Por qué me convertí al catolicismo (Newt Gingrich)
A menudo me preguntan cuando decidí convertirme al catolicismo. Sin embargo, es más veraz afirmar que a lo largo de varios años me fui haciendo católico gradualmente hasta que un día decidí aceptar la fe que ya había adoptado.
Mi esposa Callista ha sido católica desde siempre y es miembro del coro de la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington DC desde hace 15 años. Aunque yo era bautista sureño, había estado asistiendo a misa con Callista todos los domingos en la Basílica para verla cantar con el coro.
Acompañé a Callista a Roma en 2005 cuando invitaron al coro a cantar en la Basílica de San Pedro. Mientras estuve allí, tuve la oportunidad de hablar largamente con Monseñor Walter Rossi, rector de la Basílica en Washington DC, sobre la fe, historia y los muchos desafíos culturales, incluyendo el laicismo, a los que está enfrentándose nuestro país. Nuestras conversaciones fueron esclarecedoras y fascinantes.
Durante ese viaje, visité por primera vez la Basílica de San Pedro y recuerdo cómo me maravilló estar en presencia de la verdad histórica de la Iglesia aquel día.
Al mismo tiempo, sentía la influencia de varios libros que estaba leyendo y entre los cuales estaban Política sin Dios de George Weigel, acerca de la crisis del laicismo en Europa, y The Final Revolution (La Revolución Final) sobre el papel que jugó el cristianismo para liberar a Europa Oriental de la dictadura atea.
También me conmovió la reflexión del Papa Benedicto XVI que en su libro Jesús de Nazaret decía: «La cuestión es Dios: ¿es verdad o no que Él es el real, la realidad misma? ¿Es Él mismo el Bueno, o debemos inventar nosotros mismos lo que es bueno?»
En todos nuestros viajes, fuera que Callista y yo estuviéramos en Costa Rica o en África, ella tenía que encontrar una misa local en domingo. Escuchar «Amazing Grace» cantada en chino en una misa en Pekín fue una hermosa vivencia y rezar junto a creyentes del mundo entero me abrió los ojos acerca de la diversidad y riqueza de la Iglesia Católica.
En el curso de una década, la profundidad de la fe e historia de la vida de la Iglesia Católica se hacían cada vez más evidentes para mí al igual que la centralidad de la eucaristía en la misa católica.
La visita del Papa Benedicto XVI a Estados Unidos en abril de 2008 marcó un punto de inflexión en mi vida. El Santo Padre ofició solemnemente las vísperas con los obispos de Estados Unidos en la Iglesia de la Cripta en la Basílica en Washington.
Al coro de Callista le pidieron que cantara para el Papa Benedicto en las vísperas y yo, como esposo, tuve la oportunidad única de asistir a la visita papal y me sentí profundamente conmovido por la ocasión.
Alcancé a ver al Papa Benedicto ese día y me sorprendió ver qué felicidad y paz irradiaba. La alegre y fulgurante presencia del Santo Padre sirvió para confirmarme muchas de las cosas en las que había estado pensando y que había estado sintiendo por varios años ya.
Esa tarde le dije a Monseñor Rossi que quería ser aceptado en la Iglesia Católica y él estuvo de acuerdo en sumarse a Calista para ser mis padrinos. Bajo su tutela, estudié el catecismo de la Iglesia durante el siguiente año y fui recibido en el seno de la Iglesia en marzo de 2009 en una hermosa misa en la Iglesia de San José en el Capitolio.
Después de una peregrinación de fe que me había tomado una década, quizá me tome la vida entera, por fin había llegado a casa.