Entrevista al Cardenal Tauran
Card. Tauran: Sabíamos que el comunismo caía, pero no así. Entrevista al cardenal, número dos del 'ministerio de exteriores' del Vaticano, cuando cayó el muro de Berlín
Por H. Sergio Mora
- El cardenal Jean
Louis Tauran, actual presidente del Pontificio Consejo del Diálogo
Interreligioso, era en número dos del 'ministerio de Extreriores de la Santa
Sede' cuando el Muro de Berlín cayó el 9 de noviembre de 1989. ZENIT le
preguntó algunos particulares sobre estos históricos momentos, en la
entrevista que aquí compartimos con nuestros lectores.
¿Dónde estaba y cómo recibió la noticia de la caída del Muro de Berlín?
-- Card. Tauran: En ese año era subsecretario para las Relaciones con los
Estados, lo fui de 1988 al 1990, y secretario del 1990 hasta el 2013. Estaba
de vacaciones en mi casa de Burdeos. Me acuerdo lo que decía el papa Juan
Pablo II: que todos sabían que el sistema comunista no funcionaba y que iba
a caer, pero nadie había pensado o previsto que sería así de rápido y sin
derramamiento de sangre. Cuando el papa Juan Pablo II fue elegido yo dije
"el comunismo ha muerto"...
El Kremlín o quien mandó hacer el atentando contra Juan Pablo II quizás
quiso evitar la caída del imperio soviético...
-- Card. Tauran: Eso no se sabe, aunque el mensaje era claro: era un Papa
que molestaba. Y esta rapidez en los hechos. Digo siempre que ha sido
preparado por tres cosas juntas: el proceso de Helsinki que crea una nueva
filosofía de relaciones con el Acto final de 1975; y Gorbachov y Juan Pablo
II, dos hombres providenciales. Son las tres cosas juntas.
¿Y la Ostpolitik del Vaticano?
-- Card. Tauran: Ha dado su contribución en la medida en la que ha hecho que
la Iglesia del silencio pudiera hablar. Hasta que el Papa de Cracovia fue
elegido, superando el silencio...
¿Juan Pablo II cómo lo supo?
-- Card. Tauran: Lo ha sabido por los medios de comunicación, además en la
época estaban nuncios itinerantes, como Mons. Luigi Poggi, con encargo
especial para las relaciones con Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumania y
Bulgaria.
¿Qué hizo Juan Pablo II cuando recibió la noticia?
-- Card. Tauran: Ha rezado ciertamente. Recuerdo también que cuando se
anunció la visita de Gorbachov al Vaticano, Juan Pablo II se preparó un mes
antes leyendo cada día en ruso una página del evangelio. El encuentro entre
ambos tuvo lugar sin traductores porque se entendían hablando él en polaco y
Gorbachov ruso.
¿Qué nos enseña la Cortina de Hierro?
-- Card. Tauran: Que nunca se puede separar a los pueblos, porque estamos
hechos para vivir juntos, en el respeto y la cultura de cada uno.
¿El comunismo representaba para el occidente cristiano una amenaza incluso
mayor de lo que puede ser hoy la de los radicales islámicos?
-- Card. Tauran: Sí, pero cada crisis tiene su particularidad específica. Es
difícil comparar. En lo relacionado a Europa, todos estos países del este de
Europa tienen un patrimonio común: el cristianismo. Es normal que un día u
otros retomaran su origen común.
Juan Pablo II había ido a Polonia por segunda vez durante la ley marcial,
¿cómo influyó todo esto?
-- Card. Tauran: No estuve en este viaje, pero en Alemania Oriental todo
inició en las iglesias ortodoxas con procesiones con velas encendidas en
signo de libertad, hacia el muro de Berlín. Todo tan rápido y sin
derramamiento de sangre, el sistema se vació desde el interno. Y después
también en 1987 o 1988, cuando yo estaba en Viena negociando en una
conferencia por la cooperación, era un mes de mayo, salió una entrevista del
patriarca Pimen con foto y página entera en el Paravda, sobre la fe, las
raíces cristianas de Rusia, o sea que algo se estaba moviendo...
¿Qué sintieron los pueblos del Este, con un papa polaco?
