Domingo 6 de Pascua C - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Recursos adicionales para la preparación
Falta un dedo: Celebrarla
1. INTRODUCCIÓN
A LA PALABRA DEL DOMINGO
1. 1 Primera lectura: Estos 15, 1-2. 22-29
La conversión de Cornelio, relatada en el capítulo 10 de los Hechos de los
Apóstoles, y ante todo la fundación de una comunidad cristiana entre los
paganos suscitó un grave problema. Los cristianos convertidos del judaísmo
(los judeo-cristianos)
observaban estrictamente la ley mosaica. ¿Habría que obligar también a los
cristianos venidos del paganismo a que observen la ley mosaica y se hagan
circuncidar? La decisión es clara. La ley no salva. Sólo la fe en Jesús
redime al hombre. La primera comunidad cristiana es consciente que su
decisión de no complicar a los cristianos provenientes del paganismo a que
observen la ley mosaica, es la decisión del Espíritu Santo.
1. 2 Segunda lectura: Apocalipsis 2, 10-14. 22-23
La ciudad celestial, la Jerusalén del cielo, de la visión de San Juan está
construida sobre el fundamento de los apóstoles y profetas (Efesios 2, 20).
Los simbolismos tomados del profeta Ezequiel de los capítulos 40-43 e Isaías
del capítulo 60 describen una ciudad de dimensiones cósmicas. El profeta
Ezequiel ve el centro de la ciudad santa en el templo de Jerusalén. Pero
aquí, en el Apocalipsis de San Juan, el centro de la ciudad es el Señor y el
Cordero. El triunfo del Resucitado es el origen de la nueva Jerusalén.
Nosotros pertenecemos a esta ciudad.
1. 3 Evangelios: Juan 14, 23-29
Jesús desarrolla la situación del creyente durante el período intermedio
entre su resurrección y su retorno. Esta situación se caracteriza por la
relación íntima de Dios en él. Es una relación de amor que crea una efectiva
presencia de Dios en el creyente. Otra característica es la presencia activa
del Espíritu enviado por Jesús. El volver de Jesús al Padre es para el
creyente confirmación en la fe y comunicación de la paz. ¿Creemos eso?
2. REFLEXIONEMOS
2. 1 Los padres
En nuestros días hay algo como un gran despertar en la cristiandad. En todas
partes del mundo grupos numerosos se reúnen para orar, para tener una
experiencia de Dios. Frecuentemente nuestra fe es algo mayormente cerebral
porque es un asentimiento a la verdad de Cristo y concentramos todo el
esfuerzo de nuestra voluntad en querer ponerla en práctica. Dios salva al
hombre entero y por eso el cristiano debería buscar este tipo de fe y
vivirla con todas sus fuerzas: "Con todo tu corazón, con toda el alma". Debe
entrar en juego toda la persona, todo el corazón. Esto significa que la fe
debe despertar en nosotros una apertura hacia Dios y hacia los demás.
Dios está despertando nuevos movimientos y nuevos carismas que quieren
ayudar al hombre de hoy a abrirse totalmente a Dios. Los grupos de oración
del Movimiento de la Renovación Carismática, por ejemplo, quieren ayudar al
cristiano a que experimente, sienta, viva y se percate permanentemente de la
presencia de Dios. Esto supone una docilidad ante Espíritu de Dios para que
nos guíe y dirija. Estos grupos tienen también el nombre de carismáticos,
porque frecuentemente se manifiestan los carismas (dones) del Espíritu Santo
de los que habla San Pablo en su primera carta a los Corintios: El don de
lenguas, el don de la interpretación, el don de la profecía, etc.
Sea como fuera la apreciación de este o de otros movimientos, se puede
aprender de ellos algo muy precioso: Como orar en comunidad. Generalmente
tenemos la experiencia que nos han enseñado a orar juntos la misma oración,
pero no sabemos orar juntos de manera espontánea. Allí se aprende a orar
como lo aconseja el apóstol, en todo tiempo y en todo lugar. Si desean
recibir esta ayuda les animamos a integrarse a uno de estos movimientos que
les ayudarán a crecer en la fe. De paso tendrán una ayuda preciosa para
transmitir la fe en familia.
2. 2 Con los hijos
Todos los días hacemos gestos que se han vuelto rutinarios, que ni siquiera
pensamos en lo que significan: Al salir y al entrar en la casa saludamos a
los demás miembros de la familia como expresión de nuestro cari��o. Pero esto
no significa que solamente los queremos en ese instante, es más bien una
oportunidad concreta para expresar nuestro cariño.
