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VISIONES Y APARICIONES
-----Mensaje original-----
De: Conocido a la redacci�n
Enviado el: Domingo, 26 de Enero de 2003 10:38 p.m.
Para: Miembros de la Lista "Mosqueteros RD".
Asunto: ECO DE LA PAZ
La Paz de Jes�s y el Amor de Maria!
Debemos divulgar el Bolet�n de mensajes de Nuestra Se�ora "Rose
Mistical" en Apparittion en la ciudad de Araraquara, el Brasil. Este
Bolet�n y la Asociaci�n tienen la Apost�lica Bendici�n del Santo Padre en el a�o 2000.
Si usted desea, usted puede receve este Bolet�n cada mes sin ning�n
dinero.
Es solamente necesario nos dice que usted desee.
Gracias. Bendiciones de Jesus y Maria!
Alabado sea Nuestro Se�or Jes�s Cristo
Salve Maria!
Respuesta
Querido hermano en el Se�or:.
Que la alegr�a del Se�or est� en tu coraz�n.
Gracias por tu mensaje y tu invitaci�n. Fui a mirar la p�gina. Interesante el applet del men� para navegar.
Lo que me preocupa es que no encontr� ninguna se�al de una aprobaci�n eclesi�stica. No me toca juzgar el contenido de las p�ginas porque esto tiene que hacer la Iglesia local.
Generalmente es el obispo del lugar que investiga y aprueba o desaprueba.
La bendici�n del Papa es asequible para todos porque es pedir su bendici�n para personas y/o instituciones. Por lo tanto, no significa aprobaci�n alguna de las visiones o fen�menos a las que se hace alusi�n. Es una respuesta normal de la Secretar�a de Estado del Vaticano a alguien que felicita al Papa por su Aniversario o algo similar. Me cuentan que alguna secta oriental de Lima tiene en su sal�n de cultos una enorme foto de su fundador que saluda al Papa Paulo VI. �Por qu� la habr�n puesto? Para que haya la impresi�n que esto cuenta con la bendici�n del Papa.
�Qu� quiero decir con eso? Que no es prudente divulgar tales fen�menos hasta que la Iglesia haya hablado. Esto no significa que t� no puedas aceptar o participar. Esta es un discernimiento tuyo. Pero su divulgaci�n s�lo contar�a con tu respaldo.
�Has escuchado de San Juan de la Cruz? La Iglesia lo ha declarado �doctor de la Iglesia�, es decir, sus ense�anzas cuentan con el respaldo de la Iglesia. �l insiste mucho en no admitir fen�menos extraordinarios porque Dios ha hablado una vez para siempre por medio de su Palabra. Todo lo dem�s hay que rechazarlo. �Y si es de Dios? Dios sabr� c�mo hacer prevalecer su mensaje. Invito a leer el capitulo 11 del segundo libro "Subida al Monte Carmelo", que te lo pongo al final de de nuestra respuesta.Ah� da todas las razones del porqu� de su urgente consejo.
Que la paz del Se�or te colme de su gracia.
mscperu
P. D.
Subida al Monte Carmelo
San Juan de la Cruz
Libro segundo
CAP�TULO 11
Del impedimento y da�o que puede haber en las aprehensiones del entendimiento por v�a de lo que sobrenaturalmente se representa a los sentidos corporales exteriores y c�mo el alma se ha de haber en ellas.
1. Las primeras noticias que habemos dicho en el precedente cap�tulo son las que pertenecen al entendimiento por v�a natural. De las cuales, porque habemos ya tratado en el primer libro, donde encaminamos al alma en la noche del sentido, no hablaremos aqu� palabra, porque all� dimos doctrina congrua para el alma acerca de ellas.
Por tanto, lo que habemos de tratar en el presente cap�tulo ser� de aquellas noticias y aprehensiones que solamente pertenecen al entendimiento sobrenaturalmente por v�a de los sentidos corporales exteriores, que son: ver, o�r, oler, gustar y tocar. Acerca de todas las cuales pueden y suelen nacer a los espirituales representaciones y objetos sobrenaturales.
Porque acerca de la vista se les suele representar figuras y personajes de la otra vida, de algunos santos y figuras de �ngeles, buenos y malos, y algunas luces y resplandores extraordinarios.
