Domingo 1 del Tiempo de Adviento B - 'No saben cuándo es el momento' : Preparemos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical con las Lecturas y el Catecismo
Con las lecturas Con el catecismo Con el Directorio Homilético I Con el Directorio Homilético II
Recursos adicionales para la preparación
Año Litúrgico Patrístico
Comentarios de Sabios y Santos
I
Comentarios de Sabios y Santos II
Iglesia del Hogar: Preparando en Familia
Catequesis preparatoria para los niños
Ejemplos que iluminan la participación
Recursos: Gráficos - Videos - Audios
Vea también:
Celebraciones de Adviento
y Navidad
Introducción al Tiempo de Adviento
Falta un dedo: Celebrarla
Lectura del Profeta Isaías 63, 16b-17; 64,1. 3b-8.
Tú, Señor, eres nuestro padre,
tu nombre de siempre es "nuestro redentor".
Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos
y endureces nuestro corazón para que no te tema?
Vuélvete por amor a tus siervos
y a las tribus de tu heredad.
¡Ojalá rasgases el cielo y bajases,
derritiendo los montes con tu presencia!
Bajaste, y los montes se derritieron con tu presencia.
Jamás oído oyó ni ojo vio
un Dios, fuera de ti,
que hiciera tanto por el que espera en él.
Sales al encuentro del que practica la justicia
y se acuerda de tus caminos
Estabas airado y nosotros fracasamos:
aparta nuestras culpas y seremos salvos.
Todos éramos impuros,
nuestra justicia era un paño manchado;
todos nos marchitábamos como follaje,
nuestras culpas nos arrebataban como el viento.
Nadie invocaba tu nombre
ni se esforzaba por aferrarse a ti;
pues nos ocultabas tu rostro
y nos entregabas al poder de nuestra culpa.
Y, sin embargo, Señor,
tú eres nuestro padre,
nosotros, la arcilla, y tú el alfarero:
somos todos obra de tu mano.
No te excedas en la ira, Señor,
no recuerdes siempre nuestra culpa:
mira que somos tu pueblo.
Palabra de Dios
Salmo responsorial - Sal 79,2ac y 3b. 15-16. 18-19
R/. Señor, Dios nuestro, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos R/.
Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó
y que tú hiciste vigorosa. R/.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti;
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 1,3-9.
Hermanos:
La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre y del Señor Jesucristo
sean con vosotros.
En mi Acción de Gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que
Dios os ha dado en Cristo Jesús.
Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber;
porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo.
De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación
de nuestro Señor Jesucristo.
El os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en
el tribunal de Jesucristo Señor nuestro.
Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo. Jesucristo Señor nuestro.
¡Y El es fiel!
Palabra de Dios
Aleluya Sal 84, 8
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación
Aleluya
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 13,33-37.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
—Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno
de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al
atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que
venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡velad!
Palabra del Señor
Con el Catecismo
de la Iglesia Católica entender y vivir la Palabra Los que vuelven
del destierro encuentran su casa y su patria desoladas. Solamente Dios puede
sacarlos de tal situación. Invocado como “padre” y “redentor”, títulos que por
cierto no se habían dado antes más que a Abraham, induce a pensar que fue este
camino a través del cual Dios fue descubierto por el pueblo como Padre y
Salvador. En Cristo, la
paternidad y la redención se manifestarán plenamente; mientras tanto, son los
signos humanos de Jesús los que nos muestran tales atributos. Sólo en Dios la
realidad que rodea al hombre y el hombre mismo tienen sentido y fundamento.
“Sales al encuentro del que practica la justicia”, es decir, la justicia y la
salvación divinas son el horizonte y la referencia de la actuación humana. No
es alienación ni lejanía; es acercamiento de la acción salvadora de Dios. No parece posible
vivir sin esperanza. El que no la tiene es como si estuviera muerto. Una manera
de muerte es que la vida carezca de sentido. Hoy nos encontramos con gentes que
no tienen norte; o porque lo han perdido o porque nunca lo han conocido.
Incluso habrá quien siga creyendo que la vida carece de sentido. _ “Velad, pues no
sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa”. “¿Cuándo? Sin
duda en el último día; al fin del mundo. En efecto, la resurrección de los
muertos está íntimamente asociada a la Parusía de Cristo: El Señor mismo, a la
orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del
cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar (1 Ts 4,16)”
(1001). _ El Adviento,
actualización de la espera de Cristo: “Al celebrar el
Adviento, la Iglesia actualiza la espera del Mesías: participando en la larga
preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente
deseo de su segunda venida. Celebrando la natividad y el martirio del
Precursor, la Iglesia se une al deseo de éste: `Es preciso que Él crezca y que
yo disminuya' (Jn 3,30)” (524). _ La esperanza se
apoya en las promesas divinas: “Podemos, por
tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que le aman y hacen su voluntad. En cada circunstancia
cada uno debe esperar, con la gracia de Dios, `perseverar hasta el fin'... En
la esperanza, la Iglesia implora que `todos los hombres se salven'. Espera
estar en la gloria del cielo, unida a Cristo, su esposo” (1821). _ Por la esperanza
aguardamos la vida eterna: “La esperanza es
la virtud teologal por la que aspiramos a la vida eterna como felicidad
nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no
en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo”
(1817). _ “Espera,
espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que
todo se pasa con brevedad, aunque su deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo
breve largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a
tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y deleite que no puede tener fin
(Santa Teresa de Jesús, excl. 15,3)” (1821). La esperanza
cristiana no inventa el Reino de Dios, pero hace que permanezcamos atentos a
sus signos.