Domingo 2 de Adviento B - 'Preparen el Camino del Señor': Comentarios de Sabios y Santos II para ayudarnos a preparar la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Recursos adicionales para la preparación
Directorio Homilético: Domingos II y III de Adviento
Exégesis: Severiano del Páramo, S. J. - Inicio del Evangelio según San Marcos
Comentario Teológico: Catecismo de la Iglesia Católica
Santos Padres: San Agustín - El testimonio de San Juan Bautista
Aplicación: P. José A. Marcone, IVE - El mensaje de San Juan Bautista (Mc 1,1-8)
Aplicación: Papa Francisco - Un mensaje lleno de esperanza
Aplicación: Benedicto XVI - La Virgen María y San Juan Bautista
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
comentario a Las Lecturas del Domingo
Directorio Homilético: Domingos II y III de Adviento
El Directorio Homilético considera como una unidad a los Domingos II y III
de Adviento. Por eso, en primer lugar, presentaremos lo que dicho Directorio
dice acerca de estos domingos. El domingo próximo volveremos a ofrecer el
mismo texto, ya que debe ser tenido en cuenta para el domingo III de
Adviento.
En segundo lugar, presentaremos los números del Catecismo de la Iglesia
Católica que el Directorio
Homilético sugiere para la preparación de la homilía.
I
B. II y III domingo de Adviento
87. En los tres ciclos, los textos evangélicos del II y III domingo de
Adviento, están dominados por la figura de san Juan Bautista. No sólo, el
Bautista es, también con frecuencia, el protagonista de los pasajes
evangélicos del Leccionario ferial en las semanas que siguen a estos
domingos. Además, todos los pasajes evangélicos de los días 19, 21, 23 y 24
de diciembre atienden a los acontecimientos que circundan el nacimiento de
Juan. Por último, la celebración del Bautismo de Jesús por mano de Juan
cierra todo el ciclo de la Navidad. Todo lo que aquí se dice tiene como
finalidad ayudar al homileta en todas las ocasiones en las que el texto
bíblico evidencia la figura de Juan Bautista.
88. Orígenes, teólogo maestro del siglo III, ha constatado un esquema que
expresa un gran misterio: independientemente del tiempo de su Venida, Jesús
ha sido precedido, en aquella Venida, por Juan Bautista (Homilía sobre
Lucas, IV, 6). De suyo, ha sucedido que desde el seno materno, Juan saltó
para anunciar la presencia del Señor. En el desierto, junto al Jordán, la
predicación de Juan anunció a Aquél que tenía que venir después de él.
Cuando lo bautizó en el Jordán, los cielos se abrieron, el Espíritu Santo
descendió sobre Jesús en forma visible y una voz desde el cielo lo
proclamaba el Hijo amado del Padre. La muerte de Juan fue interpretada por
Jesús como la señal para dirigirse resolutivamente hacia Jerusalén, donde
sabía que le esperaba la muerte. Juan es el último y el más grande de todos
los profetas; tras él, llega y actúa para nuestra salvación Aquél que fue
preanunciado por todos los profetas.
89. El Verbo divino, que en un tiempo se hizo carne en Palestina, llega a
todas las generaciones de creyentes cristianos. Juan precedió la venida de
Jesús en la historia y también precede su venida entre nosotros. En la
comunión de los santos, Juan está presente en nuestras asambleas de estos
días, nos anuncia al que está por venir y nos exhorta al arrepentimiento.
Por esto, todos los días en Laudes, la Iglesia recita el Cántico que
Zacarías, el padre de Juan, entonó en su nacimiento: "Y a ti, niño, te
llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados" (Lc
1,76-77)
90. El homileta debería asegurarse que el pueblo cristiano, como componente
de la preparación a la doble venida del Señor, escuche las invitaciones
constantes de Juan al arrepentimiento, manifestadas de modo particular en
los Evangelios del II y III domingo de Adviento. Pero no oímos la voz de
Juan sólo en los pasajes del Evangelio; las voces de todos los profetas de
Israel se concentran en la suya. "Él es Elías, el que tenía que venir, con
tal que queráis admitirlo" (Mt 11,14). Se podría también decir, al respecto
de todas las primeras lecturas en los ciclos de estos domingos, que él es
Isaías, Baruc y Sofonías. Todos los oráculos proféticos proclamados en la
asamblea litúrgica de este tiempo son para la Iglesia un eco de la voz de
Juan que prepara, aquí y ahora, el camino al Señor. Estamos preparados para
la Venida del Hijo del Hombre en la gloria y majestad del último día.
Estamos preparados para la Fiesta de la Navidad de este año.
91. Por ejemplo, cada asamblea en la que vienen proclamadas las Escrituras
es la "Jerusalén" del texto del profeta Baruc (II domingo C): "Jerusalén,
despójate de tu vestido de luto y aflicción y viste las galas perpetuas de
la gloria que Dios te da". Este es un profeta que nos invita a una
preparación precisa y nos llama a la conversión: "Envuélvete en el manto de
la justicia de Dios y ponte a la cabeza la diadema de la gloria perpetua".
En la Iglesia vivirá el Verbo hecho carne, por esta razón a ella van
dirigidas las palabras: "Ponte en pie Jerusalén, sube a la altura, mira
hacia Oriente y contempla a tus hijos, reunidos de Oriente a Occidente, a la
voz del Espíritu, gozosos, porque Dios se acuerda de ti".
92. En estos domingos se leen diversas profecías mesiánicas clásicas de
Isaías. "Brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su
raíz" (Is 11,1; II domingo A). El anuncio se cumple en el Nacimiento de
Jesús. Otro año: "Una voz grita: "En el desierto preparadle un camino al
Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios"" (Is 40,3; II
domingo B). Los cuatro evangelistas reconocen el cumplimiento de estas
palabras en la predicación de Juan en el desierto. En el mismo Isaías se
lee: "Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos juntos - ha hablado
la boca del Señor -" (Is 40,5). Esto se dice del último día. Esto se dice de
la Fiesta de Navidad.
93. Es impresionante cómo en las diversas ocasiones en las que Juan Bautista
aparece en el Evangelio se repite con frecuencia el núcleo de su mensaje
sobre Jesús: "Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu
Santo" (Mc 1,8; II domingo B). El Bautismo de Jesús en el Espíritu Santo es
la conexión directa entre los textos a los que nos hemos referido hasta
ahora y el centro hacia el que este Directorio atrae la atención, es decir,
el Misterio Pascual, que se ha cumplido en Pentecostés con la venida del
Espíritu Santo sobre todos los que creen en Cristo. El Misterio Pascual
viene preparado por la Venida del Hijo Unigénito engendrado en la carne y
sus infinitas riquezas serán posteriormente desveladas en el último día. Del
niño nacido en un establo y del que vendrá sobre las nubes, Isaías dice:
"Sobre él se posará el espíritu del Señor" (Is 52 11,2; II domingo A); y
también, recurriendo a las palabras que el mismo Jesús declarará cumplidas
en sí mismo: "El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha
ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren" (Is 61,1;
III domingo B. Cf. Lc 4,16-21).
94. El Leccionario del tiempo de Adviento es, de hecho, un conjunto de
textos del Antiguo Testamento que convencen y que, de modo misterioso,
encuentran su cumplimiento en la Venida del Hijo de Dios en la carne. Como
siempre, el homileta puede recurrir a la poesía de los profetas para
describir a los cristianos aquellos misterios en los que ellos mismos son
introducidos a través de las Celebraciones Litúrgicas. Cristo viene
continuamente y las dimensiones de su venida son múltiples. Ha venido.
Volverá de nuevo en gloria. Viene en Navidad. Viene ya ahora, en cada
Eucaristía celebrada a lo largo del Adviento. A todas estas dimensiones se
les puede aplicar la fuerza poética de los profetas: "Mirad a vuestro Dios,
que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará" (Is 35,4;
III domingo A). "No temas Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor tu Dios,
en medio de ti, es un guerrero que salva" (Sof 3,16-17; III domingo C).
"Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios; hablad al corazón de
Jerusalén, gritadle: que se ha cumplido su servicio, y está pagado su
crimen" (Is 40,1-2; II domingo B).
95. No sorprende, entonces, que el espíritu de espera ansiosa crezca durante
las semanas de Adviento; que en el III domingo, los celebrantes se endosan
vestiduras de un gozoso rosa claro, y que este domingo toma el nombre de los
primeros versos de la antífona de entrada que, desde hace siglos, se canta
en este día, con las palabras extraídas de la carta de sanPablo a los
Filipenses: "Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres.
El Señor está cerca".
(CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS,
Directorio Homilético, Ciudad del Vaticano, 2014, nº 87 - 95)
II
Segundo domingo de Adviento
CEC 522, 711-716, 722: los profetas y la espera del Mesías
CEC 523, 717-720: la misión de Juan Bautista
CEC 1042-1050: los cielos nuevos y la tierra nueva
II LOS MISTERIOS DE LA INFANCIA Y DE LA VIDA OCULTA DE JESUS
Los preparativos
522 La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso
que Dios quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y
símbolos de la "Primera Alianza"(Hb 9,15), todo lo hace converger hacia
Cristo; anuncia esta venida por boca de los profetas que se suceden en
Israel. Además, despierta en el corazón de los paganos una espera, aún
confusa, de esta venida.
La espera del Mesías y de su Espíritu
711 "He aquí que yo lo renuevo"(Is 43, 19): dos líneas proféticas se van a
perfilar, una se refiere a la espera del Mesías, la otra al anuncio de un
Espíritu nuevo, y las dos convergen en el pequeño Resto, el pueblo de los
Pobres (cf. So 2, 3), que aguardan en la esperanza la "consolación de
Israel" y "la redención de Jerusalén" (cf. Lc 2, 25. 38).
Ya se ha dicho cómo Jesús cumple las profecías que a él se refieren. A
continuación se describen aquellas en que aparece sobre todo la relación del
Mesías y de su Espíritu.
