Cuarto Mandamiento Contenido Obligaciones
de los Padres para con los Hijos Como hacer
de los Hijos unos Delincuentes Para educar
a los Adolescentes Lo que
educa a un niño es lo que comprende afectivamente. 66,1. Honrar a los padres es obedecer, si se vive bajo su potestad, sus
mandatos; mientras no manden lo que es pecado, pues «es preciso obedecer a Dios
antes que a los hombres»(626). También asistirlos en sus necesidades y
reverenciarlos con amor. «Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le
gusta al Señor»(627). En algunas traducciones del
Evangelio hay una frase que puede entenderse mal. Dice Jesucristo : «El que no
odia a sus padres no es digno de Mí»(628). Hay que tener en cuenta que la
palabra «odiar» en hebreo no tiene el mismo sentido que en castellano. En
hebreo significa «tener en menos». Por lo tanto el sentido de la frase es: «El que antepone sus padres a Mí, no es digno de Mí». Obligaciones de los Hijos
66,2. La
desobediencia a los padres es más grave cuando se trata de cosas relacionadas
con el bien de nuestra alma : deberes religiosos, amistades, diversiones, etc. La obediencia a los
padres cesa con la emancipación de los hijos, pero no el respeto que les es
debido, el cual permanece para siempre . Tus padres lo son
todo para ti. Aunque sean viejos y achacosos, debes conservarles el respeto y
el cariño. No seas jamás un hijo desagradecido . Todo lo que tienes, a ellos se
lo debes. Dice la Biblia: «Cómo podrías pagarles lo que han hecho por
ti?»(629). Piensa en los pobres niños abandonados que no conocen a su padre, ni
saben lo que es el cariño de unamadre.A los padres no basta quererlos, hay que
manifestárselo. No hay en el mundo amor más desinteresado que el de los padres:
no es mucho pedir que ellos reciban alguna cálida manifestación de cariño de
sus hijos, que tanto agradecen. Hoy se habla poco
de obedecer a los padres. Incluso algunos hijos se creen que desobedeciendo dan
muestras de independencia y personalidad. Es decir, que
consideran la desobediencia como una valor. Esto es una equivocación. Esos
mismos jóvenes que no obedecen a sus padres que les aman, luego obedecen a los
amigos, a las modas, o a sus caprichos que les tiranizan. Cambian de obediencia
: la buena por la mala. Ser libre no es hacer lo que me da la gana. Ése es
esclavo de sus caprichos. Libre es el que
voluntariamente cumple con su deber. La persona más libre fue Jesucristo , que
era Dios. Sin embargo cumplió con la voluntad de su Padre. Hoy día es muy
fácil que los hijos se contagien del espíritu de rebeldía y libertad desenfrenada
del ambiente. El P. César Vaca, O.S.A. escribió en el periódico Ya de Madrid:
Criticar los falsos maestros, los malos educadores, los padres incomprensivos y
egoístas, está bien; pero rechazar la disciplina familiar en globo,
menospreciar sin compasión a cuantos ejercen la ardua tarea de la educación y
la enseñanza, presentando como la mejor de las escuelas la anarquía de una
libertad incontrolada, es colocarse al borde de la ruina . Los problemas que destacan en las páginas
frontales de los periódicos de todo el mundo, son un reflejo de la falta de
disposición de nuestra juventud para someterse a ningún sistema de valores que
no sea la jerarquía de valores de su propio criterio. (...) Todos somos
testigos de casos de adolescentes que son advertidos y aconsejados una y otra
vez por padres experimentados y responsables, pero ellos prefieren
"discurrir por su cuenta", para descubrir demasiado tarde lo que su
padre le predecía certeramente. Por desgracia, son muchos los jóvenes que no quieren
escuchar consejos. Semejante hostilidad de la gente joven hacia la autoridad
paterna supone que ellos se oponen irrazonablemente a los beneficios de la
experiencia Los hijos deben ayudar en la vida de familia. En todas las familias
se necesita la colaboración de los hijos. Entre todos se puede conseguir una
vida familiar agradable y alegre. En nuestra sociedad el número de personas que
alcanza una edad avanzada es cada vez mayor. Los ancianos se encuentran con
problemas que hacen más dura su ancianidad: ya no pueden trabajar, algunos
están enfermos, otros solos. Todos los miembros de la sociedad deben sentirse
responsables de la atención a los ancianos, especialmente los hijos . Obligaciones de los Padres para con los Hijos
66,3. En este
mandamiento se contienen también las obligaciones de los padres para con sus
hijos, que son, además de amarlos: alimentarlos, vestirlos, instruirlos en
religión y en cultura, vigilarlos, corregirlos, darles buen ejemplo y
procurarles un porvenir humano proporcionado a su estado y condición social .
Es decir, educarlos física, intelectual, humana, espiritual y moralmente ; y
protegerlos de los peligros de alma y cuerpo. «Recuerden los padres que es
deber suyo vigilar cuidadosamente para que los espectáculos, las lecturas y
cosas parecidas, que puedan ofender a la fe o a las buenas costumbres no entren
en el hogar, y para que sus hijos no las vean en otra parte»(630). Dijo Pío XII en su
discurso del 9-V-57: La sociedad es para la familia, no la familia para la
sociedad. La familia es una institución natural: es el origen de la vida
humana, y el recinto de la educación. La familia es
vínculo de transmisión normativa. Pero es necesario que la normativa moral y
religiosa se dé con convicción, con motivación y con el ejemplo. Debemos colaborar
con nuestros padres al bien espiritual de la familia, manifestándoles aquellas
cosas que ellos deben saber para corregirlas. A no ser que haya otro modo más
eficaz. Pero quien oculta los malos pasos de sus hermanos, por un falso
criterio de compañerismo, puede hacerse responsable ante Dios de las faltas que
queden sin corregir. El padre tiene obligación de corregir; pero para esto
necesita estar informado de lo que pasa. No exagerar las cosas. Pero no quitar
importancia a lo que la tiene. Los padres son los primeros educadores, y son
ellos quienes deben decidir, y no el Estado, el tipo de educación que crean
mejor para sus hijos. El Estado debe ayudar a todos los niños en edad escolar
sin discriminaciones. Sería injusto que
si los padres necesitan ayuda para la enseñanza de sus hijos, y el Estado
quiere cooperar, sólo ayude a los que asisten a las escuelas estatales, y no
ayude a los de las escuelas libres. «Los padres, como
primeros responsables de la educación de sus hijos, tienen el derecho de elegir
para ellos una escuela que corresponda a sus propias convicciones. Este derecho
es fundamental. En cuanto sea
posible, los padres tienen el deber de elegir las escuelas que mejor les ayuden
en su tarea de educadores cristianos. Los poderes
públicos tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y de asegurar
las condiciones reales de su ejercicio»(631). La educación es de
una importancia transcendental y de una gran responsabilidad para los padres. Hay en la vida
muchos hombres que lamentan su desgracia por las faltas y descuidos de sus
padres. En educación, como
en todo, se recoge lo que se siembra . A los niños, gradualmente, según ellos
vayan siendo capaces de asimilar, hay que inculcarles la limpieza, el orden, la
obediencia, el sacrificio, la lealtad, la servicialidad, la honradez, el saber
renunciar, etc. etc. Acostumbrarlos a
portarse bien en todas partes, a practicar el bien aunque sea penoso, y a huir
del mal aunque sea seductor, (...) espontáneamente, y por propia iniciativa,
aunque nadie le vigile ni castigue . De mayores será muy difícil que adquieran
virtudes que no se les sembraron de pequeños. Los niños, para su
buen desarrollo, necesitan caricias desde el primer momento. Se han hecho
estudios de niños atendidos perfectamente en sus necesidades vitales, en
centros especializados, pero faltos de cariño, que muestran anormalidades
características. Pero los hijos no
se pueden tener mimados y consentidos . El niño mimado y consentido se hace
caprichoso y poco sociable. Esto le va a traer problemas de aceptación entre
sus compañeros en su edad escolar, y esto le va a dificultar su madurez
psicológica. Está comprobado que el niño que es bien aceptado por sus
compañeros, por sus cualidades personales, tiene un gran porcentaje de
probabilidades de una buena maduración psicológica en el futuro. Educación
Los hijos, ni se
pueden tener mimados y consentidos, ni tampoco castigarlos sin razón. El
castigo es inevitable , pues es moralmente imposible que tus hijos no cometan
alguna falta que lo requiera: «sin castigo no hay educación posible», dice uno
de los más célebres pedagogos de nuestra época, Foerster(632). Pero para que el
castigo sea educativo y eficaz ha de ser siempre : a) oportuno: escogiendo el
momento más propicio para imponerlo pasada la ira en unos y otros; b) justo:
sin exceder los límites de lo razonable; c) prudente: sin dejarse llevar de la
ira; d) cariñoso en la forma, para que el niño comprenda que se le impone por
su bien. «No somos eficazmente castigados sino por aquellos que nos aman y a
quienes nosotros amamos»(633). El castigo corporal
tiene sus dificultades. Puede engendrar terquedad, rencor, debilitamiento del
sentimiento del honor. Los niños nerviosos no debieran ser castigados
corporalmente, pues se corre el peligro de aumentar su nerviosidad. En las
niñas el castigo corporal debilita el sentimiento de su intocabilidad corporal,
tan precioso para el recato de su vida futura. A veces puede ser más eficaz que
un castigo corporal el ponerlo a comer solo en una mesita de cara a la pared,
privarle de una habitual muestra de cariño, o de un dulce que le gusta, o del
dinero que se le suele dar; depende de edades y circunstancias. El castigo debe
facilitar al niño el camino de la honradez, la obediencia, la aplicación, etc.,
para hacer de él un hombre moral. El castigo más que para expiar la culpa
cometida debe servir para la corrección. Para esto es necesario que el niño
reconozca la falta, y lo justo del castigo. El castigo tiene mucho más valor
cuando el niño lo acepta voluntariamente, o se lo impone él mismo. Después de
aplicado el castigo, se deben hacer las paces con el niño lo antes
posible(634). Hay que tener tacto
para corregir con eficacia. Poco se logra con herir y humillar solamente. Hay
que alentar. Despertar el sentimiento de la propia estima. Una corrección
eficaz debe dejar siempre abierto un portillo a la esperanza de la propia
superación . El dejarle hacer lo que él quiera, algún día lo interpretará como
falta de interés por su bien. En cambio el contrariarle manifestando que se
hace por amor e interés por él, terminará por ganarle el corazón. Decir: te
quiero demasiado para permitirte eso , o un trato cariñoso después de un
castigo, restablece la armonía. El amor debe estar por encima de las
travesuras. Una madre después de castigar a un hijo le dijo: «No estoy furiosa
contra ti, sino contra tu travesura». Y el hijo agradeció aquel castigo. Si es importante
saber manejar el castigo en orden a una buena educación, no lo es menos el
saber utilizar el premio; por ejemplo, el elogio. La recompensa pedagógica
puede revestir muchas formas: una mirada de aprobación, un gesto cariñoso, una
palabra, la concesión de un permiso deseado, un regalo, etc. Pero tampoco se
pude ser excesivo en los premios y alabanzas, pues perderían eficacia, y se
correría el peligro de hacer al niño egoísta, obrando bien sólo con miras al
premio y a la recompensa. El estímulo es más
eficaz que la represión. A veces ésta será inevitable, pero su eficacia será
mayor si el hijo está acostumbrado a que se le reconozca la obra bien
realizada, y se le aplauda el esfuerzo realizado, aunque no siempre estos
esfuerzos hayan sido coronados por el éxito. Todo el mundo queda agradecido a
quien sinceramente le anima. Un elogio correcto, justo, oportuno, estimula y educa
para el bien. Todo el arte de la Pedagogía consiste en saber sonreír y en decir
NO a los hijos en el momento preciso y de la manera exacta . Una de las cosas
peores que puede hacer un padre con sus hijos es dejarlos que se hagan
caprichosos y testarudos . Es de la máxima importancia en la educación de los
hijos la formación de la voluntad. La voluntad se
fortalece enseñándola a renunciar. A esto hay que empezar de pequeño. Que
empiece a renunciar a gustos, caprichos, comodidades, etc., en bien del prójimo. Por ejemplo: que
reparta entre hermanos y amigos la caja de bombones que le han regalado, que se
levante de la silla para echar el papel del caramelo en la papelera, que ceda
el sillón a una persona mayor, que deje un juego ruidoso porque a la abuelita
le duele la cabeza, etc., etc. Hay multitud de renuncias y privaciones de alto
poder formativo. La sonrisa de un hijo proporciona a los padres tanto placer
que se hace durísimo contrariar al niño. Por otra parte, hay corazones de
padres que no pueden resistir el oír llorar a sus hijos. Sin embargo, han de
saber que por no querer contrariarlos hoy y darles esos caprichos, los están
preparando para grandes disgustos en la vida, porque las cosas no siempre van a
salir a sus deseos. Es una equivocación decir: Déjale hacer. Pobrecito. Ya
tendrá tiempo de sufrir . Todo lo contrario. El niño mimado sufrirá el doble
que el que se ha acostumbrado a renunciar con naturalidad. En la vida hay que
renunciar por fuerza tantas veces!. Es menester
acostumbrar al niño, desde pequeño, a portarse bien en todas partes,
espontáneamente y por propia iniciativa, aunque nadie lo vigile ni le castigue.
Hay que saber apartarlos del mal y orientarlos al bien, de modo que ellos
mismos estimen la virtud y el deber, y lo abracen voluntariamente. Es muy
importante en la educación de los niños saber proporcionarles placeres lícitos
con alegría, y que sepan renunciar a lo ilícito sin angustia. Es imposible que
los niños tengan siempre lo que desean. Hay que acostumbrar a los niños a que acepten
estas frustraciones con naturalidad, pues la vida está llena de frustraciones. El joven que se
acostumbra desde niño a hacer su voluntad es un inútil para la vida. Porque la
vida es un tejido de deberes desagradables, y el que desde niño no se acostumbra
a cumplirlos severamente, sino que obra a impulsos de sus gustos, caprichos y
pasiones, se hace víctima de su propia voluntad al llegar a la edad madura . Dice el gran
educador Stuart Mill : Quien nunca se ha privado de algo permitido, no sabrá
privarse de lo prohibido . La voluntad es la
facultad de la persona humana por la cual el individuo cumple lo que se ha
propuesto sin dejarse llevar por lo que le gusta o disgusta. Es muy importante
para ser una persona de carácter. Es lo que hace al hombre más hombre . Para
lograr el dominio de la voluntad es necesario entrenarse, como en el deporte.
Hay que adquirir un hábito por la repetición de actos realizados con una
motivación de superación personal. El entrenamiento debe empezar por cosas
relativamente fáciles. Un niño mimado no
es aquel por quien se hace demasiado. Nunca se hace demasiado por un niño. Niño mimado es
aquel a quien nunca se le ha exigido, aquel a quien no se le ha enseñado a
devolver en proporción a lo recibido. Condescender a los caprichos del niño es
hacer de él un pequeño tirano. No hay manera más
segura de labrar la desgracia de un hijo que darle todos los caprichos . Educar, formar a un
niño, es hacerle obedecer, ayudarle a superarse, enseñarle a amar, a querer lo
que no quiere, lo que no ama, lo que no hace espontáneamente, pero que le
servirá... Se ha definido al educador como quien presta voluntad. Dejado a sí
mismo, el niño queda esclavizado a sus instintos y caprichos. La intervención
de la voluntad fuerte del educador le libera... Ese pequeño ser tan encantador
y tan débil, hacia el que nuestro amor y nuestra compasión se desbordan, es
terriblemente egoísta y codicioso. Hay que enderezarlo, moldearlo, humanizarlo.
No hay rectitud moral en la vida si no se obedece a los principios, a pesar de
las tentaciones y los caprichos. «Además, no hay
verdadero placer, incluso para el niño, en las cosas obtenidas sin esfuerzo. En
todos los terrenos hay que pagar con horas de penosa ascensión la alegría de
contemplar un hermoso panorama. La resistencia vencida produce su goce. Hay que
dar al niño la experiencia y el gusto de estas ásperas y profundas alegrías que
brotan de la dificultad vencida»(635). Y desde luego,
jamás permitas una desobediencia. Antes de dar una orden, piensa si es
conveniente. No mandes muchas cosas seguidas; y nunca, contradictorias. El
padre y la madre deben estar siempre de acuerdo en cuanto a órdenes y castigos.
Nunca deben contradecirse. Y las órdenes, que sean claras, que el niño las
entienda. Y bien descritas en sus detalles: plazo de tiempo en que debe
realizarse, resultado que se pretende, etc. Por ejemplo: Recoge el cuarto de
baño después de ducharte . Aclarar que se entiende al terminar de ducharse, no
a media noche; todo limpio, no basta recoger la ropa sucia, etc. No mandarles
demasiadas cosas. Ni prohibirles tonterías. Dijo el doctor psico-pedagogo Luis
Riesgo en una conferencia a la que asistí en el Casino GADITANO DE Cádiz, el 15
de Noviembre de 1995: No hacer montañas de las colinas. Ser transigentes en
pequeñeces. En toda pedagogía familiar vale más ganar una batalla importante
que cien escaramuzas sin importancia . Hay que dejar a los
hijos siempre un campo de autonomía. No olvidar que el niño necesita
autoafirmarse. Procura no mandar
cosas demasiado difíciles. Pero dada la orden, que sea ejecutada por encima de
todo. Si el niño logra imponer su voluntad una vez, no lo olvidará, y siempre
intentará conseguirlo de nuevo. El niño debe saber que hay ocasiones en las que
son inútiles los llantos y los gritos . Y tú, por tu parte, cumple también la
recompensa o los castigos a que te hayas comprometido. Son desorientadores para
los niños y fatales en la educación esos padres que mandan, amenazan y prometen
muchas cosas; pero después nada de eso llega a la realidad, sin razón alguna:
«El castigo anunciado no debe suprimirse sin causa»(636). Pero hay que tener
cuidado de que el castigo no corresponda a nuestro mal humor, sino a la
gravedad de la falta y a la responsabilidad del niño. Reconocida la culpa por
el niño, y aceptado el castigo, es muy pedagógico disminuir éste con la promesa
de enmienda. - Educar es aceptar
que cada hijo tiene su modo de ser, y permitirle ser él mismo . - Educar es
reforzar y alentar todo lo bueno que tenga el educando. - Educar es
procurar el bien del educando con autoridad y firmeza, pero sin violencia y con
ternura. - Educar es
inculcar los valores que pretendemos, por medio del ejemplo(637). La corrección del
niño debe comenzar cuando es pequeño. Las plantas tiernas son más fáciles de
enderezar. No dejes que nadie,
delante de los niños pequeños, alabe lo malo y se ría de lo bueno. Tampoco
toleres que les enseñen a decir picardías. Por lo mismo, pon mucho cuidado en
que los niños pequeños no presencien nada en la casa que pueda enseñarles el
mal. Los niños son grandes imitadores: hay que tener mucho cuidado de todo lo
que se dice y se hace en su presencia. Ten también cuidado de que en tu casa no
haya cuadros o calendarios deshonestos, ni libros ni revistas peligrosos.
Preocúpate de inculcarles desde pequeños el amor a la pureza, a la veracidad,
honradez, servicio del prójimo, respeto a la autoridad, etc. Nada persuade
tanto a practicar el bien como el buen ejemplo. «No se enseña ni lo que se sabe
ni lo que se dice, sino lo que se hace»(Jaurés) . Las palabras mueven, pero los
ejemplos arrastran. Son los hechos los que cuentan, no las palabras. Las
palabras son contraproducentes cuando son desmentidas por los hechos. Los ejemplos educan
más que las palabras. El niño necesita modelos de comportamiento claros,
fuertes y permanentes. Si los modelos son defectuosos, cambiantes y débiles, no
sabrá lo que hay que hacer en cada momento. Pero además de
darles buen ejemplo, hay que hacerles actuar. El secreto de aprender está en el
hacer. «Exigir a los hijos que hagan lo que es necesario hacer, lo que deben y
pueden hacer según su edad; sin permitirles concesiones. (...). Eso es amarles
y educarles para la vida. Tenerlo todo, no haber tenido que esforzarse por
nada,(...) es una tremenda desgracia». Lo que verdaderamente
educa es el ejemplo de una vida coherente, y la autoridad apoyada en razones.
