El Compendio de la Doctrina social de la Iglesia dentro del contexto social y eclesial de América
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MÉXICO, D.F.,
21 de noviembre de 2005.
Sr. Cardenal Marc Ouellet
“La Iglesia, ya a las puertas del tercer milenio cristiano y en unos tiempos
en que han caído muchas barreras y fronteras ideológicas, siente como un
deber ineludible unir espiritualmente aún más a todos los pueblos que forman
este gran Continente y, a la vez, desde la misión religiosa que le es
propia, impulsar un espíritu solidario entre todos ellos..."
Este pasaje del discurso de Juan Pablo II durante la inauguración de la 4a.
Conferencia general del episcopado latinoamericano en Santo Domingo, expresa
bien el sentido del evento que nos convoca en México, al rededor del
Compendio de la doctrina social de la Iglesia2. Dentro de su diálogo con el
mundo contemporáneo, a cuarenta anos del Concilio Vaticano segundo, la
Iglesia Católica siente más que nunca la urgencia de la unidad y de la
solidaridad. Desde los Sínodos continentales, incluido aquel que en 1997,
tuvo por objeto a la América, la Iglesia Católica toma aún más conciencia de
su deber de aportar al mundo el evangelio de Cristo así como de enseñar
"...un humanismo integral y solidario, que pueda animar un nuevo orden
social, económico y político, fundado sobre la dignidad y la libertad de
toda persona humana, que se actúa en la paz, la justicia y la solidaridad"
(C 19).
La publicación de Compendio de la doctrina social de la Iglesia es una etapa
importante para la difusión de este humanismo integral con fundamento en
Cristo. Este Compendio facilita el acceso a una doctrina ampliamente
meditada en relación con sus fundamentos y profundamente actual gracias a
las respuestas que ofrece a los retos que impone la situación vigente de la
humanidad en proceso acelerado de globalización.
Este Compendio no aporta nuevos elementos dentro de la enseñanza social de
la Iglesia, la cual se ha enriquecido progresivamente a partir de la
publicación de la encíclica Rerum Novarum en 1891. Sin embargo, al presentar
los diversos aspectos de esta enseñanza de una manera sistemática, el
Compendio nos conduce necesariamente a una comprensión más profunda de la
lógica interna y de la importancia de la misma.
En efecto, los diversos textos donde la enseñanza social de la Iglesia
Católica ha sido expresada han sido redactados para aclarar algunas
situaciones precisas y algunas circunstancias particulares y por ello, no
siempre ofrecían la posibilidad de exponer los fundamentos de las decisiones
del Magisterio. El Compendio ofrece una visión de conjunto sintética que
permite comprender mejor y profundizar dichos fundamentos.
América atraviesa actualmente una coyuntura favorable para la recepción de
la enseñaza social de la Iglesia, así como para su promoción en todo el
planeta, a pesar de la influencia dominante del sistema conocido como el
"neo liberalismo" (EA 56). Pensemos por un solo momento en la concentración
excepcional de la población católica en su territorio, en su liderazgo
mundial en el plano económico y político, en la caída ideológica del
comunismo y en las nuevas posibilidades de desarrollo de una dinámica mas
constructiva y solidaria entre el Norte y el Sur del continente.
Pero el aprovechar este «momentum» como es debido, dependerá de la manera de
afrontar los desafíos actuales que el Compendio enumera: "El primero de
estos desafíos, es el de la verdad misma de ser-hombre. El límite y la
relación entre naturaleza, técnica y moral son cuestiones que interpelan
fuertemente la responsabilidad personal y colectiva en relación a los
comportamientos que se deben adoptar respecto a lo que el hombre es, a lo
que puede hacer y lo que debe ser. Un segundo desafío es el que presenta la
comprensión y la gestión del pluralismo y de las diferencias en todos los
ámbitos: de pensamiento, de opción moral, de cultura, de adhesión religiosa,
de filosofía del desarrollo humano y social.. El tercer desafío es la
globalización, que tiene un significado más amplio y más profundo que
simplemente económico, porque la historia se ha abierto una nueva época, que
atañe al destino de la humanidad"(C 16).