-- Card. Tauran: Para ellos era una seguridad. Sabían que conocía a la
Iglesia desde el interno, no era un diplomático, él era un jefe religioso.
Sabían que hablaba a nombre de ellos, ya no había la Iglesia del silencio.
¿Cuál es la moral de esta historia?
-- Card. Tauran: La verdad al final triunfa siempre.
El cardenal Tauran recordó que el 13 de enero de 1990, dos meses después de
la caída del muro de Berlín, el Papa se dirigió al cuerpo diplomático
acreditado en el Vaticano, del cual reproducimos algunas estrofas.
“Hago notar con satisfacción la presencia entre vosotros del embajador de
Polonia, país que, tras un largo paréntesis, ha reanudado sus relaciones
diplomáticas con la Santa Sede” dijo, y añadió: “La Santa Sede ha acogido
con satisfacción las grandes transformaciones que, en especial en Europa,
han marcado recientemente la vida de diversos pueblos”.
“La irreprimible sed de libertad -indicó el papa Wojtyla- allí manifestada
ha acelerado los cambios, haciendo caer los muros y abrirse las puertas a
una velocidad de verdadero vértigo. Además, como sin duda ya lo habréis
advertido, el punto de partida o el de encuentro con frecuencia ha sido una
Iglesia. Poco a poco las velas se han encendido hasta formar un verdadero
camino de luz, como diciendo a quienes durante esos años han pretendido
limitar los horizontes del hombre a esta tierra, que éste no puede
permanecer indefinidamente encadenado”.
“Varsovia, Moscú, Budapest, Berlín, Praga, Sofía y Bucarest, por no citar
nada más que las capitales -prosiguió el papa Polaco- se han convertido en
las etapas de una larga peregrinación hacia la libertad. Debemos rendir un
homenaje a los pueblos que, al precio de inmensos sacrificios, han tenido la
valentía de emprenderla y también a los responsables políticos que la han
favorecido. Lo más admirable en los acontecimientos que hemos contemplado es
que pueblos enteros han tomado la palabra; mujeres, jóvenes y hombres han
vencido el miedo. La persona humana ha manifestado los inagotables recursos
de dignidad, de valentía y de libertad que posee En países en los que
durante tantos años un partido ha dicho cuál era la verdad que se debía
creer y el sentido que debía darse a la historia, estos hermanos han
mostrado que no es posible asfixiar las libertades fundamentales que dan
sentido a la vida del hombre: la libertad de pensamiento, de conciencia, de
religión, de expresión y de pluralismo político y cultural”.
“La neutralidad ideológica, la dignidad de la persona humana como fuente de
los derechos, la preferencia de la persona en relación a la sociedad, el
respeto de las normas jurídicas democráticamente aceptadas y el pluralismo
en la organización de la sociedad, representan los valores irreemplazables
sin los que no se puede construir establemente una casa común en el Este y
en el Oeste, accesible a todos y abierta al mundo. No puede existir una
sociedad digna del hombre sin el respeto de los valores trascendentales y
permanentes” añadió.
“Para los Europeos del Oeste que tienen la ventaja de haber vivido largos
años de libertad y de prosperidad -ha señalado el Santo Padre- ha llegado la
hora de ayudar a sus hermanos del Centro y del Este para que ocupen
plenamente el lugar que les corresponde en la Europa de hoy y de mañana. En
efecto, el momento es oportuno para recoger las piedras de los muros
derrumbados y construir juntos la casa común”.
Y concluyó: “El nuevo clima que progresivamente se ha instalado en Europa ha
favorecido sustanciales progresos en las negociaciones para el desarme
nuclear, químico y convencional. El año 1989 bien podría representar el
declive de lo que se ha venido llamando "la guerra fría", de la división de
Europa y del mundo en dos campos ideológicamente opuestos, de la
incontrolada carrera de armamentos y del aprisionamiento del mundo comunista
en una sociedad cerrada. ¡Demos gracias a Dios, que ha querido inspirar a
los hombres estos "pensamientos de paz" que Cristo, al venir a nosotros en
la noche de Navidad, depositó en cada uno como una herencia y un fermento,
capaces de cambiar el mundo!”