No el autoritarismo violento. La incidencia de la figura paterna ha sido
estudiada por Alinear Glueck comparando quinientos muchachos delincuentes con
otros quinientos que no lo son. La investigación demuestra que la mayoría de
los muchachos delincuentes han dependido en su educación de padres con
actitudes extremas de severidad o de permisividad; mientras que los muchachos
que presentan una conducta normal pertenecen en su mayoría a padres que han
sabido aplicar una disciplina firme pero serena y dialogante . Para los hijos, tan
malo es una autoridad dura y rigurosa, como la falta de autoridad. El dejar que
los niños hagan lo que quieran es muy cómodo para los padres, pero funesto para
ellos. El niño necesita autoridad que le libere de su sentimiento de
inseguridad. El adolescente necesita guía. Incluso se da el caso del muchacho
que adopta una actitud provocativa ante su padre, actitud que en el fondo no
tiene otro objeto que el de forzarle -inconscientemente por supuesto- a que
ocupe su verdadero papel de jefe de familia. Busca la autoridad que tanto
precisa, y que es la base de su sentimiento de seguridad . La disciplina es el
adiestramiento del niño. Los estudios realizados sobre los trastornos de la
conducta de la juventud han demostrado que un niño educado sin disciplina no es
capaz de controlarse cuando sea mayor. Charles Manson , asesino de familias
enteras, cuando era niño hacía siempre su voluntad. Al cabo de los años, ya
hemos visto las consecuencias . Hubo un tiempo que
en la educación se abusó del autoritarismo y de aquello de que la letra con
sangre entra . Pero hoy, con un movimiento pendular, se ha pasado a una
inhibición de los educadores y a dejar a los niños que sean buenos
espontáneamente y encuentren la verdad por sí solos; lo cual es utópico. Antes
se abusó de la enseñanza memorística (recordemos la lista de los reyes godos),
pero hoy se elimina la memoria de la enseñanza, lo cual es funesto, pues la memoria
es una potencia humana necesaria en la vida. El niño necesita que le digan lo
que es bueno y lo que es malo, y que le ayuden a ir por el camino del bien. Tener en cuenta que
el niño pequeño no puede comprender la ironía. Entiende las cosas
literalmente, tal como se dicen. Una broma inocente para un adulto, puede hacer
daño a un niño. Unos padres que se mofan de lo que el niño toma en serio,
pueden, en su equivocación, perder la confianza en su hijo. «Uno de los peores
errores en que pueden incurrir los padres es en el de hacer comparaciones. Sólo
conseguirás que tu hijo aborrezca a aquel con quien lo comparas, y te lo tome a
mal»(638). Según la frase de
María Montessori , la célebre doctora italiana de fama mundial, «el niño debe
ser respetado y no utilizado como un juguete que nos divierte con sus gestos,
balbuceos y gracias, provocándole a repetirlas de modo abusivo, y a veces
intempestivo, pensando sólo en nuestra satisfacción. Al niño hay que tratarle
como él lo necesita. No como a nosotros nos gusta»(639). Es necesario saber
escuchar a los pequeños sus pequeñas preocupaciones. Así se les prepara el
camino de la confianza para cuando tengan que contar confidencias más
importantes. 66,4. Debes
preocuparle de que tus hijos no aprendan de sus amigos de la calle de dónde
vienen los niños. Evidentemente que ellos procurarán enterarse. Si tú les
abandonas en este punto, cuando les entre la curiosidad, irán a sus amigos que
más saben de esto, que, naturalmente, serán los más golfos. Puedes imaginarte
la clase de información que tus hijos recibirán de ellos. Si tus respuestas a
sus preguntas son oscuras o con evasivas, el niño se dará cuenta de que ha
topado con algo misterioso y se callará; pero su curiosidad aumentará e irá a
preguntar donde le ofrezcan confianza. En materia sexual
el niño tiene necesidad de saber, y por lo tanto hay obligación de informarle.
Pero esta información no es conveniente que la reciba de sus amigotes que lo
harán de modo chabacano, deformado, degradando la sexualidad, y envileciendo el
misterio de la vida. Hay que hacerlo de una manera sana, clara, correcta, digna
y adecuada. Es indispensable
que te encargues de hacerlo tú con discreción, prudencia, método y tacto. A los
niños hay que iniciarlos conforme avanza su edad, en una positiva y prudente
educación sexual . Puede ayudarte en
este importante asunto un pequeño libro titulado «Iniciación de los niños en la
vida»(640). Este libro te dará normas acertadísimas, e incluso al discursito ya
hecho para distintas edades y sexos. Hay quien opina que es mejor esperar a que
el niño pregunte. Pero, y si el niño
tiene vergüenza de preguntar a sus padres?. Y si el niño pregunta primero en la
calle? Además en muchos casos la calle se adelanta a informar al niño antes de
que éste pregunte. Una de las edades más peligrosas de los niños es entre nueve
y once años, y hay que orientarlos. No olvides nunca que en esta materia es
preferible llegar con un mes de anticipación que con un día de retraso . Es importante que
los niños se sientan superiores a sus compañeros por la buena información que
sus padres les han proporcionado, y porque saben les tendrán al corriente de
todo lo que quieran preguntar. Conozco un niño que
cuando sus compañeros quisieron hablarle de cosas escabrosas, él les respondió:
Todo esto ya lo sé yo, porque me lo ha explicado mi padre . Y se marchó. Su
padre está orgulloso de haberle preparado bien. En esta materia,
ante las preguntas de los niños hay tres posturas: a) El silencio y
las evasivas: lo cual es hacer que el niño vaya a preguntar a otro sitio, lo
mismo que iría a satisfacer su hambre si nosotros no le diéramos pan. Una madre
a quien su hija le preguntó sobre el origen de los niños, le respondió dándole
un bofetón: una niña educada no preguntas esas cosas . Proceder lamentable. El
silencio de los padres sobre el sexo es causa de que el niño crea que el sexo
es algo malo . b) La segunda
postura es responder con mentiras, lo cual les hará perder la confianza en
vosotros cuando averigüen la verdad; y se formarán una idea equivocada del
problema al ver que se trata de una cosa vergonzosa de la cual no se puede
hablar en casa. Además sentirán una reacción desfavorable hacia sus padres que
les engañaron y les llevaron a hacer el ridículo ante sus amigos por creerse lo
de la cigüeña, niños de París, etc. c) La tercera
actitud es la acertada: responder con lealtad, con respuestas breves, claras,
sencillas y naturales, enteramente verdaderas, aunque no se diga toda la verdad
de una vez, sino escalonadamente, en diversas ocasiones, según las
circunstancias, y grado de comprensión del niño. Esta explicación
debe rodearse de un gran ambiente de elevación, dulzura, delicadeza y
sobrenaturalidad . Hacer la información gradualmente, según el niño vaya
preguntando, satisfaciendo siempre su curiosidad. Si el niño tarda en
preguntar, provocar con tacto la pregunta, para que de esto hable en casa antes
que en la calle. Las primeras preguntas pueden surgir a los cuatro o cinco
años. «Antes de los nueve o diez años debe saber que el niño comienza a crecer
en la madre por amor del padre»(641). Te voy a poner aquí
un ejemplo de un posible diálogo de un niño con su madre, con las respuestas a
las preguntas más comprometidas que los niños pueden hacer. Las he encontrado
en varios libros que he leído sobre este tema. Evidentemente que no es para que
des la respuesta al pie de la letra. Es para que te orientes en las respuestas
que necesites, y las acomodes a la edad, sexo, madurez, etc., del niño que
pregunta. - De dónde ha
venido mi hermanito? - Se lo ha mandado
Dios a papá y a mamá porque se quieren mucho. - Entonces tía
María y tío Pepe no se quieren porque Dios no les manda ningún hijo. - Es que los hijos
son un regalo de Dios, y ese regalo Dios no se lo da a todos. - Y cómo vienen? - Dios ha puesto en
la barriga de las madres un nido muy abrigadito. Y ahí está el niño durante
nueve meses, porque al principio es muy pequeñito y se le podría pisar como a
una hormiguita. También yo te he
llevado a ti nueve meses debajo de mi corazón y te he alimentado con mi sangre. Por eso te quiero
tanto, porque eres hijo de mi sangre. Cuando yo te llevaba dentro de mí,
pensaba mucho en ti, te preparaba la cuna, los pañales, las camisitas y muchas
cosas más; y rezaba mucho a Dios por ti. Cuando ya fuiste un poco mayor entonces
te di a luz. Eso me hizo sufrir fuertes dolores, y tuve que guardar cama. Pero
estos dolores se transformaron en alegría cuando te tuve en mis brazos y pude
abrazarte y besarte. - Y por qué te hice
sufrir? - Porque cuando
saliste de dentro de mi cuerpo eras ya grandecito, y me costó mucho trabajo. - Y por dónde salí? - Por una puerta
que Dios ha puesto en el cuerpo de las mujeres, y que llevamos siempre tapada,
porque las personas mayores nunca enseñan eso. - Dónde está esa
puerta? - Entre las piernas.
Por donde se orina. Esta puerta se estira como si fuera de goma, para que pueda
salir el niño. Primero sale la cabeza, después los hombros, los brazos y por
fin las piernas. Así naciste tú. Puedes imaginarte
la alegría que sentí cuando puede tenerte en mis brazos? - Y por qué soy
también hijo de papá? - Porque el padre
es el que pone las semillas de la vida dentro del cuerpo de la madre. - Y cómo se hace
eso? - Dios ha hecho el
cuerpo del hombre distinto del cuerpo de la mujer para que cuando estén casados
puedan unirse de modo que el padre deje la semilla de la vida dentro del cuerpo
de la madre. La puerta por donde sale el niño al nacer, fue nueve meses antes
la puerta por donde entraron las semillas de la vida que el padre donó a la
madre(642). - Pues yo tengo un
amigo que no tiene padre. - Porque se habrá
muerto o se habrá ido. - Es que su madre
es soltera. - Eso quiere decir
que su padre hizo mal, y no quiso casarse con su madre; pero todos los niños
nacen de la unión de un padre y una madre. - Y por qué tienen
hijos las solteras? - No deben
tenerlos, pues no tienen marido. Pueden tenerlos si ceden su cuerpo a un
hombre. Pero esto es un pecado en una mujer soltera. A veces ocurre sin culpa
de ellas, por violencia o engaño de hombres malvados. - Por eso en el
colegio hablaban de uno que era un sinvergüenza porque había tenido un hijo de
una muchacha soltera. - Claro. Eso es un
pecado enorme. Pero en el colegio no hables de estas cosas. Todo lo que quieras
saber, yo te lo explicaré. Hablaremos de todo esto siempre que quieras. Pero tú
con tus amigos no debes hablar de estas cosas. A lo mejor hay algún niño a
quien sus padres le han contado el cuento de la cigüeña, pensando que no podría
entender esto que yo te he explicado a ti, y no está bien que dejes mal a sus
padres. Y si hay alguno que quiera hablarte de estas cosas, tú le dices que ya
te he explicado yo todo. Y a mí me preguntas todo lo que quieras, que yo te lo
explicaré mejor que nadie, porque soy tu madre . Frecuentemente será
fácil satisfacer la curiosidad del niño respecto al otro sexo mostrándole a un
niño (o niña) de corta edad desnudo. Es preferible evitar las exhibiciones de
adultos desnudos. Nuestra sociedad no
lo admite, y se puede ofender al niño . Es conveniente que
la madre instruya a su hija sobre el significado y normalidad de la
menstruación cuando haya cumplido los diez años , para que si apareciera en
edad prematura no le cause impacto psicológico perjudicial. El modo de hacerlo
puede ser una cosa así: La obra más grande que puede hacer una mujer es tener
un hijo. Esto ocurre cuando la mujer se casa. Pero desde pequeña, Dios va
preparando el cuerpo de la mujer, y todos los meses se forma un nido para el
posible hijo. Al no tener el hijo, el nido se deshace y sale por abajo un poco
de sangre, pero no duele nada . Lo mismo hay que
hacer con los chicos sobre los derrames nocturnos, para que sepan que son
fenómenos perfectamente normales, previstos por Dios para que el cuerpo elimine
las secreciones sobrantes que no necesita para su fortalecimiento. Si los padres
explican a sus hijos adolescentes las emisiones nocturnas de semen y la
menstruación, respectivamente, antes de que esto ocurra, cuando llegue ese
momento, lo aceptarán con toda naturalidad. No es lo mismo
información sexual que educación sexual . La información sexual es más fácil,
pero no basta. Se ha comprobado que a más información sexual , más embarazos de
adolescentes, enfermedades venéreas, etc. La educación sexual debe procurar la
maduración afectiva del niño, hacerlo llegar a ser dueño de sí y a usar
rectamente del sexo . La educación lleva al hombre a practicar el bien. «La
virtud no es cuestión de enseñanza solamente. Muchas veces comprobamos que el
problema no es de desconocimiento de lo que hay que hacer, sino que falta el
necesario esfuerzo para hacerlo. (...). Las virtudes se
logran a costa del propio esfuerzo, pero es fundamental que este esfuerzo esté
acompañado de una convicción intelectual»(643). Al hombre no le
basta saber lo que es verdad y lo que es bueno, necesita además una motivación
que le anime a vivirlo. Y en eso consiste la educación. La experiencia
cotidiana enseña que al hombre no le basta conocer el bien para practicarlo. Ya
lo dijo Ovidio hace dos mil años: «Conozco el bien y lo apruebo, pero practico el
mal»(644). La experiencia ha
demostrado que una información sexual insistente, como la que hoy padecemos, es
de efectos negativos, pues se convierte en excitación sexual. «La enseñanza no es
nunca una educación completa. Ha de ser complementada por el esfuerzo personal,
por la lucha. Esto es especialmente cierto en lo relativo a la educación
sexual. El uso cristiano de la sexualidad no se realiza sin esfuerzo, sin un
esfuerzo que a veces tiene que ser heroico. Esto vale principalmente para la
juventud, en la cual la fuerza de las tendencias sexuales y la poca madurez de
la personalidad del joven, exigen una lucha mucho más rigurosa. Por otra parte,
la juventud es también la época más adecuada para entender la vida como lucha,
para despreciar la comodidad. Fortalecer en la
juventud la conciencia de que una vida humana sólo se realiza a través de la
lucha, es poner uno de los fundamentos más firmes para la educación en el
aspecto sexual. En esa lucha tienen
que emplearse recursos humanos y sobrenaturales, porque también en este campo
lo natural y lo sobrenatural se influyen mutuamente. La oración y los
sacramentos son como las dos direcciones del camino que une al hombre con Dios. La oración es
fundamentalmente petición, camino del hombre hacia Dios; los sacramentos son
las sendas por donde Dios nos envía su gracia, camino de Dios hacia el hombre.
La oración y los sacramentos están en la base de la educación sexual. En cuanto a la
Virgen, Ella es llena de Gracia, es la protagonista del amor más puro y más
hondo que haya podido tener criatura alguna. Es Madre nuestra y está delante de
Dios para hablar bien de nosotros, para interceder por nosotros»(645). Las caídas en
materia de sexualidad se deben, más que a la falta de información, a la
debilidad de la voluntad, expuesta a toda clase de tentaciones que sólo pueden
superarse con esfuerzo humano auxiliado por la gracia de Dios. El padre Martín
Descalzo en su libro «Razones desde la otra orilla» dice que la campaña
recomendando preservativos a la juventud es un reconocimiento del fracaso de la
educación sexual. Como no se ha
sabido educar a los jóvenes para que controlen el instinto sexual se les da un
preservativo para complacerles. Como el chupete que se da al niño que ha cogido
una rabieta(646). «Una educación sexual
bien hecha -iniciación y educación-, es necesaria, y el hacerla con discreción
y delicadeza corresponde como un derecho y un deber a los padres, que
lógicamente se han de preparar y empeñar en ella. Sería un error dejar esta
educación, por un silencio culpable, a agentes inadecuados que el niño
encontrará, quienes inevitablemente harán su pseudoeducación. Nadie puede
marginar a los padres de esta tarea, y nadie les suplirá como es debido con tal
que ellos lo hagan bien. En todo caso, ha de quedar bien claro siempre, que,
siendo la educación sexual una parte de la educación total de la persona, no
son lícitos los experimentos perjudiciales para la integridad y el equilibrio
personal, ya sea en el aspecto individual, ya sea de cara a la apertura hacia
los otros. Es bueno también recordar que los padres, sobre todo los que dan una
iniciación, acaso prematura, persuadan a sus hijos de que no hablen de ello con
otros. Si se lograse hacer esto, no serían tan frecuentes las conversaciones
sobre temas sexuales, ni los padres tan frecuentemente suplantados por
inoportunas revelaciones. Una progresiva
información de la realidad sexual, a nivel cultural y religiosa, se hace
necesaria tan pronto como el niño va abriendo sus ojos a la vida personal y al
mundo que lo rodea; pero la información sola no es suficiente. Se necesita,
sobre todo, la educación de la persona en la castidad o pureza -virtud que
proporciona dominio sobre la sexualidad- por medios idóneos. He aquí algunos:
clima de ejemplaridad familiar, de diálogo y aprendizaje constante del amor
evangélico y el dominio de sí mismo y, por encima de todo, de vivencia
consciente de la oración y de los sacramentos. Por la misma razón
han de colaborar los gobernantes , gerentes del bien común. Su colaboración no
ha de invadir, sino respetar la competencia de los padres y los derechos de la
comunidad cristiana. Un programa realista de colaboración del Estado en este
asunto habría de tener muy en cuenta problemas como el de la protección a la
familia, la enseñanza, las condiciones de trabajo, alojamiento, la multiforme
pornografía y anarquía del erotismo público, la llamada apertura cultural de
los medios de comunicación social y otros, algunos de los cuales son realidades
muy perniciosas, verdaderos agresores injustos -con bellos nombres- de los
derechos de las personas débiles que, por sí mismas, no se pueden defender. El
poder público es corresponsable, junto con los ciudadanos, de la defensa de sus
valores y, en nuestro caso, no es justo que el pansexualismo posea un nivel tan
alto de monopolio de la educación de la sexualidad. La escuela -y ahora
pensamos en la escuela católica- puede aportar buenos servicios a la recta
educación sexual. Como una realidad subsidiaria ha de actuar con la anuencia y
la cooperación de la familia educando integralmente al alumno y ayudándolo a
integrar debidamente la sexualidad. Además de esta
educación genérica incumbe a la escuela hacerlo también de una manera más
especifica, informando científicamente sobre el tema a nivel biológico y psicológico
sin omitir el moral, de acuerdo siempre con los padres y evitando con extrema
delicadeza que no se susciten problemas nuevos y graves, antes de resolver los
ya existentes. Esto último es muy posible y de alta responsabilidad. Puede presentarse
el caso de que en una escuela, especialmente si no funciona en verdad como
católica, se perturbe esta educación por la imprudencia de algún profesor, por
presiones intencionadas de los alumnos -o por fuerzas de fuera que influyen en
la misma- o por una insistencia morbosa sobre el asunto. Cuando ocurre eso, lo
que tendría que ser verdadero elemento de educación, es posible se convierta en
una clase de juegos preferidos, refugio de erotismo, y, en fin de cuentas, de
pornografía. Por tanto, hay que exigir un clima de delicadeza y de respeto muy
acentuado hacia las personas de los educandos de ambos sexos. Querríamos decir a
los educadores que no se permitan iniciativas caprichosas sin contar con los
padres; no es justo que éstos se encuentren, a veces, sorprendidos por hechos
consumados de conferencias, cursillos y proyecciones de temas sexuales, en
escuelas católicas que no han tenido en cuenta la Doctrina de la Iglesia»(647). La Comisión
Permanente del Episcopado Español ha protestado por la difusión entre los jóvenes
de unos folletos distribuidos por algunas entidades socialistas de la
Administración Pública Española, que pretenden ser de educación sexual y lo que
hacen es incitar al libertinaje sexual, animando al ejercicio de la sexualidad
solamente por la satisfacción egoísta del placer, indiferentemente de que se
haga por medio del vicio solitario o con otra persona de diferente o del mismo
sexo, sin ninguna relación con la moral y la integración de la sexualidad en la
maduración de la persona humana, haciendo de la vida sexual un juego y
pasatiempo, algo trivial y carente de pleno sentido humano. Entre otras cosas
dice: «Estas
orientaciones relativas a la conducta sexual se oponen a los valores y bienes
fundamentales de la sexualidad humana y a las enseñanzas morales de la
Iglesia... Sentimos el deber de denunciar que tales orientaciones degradan y
pervierten las conciencias de los jóvenes... Con frecuencia se une esta
difusión de inmoralidad en el campo sexual con ataque a la fe cristiana»(648). «Cuando autoridades
civiles, de cualquier rango, promueven la difusión de los citados cuadernos en
centros escolares cometen un verdadero abuso de autoridad. Los poderes públicos
vulneran claramente los derechos de los ciudadanos en la medida que, a través
de las indicadas iniciativas pedagógicas o de poderosos medios de comunicación,
tratan de establecer en el conjunto de la sociedad una determinada concepción
de la conducta sexual, que implica una forma definida de entender el hombre y
su destino. No pertenece ni al Estado ni siquiera a los partidos políticos
tratar de implantar en la sociedad una determinada concepción del hombre y de
la moral por medios que supongan de hecho una presión indebida sobre los
ciudadanos contraria a sus convicciones morales y religiosas. A los organismos
estatales compete, en cambio, tutelar a los ciudadanos contra los desórdenes
morales y toda forma de agresión sexual, especialmente el abuso de menores y,
en general, contra la degradación de costumbres y la permisividad sin límites.
