedo decir que aquí, en San Francisco de Quito,
soy de casa. Ese símbolo, que es muestra de confianza y cariño, al abrirme
las puertas, me permite presentarles algunas claves de la convivencia
ciudadana a partir de este ser de casa, es decir, a partir de experiencia de
la vida familiar.
Nuestra sociedad gana cuando cada persona, cada grupo social, se siente
verdaderamente de casa. En una familia, los padres, los abuelos, los hijos
son de casa; ninguno está excluido. Si uno tiene una dificultad, incluso
grave, aunque se la haya buscado él, los demás acuden en su ayuda, lo
apoyan; su dolor es de todos. Me viene a la mente la imagen de esas madres,
esposas. Las he visto en Buenos Aires haciendo colas los días de visita para
entrar en la cárcel. Para ver a su hijo o a su esposo que no se portó bien,
por decirlo en un lenguaje sencillo. Pero no los dejan, porque siguen siendo
de casa. Como nos enseñan esas mujeres. En la sociedad, ¿no debería suceder
también lo mismo? Y, sin embargo, nuestras relaciones sociales o el juego
político, en el sentido más amplio de la palabra, no olvidemos que la
política --decía el beato Pablo VI-- es una de las formas más altas de la
caridad, muchas veces este actuar nuestro se basa en la confrontación, que
produce el descarte. Mi posición, mi idea, mi proyecto se consolidan si soy
capaz de vencer al otro, de imponerme, de descartarlo. Y así vamos
construyendo una cultura del descarte que hoy día ha tomado dimensiones
mundiales, de amplitud. ¿Eso es ser familia? En las familias, todos
contribuyen al proyecto común, todos trabajan por el bien común, pero sin
anular al individuo; al contrario, lo sostienen, lo promueven. Se pelean.
Pero hay algo que no se mueve. Ese lazo familiar. Las peleas de familia, son
reconciliaciones después. Las alegrías y las penas de cada uno son asumidas
por todos. ¡Eso sí es ser familia! Si pudiéramos lograr poder ver al
oponente político, o al vecino de casa, con los mismos ojos que a los hijos,
esposas, esposos, padres o madres, que bueno sería. ¿Amamos nuestra sociedad
o sigue siendo algo lejano, algo anónimo, que no nos involucra, no nos mete,
no nos compromete? ¿Amamos nuestro país, la comunidad que estamos intentado
construir? ¿La amamos solo en los conceptos disertados, en el mundo de las
ideas? San Ignacio, permítanme el aviso publicitario, san Ignacio nos decía
en los Ejercicios que el amor se muestra más en las obras que en las
palabras. ¡Amémosla a la sociedad en las obras más que en las palabras! En
cada persona, en lo concreto, en la vida que compartimos. Y además nos decía
que el amor siempre se comunica, tiende a la comunicación, nunca al
aislamiento. Dos criterios que nos pueden ayudar a mirar la sociedad con
otros ojos. No solo a mirarla, a sentirla, a pensarla, a atocarla, a
amasarla.
A partir de este afecto, irán surgiendo gestos sencillos que refuercen los
vínculos personales. En varias ocasiones me he referido a la importancia de
la familia como célula de la sociedad. En el ámbito familiar, las personas
reciben los valores fundamentales del amor, la fraternidad y el respeto
mutuo, que se traducen en valores sociales esenciales, y son: la gratuidad,
la solidaridad y la subsidiariedad. Entonces, partiendo de este ser de casa,
mirando la familia, pensemos en la sociedad a través de estos valores
sociales que mamamos en casa, en la familia: la gratuidad, la solidaridad y
la subsidiariedad.