Creemos que América es capaz de afrontar esos desafíos si decide acoger con
mayor profundidad la novedad permanente de la revelación cristiana con sus
implicaciones sociales y si decide aprender, con la ayuda de la Iglesia, a
orientar su dinámica social interna y su influencia planetaria en función de
una globalización de la solidaridad (EA 55). El Compendio puede ayudar en
tal empresa, como un útil de referencia dentro de las instituciones de
formación cristiana y apostólica. Ofrecemos aquí muy brevemente algunos
elementos esenciales de su contenido, seguidos de indicaciones sociológicas
sumarias que delimitan el marco y la urgencia de su recepción de cara a la
nueva evangelización en América.
l. Visión sintética de algunos elementos esenciales del Compendio
A. El fundamento trinitario
El Compendio inicia su primer capítulo con una exposición sintética del
Designio del amor de Dios por la humanidad, que reposa sobre la revelación
del amor trinitario en Jesucristo: "El amor gratuito de Dios por la
humanidad se revela, ante todo, como amor originario del Pare de quien todo
proviene; como comunicación gratuita que el Hijo hace de este amor,
volviéndose a entregar al Padre y entregándose a los hombres"(cf. Rm 5,5) (C
31).
"Por las palabras, las obras, y de manera plena y definitiva, por su muerte
y su resurrección5, Jesucristo revela a la humanidad que Dios es Padre y que
nosotros estamos llamados por la gracia a convertirnos en sus hijos en el
Espíritu (Rm 8, 15; Ga 4, 6), en consecuencia, hermanos y hermanas entre
nosotros. Esta es la razón por la cual la Iglesia cree firmemente que "la
clave, el centro y el fin de toda historia humana se encuentra en su Señor y
Maestro".
Pero se debe agregar que en sus relaciones con los humanos, Dios ha escogido
libremente vividas por amor bajo el signo de la vulnerabilidad, por medio de
la encarnación y la crucifixión de Jesús quien "siendo rico se hizo pobre
por causa de ustedes" (II Cor 8,9). El Padre y el Espíritu Santo están
involucrados en la muerte del Hijo, esta muerte es el signo del compromiso
de las tres personas divinas que se solidarizan con la vulnerabilidad, el
sufrimiento y la pobreza de los seres humanos. El llamado del Papa Juan
Pablo II al comienzo del tercer milenio, a «recomenzar desde Cristo», toma
aquí plena importancia y significa una nuevo modo de arraigarse en el
misterio del Amor trinitario. La Eucaristía pertenece esencialmente a este
nuevo comienzo desde Cristo. Hay que reconocer la pobreza del Compendio a
este respecto y la necesidad de completarlo eventualmente. Basta una ojeada
al índice para darse cuenta.
Cada una de nuestras celebraciones eucarísticas nos une al misterio
trinitario de amor de Dios que se nos entrega y que nos compromete a hacer
de nosotros mismos los artesanos de la paz y de la comunión. El último
sínodo de Obispos lo ha reafirmado con ahínco y el próximo Congreso
eucarístico internacional que será celebrado en Québec en 2008 tendrá
justamente como «La Eucaristía, don de Dios para la vida del mundo ». Este
don eucarístico del amor trinitario nos incita y nos habilita para acoger
este Don de Dios y para convertimos su imagen y semejanza, en don de amor de
los unos por los otros.
B) La dimensión antropológica: devenir hijos e hijas de Dios en la verdad
del amor" EI mandamiento del amor mutuo, que constituye la ley de vida del
pueblo de Dios, debe inspirar, purificar y elevar todas las relaciones
humanas dentro de la vida social y política: "Humanidad significa llamado a
la comunicación interpersonal", porque la imagen y semejanza de Dios trino
son la raíz de "todo el ethos humano... cuyo vértice es el mandamiento del
amor.
El Compendio sitúa así toda la doctrina social de la Iglesia y el modelo de
la unidad que ella propone a la humanidad a la luz de aquello que se podría
llamar la antropología trinitaria: "El moderno fenómeno cultural, social,
económico y político de la interdependencia, que intensifica y hace
particularmente evidentes los vínculos que unen la familia humana, pone de
relieve una vez más, a la luz de la Revelación, "un nuevo modelo de unidad
del género humano, en el cual debe inspirarse en última instancia la
solidaridad. Este supremo modelo de unidad, reflejo de la vida intima de
Dios, Uno en tres personas, es 10 que los cristianos expresamos con la
palabracomunión. (C 33).
