Radiografía de la increencia: Cardenal Paul Poupard
Un pasaje de la conferencia del cardenal
Paul Poupard, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, pronunciada
durante una conferencia en el Instituto Teológico de los Santos Cirilo y
Metodio en Minsk (Bielorrusia) el 10 de diciembre.
* * *
a) La cambiante cara de la increencia
A principios de este año puse en consideración de los miembros y consultores
del Pontificio Consejo de la Cultura una reflexión que buscaba dar un nuevo
ímpetu para responder a los desafíos de la increencia y la indiferencia
religiosa. Comenzamos haciendo un mapa y un análisis actualizados de la
increencia en el mundo.
En lo que concierne al análisis del estado de increencia en el mundo de hoy,
déjenme compartir con ustedes las siguientes conclusiones:
1. Globalmente, la increencia no está creciendo en el mundo. Es un fenómeno
visto sobre todo en el mundo occidental. El modelo cultural que ella inspira
se extiende a través de la globalización, y ejerce influencia sobre las
diferentes culturas del mundo, y desde ellas erosiona la religiosidad
popular.
2. El ateísmo militante retrocede y ya no tiene influencia determinante en
la vida pública, excepto en aquellos regímenes donde un sistema política
ateo está todavía en el poder. Sin embargo, se está extendiendo cierta
hostilidad cultural contra las religiones.
3. El ateísmo y la increencia han cambiado su perfil. Hoy estos fenómenos
parecen más conectados con el estilo de vida.
4. La indiferencia religiosa o el ateísmo práctico crecen rápidamente. Una
gran parte de las sociedades secularizadas vive sin referencia a una
autoridad o a unos valores religiosos. Para el «homo indifferens», «Dios
quizá no existe, no importa, de todas formas no lo echamos de menos». El
bienestar y la cultura de la secularización provocan en las conciencias un
eclipse de la necesidad y el deseo de todo lo que no sea inmediato. Reducen
la aspiración hacia lo trascendente a una simple necesidad subjetiva de
espiritualidad, y la felicidad al bienestar material y la gratificación de
los impulsos sexuales.
5. Puede verse, en estas sociedades marcadas por la secularización, un
número decreciente de presionas que van a la iglesia. Pero este hecho
innegablemente preocupante no significa que la increencia esté en aumento.
Más bien, señala una forma degradada de creencia: creer sin pertenecer. Es
un fenómeno de «desconfesionalización» del «homo religiosus», que,
rechazando la pertenencia a una confesión obligatoria, salta de aquí para
allá a una confusión sin fin de movimientos heterogéneos. Este éxodo a
menudo silencioso suele conducir a las sectas y a los nuevos movimientos
religiosos.
6. En occidente, donde ni la ciencia ni la tecnología moderna han suprimido
el sentido religioso ni lo han satisfecho, se está desarrollando una nueva
búsqueda que es más espiritual que religiosa, pero no es una vuelta a las
prácticas religiosas tradicionales. A menudo, este despertar espiritual se
convierte en una forma de actuar autónoma y sin ningún lazo con los
contenidos de la fe y de la moral sostenidas por la Iglesia.
7. Finalmente, al amanecer del nuevo milenio, está teniendo lugar un
desafecto tanto en términos de ateísmo militante como en términos de fe
tradicional. En las culturas occidentales es un desafecto debido al rechazo
o al simple abandono de las creencias tradicionales, y afecta tanto a la
práctica religiosa como a la adhesión a los contenidos doctrinales y morales
de la fe.
El hombre al que llamamos «homo indifferens» nunca deja de ser un «homo
religiosus»; sólo está buscando una nueva y siempre cambiante religiosidad.
El análisis de este fenómeno revela una situación caleidoscópica donde puede
ocurrir cualquier cosa y su opuesto: por un lado, quienes creen sin
pertenecer, y por otro, los que pertenecen sin creer en el contenido pleno
de la fe y que, sobre todo, no se sienten obligados a respetar la dimensión
ética de la fe. Realmente, sólo Dios sabe qué es lo que está en el fondo de
nuestro corazón, donde su gracia trabaja secretamente.
Puedo darles una descripción similar leyendo un informe de cualquiera de los
grupos de obispos que cada cinco años llegan a Roma para rezar en las tumbas
de los apóstoles san Pedro y san Pablo. El informe nos vuelve a presentar
una historia familiar:
«En muchas partes del mundo occidental, está descendiendo el número de
quienes asisten a la Iglesia, mientras que el número de quienes viven como
si Dios no existiera y el de quienes se catalogan como ‘creer sin
pertenecer’ sigue aumentando. Paradójicamente, la ‘fe’ en el ateísmo está
también cayendo a niveles de sólo un 1 o un 2%. Los viejos interlocutores
del diálogo con los no creyentes, los famosos teóricos del ateísmo, como
Nietzsche y Marx, son algo pasado y nadie los ha reemplazado de forma seria.
Por el contrario, hay un notable incremento de la indiferencia y una
disminución del debate y el diálogo bien informados. Vivimos en una cultura
de la indiferencia y, lo que es pero, de la ignorancia».
b) Las causas de la increencia: secularismo e indiferencia
El cristianismo tiene un curioso lugar en el proyecto europeo. Por un lado
proporciona la inspiración filosófica, antropológica y moral tras el
proyecto. Por otro, debido a los diversos cambios culturales suele dejársele
de lado o, peor, excluírsele positivamente. El reciente affaire Rocco
Buttiglione es un caso ejemplar. A causa de su testimonio público sobre el
matrimonio y la homosexualidad, fue excluido de un importante puesto en la
Comisión Europea. Esto refleja una separación en aumento en la política y en
el foro público entre lo religioso y lo secular.
