Resumen de la Nueva Revisión de laInstrucción
General del Misal Romano NOTA IMPORTANTE: Este
resumen es solamente un material de apoyo. No se trata de un documento oficial
ni vale como tal. La traducción oficial del Misal es potestad de los
Ordinarios de cada país.
Contenido I. El Obispo, el Sacerdote y el Diácono IV. Los objetos destinados al Uso de la Iglesia V. Adaptaciones e Inculturación Introducción
Su
Santidad Juan Pablo II aprobó el Jueves Santo del 2000, la revisión de la Institutio
Generalis Missalis Romani, conocida como la Instrucción General del
Misal Romano. Esta nueva revisión reemplaza la edición de 1975 de la Instituto
Generalis. Por ahora,
la versión oficial se encuentra solamente en Latín. La Institutio
revisada aparece como una prolongación directa de la Constitución de la
Sagrada Liturgia (Sacrosanctum Concilium) del Segundo Concilio Vaticano, y
de la antigua Instrucción General del Misal Romano (Institutio Generalis
Missalis Romani) de 1975. Al igual que estos dos documentos iniciales, las
prescripciones de la nueva Institutio se han de ver como maneras
concretas de especificar y subrayar la naturaleza y la importancia de la
sagrada liturgia en la vida de la Iglesia (vea el párrafo 5 de Sacrosanctum
Concilium). La
estructura de la Institutio, en general, se mantiene igual, aunque
existen algunos cambios importantes. Se ha aumentado el número de párrafos de
340 a 399. Se ha desarrollado un capítulo noveno con material nuevo sobre
"Las Adaptaciones que son de la competencia de Obispos y de las
Conferencias de Obispos" a la luz de la Cuarta Instrucción sobre la
Implementación de la Constitución de la Sagrada Liturgia (29 de marzo de
1994). En
general, en los cinco capítulos originales, se han añadido varios párrafos que
recogen cualquier información sobre las rúbricas, divulgada a través de la Institutio,
o descrita en el Orden de la Misa. Como ejemplo, el número 90 provee un resumen
adecuado de los ritos de conclusión. Gran parte
de la revisión de la nueva edición se ha basado en aspectos editoriales y
estilistas, ayudando así a que la Institutio aparezca con mayor
precisión; pero se han introducido muchos de los cambios para aclarar o
reforzar el sentido de alguna sección particular. Por ejemplo, se ha añadido
con frecuencia el adjetivo "sagrado" a tales palabras como ministros,
celebraciones, hostias, vestimentas y acción, para mantener la exhortación que
hiciera la misma Institutio de que "se debe evitar aquello que no
tenga que ver con lo sagrado" (344). De la misma manera, se ha añadido
también el adjetivo "profundo" a la palabra "venia" y el
adjetivo "litúrgico" a la palabra "asamblea" cuando el
contexto de la frase u oración lo exija. ---------------------------------- I. El Obispo, el Sacerdote y el Diácono
Se ha
añadido un párrafo introductorio (91) a la sección que trata sobre los ministerios
litúrgicos para proveerle un marco de referencia a aquellos ministerios que
están involucrados con la Eucaristía. La Institutio nos recuerda que la
celebración Eucarística es la acción de Cristo y de la Iglesia, es decir, del
"pueblo santo congregado y ordenado bajo el Obispo". Por tanto, la
celebración Eucarística pertenece a todo el Cuerpo de la Iglesia: Dicha
celebración manifiesta este mismo Cuerpo y lo afecta. En cuanto a los miembros
individuales del Cuerpo, la celebración Eucarística los toca de diferentes
modos, de acuerdo a su rango, oficio, y grado de participación en la
Eucaristía. De esta manera, el pueblo Cristiano, "una raza escogida, un
sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo de su propiedad" muestra
su cohesión y su orden jerárquico. Por consiguiente, todos por igual, ya sean
ministros ordenados o fieles Cristianos, por virtud de su función y de su
oficio, deben participar solamente en aquellas partes que les corresponden. A. El
Obispo El Obispo
se encuentra al centro de cada celebración litúrgica ya que "la
celebración de la Eucaristía en la iglesia particular. . .es de suma
importancia"(22). Las Misas que él celebra con su presbiterio, sus
diáconos y su pueblo reflejan el misterio de la Iglesia y deben ser un ejemplo
para toda la diócesis (22). El es el "mayordomo principal de los
misterios. . .moderador, promotor y guardián" de "toda la vida
litúrgica" de su diócesis, esforzándose en asegurar que todos "capten
interiormente un sentido genuino de los textos y ritos litúrgicos, y así sean
conducidos a una celebración activa y fructífera de la Eucaristía" (22). En la Institutio
revisada aparecen dos cambios rituales que afectan al obispo. El obispo puede
disfrutar de la opción de bendecir al pueblo con el Evangeliario después
de la proclamación del evangelio (175). En segundo lugar, se han añadido
palabras más específicas a la intercesión por el obispo en las Plegarias
Eucarísticas (149), incluyendo a la vez un recordatorio de que mientras que es
apropiado orar por el obispo coadjutor y los obispos auxiliares, no se deben
mencionar otros obispos que estén presentes. B. El
Sacerdote Ya que la
celebración de la Eucaristía se percibe como la función principal del sacerdote
(19), se recomienda que cada sacerdote "celebre el sacrificio Eucarístico
diariamente, cuando sea posible" (19). Igualmente, cuando esté presente en
una Misa, el sacerdote debe participar revestido como concelebrante, a no ser
que esté excusado por una buena razón (114). Cuando se
celebre la Misa sin la participación del pueblo, no se debe celebrar sin un
ministro asistente "con excepción de una causa justa y razonable", en
cuyo caso todos los saludos, las instrucciones, y la bendición final de la Misa
se omiten" (254) De la
misma manera, el sacerdote, sin añadir, quitar o cambiar nada por su propia
autoridad puede hacer decisiones en la preparación de la Misa (24) y, a la vez,
mantener "el derecho de dirigir todo lo que le corresponda a él"
(111). En la selección de "cantos litúrgicos, lecturas, oraciones,
comentarios introductorios y gestos que correspondan mejor a las necesidades,
grado de preparación y mentalidad de los participantes..." (24) se le
aconseja que considere "el bien común espiritual del pueblo de Dios, en
vez de preocuparse por sus propias inclinaciones" cuando escoja las
opciones permitidas en el Orden de la Misa (352). La Institutio
amplía las adaptaciones permitidas al sacerdote celebrante que, por lo general,
aparecen en el Orden de la Misa por la rúbrica,...en estas o palabras semejantes.
