DE ADVENTISTA FANÁTICO A HIJO Y PREDICADOR DE MARÍA
Bruno tuvo muy poca instrucción académica, únicamente la enseñanza elemental. A los catorce años hizo su primera comunión, pero luego de recibirla cayó por muy mal camino. Años mas tarde, el 7 de mayo de 1936, contrajo matrimonio con Yolanda Lo Gatto, por la Iglesia Católica. Poco después de su boda, estando ya en el partido de acción izquierda, sus amigos le convencieron que fuese a luchar en la guerra civil de España (1936-1939) al lado de los rojos (comunistas). Atrás quedó su esposa Yolanda que estaba próxima a dar a luz.
Bruno Cornacchiola era un italiano quien en la guerra civil española conoció a un protestante alemán que le había inculcado un odio feroz contra el Papa y la Iglesia Católica. Al volver a su patria se hizo primero bautista y luego adventista.
Al regresarse a su casa no tenía deseos de ver a su esposa
ni a su niña a la que aún no conocía. Cegado por su odio contra la Iglesia lo
único que deseaba era decirle a su esposa que debía repudiar a la Iglesia
Católica. Su esposa no se dejaba convencer y eso provocaba que Bruno la
maltratase. Llegó un tiempo de tantos abusos que finalmente Yolanda accedió al
cambio de religión, pero antes le hizo prometer que comulgaría con ella los
nueve primeros viernes de mes, a lo cual el accedió. Terminados los nueve
primeros viernes se hicieron adventistas. El mantenía el hogar como
tranviario.
Comienzan las Apariciones
En abril del año 1947, Bruno tenía 34 años. Los superiores de la asociación de
la juventud misionera de Lacio, informaron que todos los líderes debían
prepararse porque iban a tener una audiencia pública. Bruno, siendo uno de los
líderes, le tocaba hacer su presentación el trece de abril. Así que el sábado,
12 de abril, decidió llevar a su familia a un campo donde le permitiría
estudiar la Biblia y para que los niños pudieran jugar. Su esposa se había
quedado en casa pues estaba esperando otro hijo. De camino decidió quedarse en
un campo aledaño a la abadía de Tre Fontane, Iglesia sobre el lugar donde fue
decapitado San Pablo y, donde según la tradición, al caer la cabeza al suelo
rebotó tres veces en el suelo e hizo tres fuentes.
Al bajar del autobús buscó un lugar para que jugasen los niños mientras el se
asentó a la sombra de un eucaliptus para preparar su discurso para el día
siguiente.
Mientras sus tres hijos, Juan Franco, Carlo e Isla, de cuatro, siete y diez
años respectivamente, juegan a la pelota, Bruno busca en la Biblia de los
protestantes pruebas que confirmen la parte de su conferencia que piensa
dedicar a rebatir los dogmas referidos a la Madre de Jesús.
Son las tres y media de la tarde. Los niños, que han perdido el balón y no
consiguen encontrarlo, recurren al padre. Bruno interrumpe sus anotaciones,
deja el cuaderno de los apuntes en el suelo, bajo el eucalipto, y va ayudar a
sus hijos. El cuaderno quedará en el suelo.
Encontrada la pelota se puso a jugar con ellos y en uno de los tiros que hizo,
la pelota, extrañamente se elevó alto y se desapareció. Antes de salir a
buscarla encargó a Carlos que recogiera todo, la niña fue a recoger flores
para su mamá y a Juan Franco, el mas pequeño, lo dejó sentado. Cada cierto
tiempo gritaba para ver si Juan Franco todavía estaba adonde lo había dejado.
A la cuarta vez el niño no respondió entonces salió a buscarlo y lo encontró
de rodillas con las manitas juntas al pie de la gruta, con sus ojos fijos en
la gruta, sonreía y como que conversaba, entonces se acercó y oyó que decía:
"Bella Señora, Bella Señora" Le habló pero el niño no reaccionó. Buscó a Isla,
y al llegar ella junto a la gruta cayó también de rodillas con las manos
juntas y exclamó. "Bella Señora, Bella Señora". El se enojó pensando que se
trataba de una broma, llamó a Carlos y él, al llegar junto a la gruta cayó de
rodillas también y exclamó lo mismo.