Y con los o�dos o�r algunas palabras extraordinarias, ahora dichas por esas figuras que ven, ahora sin ver qui�n las dice.
En el olfato sienten a veces olores suav�simos sensiblemente, sin saber de d�nde proceden.
Tambi�n en el gusto acaece sentir muy suave sabor, y en el tacto grande deleite, y a veces tanto, que parece que todas las m�dulas y huesos gozan y florecen y se ba�an en deleite; cual suele ser la que llaman unci�n del esp�ritu, que procede de �l a los miembros de las limpias almas. Y este gusto del sentido es muy ordinario a los espirituales, porque del afecto y devoci�n del esp�ritu sensible les procede m�s o menos a cada cual en su manera.
2. Y es de saber que, aunque todas estas cosas pueden acaecer a los sentidos corporales por v�a de Dios, nunca jam�s se han de asegurar en ellas ni las han de admitir, antes totalmente han de huir de ellas, sin querer examinar si son buenas o malas. Porque as� como son m�s exteriores y corporales, as� tanto menos ciertas son de Dios. Porque m�s propio y ordinario le es a Dios comunicarse al esp�ritu, en lo cual hay m�s seguridad y provecho para el alma, que al sentido, en el cual ordinariamente hay mucho peligro y enga�o, por cuanto en ellas se hace el sentido corporal juez y estimador de las cosas espirituales, pensando que son as� como lo siente, siendo ellas tan diferentes como el cuerpo del alma y la sensualidad de la raz�n. Porque tan ignorante es el sentido corporal de las cosas razonales, espirituales digo, como un jumento de las cosas razonales, y a�n m�s.
3. Y as�, yerra mucho el que las tales cosas estima, y en gran peligro se pone de ser enga�ado, y, por lo menos, tendr� en s� total impedimento para ir a lo espiritual; porque todas aquellas cosas corporales no tienen, como habemos dicho, proporci�n alguna con las espirituales. Y as�, siempre se han de tener las tales cosas por m�s cierto ser del demonio que de Dios: el cual en lo m�s exterior y corporal tiene m�s mano, y m�s f�cilmente puede enga�ar en esto que en lo que es m�s interior y espiritual.
4. Y estos objetos y formas corporales, cuanto ellos en s� son m�s exteriores, tanto menos provecho hacen al interior y al esp�ritu, por la mucha distancia y poca proporci�n que hay entre lo que es corporal y espiritual. Porque aunque de ellas se comunique alg�n esp�ritu (como se comunica siempre que son de Dios) es mucho menos que si las mismas cosas fueran m�s espirituales e interiores. Y as�, son muy f�ciles y ocasionadas para criar error y presunci�n, y vanidad en el alma; porque, como son tan palpables y materiales, mueven mucho al sentido, y par�cele al juicio del alma que es m�s por ser m�s sensible, y vase tras ello, desamparando a la fe, pensando que aquella luz es la gu�a y medio de su pretensi�n, que es la uni�n de Dios; y pierde m�s el camino y medio que es la fe, cuanto m�s caso hace de las tales cosas.
5. Y, adem�s de eso, como ve el alma que le suceden tales cosas y extraordinarias, muchas veces se le ingiere secretamente cierta opini�n de s� de que ya es algo delante de Dios, lo cual es contra humildad. Y tambi�n el demonio sabe ingerir en el alma satisfacci�n de s� oculta, y a veces harto manifiesta. Y, por eso, �l pone muchas veces estos objetos en los sentidos, demostrando a la vista figuras de santos y resplandores hermos�simos, y palabras a los o�dos harto disimuladas, y olores muy suaves, y dulzuras en la boca, y en el tacto deleite, para que, engolosin�ndolos por all�, los induzca en muchos males.
Por tanto, siempre se han de desechar tales representaciones y sentimientos, porque, dado caso que algunas sean de Dios, no por eso se hace a Dios agravio ni se deja de recibir el efecto y fruto que quiere Dios por ellas hacer al alma, porque el alma las deseche y no las quiera.