De igual manera estamos acostumbrados a rezar en la mañana para comenzar el
día y ponernos bajo la protección de Dios. Oramos en la noche para
agradecerle por todo y para pedirle perdón por nuestros pecados. Rezamos
para bendecir la mesa antes de comer porque todo viene de la mano de Dios.
Éstas son manifestaciones concretas de nuestro cariño a Dios y no lo amamos
solamente en esos momentos.
Cada uno lleva a Dios dentro de sí mismo y debería de alguna manera caminar
en su presencia en todos los momentos de alegría, de pena, del trabajo, de
los sufrimientos. Así experimentaremos lo que Jesús nos ha prometido: LA
PAZ. Nos sentiremos seguros en el amor de Dios y cualquier acontecimiento
nos hará reaccionar pensando en Dios. De esta manera nunca nos olvidaremos
de nuestras oraciones porque todo el día hemos conversado con Dios. Es como
si durante todo el día un gran amigo nuestro nos toma de la mano y nos
acompaña por todas partes cuidándonos y protegiéndonos. Y entonces es algo
muy normal que en ciertos momentos de ese día nos detengamos y conversemos
un rato con él en la oración.
3. RELACIÓN CON LA MISA
No somos extraños en la casa de Dios, ni siquiera huéspedes. Somos miembros
de la familia de Dios, familia que experimenta la presencia de Dios en todas
partes pero encuentra su experiencia culmen en la eucaristía. La paz que nos
da esta celebración será signo y recuerdo permanente de nuestra unión con
Dios y con los hombres.
4. VIVENCIA FAMILIAR
Es una hermosa y significativa costumbre que el padre o la madre trace la
señal de la Cruz en la frente de sus hijos cuando éstos se despiden para
salir a la calle o cuando se acuestan para dormir. Es un signo del amor de
Dios presente en nuestra vida, amén de que cada cristiano puede bendecir o
sea invocar la bendición de Dios sobre otro.
5. NOS HABLA LA IGLESIA
"En lo más profundo de su conciencia, descubre el hombre la existencia de
una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer y cuya
voz resuena cuando es necesario en los oídos de su corazón, advirtiéndole
que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita
aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en
cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado
personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del
hombre, en el que este se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el
recinto más íntimo de aquella" (Concilio Vaticano II, Iglesia 16).
6. LEAMOS LA BIBLIA
CON LA IGLESIA
El lunes: Hechos 16, 11-15; Juan 15, 26-16
Martes: Hechos 16, 22-34; Juan 16, 5-11
Miércoles: Hechos 17, 15-22 y 18, 1;
Jueves: Hechos 18, 1-8; Juan 16, 16-20
Viernes: Hechos 18, 9-18; Juan 16, 20-23
El sábado: Hechos 18, 23-28; Juan 16, 23-28
7. ORACIONES
Oración para sentir la presencia de Dios.
Señor, aquí me tienes. Nos dijiste que estabas en medio del mundo, en medio
de nosotros. Nunca te creía capaz de mentirnos, pero nunca me llegó tu voz
al corazón. Mi mente nunca negó tu presencia, pero mi corazón nunca contó
con tu presencia como con una realidad. Te adoro con mi mente y no con mi
corazón; porque mi corazón se siente oprimido entre tanto realismo de las
cosas que me rodean y no puedo resistirlo por más tiempo sin recurrir a Ti.
La injusticia que veo por todas partes, me irrita; la justicia de los
hombres no me satisface; y la piedad que sobrevive es hueca y superficial.
El trabajo me aburre y el descanso me atormenta. El hombre me asusta y la
mujer me escandaliza. Señor, creo; porque ya no veo más. Señor, vengo hasta
tu presencia, porque estoy perdiéndome en las cosas que me rodean. Señor, si
tú gracia no logra hacerte visible para mis ojos, todas las realidades de
este mundo me matarán. Señor, sálvame porque perezco.
Señor, tú, el infinitamente feliz, vienes a buscarme a mí; vienes a mendigar
mi amor; vienes a requerir mi servicio. Nada ganarás en hallarme, y, a pesar
de todo, me buscas; y me buscas como un tesoro perdido. Haz que las cosas en
lugar de esconderte, te manifiesten; que los hombres, en lugar de obscurecer
tu imagen, me la recuerden; que en lugar de olvidarme de tu presencia, la
sienta confortadora y protectora en todos los instantes de mi vida.
Con el Catecismo de la Iglesia Católica entender y vivir la Palabra