712 Los rasgos del rostro del Mesías esperado comienzan a aparecer en el
Libro del Emmanuel (cf. Is 6, 12) ("cuando Isaías tuvo la visión de la
Gloria" de Cristo: Jn 12, 41), en particular en Is 11, 1-2:
Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará.
Reposará sobre él el Espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e
inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y
temor del Señor.
713 Los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo
(cf. Is 42, 1-9; cf. Mt 12, 18-21; Jn 1, 32-34; después Is 49, 1-6; cf. Mt
3, 17; Lc 2, 32, y en fin Is 50, 4-10 y 52, 13-53, 12). Estos cantos
anuncian el sentido de la Pasión de Jesús, e indican así cómo enviará el
Espíritu Santo para vivificar a la multitud: no desde fuera, sino
desposándose con nuestra "condición de esclavos" (Flp 2, 7). Tomando sobre
sí nuestra muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu de vida.
714 Por eso Cristo inaugura el anuncio de la Buena Nueva haciendo suyo este
pasaje de Isaías (Lc 4, 18-19;
cf. Is 61, 1-2):
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a
anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los
cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y
proclamar un año de gracia del Señor.
715 Los textos proféticos que se refieren directamente al envío del Espíritu
Santo son oráculos en los que Dios habla al corazón de su Pueblo en el
lenguaje de la Promesa, con los acentos del "amor y de la fidelidad" (cf.
Ez. 11, 19; 36, 25-28; 37, 1-14; Jr 31, 31-34; y Jl 3, 1-5, cuyo
cumplimiento proclamará San Pedro la mañana de Pentecostés, cf. Hch 2,
17-21).Según estas promesas, en los "últimos tiempos", el Espíritu del Señor
renovará el corazón de los hombres grabando en ellos una Ley nueva; reunirá
y reconciliará a los pueblos dispersos y divididos; transformará la primera
creación y Dios habitará en ella con los hombres en la paz.
716 El Pueblo de los "pobres" (cf. So 2, 3; Sal 22, 27; 34, 3; Is 49, 13;
61, 1; etc.), los humildes y los mansos, totalmente entregados a los
designios misteriosos de Dios, los que esperan la justicia, no de los
hombres sino del Mesías, todo esto es, finalmente, la gran obra de la Misión
escondida del Espíritu Santo durante el tiempo de las Promesas para preparar
la venida de Cristo. Esta es la calidad de corazón del Pueblo, purificado e
iluminado por el Espíritu, que se expresa en los Salmos. En estos pobres, el
Espíritu prepara para el Señor "un pueblo bien dispuesto" (cf. Lc 1, 17).
722 El Espíritu Santo preparó a María con su gracia . Convenía que fuese
"llena de gracia" la madre de Aquél en quien "reside toda la Plenitud de la
Divinidad corporalmente" (Col 2, 9). Ella fue concebida sin pecado, por pura
gracia, como la más humilde de todas las criaturas, la más capaz de acoger
el don inefable del Omnipotente. Con justa razón, el ángel Gabriel la saluda
como la "Hija de Sión": "Alégrate" (cf. So 3, 14; Za 2, 14). Cuando ella
lleva en sí al Hijo eterno, es la acción de gracias de todo el Pueblo de
Dios, y por tanto de la Iglesia, esa acción de gracias que ella eleva en su
cántico al Padre en el Espíritu Santo (cf. Lc
1, 46-55).
523 San Juan Bautista es el precursor (cf. Hch 13, 24) inmediato del Señor,
enviado para prepararle el camino (cf. Mt 3, 3). "Profeta del Altísimo" (Lc
1, 76), sobrepasa a todos los profetas (cf. Lc 7, 26), de los que es el
último (cf.Mt 11, 13), e inaugura el Evangelio (cf. Hch 1, 22;Lc 16,16);
desde el seno de su madre ( cf. Lc 1,41) saluda la venida de Cristo y
encuentra su alegría en ser "el amigo del esposo" (Jn 3, 29) a quien señala
como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29).
Precediendo a Jesús "con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), da
testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y
finalmente con su martirio (cf. Mc 6, 17-29).
IV EL ESPIRITU DE CRISTO EN LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS Juan, Precursor,
Profeta y Bautista
717 "Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. (Jn 1, 6). Juan
fue "lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre" (Lc 1, 15. 41)
por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir del
Espíritu Santo. La "visitación" de María a Isabel se convirtió así en
"visita de Dios a su pueblo" (Lc 1, 68).
718 Juan es "Elías que debe venir" (Mt 17, 10-13): El fuego del Espíritu lo
habita y le hace correr delante [como "precursor"] del Señor que viene. En
Juan el Precursor, el Espíritu Santo culmina la obra de "preparar al Señor
un pueblo bien dispuesto" (Lc 1, 17).
719 Juan es "más que un profeta" (Lc 7, 26). En él, el Espíritu Santo
consuma el "hablar por los profetas". Juan termina el ciclo de los profetas
inaugurado por Elías (cf. Mt 11, 13-14). Anuncia la inminencia de la
consolación de Israel, es la "voz" del Consolador que llega (Jn 1, 23; cf.
Is 40, 1-3). Como lo hará el Espíritu de Verdad, "vino como testigo para dar
testimonio de la luz" (Jn 1, 7;cf. Jn 15, 26; 5, 33). Con respecto a Juan,
el Espíritu colma así las "indagaciones de los profetas" y la ansiedad de
los ángeles (1 P 1, 10-12): "Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y
se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo ... Y yo lo
he visto y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios ... He ahí el
Cordero de Dios" (Jn 1, 33-36).
720 En fin, con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo,
lo que realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la "semejanza"
divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua y del
Espíritu será un nuevo nacimiento (cf. Jn 3, 5).
VI LA ESPERANZA DE LOS CIELOS NUEVOS Y DE LA TIERRA NUEVA
1042 Al fin de los tiempos el Reino de Dios llegará a su plenitud. Después
del juicio final, los justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados
en cuerpo y alma, y el mismo universo será renovado:
La Iglesia ... sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo...cuando
llegue el tiempo de la restauración universal y cuando, con la humanidad,
también el universo entero, que está íntimamente unido al hombre y que
alcanza su meta a través del hombre, quede perfectamente renovado en Cristo
(LG 48)
1043 La Sagrada Escritura llama "cielos nuevos y tierra nueva" a esta
renovación misteriosa que trasformará la humanidad y el mundo (2 P 3, 13;
cf. Ap 21, 1). Esta será la realización definitiva del designio de Dios de
"hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo
que está en la tierra" (Ef 1, 10).
1044 En este "universo nuevo" (Ap 21, 5), la Jerusalén celestial, Dios
tendrá su morada entre los hombres. "Y enjugará toda lágrima de su ojos, y
no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo
viejo ha pasado" (Ap 21, 4;cf. 21, 27).
1045 Para el hombre esta consumación será la realización final de la unidad
del género humano, querida por Dios desde la creación y de la que la Iglesia
peregrina era "como el sacramento" (LG 1). Los que estén unidos a Cristo
formarán la comunidad de los rescatados, la Ciudad Santa de Dios (Ap 21, 2),
"la Esposa del Cordero" (Ap 21, 9). Ya no será herida por el pecado, las
manchas (cf. Ap 21, 27), el amor propio, que destruyen o hieren la comunidad
terrena de los hombres. La visión beatífica, en la que Dios se manifestará
de modo inagotable a los elegidos, será la fuente inmensa de felicidad, de
paz y de comunión mutua.
1046 En cuanto al cosmos, la Revelación afirma la profunda comunidad de
destino del mundo material y del hombre:
Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los
hijos de Dios ... en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la
corrupción ... Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y
sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las
primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior
anhelando el rescate de nuestro cuerpo (Rm 8, 19-
23).
1047 Así pues, el universo visible también está destinado a ser
transformado, "a fin de que el mundo mismo restaurado a su primitivo estado,
ya sin ningún obstáculo esté al servicio de los justos", participando en su
glorificación en Jesucristo resucitado (San Ireneo, haer. 5, 32, 1).
1048 "Ignoramos el momento de la consumación de la tierra y de la humanidad,
y no sabemos cómo se transformará el universo. Ciertamente, la figura de
este mundo, deformada por el pecado, pasa, pero se nos enseña que Dios ha
preparado una nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia y
cuya bienaventuranza llenará y superará todos los deseos de paz que se
levantan en los corazones de los hombres"(GS 39, 1).
1049 "No obstante, la espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más
bien avivar la preocupación de cultivar esta tierra, donde crece aquel
cuerpo de la nueva familia humana, que puede ofrecer ya un cierto esbozo del
siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente el progreso
terreno del crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero, en la
medida en que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa
mucho al Reino de Dios" (GS 39, 2).
1050 "Todos estos frutos buenos de nuestra naturaleza y de nuestra
diligencia, tras haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y
según su mandato, los encontramos después de nuevo, limpios de toda mancha,
iluminados y transfigurados cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno
y universal" (GS 39,3; cf. LG 2). Dios será entonces "todo en todos" (1 Co
15, 22), en la vida eterna:
La vida subsistente y verdadera es el Padre que, por el Hijo y en el
Espíritu Santo, derrama sobre todos sin excepción los dones celestiales.
Gracias a su misericordia, nosotros también, hombres, hemos recibido la
promesa indefectible de la vida eterna (San Cirilo de Jerusalén, catech.
ill. 18, 29).
Volver Arriba
Exégesis: Severiano del Páramo, S. J. - Inicio del Evangelio según
San Marcos
Introducción (1,1-13)
La introducción comprende la enunciación del tema (v.1), la predicación de
Juan Bautista (v.2-8), el bautismo (v.9-11) y la tentación de Jesús
(v.12-13). Forma un bloque compacto y está bajo el signo del cumplimiento
escatológico. Juan Bautista aparece aquí como empalme entre el Antiguo y el
Nuevo Testamento.
