Domingo 4 del Tiempo de Adviento B - 'Hágase en mí según tu palabra': Preparemos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical con las Lecturas y el Catecismo
Con las Lecturas Con el Catecismo Con el Directorio Homilético
Recursos adicionales
para la preparación
Año Litúrgico Patrístico
Comentarios de Sabios y Santos
I
Comentarios de Sabios
y Santos II
Iglesia del Hogar: Preparando en Familia
Catequesis preparatoria para los niños
Ejemplos que iluminan la participación
Recursos: Gráficos - Videos - Audios
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Falta un dedo: Celebrarla
Lectura del segundo libro de Samuel 7-1-5. 8b-11. 16.
Cuando el rey David se estableció en su palacio y el Señor le dio la paz con
todos los enemigos que le rodeaban, el rey dijo al Profeta Natán:
—Mira: yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive
en una tienda.
Natán respondió al rey:
—Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo.
Pero aquella noche recibió Natán la siguiente palabra del Señor:
—Ve y dile a mi siervo David: «¿Eres tú quien me va a construir una casa
para que habite en ella?
Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe
de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con
tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un
puesto a Israel, mi pueblo: lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos,
y en adelante no permitiré que animales lo aflijan como antes, desde el día
que nombré jueces para gobernar a mi pueblo Israel.
Te pondré en paz con todos tus enemigos, te haré grande y te daré una
dinastía. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono
durará por siempre.»
Palabra de Dios
Salmo
responsorial - Sal 88, 2-3. 4-5. 27 y 29
R/. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.» R/.
Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo,
edificare tu trono para todas las edades.» R/.
El me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable. R/.
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 16,25-27.
Hermanos:
Al que puede fortalecernos según el evangelio que yo proclamo, predicando a
Cristo Jesús —revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos
eternos y manifestado ahora en la Sagrada Escritura, dado a conocer por
decreto del Dios eterno, para traer a todas las naciones a la obediencia de
la fe—, al Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de
los siglos. Amén.
Palabra de Dios
Aleluya
He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra
Aleluya
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 1,26-38.
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de
Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José,
de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando a su presencia, dijo:
—Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las
mujeres.
Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo:
—No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu
vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se
llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre,
reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Y María dijo al ángel:
—¿Cómo será eso, pues no conozco varón?
El ángel le contestó:
—El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con
su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un
hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada
hay imposible.
María contestó:
— He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.
Palabra del Señor
Con el Catecismo
de la Iglesia Católica entender y vivir la Palabra
Natán, decidido
partidario de su rey, a pesar de haber ejercido como profeta con dureza ante
él, sale al paso de las inquietudes de
su señor, prometiéndole un reino que durará por siempre. El profeta no es
consciente en aquel instante del alcance de sus palabras. La luz del Nuevo Testamento
ilumina tal oscuridad. El Reino permanecerá porque el Mesías heredará el “trono
de David, su padre”.
Las diversas
citas bíblicas, tan hábilmente recogidas y ordenadas por san Lucas, nos muestran
un mosaico de acciones salvadoras de Dios, que dan paso a lo más importante:
mostrar que lo que acontece en María, la Encarnación del Hijo de Dios, por obra
del Espíritu Santo, sólo puede venir de Dios.
El hombre de hoy,
dominador de casi todo, no se siente sin embargo autor de su propia salvación.
No puede serlo y trata de encontrar la salvación en ideologías, sistemas,
métodos, etc; cualquier cosa con tal de no reconocer que la salvación viene de
fuera, viene de Dios. Aquellos que reconocen la dimensión trascendente del
hombre, ya han empezado de alguna manera a creer que la salvación tiene su
fuente en Dios.
_ La Anunciación,
comienzo de la plenitud de los tiempos:
“La anunciación a
María inaugura la plenitud de ``los tiempos'', es decir, el cumplimiento de las
promesas y de los preparativos. María es invitada a concebir a aquel en quien
habitará ``corporalmente toda la plenitud de la divinidad''. La respuesta
divina a su ``¿cómo será esto, pues no conozco varón?'' (Lc 1,34) se dio
mediante el poder del Espíritu: ``El Espíritu Santo vendrá sobre ti'' (Lc 1,35)”
(484).
_ El Espíritu
Santo, enviado para santificar el seno de María:
“La misión del
Espíritu Santo está siempre unida y ordenada a la del Hijo. El Espíritu Santo
fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra
divina” (485).
_ La aceptación
de María, motivo de alabanza para la Iglesia:
“A partir de esta
cooperación de María a la acción del Espíritu Santo, las Iglesias han
desarrollado la oración a la santa Madre de Dios, centrándola sobre la persona
de Cristo manifestada en sus misterios. En los innumerables himnos y antífonas
que expresan esta oración, se alternan habitualmente dos movimientos: uno
``engrandece'' al Señor por las ``maravillas'' que ha hecho en su humilde
esclava, y por medio de ella en todos los seres humanos; el segundo confía a la
Madre de Jesús las súplicas y alabanzas de los hijos de Dios, ya que ella
conoce ahora la humanidad que en ella ha sido desposada por el Hijo de Dios”
(2675).
_ “!Salve
María!,!Salve María!, criatura la más preciosa de la creación, salve, María,
purísima paloma; salve, María, antorcha inextinguible; salve, porque de ti
nació el Sol de justicia. Salve, María, morada de la inmensidad, que encerraste
en tu seno al Dios inmenso, al Verbo unigénito, produciendo sin arado y sin semilla
la espiga inmarcesible...” (San Cirilo de Alejandría, Disc. en Conc. de Efeso).
Se ha cumplido en
María cuanto se había dicho de parte de Dios, y por eso crece cada día nuestra
esperanza.