Toda la reflexión subsiguiente acerca de la persona humana « imago Dei» (C
108-123), acerca de sus múltiples perfiles (C 124-151) y acerca de sus
derechos inalienables (C 152-159) remite a la fuente ultima de
esta"comunión". Igualmente, el primer capítulo de la segunda parte, muy
extenso, sobre la familia como célula vital de la sociedad (C 209-254). Sin
embargo, hubiera podido estar más explícitamente unido a la antropología
trinitaria de Juan Pablo II, en particular a la luz de Familiaris Consortio,
de Mulieris Dignitatem et de la Carta a las Familia. A pesar de ello, esta
sección responde bien a la confusión ética y a la crisis antropológica que
se manifiestan en el crecimiento de la homosexualidad y en las nuevas
legislaciones sobre el matrimonio (C 215-245).
En fin, en esta antropología de la comunión se encuentra el fundamento más
profundo de la opción preferencial por los pobres (C 164-184) que no es
"facultativa", sino más bien parte integrante de nuestra identidad
cristiana. Esta opción adquiere una importancia capital en una América en la
cual los pobres se cuentan aún en centenas de millones. Es solamente el
recordar en la fe cual Dios nos ha creado y cual la vida que Él nos ha
ofrecido, que nos puede ayudar a promover una solidaridad verdadera entre el
Norte y el Sur del continente (C370 - 374).
Además, como lo subraya el Compendio en el número 52, f citando la Epístola
a los Galatas (3,8) así como Gaudium et Spes (11) y Octagesima Adveniens
(37)J la redención de Cristo se desarrolla y realiza progresivamente a
través de la historia y viene a rescatar no solamente cada persona
individual sino también las relaciones sociales entre los seres humanos. Es
imposible amar al prójimo y perseverar en esta vía sin la firme decisión de
trabajar por el bien de todos y de cada uno, porque nosotros somos
responsables los unos de los otros (C 43). La búsqueda de rendimientos
económicos y la sed de poder son dos de los obstáculos los más frecuentes
para este compromiso por el bien común (C 115-119).
Concluimos este aparte subrayando el nexo entre la promoción humana y la
evangelización, siguiendo al papa Pablo VI en su encíclica Evangelii
nuntiandi (29 et 31): al predicar su enseñanza social, la Iglesia cumple una
parte de su misión de evangelización, ya que el anuncio del Evangelio busca
no solamente convertir el corazón de los individuos sino también transformar
las relaciones entre los seres humanos y entre los pueblos (C 66).
Si en todos nuestros países de América nosotros estamos confrontados, por
diversas razones, a una nueva evangelización, esta evangelización no podrá
prescindir de un compromiso resuelto por la justicia social y por la
solidaridad entre los pueblos. Permítanos subrayar de paso que los
misioneros de mi país, Canadá, quienes comparten la vida de los pueblos de
América Central y de América del Sur, han ligado siempre estrechamente la
predicación del Evangelio y el soporte del desarrollo social. Me atrevo a
añadir que los misioneros del Sur, cada vez mas numerosos, que van hacia el
Norte, llevan igualmente consigo una conciencia social inseparable de la
evangelización.
C. Los cuatro principios básicos de la enseñanza social de la Iglesia
A partir de esta visión extensa y profunda de Dios y de la vida de amor que
él nos entrega y comparte, el Compendio recuerda como la enseñanza social de
la Iglesia se articula sobre cuatro principios básicos que precisan ser
enunciados:
1) La dignidad indestructible de la persona humana, de toda persona, de todo
pueblo. La persona es siempre un fin y no un medio que se pueda manipular (C
124ss) por razones económicas o políticas. Esta dignidad es la misma para
todos los individuos y para todos los pueblos.
2) El deber de las personas y de los gobernantes es el de buscar el bien
común. Este bien común implica que se reconoce el destino universal de todos
los bienes de la tierra. Ciertamente cada persona tiene derecho a la
propiedad privada de esos bienes, pero a esta propiedad viene atada, según
la expresión de Juan Pablo Il, una "hipoteca social" (Sollicitudo rei
socialis, 42). Nosotros no podemos replegamos sobre la posesión tranquila de
nuestras riquezas olvidando los hermanos y hermanas que nos rodean y que no
tienen lo necesario para vivir una vida plenamente humana(C 164-184).