Teniendo en cuenta el pluralismo de la sociedad moderna y la debida libertad
religiosa, corresponde al Estado ayudar a las familias para que pueda darse a
sus hijos en todas las escuelas una educación conforme a los principios morales
y religiosos profesados por sus padres, tal como prescribe la Constitución
Española. La propia Constitución establece las normas de protección de la
moralidad de los niños y jóvenes. Está en juego el
bien común de la sociedad: una comunidad humana que no alcance un grado
suficiente de adhesión a valores morales fundamentales como son, en este caso,
los relativos a la sexualidad y a la familia se autodestruye»(649). El arzobispo de
Valladolid, José Delicado Baeza , en una carta pastoral se lamenta de la
frivolidad con la que en algunos sitios se realiza la educación sexual,
estimulando al sexo más que educándolo, añadiendo: «La castidad no es la única,
ni siquiera la principal virtud cristiana, pero es una virtud necesaria para
vivir en gracia»(650). «La educación
sexual de hace años tuvo sus errores. Pero hoy algunos llaman educación sexual
a lo que es pura pornografía. Algunos han olvidado que el hombre, además de
cuerpo tiene espíritu, y que el comportamiento sexual del hombre no puede ser
lo mismo que el de un animal. El instinto sexual del hombre debe ser dirigido
por la razón y la voluntad. De esta manera se eleva, se dignifica, se
espiritualiza. El libertinaje
sexual tiene peores problemas que la represión. Las aberraciones sexuales se
difunden alarmantemente. Y es que el hombre necesita una ética, una norma
moral. Su conducta no se regula por el instinto, como en los animales que nunca
comen si no lo necesitan, ni engendran fuera de los tiempos de celo»(651). 66,5. Es, sobre
todo, importante que los padres se preocupen de la instrucción religiosa de sus
hijos. Si ellos no saben o no pueden hacerlo, tienen que buscar quien supla
esta obligación; ya en la escuela, ya en la catequesis de la parroquia. Pero
dice el Nuevo Código de Derecho Canónico «a los padres corresponde en primer lugar
la educación cristiana de sus hijos»(652). Al niño pequeño hay que obligarle a
ciertas cosas (urbanidad, higiene, etc.) aunque él no entienda su valor. Poco a
poco irá captando su sentido y cuando sea mayor las realizará por propia
convicción. Lo mismo hay que hacer en la educación religiosa. Los domingos
llévatelos de paseo o al campo; y a la vuelta haz una visita en alguna iglesia
y enséñales desde pequeñitos dónde está el Señor, para que aprendan a pedirle
cosas y a hablar con Él. Desde los primeros años conviene infundirles una vida
de piedad. Esto es insustituible. Deberías tener la costumbre de rezar algo en
común: bendecir la mesa,
rezar en el automóvil en los desplazamientos dominicales, etc. Hogar que reza
unido, hogar que permanece unido . La Bendición de los
Hijos 66,6. Los hijos son
el encanto de los hogares, la alegría y la ternura de los padres, los
perpetuadores de su nombre, el estímulo de sus trabajos, el consuelo de sus
sufrimientos y la esperanza de su vejez. Los niños
fortalecen el amor de sus padres. Las estadísticas internacionales demuestran
que hay menos rompimientos en los matrimonios con hijos. Los hijos enriquecen
el amor conyugal. Hacen superar el egoísmo. El amor del marido a la esposa
puede tener un matiz egoísta por los placeres físicos que le proporciona y por
los servicios que le presta. El hijo va a aumentar sus sacrificios, y sin
embargo lo ama. Igualmente en ella, la maternidad despierta enormemente la
capacidad de amor sacrificado. Hogar donde abundan
los niños es hogar feliz. Los niños arman
ruido; pero, qué triste es el silencio de un hogar sin niños! Qué sola es la
vejez sin hijos! Los hijos son el más fuerte vínculo de unión entre los
esposos. Llenan de ilusión la vida. A veces dan disgustos, pero su amor hace
felices a los padres. El futuro de la
humanidad se fragua en la familia. Por consiguiente, es indispensable y urgente
que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores
y exigencias de la familia . «Son bien conocidos
los problemas que en nuestros días asedian al matrimonio y a la institución
familiar. Por eso es necesario presentar con autenticidad el ideal de la
familia cristiana basado en la unidad y fidelidad del matrimonio abierto a la
fecundidad y guiado por el amor. Y, cómo no expresar vivo apoyo a los
reiterados pronunciamientos del episcopado español en favor de la vida y sobre
la ilicitud del aborto? Exhorto a todos a no desistir en la defensa de la
dignidad de toda vida humana, en la indisolubilidad del matrimonio, en la fidelidad
del amor conyugal, en la educación de los niños y jóvenes siguiendo los
principios cristianos, frente a ideologías ciegas que niegan la trascendencia,
y a las que la historia reciente ha descalificado al mostrar su verdadero
rostro», así hablaba el Papa Juan Pablo II en Junio de 1993 en la homilía de la
misa de la canonización en Madrid de San Enrique de Ossó. La familia es la
base de la sociedad, por eso Pío XII dijo el 9 de mayo de 1957: «La sociedad es
para la familia, y no la familia para la sociedad». La familia es la
institución natural establecida universalmente en el tiempo y en el espacio.
Donde tiene origen la vida humana, el recinto de la educación y el vínculo de
la transmisión normativa. Pero para que esta transmisión sea eficaz la normativa
moral y religiosa debe hacerse con convicción, con motivación y con el ejemplo. No puede haber
contradicción entre lo que se dice y lo que se hace. Se educa más con lo
que se hace que con lo que se dice. En la familia todo educa o deseduca. La
familia es el clima ideal para la educación de un niño. La familia tiene un
valor insustituible para los hijos. Un hijo sin familia queda traumatizado. Las estadísticas de
delincuentes juveniles y de anormalidades psíquicas hablan bien claro. Según
Katherin Kasun, Presidenta de «Family campaign Fundation» de Suecia, en un país
donde el Estado ha sustituido en gran parte a la familia en la educación de los
hijos, de cada cuatro niños, uno necesita un psiquiatra, y el número de
suicidios en menores de 16 años ha sido de 130 al año, y va en aumento(653). Una sociedad que
destruye la familia se suicida . El mayor tesoro de una nación son los niños.
El futuro depende más de los niños que de las carreteras. Los niños necesitan
un hogar. La guardería no puede suplir el hogar. Los psiquiatras hablan de los
traumas psíquicos de los niños que no han conocido el cariño y el calor de un
hogar . La Adoloescencia 66,7. Una de las
edades más difíciles para la educación de los hijos es la adolescencia . El
adolescente empieza a descubrir su propia personalidad, y siente necesidad de
afirmarla. Esto le inclina a la rebeldía en todos los órdenes. La educación, la
virtud, o el buen carácter, pueden dominar este espíritu rebelde. Pero esta
rebeldía de los adolescentes no debe extrañarnos. Lo que debemos hacer es saber
cómo educarla. Es un momento difícil. Las personas mayores tienden a tratarlos
de críos , y esto a ellos les subleva. Ellos se sienten personas, y quieren ser
respetados. El tratarlos de modo despectivo e irónico puede ser
contraproducente. Sin perder la autoridad paterna es bueno lograr la amistad
del hijo, para que se someta de buena gana al verse tratado con consideración.
Las fanfarronadas del adolescente son pura fachada. Por dentro se encuentra
inseguro. Necesita consejo. Pero hay que dárselo sin que él se sienta
disminuido, porque entonces no lo aceptará. El adolescente necesita afirmar su
personalidad, su independencia, quiere ser él, decidir él, ser responsable de
sí mismo. Empieza su camino
hacia la adultez, y sólo si es aceptado así se reincorporará emocionalmente a
la vida del hogar. Los padres deben ayudar a que su hijo vaya madurando en su
adultez. No prohibir con autoritarismo, sino obligado por razones y siempre en
bien del hijo; hacérselo ver así con amor. No se trata de entorpecer su
madurez, sino de ayudarle en su autodesarrollo. El adolescente rechaza todo lo
que sea imposición que pueda poner en peligro su personalidad naciente. No
acepta que se le trate como a un niño. «Los adolescentes
se muestran inseguros, les falta unidad interior, les falta el sentido de la
seguridad, base fundamental de un desarrollo armonioso. El sentimiento de
seguridad lo adquieren cuando encuentran en el hogar amor y autoridad: amor
sobre todo en la madre, y autoridad en el padre. Lo que no significa que la
madre no pueda ejercer autoridad, y que el padre no muestre afecto. El amor materno es
indispensable para la salud física y psíquica del hijo. Las graves faltas en la
personalidad del adulto provienen principalmente de la falta de amor en la
infancia y en la adolescencia.Los criminólogos nos aseguran que los jóvenes
delincuentes tienen la convicción de que nunca encontraron amor en la familia.
La madre debe ser el corazón del hogar y mantener en él vivo el fuego del
cariño. Desgraciadamente,
en nuestros días, muchas mujeres queriendo igualarse a los hombres , procuran
desarrollar actitudes francamente masculinas con detrimento de las maternales,
lo cual luego perjudicará la educación de los hijos que necesitarán de ellas. También hay otro
exceso: el cuidar demasiado del hijo y endiosarlo con mimos. Eso puede causar
una fijación en la infantilidad e impedirle la necesaria emancipación. Los que
fueron tratados como pétalos de rosa, no saben reaccionar más tarde ante las
dificultades de la vida, incapaces de hacer algo sin la ayuda de los demás. Es
preciso educar al niño para su propio bien, para desarrollar su propia
personalidad. El padre es también
indispensable en la educación del niño, que necesita de su dirección y
autoridad. Muchos padres no entienden esto. Llegan cansados por
la noche al hogar, y no prestan ninguna atención a los hijos. Hay que buscar
tiempo para estar con ellos, dialogar, inspirarles confianza, darles ánimo,
oírles con simpatía y comprensión.También el padre debe evitar demasiada
protección y mimos a sus hijos. Pueden engendrar en
ellos la pusilanimidad, el miedo ante la vida, el temor a la responsabilidad. La autoridad
paterna es imprescindible para el desarrollo afectivo del hijo. últimamente se
ha hablado mucho de las consecuencias de la falta de amor materno; la carencia
de la autoridad del padre no es menos funesta... Eduquen a los hijos
con amor, comprensión y firmeza. El amor materno y la autoridad paterna son las
dos grandes columnas en que descansa la educación de niños y
adolescentes»(654). La fuerza de
voluntad es muy importante en la vida. Se consigue con entrenamiento, como en
una competición deportiva. Para conseguirla hace falta una gran dosis de
animación. Es necesario el premio: el estímulo, la atención y la alabanza
frecuente. La vida es dura y sólo a base de coraje se logra la cima de los
fuertes. Hoy se da con
relativa frecuencia lo que Enrique Rojas llama la filosofía de «lo que me
apetece». Hago esto porque me
apetece. No hago esto porque no me apetece. Son esclavos de lo que pide el
cuerpo. Volubles como la veleta que gira según el viento que sopla. Incapaces
de objetivos concretos. Sin embargo, una persona que tiene educada su voluntad
consigue lo que quiere, si es constante. Para tener voluntad hay que empezar
por tener dominio propio. No hacer lo que me apetece, sino lo que es mejor. Puede ser que me
apetezca lo mejor, pero esto no siempre pasa. Para educar la voluntad hace
falta un aprendizaje gradual que se consigue con la repetición de actos donde
uno se vence en los gustos hasta adquirir «el hábito positivo». Esto da paz,
alegría y felicidad. Sería conveniente
enseñarle a hacer pequeños sacrificios: renunciar a una golosina, retrasar el
momento de saciar la sed, dejar de ver la televisión, comer lo que no le gusta,
dejar hablar a los demás, no gastar en cosas superfluas, etc. Esto educa su
voluntad, lo cual le va a ser muy útil el día de mañana. Aristóteles sostenía
que la auténtica manifestación de fuerza de voluntad se mide en el dominio
propio. La vía del menor esfuerzo no conduce nunca a la maduración . Es necesario no
sólo animar a que el niño se esfuerce por conseguir unas metas, sino también ir
alabando con cierta continuidad lo poco o mucho que, de hecho, consiga en cada
momento. El niño, de
pequeño, no tiene criterio. El bien y el mal se aprende fundamentalmente de los
mayores. Antes de que nadie
lo malee, es necesario darle base moral sólida, formarle la conciencia,
inculcarle el sentido del deber, corregir lo defectuoso y dejar bien claro
dónde está la virtud. Conviene indicar
con claridad lo bueno y lo malo. Es importante crear hábitos buenos. Acostumbrarles a
hacer las cosas bien, y más adelante ellos mismos comprobarán que les va bien
con lo que aprendieron. Sólo se aprende lo que
se hace . De manera que, el poner al sujeto en acción, ayudándole a reflexionar
sobre ello, es el único o casi, más importante modo de andar con realismo en el
terreno de los valores . Hay que educar en
valores. Hace falta un sistema de valores que sirvan de referencia en la vida.
Los valores son guías de conducta. La escala de valores marca la conducta de
cada individuo. Lo mismo que los niños aprenden a andar, leer y escribir,
aprenden pautas de conducta y comportamiento moral. Si no les enseñamos a distinguir
el bien del mal, si no les corregimos ni les enseñamos normas para que sepan a
qué atenerse, nunca aprenderán a comportarse como hombres, ni acertarán a dar
sentido a su vida. Pero los valores se viven, se sugieren, se comparten, no se
imponen. El niño tiene una enorme capacidad de imitación. Aprende a ser hombre
haciendo suyas las pautas y valores que ven en los demás. Buscan modelos a los
que imitar. El ejemplo es la mejor manera de educar . La disciplina y el
dominio de sí son indispensables en la formación del ser humano. Algunos
padres, por temor a que los hijos contraigan complejos, les dejan hacer cuanto
quieren y dejan a un lado toda autoridad. Nunca serán hombres: serán un peso
para la familia y la sociedad; unos desajustados. No se entrenaron para las
dificultades inevitables de la vida. Esa fobia de complejos engendra complejos
mucho más funestos. Que las normas de
disciplina sean coherentes y uniformes. Que el padre y la madre estén de
acuerdo con la política a seguir en el hogar. No se desautoricen el uno al
otro. Los padres no deben
discutir nunca delante de los hijos. Si en algo no están de acuerdo, buscar la
armonía cuando estén solos. Pero apoyarse siempre mutuamente delante de los
hijos. En algunos matrimonios, basta que uno diga una cosa para que el otro
diga la contraria, sin razón que porque lo ha dicho el otro. Es una vengancilla
que perjudica al hijo. Los hijos necesitan
estabilidad, un cuadro de referencia fijo, una constancia en la actitud de sus
progenitores. Lo que educa a un
niño es lo que comprende afectivamente. Los hijos
desiguales necesitan trato desigual. A un tímido habrá que tratarle con cariño
para darle confianza. A un irascible, con calma y paciencia; pero con firmeza.
La autoridad y la obediencia no se imponen a gritos, que sólo sirven para
aumentar la rebeldía. Rara será la
familia , por cristiana que sea, y por elevada que sea su educación, en la que
la crisis de la independencia propia de la adolescencia no haya provocado algún
conflicto entre los padres y los hijos(655). Son conflictos
pasajeros que los padres deben procurar no se conviertan en divisiones
profundas y duraderas. Los padres deben tener paciencia con las «majaderías» de
sus hijos adolescentes, y esperar para corregirlos a tener calma y serenidad. Y
nunca en presencia de extraños. Y siempre reconociendo la parte de razón que en
las excentricidades de sus juicios y contestaciones pueda tener el muchacho.
Hay que reconocerle su derecho a tener algún secreto (cajón cerrado con llave)
y el prudente uso de su independencia, siempre que se pueda saber qué uso hace
de su libertad. Si los padres respetan su esfera privada, es fácil que el hijo
se sincere con ellos, les cuente sus secretos, pida consejos, etc. Pero un
registro sin su consentimiento o contra su voluntad disminuye su confianza en
los padres y aumenta la distancia . Los Adolescentes
«Hay que ayudar a
los adolescentes a desarrollar armónicamente sus condiciones físicas, morales e
intelectuales a fin de que adquieran gradualmente un sentido más perfecto de la
responsabilidad en el recto y continuo desarrollo de la propia vida y en la
consecución de la verdadera libertad»(656). Es muy conveniente
fomentarles cuando tengan edad, alguna afición al margen de la obligación:
gimnasia, atletismo, deporte, montañismo, caza, pesca, instrumento musical,
pintura, habilidad manual, etc. El adolescente duda
enormemente de sí mismo. Por eso se afirma tan brutal, tan bestialmente.
Necesita un apoyo, y lo busca. Pero tiene el orgullo de no aceptar más ayuda
que la que le venga de hombre a hombre, como lo que él quiere ser. Ayuda intelectual,
primero. El niño, cuando no sabe pregunta. El adolescente, si ignora empieza
por afirmar. Aunque penséis lo contrario, es un progreso, o mejor, una
posibilidad de progreso. La afirmación perentoria de los mayores no le basta.
Tiene necesidad de respuestas personales. Pasa de la pasividad al activismo,
del feliz parasitismo de la infancia a la ambición varonil de la autonomía. Pero sus juicios
son absolutos. No importa dónde los ha encontrado. Ha leído lo que dice, o lo
ha oído decir; lo ha visto en la televisión o se lo ha repetido un amigo. Esto
basta para afirmarlo frente a todos y contra todos; es decir, para afirmarse.
Es inútil contradecirle. Se enoja o se encierra. Pero sobre todo, no os burléis
de él. Es obstinado y no dirá ya una sola palabra, e irá a buscar fuera, en un
compañero o en una joven amiga, el auditorio complaciente que le negáis
vosotros. Qué hay que hacer?
Ayudarle. Empezad por no enfrentaros a él. Os exasperáis, os morís de ganas de
decirle que es un idiota, que lo que dice es tan estúpido que no merece
discutirse. Callaos, tragad vuestra indignación, calmaos y escuchadle. Aprended
a hablar con él en plano de igualdad. Perdéis toda influencia sobre él si le habláis
como a un niño. Y en cambio, necesita tanto que conservéis vuestra influencia
sobre él...! El adolescente sólo
escucha a quienes le tratan como hombre serio e inteligente, sobre todo si no
lo merece. Es la única manera de ayudarle a serlo. Acordaos de lo que pensabais
vosotros a su edad; comunicádselo y decidle cómo hicisteis para pensar de
manera distinta. Matizad lo que os
dice en vez de despreciarlo globalmente, y veréis cómo llegáis a descubrir una
verdad aceptable. A los hijos no les
gusta que se les imponga la autoridad arbitrariamente, ni que se les trate como
a chiquillos. Quieren que se escuchen sus opiniones, que se comprendan sus
problemas, y que se les mande como a personas mayores. Padres y madres deberían
tener presente aquella máxima pedagógica: «Al niño se le impone; al muchacho se
le propone; al joven se le expone». Los valores se proponen, no se imponen con
coacción; aunque moralmente haya obligación de aceptarlos. Cada uno elige los
valores que desea. Por eso hay que motivarlos. No bastan frases como éstas:
«Aquí las cosas se hacen así, y basta»; «de esto tú no tienes ni idea». Durante la
adolescencia, que comienza con la pubertad , tienen lugar importantes
transformaciones en el plano afectivo, intelectual y fisiológico: es el paso
hacia la madurez. Hay un crecimiento físico, maduración sexual y, sobre todo,
una profunda transformación psicológica, que dan al adolescente su propia
personalidad. El adolescente siente en su ser cosas nuevas. Comienza la
reflexión y el descubrimiento de sí mismo . Esta nueva conciencia que tiene de
sí, le lleva a la contemplación del yo, a andar en torno a sí mismo. Quiere
conocerse, comprenderse. Es el narcisismo. Narciso , personaje mitológico, se
deleitaba mirando su imagen sobre las aguas. Cayó al lago atraído por su propia
imagen. Los dioses le transformaron en la flor que lleva su nombre. El joven se enamora
de su imagen. Se estudia en la intimidad. Exteriormente tiene
una verdadera preocupación por su vestido, su cabello, las formas de su cuerpo.
