DIEZMO EN LA IGLESIA ¿Cómo solventar los gastos de la organización
eclesiástica, promover la evangelización y vivir el espíritu de solidaridad? Enseñanza
bíblica
El diezmo (décima parte) es propio del Antiguo
Testamento. Estaba reservado antes que nada para los miembros de la tribu de
Leví (sacerdotes y levitas), que, por dedicarse al culto, habían quedado sin
parcela al repartirse la tierra de Canaán (Núm 18,21-33; 2Cro 31, 5-19).
Después, estaba destinado también para ayudar a los más necesitados,
especialmente las viudas y los huérfanos (Dt 26, 12-14). En el Nuevo Testamento no se habla del diezmo (décima
parte) como medio para sostener económicamente a los ministros de culto. Lo
importante es que el ministro (apóstol, predicador, etc.) pueda vivir
honestamente, sin apremios de tipo económico (Mt 10, 9-10; 1Cor 9, 10-11; Lc
10,7). Y para las demás necesidades de la Iglesia, se hace hincapié en el
espíritu de solidaridad. Algunos hasta llegan a vender sus bienes y propiedades
para socorrer a las necesidades de los hermanos (Hech 2,44-45). Situación actual “El quinto precepto de la Iglesia (ayudar a la
Iglesia en sus necesidades, n.d.r.) señala la obligación de ayudar, cada uno
según su capacidad, a subvenir a las necesidades materiales de la Iglesia”
(Código de Derecho canónico, canon 222). “Cada uno según su capacidad”, dice el
Código de Derecho Canónico, no “décima parte”. Para cumplir con esta obligación, en cada país las
conferencias episcopales están dando normas precisas al respecto. En Italia,
por ejemplo, es suficiente una declaración del ciudadano para que el Estado
entregue a la Iglesia el 8 por mil de los impuestos que le cobra y con esto se
cumple con el quinto mandamiento de la Iglesia. En México el diezmo anual
corresponde a lo que uno gana en un día de trabajo. En Chile corresponde al uno
por ciento de lo que cada uno gana. Colectas especiales Cada católico, según su capacidad y sensibilidad
particular, está invitado a dar su aporte económico para apoyar estas obras,
que son fundamentales para la comunidad eclesial. Movimientos
y asociaciones
Siempre hubo en la Iglesia asociaciones de fieles,
generalmente relacionadas con el culto y el testimonio de vida. Después del
Concilio Ecuménico Vaticano II, empezaron a surgir movimientos laicales,
abocados esencialmente a la evangelización. Necesitando de estructuras y planes
de formación adecuados, tuvieron que enfrentar seriamente el problema económico,
estableciendo normas de autofinanciamiento. En este aspecto, el Neocatecumenado y la Renovación
tuvieron más éxito, a diferencia de las Comunidades Eclesiales de Base que
insisten más en un cambio de las estructuras sociales, dejando al individuo
“frío” y sin una “experiencia” personal de la validez del camino que se está
haciendo. Por este motivo, al momento de aportar económicamente, los primeros
se sienten más motivados y los segundos menos. Otra causa que marca la diferencia puede ser la
siguiente; mientras el Neocatecumenado y la Renovación son movimientos más
auténticamente laicales, por lo cual los mismos laicos se sienten obligados a
luchar para seguir adelante con sus propias fuerzas, las Comunidades Eclesiales
de Base se sienten más dependientes del clero, que las maneja con espíritu
paternalista, lo que impide el desarrollo de un auténtico liderazgo laical, con
una visión propia de la realidad y un sentido auténtico de responsabilidad. Intentos
de revivir el diezmo bíblico
Por la misma afinidad que existe con el
pentecostalismo protestante, existen en la Renovación grupos que están tratando
de restablecer el diezmo bíblico como medio de autofinanciamiento. Por lo
general, se trata de asociaciones, movimientos o ministerios salidos de la Renovación
y que se desarrollan alrededor de algún líder, generalmente laico. Fascinados por su personalidad carismática, sus
seguidores no tienen reparo en ponerse totalmente bajo su liderazgo, dispuestos
a secundar sus planes a costa de cualquier sacrificio. No faltan casos en que
todo el asunto se maneja como una empresa familiar, que se transmite de padre a
hijo, al estilo de las sectas precisamente. Se insiste en la obligatoriedad del diezmo, apegándose
a la Biblia, sin tener en cuenta el hecho que se trata de algo propio del
Antiguo Testamento y ligado al culto “oficial”, mientras ellos son grupos
“particulares”. Para recalcar su obligatoriedad también en el Nuevo Testamento
citan Lc 18,12, sin caer en la cuenta de que el fariseo en cuestión pertenece
al Antiguo Testamento y no al Nuevo, dando una prueba más de su enorme parecido
con el pentecostalismo protestante, profundamente imbuido de fundamentalismo
bíblico. Que quede bien claro: no estamos en contra de los
movimientos ni del derecho que tienen de buscar las formas más apropiadas de
autofinanciamiento. Lo que rechazamos es el afán de lucro a costa de la buena
fe de la gente y la manipulación bíblica para lograr sus fines, en la línea de
las sectas. Nos parece un camino extremadamente peligroso, como la experiencia
ha demostrado ampliamente. Conclusión Además, la Iglesia institucional tienen que velar por
todo el rebaño y no solamente por los que se acercan espontáneamente, se
sienten satisfechos por lo que reciben y están dispuestos a dar lo que sea para
seguir siendo atendidos a su gusto. Todo esto exige una adecuada planeación acerca de la
manera de recaudar y distribuir los fondos con miras a una evangelización más
organizada, eliminando lo más posible toda apariencia de lucro y luchando por
llenar aquellos “vacíos pastorales”, que tanto daño nos están causando. Ya no basta pensar solamente en cómo sostener el
seminario o asegurar para el clero una digna jubilación. Hay que pensar en los
diáconos permanentes, en los agentes de pastoral laicos y las religiosas
comprometidas directamente en la evangelización. Hay que velar por su formación
y, en la medida de lo necesario, asegurarles un apoyo económico. Hay que
pensar, también en los pobres y necesitados. Algo tiene que cambiar: vino nuevo en odres nuevos. O
la Nueva Evangelización quedará frustrada o notablemente frenada. (http://www.clerus.org/) |