1. Título del evangelio (1,1)
Evangelio no tiene aquí el significado de libro.
a) En el sentido de libro no se emplea nunca en el NT. Solamente cuando se
formó el canon o colección de los libros del NT, el evangelio, con la
indicación complementaria de según Marcos o Mateo, etc., pasó a tener
también el significado de libro.
b) En el griego clásico significa originariamente "el premio de las buenas
cosas" dadas al mensajero portador de la buena nueva. Pasó a significar
también las buenas nuevas que trae el mensajero; sobre todo, mensaje de
victoria o de paz.
c) En el griego bíblico del AT. Con el sentido de "dar una buena nueva" es
empleado el verbo, del que procede evangelio, en 2 Sam 4, 10. E1
Deutero-Isaías usó el término para designar su anuncio a Jerusalén de que
Dios estaba a punto de visitar y redimir a su pueblo. Allí la redención
significaba liberación de la cautividad babilónica; pero como esta
cautividad era por los pecados del pueblo judío, la liberación de la
cautividad implicaba también una liberación de pecados. Esta liberación
tendría realización a través del Siervo Yahvé y no se restringiría a Israel,
sino que se extendería a todos los pueblos (cf. Is 40,9; 41,27; 52,7; 61,1).
La profecía que cita en Mc 1,2-3 está tomada del mismo contexto en que
aparece la idea de buena nueva en el Deutero-Isaías.
d) En Marcos significa, en general, la buena nueva del acercamiento o venida
del reino de Dios (cf. 1,14; 8,35; 10,29; 14,9; 16,15).
e) En las epístolas paulinas recurre con mucha frecuencia. De aquí que se
tenga a Pablo, si no como el que introdujo el término, al menos como el
principal difusor de él.
En Pablo significa el mensaje apostólico de la salvación en Cristo (cf. 1
Tes 3,2; 2 Cor 9,13; Gál 1,7; Fil
De Jesucristo: este nombre sólo se emplea aquí en Marcos. El genitivo puede
ser:
a) Subjetivo, y entonces sería la buena nueva o evangelio predicado por
Jesucristo, puesto que Jesucristo tomó en su predicación, como tema central,
la buena nueva de que se ha acercado el reino de Dios.
b) Puede ser también el genitivo objetivo: evangelio de Jesucristo, es
decir, el evangelio o buena nueva acerca de Jesucristo. Y así parece que
debe tomarse, puesto que Jesucristo es el objeto principal del evangelio.
Hijo de Dios: Este título es dado por Marcos a Jesús en 3,11; 5,7; 15,39.
También mi Hijo amado (1,11; 9,7) y el Hijo del Bendito (14,61). En este
pasaje, el título es omitido por algunos manuscritos y versiones. La omisión
en ellos tal vez se deba a la voluntad de suprimir tantos genitivos
seguidos.
La Iglesia primitiva quería designar con este título la divinidad de Jesús
(cf. Heb 1,5; Mt 28,19), y, sin duda, eso significa aquí, sin que sea ése el
significado en todos los demás pasajes.
Después del v.1 se debe poner punto, quedando así este versículo como un
título de la sección. Otros lo explican de otra manera.
"Principio" del evangelio de Jesucristo significa, pues, "el principio del
mensaje de la buena nueva referente a Jesucristo", por quien nos viene la
salvación.
2. Juan Bautista, el precursor profetizado. 1,2-8
Los evangelios, y mucho más el de Marcos, son un reflejo de la predicación
primitiva, que, según testimonio de Act 1,22, comenzaba por el ministerio de
Juan Bautista.
El ministerio de Juan está presentado como el cumplimiento de una profecía.
Se advierte una perfecta correspondencia entre la profecía (v.2-3) y la
historia (v.4-8).
2-3 Para entender el pasaje es preciso tener en cuenta las ideas difusas en
el ambiente. Según algunos textos del AT, se esperaba una venida de Yahvé.
Según Mal 3,1, Dios había de mandar, antes de su venida, un mensajero. Según
el Deutero-Isaías, un mensajero camina por el desierto delante del pueblo
que vuelve de la cautividad babilónica.
Los rabinos habían interpretado el texto de Malaquías He aquí que yo envío
mi ángel como referido a Elías, de quien se decía que vendría como precursor
del Mesías.
De esta creencia hay indicaciones en el mismo evangelio (Mc 9,11-12). La
profecía está compuesta (por Marcos o por la fuente de que depende Marcos)
uniendo dos o tres citas distintas (Ex 23,20a; Mal 3,1; Is 40,3), las dos
primeras en el v.2, y la tercera en el v.3.
La primera cita del v.2 coincide a la letra en su primera parte con Ex
23,20a: He aquí que envío mi ángel delante de ti (habla Dios por Moisés al
pueblo).
La segunda cita coincide con el hebreo de Mal 3,1: ... y él preparará el
camino ante mí. Marcos difiere del texto de Malaquías en que Malaquías dice
ante mí, y la cita de Marcos dice preparará tu camino.
Malaquías tiene también en el primer hemistiquio de 3,1: He aquí que envío
mi ángel, lo mismo que en el Éxodo, pero falta delante de ti.
La misma combinación se encuentra en Mt 11,10 y Lc 7,27 (con la adición de
emprészen sou, refiriéndose también a Juan Bautista).
Por lo que toca a Marcos, Taylor duda de la autenticidad de esta primera
cita, teniéndola algunos autores por una glosa de un copista. Las razones
son las siguientes:
a) Rompe la natural conexión entre la referencia a Isaías y la citación de
Is 40,3 en Mc 1,3.
b) La cita falta en las narraciones paralelas.
c) La misma combinación de Ex 23,20a y el hebreo de Mal 3,1 aparece en Mt
11,10 y Lc 7,27.
Aunque algunos críticos tienen esta cita por inserción tardía, sin embargo
no hay prueba textual contra
Hay otros, que tienen por inserción toda la cita de Isaías, hecha por un
copista movido por la tendencia a
armonizar el texto de Marcos con el de Mateo. La cita original sería sólo la
de Malaquías, y sería introducida simplemente con Como está escrito: "He
aquí que..."
La segunda cita está tomada a la letra del texto de los LXX de Is 40,3. La
profecía se refiere a la vuelta del destierro babilónico, pero el texto de
Marcos la interpreta mesiánicamente, como también se interpretaba así en la
literatura rabínica. El hebreo, juntando en el desierto con preparad, dice:
La voz de uno que clama: "En el desierto preparad el camino del Señor". Los
LXX y Marcos dicen: la voz de uno que clama en el desierto.
A quién se refiera Marcos en preparad los caminos del Señor no es seguro. En
el texto original de Isaías se refiere a Dios. En Marcos puede referirse al
Mesías, pero puede referirse también a Dios. El que prepara al Mesías,
prepara el camino para la realización de los planes de Dios, prepara los
caminos de Dios.
Marcos nunca usa Kyrios (el nombre de Yahvé según la traducción de los LXX)
tratándose de Jesús, excepto en el vocativo de 7,28, sin alcance teológico
especial, y en 11,3, con artículo (en la escena del pollino para la entrada
triunfal), posiblemente en el sentido de Dueño.
Esto indica el carácter primitivo del uso de Marcos, pues más tarde se
aplicó a Jesús este término, exclusivo de Dios, con el que se profesaba la
creencia en la divinidad de Jesús. Juan se lo aplica ciertamente a Cristo
resucitado.
Después de la cita se debe poner una coma, de tal manera que el sentido sea
que, "conforme a lo que la Escritura había dicho de la voz de uno que grita
en el desierto, vino Juan predicando en el desierto".
4 Marcos resume la predicación de Juan diciendo que predicaba un bautismo de
conversión en orden a la remisión de los pecados. Así allanaba el camino del
Señor, derribando los obstáculos que son los pecados. El Mesías a su venida
debía encontrar un pueblo purificado (Ez 36,25; Zac 13,1).
La palabra metanoia (conversión, arrepentimiento, penitencia) tiene su raíz
en la predicación profética, y la traducción más propia es conversión.
Abandonar el mal camino para seguir el camino recto según Dios.
La palabra griega significa "cambio de mente", pero entendiendo mente en el
sentido semítico, que entiende esta palabra como la fuente de toda la vida
interior.
5 El que acudía a Juan toda la Judea y todos los jerosolimitanos puede
considerarse como una hipérbole. Se añade que eran bautizados en el Jordán
mientras confesaban sus pecados. La remisión de los pecados era real en
virtud de la metanoia, no en virtud del rito de la inmersión. El rito
externo era una expresión simbólica del acto del arrepentimiento y de sus
efectos de purificación espiritual. No se trataba de un sacramento, pero era
ya el esbozo del sacramento del bautismo. La metanoia era condición, no
causa de la remisión de los pecados. Esta sólo la efectúa Dios.
6 Juan va vestido de una piel de camello o de una tela hecha de pelos de
camello y llevaba un ceñidor de cuero alrededor de sus lomos. Era la
costumbre típica del profeta (cf. 4 Re 1,8; Zac 13,4). Los detalles de la
descripción contribuyen a reforzar la idea de que Juan es Elías redivivo
(cf. Mc 9,13; 4 Re 1,8).
Su alimento eran langostas y miel silvestre.
7 Juan, el precursor profetizado, que realiza el plan de Dios proclamado en
Isaías y en Malaquías, proclama, a su vez, una profecía, la venida de uno
más poderoso. Mateo y Lucas desarrollan más la predicación de Juan. Marcos
es breve. Jo isjirós "el fuerte" tiene una larga historia detrás de él (cf.
Is 49,25; 53,12).
Se aplica de varias maneras: a Satán (3,27), a poderosos opresores (Ap 10,1;
18,21) y a Dios (Ap 18,8; 1 Cor 10,22). Aquí, a la luz de 3,27 y de Lc
11,22, describe al Libertador y Juez escatológico esperado. Sugiere así que
se está ya en los pródromos del drama escatológico.