Dichas adaptaciones tienen como objetivo hacer que las instrucciones durante la
liturgia sean más comprensibles para los fieles (31). El sacerdote, sin embargo
debe "siempre respetar el sentido de la introducción que el libro
litúrgico provee, expresándola solamente en términos breves" (31). Por
tanto, el sacerdote celebrante puede hacerle una breve introducción al rito
introductorio de la Misa del día, a la Liturgia de la Palabra, y a la Plegaria
Eucarística, y hacer también algunos comentarios antes de la despedida (31). Ritos
iniciales Prevalece
cierta confusión con el acto penitencial, sobre todo en las Misas en lengua
inglesa, cuando se declara que la plegaria final o absolución del acto
"carece de la eficacia del sacramento de la penitencia" (51). Se
recomienda la práctica extendida por la que el sacerdote entona el Gloria para
que siempre se cante este himno de alabanza (53,68). No obstante así, lo puede
entonar un cantor o el coro (53). Liturgia
de la Palabra La propia Institutio
les recuerda a los sacerdotes concelebrantes que, incluso, la práctica actual
en la Misa concelebrada sin un diácono permite que el sacerdote concelebrante
proclame el evangelio. Ante la presencia del obispo, el sacerdote solicita y
recibe la bendición de la misma manera que el diácono (212). "Sin embargo,
esto no se debe hacer en una concelebración en la que un sacerdote
preside" (212). A la
explicación previa de la Institutio se han añadido varias afirmaciones
que señalan que la homilía es un comentario vivo de la Palabra de Dios que ha
ser "comprendido como parte integral de la acción litúrgica" (29). La
homilía la debe hacer el sacerdote que preside, un sacerdote concelebrante,
incluso un diácono", pero nunca un laico" (66). "En casos
particulares y con una razón legítima, la homilía la puede hacer un Obispo o un
sacerdote que están presentes en la celebración pero que no pueden
concelebrar" (66). Los domingos y días de precepto ha de haber homilía y,
solamente por un motivo muy grave, se puede eliminar de las Misas que se
celebran con asistencia del pueblo (66). El sacerdote puede hacer la homilía de
pie "o bien desde la sede, o bien desde el ambón, o, cuando sea oportuno,
desde otro lugar adecuado" (136). El
sacerdote celebrante invita a los fieles a orar y concluye estas oraciones
desde la sede. Hace la invitación con las manos unidas y la oración conclusiva
con las manos extendidas (138). Durante la presentación de los dones, el
sacerdote tiene la opción de pronunciar las fórmulas establecidas en alta voz,
pero sólo cuando no se esté cantando un canto ni el órgano se esté usando
(142). El
sacerdote solo ha de rezar la Plegaria Eucarística "en virtud de su
ordenación", mientras que la asamblea de los fieles "se asocia al
sacerdote en una fe silente, al igual que en las aclamaciones previstas en la
Plegaria Eucarística, que son las respuestas al diálogo del Prefacio, el
Sanctus, la aclamación después de la consagración y el Gran Amén después de la
doxología final, y también otras aclamaciones aprobadas por la Conferencia de
Obispos y confirmadas por la Santa Sede" (147). Se le exhorta al sacerdote
a que cante aquellas partes de la Plegaria Eucarística provistas con música
(147). Una
descripción sumamente ampliada del signo de la paz aparece incluida en los números
82 y 154. En ellas se describe la pax como un rito "con el que los
fieles imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia
humana, y se ofrecen mutuamente un signo de Comunión eclesial y de caridad
antes de participar del Sacramento" (82). Para evitar cualquier
interrupción durante el rito, el sacerdote debe intercambiar el signo de la paz
solamente con aquellos ministros que estén en el santuario (154). (El modo de
darse la paz se deja a las Conferencias Episcopales de cada pueblo).