Es la edad de los diarios íntimos y del espejo. También del autoerotismo... Estos jóvenes
desprecian todo lo que es convencional. Quieren destacar por lo excéntrico y
original. Su manera de
hablar, vestir, bailar, todo acusa su deseo de extravagancia. La autocontemplación
y la agresividad ayudan al joven a afirmarse; pero, si se prolongan demasiado,
pueden tener consecuencias serias, pueden dificultarle su adaptación social.
Hay muchos adultos que nunca superaron esta etapa. Son los eternos rebeldes
contra todo y contra todos, incapaces de adaptarse a la realidad de la vida...
Los jóvenes sienten la seducción de lo grande. Es necesario canalizar este
impulso hacia un ideal noble...El instinto religioso se despierta entre los
trece y los catorce años. Llega a su plenitud a los dieciséis. El adolescente es
naturalmente introvertido . Esa actitud repercute en la conducta del joven,
haciéndole amar el recogimiento y la oración silenciosa. Siente los valores y
quiere formar un ideal... En la pubertad es donde se dilucida el problema
religioso. Problema generalmente difícil, ya que queda situado entre la
mentalidad infantil y el espíritu crítico del adulto, entre el sentimiento de
seguridad y el irrumpir violento de la vida instintiva, entre la sumisión y la
afirmación del yo. La evolución
religiosa del adolescente depende de varios factores, de sus propias
reacciones, del ambiente, del ejemplo de los mayores... Algunos abandonan la fe
porque les ha sido presentada como un yugo, y no como un ideal que les
perfecciona y les ayuda a realizarse plenamente... El instinto sexual trae
dificultades a la vida religiosa y moral del joven. Surgen conflictos íntimos
entre los valores religiosos y morales por una parte, y las tendencias sexuales
por la otra: entre el espíritu y la materia. Sublimando estas
tendencias, sabiendo armonizar los valores naturales con las exigencias de la
religión, el joven encuentra gran fuerza para triunfar... Los jóvenes sin
religión caen con más facilidad en la depravación. Sin religión el Eros baja al
nivel de una bestia en celo. Hay quien dice que
la moral está pasada de moda , que no hace sino crear complejos, y que todo
cuanto frene el impulso del instinto es antinatural; pero la moral se forma con
principios objetivos, y no con opiniones particulares. Las obligaciones
esenciales de la ley moral se basan en la esencia y naturaleza del hombre, en
sus relaciones esenciales, y valen en cualquier parte en que el hombre se
encuentre. Ya hemos dicho que
el dominio de sí es indispensable para la formación del ser humano. Los
psicólogos nos dicen, fundados en experiencias, que muchos males psíquicos
tienen como causa el desorden que resulta de dejar a un lado la ley moral. El sabio Pablo
Chauchard afirma: «los preceptos de la moral son necesarios para el equilibrio
psicológico»(657). La moral debe ser
presentada de modo positivo, inculcando a la virtud y a la imitación de
Jesucristo . El sacrificio y el dominio que supone seguir al Señor, han de ser
libremente elegidos con amor . En casi todas las
esferas y niveles, la necesidad precede a la capacidad. Se tiene necesidad de
ser tratado como un hombre antes de ser capaz, precisamente porque sin duda es
la única manera de llegar a serlo. Vuestro hijo quiere pensar por sí mismo,
cuando todavía no sabe hacerlo. Si le abandonáis por desprecio o por
indignación, dónde queréis que aprenda lo que le reprocháis que no sabe? En el
periódico? Entre los compañeros? En el cine? Vosotros sois quienes podéis y
debéis enseñarle a pensar, pero para ello hace falta discutir despacio y con
paciencia con él. Recibiréis la recompensa el día que le oigáis defender ante
sus amigos vuestras ideas preferidas, las que él ha combatido siempre en casa.
Y os parecerá que las defiende mucho mejor que lo habríais hecho vosotros
mismos. Hablad con los
hijos de todas las cosas, y cread un ambiente familiar de diálogo en el que
padres e hijos se lo cuenten todo. El adolescente necesita que se escuchen y
valoren sus puntos de vista, y sobre todo que se estime su persona y vea que se
preocupen por él. Decálogo de un
adolescente: 1 .- Déjame elegir
mi ropa. 2 .- Trátame como a
un adulto y aprenderé a serlo. 3 .- Déjame
construir mis propias convicciones. 4 .- Respeta mi
privacidad. 5 .- Ayúdame en mis
ideales de fe y servicio al prójimo. 6 .- Ayúdame a
apreciar mis capacidades y limitaciones. 7 .- Comunícame tu
experiencia y ayúdame a tener la mía. 8 .- Ayúdame a
clarificar mis problemas y encontrar soluciones. 9 .- Ayúdame a usar
bien el dinero. 10 .- Enséñame cómo
prepararme al matrimonio . Después de 45 años
de coeducación, los sociólogos y pedagogos reconocen que es mejor que niños y
niñas reciban educación por separado. Por eso la Ministra de Educación de
Suecia, Beatriz Ask, así lo ha determinado(658). «3Juventud, divino
tesoro2 , dice el poeta. Y tiene razón. La juventud es la época más bonita de
la vida, y la más fácil. Es la época más linda, porque durante ella el corazón
abriga infinidad de ilusiones y esperanzas no truncadas por los azares del
vivir, y la cabeza engendra ensueños, ideales maravillosos, que muy bien pueden
un día hacerse realidad. Pero es la época más difícil, por ser la encrucijada
de mil caminos; y según el que se escoja va a estar la felicidad de toda
nuestra única vida. Entre cientos de maravillosas posibilidades, se presenta,
la angustiosa urgencia de elegir una, y con ello, rechazar todas las demás. Quizás la
característica psicológica más importante de la juventud es la conciencia de
poder pensar, idear, trabajar y subsistir por sí mismo. El sentimiento de
independencia nos despierta de la niñez, en que dependíamos para todo de
alguien. Ese desarrollo y ansia de libertad, que son muy buenos, laudables y
necesarios, pueden conducir al joven a una rebelión injusta hacia todo: contra
la sociedad, contra los familiares, contra los educadores. Al estilo de vida de
creerse superior a los demás; pensar que los otros, los mayores, no saben nada,
están anticuados; que yo soy el único que sé, el único que puede y debe elegir
el curso de mi vida, ignorando y rechazando toda ayuda y consejo de los demás. Esta actitud es
errónea, porque todos necesitamos de los demás en la vida. Y el joven, aunque
muchas veces no lo crea, o no lo quiera, es el que más ayuda necesita, por
encontrarse en la encrucijada más difícil de la vida. Y aquí quisiera que los
jóvenes entendieran algo muy importante, que por obvio que es, muchas veces no
se valora lo suficiente; la mejor, más honesta y más desinteresada ayuda que
pueden encontrar es la de sus padres»(659). Los problemas que
destacan en las páginas frontales de los periódicos de todo el mundo, son un
reflejo de la falta de disposición de nuestra juventud para someterse a ningún
sistema de valores que no sea el que el de sus efímeros, inciertos y
pragmáticos criterios. (...) Todos somos testigos de casos de adolescentes que
son advertidos y aconsejados una y otra vez por padres experimentados y
responsables, pero que ellos prefieren "discurrir por su cuenta" para
descubrir demasiado tarde lo que su padre le predecía certeramente. Por
desgracia son muchos los jóvenes que no quieren escuchar consejos. Semejante
hostilidad hacia la autoridad paterna les priva de la experiencia de los
mayores por querer hacer las cosas por sí mismos . Como hacer de los Hijos unos Delincuentes
66,8. Modo de hacer
de los hijos unos delincuentes: 1 Dadle desde
pequeño cuanto desee: así crecerá convencido de que el mundo entero se lo debe
todo. 2 Reíd si dice
tonterías: así creerá que es muy gracioso. 3 No le deis
ninguna formación religiosa: ya la escogerá él cuando sea mayor. Seguramente se
quedará sin ninguna. 4 Nunca le digáis
esto está mal : podría adquirir complejos de culpabilidad; y más tarde, cuando,
por ejemplo, sea detenido por robar un coche, estará convencido de que es la
sociedad la que le persigue sin motivo. 5 Recoged todo lo
que él tire por los suelos; así creerá que todos han de estar a su servicio. 6 Dejad que lo lea
todo. Limpiad eso sí, con detergente, y desinfectad la vajilla en que come;
pero dejad que su espíritu se recree en cualquier torpeza. 7 Discutid los
padres delante de él: así se irá acostumbrando, y cuando la familia esté ya
destrozada no se dará ni cuenta. 8 Dadle todo el
dinero que quiera: no sea que sospeche que para tener dinero se debe trabajar. 9 Que todos sus
deseos estén satisfechos: comer, beber, divertirse...; de otro modo
resultaría un frustrado. 10 Dadle siempre la
razón: son los profesores, la gente, la ley, la sociedad..., quienes la tienen
tomada con el pobre muchacho: no le reprendáis, no sea que se disguste. Y cuando tu hijo
sea ya un desastre, proclamad que nunca pudisteis hacer nada con él . El pediatra
norteamericano. Dr. Benjamín Spock , uno de los que más ha influido en la
corriente tan en boga hoy día de la pedagogía permisiva, al final de su vida,
en una conferencia que dio en la Universidad de Pensilvania, dijo, que tenía
que reconocer que se había equivocado, y que por su culpa se había estropeado
una generación. Afirmó que la
educación debe regirse por normas éticas precisas. Los hijos mimados y
consentidos, a quienes se les da todo lo que quieren, a quienes nunca se les
niega nada, quedan traumatizados. Proponle objetivos
concretos posibles, y no demasiado difíciles. Estudia el plan de
acción para conseguir el objetivo propuesto. Márcale un tiempo
para las sucesivas etapas. Ejercítale en vencerse en cosas pequeñas. Para educar a los Adolescentes
Para educar a los
adolescentes, pueden ayudar a los padres estos diez consejos: 1) Escucharle más
que hablarle. 2) Exigirle sólo
cosas importantes. 3) Razonar las
órdenes. 4) No le pongas
etiquetas peyorativas: más que decirle eres un mentiroso , dile: has dicho una
mentira . 5) Hazle razonar
sus ideas. 6) No te rías de
sus ideas. Muéstrale sus equivocaciones. 7) Tus órdenes
claras, concretas. Exigiendo su cumplimiento. 8) No amenaces inútilmente.
Exige los castigos impuestos. No lo levantes a no ser
por causa razonable. 9) Que los castigos
sean proporcionados a la falta. 10) No permitas que
te falte al respeto, pero tú tampoco le grites. Háblale con calma. El psico - pedagogo
Dr. Bernabé Tierno da estos consejos para educar adolescentes(660): 1) Respétalo como
persona. Trátalo como si ya tuviera las cualidades que desearías de él. 2) Sé tú ejemplo de
las virtudes que deseas en él. 3) Admite tus
errores y él aprenderá a admitir los suyos. 4) Ejercita tu
autocontrol. No pierdas tus nervios, aunque él se salga de tono. 5) Valora sus
virtudes, sus esfuerzos, su progreso. 6) Razona tus
órdenes. El ordeno y mando pone a la defensiva. 7) Ponte en su
piel. Trátale como te gustaría ser tratado, si tú fueras él. 8) Fomenta su
autodisciplina: no hacer lo que apetece sino lo que es conveniente. 9) Ayúdale a
madurar. Las dificultades no son para abatirse sino para afrontarlas. 10) Hazle ver que
puede y debe ser feliz. La felicidad está dentro de uno mismo. No depende de
las circunstancias exteriores. Pasos para ser
eficaz: 1) Tener claro qué
es lo que quiero conseguir. 2) Que este
objetivo esté a mi alcance. No empeñarse en coger la Luna con la mano. 3) Escoger los
medios adecuados al fin que se pretende. 4) No darse pronto
por vencido. Tener tesón y constancia para seguir luchando. 5) Corregir los
errores cometidos, y no echar la culpa a los demás o a las circunstancias. 6) Atender a todos
los detalles, y no esperar que los demás o la suerte solucionen las cosas. 7) No menospreciar
a nadie. La persona menospreciada puede sernos decisiva mañana. 8) Orar para que
Dios nos ayude en todos los anteriores puntos. La salud mental es
una de las cosas más importantes de la vida. Para la higiene mental que haga
posible la madurez psíquica y el equilibrio de la persona, finalidad de toda
educación, es necesario: a) Autoestima.-
Aceptarse uno mismo como es. Reconocer las propias cualidades y defectos. No
sobrestimarse, considerándose capaz de lo que no es verdad. Pero tampoco
considerarse una persona inútil. Saber de lo que uno es capaz, y alegrarse de
ello. b) Dominio propio,-
Hacer lo que es necesario, conveniente y debido; aunque nos
desagrade y sea costoso. Quien rige su vida por lo que le apetece, no es dueño
de sí mismo ni de sus actos. Queda al arbitrio
de las circunstancias y de las personas. Con razón decía
Emerson que "la educación de la voluntad es la meta de nuestra
existencia", porque desde esta meta todo lo demás se convierte en fácil y
gratificante. Pero educar la voluntad y el carácter en unos principios nobles
exige perseverancia en el obrar bien, y esto, casi siempre, conlleva nadar
contra corriente. Contra esa corriente que arrastra hoy a tantos a huir de todo
lo que suponga sacrificio, tesón y esfuerzo . La voluntad se
fortalece haciendo actos esforzados. Su frecuencia conduce al hábito.
Repitiendo ejercicios de esfuerzo, haciendo algo que no me apetece porque es
obligatorio,necesario o conveniente domino mi carácter para perfilar mi
personalidad . c) Capacidad de
soportar contratiempos sin perder la paz, la esperanza y la ilusión. d) Vivir
gozosamente el presente sin angustias por el pasado ni temores del futuro.
Haciendo del servicio al prójimo la superación del egoísmo y el ideal de la
vida. Todo esto no se
hereda. Es fruto del trabajo, y se aprende en una buena educación. 66,9. Cuando llegue
el momento de elegir estado, recomendadles lo que parezca más conveniente, sin
quitarles la libertad. Los padres pecan si quitan injustamente la libertad a
sus hijos en la elección de estado. Pero sí deben aconsejarles en este punto lo
que sea razonable. Si hay que oponerse
a unas relaciones que parecen descabelladas, ser prudentes en no hacer o decir
cosas que después pueden ser un obstáculo a las buenas relaciones familiares,
si ese matrimonio llega a realizarse, a pesar de la desaprobación de los
padres. «Los padres deben
acoger y respetar, con alegría y acción de gracias, el llamamiento del Señor a
uno de sus hijos para que le siga en la virginidad por el Reino, en la vida
consagrada o en el ministerio sacerdotal»(661). 66,7. Una de las
edades más difíciles para la educación de los hijos es la adolescencia . El
adolescente empieza a descubrir su propia personalidad, y siente necesidad de
afirmarla. Esto le inclina a la rebeldía en todos los órdenes. La educación, la
virtud, o el buen carácter, pueden dominar este espíritu rebelde. Pero esta
rebeldía de los adolescentes no debe extrañarnos. Lo que debemos hacer es saber
cómo educarla. Es un momento difícil. Las personas mayores tienden a tratarlos
de críos , y esto a ellos les subleva. Ellos se sienten personas, y quieren ser
respetados. El tratarlos de modo despectivo e irónico puede ser
contraproducente. Sin perder la autoridad paterna es bueno lograr la amistad
del hijo, para que se someta de buena gana al verse tratado con consideración.
Las fanfarronadas del adolescente son pura fachada. Por dentro se encuentra
inseguro. Necesita consejo. Pero hay que dárselo sin que él se sienta
disminuido, porque entonces no lo aceptará. El adolescente necesita afirmar su
personalidad, su independencia, quiere ser él, decidir él, ser responsable de
sí mismo. Empieza su camino
hacia la adultez, y sólo si es aceptado así se reincorporará emocionalmente a
la vida del hogar. Los padres deben ayudar a que su hijo vaya madurando en su
adultez. No prohibir con autoritarismo, sino obligado por razones y siempre en
bien del hijo; hacérselo ver así con amor. No se trata de entorpecer su
madurez, sino de ayudarle en su autodesarrollo. El adolescente rechaza todo lo
que sea imposición que pueda poner en peligro su personalidad naciente. No
acepta que se le trate como a un niño. «Los adolescentes
se muestran inseguros, les falta unidad interior, les falta el sentido de la
seguridad, base fundamental de un desarrollo armonioso. El sentimiento de
seguridad lo adquieren cuando encuentran en el hogar amor y autoridad: amor
sobre todo en la madre, y autoridad en el padre. Lo que no significa que la
madre no pueda ejercer autoridad, y que el padre no muestre afecto. El amor materno es
indispensable para la salud física y psíquica del hijo. Las graves faltas en la
personalidad del adulto provienen principalmente de la falta de amor en la
infancia y en la adolescencia.Los criminólogos nos aseguran que los jóvenes
delincuentes tienen la convicción de que nunca encontraron amor en la familia.
La madre debe ser el corazón del hogar y mantener en él vivo el fuego del
cariño. Desgraciadamente,
en nuestros días, muchas mujeres queriendo igualarse a los hombres , procuran
desarrollar actitudes francamente masculinas con detrimento de las maternales,
lo cual luego perjudicará la educación de los hijos que necesitarán de ellas. También hay otro
exceso: el cuidar demasiado del hijo y endiosarlo con mimos. Eso puede causar
una fijación en la infantilidad e impedirle la necesaria emancipación. Los que
fueron tratados como pétalos de rosa, no saben reaccionar más tarde ante las
dificultades de la vida, incapaces de hacer algo sin la ayuda de los demás. Es
preciso educar al niño para su propio bien, para desarrollar su propia
personalidad. El padre es también
indispensable en la educación del niño, que necesita de su dirección y
autoridad. Muchos padres no entienden esto. Llegan cansados por
la noche al hogar, y no prestan ninguna atención a los hijos. Hay que buscar
tiempo para estar con ellos, dialogar, inspirarles confianza, darles ánimo,
oírles con simpatía y comprensión.También el padre debe evitar demasiada
protección y mimos a sus hijos. Pueden engendrar en
ellos la pusilanimidad, el miedo ante la vida, el temor a la responsabilidad. La autoridad
paterna es imprescindible para el desarrollo afectivo del hijo. últimamente se
ha hablado mucho de las consecuencias de la falta de amor materno; la carencia
de la autoridad del padre no es menos funesta... Eduquen a los hijos
con amor, comprensión y firmeza. El amor materno y la autoridad paterna son las
dos grandes columnas en que descansa la educación de niños y
adolescentes»(654). La fuerza de
voluntad es muy importante en la vida. Se consigue con entrenamiento, como en
una competición deportiva. Para conseguirla hace falta una gran dosis de
animación. Es necesario el premio: el estímulo, la atención y la alabanza
frecuente. La vida es dura y sólo a base de coraje se logra la cima de los
fuertes. Hoy se da con
relativa frecuencia lo que Enrique Rojas llama la filosofía de «lo que me
apetece». Hago esto porque me
apetece. No hago esto porque no me apetece. Son esclavos de lo que pide el
cuerpo. Volubles como la veleta que gira según el viento que sopla. Incapaces
de objetivos concretos. Sin embargo, una persona que tiene educada su voluntad
consigue lo que quiere, si es constante. Para tener voluntad hay que empezar
por tener dominio propio. No hacer lo que me apetece, sino lo que es mejor. Puede ser que me
apetezca lo mejor, pero esto no siempre pasa. Para educar la voluntad hace
falta un aprendizaje gradual que se consigue con la repetición de actos donde
uno se vence en los gustos hasta adquirir «el hábito positivo». Esto da paz,
alegría y felicidad. Sería conveniente
enseñarle a hacer pequeños sacrificios: renunciar a una golosina, retrasar el
momento de saciar la sed, dejar de ver la televisión, comer lo que no le gusta,
dejar hablar a los demás, no gastar en cosas superfluas, etc. Esto educa su
voluntad, lo cual le va a ser muy útil el día de mañana. Aristóteles sostenía
que la auténtica manifestación de fuerza de voluntad se mide en el dominio
propio. La vía del menor esfuerzo no conduce nunca a la maduración . Es necesario no
sólo animar a que el niño se esfuerce por conseguir unas metas, sino también ir
alabando con cierta continuidad lo poco o mucho que, de hecho, consiga en cada
momento. El niño, de
pequeño, no tiene criterio. El bien y el mal se aprende fundamentalmente de los
mayores. Antes de que nadie
lo malee, es necesario darle base moral sólida, formarle la conciencia,
inculcarle el sentido del deber, corregir lo defectuoso y dejar bien claro
dónde está la virtud. Conviene indicar
con claridad lo bueno y lo malo. Es importante crear hábitos buenos. Acostumbrarles a
hacer las cosas bien, y más adelante ellos mismos comprobarán que les va bien
con lo que aprendieron. Sólo se aprende lo
que se hace . De manera que, el poner al sujeto en acción, ayudándole a reflexionar
sobre ello, es el único o casi, más importante modo de andar con realismo en el
terreno de los valores . Hay que educar en valores.