Ese mayor poder profetizado por Juan, y hecho manifiesto en el bautismo de
Jesús con la bajada del Espíritu, va a manifestarse en la tentación.
Respecto a este Libertador, Juan confiesa su indignidad a realizar los
deberes de un esclavo.
8 En el segundo dicho, Juan señala un fuerte contraste entre su bautismo y
el de aquel que viene.
Ebáptiza puede ser el aoristo de una cosa sucedida, pero más probablemente
representa el perfecto estático hebreo bautizo. Mateo dice bautizo (3,11).
Neúmati hagío designa al Espíritu Santo. La preposición en probablemente
habría que omitirla con algunos códices. El Espíritu Santo, según el AT, es
la dynamis divina que se manifiesta al exterior. En Mateo y Lucas se dice:
En el Espíritu Santo y en fuego. (…)
La explicación del pasaje aparece clara si, admitida la autenticidad de la
cita de Malaquías, suponemos la profecía de este autor en trasfondo del
pensamiento de Marcos 7. El texto de Malaquías claramente se refiere a
Elías, como consta de Mal 4,5: He aquí que yo os enviaré al profeta Elías
antes de que venga el día grande y terrible de Yahvé. Juan es descrito en
Marcos como Elías.
En 3,1 dice Malaquías en todo su contexto: He aquí que envío ni mensajero
para que prepare el camino delante de mí, e inmediatamente vendrá a su
templo el Señor, por quien vosotros anheláis, y el ángel de la alianza que
deseáis. He aquí que llega, habla el Señor de os ejércitos.
El ángel de la alianza se refiere al Mesías, mediador de la nueva alanza
(cf. Mc 14,22-25).
Prosigue Malaquías (3,2-4) describiendo la actuación del Mesías: Es cual
"fuego" de fundidor y como lejía de lavadores. Se sentará para fundir y
purificar la plata, y purificará a los hijos de Leví; los acrisolará como el
oro y la plata, y luego podrán ofrecer a Yahvé oblaciones con justicia.
Entonces será grata a Yahvé la oblación de Judá y Jerusalén como en los
tiempos primeros.
Se atribuye al Mesías un fuego purificador. A éste se refiere, sin duda, en
el pensamiento de Marcos la frase de Juan Bautista. Mientras él bautiza o
purifica con agua, como quien dice simbólicamente, el Mesías purificará con
fuego, eficazmente. Este fuego purificador propio del Mesías es el Espíritu
Santo. Consta también en otras profecías (cf. Ez 36, 25-27) que el Espíritu
Santo será el elemento purificador de los tiempos mesiánicos.
Según la profecía de Malaquías, la purificación debía hacer que fuera grata
a Yahvé la oblación de Judá y Jerusalén. Según el texto de Marcos, acude a
Juan Bautista para purificarse Jerusalén y toda Judea.
(DEL PÁRAMO S., La Sagrada Escritura, Evangelios, BAC Madrid 1964, I, p.
333-38)
Volver Arriba
Comentario Teológico: Catecismo de la Iglesia Católica
III LA CONVERSION DE LOS BAUTIZADOS
1427 Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del
anuncio del Reino: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca;
convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15). En la predicación de la
Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a
Cristo y su Evangelio. Así, el Bautismo es el lugar principal de la
conversión primera y fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y por el
Bautismo (cf. Hch 2,38) se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es
decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva.
1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la
vida de los cristianos. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida
para toda la Iglesia que "recibe en su propio seno a los pecadores" y que
siendo "santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante,
busca sin cesar la penitencia y la renovación" (LG 8). Este esfuerzo de
conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento del "corazón
contrito" (Sal 51,19), atraído y movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) a
responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cf 1 Jn
4,10).
1429 De ello da testimonio la conversión de S. Pedro tras la triple negación
de su Maestro. La mirada de infinita misericordia de Jesús provoca las
lágrimas del arrepentimiento (Lc 22,61) y, tras la resurrección del Señor,
la triple afirmación de su amor hacia él (cf Jn 21,15-17). La segunda
conversión tiene también una dimensión comunitaria. Esto aparece en la
llamada del Señor a toda la Iglesia: "¡Arrepiéntete!" (Ap 2,5.16).
S. Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, en la Iglesia, "existen
el agua y las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la
Penitencia" (Ep. 41,12).
IV LA PENITENCIA INTERIOR
1430 Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la
penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores "el saco y la
ceniza", los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón,
la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen
estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la
expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de
penitencia (cf Jl 2,12-13; Is 1,16-17; Mt 6,1-6. 16-18).
1431 La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un
retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el
pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que
hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de
cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en
la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y
tristeza saludables que los Padres llamaron "animi cruciatus" (aflicción del
espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón) (cf Cc. de
Trento: DS 1676-1678; 1705; Catech. R. 2, 5, 4).
1432 El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al
hombre un corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es primeramente una
obra de la gracia de Dios que hace volver a él nuestros corazones:
"Conviértenos, Señor, y nos convertiremos" (Lc 5,21). Dios es quien nos da
la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de Dios,
nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza
a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. El corazón
humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron (cf Jn
19,37; Za 12,10).
Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán preciosa
es a su Padre, porque, habiendo sido derramada para nuestra salvación, ha
conseguido para el mundo entero la gracia del arrepentimiento (S. Clem. Rom.
Cor 7,4).
1433 Después de Pascua, el Espíritu Santo "convence al mundo en lo referente
al pecado" (Jn 16, 8-9), a saber, que el mundo no ha creído en el que el
Padre ha enviado. Pero este mismo Espíritu, que desvela el pecado, es el
Consolador (cf Jn 15,26) que da al corazón del hombre la gracia del
arrepentimiento y de la conversión (cf Hch 2,36-38; Juan Pablo II, DeV
27-48).
V DIVERSAS FORMAS DE PENITENCIA EN LA VIDA CRISTIANA
1434 La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy
variadas. La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el
ayuno, la oración, la limosna (cf. Tb 12,8; Mt 6,1-18), que expresan la
conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los
demás. Junto a la purificación radical operada por el Bautismo o por el
martirio, citan, como medio de obtener el perdón de los pecados, los
esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de
penitencia, la preocupación por la salvación del prójimo (cf St 5,20), la
intercesión de los santos y la práctica de la caridad "que cubre multitud de
pecados" (1 P 4,8).
1435 La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de
reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la
justicia y del derecho (Am 5,24; Is 1,17), por el reconocimiento de nuestras
faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el
examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los
sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la
cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (cf
Lc 9,23).
1436 Eucaristía y Penitencia. La conversión y la penitencia diarias
encuentran su fuente y su alimento en la Eucaristía, pues en ella se hace
presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió con Dios; por ella son
alimentados y fortificados los que viven de la vida de Cristo; "es el
antídoto que nos libera de nuestras faltas cotidianas y nos preserva de
pecados mortales" (Cc. de Trento: DS 1638).
1437 La lectura de la Sagrada Escritura, la oración de la Liturgia de las
Horas y del Padre Nuestro, todo acto sincero de culto o de piedad reaviva en
nosotros el espíritu de conversión y de penitencia y contribuye al perdón de
nuestros pecados.
1438 Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico (el
tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son
momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia (cf SC 109- 110;
CIC can. 1249-1253; CCEO 880-883).
Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios
espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de
penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la
comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras).
1439 El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito
maravillosamente por Jesús en la parábola llamada "del hijo pródigo", cuyo
centro es "el Padre misericordioso" (Lc 15,11-24): la fascinación de una
libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que
el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación
profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear
alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los
bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable
ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la
alegría del padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión.
El mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta
vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que
vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de
Cristo que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el
abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de
belleza.
(CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, nº 1427 - 1439)
Volver Arriba
Santos Padres: San Agustín - El testimonio de San Juan Bautista
1. Acerca de Juan el Bautista, no el evangelista, de quien celebramos el día
grande de su nacimiento, tenemos un gran testimonio del mismo Señor. Habla
de él nuestro Salvador, señor suyo y nuestro. ¿Qué otra cosa puede decir que
la verdad? Entre los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor que Juan
Bautista. He aquí de quién es la solemnidad que celebramos hoy: de aquel
mayor que el cual no surgió otro entre los nacidos de mujer. Pero el mismo
Señor añadió: Pero quien es menor, en el reino de los cielos es mayor que
él. ¿Qué quiere decirse con "menor que él"? Menor en edad, pero mayor en
poder. Juan es el hombre supremo, pero siempre hombre; en cambio, de Cristo
el Señor es muy poco decir que es el hombre supremo, puesto que es Dios y
hombre.
He presentado el testimonio del Señor acerca de Juan; he de ofrecer ahora el
testimonio de Juan acerca del Señor. Retened en la memoria, conservad en
ella el testimonio antes mencionado del Señor acerca de Juan, a saber: que
entre los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor que Juan Bautista. Eso
es lo que dijo Jesús sobre Juan; ¿qué dijo Juan de Jesús? Antes que nada,
ved cómo se cumplía el testimonio del Señor acerca de Juan. A éste le tenían
por el Cristo; y, cuando se leyó la primera lectura de los Hechos de los
Apóstoles, con lo allí narrado y mencionado, oísteis que Juan dijo: ¿Quién
sospecháis que soy yo? Yo no soy el Cristo. El error de los hombres
sospechaba que en él había algo más, pero la humildad confesaba la realidad.
Pero considerad qué fácil le hubiera sido abusar del error de los hombres v
presumir de ser el Cristo. No lo hizo, y con razón es grande; es más
poderoso confesando que relinchando de soberbia.