6. La raz�n de esto es porque la visi�n corporal o sentimiento en alguno de los otros sentidos, as� como tambi�n en otra cualquiera comunicaci�n de las m�s interiores, si es de Dios, en ese mismo punto que parece o se siente hace su efecto en el esp�ritu, sin dar lugar que el alma tenga tiempo de deliberaci�n en quererlo o no quererlo. Porque, as� como Dios da aquellas cosas sobrenaturalmente sin diligencia bastante y sin habilidad de ella, (as�, sin la diligencia y habilidad de ella), hace Dios el efecto que quiere con las tales cosas en ella, porque es cosa que se hace y obra pasivamente en el esp�ritu. Y as�, no consiste en querer o no querer, para que sea o deje de ser, as� como si a uno echasen fuego estando desnudo, poco aprovechar�a no querer quemarse; porque el fuego por fuerza hab�a de hacer su efecto. Y as� son las visiones y representaciones buenas, que, aunque el alma no quiera, hacen su efecto en ella primera y principalmente que en el cuerpo.
Tambi�n las que son (de) parte del demonio, sin que el alma las quiera, causan en ella alboroto o sequedad, o vanidad o presunci�n en el esp�ritu. Aunque �stas no son de tanta eficacia en el alma como las de Dios en el bien; porque las del demonio s�lo pueden poner primeros movimientos en la voluntad y no moverla a m�s si ella no quiere, y alguna inquietud que no dura mucho, si el poco �nimo y recato del alma no da causa que dure. Mas las que son de Dios penetran el alma, y mueven la voluntad a amar, y dejan su efecto, al cual no puede el alma resistir aunque quiera, m�s que la vidriera al rayo del sol cuando da en ella.
7. Por tanto, el alma nunca se ha de atrever a quererlas admitir, aunque, como digo, sean de Dios, porque, si las quiere admitir, hay seis inconvenientes:
El primero, que se le va disminuyendo la fe, porque mucho derogan a la fe las cosas que se experimentan con los sentidos; porque la fe, como habemos dicho, es sobre todo sentido. Y as� ap�rtase del medio de la uni�n de Dios, no cerrando los ojos del alma a todas esas cosas de sentido.
Lo segundo, que son impedimento para el esp�ritu si no se niegan, porque se detiene en ellas el alma y no vuela el esp�ritu a lo invisible. De donde una de las causas por donde dijo el Se�or (Jn. 16, 7) a sus disc�pulos que les conven�a que �l se fuese para que viniese el Esp�ritu Santo, era �sta. As� como tampoco dej� a Mar�a Magdalena (Jn. 20, 17) que llegase a sus pies despu�s de resucitado, porque se fundase en fe.
Lo tercero es que va el alma teniendo propiedad en las tales cosas y no camina a la verdadera resignaci�n y desnudez de esp�ritu.
Lo cuarto, que va perdiendo el efecto de ellas y el esp�ritu que causan en lo interior, porque pone los ojos en lo sensual de ellas, que es lo menos principal. Y as�, no recibe tan copiosamente el esp�ritu que causan, el cual se imprime y conserva m�s negando todo lo sensible, que es muy diferente del puro esp�ritu.
Lo quinto, que va perdiendo las mercedes de Dios, porque las va tomando con propiedad y no se aprovecha bien de ellas. Y tom�ndolas con propiedad y no aprovech�ndose de ellas, es quererlas tomar; porque no se las da Dios para que el alma las quiera tomar, pues que nunca se ha de determinar el alma a creer que son de Dios.
Lo sexto es que en quererlas admitir abre puerta al demonio para que le enga�e en otras semejantes, las cuales sabe �l muy bien disimular y disfrazar, de manera que parezcan a las buenas; pues puede, como dice el Ap�stol (2 Cor. 11, 14) transfigurarse en �ngel de luz. De lo cual trataremos despu�s, mediante el favor divino, en el libro tercero, en el cap�tulo de gula espiritual.