Hace falta un
sistema de valores que sirvan de referencia en la vida. Los valores son guías
de conducta. La escala de valores marca la conducta de cada individuo. Lo mismo
que los niños aprenden a andar, leer y escribir, aprenden pautas de conducta y
comportamiento moral. Si no les enseñamos a distinguir el bien del mal, si no
les corregimos ni les enseñamos normas para que sepan a qué atenerse, nunca
aprenderán a comportarse como hombres, ni acertarán a dar sentido a su vida.
Pero los valores se viven, se sugieren, se comparten, no se imponen. El niño
tiene una enorme capacidad de imitación. Aprende a ser hombre haciendo suyas
las pautas y valores que ven en los demás. Buscan modelos a los que imitar. El
ejemplo es la mejor manera de educar . La disciplina y el
dominio de sí son indispensables en la formación del ser humano. Algunos
padres, por temor a que los hijos contraigan complejos, les dejan hacer cuanto
quieren y dejan a un lado toda autoridad. Nunca serán hombres: serán un peso
para la familia y la sociedad; unos desajustados. No se entrenaron para las
dificultades inevitables de la vida. Esa fobia de complejos engendra complejos
mucho más funestos. Que las normas de
disciplina sean coherentes y uniformes. Que el padre y la madre estén de
acuerdo con la política a seguir en el hogar. No se desautoricen el uno al
otro. Los padres no deben
discutir nunca delante de los hijos. Si en algo no están de acuerdo, buscar la
armonía cuando estén solos. Pero apoyarse siempre mutuamente delante de los
hijos. En algunos matrimonios, basta que uno diga una cosa para que el otro
diga la contraria, sin razón que porque lo ha dicho el otro. Es una vengancilla
que perjudica al hijo. Los hijos necesitan
estabilidad, un cuadro de referencia fijo, una constancia en la actitud de sus
progenitores. Lo que educa a un niño es lo que comprende afectivamente.
Los hijos
desiguales necesitan trato desigual. A un tímido habrá que tratarle con cariño
para darle confianza. A un irascible, con calma y paciencia; pero con firmeza.
La autoridad y la obediencia no se imponen a gritos, que sólo sirven para
aumentar la rebeldía. Rara será la
familia , por cristiana que sea, y por elevada que sea su educación, en la que
la crisis de la independencia propia de la adolescencia no haya provocado algún
conflicto entre los padres y los hijos(655). Son conflictos
pasajeros que los padres deben procurar no se conviertan en divisiones
profundas y duraderas. Los padres deben tener paciencia con las «majaderías» de
sus hijos adolescentes, y esperar para corregirlos a tener calma y serenidad. Y
nunca en presencia de extraños. Y siempre reconociendo la parte de razón que en
las excentricidades de sus juicios y contestaciones pueda tener el muchacho.
Hay que reconocerle su derecho a tener algún secreto (cajón cerrado con llave)
y el prudente uso de su independencia, siempre que se pueda saber qué uso hace
de su libertad. Si los padres respetan su esfera privada, es fácil que el hijo
se sincere con ellos, les cuente sus secretos, pida consejos, etc. Pero un
registro sin su consentimiento o contra su voluntad disminuye su confianza en
los padres y aumenta la distancia . «Hay que ayudar a
los adolescentes a desarrollar armónicamente sus condiciones físicas, morales e
intelectuales a fin de que adquieran gradualmente un sentido más perfecto de la
responsabilidad en el recto y continuo desarrollo de la propia vida y en la consecución
de la verdadera libertad»(656). Es muy conveniente
fomentarles cuando tengan edad, alguna afición al margen de la obligación:
gimnasia, atletismo, deporte, montañismo, caza, pesca, instrumento musical,
pintura, habilidad manual, etc. El adolescente duda
enormemente de sí mismo. Por eso se afirma tan brutal, tan bestialmente. Necesita un apoyo,
y lo busca. Pero tiene el orgullo de no aceptar más ayuda que la que le venga
de hombre a hombre, como lo que él quiere ser. Ayuda intelectual,
primero. El niño, cuando no sabe pregunta. El adolescente, si ignora empieza
por afirmar. Aunque penséis lo contrario, es un progreso, o mejor, una
posibilidad de progreso. La afirmación perentoria de los mayores no le basta.
Tiene necesidad de respuestas personales. Pasa de la pasividad al activismo,
del feliz parasitismo de la infancia a la ambición varonil de la autonomía. Pero sus juicios
son absolutos. No importa dónde los ha encontrado. Ha leído lo que dice, o lo
ha oído decir; lo ha visto en la televisión o se lo ha repetido un amigo. Esto
basta para afirmarlo frente a todos y contra todos; es decir, para afirmarse.
Es inútil contradecirle. Se enoja o se encierra. Pero sobre todo, no os burléis
de él. Es obstinado y no dirá ya una sola palabra, e irá a buscar fuera, en un
compañero o en una joven amiga, el auditorio complaciente que le negáis
vosotros. Qué hay que hacer?
Ayudarle. Empezad por no enfrentaros a él. Os exasperáis, os morís de ganas de
decirle que es un idiota, que lo que dice es tan estúpido que no merece
discutirse. Callaos, tragad vuestra indignación, calmaos y escuchadle. Aprended
a hablar con él en plano de igualdad. Perdéis toda influencia sobre él si le
habláis como a un niño. Y en cambio, necesita tanto que conservéis vuestra
influencia sobre él...! El adolescente sólo
escucha a quienes le tratan como hombre serio e inteligente, sobre todo si no
lo merece. Es la única manera de ayudarle a serlo. Acordaos de lo que pensabais
vosotros a su edad; comunicádselo y decidle cómo hicisteis para pensar de manera
distinta. Matizad lo que os
dice en vez de despreciarlo globalmente, y veréis cómo llegáis a descubrir una
verdad aceptable. A los hijos no les
gusta que se les imponga la autoridad arbitrariamente, ni que se les trate como
a chiquillos. Quieren que se escuchen sus opiniones, que se comprendan sus
problemas, y que se les mande como a personas mayores. Padres y madres deberían
tener presente aquella máxima pedagógica: «Al niño se le impone; al muchacho se
le propone; al joven se le expone». Los valores se proponen, no se imponen con
coacción; aunque moralmente haya obligación de aceptarlos. Cada uno elige los
valores que desea. Por eso hay que motivarlos. No bastan frases como éstas:
«Aquí las cosas se hacen así, y basta»; «de esto tú no tienes ni idea». Durante la
adolescencia, que comienza con la pubertad , tienen lugar importantes
transformaciones en el plano afectivo, intelectual y fisiológico: es el paso
hacia la madurez. Hay un crecimiento físico, maduración sexual y, sobre todo,
una profunda transformación psicológica, que dan al adolescente su propia
personalidad. El adolescente siente en su ser cosas nuevas. Comienza la
reflexión y el descubrimiento de sí mismo . Esta nueva conciencia que tiene de
sí, le lleva a la contemplación del yo, a andar en torno a sí mismo. Quiere
conocerse, comprenderse. Es el narcisismo. Narciso , personaje mitológico, se
deleitaba mirando su imagen sobre las aguas. Cayó al lago atraído por su propia
imagen. Los dioses le transformaron en la flor que lleva su nombre. El joven se enamora
de su imagen. Se estudia en la intimidad. Exteriormente tiene
una verdadera preocupación por su vestido, su cabello, las formas de su cuerpo.
Es la edad de los diarios íntimos y del espejo. También del autoerotismo... Estos jóvenes
desprecian todo lo que es convencional. Quieren destacar por lo excéntrico y
original. Su manera de
hablar, vestir, bailar, todo acusa su deseo de extravagancia. La
autocontemplación y la agresividad ayudan al joven a afirmarse; pero, si se
prolongan demasiado, pueden tener consecuencias serias, pueden dificultarle su
adaptación social. Hay muchos adultos que nunca superaron esta etapa. Son los
eternos rebeldes contra todo y contra todos, incapaces de adaptarse a la
realidad de la vida... Los jóvenes sienten la seducción de lo grande. Es
necesario canalizar este impulso hacia un ideal noble...El instinto religioso
se despierta entre los trece y los catorce años. Llega a su plenitud a los
dieciséis. El adolescente es
naturalmente introvertido . Esa actitud repercute en la conducta del joven,
haciéndole amar el recogimiento y la oración silenciosa. Siente los valores y
quiere formar un ideal... En la pubertad es donde se dilucida el problema
religioso. Problema generalmente difícil, ya que queda situado entre la mentalidad
infantil y el espíritu crítico del adulto, entre el sentimiento de seguridad y
el irrumpir violento de la vida instintiva, entre la sumisión y la afirmación
del yo. La evolución
religiosa del adolescente depende de varios factores, de sus propias reacciones,
del ambiente, del ejemplo de los mayores... Algunos abandonan la fe porque les
ha sido presentada como un yugo, y no como un ideal que les perfecciona y les
ayuda a realizarse plenamente... El instinto sexual trae dificultades a la vida
religiosa y moral del joven. Surgen conflictos íntimos entre los valores
religiosos y morales por una parte, y las tendencias sexuales por la otra:
entre el espíritu y la materia. Sublimando estas
tendencias, sabiendo armonizar los valores naturales con las exigencias de la
religión, el joven encuentra gran fuerza para triunfar... Los jóvenes sin
religión caen con más facilidad en la depravación. Sin religión el Eros baja al
nivel de una bestia en celo. Hay quien dice que
la moral está pasada de moda , que no hace sino crear complejos, y que todo
cuanto frene el impulso del instinto es antinatural; pero la moral se forma con
principios objetivos, y no con opiniones particulares. Las obligaciones
esenciales de la ley moral se basan en la esencia y naturaleza del hombre, en
sus relaciones esenciales, y valen en cualquier parte en que el hombre se
encuentre. Ya hemos dicho que
el dominio de sí es indispensable para la formación del ser humano. Los
psicólogos nos dicen, fundados en experiencias, que muchos males psíquicos
tienen como causa el desorden que resulta de dejar a un lado la ley moral. El sabio Pablo
Chauchard afirma: «los preceptos de la moral son necesarios para el equilibrio
psicológico»(657). La moral debe ser
presentada de modo positivo, inculcando a la virtud y a la imitación de
Jesucristo . El sacrificio y el dominio que supone seguir al Señor, han de ser
libremente elegidos con amor . En casi todas las
esferas y niveles, la necesidad precede a la capacidad. Se tiene necesidad de
ser tratado como un hombre antes de ser capaz, precisamente porque sin duda es
la única manera de llegar a serlo. Vuestro hijo quiere pensar por sí mismo,
cuando todavía no sabe hacerlo. Si le abandonáis por desprecio o por
indignación, dónde queréis que aprenda lo que le reprocháis que no sabe? En el
periódico? Entre los compañeros? En el cine? Vosotros sois quienes podéis y
debéis enseñarle a pensar, pero para ello hace falta discutir despacio y con
paciencia con él. Recibiréis la recompensa el día que le oigáis defender ante
sus amigos vuestras ideas preferidas, las que él ha combatido siempre en casa.
Y os parecerá que las defiende mucho mejor que lo habríais hecho vosotros
mismos. Hablad con los
hijos de todas las cosas, y cread un ambiente familiar de diálogo en el que
padres e hijos se lo cuenten todo. El adolescente necesita que se escuchen y
valoren sus puntos de vista, y sobre todo que se estime su persona y vea que se
preocupen por él. Decálogo de un
adolescente: 1 .- Déjame elegir
mi ropa. 2 .- Trátame como a
un adulto y aprenderé a serlo. 3 .- Déjame
construir mis propias convicciones. 4 .- Respeta mi
privacidad. 5 .- Ayúdame en mis
ideales de fe y servicio al prójimo. 6 .- Ayúdame a
apreciar mis capacidades y limitaciones. 7 .- Comunícame tu
experiencia y ayúdame a tener la mía. 8 .- Ayúdame a
clarificar mis problemas y encontrar soluciones. 9 .- Ayúdame a usar
bien el dinero. 10 .- Enséñame cómo
prepararme al matrimonio . Después de 45 años
de coeducación, los sociólogos y pedagogos reconocen que es mejor que niños y
niñas reciban educación por separado. Por eso la Ministra de Educación de
Suecia, Beatriz Ask, así lo ha determinado(658). «3Juventud, divino
tesoro2 , dice el poeta. Y tiene razón. La juventud es la época más bonita de
la vida, y la más fácil. Es la época más linda, porque durante ella el corazón
abriga infinidad de ilusiones y esperanzas no truncadas por los azares del
vivir, y la cabeza engendra ensueños, ideales maravillosos, que muy bien pueden
un día hacerse realidad. Pero es la época más difícil, por ser la encrucijada
de mil caminos; y según el que se escoja va a estar la felicidad de toda
nuestra única vida. Entre cientos de maravillosas posibilidades, se presenta,
la angustiosa urgencia de elegir una, y con ello, rechazar todas las demás. Quizás la característica
psicológica más importante de la juventud es la conciencia de poder pensar,
idear, trabajar y subsistir por sí mismo. El sentimiento de independencia nos
despierta de la niñez, en que dependíamos para todo de alguien. Ese desarrollo
y ansia de libertad, que son muy buenos, laudables y necesarios, pueden
conducir al joven a una rebelión injusta hacia todo: contra la sociedad, contra
los familiares, contra los educadores. Al estilo de vida de creerse superior a
los demás; pensar que los otros, los mayores, no saben nada, están anticuados;
que yo soy el único que sé, el único que puede y debe elegir el curso de mi
vida, ignorando y rechazando toda ayuda y consejo de los demás. Esta actitud es
errónea, porque todos necesitamos de los demás en la vida. Y el joven, aunque
muchas veces no lo crea, o no lo quiera, es el que más ayuda necesita, por
encontrarse en la encrucijada más difícil de la vida. Y aquí quisiera que los
jóvenes entendieran algo muy importante, que por obvio que es, muchas veces no
se valora lo suficiente; la mejor, más honesta y más desinteresada ayuda que
pueden encontrar es la de sus padres»(659). Los problemas que
destacan en las páginas frontales de los periódicos de todo el mundo, son un
reflejo de la falta de disposición de nuestra juventud para someterse a ningún
sistema de valores que no sea el que el de sus efímeros, inciertos y
pragmáticos criterios. (...) Todos somos testigos de casos de adolescentes que
son advertidos y aconsejados una y otra vez por padres experimentados y responsables,
pero que ellos prefieren "discurrir por su cuenta" para descubrir
demasiado tarde lo que su padre le predecía certeramente. Por desgracia son
muchos los jóvenes que no quieren escuchar consejos. Semejante
hostilidad hacia la autoridad paterna les priva de la experiencia de los
mayores por querer hacer las cosas por sí mismos . 66,8. Modo de hacer
de los hijos unos delincuentes: 1 Dadle desde
pequeño cuanto desee: así crecerá convencido de que el mundo entero se lo debe
todo. 2 Reíd si dice tonterías:
así creerá que es muy gracioso. 3 No le deis
ninguna formación religiosa: ya la escogerá él cuando sea mayor. Seguramente se
quedará sin ninguna. 4 Nunca le digáis
esto está mal : podría adquirir complejos de culpabilidad; y más tarde, cuando,
por ejemplo, sea detenido por robar un coche, estará convencido de que es la
sociedad la que le persigue sin motivo. 5 Recoged todo lo
que él tire por los suelos; así creerá que todos han de estar a su servicio. 6 Dejad que lo lea
todo. Limpiad eso sí, con detergente, y desinfectad la vajilla en que come;
pero dejad que su espíritu se recree en cualquier torpeza. 7 Discutid los
padres delante de él: así se irá acostumbrando, y cuando la familia esté ya
destrozada no se dará ni cuenta. 8 Dadle todo el
dinero que quiera: no sea que sospeche que para tener dinero se debe trabajar. 9 Que todos sus
deseos estén satisfechos: comer, beber, divertirse...; de otro modo resultaría
un frustrado. 10 Dadle siempre la
razón: son los profesores, la gente, la ley, la sociedad..., quienes la tienen
tomada con el pobre muchacho: no le reprendáis, no sea que se disguste. Y cuando tu hijo
sea ya un desastre, proclamad que nunca pudisteis hacer nada con él . El pediatra
norteamericano. Dr. Benjamín Spock , uno de los que más ha influido en la
corriente tan en boga hoy día de la pedagogía permisiva, al final de su vida,
en una conferencia que dio en la Universidad de Pensilvania, dijo, que tenía
que reconocer que se había equivocado, y que por su culpa se había estropeado
una generación. Afirmó que la
educación debe regirse por normas éticas precisas. Los hijos mimados y
consentidos, a quienes se les da todo lo que quieren, a quienes nunca se les
niega nada, quedan traumatizados. Proponle objetivos
concretos posibles, y no demasiado difíciles. Estudia el plan de
acción para conseguir el objetivo propuesto. Márcale un tiempo
para las sucesivas etapas. Ejercítale en vencerse en cosas pequeñas. Para educar a los
adolescentes, pueden ayudar a los padres estos diez consejos: 1) Escucharle más
que hablarle. 2) Exigirle sólo
cosas importantes. 3) Razonar las
órdenes. 4) No le pongas
etiquetas peyorativas: más que decirle eres un mentiroso , dile: has dicho una
mentira . 5) Hazle razonar
sus ideas. 6) No te rías de
sus ideas. Muéstrale sus equivocaciones. 7) Tus órdenes
claras, concretas. Exigiendo su cumplimiento. 8) No amenaces
inútilmente. Exige los castigos impuestos. No lo levantes a no ser por causa
razonable. 9) Que los castigos
sean proporcionados a la falta. 10) No permitas que
te falte al respeto, pero tú tampoco le grites. Háblale con calma. El psico - pedagogo
Dr. Bernabé Tierno da estos consejos para educar adolescentes(660): 1) Respétalo como
persona. Trátalo como si ya tuviera las cualidades que desearías de él. 2) Sé tú ejemplo de
las virtudes que deseas en él. 3) Admite tus
errores y él aprenderá a admitir los suyos. 4) Ejercita tu
autocontrol. No pierdas tus nervios, aunque él se salga de tono. 5) Valora sus
virtudes, sus esfuerzos, su progreso. 6) Razona tus
órdenes. El ordeno y mando pone a la defensiva. 7) Ponte en su
piel. Trátale como te gustaría ser tratado, si tú fueras él. 8) Fomenta su
autodisciplina: no hacer lo que apetece sino lo que es conveniente. 9) Ayúdale a
madurar. Las dificultades no son para abatirse sino para afrontarlas. 10) Hazle ver que
puede y debe ser feliz. La felicidad está dentro de uno mismo. No depende de
las circunstancias exteriores. Pasos para ser
eficaz: 1) Tener claro qué
es lo que quiero conseguir. 2) Que este
objetivo esté a mi alcance. No empeñarse en coger la Luna con la mano. 3) Escoger los
medios adecuados al fin que se pretende. 4) No darse pronto
por vencido. Tener tesón y constancia para seguir luchando. 5) Corregir los
errores cometidos, y no echar la culpa a los demás o a las circunstancias. 6) Atender a todos
los detalles, y no esperar que los demás o la suerte solucionen las cosas. 7) No menospreciar
a nadie. La persona menospreciada puede sernos decisiva mañana. 8) Orar para que
Dios nos ayude en todos los anteriores puntos. La salud mental es
una de las cosas más importantes de la vida. Para la higiene mental que haga
posible la madurez psíquica y el equilibrio de la persona, finalidad de toda
educación, es necesario: a) Autoestima.-
Aceptarse uno mismo como es. Reconocer las propias cualidades y
defectos. No sobrestimarse, considerándose capaz de lo que no es verdad. Pero
tampoco considerarse una persona inútil. Saber de lo que uno es capaz, y
alegrarse de ello. b) Dominio propio,-
Hacer lo que es necesario, conveniente y debido; aunque nos
desagrade y sea costoso. Quien rige su vida por lo que le apetece, no es dueño
de sí mismo ni de sus actos. Queda al arbitrio
de las circunstancias y de las personas. Con razón decía
Emerson que "la educación de la voluntad es la meta de nuestra existencia",
porque desde esta meta todo lo demás se convierte en fácil y gratificante. Pero
educar la voluntad y el carácter en unos principios nobles exige perseverancia
en el obrar bien, y esto, casi siempre, conlleva nadar contra corriente. Contra
esa corriente que arrastra hoy a tantos a huir de todo lo que suponga
sacrificio, tesón y esfuerzo . La voluntad se
fortalece haciendo actos esforzados. Su frecuencia conduce al hábito.