Igualmente, para los fieles, "conviene que cada persona le ofrezca el
signo de la paz solamente a aquellos que están cerca y en una manera
digna" (82). A medida de que los miembros de la asamblea se dan el saludo
de la paz, pueden decir: La paz del Señor esté siempre contigo. La
respuesta es: Amén (154). La sección
sobre la Fracción del Pan se ha ampliado notablemente para significar que
"al compartir de un mismo pan de vida que es Cristo, Quien murió y
resucitó por la salvación del mundo, los fieles se hacen un solo cuerpo (I Cor.
10, 17)". El rito está "reservado para el sacerdote o el
diácono"; no debe ser "prolongado innecesariamente ni su importancia
debe ser exagerada" (83). Por tanto, ya no se permite que los ministros
extraordinarios participen de la fracción del pan y llenen los cálices con la
Preciosa Sangre. Se permite
la opción de elevar la hostia sobre el cáliz cuando dice Este es el Cordero
de Dios (Ecce), mostrándole a la asamblea ambas especies. De otro modo, la
hostia debe ser mostrada sobre la patena. Nunca se debe mostrar la hostia sola,
en el aire, en el Ecce (243, 157). Se
describe con mayor detalle el modo en que el sacerdote da la bendición final.
Después del saludo y de la respuesta, el sacerdote une sus manos e
inmediatamente coloca su mano izquierda sobre su pecho, eleva la mano derecha y
da la bendición (167). C. El
Diácono Se ha
añadido una nueva sección para describir el ministerio del diácono que incluye
una lista de responsabilidades propias del diácono en la Misa, al igual que
algunas aclaraciones. Cuando lleva el Evangeliario en la procesión de
entrada, debe "elevar el libro ligeramente" (172). Cuando llega al
altar con el Evangeliario, no hace una inclinación profunda, sino que
coloca el Evangeliario inmediatamente sobre el altar y, entonces, besa
el altar conjuntamente con el sacerdote (173). Cuando no lleva el Evangeliario,
el diácono hace la debida reverencia al altar como de costumbre (173). Si se
utiliza el incienso en este momento, el diácono asiste al sacerdote (173).
Igualmente, "proclama la lectura del Evangelio, a veces predica la Palabra
de Dios, aclama las intenciones de la oración universal, asiste al sacerdote,
prepara el altar y sirve durante la celebración del sacrificio, distribuye la
Eucaristía a los fieles, especialmente bajo la especie de vino, y, de vez en
cuando, dirige a los fieles en cuanto a sus gestos y posturas" (94). Cuando
está presente, el diácono debe ejercer su función (116) y debe ser considerado,
después del sacerdote, como el primero de los ministros por virtud de su
ordenación (94). Aunque la dalmática es la vestidura propia del diácono, se
puede omitir "por alguna necesidad o porque la celebración es de un grado
menor" (338). También se
ha dado mayor detalle a la función del diácono en la proclamación del
Evangelio. Debe hacer una inclinación profunda cuando pida la bendición y
cuando tome el Evangeliario del altar (175). Se ha incluido igualmente
una descripción del gesto opcional de besar el Evangeliario por el
obispo. Sólo en ausencia de un lector preparado, el diácono puede proclamar las
lecturas y también hace las intenciones desde el ambón" (177). Durante la
Plegaria Eucarística el diácono "por regla general" se arrodilla
desde la epíclesis hasta la elevación del cáliz (179). Durante el resto de la
Plegaria Eucarística, el diácono permanece de pie, cerca del altar, cuando su
función incluye el cáliz y el Misal. "No obstante así, en cuanto sea
posible, el diácono permanece lejos del altar, a un paso detrás de los
concelebrantes" (215). Cuando se utiliza el incienso para la elevación de
la hostia y del cáliz, el diácono coloca incienso en el incensario y, de
rodillas, inciensa el Santísimo Sacramento (179). En ausencia del diácono, el párrafo
150 provee que otro ministro ejerza la función de incensar. El diácono
hace la invitación para el Rito de la Paz con las manos unidas (181). Acto
seguido, recibe el signo de la paz del sacerdote y lo comparte con los
ministros que están de pie cerca de él (181). En el rito
de Comunión, el sacerdote mismo le da la Comunión al diácono bajo las dos
especies (182). Cuando se da la Comunión bajo las dos especies a la asamblea,
el diácono lo hace con el cáliz. Cuando se ha terminado de distribuir la
Comunión, el diácono, en el altar, consume con reverencia la Sangre de Cristo
que haya sobrado (182). Se ha
hecho una nota más explícita sobre la monición del diácono, "Inclinaos
para recibir la bendición", antes de la bendición solemne, y se le ha
instruido que dé la monición final, "En el nombre del Señor, podéis ir en
paz" con las manos juntas (185). II. Los Ministros Laicos
Los
ministros laicos también aparecen en la nueva Institutio. Han de vestir
alba u otra vestidura legítimamente aprobada por la Conferencia Episcopal
(339). Escogidos por "el párroco o el rector de la Iglesia", reciben
su ministerio por medio de una bendición litúrgica o por delegación temporal
(107). Los
Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión Los
ministros extraordinarios de la Comunión pueden ser llamados por el sacerdote
solamente cuando no haya el número suficiente de sacerdotes o diáconos (162).