¿Acaso necesitaba persuadirles de que él era el Cristo? Eso ya lo pensaban
ellos; sólo tendría que confirmar lo que ellos opinaban; presentándose como
lo que no era, les engañaría acerca de lo que era. ¿Dónde estaría si hubiese
obrado así? Vosotros enviasteis una embajada a Juan, dijo el Señor Jesús a
los judíos; él era la lámpara que arde y alumbra, y vosotros quisisteis
regocijaros por un rato en su luz. Yo, sin embargo, tengo un testimonio
mayor que Juan. Buena lámpara; con razón se refugia bajo los pies de la
piedra para que no la apague el viento de la soberbia.
2. Ved, hermanos, cuál era la grandeza de Juan y cómo se cumplió lo que de
él dijo el Señor: que entre los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor
que Juan el Bautista. Ciertamente, Cristo es el Señor; mejor, es el Señor
que existía antes que Juan, antes que Abrahán, antes que Adán, antes que el
cielo y la tierra, puesto que todo fue hecho por él; ciertamente era el
Señor; Dios caminaba en la tierra, la Palabra se había hecho carne, y, sin
embargo, Juan no se cuenta entre sus discípulos. Repasad los nombres de los
discípulos del primero al último. Entre ellos está Juan, pero el
evangelista, no el bautista; éste, por tanto, no aparecía a la mirada humana
entre los discípulos de Cristo; más aún, él mismo reunía discípulos propios
al mismo tiempo que Cristo.
Además, los judíos se servían de los discípulos de Juan para acusar y
calumniar a los de Cristo, diciendo: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan,
mientras los tuyos no? Tenía discípulos Cristo, los tenía también Juan;
bautizaba Juan, bautizaba también Cristo. Es un hombre nacido de mujer, pues
nadie entre éstos es mayor que Juan el Bautista, y, sin embargo, reúne
discípulos propios, como actuando contra Cristo y haciéndole competencia;
pero él actuaba al servicio de Cristo.
Como era tan grande que hasta podía ser tomado por el Cristo, debió dar
personalmente un testimonio en favor de Cristo. Aquel de quien da testimonio
el hombre supremo es más que hombre. "No soy lo que pensáis. Es cierto que
soy grande, y puede esto llevaros a pensar así, pero no soy lo que pensáis."
¿Y quién eres tú?, se le preguntó. Yo soy la voz del que clama en el
desierto:
"Preparad el camino al Señor." Ved al precursor, recibid al que señala el
camino, temed al juez. Preparad el camino al Señor, enderezad sus sendas;
todo monte y colina se abajarán y todo valle se elevará; lo torcido se
volverá derecho, lo áspero llano, y toda carne verá la salud de Dios. Verá
no a mí, sino la salud de Dios. La lámpara da testimonio del día, puesto que
el día es Cristo. ¿Qué es Juan? La lámpara. Mas ¿por qué era necesaria la
lámpara? Porque el día estaba oculto; estaba oculto hasta el momento de
manifestarse, puesto que no podría manifestarse de no estar oculto. Pues, si
le hubiesen conocido, nunca hubiesen crucificado al rey de la gloria.
3. Y, sin embargo, para que no opongan mucha resistencia al día, los judíos
son confundidos con la lámpara. Se les envía a Juan. Les dijo: "No soy yo;
quien está en medio de vosotros es mayor que yo." Mayor, ¿en qué medida?
Ciertamente había dicho Cristo el Señor que entre los nacidos de mujer no
había surgido otro mayor que Juan Bautista, pero que, sin embargo, quien es
menor -refiriéndose a sí mismo, en cuanto que es posterior por el nacimiento
de la carne-, en el reino de los cielos es mayor que él. Dijo que era menor,
pero no dijo en qué medida era mayor. Además, para no dar la impresión de
pasar maliciosamente algo por alto, voy a presentaros otra interpretación
útil y no alejada de la verdad.
En las palabras del Señor: Entre los nacidos de mujer no ha surgido otro
mayor que Juan el Bautista; sin embargo, quien es menor en el reino de los
cielos es mayor que él, hay otro sentido, supuesta otra puntuación, a saber:
Entre los nacidos de mujer no surgió otro mayor que Juan el Bautista; sin
embargo, el menor en el reino de los cielos es mayor que él. Has de entender
que en el reino de los cielos están indicados los santos ángeles, y según
eso se dijo: "El menor entre los ángeles es mayor que todos los hombres." Ni
la primera ni la segunda forma de entenderlo se aparta de la fe, puesto que
también es cierto que Cristo es menor en edad, aunque mayor en majestad, y
cierto lo otro, a saber: que, por grande que sea un hombre, es inferior al
menor de los ángeles.
Con todo, escuchemos cuánto más grande es Jesús el Señor, según el
testimonio de Juan. Puesto que él dijo: Quien viene tras de mí es mayor que
yo, oyes "es mayor que yo", y preguntas en qué medida es mayor. Si se calla,
hagamos conjeturas, pero creámoslo plenamente: Juan es el siervo, Cristo el
Señor. Diga Juan en qué medida: De quien no soy digno de desatar la correa
del calzado. ¡Cuál no hubiera sido su humildad con sólo decir que era digno!
Si una persona se halla de pie o sentada y tú le desatas la correa de su
calzado, advierto que él es el señor y tú el siervo. Esto es poco, dice
Juan; no soy digno ni siquiera de eso.
Respóndenos, pues, si es posible: ¿por qué no estás entre sus discípulos,
por qué reuniste discípulos aparte? "Yo, dice Juan, no soy su discípulo; lo
soy, pero de forma no visible para vosotros. Quien tiene la esposa es el
esposo," Son palabras de Juan acerca de Cristo el Señor: Quien tiene la
esposa es el esposo; el amigo, en cambio, del esposo está en pie y le
escucha. Ciertamente no es discípulo suyo: es siervo que está a su lado de
pie y amigo por don suyo.
En efecto, dijo él también a sus discípulos: Ya no os llamaré siervos, sino
amigos. Ved, sin embargo, al discípulo en lo interior, en lo oculto, en lo
secreto del santuario. El amigo del esposo está en pie y le escucha.
Manténgase en pie y escúchele, puesto que, si no le hubiese escuchado,
hubiese caído y se hubiese hecho semejante a aquel de quien dice el mismo
Señor: Él era homicida desde el comienzo y la verdad no se mantuvo en él. El
diablo no se mantuvo firme en la verdad y cayó, cayendo el que derribó a
otros.
Juan, en cambio, se mantuvo en pie y le escuchó. ¿Y cómo sigue? Y exulta de
gozo ante la voz del esposo. Él es la Palabra, yo la voz, dice Juan. Es la
voz, y exulta de gozo ante la voz del esposo. Tú, en efecto, eres la voz, él
la palabra; pero él es palabra y voz. ¿Por qué es el Señor palabra y voz?
Porque la Palabra se hizo carne. La palabra que genera nuestro corazón está
dentro, en nuestro corazón, y se oculta a quienes están fuera de nosotros,
como se os oculta a vosotros lo que ahora voy a decir, pero no a mí; la
palabra está ya en mi corazón; más para llegar a vosotros se sirve de la
voz, y llega hasta ti lo que estaba oculto en mí, sin que al llegar a ti se
aparte de mí. Si así es la palabra humana, ¿cómo será la Palabra de Dios?
Quien estaba junto al Padre, estaba oculto allí; para venir hacia nosotros
tomó la carne como si fuera la voz, y llegó hasta nosotros sin alejarse del
Padre. Y los judíos oyeron a quien decía lo siguiente, a Juan, que decía:
Todos nosotros hemos recibido de su plenitud. ¿Qué significa todos nosotros?
El patriarca, el profeta, cualquier justo, cualquier predicador, el mismo
Juan, mayor que el cual no ha surgido nadie entre los nacidos de mujer;
todos bebieron de aquella fuente, y por eso eructaron tales cosas.
4. Así, pues, oculto aún el día, los judíos son confundidos con la lámpara.
Y lo fueron plenamente. Ved cómo en cierta ocasión preguntaron al mismo
Señor con estas palabras: ¿Hasta cuándo vas a tener en vilo nuestras almas?
Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente. Preparaban una acusación, no
buscaban la verdad. "
¿Por cuánto tiempo, le dicen, vas a tener nuestras almas en vilo? ¿Por
cuánto tiempo vas a dejarnos en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo
claramente." Y él les responde: También yo voy a preguntaros algo; decidme:
"El bautismo de Juan, ¿de dónde procede? ¿De Dios o de los hombres?" Brilló
la sabiduría, fue reprimida la imprudencia; volvieron a sí mismos quienes
habían salido hacia él. Quienes salieron acusando, volvieron dudando, y
dijeron entre sí o en su interior: Si decimos que del cielo, nos responderá:
" ¿Por qué no le creísteis cuando dio testimonio de mí? Si le creísteis a
él, ¿por qué me preguntáis a mí?" Si le decimos que del cielo, nos
responderá: " ¿Por qué no le creísteis?" Si le decimos que de los hombres,
tememos que la turba nos apedree, pues toda la muchedumbre de los judíos
tenía a Juan por profeta. En consecuencia, viendo que cualquier cosa que
respondieran iba a ser en su contra, dijeron: No sabemos.
Respondieron lo que sabían: No sabemos. El Señor les replicó: Tampoco yo
os diré con qué poder hago esto. ¿Qué iban a decir? ¿Qué podían responder?
Sin duda alguna, quedaron confundidos, y se cumplió la profecía del que
habla en el salmo: He preparado una lámpara para mi Cristo. Ved cuándo se
dijo y cuándo se cumplió. ¿Cuándo se dijo? Leed el salmo. ¿Cuándo se
cumplió? Leed el evangelio. He preparado una lámpara para mi Cristo. ¿Con
qué finalidad? Cubriré de confusión a sus enemigos. ¡Oh confusión dura! Su
confusión se repite día a día y no se convierten.