Repitiendo ejercicios de esfuerzo, haciendo algo que no me apetece porque es obligatorio,necesario
o conveniente domino mi carácter para perfilar mi personalidad . c) Capacidad de
soportar contratiempos sin perder la paz, la esperanza y la ilusión. d) Vivir
gozosamente el presente sin angustias por el pasado ni temores del futuro. Haciendo
del servicio al prójimo la superación del egoísmo y el ideal de la vida. Todo esto no se
hereda. Es fruto del trabajo, y se aprende en una buena educación. 66,9. Cuando llegue
el momento de elegir estado, recomendadles lo que parezca más conveniente, sin
quitarles la libertad. Los padres pecan si quitan injustamente la libertad a
sus hijos en la elección de estado. Pero sí deben aconsejarles en este punto lo
que sea razonable. Si hay que oponerse
a unas relaciones que parecen descabelladas, ser prudentes en no hacer o decir
cosas que después pueden ser un obstáculo a las buenas relaciones familiares,
si ese matrimonio llega a realizarse, a pesar de la desaprobación de los
padres. «Los padres deben
acoger y respetar, con alegría y acción de gracias, el llamamiento del Señor a
uno de sus hijos para que le siga en la virginidad por el Reino, en la vida
consagrada o en el ministerio sacerdotal»(661). Superiores y Subordinados
66,10. También
entran en este mandamiento las relaciones entre superiores y subordinados,
patronos y obreros, etc. La organización de
la sociedad exige que haya quien mande y haya quien obedezca. Por eso, el poder
de la autoridad viene de Dios, y también por eso la autoridad debe ejercerse
según la ley de Dios. Los que mandan deben hacerlo con justicia y delicadeza; y
los que obedecen, con respeto, fidelidad y sumisión. Lo mismo que los
súbditos tienen la obligación de obedecer, las Autoridades tienen la obligación
de mandar según la Moral. Es decir, consagrarse a procurar el bien común, no el
propio; vigilar que se cumpla la justicia y guardarla a su vez, por ejemplo,
otorgando cargos a personas idóneas, y empleando bien el dinero de los
ciudadanos, atendiendo a lo más urgente y necesario. 66,11. La cuestión
social se ha agravado profundamente en nuestro tiempo, por el poco caso que se
ha hecho de la doctrina social de la Iglesia. La solución está en
que nos convenzamos de que todos somos hermanos, y por lo tanto, debemos
ayudarnos mutuamente. El que tiene más debe dar al que tiene menos, pues todos
los hombres deben gozar suficiente - pero moderadamente- de los bienes de este
mundo. «El cristiano rico no se regocija de su condición, pues sabe que su
riqueza le impone deberes; no ama la riqueza, sino a sus hermanos; y en la
riqueza ve un recurso para ayudarles». Lo que pasa es que
muchos que se dan el nombre de cristianos -y con sus obras demuestran que no lo
son- no quieren hacer caso de lo que manda la Iglesia. Pío XI se quejaba
amargamente: «es en verdad lamentable que haya habido, y aun ahora haya,
quienes llamándose católicos apenas se acuerdan de la sublime ley de la
justicia y de la caridad en virtud de la cual nos está mandado no sólo dar a
cada uno lo que le pertenece, sino también socorrer a nuestros hermanos
necesitados como al mismo Cristo. Ésos, y esto es lo más grave, no temen
oprimir a los obreros por espíritu de lucro. Hay, además, quienes abusan de la
misma religión y se cubren con su nombre en las exacciones injustas para
defenderse de las reclamaciones completamente justas de los obreros. No
cesaremos nunca de condenar semejante conducta; esos hombres son la causa de
que la Iglesia, inmerecidamente, haya podido tener la apariencia y ser acusada
de inclinarse de parte de los ricos, sin conmoverse ante las necesidades y estrecheces
de quienes se encontraban como desheredados de su parte de bienestar en esta
vida»(662). Jesucristo no se
presentó como un nuevo Espartaco proclamando la libertad de los esclavos con
las armas en la mano. Jesucristo acabó con la esclavitud, pero no con la fuerza
de las armas, sino con la fuerza de su doctrina. Las injusticias no se vencen
con el odio, sino haciendo a los hombres mejores. El odio cambia una injusticia
por otra. Lo único que hace mejores a los hombres es el amor al prójimo. Para hacer mejor a
la humanidad, no hay otra doctrina que supere a la de Jesucristo : «pórtate con
los demás como quieres que los demás se porten contigo» (663), «amaos unos a
otros como yo os he amado»(664). Convenzámonos que
mientras todos -los de arriba y los de abajo- no obedezcamos a nuestra Santa
Madre la Iglesia, el mundo no se arreglará. El odio y el egoísmo no pueden
sustentar la verdadera paz. La doctrina social
de la Iglesia no es dinamita que destroza, sino levadura que transforma
lentamente. 66,12. Pío XII les
dijo a los católicos austríacos: «La lucha de clases nunca podrá ser el
objetivo de la doctrina social católica»(665). «Se equivoca -dice
Pío XII a los trabajadores italianos el 1 de mayo de 1953- quien piensa que
sirve a los intereses del obrero con los viejos métodos de la lucha de clases».
Hay que conseguir una colaboración de las clases, basada en la confianza y en
el mutuo cumplimiento de los deberes sociales. Salvador de
Madariaga, conocido intelectual republicano, dijo que para los marxistas la
lucha de clases no es un medio, sino un fin: en las situaciones en que hay
bienestar y paz social, procuran acabar con esto y crear la lucha de
clases(666). Dijo Juan Pablo II
en Brasil: «La liberación cristiana usa medios evangélicos y no recurre a ninguna
forma de violencia, ni a la dialéctica de la lucha de clases o a la praxis o
análisis marxista(667). «La lucha de clases
no conduce al orden social porque corre el riesgo de invertir las situaciones
de los contendientes, creando nuevas situaciones de injusticia ... Rechazar la
lucha de clases es optar decididamente por una noble lucha en favor de la
justicia social ... El bien común de
una sociedad exige que esa sociedad sea justa. Donde falta la justicia, la
sociedad está amenazada desde dentro. Eso no quiere decir
que las transformaciones necesarias para llevar a una mayor justicia deban
realizarse con la violencia, la revolución ni el derramamiento de sangre,
porque la violencia prepara una sociedad violenta, y nosotros los cristianos no
la podemos admitir. Pero hay transformaciones sociales, a veces profundas, que
deben realizarse constantemente, progresivamente, con eficacia, y con realismo,
por medio de reformas pacíficas»(668) . La Iglesia, en sus
veinte siglos de existencia, ha tenido que vivir en medio de las estructuras
sociales más diversas. Y siempre, en todos los ambientes, ha trabajado por la
implantación de la justicia social. No por medio de una
revolución sangrienta, sino por medio de su doctrina y de su influjo. Y lo
mismo que en la antigüedad abolió la esclavitud e instituyó los gremios
-verdaderas familias de productores, que tan buenos frutos dieron para el
equilibrio social y buena distribución de las riquezas -, así en nuestra época
abolirá la injusticia social, consecuencia del capitalismo liberal; y se
impondrá la hermandad cristiana que armonice las relaciones entre todos los
hombres. «La igual dignidad
de las personas humanas exige el esfuerzo para reducir las excesivas
desigualdades sociales y económicas, e impulsa a la desaparición de las
desigualdades inicuas»(669). El cumplimiento de
la doctrina social de la Iglesia, por parte de todos, hará que patronos
yobreros vivan en perfecta concordia y bienestar. Esta colaboración de unos y
otros para la implantación de la doctrina de la Iglesia es la que ha de
solucionar el problema social. La Iglesia da las
directrices; pero ella sola no puede. Necesita la colaboración de todos. Ella
da la doctrina, pero las realizaciones dependen de los hombres. La empresa moderna
es muy distinta de la del siglo pasado. Ha avanzado mucho, pero todavía no ha
llegado a la meta que desea la Iglesia. Todos debemos
colaborar a que siga evolucionando a mejor, hasta dar al elemento humano del
trabajo la dignidad que merece. «El reconocimiento de la dignidad de la persona
humana, sujeto de derechos inalienables, se encuentra en los fundamentos de
toda la enseñanza social de la Iglesia»(670). Derechos Humanos
66,13. «Las
empresas económicas son comunidades de personas, es decir, de hombres libres y
autónomos, creados a imagen de Dios. Por ello, teniendo en cuenta las diversas
funciones de cada uno -propietarios, administradores, técnicos y trabajadores-,
y quedando a salvo la necesaria unidad en la dirección, se ha de promover la
activa participación de todos en la gestión de la empresa, según formas que
habrá que determinar con acierto. Con todo, como en muchos casos no es a nivel
de empresa, sino en niveles institucionales superiores, donde se toman las
decisiones económicas y sociales, de las que depende el porvenir de los
trabajadores y de sus hijos, deben los trabajadores participar también en
semejantes decisiones por sí mismos o por medio de representantes libremente
elegidos. Entre los derechos
fundamentales de la persona humana debe contarse el derecho a fundar libremente
asociaciones obreras que representen auténticamente al trabajador y puedan
colaborar en la recta ordenación de la vida económica, así como también el
derecho de participar libremente en las actividades de las asociaciones, sin
riesgo de represalias. Por medio de esta participación organizada, que está
vinculada al progreso en la formación económica y social, crecerá más y más
entre los trabajadores el sentido de la responsabilidad, que les llevará a
sentirse sujetos activos, según sus medios y aptitudes propias, en la tarea
total del desarrollo económico y social del logro del bien común universal. En caso de
conflictos económico-sociales hay que esforzarse por encontrarles soluciones
pacíficas. Aunque se ha de recurrir siempre primero a un sincero diálogo entre
las partes, sin embargo, en la situación presente, la huelga puede seguir
siendo medio necesario, aunque extremo, para la defensa de los derechos y el
logro de las aspiraciones justas de los trabajadores. Búsquense, con
todo, cuanto antes, caminos para negociar y reanudar el diálogo
conciliatorio»(671). «La huelga es un
método reconocido por la Doctrina Social Católica, como legítimo en las debidas
condiciones y en los justos límites. En relación con esto, los trabajadores,
deberían tener asegurado el derecho a la huelga sin sufrir sanciones penales
personales por participar en ellas. Admitiendo que es un medio legítimo, se
debe subrayar al mismo tiempo que la huelga sigue siendo, en cierto sentido, un
medio extremo. No se puede abusar de él; especialmente en función de los juegos
políticos. Por lo demás, no se puede jamás olvidar que cuando se trata de
servicios esenciales para la convivencia civil, éstos han de asegurarse en todo
caso, mediante medidas legales apropiadas, si es necesario. El abuso de la
huelga puede conducir a la paralización de toda la vida socio-económica, y esto
es contrario a las exigencias del bien común de la sociedad»(672). «La admisión de la
huelga no legitima el empleo de medios injustos de presión huelguista como la
calumnia, la mentira, las amenazas contra las personas, el sabotaje, y, en
general, los medios llamados de acción directa. Se requiere asimismo que la
huelga no vaya más lejos de lo que sea necesario para conseguir la finalidad de
reparación de la injusticia o consecución de la mejora justamente pretendida.
La huelga resulta moralmente inaceptable cuando va acompañada de violencias, o
también cuando se lleva a cabo en función de objetivos no directamente
vinculados con las condiciones de trabajo, o contrarios al bien común. El
beneficio a obtener debe ser proporcionado a los males que ocasiona»(673). «Nadie está
obligado en conciencia a tolerar la injusticia cometida contra él. Obran
rectamente las personas que defienden sus propios derechos, respetando siempre
los derechos de los demás. Frente a la
injusticia cabe, pues, una legítima oposición. Esta acción en contra de la
injusticia establecida es tarea propia tanto de la Autoridad Pública como de
los ciudadanos. El Estado mantiene el orden justo principalmente mediante las
leyes, la fuerza publica y la acción de los tribunales. Los ciudadanos disponen
de dos medios extraordinarios para oponerse a la injusticia social: la huelga
y, en casos extremos, la revolución». 66,14.« Mucho más
extrema que la huelga, por la complejidad de implicaciones de todo orden que
lleva consigo, es la revolución como recurso de oposición a la injusticia, no
limitado ya al campo económico, sino insertado en la línea política. La
doctrina tradicional católica ha reconocido siempre su legitimidad, cuando se
dan determinadas condiciones, como instrumento para liberarse de la injusticia
padecida por un pueblo, y siempre que su puesta en marcha represente un mal
menor comparado con las consecuencias desastrosas provocadas por el régimen de
injusticia establecido en la sociedad». «Y que se hayan
agotado todos los otros recursos, haya esperanza fundada de éxito, y sea
imposible prever razonablemente soluciones mejores». A esta posibilidad
se refería Pablo VI en la «Populorum Progressio» (n 30 y 31): «Hay situaciones
cuya injusticia clama al cielo. Cuando poblaciones enteras, faltas de lo
necesario, viven en una tal dependencia que les impide toda iniciativa y
responsabilidad, lo mismo que toda posibilidad de promoción cultural y de
participación en la vida social y política, es grande la tentación de rechazar
con la violencia tan graves injurias contra la dignidad humana. Sin embargo,
como es sabido, la insurrección revolucionaria, salvo en el caso de tiranía
evidente y prolongada que atentase gravemente a los derechos fundamentales de
la persona y dañase peligrosamente al bien común del país, engendra nuevas
injusticias, introduce nuevos desequilibrios y provoca nuevas ruinas. No se
puede combatir un mal real al precio de un mal mayor».Pablo VI , en la
tradicional audiencia colectiva del primero de año al Cuerpo Diplomático
acreditado ante la Santa Sede, les dijo en 1967, hablando de la justicia
social: «La Iglesia no puede aprobar a quienes pretenden alcanzar este objetivo
tan noble y legítimo a través de la subversión violenta del derecho y del orden
social. La Iglesia tiene conciencia, es cierto, de adoptar con su Doctrina, una
revolución, si con este término se entiende un cambio de mentalidad, una
modificación profunda de la escala de valores. Tampoco ignora la fuerte
atracción que la idea de revolución, entendida en el sentido de un cambio
brusco y violento, ejerce en todo tiempo en algunos espíritus ávidos de lo
absoluto, de una solución rápida, enérgica y eficaz, como ellos piensan, del
problema social, y con gusto en ella verían la única vía que conduce a la
justicia. En realidad, la acción revolucionaria engendra ordinariamente toda
una serie de injusticias y de sufrimientos, porque la violencia desencadenada
es difícil de controlar y actúa tanto contra las personas como contra las
estructuras. No es, por tanto, a los ojos de la Iglesia, una solución apta para
remediar los males de la sociedad»(674). «He aquí otro
criterio fundamental que ha de orientar la acción de los católicos en la
sociedad: la Iglesia no prohíbe, sino que recomienda a sus fieles que colaboren
con todos los hombres de buena voluntad en la construcción de una sociedad más
justa»(675). «No corresponde a
los pastores de la Iglesia intervenir directamente en la actividad política y
en la organización de la vida social. Esta tarea forma parte de la vocación de
los seglares»(676). «La diversidad de
regímenes políticos es legítima con tal que promuevan el bien de la comunidad».
«La autoridad sólo se ejerce legítimamente si busca el bien común del grupo en
cuestión y si, para alcanzarlo, emplea medios moralmente lícitos. Si los
dirigentes proclamasen leyes injustas o tomasen medidas contrarias al orden
moral, estas disposiciones no pueden obligar en conciencia»(677). «El bien común
comporta tres elementos esenciales: el respeto y la promoción de los derechos
fundamentales de la persona; la prosperidad o el desarrollo de los bienes
espirituales y temporales de la sociedad; y la paz y la seguridad del grupo y
de sus miembros»(678). Los ateos atacan al
cristianismo como alienación que atrofia la iniciativa y el trabajo del hombre. Piensan que el
fenómeno religioso es alienante, porque creen que la afirmación de la
existencia de Dios aparta al creyente del empeño por la realización del mundo y
del hombre, pues lo engaña con la utopía de un paraíso futuro. Pero no es así.
El plan de Dios y el Evangelio dicen que «el hombre es responsable de su
desarrollo lo mismo que de su salvación». El cristianismo «enseña que la
importancia de las tareas terrenas no es disminuida por la esperanza del más
allá». «Por el contrario, obliga a los hombres aún más a realizar estas
actividades». «La obra redentora
de Cristo, aunque de suyo se refiere a la salvación de los hombres, se propone
también la restauración de todo el orden temporal»(679). Pertenece a la
misión de la Iglesia emitir un juicio moral sobre las cosas que afectan al
orden político cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la
salvación de las almas. Es evidente que la
Iglesia, en cuanto tal, no tiene la función de edificar el mundo temporal. Pero «se equivocan
los cristianos que consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin
darse cuenta que la propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto cumplimiento
de todas ellas, según la vocación personal de cada uno». «El plan de Dios sobre
el mundo es que los hombres instauren con espíritu de concordia el orden
temporal y lo perfeccionen sin cesar»(680). «El cristiano que
falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes con el prójimo, falta
sobre todo a sus obligaciones para con Dios y pone en peligro su eterna
salvación»(681). Los seglares no
pueden limitarse a trabajar por la edificación del Pueblo de Dios o la
salvación de su alma para la eternidad, sino que han de empeñarse en la
instauración cristiana del orden temporal. Por su situación en el mundo, los
seglares son los responsables directos de la presencia eficaz de la Iglesia en
cuanto a la organización de la sociedad en conformidad con el espíritu del
Evangelio. «Cuando la
Autoridad Pública, rebasando su competencia, oprime a los ciudadanos, éstos no
deben rehuir las exigencias objetivas del bien común; les es lícito defender
sus derechos y los de sus conciudadanos contra el abuso de tal autoridad,
guardando los límites que señala la ley natural y evangélica»(682). La denuncia por la
denuncia no vale, y menos todavía la denuncia por el sensacionalismo a estilo
periodístico. La denuncia es para la corrección del mal. La prudencia
aconsejará si es o no conveniente. Se han presentado ocasiones en que la
jerarquía eclesiástica quería denunciar públicamente situaciones de opresión e
injusticia, especialmente en países comunistas, y los cristianos de estos
países han pedido que no lo hicieran, porque habría represalias que crearían
una situación peor. Un caso histórico
se dio cuando la persecución hitleriana a los judíos; muchos querían que el
Papa protestase públicamente. Y fue mucho más eficaz su trabajo en comisiones y
delegaciones, consiguiendo la libertad de muchos judíos. Hecho que fue
reconocido y agradecido públicamente por los mismos. Existe una actitud
de prudencia. Muchas veces se da el nombre de prudencia a la cobardía; eso es
malo. Pero la temeridad agresiva puede tomar el nombre de valor, y también es
malo. Si queremos que la
denuncia sea eficaz tenemos que creerla y hacerla primeramente con toda la
verdad, es decir, que sea verdad lo que denunciamos y estar ciertos de que
estamos en la verdad. En segundo lugar, con la verdad de las motivaciones, es
decir, que la hagamos por amor a los perjudicados y con amor a los que
perjudican. La Doctrina Social
Católica ha influido mucho en las realizaciones sociales a lo largo de la
Historia. Por citar las más modernas podríamos decir lo siguiente: la primera
ley sobre el descanso dominical, aprobada por el Parlamento francés, fue
propuesta por diputados católicos. El primer comité o consejo de empresa, fue
instituido en 1885 por el empresario católico francés León Harmel, en su
fábrica Val-des-Bois. La primera Caja de Compensaciones de Subsidios familiares
fue establecida en 1900 por el empresario católico francés Romanet. La
implantación obligatoria del Seguro de Enfermedad fue propuesta en 1900 en
Francia por el sacerdote Lemir. No es cierto, por tanto, que los católicos
hayamos llegado siempre tarde. «La restauración
cristiana de la sociedad, como uno de los objetivos de la misión de la Iglesia
en el mundo, no significa que sean los cristianos, ni los católicos los únicos
capaces de respetar los derechos de la persona humana, de defender la legítima
libertad de los pueblos o de instaurar un régimen de justicia. Hay hombres,
incluso no creyentes, que aspiran a conseguir los mismos objetivos. El esfuerzo
de la Iglesia no se contrapone, sino que se suma, a los esfuerzos de estos
hombres de buena voluntad, y los católicos comparten con ellos el afán y los
proyectos para construir una ciudad secular más libre, más justa, más
humanizada, más habitable para el hombre, de manera que todos contribuyan a realizar
en el mundo el plan de Dios». Por esto afirma el Vaticano II: «El Concilio
aprecia con el mayor respeto cuanto de verdadero, de bueno y de justo se
encuentra en las variadísimas instituciones fundadas ya, o que incesantemente
se fundan, en la humanidad. Declara, además,
que la Iglesia quiere ayudar y fomentar tales instituciones en lo que de ella
dependa, y pueda conciliarse con su misión propia. Nada desea tanto como
desarrollarse libremente, en servicio de todos, bajo cualquier régimen político
que reconozca los derechos fundamentales de la persona y de la familia, y los
imperativos del bien común»(683). Hagamos los hombres
mejores si queremos un mundo mejor. Para cambiar el mundo no basta cambiar las
estructuras. «Es cierto que un mundo injusto dificulta gravemente el cambio de
las personas. Pero sería una coartada atribuir todo el mal a unas impersonales
estructuras que serían el chivo expiatorio de todos nuestros errores
personales. Jesús coloca como primario y fundamental el tema de la responsabilidad
personal de cada hombre en ese cambio necesario». El 30 de diciembre de 1987,
Juan Pablo II publicó la séptima de sus encíclicas titulada «Sollicitudo rei
socialis», es decir, «preocupación por la cuestión social». De ella son estos
párrafos: «El objetivo de la
paz, tan deseado por todos, sólo se alcanzará con la realización de la justicia
social e internacional, y además con la práctica de las virtudes que favorecen
la convivencia y nos enseñan a vivir unidos para construir juntos dando y
recibiendo una sociedad nueva y un mundo mejor (n 39). La Iglesia no tiene
soluciones técnicas que ofrecer al problema del subdesarrollo, en cuanto tal,
no propone sistemas o programas económicos o políticos, ni manifiesta
preferencias por unos o por otros, con tal que la dignidad del hombre sea
debidamente respetada y promovida, y ella goce del espacio necesario para
ejercer su ministerio en el mundo (n 14). La doctrina social de la Iglesia no
es una "tercera vía entre el capitalismo liberal y el colectivismo marxista"
se trata de una doctrina que debe orientar la conducta de las personas (n 41).