En primer lugar, deben ser llamados los acólitos instituidos, después aquellos
que han sido delegados como ministros extraordinarios de la Comunión, y por
último, los que han sido delegados para esa ocasión (162). La
Institutio describe en detalle el modo en que dichos ministros
extraordinarios de la Comunión ejercen su ministerio. En la Misa, asisten
solamente con la distribución de la Sagrada Comunión. Los ministros
extraordinarios de la Comunión se acercan al altar solamente después de que el
sacerdote haya recibido la Comunión (162) y siempre reciben del sacerdote los
vasos sagrados que contienen el Santísimo Sacramento que han de distribuir
(162). Se reserva al sacerdote o al diácono la distribución de las hostias
consagradas y de la Preciosa Sangre a los vasos sagrados. Después
de la Comunión, el diácono consume el vino consagrado que sobra, o en su
ausencia, el mismo sacerdote lo hace (163). Tanto el diácono, como el
sacerdote, o el acólito instituido es responsable de la purificación de los
vasos sagrados inmediatamente después de la Misa (279). No se ha previsto que
los ministros extraordinarios de la Eucaristía purifiquen los vasos sagrados. Los
Lectores Los
deberes del lector instituido aparecen definidos de una manera específica para
él y "sólo él debe ejercerlos, aunque estén presentes otros ministros
ordenados" (99). En la ausencia de un lector instituido, cualquier otra
persona competente puede proclamar las Escrituras, mientras que éstas se hayan
preparado adecuadamente (101). Las funciones del maestro de ceremonias (106),
músicos (103), sacristanes (105), comentador (105), ujieres o ministros de
hospitalidad (105) también aparecen definidos. La
ampliación de las funciones propias de la Palabra de Dios nos hacen recordar
que debido a que el oficio de proclamar las Sagradas Escrituras es un
ministerio, y no una función del celebrante, "las lecturas deben ser
proclamadas por un lector, el Evangelio por un diácono, o por un sacerdote que
no sea el celebrante" (59). En
ausencia del diácono, el lector, "usando su vestidura propia, puede llevar
el Evangeliario ligeramente elevado en la procesión de entrada (194). Al
llegar al presbiterio, coloca el Evangeliario sobre el altar y, después,
se coloca en el presbiterio junto con los otros ministros (195). Sin embargo,
nunca se lleva el Leccionario en procesión. Los
Acólitos El
acólito es instituido con "funciones especiales" (98) que él solo
debe realizar y que, idealmente, deben ser distribuidos entre otros acólitos
(187). Si un acólito instituido está presente, haga él lo que es de más
importancia, distribuyéndose las otras entre varios ministros (187). Estas
"funciones especiales" aparecen detallados en los números 187-193,
muchas de las cuales son ejecutadas en ausencia del diácono, e incluyen la
incensación del sacerdote y la asamblea durante la preparación de los dones
(190), y el ofrecimiento del cáliz a los que van a comulgar (191). A diferencia
de otros ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, el acólito
instituido puede ayudar al sacerdote o al diácono en la purificación y arreglo
de los vasos sagrados en la credencia (192). En ausencia del acólito
instituido, los ministros laicos pueden servir en el altar, asistiendo al
sacerdote o al diácono. "Pueden llevar la cruz, las velas, las cenizas, el
incensario, el pan, el vino y el agua" o servir como ministros
extraordinarios de la Comunión (100). El Obispo puede establecer otras normas
que rijan la función de dichos servidores del altar (107). La
Congregación La
Institutio revisada amplía de un modo singular la sección sobre los
gestos y posturas corporales en la Misa, que "Permiten que toda la
celebración resplandezca con dignidad y una noble sencillez, reflejando así el
sentido pleno y verdadero de cada parte, fomentando al mismo tiempo la
unanimidad de todos los participantes" (42). Por tanto, debe
darse mayor atención a lo que ha sido establecido por la legislación litúrgica
y por la práctica tradicional del Rito Romano por el bien común y espiritual
del pueblo de Dios, que a cualquier inclinación personal u preferencia
arbitraria. La uniformidad en la postura que deben seguir todos los que toman
parte en la celebración es un signo de unidad de los miembros de la comunidad
Cristiana congregados para la Sagrada Liturgia: expresa y fomenta al mismo
tiempo la actitud espiritual de todos los participantes (42). A
continuación, se describen detalladamente las posturas de la asamblea, como se
hiciera en la Institutio previa. EL nuevo documento, sin embargo, hace
una serie de ajustes menores a estas directrices, añadiendo "por razones
de salud" a excepciones por las que los fieles pueden permanecer de pie
durante la consagración (43) y haciendo hincapié en que aquellos que permanecen
de pie "deben hacer una inclinación profunda cuando el sacerdote hace la
genuflexión después de la consagración". Finalmente, la nueva Institutio
señala que "donde sea costumbre que los fieles permanezcan de rodillas
desde el final del Sanctus hasta el final de la Plegaria Eucarística
(como en los Estados Unidos) dicha práctica debe ser conservada favorablemente
(43). Dos
párrafos definen el sentido y la práctica de dos gestos principales. La
genuflexión, "que se hace doblando la rodilla derecha hasta el
suelo", significa adoración. Se hace genuflexión "al Santísimo
Sacramento y a la Santa Cruz, desde la adoración solemne de la liturgia del
Viernes Santo hasta el comienzo de la Vigilia Pascual" (274). El sacerdote
hace tres genuflexiones en la Misa: después de la ostensión del pan consagrado,
después de la ostensión del cáliz, y antes de la Comunión. Como en la Institutio
previa, los ministros hacen genuflexión al llegar y al salir del altar al
comienzo y final de la Misa si el sagrario con el Santísimo Sacramento está en
el presbiterio, "pero no durante la celebración propia de la Misa"
(274). "Los ministros que llevan la cruz procesional o los cirios hacen
una inclinación de cabeza en vez de genuflexión" (274). La inclinación de
la cabeza se vislumbra como una expresión de reverencia y de honor hacia
"personas o representantes de esas personas" (275). La Institutio
revisada hace referencia a dos tipos de inclinaciones: la inclinación de
cuerpo, o inclinación profunda, y la inclinación de la cabeza. III. Cambios en el Rito
A.