Pensando que se trataba de un juego trató de levantarlos pero no podía porque
estaban muy pesados. Aterrado levantó sus ojos al cielo y gritó: "Dios mío
sálvanos". Apenas pronunció ese grito todo en su alrededor se volvió oscuro y
sintió un dolor agudo en sus ojos luego dos manos blancas se apoyaron sobre
sus ojos quitando de ellos como un velo. Cayó de rodillas y una luz muy grande
iluminó la gruta y luego se formó la figura de una mujer de apariencia humana,
vestida con una túnica blanca y ceñida en la cintura con un cinto rozado. Los
cabellos eran negros y ligeramente recogidos por una cinta verde esmeralda que
llegaba, al igual que la túnica, hasta los pies descalzos; en su mano derecha
sostenía un libro de pasta color ceniza (El libro de la Revelación: la Biblia)
La Virgen extendió el brazo izquierdo y le mostró una sotana negra y un
crucifijo roto, los mismos que él un día había roto. Y con una voz bien dulce
le dijo: "Soy la que está en la Trinidad divina. Soy la virgen de la
revelación. Tú me has perseguido, ¡ya basta! Entra en el redil, el juramento
de Dios es santo, los nueve viernes que hiciste antes de entrar en el redil de
la mentira son los que te han salvado. Obedece a la autoridad del Santo
Padre."
La Virgen habla bastante rato esa tarde de Abril. Entre otras cosas, le habla
de su Asunción al cielo (en aquel momento aun no había sido declarado el
dogma). Le dice «Mi cuerpo no podía marchitarse y no se marchitó». Entonces le
indica al vidente cómo podrá reconocer después a los dos sacerdotes que lo
ayudarán a reconciliarse con Dios y con el Papa, a quien tenía intenciones
serias de asesinar con un puñal.
En esta primera aparición la Virgen le reveló toda la doctrina Católica le
pidió que se confesara y se reconciliara con la Iglesia, de una manera infusa
recibió todos los conocimientos de nuestra fe Católica. Le pidió que rezara
mucho por la conversión de los pecadores específicamente el rezo del Santo
Rosario ya que cada Avemaría son flechas de oro que penetran en el Corazón de
Jesús. Le prometió que obraría grandes milagros para la conversión de los
incrédulos.
Le confió mensajes específicos para los sacerdotes invitándolos a una vida de
mayor obediencia al Magisterio, fe intensa a las verdades reveladas, mayor
oración, acoger una forma propia de vestir, y un estilo de vida puro y digno
de lo que son.
Al regresar a su casa contó todo a su mujer, y los dos, después de buscar la
ayuda indicada por la Virgen, volvieron a la Iglesia Católica. El 7 de mayo de
1947 abjuraron sus errores.
Hubieron otras tres apariciones: el 6 de mayo, el 23 de mayo y el 30 de mayo.
En la aparición del 23 de mayo, Bruno fue con un sacerdote y un muchacho
comunista a la gruta, éste sin saber nada de las apariciones al entrar en la
gruta cae de rodillas, confiesa sus pecados, pide perdón y se convierte.
El día 30 de mayo la Virgen le pide a Bruno que vaya al convento de las
hermanas Maestras Pías Filipenses y les diga que recen por los incrédulos y
por la incredulidad del barrio.
Después de las Apariciones
Las Apariciones no son todavía aprobadas formalmente por la Iglesia pero
recibieron la bendición del Papa Pío XII transmitida por la Secretaría del
Estado. El mismo Papa Pío XII bendijo la estatua llevada hasta la gruta en
procesión el 5 de octubre con la asistencia de mas de 500,000 personas.
El día 9 de diciembre de 1949 Bruno visitó al Papa entregándole en sus propias
manos la Biblia protestante con la que había dado muerte a muchas almas
infundiéndoles su errónea interpretación y el puñal con el que había
pretendido matarlo. Pidió perdón al Santo Padre y le contó todo. El Papa le
respondió que el arrepentimiento es el mayor perdón y le dio la bendición
aprobando que el fuera a predicar la misericordia de Dios transmitida por
medio de la Santísima Virgen.
Hechos y curaciones sorprendentes se han dado desde que la gente comenzó a
visitar la gruta. Además del sorprendente aroma a rosas y a lirios- al igual
que la tierra del lugar donde se apareció la Virgen al ponerla en lugares
donde las personas sufren alguna enfermedad son sanados milagrosamente. Muchas
conversiones específicamente de dignatarios de la masonería, incrédulos,
pecadores, incluso judíos que entran a la Iglesia Católica, cambios radicales
en la vida y la fe de aquellos que por toda su vida vivieron en el vicio.
Fenómeno del Sol
El 12 de abril de 1980, (sábado de la semana de Pascua), a las seis de la
tarde comenzó una Misa, concelebrada por ocho sacerdotes en la Gruta de la
Aparición, junto a la famosa Abadía de Tre Fontane. La concurrencia era
numerosa, más de 3.000 personas que conmemoraban la aparición allí de la
Virgen el 12 de abril de 1947, también aquel año sábado de la semana de
Pascua.