Un desarrollo sólo económico no es capaz de liberar al hombre: al contrario, lo
esclaviza todavía más. Un desarrollo que no abarque la dimensión cultural,
transcendente y religiosa del hombre y de la sociedad, contribuiría aún menos a
la verdadera liberación (n 6). Todos estamos llamados, más aún, obligados, a
ese tremendo desafío... Cada uno está
llamado a ocupar su propio lugar en esta campaña pacífica, que hay que realizar
con medios pacíficos para conseguir el desarrollo de la paz (n 47). Quiero
dirigirme a todos los hombres y mujeres sin excepción, para que convencidos de
la gravedad del momento presente, y de la respectiva responsabilidad
individual, pongamos por obra -con el estilo personal y familiar de vida, con
el uso de los bienes, con la participación como ciudadanos, con la colaboración
en las decisiones económicas y políticas, y con la actuación a nivel nacional e
internacional- las medidas inspiradas en la solidaridad y en el amor
preferencial por los pobres (n 47)». El hombre
materialista ha levantado un altar a los ídolos del dinero, el sexo y el poder.
En su adoración corre tras la felicidad sin conseguirla. Como los galgos que
corren tras la liebre mecánica sin alcanzarla jamás. O como el que corre tras
su sombra para alcanzarla sin poder conseguirlo. Al barrer a Dios de
la vida cruje la familia, fracasa el matrimonio, la juventud se esclaviza de la
lujuria, y muchos negocios se convierten en bandas de ladrones. Sólo Dios da
motivación eficaz para la honradez y la virtud. La honradez sin Dios es
excepcional. Para moralizar la
vida vale más el catecismo que la policía. Después de la
Primera Guerra Mundial, uno de los escritores más célebres de Italia, Papini,
que había sido ateo, anarquista y anticatólico, se convirtió al catolicismo, y
en su «Historia de Cristo» describe el mundo moderno idolatrando al dinero, la
inmoralidad y el egoísmo. Sin Cristo los hombres se convierten en fieras que se
devoran unas a otras. Al final de su libro tiene una conmovedora oración a
Cristo: «Cristo, vuelve,
que te necesitamos. - El que tiene
hambre, te necesita a Ti: Pan de vida eterna. - El que tiene sed,
te necesita a Ti: que das agua de vida eterna. - El que busca lo
bello, te busca a Ti: Hermosura eterna. - El que busca la
verdad, te busca a Ti: Verdad eterna. - El que busca la
paz, te busca a Ti: el único que da la Paz verdadera. Todos claman por
Ti, Cristo! Ven Señor Jesús! Te necesitamos! Muchos están
rodeados por el cristianismo, pero éste no ha penetrado en su corazón de
piedra: como el canto rodado sumergido en el arroyo, que si lo partes, por
dentro está seco porque el agua no le ha calado. Cuentan de unos
náufragos que estaban muertos de sed en su bote salvavidas. Las corrientes
marinas habían llevado el bote hasta la desembocadura del río Amazonas. El bote
estaba rodeado de agua dulce del inmenso caudal del Amazonas, pero los
náufragos, sin saberlo, se morían de sed. 66,15. Todos los
hombres tienen el derecho y el deber de trabajar. Muchos hombres
desearían trabajar pero no pueden. Uno de los problemas actuales más graves es
el paro, o falta de puestos de trabajo. «El derecho al
trabajo es un bien de la Humanidad que hay que compartir. Es necesario que los
cristianos nos esforcemos para lograr que todos los hombres tengan en la
sociedad un puesto de trabajo dignamente retribuido; que el trabajo sea cual
fuere, no constituya para nadie una humillación; y que cada hombre, encuentre,
en lo posible, el trabajo más adecuado a sus capacidades y vocación». Muchos que exaltan
su libertad como el supremo de los valores, después se quejan cuando sus
derechos son arrollados por otro que en nombre de su propia libertad no le
respeta a él. El Salario Justo
66,16. Oigamos la
doctrina de los Papas sobre salarios: «No puede decirse
que se haya satisfecho a la justicia social, si los obreros no tienen asegurado
su propio sustento y el de sus familias, con un salario proporcionado a este
fin; si no se les facilita la ocasión de adquirir alguna modesta fortuna,
previniendo así la plaga del pauperismo universal; si no se toman precauciones
en su favor, con seguros públicos y privados, para el tiempo de la vejez, de la
enfermedad y de paro. En una palabra, para repetir lo que dijimos en nuestra encíclica
3Quadragessimo annoð: La economía social estará sólidamente constituida y
alcanzará sus fines, sólo cuando a todos y a cada uno se provea de todos los
bienes que las riquezas y subsidios naturales, y la técnica y la constitución
social de la economía pueden producir. Estos bienes deben ser suficientemente
abundantes para satisfacer las necesidades y honestas comodidades, y elevar a
los hombres a aquella condición de vida más feliz que, administrada
prudentemente, no sólo no impide la virtud, sino que la favorece en gran
manera»(684). Pío XII , en su
alocución del 13 de junio de 1943 a 20.000 obreros italianos, reunidos en el
Vaticano, dijo cuál debería ser el salario integral: «Un salario que asegure la
existencia de la familia, y sea tal que haga posible a los padres el
cumplimiento de su deber natural de criar una prole sanamente alimentada y
vestida; una habitación digna de personas humanas; la posibilidad de procurar a
los hijos una suficiente instrucción y una educación conveniente; la de mirar y
adoptar providencias para los tiempos de estrechez, enfermedad y vejez». Juan XXIII , en su
encíclica «Mater et Magistra», dice: «Una profunda amargura embarga nuestro
ánimo ante el espectáculo inmensamente triste de innumerables trabajadores a
los cuales se les da un salario que los somete a ellos y a sus familias a
condiciones de vida infrahumana». El Concilio
Vaticano II haciendo suyas unas palabras de Juan XXIII en su encíclica «Mater
et Magistra», dice: «La remuneración del trabajo debe ser suficiente para
permitir al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social,
cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la
productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien
común»(685). Como es fácil apreciar,
no es sencillo determinar los límites del salario íntegramente justo y
equitativo. El criterio del salario legal, fijado por el Estado, no es
suficiente, y los patronos tendrán que suplirlo con su sentido de la justicia.
Lo que nunca se puede olvidar es que mayor derecho tienen el trabajador y su
familia al salario, que el capitalista a sus dividendos de beneficios; y que
todo beneficio adquirido a costa de la injusta retribución del trabajo ha de
ser considerado como explotación y riqueza injusta. Sobre sus dueños y sus
herederos pesa la incondicional obligación de la restitución. «Los bienes creados
-ha dicho el Cardenal Bueno Monreal en la XXV Semana Social de España- tienen
un destino universal para uso del género humano. En consecuencia, deben llegar
a todos en forma justa y en clima de caridad. No todos los hombres son iguales
en lo que toca a la capacidad física y a las cualidades intelectuales y
morales, pero hay una igualdad fundamental por naturaleza, origen, vocación y
destino. Toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la
persona es contraria al plan divino y ha de ser eliminada». «Aunque existen
diversidades justas entre los hombres, sin embargo, la igual dignidad de la
persona exige que se llegue a una situación social más humana y más justa.
Resulta escandaloso el hecho de las excesivas desigualdades económicas y
sociales que se dan entre los miembros o los pueblos de una misma familia
humana. Son contrarias a la justicia social, a la equidad, a la dignidad de la
persona humana y a la paz social e internacional»(686). Juan Pablo II en su
encíclica «Laborem exercens» dice: «Una justa remuneración por el trabajo de la
persona adulta, que tiene responsabilidades de familia, es la que sea
suficiente para fundar y mantener dignamente una familia y asegurar su futuro.
Tal remuneración puede hacerse bien sea mediante el llamado salario familiar,
es decir, un salario único dado al cabeza de familia por su trabajo y que sea
suficiente para las necesidades de la familia, sin necesidad de hacer asumir a
la esposa un trabajo retribuido fuera de casa, bien sea mediante otras medidas
sociales, como subsidios familiares o ayudas a la madre que se dedica
exclusivamente a la familia; ayudas que deben corresponder a las necesidades
efectivas, es decir, al número de personas a su cargo durante todo el tiempo en
que no esté en condiciones de asumir dignamente la responsabilidad de la propia
vida». El 1 de mayo de
1991, el Papa Juan Pablo II firmó una encíclica en el Centenario de la «Rerum Novarum»
de León XIII. La «Rerum Novarum» tuvo notable influencia en numerosas reformas
introducidas entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX en los
sectores de la previsión social, seguros de enfermedad y accidente, pensiones,
etc.. Aunque reconoce el Papa que el logro de estas mejoras no sólo se ha
debido al influjo de la Iglesia. Ya León XIII en la «Rerum Novarum» después de
acusar las injusticias sociales de su tiempo vio que el socialismo perjudicaba
a quienes pretendía ayudar (n 12). La experiencia de los años posteriores lo ha
confirmado con el hundimiento del marxismo en países del este europeo, donde
muchedumbres eran explotadas y oprimidas por el totalitarismo comunista (n 19).
Empezó en Polonia y siguió por el centro y el este de Europa (1989-1990). Ha sido
espectacular el fracaso económico del marxismo. La URSS después de setenta años
de comunismo no ha conseguido un nivel económico para el pueblo como se ha
conseguido en la Europa occidental. En los países en que se ha dado una libertad
económica, negada por el comunismo, se ha conseguido un resultado material
próspero y, en algunos casos, portentoso; se ha abierto una amplia franja de
clase media acomodada; se ha elevado la media de renta «per cápita»; se han
podido, incluso, organizar ayudas a otros países menos desarrollados. La Confederación
Europea de Sindicatos (CES) en su VII Congreso celebrado en Luxemburgo del 13
al 17 de mayo de 1991, ha dicho de la encíclica «Centesimus annus» del Papa
Juan Pablo II : «La CES constata que los valores fundamentales y los ideales
del movimiento sindical europeo se reencuentran en la nueva encíclica». He aquí algunas
ideas de esta encíclica: « La causa del
fracaso del marxismo está en su ateísmo, el cual hoy sigue presente en el
socialismo real. Excluye la trascendencia del hombre, la religión (núms. 12 y
13). El marxismo había prometido desarraigar del corazón humano la necesidad de
Dios, pero los resultados han demostrado que no es posible... . El vacío
espiritual provocado por el ateísmo ha dejado sin orientación a las jóvenes
generaciones (n 24). En el pasado reciente muchos creyentes han buscado un
compromiso imposible entre el marxismo y el cristianismo (n 26). Después de la
derrota del comunismo ateo en el este europeo, la solución no es el capitalismo
materialista que no niega a Dios pero lo ignora. Hoy hay un capitalismo salvaje
que reduce al hombre a la esfera de lo económico y a la satisfacción de las
necesidades materiales excluyendo los valores espirituales (n 19). Después de
la caída del socialismo real (en el este europeo) los países occidentales
corren peligro de ver en esa caída la victoria unilateral del propio sistema
económico, y por ello no se preocupen de introducir en él los debidos cambios
(n 56). La solución marxista ha fracasado pero permanecen en el mundo fenómenos
de marginación y explotación contra los que se alza con firmeza la voz de la
Iglesia (n 42). Después de la caída del totalitarismo comunista asistimos hoy
al predominio del ideal democrático. Pero es necesario que se dé a la
democracia un auténtico y sólido fundamento mediante el reconocimiento del
derecho a la vida del hijo después de haber sido concebido, el derecho a vivir
en un ambiente moral, el derecho a vivir en la verdad de la propia fe, etc. (n
47). La lucha de clases es inaceptable cuando lo que se busca no es la justicia
y el bien general de la sociedad, sino el interés de una parte y la destrucción
de la opuesta (n 14). La violencia y el rencor deben vencerse con la justicia
(n 17). La paz no es el resultado de la victoria militar, sino la superación de
las causas de la guerra (n 18). Queremos una sociedad en la que los hombres,
gracias a su trabajo, puedan construir un futuro mejor para sí y para sus hijos
(n 19). La producción de bienes y servicios no debe ser el centro de la vida
social, ignorando la dimensión ética y religiosa del hombre (n 39). Hay que
recordar el deber de la caridad, esto es, el deber de ayudar con lo propio
"superfluo" y a veces con lo "necesario" para dar al pobre
lo indispensable para vivir (n 36). El hombre que se
preocupa, sólo o prevalentemente, de tener y gozar, incapaz de dominar sus
instintos y sus pasiones, y de subordinarlos, mediante la obediencia a la
verdad, no puede ser libre. La obediencia a la
verdad sobre Dios y sobre el hombre, es la primera condición de la libertad,
que le permite ordenar las propias necesidades, los propios deseos y el modo de
satisfacerlos, según una justa jerarquía de valores de manera que la posesión
de las cosas sea para él un medio de crecimiento (n 41). La obligación de ganar
el pan con el sudor de la propia frente supone, al mismo tiempo, un derecho. Una sociedad en la
que este derecho se niegue sistemáticamente, y las medidas de política
económica no permitan a los trabajadores alcanzar niveles satisfactorios de
ocupación, no puede conseguir su legitimación ética ni la justa paz social (n
43). La empresa no puede considerarse únicamente como "una sociedad de
capitales"; es al mismo tiempo "una sociedad de personas" (n
43). La regulación de las relaciones en el seno de las empresas debe
establecerse de manera que el trabajador reciba una remuneración justa, trabaje
en condiciones físicas y morales apropiadas a su salud y dignidad, y reciba el
trato debido a quien forma parte de la empresa. La Iglesia no puede abandonar
al hombre... Es esto y solamente esto, lo que inspira la doctrina social de la
Iglesia (n 54)... La Iglesia conoce el sentido del hombre gracias a la
revelación divina... Para conocer al hombre integral hay que conocer a Dios. La
Iglesia, cuando anuncia al hombre la salvación de Dios, contribuye al
enriquecimiento de la dignidad del hombre... La Iglesia no puede abandonar
nunca esta misión religiosa y transcendente en favor del hombre (n 55). Si no
existe una Verdad Transcendente (Dios), con cuya obediencia el hombre conquista
su propia identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garantice
relaciones justas entre los hombres... Triunfa la fuerza del poder, y cada uno
tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su
propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los demás (n
44). El Estado, o bien el partido...que se erige por encima de todos los
valores, no puede tolerar que se sostenga un criterio objetivo del bien y del mal
por encima de la voluntad de los gobernantes... Esto explica por qué el
totalitarismo trata de destruir la Iglesia o al menos someterla (n 45)». 66,17. En la
encíclica «Laborem exercens» dice Juan Pablo II: «La experiencia confirma que
hay que esforzarse por la revalorización social de las funciones maternas, de
la fatiga unida a ellas y de la necesidad que tienen los hijos de cuidados, de
amor y de afecto para poderse desarrollar como personas responsables, moral y
religiosamente maduras y psicológicamente equilibradas. Será un honor para la
sociedad hacer posible a la madre, sin obstaculizar su libertad, sin
discriminación psicológica o práctica, sin dejarle en inferioridad ante sus
compañeras, dedicarse al cuidado y a la educación de los hijos, según las
necesidades diferenciadas de la edad. El abandono obligado de tales tareas, por
una ganancia retribuida fuera de casa, es incorrecto desde el punto de vista
del bien de la sociedad y de la familia, cuando contradice o hace difícil tales
cometidos primarios de la misión materna». El Papa Juan Pablo
II, en su discurso al Consejo Pontificio de la Familia, ha propuesto a
políticos y empresarios que deben estudiar el modo de que el ama de casa tenga
un sueldo para que pueda atender mejor a su labor de educación y de madre sin
tener que recurrir a un trabajo fuera de casa(687). «Es un hecho que en
muchas sociedades las mujeres trabajan en casi todos los sectores de la vida. Pero es conveniente
que ellas puedan desarrollar plenamente sus funciones según su propia índole,
sin discriminaciones y sin exclusión de los empleos para los que están
capacitadas, pero sin perjudicar al mismo tiempo sus aspiraciones familiares y
el papel específico que les compete para contribuir al bien de la sociedad
junto con el hombre. La verdadera promoción de la mujer exige que el trabajo se
estructure de manera que no deba pagar su promoción con el abandono del
carácter específico propio y en perjuicio de la familia en la que como madre
tiene un papel insustituible»(688). 66,18. «La política
de rentas, además de sus aspectos puramente técnicos, abarca problemas
profundamente humanos que suponen la orientación de toda actividad productiva
al servicio del hombre, y, además, una acción inteligente y enérgica en favor
de las categorías sociales más desheredadas, con el fin de que también éstas
puedan tener acceso a una participación de la renta cada vez más justa, en
conformidad con las aspiraciones fundadas en la dignidad y en la vocación de la
persona humana»(689). «Bajo esta luz
adquieren un significado de relieve particular las numerosas propuestas hechas
por expertos en la Doctrina Social Católica y también por el supremo Magisterio
de la Iglesia. Son propuestas que se refieren a la copropiedad de los medios de
trabajo, a la participación de los trabajadores en la gestión, y en los
beneficios de la empresa, al llamado "accionariado" del trabajo y
otras semejantes»(690). Función Social
66,19. La Iglesia
exige a los propietarios que, en virtud de la función social de los bienes
económicos, den -según sus posibilidades- al que no tiene lo suficiente para
vivir honestamente. Pero también exige
que el obrero trabaje con nobleza y entusiasmo, para que un aumento en la
producción y una economía floreciente hagan posible una elevación material y
cultural de las clases económicamente débiles. Éste es el
constante anhelo de la Iglesia. Pío XII ha repetido una y otra vez que es
necesario implantar una más justa distribución de la riqueza. Ha llamado a este
problema el punto fundamental de la cuestión social y ha pedido a los
cristianos que, aunque sea a costa de sacrificios, hagan esfuerzos para que una
más justa distribución de las riquezas lleve a la práctica la doctrina social
de la Iglesia. El acceso de todos
a los bienes necesarios para una vida humana -personal y familiar- digna de
este nombre, es una primera exigencia de la justicia social . La propiedad
privada o un cierto dominio sobre los bienes materiales aseguran a cada cual
una zona absolutamente necesaria para su autonomía personal y familiar, y deben
ser considerados como una prolongación de la libertad humana. Pablo VI ha dicho
en su encíclica «Populorum Progressio»: «La propiedad privada no constituye
para nadie un derecho incondicional y absoluto. No hay ninguna razón para
reservarse en uso exclusivo lo que supera la propia necesidad, cuando a otros
les falta lo necesario»(691). «Los bienes creados
deben llegar a todos en forma justa, según la regla de la justicia inseparable
de la caridad. Todos los demás derechos, comprendido el de la propiedad, a ello
están subordinados»(692). El Papa Juan Pablo
II en su encíclica «Laborem exercens» señala la posición que los cristianos
tenemos ante el denominado sistema capitalista y ante el sistema colectivista:
«El rígido capitalismo que considera la propiedad y posesión de los bienes
materiales como un derecho absoluto de la persona, sin limitaciones, debe ser
sometido continuamente a revisión desde la perspectiva de los derechos del
hombre en la teoría y en la práctica. El sistema
colectivista considera que sólo el Estado tiene el derecho exclusivo de
propiedad sobre los medios de producción, de los individuos y de la sociedad.