La Liturgia de la Palabra Se
añadieron varios artículos de la nueva introducción revisada del Leccionario
de la Misa, incluyendo el empeño de seguir estrictamente la lista de
lecturas del día, (357). No está permitido que las lecturas indicadas en el
Leccionario sean sustituidas por otras lecturas no bíblicas, (57). La nueva Institutio
prohibe la división de las lecturas en partes, excepto la de la Pasión del
Señor, (109). En la celebración de la Misa con el pueblo siempre se proclaman
las lecturas desde el ambón, (58). La nueva Institutio recomienda que se
cante el Salmo Responsorial, (61). Si no se lo canta, ha de recitarse en la
forma más adecuada para la meditación de la palabra de Dios, (61). La
Institutio presenta como la finalidad de la profesión de fe "la
manera por la cual la asamblea entera responde a la palabra de Dios" y
"trae a su memoria, antes de empezar la celebración del misterio de la fe
en la Eucaristía, la norma de su fe.", (67). Del mismo modo, la Oración
Universal se ve como una respuesta a la Palabra de Dios de parte de los fieles,
"ejerciendo su oficio sacerdotal, ruegan por la salvación de todos,"
(69). A la descripción previa de esta oración, se añade la recomendación de que
sean unas peticiones breves, compuestas con sabia libertad, "pidiendo por
las necesidades de la comunidad entera", (71). El
Silencio La
ampliada sección de la Institutio está dedicada al silencio. Se
recomienda que, "antes de comenzar la celebración, es loable observar el
silencio en el templo, la sacristía y sus alrededores, para que todos se
dispongan para los ritos, ya por comenzar, en una manera digna y apropiada",
(45). Aconseja que "se debe celebrar la Liturgia de la Palabra en la
manera más adecuada para la meditación." (56) La Institutio urge
que se ha de evitar "toda clase de prisa que impide el recogimiento"
y requiere breves momentos de silencio durante la liturgia, especialmente
después de las lecturas y al terminar la homilía para que la Palabra de Dios
sea acogida interiormente por la asamblea con la ayuda del Espíritu
Santo", (56). La
Música Siguiendo
a la introducción semejante a la edición de 1975 que recomienda y conceptualiza
la música sagrada dentro de la Misa, (40), la nueva Institutio nos dice
que las normas litúrgicas requieren que las celebraciones dominicales y los
días de precepto deben incluir la música. Pero nos aconseja contra la ausencia
del canto en las liturgias de los días de semana, (40). Enfatiza de nuevo el
lugar privilegiado del canto Gregoriano como " propio a la liturgia
romana." No deberían ser excluidos los diversos estilos de música sagrada,
como la polifonía, que corresponden al culto litúrgico y fomentan la
participación de todos los presentes.", (41). La
nueva Institutio indica la preferencia por cantar las partes de la Misa
en la frase "o cantado o recitado" refiriéndose a la profesión de fe,
(137) el Cordero de Dios, (155) el Prefacio, (216) el Kyrie (125) y el Gloria,
(126). No se permite la sustitución de cantos o himnos para el Cordero de Dios
u otras partes de la Misa, (366). Finalmente, incluye las instrucciones
específicas para el uso del órgano durante el Adviento ( con moderación) y la
Cuaresma (permitido para acompañar los cantos) (313). B.
La Liturgia de la Eucaristía Las
secciones de la Institutio que hablan de la recepción, por los fieles,
de la Comunión consagrada en esa misa han sido ampliadas. Estas partes incluyen:
"Igual que el mismo sacerdote esta obligada a hacer," (85) al recitar
la antífona de la Comunión "o por los fieles, o por un grupo de ellos, o
por un lector" (87) y de preocuparse por la recepción de la Comunión por
los cantores (86). La
Comunión Bajo las Dos Especies A
la luz del crecimiento significante de la práctica de recibir la Comunión bajo
las dos especies, la nueva Institutio ha reestructurada y ampliada esta
sección. Además de las ocasiones mencionadas en los rituales, la recepción de la
Comunión bajo las dos especies está permitida en las siguientes situaciones: a. para
sacerdotes que no puedan celebrar o concelebrar; b. para
el diácono o otros que ejercen la misma función durante la Misa; c. para
los miembros de la comunidad religiosa en la Misa conventual, o en la Misa de
comunidad" para los seminaristas, y para todos los que hacen los
ejercicios espirituales o que participan en una conferencia espiritual o
pastoral, (283). A
la vez, el obispo puede establecer normas para la distribución de la Comunión
bajo las dos especies para su diócesis "que se observan aun en las
iglesias de las comunidades religiosas igual que en las celebraciones con los
grupos pequeños," (283). El Ordinario tiene la autoridad más amplia de
conceder la facultad de comulgar bajo las dos especies "cuando sea
apropiado a juicio del párroco de una comunidad, con tal que los fieles hayan
recibido la instrucción necesaria para nunca profanar el santísimo o cuando el
número de personas que van a comulgar sea muy grande o por otra razón."
