La Excomunión de Monseñor Lefebvre
Consulta
Quería preguntarles si Monseñor Lefevre fue excomulgado y cuándo. Les
agradezco la información que puedan enviarme. ¡Muchas gracias! soy
catequista y necesito dar una respuesta pronta.
Alejandra
Respuesta
Estimada hermana en Cristo.
Que la paz del Señor esté en su corazón.
Le enviamos la carta apostólica del Papa Juan Pablo II. En ella se explica
todo.
Que Dios les de su bendición.
Se lo desean yu por ellos rezan
Los MSC del Perú
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CARTA APOSTOLICA "ECCLESIA DEI" DEL SUMO PONTIFICE JUAN PABLO II EN FORMA DE
"MOTU PROPRIO"
1. La Iglesia de Dios con gran afflicción ha tenido conocimiento de la
ilegítima ordenación episcopal que el arzobispo Marcel Lefebvre confirió el
pasado 30 de junio, de forma que han resultado inútiles todos los esfuerzos
realizados desde hace años para asegurar la comunión da la Fraternidad
Sacerdotal de San Pío X, fundada por el mismo reverendísmo monseñor
Lefebvre, con la Iglesia. En efecto, para nada han servido esos esfuerzos,
tan intensos de los meses pasados, con los que la Sede Apostólica ha
manifestado paciencia y comprensión hasta el límite de lo posible(1).
2. Esta tristeza la siente de modo especial el Sucesor de Pedro, el primero
a quien corresponde tutelar la unidad de la Iglesia(2), por muy pequeño que
sea el número de las personas directamente implicadas en estos sucesos, ya
que cada hombre es amado por sí mismo per Dios, y ha sido redimido por la
Sangre de Cristo, derramada en la cruz por la salvación de todos. Las
particulares circunstancias, objetivas y subjetivas, en las que se ha
realizado el acto del arzobispo Lefebvre, ofrecen a todos la ocasión para
reflexionar profundamente y para renovar el deber de fidelidad a Cristo y a
su Iglesia.
3. Ese acto ha sido en sí mismo una desobediencia al Romano Pontífice en
materia gravísima y de capital importancia para la unidad de la Iglesia,
como es la ordenación de obispos, por medio de la cual se mantiene
sacramentalmente la sucesión apostólica. Por ello, esa desobediencia - que
lleva consigo un verdadero rechazo del Primado romano - constituye un acto
cismático (3). Al realizar ese acto, a pesar del monitum público que le hizo
el cardenal Prefecto de la Congregación para los Obispos el pasado día 17 de
junio, el reverendísmo mons. Lefebvre y los sacerdotes Bernard Fellay,
Bernard Tissier de Mallerais, Richard Williamson y Alfonso de Galarreta, han
incurrido en la grave pena de excomunión prevista por la disciplina
eclesiástica(4).
4. La raíz de este acto cismático se puede individuar en una inperfecta y
contradictoria noción de Tradición: imperfecta porque no tiene
suficientemente en cuenta el carácter vivo de la Tradición, que - como
enseña claramente el Concilio Vaticano II - arranca orginariamente de los
Apóstolos, "va progresando en la Iglesia bajo la asistencia del Espíritu
Santo; es decir, crece con la comprensión de las cosas y de las palabras
transmitidas, cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su
corazón, cuando conprenden internamente los misterios que viven, cuando las
proclaman los obispos, sucesores de los Apóstoles en el carisma de la
verdad"(5).
Pero es sobre todo contradictoria una noción de Tradición que se oponga al
Magisterio universal de la Iglesia, el cual corresponde al Obispo de Roma y
al Colegio de los Obispos. Nadie pude permanecer fiel a la Tradición si
rompe los lazos y vínculos con aquél a quien el mismo Cristo, en la persona
del Apóstol Pedro, confió el ministerio de la unidad en su Iglesia(6).
5. Teniendo presente la mala acción relizada, nos sentimos en el deber de
recordar a todos los fieles algunos aspectos que este triste acontecimiento
pone en evidencia de modo especial.
a) En efecto, el éxito que ha tenido recientemente el movimiento promovido
por mons. Lefebvre puede y debe ser, para todos los fieles, un motivo de
reflexión sincera y profunda sobre su fidelidad a la Tradición de la
Iglesia, propuesta auténticamente por el Magisterio eclesiástico, ordinario
o extraordinario, especialmente en los Concilios Ecuménicos desde Nicea al
Vaticano II. De esta meditación todos debemos sacar un nuevo y eficaz
convencimiento de la necesidad de ampliar y aumentar esa fidelidad,
rechazando totalmente interpretaciones erróneas y aplicaciones arbitrarias y
abusivas en materia doctrinal, litúrgica y disciplinar. Corresponde sobre
todo a los obispos, por su misión pastoral, el grave deber de ejercer una
vigilancia clarividente, llena de caridad y de fortaleza, de modo que en
todas partes se salvaguarde esa fidelidad(7). Sin embargo, es necesario que
todos los Pastores y los demás fieles cristianos tomen nuevamente
conciencia, no sólo de la legitimidad sino también de la riqueza que
representa para la Iglesia la diversidad de carismas y tradiciones de
espiritualidad y de apostolado, la cual constituye también la belleza de la
unidad en la diversidad: esa "sintonía" que, bajo el impulso del Espíritu
Santo, eleva la Iglesia terrestre al cielo.