Este sistema atenta contra la realización de la libertad de los individuos, de
las familias, y grupos sociales, y debilita la capacidad creadora del hombre. Para el cristiano,
pues, el derecho a poseer bienes económicos es garantía para su libertad, para
organizarse como persona. Y como todo derecho, exige el deber de reconocérselo
también a todos los hombres de una manera eficaz, distribuyendo la riqueza
entre todos». «Para que todos los
hombres tengan la posibilidad de desarrollarse como persona, es necesario que
todas las personas puedan disponer de los bienes materiales en grado suficiente
según el nivel económico de cada nación. Por eso es necesaria la justa
distribución de la riqueza. «Dios ha destinado
la Tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En
consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa
dirigida por la justicia y acompañada por la caridad... Por tanto el hombre no
debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente
suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aproveche a él
solamente, sino también a todos los demás»(693). «Dios no quiere,
dice Pío XII , que algunos tengan riquezas exageradas y que otros se encuentren
en tal estrechez que les falte lo necesario para la vida»(694). Es decir, que Dios
no quiere el contraste ignominioso entre el lujo derrochador y la miseria. Dios
no quiere que haya miseria. Dios ha creado los bienes de la Tierra para todos
los hombres y quiere que todos gocen de estos dones de sus manos. Por lo tanto no
debe haber en el mundo nadie que, si hace lo que está de su parte, no disfrute
de los bienes indispensables para sustentar su vida de una manera digna. El problema del
hambre en el mundo es problema de distribución. Mientras en unos
países el pueblo se muere de hambre, en otros se dejan perder las cosechas
porque sobran alimentos. En el mundo hay
unos 5.000 millones de personas. Y según un informe de la Asociación de
Productores Agro-Químicos de Alemania, si se explotara, con la tecnología
actual, toda la superficie cultivable de la Tierra, se podrían alimentar, a
nivel europeo, 50.000 millones de seres humanos. Es decir, una humanidad diez
veces superior a la actual(695). Obligación Social
66,20. Jesucristo
tiene en su Evangelio palabras durísimas contra los ricos que no cumplen sus
obligaciones sociales: -« Apartaos de Mí,
malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve
hambre, y no me disteis de comer... Estuve desnudo, y no me vestisteis... - Cuándo te vimos,
Señor...? -Lo que hicisteis
con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicisteis»(696). Jesucristo se
identifica con el necesitado. Quiere que el rico trate al necesitado como
lo trataría a Él en persona. Como ves, las
obligaciones de los ricos son gravísimas. Y aunque, gracias a Dios, hay ricos
buenos que escuchan la palabra de Jesucristo y consideran a los demás hombres
como sus hermanos; pero, desgraciadamente, también hay otros muchos ricos
malos, apegados a su dinero, que viven como si no conociesen el Evangelio. Por
eso dice Jesucristo que es dificilísimo que un rico entre en el reino de los
cielos. Obligación grave
del empleado 66,21. Los obreros
también tienen obligaciones muy graves: trabajar con empeño, diligencia y
fidelidad, no malgastar materiales o energía, cuidar los instrumentos de
trabajo, y emplear bien el dinero que ganan. A veces se oye a un
obrero quejarse de que no gana lo suficiente. Y, efectivamente, muchas veces
tiene razón. Pero más de una vez se le podría preguntar: Crees tú que el empeño
que pones en trabajar merece más salario? Es cierto que tú debes recibir un salario
justo. Pero también es cierto que para que tú puedas en justicia quedarte con
un salario, es preciso que lo hayas merecido. A veces se trabaja con tanta
negligencia y desgana que difícilmente se justifica la aspiración a un salario
mayor. Pon de tu parte lo
que tienes obligación, y así podrás exigir con justicia lo que se te debe. El de arriba peca
si no da un salario justo; pero el de abajo también peca si no trabaja lo
justo. No se trata, de ninguna manera , de excusar los salarios insuficientes;
sino de hacer ver que es necesario trabajar con empeño y diligencia, si se
quiere uno hacer acreedor a un salario digno. Es verdad que hay
muchos obreros que trabajan con nobleza, pero también es verdad que hay otros
que hacen lo menos posible. Y estos últimos se hacen daño a sí mismos y a sus
compañeros. Para que se pueda elevar el nivel de vida del obrero, es necesario
que haya prosperidad económica. Y para que haya prosperidad económica es
necesario que el trabajo rinda. Los obreros que no
rinden lo que deben tienen su parte de culpa en las crisis económicas. Y en las
crisis económicas salen perdiendo ellos y sus compañeros. Mucho se ha hecho
en España últimamente para elevar el nivel del obrero; pero hay que reconocer
que todavía no se ha llegado al ideal que quiere la Iglesia. Para llegar a este
ideal es necesario que todos los españoles pongamos lo que esté de nuestra
parte. Por un lado aumentar la producción, y por otro distribuir justamente los
beneficios de esta producción. Estos dos factores son los que han de
alcanzarnos un bienestar económico-social. Y los culpables de que no se pueda
llegar a este bienestar son reos de un grave pecado contra la justicia social. 66,22. En algunos
sitios el trabajo está cronometrado, y, a veces, ciertamente mal tasado, de
modo que se le puede ganar muy poco dinero, o para sacar algo se requieren
esfuerzos inhumanos. Los responsables de esta injusticia darán también cuenta a
Dios. Pero otras veces hay obreros que alargan los trabajos sin necesidad y los
hacen más caros deliberadamente. Cada uno dará cuenta a Dios de la injusticia
de la que es responsable. 66,23. Todo esto en
cuanto a la obligación de trabajar con diligencia. Empleo del dinero
Pero, además, es
necesario emplear bien el dinero que se gana. No hay derecho a que un hombre no
gane lo suficiente para vivir. Pero tampoco hay derecho a que un hombre gaste
en vicios, diversiones, caprichos y superfluidades lo que necesita para dar de
comer a sus hijos. No hay que crearse necesidades superfluas. Lo primero es lo primero;
y antes es comer que pasarlo bien. No es que sea reprensible una diversión
discreta, cuando se ha atendido a lo sustancial. Pero gastar en diversiones lo
que se necesita para comer, es absurdo y criminal. Además, para
diversiones todo parece poco. El dinero se va solo. Nunca hay bastante. Y así
nunca se gana lo suficiente. Por eso, ese ansia de ganar más y más. Esforzarse
por ganar lo necesario para una vida digna y una diversión decorosa, es justo;
pero querer ganar para poder derrochar, es cosa distinta. Es legítimo el
deseo de lo necesario; y el trabajar para conseguirlo es un deber. Dice San
Pablo: «el que no quiere trabajar que no coma»(697). «Pero la
adquisición de los bienes temporales puede conducir a la codicia, al deseo de
tener cada vez más y a la tentación de acrecentar el propio poder. La avaricia de las
personas, de las familias y de las naciones puede apoderarse lo mismo de los
más desprovistos que de los más ricos, y suscitar en los unos y en los otros un
materialismo sofocante... Para las naciones, como para las personas, la
avaricia es la forma más evidente de un subdesarrollo moral»(698). La avaricia es un
gusano que roe, tanto el corazón del rico como el del pobre; y mientras los
hombres sólo piensen en enriquecerse más y más, por encima de todo, como si
esta vida fuera la definitiva, es imposible que haya paz en el mundo. Dios quiere que el
hombre tenga lo necesario para vivir, pero no quiere que se apegue demasiado a
los bienes de este mundo, que le estorbarán su salvación eterna. Por eso nos
dice Jesucristo: «No queráis amontonar tesoros para vosotros aquí en la
tierra»(699), sino «buscad primero el reino de Dios y su justicia...»(700). No te olvides nunca
que lo principal, lo primero, es salvarte; aunque, como es natural, también
debes preocuparte de solucionar tu vida en este mundo. Pero sin olvidarte de
que la vida eterna es lo primero. Impuestos
66,24. Ocupan lugar
importante para todo hombre en general, y para el cristiano en particular,
entre las exigencias de la justicia social, las obligaciones tributarias. El Concilio
Vaticano II, en la Constitución Pastoral «Gaudium et Spes», enuncia así la
doctrina: «Entre los deberes cívicos de cada uno está el de aportar a la vida
pública el concurso material y personal requerido por el bien común»(701). La naturaleza y
fundamento moral del deber tributario se desprende de la sociabilidad del
hombre. Para vivir con
dignidad, progresar y satisfacer las necesidades propias, cada vez más
numerosas con el avance de la civilización, el hombre aislado no se basta. Toma
proporcionada relevancia el papel de la sociedad. Pero a la obligación social
de suplir las impotencias singulares de los hombres o de los grupos humanos
menores, se corresponde el derecho de exigir los medios necesarios para cumplirla. Por otra parte, si
en el hombre surge el espontáneo y natural derecho de ser ayudado por la
sociedad, la correspondiente y necesaria contrapartida, también natural, será
la de contribuir en la medida de su capacidad de recursos a los gastos y necesidades
sociales. Quedan pues,
naturalmente, enraizadas las obligaciones y derechos fiscales, y por tanto
vinculando las conciencias, tanto desde la vertiente de la sociedad como desde
la del propio hombre individual. El texto evangélico
de Mateo(702), y sobre todo el paulino de Romanos(703) lo confirma. Por
supuesto que la obligación y el derecho tributarios, vinculando internamente
las conciencias de los hombres, sólo proviene de los impuestos justos. De cuatro fuentes
mana la justicia o injusticia de un impuesto en particular o la de un concreto
sistema tributario en su conjunto: debe establecerse por ley debidamente
aprobada, encaminarse a cubrir las finalidades exigidas por el bien común, no
gravar riquezas ni ingresos por debajo del mínimo vital, y regularse en escala
progresiva. Respetados estos
condicionamientos, el impuesto o sistema fiscal es justo en sí mismo u
objetivamente. Pero puede suceder
que un impuesto justo al recaer en determinada persona concreta resulte
demasiado gravoso, atendidas las circunstancias individuales, convirtiéndose
subjetivamente en injusto. El análisis
detallado de los condicionamientos que determinan la justicia tributaria
exceden, por su extensión, este lugar(704). El nuevo «Ritual de
la Penitencia» en la segunda de las tres fórmulas que aporta para ayudar al
examen de conciencia, bajo el número 5, se pregunta: He cumplido mis
deberes cívicos? He pagado mis
tributos? Reconociendo así
implícitamente que se trata de una obligación en conciencia. Se sobreentiende,
conforme a lo indicado: He pagado mis tributos justos? El engaño en el
pago de los impuestos puede hacer a la nación impotente para atender las
necesidades generales, y resolver los problemas urgentes de los más deprimidos
socialmente. Dos palabras sobre
el mal llamado «impuesto religioso». Digo mal llamado porque no es un impuesto
adicional, sino que de lo que necesariamente hay que pagar a Hacienda, dedicar
cinco pesetas de cada mil para las obras de beneficencia de la Iglesia.
Conviene poner la cruz en el lugar correspondiente, pues si no se pone la cruz,
ese 0'5% va a parar al gobierno. Pecados graves66,25.
Pecan gravemente contra este mandamiento los hijos que desobedecen a sus padres
en cosa grave, y que ellos pueden mandarles; los
que les dan disgustos graves; los que les injurian y desprecian gravemente; los
que les insultan, golpean o les levantan la mano con deliberación y amenaza;
los que les desean en serio un mal grave; los que no les socorren en sus
necesidades graves, tanto corporales como espirituales: por ejemplo, si no les
procuran a tiempo los sacramentos a la hora de la muerte. Pecan
también gravemente los padres que dan mal ejemplo a sus hijos (blasfemias,
etc.), los maldicen, les desean en serio algún mal, o abandonan su instrucción
humana y religiosa. Los
patronos pecan gravemente si, pudiendo, no dan a sus obreros el salario justo. Pero
además tienen obligación de no imponer a sus obreros trabajos superiores a sus
fuerzas; protegerles, en cuanto sea posible, de los peligros del trabajo, y de
respetar en ellos la dignidad de hombre y de cristiano, tratándoles con
amabilidad y evitándoles los peligros de pecar. Los
obreros pecan gravemente si hacen daño grave a su patrono, ya sea malgastando
materiales o energía, ya sea estropeando a propósito instrumentos de trabajo.
Si voluntariamente rinden menos de lo debido pueden también llegar a pecado
grave. Las obligaciones de los patronos y de los obreros están más especificadas en el examen de conciencia que te pongo en el Apéndice. NOTAS (626) - Hechos de
los Apóstoles, 5:29 (627) - SAN PABLO: Carta a los Colosenses, 3:20s (628) - Evangelio de San Lucas, 14:26 (629) - Libro del Eclesiástico, 7:30 (630) - Concilio Vaticano II: Inter mirifica: Decreto sobre los medios de
comunicación social, nº 10 (631) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 2229 (632) - FOERSTER: Temas capitales de educación, XIV, 1. Ed. Herder.
Barcelona (633) - J. HOFFER, S.M.: Pedagogía Marianista, 2,
III, 4. Ed. S.M. Madrid (634) - SCHNEIDER: Educación católica de la familia, IX. Ed. Labor.
Barcelona (635) - P.J. HOFFER, S.M.: Pedagogía marianista, 2ª, II, 2, 4. Ed. S.M.
Madrid (636) - ISAMBERT: Tu hijo crece, nº 57. Ed. Daimón. Barcelona (637) - Dr. BERNABÉ TIERNO: Revista EL SEMANAL, 13-III-94.Pg. 74 (638) - MARABEL MORGAN: La mujer total, XII, 2. Ed. Plaza. Barcelona, 1976 (639) - ISAMBERT: Tu hijo crece, 1ª, III, 1. Ed. Daimón. Barcelona (640) - ÁNGEL DEL HOGAR: Iniciación de los niños en la vida. Ed. Desclée.
Bilbao, 1970 (641) - Dr. RIESGO: Hablando en familia, III, 4. EAPSA. Madrid, 1973 (642) - Si la edad y madurez del niño lo permiten, se le podría decir así: «La fecundación se realiza por la unión de los órganos genitales del marido y de su esposa. El del hombre (que se llama pene), entrando en el de la mujer (que se llama vagina) deposita en su interior un liquido (que se llama semen) en el que van los microscópicos espermatozoides que fecundarán el óvulo femenino (que la mujer pone en su útero una vez la mes) dando origen a un nuevo ser: un niño (643) - ALFONSO AGUILÓ: Interrogantes en torno a la fe. Presentación. Ed. Palabra. Madrid (644) - Metamorphosis, VII, 20 (645) - VÍCTOR GARCÍA DE LA HOZ: Estudios sobre sexualidad, XI ,5, 11, 13. Toledo, 1979 (646) - JOSÉ LUIS MARTÍN DESCALZO: Razones desde la otra orilla, XXXIV. Ed. Atenas. (647) - Documento de los Obispos catalanes: Revista ECCLESIA, 1759 (4-X-75) 19ss (648) - Revista ECCLESIA, 2346(21-XI-87)8 (649) - Diario YA, 13-XI- 87, pg. 25 (650) - DIARIO DE CÁDIZ del 5-VI-92, pg. 40 (651) - CÉSAR VACA, O.S.A.: Diario YA del 6-VI-75 (652) - Nuevo Código de Derecho Canónico, nº 226 (653) - Diario YA, 5-X-88, pg. 11 (654) - MANUEL VIERA: Vida sexual y psicología moderna, II. Ed. Mensajero. Bilbao (655) - Para entender la crisis de la adolescencia es muy útil el libro del P. ARMENTIA, S.M.: Adolescentes. Ed. S.M. Madrid (656) - Concilio Vaticano II: Gravissimum educationis: Declaración sobre la educación cristiana de la juventud, nº 1 (657) - PAUL CHAUCHARD: Biología y Moral, pg. 171 (658) - ABC de Madrid del 29-VIII-94. Pg.17 y 84s (659) - Dr. DOMÍNGUEZ: Felicidad sexual, VII, 1. Ed. Plus Ultra. Nueva York, 1971 (660) - BERNABÉ TIERNO: Revista FAMILIA HOY, 2 ( V-95 ) 68 (661) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2233 (662) - PÍO XI: Quadragessimo anno, nº 50 (663) - Evangelio de San Mateo, 7:12 (664) - Evangelio de San Juan, 13:34 (665) - PÍO XII en el radiomensaje al Katolikentag de Viena el 14-IX-52 (666) - SALVADOR DE MADARIAGA: Dios y los españoles, 2º, 4. Ed. Planeta. Barcelona, 1975 (667) - Diario YA del 7-XI-80, pg. 28 (668) - Diario YA del 28-XI-80, pg. 28 (669) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1947 (670) - VON GESTELL, O.P.: La Doctrina Social de la Iglesia, VI, 9. Ed. Herder. Barcelona. También este libro es muy útil para la formación social católica. (671)-Concilio Vaticano II:Gaudium et Spes:Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual,nº 68 (672) - JUAN PABLO II: Encíclica
Laborem exercens, nº 20 (673) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2435 (674) - Diario YA del 8-I-67 (675) - Concilio Vaticano II:
Apostolicam Actuositatem: Decreto sobre el Apostolado de los Seglares, nº14 (676) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 2442 (677) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 1903 (678) - Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 1925 (679) - Concilio Vaticano II: Apostolicam Actuositatem: Decreto sobre el Apostolado de los Seglares, nº5 (680) - Concilio Vaticano II:
Apostolicam Actuositatem: Decreto sobre el Apostolado de los Seglares , nº7 (681) -Concilio Vaticano II:Gaudium et spes:Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual,nº 43 (682) -Concilio Vaticano II:Gaudium et spes:Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual,nº 74 (683) - Concilio Vaticano II: Inter mirifica: Decreto sobre los medios de comunicación social, nº 42 (684) - PÍO XI: Encíclica Divini
Redemptoris, nº 52 (685)-Concilio Vaticano II:Gaudium et Spes:Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual,nº 67 (686)-Concilio Vaticano II:Gaudium et Spes:Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual,nº 29 (687) - ABC de Madrid del 26-III 94. Pg.77 (688) - JUAN PABLO II: Encíclica
Laborem exercens, nº 19 (689) - PABLO VI a la XXV Semana Social de España celebrada en Zaragoza en 1966 (690) - JUAN PABLO II: Encíclica
Laborem exercens, nº 14 (691) - PABLO VI: Encíclica
Populorum Progressio, nº 23 (692) - PABLO VI: Encíclica
Populorum Progressio, nº 22 (693)-Concilio Vaticano II:Gaudium et Spes:Constitución sobre la Iglesia
en el mundo actual,nº 69 (694) - PÍO XII: Encíclica Sertum
Laetitiae, nº 14, A.A.S., 31(1939)149 (695) - ABC de Madrid del 24-IV-94. Pg.78 (696) - Evangelio de San Mateo, 25:41-46 (697) - SAN PABLO: Segunda Carta a los Tesalonicenses, 3:10 (698) - PABLO VI: Encíclica
Populorum Progressio, nº 18s (699) - Evangelio de San Mateo, 6:19 (700) - Evangelio de San Mateo, 6:33 (701)-Concilio Vaticano II:Gaudium et Spes:Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual,nº 75 (702) - Evangelio de San Mateo, 22:16-22 (703) - SAN PABLO: Carta a los Romanos, 13:1-9 (704) - GONZALO HIGUERA, S.I.: Ética Fiscal, IV. Ed. BAC Popular. Madrid, 1982
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