Cómo enseñar a rezar a los hijos
Hoy, en muchas de nuestras familias, ya no se reza. Y empiezan las
justificaciones: nos da pena proponer a la familia; la oración parece algo
forzado, artificial, no nos sale dentro; los hijos son demasiado pequeños o
demasiado crecidos... Sin embargo, la oración en familia es hoy posible. El
primer paso lo tiene quedar la pareja aprendiendo a orar ellos juntos. Una
oración en pareja, sencilla, normal, sin demasiadas complicaciones, hace
bien a la pareja creyente y es la base para asegurar la oración en los
hijos.
Provocar el ambiente apropiado
La oración en familia pide un cierto clima. Algunas familias llegan a
reservar en la casa un lugar o "rincón de oración" especialmente destinado
para orar, como expresión de que se le deja a Dios un sitio en la casa. Es
un rincón preparado con alguna Biblia, un Cirio, alguna planta, que se puede
adornar de manera apropiado en algunos tiempos litúrgicos.
También se puede cuidar más lo que entra en el hogar (cierto tipo de
revistas, videos, libros, cassettes, programas de TV). No es difícil hoy
suscribirse alguna revista cristiana, comprar libros sanos y educativos para
los hijos, Evangelios y Biblia para los niños, cassettes con grabaciones
para orar, grabación del Rosario.
Se puede también introducir algún símbolo, imagen o signo religioso de buen
gusto. Los lugares más apropiados son, sin duda, la sala de estar donde la
familia se reúne para descansar, hablar o ver la tele, y las habitaciones de
los hijos donde, entre otros pósters y objetos variados, pueden haber
algunos te tipo religioso, algún recuerdo de la primera comunión o de la
confirmación, los Evangelios, alguna imagen de Jesús.
Saber enseñarles
Antes que nada, es necesario que el niño vea rezar sus padres. Si ve a sus
padres rezar sin prisas, quedarse en silencio, cerrar los ojos, ponerse de
rodillas, desgranar las cuentas del Rosario, poner el Evangelio en el centro
de la mesa después de haberlo leído despacio, el niño que capta y
críticamente la importancia de estos momentos, percibe la presencia de Dios
en el hogar como algo bueno, aprende un lenguaje religioso, palabras y signo
que quieran grabados en su experiencia, aprende unas actitudes y se va
despertando en el la sensibilidad religiosa.
Nada puede sustituir a esta experiencia. Pero, además, es necesario orar con
los hijos. Los niños aprenden a orar rezando con su padres. Hay que hacerlo
participar en la oración, que aprendan hacer los gestos, a repetir algunas
fórmulas sencillas, algún canto, a estar en silencio hablando Dios. El niño
ora como ve orar. Llegará un momento en el que el mismo podrá bendecir la
mesa, iniciar una oración o leer el Evangelio con la mayor naturalidad. La
oración queda grabada en su experiencia como algo bueno, que pertenece a la
vida de la familia, como el reunirse, el hablar, el reír, el discutir o el
divertirse.
José A. Pagola, ACIprensa