El vidente, Bruno Cornacchiola, ya había anunciado, según le había manifestado
la Virgen el 7 de noviembre de 1979, que en esa Misa iba a suceder algo
extraordinario. Efectivamente, al momento de la Consagración, de pronto se
hizo posible mirar al sol de frente. Pietro Santiángelo, capellán de la Pía
Asociación fundada por Bruno, relata los fenómenos prodigiosos que a
continuación vio toda la multitud:
«El sol se levantó hasta el cenit, dando vueltas alrededor de su propio eje y
despidiendo rayos de todos los colores hacia todas partes, todo el mundo quedó
asustado; unos lloraban, otros gritaban, otros suplicaban en voz alta a la
Virgen.
Otro aspecto maravilloso fue la imagen de la Virgen, que se puso, en el
momento de la consagración, de color rojo intenso, despidiendo rayos que
atravesaban el techo de la gruta para unirse con los rayos que procedían del
sol. Fue un espectáculo grandioso, jamás visto, e inolvidable. Y no duró unos
segundos, sino media hora, hasta el final de la Misa.
Todos vieron lo mismo. En el disco del sol, cuya vista no hacía daño a los
ojos, empezaron a formarse símbolos bien definidos: primero una M, que después
fue transformándose en un corazón y a continuación en una hostia grande, en
cuya superficie se formaron las siglas de la Eucaristía: JHS. Después de la
Misa los fenómenos del sol fueron desapareciendo y aquél volvió a su lugar, ya
en el horizonte. La luz de la Virgen duró toda la noche».
Bruno explicaba algo las razones de este prodigio: «En los 33 años que han
pasado desde la primera aparición y desde mi conversión, he recorrido todo el
mundo para hablar de la Virgen. He dado más de 7.000 conferencias, ahora tengo
sesenta y siete años y no sé cuánto tiempo me queda. Por tanto, en el mes de
noviembre pasado, al pensar sobre mí vida, sentí el deseo de abandonar mi
intensa actividad y dedicarme a la vida de contemplación y de oración. Mi
confesor aprobaba esta idea. Así, el 7 de noviembre del año pasado me fui a la
gruta para dar gracias a la Virgen. Al rezar el Rosario se me apareció Ella en
su figura acostumbrada, tal como la vi en 1947 y 22 veces en años posteriores.
Sentía una gran alegría. La Virgen me habló de la conversión de los pecadores,
de la situación espiritual de la humanidad y de otros temas de que ahora no
puedo hablar. Al final me dijo: "El próximo 12 de abril, aniversario del
primer encuentro, caerá en el mismo día que en 1947: un sábado antes del
primer domingo después de Pascua. En ese día quiero manifestarme con gracias
espirituales y materiales. Además haré algo maravilloso en el sol, para
despertar a los dormidos que han perdido la fe, y aún no creen en lo que Yo he
hecho aquí"».
Pero la Virgen, no contenta con esta llamada de atención, que sin duda quiere
que meditemos, volvió a intervenir dos años más tarde en la misma fecha:
El 12 de abril de 1982, lunes de Pascua lunes del Ángel, en el lenguaje
romano-, tuvo lugar la acostumbrada celebración anual de la aparición de la
Virgen en Tre Fontane.
Durante la Misa, a las 18 horas, comenzó la comunión de los fieles -más de los
que se había previsto, hasta faltar formas, y a esta misma hora comenzaron los
fenómenos en el sol, que duraron más de una hora: Todos vieron, mientras
muchos aplaudían gozosos, el centro del sol verde esmeralda, rodeado de un
halo rosa anaranjado en el que brillaban multitud de estrellas, como llamas.
El sol giraba, cambiaba de colores, parecía aproximarse aumentando de volumen,
lanzaba ráfagas de luz que iluminaban a la gente y el paisaje de diversos
colores. Fue evidente e indiscutible la realidad del suceso milagroso
(imposible atribuirlo a leyes naturales) percibido por toda la muchedumbre
presente, entre ellos numerosos enfermos en sillas de rueda.
Esta aparición nos muestra la gran misericordia de Dios hacia el hombre y el
papel corredentor de la Santísima Virgen, como por su intervención logra
convertir a uno de sus hijos quizás mas alejados del Corazón de Jesús, y
también el papel que cada uno de nosotros debemos tomar de darla a conocer
para que muchos se conviertan.
Desde 1956, el lugar es custodiado por los frailes menores franciscanos. Bruno Cornacchiola fundó una comunidad llamada “Escuadras Ardientes de Cristo Rey Inmortal”, que congrega a fieles que quieren vivir un ideal de conversión, oración, paz y amor.