b) Quisiera, además, llamar la atención de los teólogos y de otros expertos
en ciencias eclesiásticas, para que también se sientan interpelados por las
circunstancias presentes. En efecto, las amplias y profundas enseñanzas del
Concilio Vaticano II requieren un nuevo empeño de profundización, en el que
se clarifique plenamente la continuidad del Concilio con la Tradición, sobre
todo en los puntos doctrinales que, quizá por su novedad, aún no han sido
bien comprendidos por algunos sectores de la Iglesia.
c) En las presentes circunstancias, deseo sobre todo dirigir una llamada a
la vez solemne y ferviente, paterna y fraterna, a todos los que hasta ahora
han estado vinculados de diversos modos con las actividades del arzobispo
Lefebvre, para que cumplan el grave deber de permanecer unidos al Vicario de
Cristo en la unidad de la Iglesia católica y dejen de sostener de cualquier
forma que sea esa reprobable forma de actuar. Todos deben saber que la
adhesión formal al cisma constituye una grave ofensa a Dios y lleva consigo
la excomunión debidamente establecida por la ley de la Iglesia(8).
A todos esos fieles católicos que se sienten vinculados a algunas
precedentes formas litúrgicas y disciplinares de la tradición latina, deseo
también manifestar mi voluntad - a la que pido que se asocie la voluntad de
los obispos y de todos los que desarrollan el ministerio pastoral en la
Iglesia - de facilitar su vuelta a la comunión eclesial a través de las
medidas necesarias para garantizar el respeto de sus justas aspiraciones.
6. Habida cuenta de la importancia y complejidad de los problemas indicados
en este documento, en virtud de mi autoridad apostólica, establecemos la
siguiente:
a) se constituye una Comisión, con la tarea de colaborar con los obispos,
con los dicasterios de la Curia Romana y con los ambientes interesados, para
facilitar la plena comunión eclesial de los sacerdotes, seminaristas,
comunidades, religiosos o religiosas, que hasta ahora estaban ligados de
distintas formas a la Fraternidad fundada por le arzobispo Lefebvre y que
deseen permanecer unidos al Sucesor de Pedro en la Iglesia católica,
conservando sus tradiciones espirituales y litúrgicas, según el protocolo
firmado el pasado 5 de mayo por el cardenal Ratzinger y por el arzobispo
Lefebvre;
b) esta Comisión está formada por un cardenal Presidente y por otros
miembros de la Curia Romana, en el número que se considere oportuno según
las circunstancias; c) además, se habrá de respetar en todas partes, la
sensibilidad de todos aquellos que se sienten unidos a la tradición
litúrgica latina, por medio de una amplia y generosa aplicación de las
normas emanadas hace algún tiempo por la Sede Apostólica, para el uso del
Misal Romano según la edición típica de 1962(9).
7. Al acercarse ya el final de este Año dedicado especialmente a la
Santísima Virgen, deseamos exhortar a todos para que se unan a la oración
incesante que el Vicario de Cristo, por intercesión de la Madre de la
Iglesia, dirige al Padre con las mismas palabras del Hijo: Ut omnes unum
sint! Dado en Roma, junto a San Pedro, día 2 del mes de julio del año 1988,
X de Nuestro pontificado.
Joannes Paulus PP. II
(1)Cf. Nota informativa del 16 de junio de 1988;
L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 26 de junio de 1988, pág.
6. (2)Cf. Concilio Ecuménico Vaticano I, Cost. Pastor æternus, cap. 3; DS
3.060. (3)Cf. Código de Derecho Canónico can. 751. (4)Cf. ib., can. 1.382.
(5)Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Dei Verbum, 8. Cf.
Concilio Ecuménico Vaticano I, Constitución Dei Filius, cap. 4: DS 3.020.
(6)Cf. Mt 16, 18; Lc 10, 16; Concilio Ecuménico Vaticano I, Constitución
Pastor æternus, cap. 3: DS 3.060. (7) Cf. Código de Derecho Canónico, can.
386; Pablo VI, Exhortación Apostólica Quinque iam anni, 8-XII-1970: AAS 63,
1971, 97-106. (8)Cf. Código de Derecho Canónico, can. 1.364. (9)Cf.
Congregación para el Culto Divino, Carta Quattuor abhinc annos, 3 de octubre
de 1984: AAS 76, 1984, 1.088-1.089.