II CONCILIO DE NICEA, 787 VII ecuménico (contra los iconoclastas)
Definición
sobre las sagradas imágenes
y la tradición
Sesión VII [I.
Definición.]. Entrando,
como si dijéramos, por el camino real, siguiendo la enseñanza
divinamente inspirada de nuestros Santos Padres, y la tradición de la Iglesia
Católica - pues reconocemos que ella pertenece al Espíritu Santo, que en ella
habita -, definimos con toda exactitud y cuidado que de modo semejante a la
imagen de la preciosa y vivificante cruz han de exponerse las sagradas y santas
imágenes, tanto las pintadas como las de mosaico y de otra materia conveniente,
en las santas iglesias de Dios, en los sagrados vasos y ornamentos, en las
paredes y cuadros, en las casas y caminos, las de nuestro Señor y Dios y
Salvador Jesucristo, de la Inmaculada Señora nuestra la santa Madre de Dios,
de los preciosos ángeles y de todos los varones santos y venerables. Porque cuanto
con más frecuencia son contemplados por medio de su representación en la
imagen, tanto más se mueven los que éstas miran al recuerdo y deseo de los
originales y a tributarles el saludo y adoración de honor, no ciertamente la
latría verdadera que según nuestra fe sólo conviene a la naturaleza divina; Sino
que como se hace con la figura de la preciosa y vivificante cruz, con los
evangelios y con los demás objetos sagrados de culto, se las honre con la
ofrenda de incienso y de luces, como fue piadosa costumbre de los antiguos.
"Porque el honor de la imagen, se dirige al original" (Cf. S.
Basil., De spiritu Sancto 18, 45 [PG 32, 149 c]), y el que adora
una imagen, adora a la persona en ella representada. [II.
Prueba.] Porque de
esta manera se mantiene la enseñanza de nuestros santos Padres, o sea, la
tradición de la Iglesia Católica, que ha recibido el Evangelio de un confín a
otro de la tierra; De esta manera seguimos a Pablo, que habló en Cristo [ 2
Cor. 2, 17], y al divino colegio de los Apóstoles y a la santidad de los
Padres, manteniendo las tradiciones [2 Thess. 2, 14] que hemos recibido;
De esta manera cantamos proféticamente a la Iglesia los himnos de victoria: Alégrate
sobremanera, hija de Sión; da pregones, hija de Jerusalén; recréate y regocíjate
de todo tu corazón: El Señor ha quitado de alrededor de ti todas las
iniquidades de sus contrarios; redimida estás de manos de tus enemigos. El
señor rey en medio de ti: no verás ya más males, y la paz sobre ti por tiempo
perpetuo [Soph. 3, 14 s; LXX]. 304 [III. Sanción.] Así, pues, quienes se atrevan a
pensar o enseñar de otra manera; o bien a desechar, siguiendo a los scarílegos
herejes, las tradiciones de la Iglesia, e inventar novedades, o rechazar alguna
de las cosas consagradas a la Iglesia: el Evangelio. O la figura de la cruz, o
la pintura de una imagen, o una santa reliquia de un mártir; o bien a excogitar
torcida y astutamente con miras a trastornar algo de las legítimas tradiciones
de la Iglesia Católica ¡ a emplear, además, en usos profanos los sagrados
vasos o los santos monasterios; Si son obispos o clérigos, ordenamos que sean
depuestos ; si monjes o laicos, que sean separados de la comunión.
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