El secularismo es una tendencia que ha surgido del liberalismo. Es un efecto
secundario malvado y exige una corrección. Podemos tener confianza porque el
secularismo nunca excluirá la religión del mundo, por el simple hecho de que
todos y cada uno de los hombres son fundamentalmente religiosos. Pero lleva
la emotividad y el individualismo entre los valores que lo definen, como se
ejemplifican en la New Age de abandono cultural y de religión privatizada y
su consiguiente reducción de la búsqueda de lo trascendental a un mero
progreso tecnológico y a una sensación de bienestar.
Y esto está teniendo efectos devastadores en Europa. El secularismo también
significa relativismo porque comporta la negación de la Verdad. Esta
ideología ha llevado a la indiferencia y a la increencia que antes
mencionaba en nuestro mapa de la increencia. Es una actitud que ha llevado
al así llamado dogma de diseño y al alejamiento entre el gobierno socialista
de España y los obispos católicos sobre cuestiones relacionadas con el valor
de la vida, la solidaridad y la familia, y conlleva los males del aborto, y
el desacertado matrimonio civil de los homosexuales.
En palabras de otro análisis:
«Hoy se tiende a afirmar que el agnosticismo y el relativismo escéptico son
la filosofía y la actitud fundamental correspondientes a las formas
políticas democráticas, y que cuantos están convencidos de conocer la verdad
y se adhieren a ella con firmeza no son fiables desde el punto de vista
democrático, al no aceptar que la verdad sea determinada por la mayoría o
que sea variable según los diversos equilibrios políticos. A este propósito,
hay que observar que, si no existe una verdad última, la cual guía y orienta
la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser
instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin
valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto,
como demuestra la historia» (Encíclica «Centessimus Annus», No. 46).
Ustedes son más conscientes que yo de los peligros del totalitarismo, pero
en Europa occidental también, los valores espirituales fundamentales han
sido presa del secularismo. Como resultado, incluso en países
tradicionalmente cristianos como Francia, Inglaterra y España, se ha dado la
vuelta a la jerarquía de valores y la Verdad, la Belleza, y la Bondad han
sido relegadas por debajo de los valores individuales, relativos y sociales.
Se ha promovido la centralidad del individuo pero se ha olvidado el
verdadero valor de la persona humana. De esta forma la democracia se
considera como el valor supremo superior a la Verdad, más que un medio
privilegiado para discernir, reflexionar y proteger la Verdad. Otro efecto
de la pérdida de la cultura cristiana se ve en el hecho de que ahora es
necesario ofrecer cursos básicos sobre cristianismo a los estudiantes de
arte de manera que puedan comprender las obras maestras y comprender su
propia cultura cristiana. Porque sin él, ¿cómo pueden apreciar el pleno
valor de la «Pasión según San Juan» de Bach, el «Mesías» de Haendel, la
«Missa Solemnis» de Beethoven o la Pietà de Miguel Ángel?
¡Pero seamos cuidadosos para no arrojar al bebé fuera del agua! El
secularismo no es la secularización, y no todo lo que no es explícitamente
religioso está mal. ¡La realidad trascendental puede inspirarnos de otras
formas! Cierto aprecio del arte puede venir incluso del ateo. Y éste es el
punto de partida para la evangelización de hoy. Los santos han marcado la
historia durante 2.000 años – algunos han desarrollado diversas expresiones
de espiritualidad cristiana, otros han salvaguardado nuestra herencia
bíblica, otros han desarrollado ideas fundamentales sobre la ley y los
valores, y otros han sido fuente del continuo renacimiento que ha marcado la
historia europea y sus desarrollos culturales. Es tarea nuestra seguir sus
pasos, revelando la verdad sobre la humanidad a nuestros compañeros hombres
y mujeres, para abrir el camino a la fuente trascendental de todos los
valores, de manera que Europa pueda volver una vez más a sus raíces.
La respuesta de la Iglesia: una nueva evangelización de la cultura
La evangelización no se detiene con el pasado, sino que debe traspasarse a
la siguiente generación. Para responder a esta tarea el Pontificio Consejo
para la Cultura respalda diversas iniciativas para evangelizar la cultura,
que incluyen la oración, el diálogo personal, los centros culturales,
especialmente los institutos teológicos, la evangelización del deseo, una
conocimiento renovado de la antropología cristiana, una fuerte presencia en
el foro público, la promoción de los valores de la familia y de la vida, la
buena formación cristiana, la «via pulchritudinis», el uso evangélico del
patrimonio cristianos, la utilización de los lenguajes complementarios de la
razón y el sentimiento, así como la promoción de peregrinaciones y de temas
conexos.
La evangelización de la cultura tiene como objetivo dejar que el Evangelio
penetre la situación actual de las vidas de las personas de una determinada
sociedad. «Para ello, la pastoral ha de asumir la tarea de imprimir una
mentalidad cristiana a la vida ordinaria» («Ecclesia in Europa», No. 58).
Más que convencer, dicha evangelización busca preparar la tierra y permitir
la escucha, es un tipo de pre-evangelización. Si el problema básico es la
indiferencia, la tarea que se necesita es atraer la atención, despertar el
interés de la gente. Identificando las claves o puntos de anclaje para la
proclamación del Evangelio y actuando sobre ellos, la evangelización de la
cultura tiene algunos temas, ideas, lugares y métodos recurrentes, tres de
los cuales querría presentarles brevemente a continuación.