5. En cambio, nosotros, hermanos amadísimos, que hemos sido injertados,
ocupando el lugar de las ramas desgajadas -así se expresa el Apóstol-,
escuchémosle a él y no nos envanezcamos. Lo que tengamos de bueno,
atribuyámoselo al buen Dios; cuanto tenemos de malo, imputémoslo a nosotros
mismos. Es de corazón recto quien en sus bienes no alaba más que a Dios y en
sus males no le blasfema. Todo lo que Dios obra en nosotros, lo obra
sabiendo lo que hace; nadie es mejor que él, nadie más sabio, nadie más
poderoso. Nos ha convocado a nosotros; recordad de dónde. Nos libró de los
ídolos, de la servidumbre de los demonios, de tan grandes sacrilegios. ¿Cómo
nos ha llegado esto? ¿A qué se debe, dijo, el que venga a mí la madre de mi
Señor? Humillémonos en cuanto hombres y no nos gloriemos más que en el
Señor, para que él sea exaltado. Mengüemos, para crecer en él. Fijaos en el
hombre supremo, mayor que el cual no ha surgido otro entre los nacidos de
mujer. ¿Qué dijo de Cristo? Conviene que él crezca y que yo, en cambio,
mengüe.
Crezca Dios, disminuya el hombre. ¿Y cómo crece el que ya es perfecto? ¿Qué
le falta a Dios para que pueda crecer? Dios crece en ti cuando lo comprendes
a él. Considera, pues, la humildad del hombre y la excelsitud de Dios.
Conviene que él crezca, dijo, y que yo mengüe. Esto nos lo han mostrado los
respectivos días de nacimiento. Se trata de algo que está a la luz; testigo
es el mismo sol; a partir del día de hoy disminuyen los días; a partir de la
Navidad del Señor crecen.
Conviene que el crezca y que yo mengüe. Jesucristo el Señor, gobernador y
autor de la creación, rector del mundo, fabricador de los astros, ordenador
de los tiempos, puesto que nació cuando quiso, eligió el día de su
nacimiento, mediante el cual fuese bien simbolizado; él mismo asignó también
el día a su precursor. Quiso que en éste viésemos a un hombre, y en él a
Dios. Disminuya el hombre, crezca Dios: esto lo indican sus respectivas
pasiones: Juan fue degollado, Cristo fue levantado en la cruz. Así, pues,
hermanos, voy a concluir aquí brevemente. Son muchas las cosas que pueden
decirse del santo Juan el Bautista; pero ni yo basto para expresarlo ni
vosotros para escucharlo. Concluyo, pues, brevemente: humíllese el hombre,
sea exaltado Dios. Quien se gloríe, que se gloríe en el Señor.
(SAN AGUSTÍN, Sermones (5º) (t. XXV), Sobre los mártires, Sermón 293 D, 1-5,
BAC Madrid 1984, 218-226)
Volver Arriba
Aplicación: P. José A. Marcone, IVE - El mensaje de San Juan
Bautista (Mc 1,1-8)
Introducción
"Los textos evangélicos del II y III domingo de Adviento, están dominados
por la figura de san Juan Bautista"1. Tanto la figura misma de San Juan
Bautista como su mensaje de conversión han sido elegidos por la Iglesia para
preparar el alma del bautizado que camina hacia el encuentro con el Señor
que viene en la Navidad.
La razón de esto se encuentra en una verdad que brota del texto mismo de los
evangelios y que ha sido expuesta por primera vez de manera sistemática por
un gran Santo Padre del siglo III, Orígenes2. Esta verdad es que San Juan
Bautista siempre aparece en los evangelios precediendo las venidas del
Señor. Por eso, el mejor calificativo que puede aplicársele a San Juan
Bautista es el de 'Pre-cursor', es decir, el que va delante (pre-) en el
camino (-curso) preparando la llegada de Cristo (cf. Mt 3,3).
En efecto, San Lucas en su Evangelio, para relatar la anunciación del Ángel
a María Santísima (Lc 1,26- 38), relata primero la anunciación del Ángel a
Zacarías, padre de Juan Bautista (1,5-25). Para relatar el nacimiento de
Jesús (2,1-20), relata primero el nacimiento de Juan Bautista (1,57-58)3. Y
para relatar el inicio de la predicación de Jesús (3,21ss), relata primero
el inicio de la predicación de Juan Bautista (3,1-18).
Esta precedencia de Juan Bautista en la predicación de Cristo era parte de
la misión que Dios le había asignado y que había sido anunciada por el ángel
a su padre Zacarías: "Irá delante de Dios con el espíritu y el poder de
Elías, para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos, y a los
rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien
dispuesto" (Lc 1,17). Finalmente, la muerte de Juan Bautista (Mt 14,3-13)
tiene como función en el texto del evangelio ser un anuncio de la muerte que
iba a sufrir Jesucristo. Respecto a esto, dice el Directorio Homilético: "La
muerte de Juan fue interpretada por Jesús como la señal para dirigirse
resolutivamente hacia Jerusalén, donde sabía que le esperaba la muerte"4.
Por lo tanto, San Juan Bautista fue el triple Pre-cursor de Jesucristo: en
su nacimiento, en su predicación y en su muerte.
1. La divinidad de Cristo
El núcleo esencial del mensaje de San Juan Bautista es la divinidad de
Cristo. Y eso queda evidenciado en el evangelio de hoy de múltiples maneras.
En primer lugar, con la frase: "Detrás de mí vendrá el que es más poderoso
que yo" (Mc 1,7), según traduce el Leccionario en uso en Argentina. Quizá
sea mejor traducir 'el que es más fuerte que yo'. En el original griego se
usa el término isjyrós, que significa 'fuerte'. Se usa en el modo
comparativo: isjyróteros, es decir, 'más fuerte que'. La Vulgata traduce
fortis. Aplicarle a Cristo el nombre de 'el más fuerte' es un modo de
expresar su divinidad.
En efecto, en Lc 11,21-22, Jesús llama al demonio ho isjyrós (= 'el
fuerte'), pero a sí mismo se llama isjyróteros, es decir, 'el más fuerte'.
¿Quién puede ser más fuerte que la naturaleza angélica? Solo Dios5.
Jesucristo con la palabra isjyróteros se está proclamando a sí mismo Dios.
También en San Juan Bautista el isjyróteros es un modo de expresar la
divinidad de Cristo6.
La exégesis de Santo Tomás de Aquino confirma completamente estos datos
textuales. Dice el santo: "San Juan Bautista dice: 'El que es más fuerte que
yo'. Con esto también está diciendo que el Bautismo de Jesús es más fuerte
que su propio bautismo. Pero, además, esa frase de Juan Bautista, quiere
decir lo mismo que se dice en 1Sam 2,2: 'Nadie es santo como lo es Dios'. Y
también lo que se dice en Job 9,19: 'Si buscáis fuerza, Yahveh es
fortísimo'. (…) Por eso dice San Agustín que Juan quiso mostrar su propia
pequeñez y la excelencia de Cristo (…)"7. Santo Tomás entiende la frase de
Juan Bautista en el sentido de que 'más fuerte' indica la misma santidad de
Dios según el texto de 1Sam. Y en el texto de Job 'el más fuerte' es el
mismo nombre de Yahveh. Por otro lado, 'la excelencia de Cristo' se refiere
a la divinidad de Cristo.
En segundo lugar, la frase de San Juan Bautista "Yo ni siquiera soy digno de
ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias" (Mc 1,7) también
designa la divinidad de Cristo. Dice Santo Tomás: "La exposición literal de
esta frase es la siguiente. Juan Bautista muestra la inmensidad de la
excelencia de Cristo cuando dice 'yo no soy digno de desatar las correas de
sus sandalias'. Es como si dijera: 'No penséis que Él está antepuesto a mí
como un hombre está antepuesto a otro hombre, sino que Él está antepuesto a
mí de una manera tan excelente, que yo soy nada en comparación con Él.
Esto es lo que queda en evidencia a partir del hecho que no soy digno de
desatar las correas de sus sandalias, lo cual es la mínima deferencia que se
puede hacer a los hombres'. A partir de esto que dice Juan queda en
evidencia que él había penetrado mucho en el conocimiento de Dios, en cuanto
que, a raíz de la consideración de la infinita grandeza de Dios, se
despreciaba totalmente a sí mismo, y decía que él era nada. Así también
Abraham, cuando hubo conocido a Dios, decía:
'Me atrevo a hablar a mi Señor, a pesar de que soy polvo y ceniza' (Gén
18,27). (…) E Isaías, después que vio la gloria de Dios, dijo: 'Todas las
naciones son como nada en su presencia, como nada y vacío' (Is 40,17)"8. Las
palabras de Santo Tomás son taxativas y no dejan lugar a dudas: San Juan
Bautista está hablando de Jesús en cuanto Dios.
En tercer lugar, la frase de San Juan Bautista "Él los bautizará con el
Espíritu Santo" (Mc 1,8) es una manifestación de la divinidad de Cristo en
cuanto Segunda Persona de la Santísima Trinidad, que puede 'disponer' del
Espíritu Santo y enviarlo a los hombres (Cf. Jn 15,26; 16,7). La teología
católica dice que el Padre y el Hijo, dentro de la Trinidad, se comportan
como un único principio de expiración del Espíritu Santo. Por eso decimos en
el Credo que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo9. La frase de
San Juan Bautista describe exactamente la teología trinitaria.
Todas estas manifestaciones de la divinidad de Jesucristo hechas por San
Juan Bautista están enmarcadas por el título del evangelio de San Marcos que
forma parte del texto del evangelio de hoy: "Inicio del Evangelio de Jesús,
Cristo e Hijo de Dios" (Mc 1,1). Este título también es una profesión de la
divinidad de Jesucristo. "'Hijo de Dios' (…) expresa su relación de igualdad
e intimidad con Dios"10. "El significado de la expresión 'Hijo de Dios'
aplicada a Jesucristo no es el de sinónimo de Mesías. Puesto por el
evangelista, expresa la fe de la Iglesia primitiva en la divinidad de Cristo
(Heb 1,5; Heb 28,19; etc.)"11. "Hijo de Dios: La Iglesia primitiva quería
designar con este título la divinidad de Jesús (cf. Heb 1,5; Mt 28,19), y,
sin duda, eso significa aquí"12.