3) El principio de subsidiaridad que exige que el Estado no debe restringir
la formación de grupos y de asociaciones que constituyen la sociedad civil,
sino que por el contrario, debe favorecer su existencia y las
responsabilidades que les son propias(C 185-189). Este principio supone una
actitud positiva de ayuda y respeto de parte del Estado; no sustituye los
grupos y organismos de la sociedad civil aun cuando debe ejercer cierta
función de suplencia (C 187-188).
4) El principio de solidaridad como virtud propia de la vida social, que se
ha convertido en algo esencial por la interdependencia de los individuos y
de los pueblos. Esta virtud de la vida social ha. sido llamada con diversos
nombres por los papas a través de la historia y fue finalmente consagrada
con el término "solidaridad", al que Juan Pablo II otorgó títulos de nobleza
(C 192-196).
II. El contexto social de América, lugar en el cual estamos convocados a
poner en práctica estas enseñanzas.
Es preciso recordar que el papa Juan Pablo II tomó una opción razonada al
convocar un sínodo de obispos de toda la América y al escribir una
exhortación apostólica que utiliza la palabra "América" en singular. Citamos
a continuación: «...la elección de utilizar la palabra en singular deseaba
expresar no solamente la unidad ya existente bajo ciertos aspectos sino
también el nexo más estrecho al cual aspiran los pueblos del continente y
que la Iglesia quiere fortalecer dentro del marco de su misión, lo cual
tiende a promover la comunión de todos en el Señor» (EA 5). América es ahora
el continente que cuenta con el mas alto número de bautizados católicos y
ese número debería continuar aumentando rápidamente. Existe en consecuencia
un llamado particular y la responsabilidad de poner en práctica, sobre
nuestro propio territorio, el Evangelio del amor y de la solidaridad al cual
nosotros nos adherimos.
De hecho, en el plano sociológico, se tiene aún la tentación de hablar
siempre de "las Américas". Se ve en la manera diversa como se divide a la
América de un autor a otro. Canadá y Estados Unidos versus América Latina en
algunos. América del Norte versus América Central y versus América del Sur
en otros.
Es innegable que los diferentes tratados comerciales y de libre comercio
contribuyen a una integración de intercambios económicos que tiene
repercusiones sociales y culturales. Acuerdo de Libre Comercio Norte
Americano (TLCN), la Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en
negociación, MERCO SUR y otros... Globalmente, estos tratados han estimulado
los intercambios comerciales y aumentado la prosperidad económica de los
países miembros.
Sin embargo, los lazos "que la Iglesia quiere fortalecer" son mucho más
profundos que los económicos. Ellos se refieren más que todo a la ayuda
mutua y a la solidaridad.
De hecho, es un verdadero desafío que el papa propone a los dos países ricos
del norte, siempre tentados a replegarse sobre su confort o a preocuparse
solamente de sus propios problemas sociales, bien reales pero relativos si
se considera el conjunto del continente. El desastre reciente de la Nueva
Orleans ha mostrado de manera cruda que la pobreza existe aún en los Estados
Unidos; aquella de Canadá, menos visible, es así mismo real. Sin embargo, la
lucha contra la pobreza interna no debería distraer a estos dos países de su
deber de solidaridad con los países vecinos.
Para aclarar mejor las exigencias de esta solidaridad, resaltamos los datos
siguientes:
El crecimiento demográfico continúa siendo más intenso en América Latina
(1.41 por año de 2000 a 2005, con una proyección de 1.25% de 2005 a 2006)
que en Canadá y en los Estados Unidos (1 % de 2000 a 2005, con una
proyección de 0.94% de 2005 a 2010). No es sorprendente entonces que el
30.9% de la población de América Latina tenga menos de 15 años, mientras que
el porcentaje es de 21.2% en Canadá y en los Estados Unidos.
La presión demográfica continua entonces siendo aguda en los países del sur,
acompañada de una migración continua hacia las grandes ciudades, aquello que
produce las metrópolis entre las más pobladas del mundo (Sao Pablo, Río e
Janeiro, México, Lima, Bogotá) en las cuales dicho crecimiento demográfico
no estaba planeado (EA 21). En estas ciudades los barrios pobres son
inmensos.