La gratuidad. Para los padres, todos sus hijos, aunque cada uno tenga su
propia índole, son igual de queribles. En cambio, el niño cuando se niega a
compartir lo que recibe gratuitamente de ellos, de los padres, rompe esta
relación, o entra en crisis, fenómeno más común. Las primeras reacciones,
que a veces suelen ser anteriores a la autoconciencia de la madre, cuando la
madre está embarazada, el chico empieza con actitudes raras, empieza a
querer romper porque su psiquis le prende el semáforo rojo: Cuidado que hay
competencia, cuidado que ya no sos el único. Curioso. El amor de los padres
lo ayuda a salir de su egoísmo para que aprenda a convivir con (el que viene
y con los demás, que aprenda a ceder, para abrirse al otro. Me gusta
preguntarle a los chicos: 'Si tenés dos caramelos y viene un amigo, ¿qué
hacés?' Generalmente me dicen: 'Le doy uno'. 'Y si tenés un caramelo y viene
tu amigo, ¿qué haces?' Hay duda y van desde 'se lo doy', 'lo partimos' al
'me lo meto en el bolsillo'. Ese chico que aprende a abrirse al otro, en el
ámbito social esto supone asumir que la gratuidad no es complemento, no es
complemento sino requisito necesario para la justicia. La gratuidad es
requisito necesario para la justicia. Lo que somos y tenemos nos ha sido
confiado para ponerlo al servicio de los demás -gratis lo recibimos, gratis
lo damos- nuestra tarea consiste en que fructifique en obras de bien. Los
bienes están destinados a todos, y aunque uno ostente su propiedad, que es
lícito, pesa sobre ellos una hipoteca social. Siempre. Se supera así el
concepto económico de justicia, basado en el principio de compraventa, con
el concepto de justicia social, que defiende el derecho fundamental de la
persona a una vida digna. Y siguiendo con la justicia. La explotación de los
recursos naturales, tan abundantes en el Ecuador, no debe buscar el
beneficio inmediato. Ser administradores de esta riqueza que hemos recibido
nos compromete con la sociedad en su conjunto y con las futuras
generaciones, a las que no podremos legar este patrimonio sin un adecuado
cuidado del medioambiente, sin una conciencia de gratuidad que brota de la
contemplación del mundo creado. Nos acompañan aquí hoy, hermanos de pueblos
originarios provenientes de la amazonia ecuatoriana, esa zona es de las “más
ricas en variedad de especies, en especies endémicas, poco frecuentes o con
menor grado de protección efectiva... Requiere un cuidado particular por su
enorme importancia para el ecosistema mundial (pues tiene) una biodiversidad
con una enorme complejidad, casi imposible de reconocer integralmente, pero
cuando es quemada, cuando es arrasada para desarrollar cultivos, en pocos
años se pierden innumerables especies, cuando no se convierten en áridos
desiertos (cfr.LS 37-38). Y ahí Ecuador – junto a otros países con franjas
amazónicas – tiene una oportunidad para ejercer la pedagogía de una ecología
integral. ¡Nosotros hemos recibido como herencia de nuestros padres el
mundo, pero también recordemos que lo hemos recibido como un préstamo de
nuestros hijos y de las generaciones futuras a las cuales lo tenemos que
devolver y mejorar! Y esto es gratuidad.
De la fraternidad vivida en la familia, nace ese segundo valor, la
solidaridad en la sociedad, que no consiste únicamente en dar al necesitado,
sino en ser responsables los unos de los otros. Si vemos en el otro a un
hermano, nadie puede quedar excluido, nadie puede quedar apartado.
El Ecuador, como muchos pueblos latinoamericanos, experimenta hoy profundos
cambios sociales y culturales, nuevos retos que requieren la participación
de todos los actores sociales. La migración, la concentración urbana, el
consumismo, la crisis de la familia, la falta de trabajo, las bolsas de
pobreza producen incertidumbre y tensiones que constituyen una amenaza a la
convivencia social. Las normas y las leyes, así como los proyectos de la
comunidad civil, han de procurar la inclusión, abrir espacios de diálogo,
espacios de encuentro y así dejar en el doloroso recuerdo cualquier tipo de
represión, el control desmedido y la merma de libertades. La esperanza de un
futuro mejor pasa por ofrecer oportunidades reales a los ciudadanos,
especialmente a los jóvenes, creando empleo, con un crecimiento económico
que llegue a todos, y no se quede en las estadísticas macroeconómicas, crear
un desarrollo sostenible que genere un tejido social firme y bien
cohesionado. Si no hay solidaridad, esto es imposible. Me refería a los
jóvenes y me referí a la falta de trabajo. Mundialmente es alarmante. Países
europeos que estaban en primera línea hace décadas, hoy están sufriendo y la
población juvenil, de 25 años hacia abajo, un 40, un 50 por ciento de
desocupación. Si no hay solidaridad, eso no se soluciona. Le decía a los
salesianos, ustedes que Don Bosco los crió para educar, hoy educación de
emergencia para esos jóvenes que no tienen trabajo. ¿Por qué emergencia?