Las normas establecidas por la Conferencia Episcopal referente a la
distribución de la Comunión a los fieles necesitan la confirmación de la Sede
Apostólica, (283). La
Purificación de los Utensilios Sagrados El
documento presenta varios cambios en cuanto a la purificación de los utensilios
sagrados. Lo que queda de la Sangre del Señor se toma el sacerdote, el diácono
o acólito instituido que sirve de ministro del cáliz, (284b, 279). Los utensilios
se los ponen en la credencia o en un corporal. Después de la Misa los purifica
el sacerdote, el diácono, uno de los concelebrantes, o un diácono instituido,
(163, 279). El ministro extraordinario de la Eucaristía está excluido
notablemente de la lista de personas que pueden purificar los utensilios
sagrados. En
cada Misa, se ofrece la Comunión bajo la forma del pan consagrada, (284c). Hay
que tener cuidado que no queda un excedente de la Sangre del Señor después de
la Comunión. A la vez, se ofrecen instrucciones más detalladas sobre el
procedimiento para la Comunión bajo las dos especies por intinción, (285b). Se
describe y recomienda el uso del "sacrarium", donde se echa el agua
usada en la purificación de los utensilios sagrados y la ropa blanca, (334) que
se mencionó brevemente en los documentos litúrgicos anteriores. IV. Los objetos destinados al Uso de la Iglesia
El
presbiterio se define como " el lugar donde está situado el altar, se
proclama la Palabra de Dios, y el sacerdote, el diácono y otros ministros
ejercen sus funciones.", (295). El
Altar Como
regla general, cada Iglesia debe tener un altar mayor, fijo y consagrado, (303)
"que significa para la asamblea que hay un solo Señor y una sola
Eucaristía en la Iglesia" (303) y que "representa Jesucristo, la
Piedra Viva (1 Pedro 2:4; vea Ef.2:20) en forma mas clara y permanente (298)
que un altar móvil. La
Institutio admite, sin embargo, que existen circunstancias en la
renovación de iglesias, en cuanto existe un altar fijo, que no se mueve sin
destruir el valor artístico del templo, y "esta colocada de tal manera que
la participación de la asamblea sea difícil," (303). En tal caso, se
construye otro altar fijo y consagrado. El antiguo altar no se adorna en forma
especial y la liturgia se celebra solo en el nuevo altar fijo, (303). Se
añade un párrafo adicional indicando que sobre el altar se coloca solamente lo
indicado en una lista de los requisitos para la celebración de la Santa Misa,
(306). Las flores se arreglan en forma modesta y con moderación, alrededor,
nunca sobre el altar. El párrafo explicando la colocación de las flores,
menciona, a la vez, Que Durante la Cuaresma se prohibe la ornamentación con las
flores, excepto en el cuarto domingo de cuaresma, en solemnidades y días de fiesta.
Del mismo modo, se ejerce un cierto moderación durante el tiempo de Adviento
cuando las flores alrededor del altar indican "el carácter del tiempo pero
que no deben anticipar el gozo pleno de la Navidad," (305). La
Cruz del Altar Aunque
la Institutio previa se refirió solo de la cruz del altar o la cruz
procesional, la revisión de la Institutio habla siempre de "la cruz
con la figura de Cristo crucificado," (308,122). Esta cruz, "colocada
o en el mismo altar o al lado, debe ser visible claramente no solo durante la
liturgia, sino en todo momento acordando " a todos los fieles la pasión
salvadora del Señor [y] queda[ndose]cerca del altar aun fuera de las
celebraciones litúrgicas," (308). El
Ambón A
las descripciones previas del ambón se añade la observación que "la
dignidad del ambón requiere que solo un ministro de la palabra debe
acercársele," (309). Del mismo modo, se debe proclamar
las lecturas del ambón con la mayor frecuencia posible. La
Silla del Sacerdote Celebrante y las Otras Sillas La
nueva Institutio repite la frase de la edición del 1975 que "el
mejor lugar para la silla está en una posición presidencial del
santuario," (310). A la lista previa de excepciones se añade también las
situaciones en las cuales el sagrario esta colocado en una posición céntrico
detrás del altar," (310). Se añade a esta sección también la disposición
de las sillas o bancos para el ministro que preside y para los sacerdotes
concelebrantes más los presentes en coro, (310) y el diácono (cerca de la del
celebrante). Las sillas para los demás ministros deben estar
"convenientemente situados para el ejercicio de sus respectivos
oficios" pero "que se sienta que son claramente parte de la asamblea
y no del clero,"(310). El
Sagrario La
sección que toca el lugar de reservación del Santísimo ha sido adaptado y
ampliado.(314-317) Comienza, recordando la instrucción Eucharisticum
Mysterium 54, con la declaración general que "el Santísimo debe estar
colocado en el sagrario en una parte de la iglesia que es noble, digno,
evidente, bien ornamentado y conveniente para la oración," (314). Se
repite los siguientes requisitos, indicados en resumen en el Institutio