El decenio 1990 - 2000 ha visto el fin de muchos regímenes autoritarios en
América Latina. Por ello, una democracia formal se ha ya instalado en la
gran mayoría del Continente. Como consecuencia de lo anterior, se ha notado
una mejoría en el respeto de los derechos humanos después de periodos de
guerrilla, de represión y de cuasi guerra civil en ciertos países (EA 19).
De ello, debemos indudablemente regocijamos.
Esto no quiere decir sin embargo, que esta democracia se traduzca
rápidamente en una reducción de las desigualdades sociales. Mientras que una
persona no tenga respuesta a sus necesidades esenciales, el ejercicio de la
libertad y la elección democrática de los dirigentes continúa siendo frágil.
Ciertamente, de manera general, la riqueza producida en determinados países
ha aumentado considerablemente, pero como está repartida esta riqueza entre
la población? Las cifras del "producto interno bruto" son un indicador
comúnmente empleado para medir la riqueza producida por una nación. Fiándose
únicamente de esta cifra, se puede afirmar que países como Brasil y México
son ahora unos jugadores económicos importantes del continente y del
planeta. Pero estas cifras no nos dicen nada acerca de la repartición de la
riqueza entre la población. Los observadores concuerdan en decir que las
diferencias sociales no han disminuido en la mayoría de los países.
En todos los países, la población autóctona (frecuentemente llamada
"indígena") vive en condiciones socio'-económicas dificiles y debe luchar
por un reconocimiento de sus derechos. Este es también el caso de la
población de origen africano, numerosa en ciertos países. En este dominio,
la Iglesia Católica, a pesar de los diversos atropellos del pasado...ha
hecho reales esfuerzos por la reconciliación y la sanación. Ella desea
solidarizarse con estos grupos particularmente frágiles (EA 64).
La pobreza y la esperanza de una vida mejor siguen siendo las mejores
razones por las cuales, cada año, millones de latinoamericanos intentan
entrar clandestinamente a los Estados Unidos. Regularmente arrestados y
rechazados, estos inmigrante s intentan de nuevo, en la primera ocasión,
atravesar la frontera. Aquello nos recuerda que los tratados entre las
naciones buscan la libre circulación de bienes, pero aún estamos lejos de la
libre circulación de las personas!! La población hispana de los Estados
Unidos, con o sin estatus legal, sobrepasa ahora los 25 millones. Este hecho
cambia profundamente la cara de la sociedad norteamericana...y de la
Iglesia.
Ecclesia in America resalta algunos problemas adicionales que afligen una
buena parte de los países de la América: el peso de la deuda externa que
impide invertir recursos en el desarrollo (22 et 59) así como la corrupción
expandida y el comercio de la droga (23-24 et 60-61). Sobre la primera
cuestión, las intervenciones repetidas del papa y de diversos grupos
influyentes condujeron a un perdón parcial de la deuda de ciertos países,
pero aún falta mucho camino por recorrer.
Durante el curso de los últimos decenios, la enseñanza social de la Iglesia
ha reflexionado frecuentemente acerca de los desafíos particulares
propuestos por la globalización de los intercambios entre los pueblos,
intercambios comerciales ante todo, pero que tienen necesariamente efectos
sobre las mentalidades, las culturas y las políticas sociales. El juicio
efectuado sobre este fenómeno es matizado, puesto que se reconocen sus
efectos positivos sobre el crecimiento económico y sobre la interdependencia
de las naciones. Sin embargo, la globalización comporta también riesgos como
la pérdida de soberanía real, la toma de decisiones únicamente en términos
económicos y burocráticos y últimamente, la ampliación de la brecha entre
los ricos y los pobres.
América está en el corazón de este proceso, con sus efectos positivos y
negativos. Los cristianos deben ser cuidadosos y aportar su reflexión, su
toma de posición y su influencia. La cuestión fundamental es aquella ya
mencionada: guardar la persona humana concreta en el centro de las
decisiones que favorecen el bien común de todos y no simplemente el
enriquecimiento de una minoría. Los cristianos convencidos que tienen
puestos de responsabilidad política y económica pueden jugar un rol
importante dentro de esas cuestiones. Este es por demás, un aspecto
particularmente significativo del compromiso de los laicos en el mundo.