Para prepararlos a pequeños trabajos que le otorguen la dignidad de poder
llevar el pan a casa. Estos jóvenes desocupados, que son los que llamamos
'ni, ni', ni estudian ni trabajan, ¿qué horizonte les queda?: las
adicciones, la tristeza, la depresión, el suicidio, no se publican
integramente las estadísticas de suicidio juvenil, o enrolarse en proyectos
de locura social que al menos representen una idea. Hoy se nos pide cuidar
de manera especial, con solidaridad, este tercer sector de exclusión de la
cultura del descarte. Primero son los chicos, porque o no se los quiere en
países desarrollados que tienen natalidad casi cero por ciento. O no se los
quiere o se los asesinan antes de que nazcan. Después los ancianos, que se
los abandona y se los va dejando y se olvidan que son la sabiduría y la
memoria de su pueblo y se los descarta. Ahora le tocó el turno a los
jóvenes. ¿A quién le queda lugar? A los servidores del egoísmo, del dios
dinero que está al centro de un sistema que nos aplasta a todos.
Por último, el respeto del otro que se aprende en la familia se traduce en
el ámbito social en la subsidiariedad. Decíamos: gratuidad, solidaridad,
subsidiariedad. Asumir que nuestra opción no es necesariamente la única
legítima es un sano ejercicio de humildad. Al reconocer lo bueno que hay en
los demás, incluso con sus limitaciones, vemos la riqueza que entraña la
diversidad y el valor de la complementariedad. Los hombres, los grupos
tienen derecho a recorrer su camino, aunque esto a veces suponga cometer
errores. En el respeto de la libertad, la sociedad civil está llamada a
promover a cada persona y agente social para que pueda asumir su propio
papel y contribuir desde su especificidad al bien común. El diálogo es
necesario, es fundamental para llegar a la verdad, que no puede ser
impuesta, sino buscada con sinceridad y espíritu crítico. En una democracia
participativa, cada una de las fuerzas sociales, los grupos indígenas, los
afroecuatorianos, las mujeres, las agrupaciones ciudadanas y cuantos
trabajan por la comunidad en los servicios públicos son protagonistas, son
protagonistas imprescindibles en ese diálogo. No son espectadores. Las
paredes, patios y claustros de este lugar lo dicen con mayor elocuencia:
asentado sobre elementos de la cultura incaica y caranqui, la belleza de sus
proporciones y formas, el arrojo de sus diferentes estilos combinados de
modo notable, las obras de arte que reciben el nombre de “escuela quiteña”,
condensan un extenso diálogo, con aciertos y errores, de la historia
ecuatoriana. El hoy está lleno de belleza, y si bien es cierto que en el
pasado ha habido torpezas y atropellos --¡cómo negarlo! Incluso en nuestras
historias personales, cómo negarlo-- podemos afirmar que la amalgama irradia
tanta exuberancia que nos permite mirar el futuro con mucha esperanza.
También la Iglesia quiere colaborar en la búsqueda del bien común, desde sus
actividades sociales, educativas, promoviendo los valores éticos y
espirituales, siendo un signo profético que lleve un rayo de luz y esperanza
a todos, especialmente a los más necesitados. Muchos me preguntarán: 'Padre,
¿por qué habla tanto de los necesitados, de las personas necesitadas, de las
personas excluidas, de las personas al margen del camino?' Simplemente,
porque esta realidad y la respuesta a esta realidad está en el corazón del
Evangelio. Y precisamente, porque la actitud que tomemos frente a esta
realidad está inscrita en el protocolo sobre el cual seremos juzgados en
Mateo 25.
Muchas gracias por estar aquí, por escucharme, les pido por favor, que
lleven mis palabras de aliento a los grupos que ustedes representan en las
diversas esferas sociales. Que el Señor conceda a la sociedad civil que
ustedes representan ser siempre ese ámbito adecuado donde se viva en casa,
donde se vivan estos valores de la gratuidad, de la solidaridad y de la
subsidiariedad. Muchas gracias".