previo: que en cada iglesia no habrá más de un sagrario fijo, sólido,
inviolable, cerrado con llave y no transparente. Un
párrafo sobre la colocación del sagrario comienza con una cita del Eucharisticum
Mysterium 55, indicando que "el sagrario donde esta reservado el
Santísimo no se le debe colocar sobre un altar, ya que éste es el lugar para la
celebración de la Misa." (315) Seguido viene una notificación que la
colocación del sagrario se queda bajo el juicio del obispo
diocesano."(315) Se le puede colocar: a. o
en el santuario, fuera del altar de celebración, en una parte más noble de la
iglesia sin excluir el altar mayor antiguo que no se usa para la celebración; b. c. d. o
en una capilla aparte adecuada para la adoración y la oración privada de los
fieles, pero unido a la iglesia y visible a los fieles. Se
tendría cerca de él una lámpara que esté ardiendo constantemente, (316). Sigue
el consejo que "no se le debe olvidar ninguna de las normas de la ley que
pertenece a la colocación del Santísimo, (317). Los
Utensilios Sagrados Se
adaptaron los párrafos sobre los utensilios sagrados (327-333) dando un mayor énfasis
al carácter sagrado como "claramente distinguidos de los (vasos) de uso
diario," (332). Estos objetos son centrales en la celebración eucarística
porque en ellos "el pan y vino son ofrecidos, consagrados y consumidos,
" (327). Han de ser hechos de "metal noble," (328). Los vasos
sagrados de metal, generalmente lleven la parte interior dorada, en el caso de
que el metal sea oxidable; si no estan hechos de material inoxidable o de oro
noble, requieren un baño de oro, (328). Se puede usar otros materiales sólidos
que se consideren nobles según la estima común en la región. De este asunto
emitirá juicio la Conferencia Episcopal y la confirmación de la Sede
Apostólica. Se dan preferencia a todo los materiales irrompibles e
incorruptibles, (328). Las
Imágenes Sagradas Se
añadieron un párrafo introductorio nuevo a la sección de las imágenes,
colocando su uso en un marco escatológico. En
la liturgia terrenal la Iglesia participa en un anticipo de la liturgia
celestial que se celebra en la ciudad santa, Jerusalén, hacia la cual se tiende
como un peregrino y donde Cristo está sentado a la derecha del Padre. Así,
venerando la memoria de los santos, la Iglesia espera una parte pequeña y la
compañía de ellos, (318). Sigue
una explicación amplia del propósito de estas "imágenes del Señor y de la
Virgen María y los santos" expuestos el lugares sagrados para la
veneración de los fieles, y arreglados de tal manera que guíen a los fieles a
los misterios de la fe que se celebran allí, (318). Se quedan las advertencias
del documento previo en cuanto al número limitado y colocación de los imágenes
en el templo, se prohibe "por lo general" su duplicación. El
Pan para la Celebración de la Eucaristía El
párrafo sobre la composición del pan para la Eucaristía se conforme más al
canon 924, con la adición de los requisitos que el pan debe ser de trigo cocido
al horno. (320) El
Incienso Se
amplia la explicación del incienso en la nueva Institutio. Dice así:
"Incensación es una expresión de la reverencia y la oración como significa
la Sagrada Escritura.(cf. Ps. 140;2; Rev. 8:3)," (276). Al poner el
incienso en el incensario, el sacerdote bendice el incienso con la señal de la
cruz en silencio (277) y hace una reverencia profunda antes y después de
incensar la persona u objeto, (277).La Bendición de Objetos Sagrados Hay
un énfasis más fuerte por todo la Institutio revisada en el cuidado de
todas las cosas para el uso litúrgico. Esto incluye todo lo relacionado con el
altar, (350) y los libros litúrgicos que se debe tratar con "reverencia
dentro de la acción litúrgica como signos y símbolos de lo sobrenatural, y así
mantener su verdadera dignidad, belleza y distinción." (350) Por esto, el
sagrario (314), el órgano, (313) el ambón, (319) silla presidencial, (310) la vestidura
sagrada de los sacerdotes, diáconos y ministros laicos, (335) los utensilios
sagrados (335) y todo destinado para el uso de la liturgia debe recibir la
bendición requerida. V. Adaptaciones e Inculturación
El
capítulo noveno de la Institutio Generalis es un resumen de "las
adaptaciones que caen dentro de la competencia de los obispos y las
Conferencias Episcopales." Las adaptaciones en la liturgia se ven como una
respuesta a la llamada del Concilio de apoyar la participación plena,
consciente, y activa que exige la naturaleza de la liturgia misma y, a la cual
tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano,"
(386). Así es que ciertos puntos de "acomodación y adaptación" han
sido asignados "al juicio o del obispo diocesano o de la Conferencia
Episcopal." Entonces,
el papel del obispo diocesano está examinado, porque de él deriva y depende
"en cierto sentido la vida en Cristo de los fieles, (387). Por esto, el
debe "apoyar, gobernar y velar la vida litúrgica en su diócesis," (387).