III. El contexto eclesial de la nueva evangelización
América se ha convertido en el continente donde el número de católicos es el
más grande; en consecuencia, es muy probable que los miembros de nuestra
Iglesia, en particular los jóvenes, tendrán una influencia creciente sobre
el perfil del catolicismo frente al mundo contemporáneo. Cúal será la figura
del catolicismo en América? La imagen de los católicos será entonces la de
personas vibrantes de fe en Dios encarnado, implicadas en comunidades vivas,
comprometidas por la justicia social y concientes de dar testimonio a Cristo
resucitado? La publicación del Compendio confiere una nueva urgencia y
actualidad a esta cuestión, así como la conclusión del reciente Sínodo de
Obispos acerca de la Eucaristía, fuente y vértice de la vida y de la misión
de la Iglesia.
La palabra clave para describir la misión de la Iglesia en América es
aquella de la nueva evangelización como ha repetido con frecuencia el papa
Juan Pablo II. Nuestras iglesias locales, de la cuales muchas tienen más de
400 años de existencia, poseen una rica tradición de fe y de obras de
educación, de salud y de asistencia social. Solo una observación sesgada
enfatizaría las deficiencias de esas obras y olvidaría que sirvieron para
construir no solamente las comunidades eclesiales sino también la sociedad
civil de nuestros países (EA 18, 70-71).
Por tanto, se siente la necesidad de «recomenzar desde Cristo» o «volver a
fundarse en Cristo», de tomar aún más conciencia de la identidad católica,
que no consiste en un vago sentimiento religioso, ni en la relación con un
Dios lejano al cual se le reza ocasionalmente, sino en una vida de
discípulo, dirigida vitalmente hacia su Maestro y centrada especialmente en
la Eucaristía que hace a la Iglesia.
El florecimiento de sectas de orígen cristiano o relacionadas con un nuevo
paganismo, sobretodo en América Latina pero también en Canadá y en Estados
Unidos, plantea un grave problema. A pesar de los reproches que les podemos
hacer, se debe reconocer que estas sectas atraen por ciertas características
que nosotros deberíamos encontrar en nuestras comunidades cristianas:
intensidad de la vida fraternal, expresión muy visible de la fe, cuidado de
responder a las necesidades concretas de las personas. Nada de esto es
extraño al catolicismo pero nos hemos dejado quizás debilitar algunas de
estas características.
Con seguridad, hay aspectos en los cuales no debemos entrar a competir con
las sectas, por ejemplo una agresividad por convertir las personas que
asemeja a veces a un "lavado de cerebro" con poco respeto de la libertad.
Pero en aquello que concierne a la justicia, a la caridad, a la fidelidad al
Evangelio, nosotros estamos llamados a la conversión permanente como la
mejor manera de conservar la unión de los fieles con nuestras parroquias y
con nuestras comunidades católicas.
C o n c l u s i ó n
El mensaje social del Compendio, parte integrante de la nueva evangelización
Se concluye claramente del Compendio de la Doctrina social de la Iglesia que
la enseñanza social de la Iglesia tiene sus raíces en una visión muy
profunda del misterio de Dios y del hombre que aclara la situación actual y
la vocación misionera de América. La antropología cristiana de l'imago Dei
devela el fundamento último de la dignidad de la persona humana y de sus
relaciones constitutivas, familiares y sociales. Ella aporta una luz
liberadora a la cultura vigente en América, marcada por el individualismo,
el relativismo y la violencia.
Esta visión antropológica ayuda a comprender el porqué y el cómo poner en
marcha la nueva evangelización junto a la promoción de la doctrina social de
la Iglesia. Estas dos dimensiones de la evangelización son inseparables y
pertenecen a la misión esencial de la Iglesia en el alba del tercer milenio.
Ellas pueden y deben tener un impacto decisivo para la salvaguarda de la
verdad del hombre y para el futuro del planeta.
Es entonces no solamente deseable sino necesario que esta enseñanza se
comunique y se reciba mejor dentro de las escuelas, las universidades, los
seminarios y en todo aquel lugar en el cual los cristianos se forman y se
preparan para un apostolado religioso o laico. En efecto entre mejor
conozcamos al Dios de Jesucristo y a la antropología trinitaria que emana de
la revelación, tanto mejor será el compromiso de los cristianos en construir
un mundo justo y solidario y tanto más evidente parecerá a 10 ojos del mundo
la grandeza del ser humano y la exigencia del respeto a la vida, a la
persona y a la familia, dentro de un proyecto de civilización fundado sobre
el amor, la libertad y la solidaridad.