8. Por tanto, siempre conviene al alma desecharlas a ojos cerrados, sean de quien se fueren. Porque, si no lo hiciese, tanto lugar dar�a a las del demonio, y al demonio tanta mano, que no s�lo a vueltas de las unas recibir�a las otras, mas de tal manera ir�an multiplic�ndose las del demonio y cesando las de Dios, que todo se vendr�a a quedar en demonio y nada de Dios; como ha acaecido a muchas almas incautas y de poco saber, las cuales de tal manera se aseguraron en recibir estas cosas, que muchas de ellas tuvieron mucho que hacer en volver a Dios en la pureza de la fe, y muchas no pudieron volver, habiendo ya el demonio echado en ellas muchas ra�ces. Por eso es bueno cerrarse en ellas y negarlas todas, porque en las malas se quitan los errores del demonio, y en las buenas el impedimento de la fe, y coge el esp�ritu el fruto de ellas. Y as� como cuando las admite las va Dios quitando, porque en ellas tienen propiedad, no aprovech�ndose ordenadamente de ellas, y va el demonio ingiriendo y aumentando las suyas, porque halla lugar y causa para ellas; as�, cuando el alma est� resignada y contraria a ellas, el demonio va cesando de que ve que no hace da�o, y Dios, por el contrario, va aumentando y aventajando las mercedes en aquel alma humilde y desapropiada, haci�ndola sobre lo mucho, como al siervo que fue fiel en lo poco (Mt. 25, 21).
9. En las cuales mercedes, si todav�a el alma fuere fiel y retirada, no parar� el Se�or hasta subirla de grado en grado hasta la divina uni�n y transformaci�n. Porque Nuestro Se�or de tal manera va probando al alma y levant�ndola, que primero la da cosas muy exteriores y bajas seg�n el sentido, conforme a su poca capacidad, para que, habi�ndose ella como debe, tomando aquellos primeros bocados con sobriedad para fuerza y sustancia, la lleve a m�s y mejor manjar. De manera que, si venciere al demonio en lo primero, pasar� a lo segundo; y si tambi�n en lo segundo, pasar� a lo tercero; y de ah� adelante todas las siete mansiones, hasta meterla el Esposo en la cela vinaria (Ct. 2, 47) de su perfecta caridad, que son los siete grados de amor.
10. �Dichosa el alma que supiere pelear contra aquella bestia del Apocalipsis (12, 3), que tiene siete cabezas, contrarias a estos siete grados de amor, con las cuales contra cada uno hace guerra, y con cada una pelea con el alma en cada una de estas mansiones, en que ella est� ejercitando y ganando cada grado de amor de Dios! Que, sin duda, que si ella fielmente peleare en cada una y venciere, merecer� pasar de grado en grado y de mansi�n en mansi�n hasta la �ltima, dejando cortadas a la bestia sus siete cabezas, con que le hac�a la guerra furiosa, tanto que dice all� san Juan que le fue dado que pelease contra los santos y los pudiese vencer en cada uno de estos grados de amor, poniendo contra cada uno armas y municiones bastantes (ib. 13, 1�7).
Y as�, es mucho de doler que muchos, entrando en esta batalla espiritual contra la bestia, a�n no sean para cortarle la primera cabeza, negando las cosas sensuales del mundo. Y ya que algunos acaban consigo y se la cortan, no le cortan la segunda, que es las visiones del sentido de que vamos hablando. Pero lo que m�s duele es que algunos, habiendo cortado no s�lo segunda y primera, sino aun la tercera (que es acerca de los sentidos sensitivos interiores, pasando de estado de meditaci�n, y aun m�s adelante) al tiempo de entrar en lo puro del esp�ritu, los vence esta espiritual bestia, y vuelve a levantar contra ellos y a resucitar hasta la primera cabeza, y h�cense las postrimer�as de ellos peores que las primer�as en su reca�da, tomando otros siete esp�ritus consigo peores que �l (Lc. 11, 26).
11. Ha, pues, el espiritual de negar todas las aprehensiones con los deleites temporales que caen en los sentidos exteriores, si quiere cortar la primera cabeza y segunda a esta bestia, entrando en el primer aposento de amor, y segundo de viva fe, no queriendo hacer presa ni embarazarse con lo que se les da a los sentidos, por cuanto es lo que m�s deroga a la fe.
12. Luego claro est� que estas visiones y aprehensiones sensitivas no pueden ser medio para la uni�n, pues que ninguna proporci�n tienen con Dios. Y una de las causas por que no quer�a Cristo que le tocase la Magdalena (Jn. 20, 17) y santo Tom�s (Jn. 20, 29) era �sta.
Y as� el demonio gusta mucho cuando una alma quiere admitir revelaciones y la ve inclinada a ellas, porque tiene �l entonces mucha ocasi�n y mano para ingerir errores y derogar en lo que pudiere a la fe; porque, como he dicho grande rudeza se pone en el alma que las quiere acerca de ella, y aun a veces hartas tentaciones e impertinencia.
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