2. La rectitud moral
El paso primero e indispensable para escuchar el mensaje de Juan Bautista es
reconocer la divinidad de Jesucristo. Sin embargo, ese reconocimiento trae
consigo, necesariamente, una exigencia de rectitud en el obrar moral. La fe
exige las obras y las obras alimentan la fe. En este Adviento el mensaje de
Juan Bautista es clarísimo: hay que creer que Cristo es el Verbo Encarnado,
pero eso exige que la conducta del que cree se ajuste al modo de obrar del
Verbo Encarnado. Este es el segundo y necesario paso para prepararse
convenientemente a la Navidad y a la Segunda Venida de Jesucristo, Segunda
Venida que se verifica también el día de nuestra muerte. Preparar el camino
del Señor (vocación fundamental de Juan Bautista) implica, en primer lugar,
como dijimos, creer que Cristo es Dios. Pero inmediatamente después
significa acomodar nuestros pasos y nuestro andar moral por el camino de la
justicia13.
En el lenguaje bíblico el camino y el caminar son metáforas que se usan para
expresar la conducta moral del creyente. En el evangelio de hoy se nombra
tres veces el camino: Juan es el que prepara el camino (Mc 1,1 y 1,2); Juan
es el que ayuda a enderezar las sendas (Mc 1,2). 'Enderezar las sendas'
significa 'hacer recto el camino y el andar moral de cada uno'. La
preparación fundamental para estar bien preparado a la llegada de Cristo es
arrepentirse de los pecados, dejar de obrar mal y hacer el firme propósito
de obrar según la santidad de Dios, incluso en la búsqueda de la perfección
moral: "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial" (Mt 5,48).
En San Lucas, la acción de Juan Bautista para preparar el camino de Dios al
alma del bautizado está descripta de un modo más detallado, siguiendo al
profeta Isaías: "Todo barranco será rellenado, todo monte y colina serán
rebajados, lo torcido se hará recto y las asperezas serán caminos llanos"
(Lc 3,5). La Iglesia, en la Liturgia de las Horas, nos aclara qué significan
los valles y qué significan las montañas. En las preces de Laudes de una de
las ferias dice: "Abaja, Señor, los montes y las colinas de nuestro orgullo
y levanta los valles de nuestros desánimos y nuestras cobardías"14.
San Gregorio Magno explica qué significa enderezar lo torcido y suavizar lo
áspero: "Los caminos torcidos se enderezan, cuando el corazón de los malos,
torcido por la injusticia, se dirige según la regla de la justicia, y los
caminos ásperos se convierten en llanos, cuando las almas duras e iracundas
vuelven a la suavidad de la mansedumbre, por la infusión de la divina
gracia"15.
Por esta razón es que Juan Bautista da también indicaciones concretas
respecto al obrar moral: "La gente le preguntaba: 'Pues ¿qué debemos hacer?'
Y él les respondía: 'El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no
tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo'. Vinieron también
publicanos a bautizarse, y le dijeron: 'Maestro, ¿qué debemos hacer?' Él les
dijo: 'No exijáis más de lo que os está fijado'. Preguntáronle también unos
soldados: 'Y nosotros ¿qué debemos hacer?' El les dijo: 'No hagáis extorsión
a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestro salario'" (Lc
3,10-14).
3. El Bautismo en el Espíritu Santo
El aborrecimiento de los propios pecados y la decisión profunda y definitiva
de seguir el camino de la justicia se sellaba recibiendo el bautismo de
Juan. Bautismo significa inmersión. Es una metáfora del diluvio universal en
el que la maldad quedó aniquilada bajo el agua. Pero también es una metáfora
de la resurrección al salir del agua. El bautismo de Juan no infundía la
gracia santificante ni el Espíritu Santo. Era un signo exterior del
arrepentimiento interior del que se bautizaba. De esa manera se comprometía
a seguir las sendas del Señor.
Sin embargo, la conversión que predica Juan Bautista y a la que todos
debemos tender en este Adviento llega a su perfección y alcanza el fruto
final y total en el Bautismo 'en el Espíritu Santo'. Toda la misión de Juan
Bautista, tanto en su recorrido histórico en esta tierra como ahora en este
Adviento, se orienta a esa inmersión (= bautismo) en el Espíritu Santo, que
solamente Jesús puede darnos. Por eso San Juan Bautista se apresura a
señalar: "Yo los bauticé con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu
Santo" (Mc 1,8). De esta manera el Adviento tiene su conexión directa con el
Misterio Pascual. Esto es así porque el Misterio Pascual llega a su
cumplimiento total en Pentecostés, donde la Iglesia es bautizada en el
Espíritu Santo.
Por eso dice el Directorio Homilético: "El Bautismo de Jesús en el Espíritu
Santo es la conexión directa entre los textos a los que nos hemos referido
hasta ahora y el centro hacia el que este Directorio atrae la atención, es
decir, el Misterio Pascual, que se ha cumplido en Pentecostés con la venida
del Espíritu Santo sobre todos los que creen en Cristo"16.
Tan cierta es esta verdad que el mismo Jesucristo, después de su
resurrección y antes de su ascensión, repetirá las mismas palabras que Juan
Bautista dice hoy: "Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se
ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre, 'que
oísteis de mí: Que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en
el Espíritu Santo dentro de pocos días'" (Hech 1,4-5).
Conclusión
La actitud del cristiano que asume correctamente su preparación para la
Navidad comienza con el fortalecimiento de su fe en la divinidad de Cristo;
sigue en la rectificación de toda su vida moral y culmina en la inmersión en
el Espíritu Santo. Esto está expresado en aquellas palabras de Cristo a
Nicodemo: "En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de
Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es
carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu" (Jn 3,5-6).
No alcanza con rectificar la propia vida moral, sino que la preparación de
la Navidad debe llegar hasta transformar nuestro actuar moral de manera que
en él ya no tenga parte alguna 'la carne', es decir, ningún tipo de egoísmo.
Podríamos resumir el 'nacer del Espíritu' (Jn 3,5) y 'vivir en el Espíritu'
(Gál 5,25) como el vivir según la caridad y el amor. "El fruto del Espíritu
es amor" (Gal 5,22).
Dentro de breves momentos celebraremos el Sacrificio supremo de Cristo. El
sacerdote extenderá sus manos sobre las ofrendas suplicando que baje el
Espíritu Santo sobre ellas y las transforme en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo. Es el momento ideal para que el cristiano se ofrezca con la misma
docilidad que lo hacen las especies de pan y vino para que el cristiano
también se convierta en Cristo.
Le pedimos esa gracia a la Santísima Virgen.
Notas
1 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA
DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético, Ciudad del Vaticano,
2014, nº 87.
2 Cf. CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA
DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Ibidem, nº 88.
3 En medio de estos dos relatos está el relato
del encuentro de ambos todavía en el vientre de sus madres (Lc 1,39-45).
4 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA
DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Ibidem, nº 88. La predicación y bautismo de
San
Juan Bautista tienen una importancia tan grande
que pasarán a formar parte del kerygma, es decir, del núcleo más importante
e indispensable del anuncio evangélico, como queda claro en Hech 1,21-22.
Allí dice Pedro: "Conviene, pues, que de entre los hombres que anduvieron
con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a
partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, uno de
ellos sea constituido testigo con nosotros de su resurrección
5 El texto completo de Lucas es el siguiente:
"Jesús, conociendo los pensamientos de los fariseos, les dijo: 'Todo reino
dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues,
también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su
reino? Porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. (…) Pero si
por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el
Reino de Dios. Cuando uno fuerte (isjyrós) y bien armado custodia su
palacio, sus bienes están en seguro; pero
si llega uno más fuerte (isjiróteros) que él y le
vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus
despojos'" (Lc 11,17- 18. 19-22).
6 Como datos complementarios, observamos que ya
en el AT el nombre de 'el Fuerte' estaba reservado para Dios. En efecto, uno
de los nombres que el AT da a Dios es 'el Fuerte de Jacob'. Dice Yahveh a
través del profeta Isaías: "Yo soy Yahvé, tu salvador y tu redentor, el
Fuerte de Jacob" (Is 49,26). (El original hebreo dice 'abiyr (alef, bet,
yod, resh), que es un adjetivo que significa 'fuerte'. La Vulgata traduce:
'Fortis'. Pero la LXX trae isjýs que es un sustantivo y significa 'fuerza',
'Fuerza de Jacob'). También el Apocalipsis llama 'el Fuerte' a Dios y usa la
misma palabra griega que se usa en Mc 1,7: isjyrós. En efecto, hablando de
Babilonia, dice: "Fuerte (isjyrós) es el Señor que la ha condenado" (Apoc
18,8).
7 "Fortior me est, et fortior eius Baptismus; I
Reg. II, 2: non est sanctus ut est Deus; Iob IX, 19: si fortitudo quaeritur,
robustissimus est.
(…) Dicit Augustinus quod Ioannes voluit tantum
suam humilitatem, et Christi excellentiam ostendere (…)" (SANCTI TOMAE DE
AQUINO, Super Evangelium S. Matthaei lectura, caput 3, lectio 1; traducción
nuestra) .
8 "Ioannes excellentiae immensitatem ostendit,
ibi cuius non sum dignus ut solvam corrigiam calceamenti. (…) Immensitatem
autem excellentiae assignat cum dicit cuius ego non sum dignus ut solvam
eius corrigiam calceamenti. Quasi dicat: non intelligatis ipsum mihi in
dignitate praepositum sicut unus homo praefertur alteri, sed tam
excellenter, quod nihil sum in comparatione ad ipsum . Et hoc patet, quia
non sum dignus ut solvam corrigiam calceamenti eius: quod est minimum
obsequium quod hominibus fieri potest. Ex quo patet quod Ioannes multum
accesserat ad Dei cognitionem, inquantum ex consideratione infinitae
magnitudinis Dei se totali ter vilipendebat, et nihil se esse dicebat. Sicut
Abraham, cum Deum cognovisset, dicebat, Gen. XVIII, 27: loquar ad dominum
meum, cum sim pulvis et cinis. Sic Iob c. XLII, 5, cum dominum vidisset,
dixit: nunc oculus meus videt te; idcirco ipse me reprehendo, et ago
poenitentiam in favilla et cinere. Sic Is. XL, 17, postquam vidit gloriam
Dei dixit: omnes gentes quasi non sint, sic sunt coram eo. Et haec quidem
expositio est litteralis" (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Super Evangelium S.