Junto a la tarea principal de nutrir a todos con el espíritu de la sagrada
liturgia, la Institutio le asigna las cuatro acciones siguientes para
adaptar la liturgia a la vida de su diócesis: 1. gobernar
la disciplina de la celebración; 2. establecer
las normas para monaguillos; 3. establecer
las normas para la distribución de la Santa Comunión bajo las dos especies; 4. establecer
las normas para la construcción y orden de los templos. Otras
tareas de adaptación caen dentro de la competencia de la Conferencia Episcopal: 1. preparar
y aprobar una edición completa del Misal Romano en lengua vernácula y
presentarla para su aprobación a la Sede Apostólica; (389) 2. 3. 4. definir,
con el recognitio de la Sede Apostólica, esas adaptaciones al Misal
Romano indicadas en la Institutio, (390) como los siguientes: 1. los
gestos y actitudes de la asamblea; 2. los
gestos y veneración al altar y el Evangeliario; 3. los
textos de varios cantos; 4. las
lecturas de la Sagrada Escritura para circunstancias especiales; 5. la
forma del Rito de la Paz; 6. la
manera de distribuir la Santa Comunión; 7. la
materia del altar y el mobiliario sagrado, especialmente los utensilios
sagrados y, la materia, forma y color de las vestiduras litúrgicas; 8. la
inclusión en el Misal de los Directorios o Instrucciones Pastorales; (390) 3. preparar
cuidadosamente las traducciones bíblicas para el uso en la Misa, en un lenguaje
"que sea adaptado a la capacidad de los feligreses y que sea apropiado
para la proclamación pública, mientras mantiene esas características que
pertenecen a las maneras distintas de hablar empleadas en los libros
bíblicos" (391); 4. 5. 6. preparar
traducciones de otros textos litúrgicos "en tal manera que, respetando la
naturaleza de cada idioma, el sentido del texto original en latín es fielmente
y plenamente presentado. Al hacer esto, es bueno recordar los diferentes
géneros literarios empleados en el Misal, tal como las oraciones
presidenciales, las antífonas, aclamaciones, respuestas, letanías, etc.,"
(392). No se debe negar la dimensión proclamatoria de tales textos, porque
estos textos están destinados a "ser leídos en voz alta o cantados durante
la celebración," (392). El lenguaje debe estar acomodado a los fieles,
pero debe ser "de todos modos noble y marcado de una calidad literaria
alta," (392). 7. 8. 9. aprobar
las melodías apropiadas para la Misa y juzgar que ciertas "formas
musicales, melodías, y instrumentos musicales se podrán admitir al culto
divino, siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado," (393). 10.
11.
12.
preparar un calendario litúrgico para todo el
país para la aprobación de la Sede Apostólica. En tales calendarios " no
se le antepongan otras celebraciones, a no ser que sean, de veras, de suma
importancia", y el año litúrgico no debe ser oscurecido por elementos
secundarios, (394). Del mismo modo "cada diócesis debe contar con su
calendario y su propio de las Misas,"(394). 13.
14.
15.
proponer "variaciones y puntos de una
adaptación más profunda de la Liturgia" para facilitar la participación y
el bien espiritual del pueblo en razón de sus tradiciones y mentalidad de
acuerdo con el artículo 40 de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia,"
(395). Se indica una serie de pasos que hay que seguir en estas propuestas de
acuerdo con la instrucción de la Sede Apostólica "Inculturación y la
Liturgia Romana," (395). La Institutio se refiere a la necesidad
indispensable para " la instrucción tanto de los fieles como del clero en
una manera sabia y fidedigna" (396) en preparación para recibir tales
adaptaciones. La
Institutio afirma que cada Iglesia particular debe estar en Comunión con
la Iglesia universal "no sólo en la doctrina de fe y en los signos
sacramentales, sino también en los usos recibidos universalmente de la
tradición apostólica ininterrumpida," (397). Estos usos se mantienen no
solamente para evitar los errores sino para transmitir la fe en su
integridad," (397). La
Institutio termina con una descripción de "la parte noble y valiosa
del tesoro litúrgico y el rico patrimonio de la Iglesia Católica" que es
el Rito Romano, notando que cualquiera limitación de este tesoro resultará en
un daño grave a la Iglesia universal. A
lo largo de los siglos, el Rito Romano no solo "‘conservó los usos
litúrgicos cuyos orígenes fueron la ciudad de Roma, sino también en una forma
profunda, orgánica y armoniosa, se ha incorporado a si mismo ciertos otros
usos. Así adquirió un cierto carácter ‘supraregional,'"(397). La identidad
igual que la unidad del Rito Romano se expresan hoy en las ediciones típicas en
Latín y en las ediciones en lengua vernácula, aprobadas y confirmadas, que se
derive de ellas, (397). Por
esto, la Institutio insiste en que no se introduzcan innovaciones a la
liturgia "si no lo exige una utilidad verdadera y cierta de la Iglesia, y
sólo después de haber tenido la precaución de que las nuevas formas se
desarrollen, por decirlo así, orgánicamente, a partir de las ya existentes.
"Entendido así, "la inculturación debe tomar su debido tiempo para
evitar los fenómenos de rechazo o de crispación de las formas antiguas,"
(398). La inculturación no pretende formar nuevos ritos. Las innovaciones
aprobadas no deben estar "en contra del carácter distintivo del Rito
Romano," (398). La Institutio termina con la siguiente descripción,
en resumen, del Misal Romano: "Así el Misal Romano, debe quedar como un
instrumento para testimoniar y conformar la mutua unidad del Rito Romano en la
diversidad de lenguas y culturas, como su signo preeminente." (http://www.arquidiocesisgdl.org.mx/) Volver al Inicio del Documento |