Ioannis lectura, caput 1, lectio 13; traducción nuestra).
9 El famoso Filioque (cf. Catecismo de la Iglesia
Católica, nº 248).
10 STOCK, K., Vangelo secondo Marco, Edizioni
Messagero Padova, 2002, Padova, p. 9; traducción nuestra.
11 DE TUYA, M., Evangelio de San Marcos, en
PROFESORES DE SALAMANCA, Biblia comentada, Tomo Va, BAC, Madrid, 19773, p.
489.
12 DEL PÁRAMO, S., La Sagrada Escritura,
Evangelios, BAC, Madrid, 1964, I, p. 333-338; cursiva del autor.
13 El Directorio Homilético exhorta al homileta:
"El homileta debería asegurarse que el pueblo cristiano, como componente de
la preparación a la doble venida del Señor, escuche las invitaciones
constantes de Juan al arrepentimiento, manifestadas de modo
particular en los Evangelios del II y III domingo
de Adviento" (CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS
SACRAMENTOS, Directorio…, nº 90).
14 LITURGIA DE LAS HORAS, Preces de Laudes del
Martes I de Adviento, Conferencia Episcopal Argentina, Buenos Aires, 1994,
Tomo I, p. 31.
15 SAN GREGORIO MAGNO, Homiliae in Evangelia,
hom. 20, en SANTO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea.
16 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA
DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio…, nº 90
Volver Arriba
Aplicación: Papa Francisco - Un mensaje lleno de esperanza
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Este domingo marca la segunda etapa del tiempo de Adviento, un período
estupendo que despierta en nosotros la espera del regreso de Cristo y la
memoria de su venida histórica. La liturgia de hoy nos presenta un mensaje
lleno de esperanza. Es la invitación del Señor expresado por boca del
profeta Isaías: "Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios" (40, 1).
Con estas palabras se abre el Libro de la consolación, donde el profeta
dirige al pueblo en exilio el anuncio gozoso de la liberación. El tiempo de
la tribulación ha terminado; el pueblo de Israel puede mirar con confianza
hacia el futuro: le espera finalmente el regreso a la patria. Por ello la
invitación es dejarse consolar por el Señor.
Isaías se dirige a gente que atravesó un período oscuro, que sufrió una
prueba muy dura; pero ahora llegó el tiempo de la consolación. La tristeza y
el miedo pueden dejar espacio a la alegría, porque el Señor mismo guiará a
su pueblo por la senda de la liberación y de la salvación. ¿De qué modo hará
todo esto? Con la solicitud y la ternura de un pastor que se ocupa de su
rebaño. Él, en efecto, dará unidad y seguridad al rebaño, lo apacentará,
reunirá en su redil seguro a las ovejas dispersas, reservará atención
especial a las más frágiles y débiles (cf. v. 11). Esta es la actitud de
Dios hacia nosotros, sus criaturas. Por ello el profeta invita a quien le
escucha - incluidos nosotros, hoy- a difundir entre el pueblo este mensaje
de esperanza: que el Señor nos consuela. Y dejar espacio a la consolación
que viene del Señor.
Pero no podemos ser mensajeros de la consolación de Dios si nosotros no
experimentamos en primer lugar la alegría de ser consolados y amados por Él.
Esto sucede especialmente cuando escuchamos su Palabra, el Evangelio, que
tenemos que llevar en el bolsillo: ¡no olvidéis esto! El Evangelio en el
bolsillo o en la cartera, para leerlo continuamente. Y esto nos trae
consolación: cuando permanecemos en oración silenciosa en su presencia,
cuando lo encontramos en la Eucaristía o en el sacramento del perdón. Todo
esto nos consuela.
Dejemos ahora que la invitación de Isaías -"Consolad, consolad a mi pueblo"-
resuene en nuestro corazón en este tiempo de Adviento. Hoy se necesitan
personas que sean testigos de la misericordia y de la ternura del Señor, que
sacude a los resignados, reanima a los desanimados. Él enciende el fuego de
la esperanza. ¡Él enciende el fuego de la esperanza! No nosotros. Muchas
situaciones requieren nuestro testimonio de consolación. Ser personas
gozosas, que consuelan. Pienso en quienes están oprimidos por sufrimientos,
injusticias y abusos; en quienes son esclavos del dinero, del poder, del
éxito, de la mundanidad. ¡Pobrecillos!
Tienen consolaciones maquilladas, no la verdadera consolación del Señor.
Todos estamos llamados a consolar a nuestros hermanos, testimoniando que
sólo Dios puede eliminar las causas de los dramas existenciales y
espirituales. ¡Él puede hacerlo! ¡Es poderoso!
El mensaje de Isaías, que resuena en este segundo domingo de Adviento, es un
bálsamo sobre nuestras heridas y un estímulo para preparar con compromiso el
camino del Señor. El profeta, en efecto, habla hoy a nuestro corazón para
decirnos que Dios olvida nuestros pecados y nos consuela. Si nosotros nos
encomendamos a Él con corazón humilde y arrepentido, Él derrumbará los muros
del mal, llenará los vacíos de nuestras omisiones, allanará las dosis de
soberbia y vanidad y abrirá el camino del encuentro con Él.
Es curioso, pero muchas veces tenemos miedo a la consolación, de ser
consolados. Es más, nos sentimos más seguros en la tristeza y en la
desolación. ¿Sabéis por qué? Porque en la tristeza nos sentimos casi
protagonistas. En cambio en la consolación es el Espíritu Santo el
protagonista. Es Él quien nos consuela, es Él quien nos da la valentía de
salir de nosotros mismos. Es Él quien nos conduce a la fuente de toda
consolación auténtica, es decir, al Padre. Y esto es la conversión. Por
favor, dejaos consolar por el Señor. ¡Dejaos consolar por el Señor!
La Virgen María es la "senda" que Dios mismo se preparó para venir al mundo.
Confiamos a ella la esperanza de salvación y de paz de todos los hombres y
las mujeres de nuestro tiempo.
(PAPA FRANCISCO, Ángelus, Plaza de San Pedro, II Domingo de Adviento, 7 de
diciembre de 2014)
Volver Arriba
Aplicación: Benedicto XVI - La Virgen María y San Juan Bautista
Queridos hermanos y hermanas:
Este domingo marca la segunda etapa del Tiempo de Adviento. Este período del
año litúrgico pone de relieve las dos figuras que desempeñaron un papel
destacado en la preparación de la venida histórica del Señor Jesús: la
Virgen María y san Juan Bautista. Precisamente en este último se concentra
el texto de hoy del Evangelio de san Marcos. Describe la personalidad y la
misión del Precursor de Cristo (cf. Mc 1, 2-8). Comenzando por el aspecto
exterior, se presenta a Juan como una figura muy ascética: vestido de piel
de camello, se alimenta de saltamontes y miel silvestre, que encuentra en el
desierto de Judea (cf. Mc 1, 6). Jesús mismo, una vez, lo contrapone a
aquellos que "habitan en los palacios del rey" y que "visten con lujo" (Mt
11, 8). El estilo de Juan Bautista debería impulsar a todos los cristianos a
optar por la sobriedad como estilo de vida, especialmente en preparación
para la fiesta de Navidad, en la que el Señor -como diría san Pablo- "siendo
rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza" (2 Co 8,
9).
Por lo que se refiere a la misión de Juan, fue un llamamiento extraordinario
a la conversión: su bautismo "está vinculado a un llamamiento ardiente a una
nueva forma de pensar y actuar, está vinculado sobre todo al anuncio del
juicio de Dios" (Jesús de Nazaret, I, Madrid 2007, p. 36) y de la inminente
venida del Mesías, definido como "el que es más fuerte que yo" y "bautizará
con Espíritu Santo" (Mc 1, 7.8).
La llamada de Juan va, por tanto, más allá y más en profundidad respecto a
la sobriedad del estilo de vida: invita a un cambio interior, a partir del
reconocimiento y de la confesión del propio pecado. Mientras nos preparamos
a la Navidad, es importante que entremos en nosotros mismos y hagamos un
examen sincero de nuestra vida. Dejémonos iluminar por un rayo de la luz que
proviene de Belén, la luz de Aquel que es "el más Grande" y se hizo pequeño,
"el más Fuerte" y se hizo débil.
Los cuatro evangelistas describen la predicación de Juan Bautista
refiriéndose a un pasaje del profeta Isaías:
"Una voz grita: "En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la
estepa una calzada para nuestro
Dios"" (Is 40, 3). San Marcos inserta también una cita de otro profeta,
Malaquías, que dice: "Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual
preparará tu camino" (Mc 1, 2; cf. Mal 3, 1). Estas referencias a las
Escrituras del Antiguo Testamento "hablan de la intervención salvadora de
Dios, que sale de lo inescrutable para juzgar y salvar; a él hay que abrirle
la puerta, prepararle el camino" (Jesús de Nazaret, I, p. 37).
A la materna intercesión de María, Virgen de la espera, confiamos nuestro
camino al encuentro del Señor que viene, mientras proseguimos nuestro
itinerario de Adviento para preparar en nuestro corazón y en nuestra vida la
venida del Emmanuel, el Dios-con-nosotros.
(BENEDICTO XVI, Ángelus, Plaza de San Pedro, II Domingo de Adviento, 4 de
diciembre de 2011)
(cortesía IVEArgentina)